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Erase una vez en la era Gorgeon una noble princesa, que daba su vida por su pueblo, vivía por ellos, comía por ellos, dormía por ellos, y trabajaba diariamente por ellos, pero sentía que sin su cobertura los habitantes de la aldea serían libres y más felices, sentía que por ser ella sola como gobernadora, los habitantes la protegían arduamente y no velaban por la felicidad propia sino por la de ella, sentía, que la veneraban más de lo que ella merecía.

Una tarde, caminando por la pradera se encontró con un joven plebeyo y se enamoró de él apenas sus ojos captaron su persona, el joven, era atractivo y buen mozo, pero era un plebeyo y sus concejales no le permitirían tener un romance con él, y es por ello que cada día la princesa se vestía de plebeya y salía a recorrer los campos a escondidas de sus guardianes solo para ver al muchacho.

Comenzaron a salir, él no quería que nadie los viera y ella agradece la discreción, se besaron frente a una cascada luego que él hiciera una hermosa corona de flores con margaritas y en ese mismo instante se juraron amor eterno, pero, la familia del joven se enteró de lo sucedido y le prohibió que volviera a encontrarse con la muchachita, "ese romance no te llevará a nada" le gritó su madre, "debes aspirar a más" sentenció y lo encerraron en una habitación por días y días.

La princesa asistía cada tarde a su lugar secreto y no había ni señales del jovencito, y como ella ya le había entregado lo más preciado de ella, creyó que solo era un chiquillo que jugaba con los corazones de las virgenes jovencitas.

Dejó de comer, dejó de beber, dejó de salir, sus ropas y túnicas de seda se volvieron harapientas, bajó de peso notablemente y cayó en cama.

Había enfermado solo de amor.

Todo el reino estaba preocupado, todo el reino buscaba una solución, todo el reino sufría por la hermosa princesa que moriría en unos días, ella había sido la luz de todos, ella fue la mejor gobernadora que habían tenido por años, y sacrificaría su felicidad por qué ella mejorase.

Así qué, decidieron buscar a aquel plebeyo, filas y filas había en el palacio de muchos muchachos que querían saber si era uno de ellos el dueño del corazón de la princesa.

Pero ninguno de ellos correspondió, los rumores se propagaron hasta las tierras vecinas, y ahí, un guardia corrió hasta el palacio de aquella gobernadora, la que tenía a su hijo encerrado por salir con una simple plebeya.

Cuando el joven apareció en el reino ya era demasiado tarde, la princesa se fue con un suspiro al verlo nuevamente enterándose que no había jugado con ella, yéndose feliz porque amo al hombre correcto, y jurando que algún día, se volverían a encontrar.









Debo ser consciente de mis actos.

Debo tomar el peso de las futuras consecuencias.

Debo terminar con esto lo antes posible, pero siento miedo.

Al sentir como los labios de Jungkook se abrieron, tomó el mío inferior y me separé de él dando un paso en retroceso.

Siento miedo de enamorarme tanto hasta el límite de amarlo, temo a ya no volver a verlo en mi vida y no puedo ser egoísta con él, soy consciente de que moriré, él debe seguir...

- Creí que tú sentías lo mismo.

- ¿Crees que voy a caer en tus juegos de niño lindo?

- ¿De qué hablas?

- Los papeles se invirtieron, Jungkook, ahora ya no tengo interés por ti, creo que esto de estar desahuciada me abrió los ojos, y me di cuenta que en realidad, no me gustabas tanto.

Estoy segura que me voy a arrepentir de cada palabra dicha, o quizás no.

- Kim Ji Na, no estoy entendiendo -pronunció lento con una sonrisa en sus labios.

- Eso, Jeon Jungkook, que ya no me pareces atractivo, creo que solo me interesaste porque te vi inalcanzable, porque eras como un teorema de Pitágoras, difícil de entender, difícil de descifrar, pero una vez lo estudias y comprendes, ya no te parece tan interesante.

Su mirada se desvió de mi persona, aquella curvatura en sus labios se pronunció más con dolor, asintió lentamente y poco a poco el movimiento se volvió más agresivo.

- Bien, es mejor así, ya no debo fingir frente a ti. Disculpa mi estúpida personalidad de niño bueno, la verdad es que, solo lo hice porque así me lo pidieron los maestros, me costaba tener que fingir, al fin podré estar con quién en serio me gusta.

- ¿Park Jimin?

- Es lindo, ¿verdad?, mi compañero ideal, -suspiro- debo irme, me disculparía por las molestias, pero no me interesa.

- Felicidades -sonó de mis labios con un quiebre en mi voz que no pude controlar...

Si estaba fingiendo todo, aquí es cuando me doy cuenta del error de haber puesto los ojos en Jungkook, el hombre más hermoso de esta tierra, pero, prohibido y lejano.

- Al menos mi deseo se cumplirá -me quedé viendo sus ojos, los que ya no brillaban tanto- no volveré a verte -se acercó molestándome con una sonrisa de victoria en sus labios.

Y solo por ese acto conjunto a sus palabras es que ya no pude contenerme.

- ¿Por qué lloras? -pregunto frunciendo su ceño- ¿creí que no te importaba? Vaya, vaya, vaya, la niña mintió y no espero mi respuesta.

- La niña llora de felicidad, al fin ya no nos tendremos en el camino del otro.

- Si~ -susurro- hasta nunca Kim Ji Na.

Giró sobre sus pies y comenzó a caminar bajo la lluvia.

No me sorprende, es tal cual yo lo había pensado, al igual que él, me devuelvo por el camino que había tomado, sus palabras se repiten una y otra vez en mi cabeza, y siento como las piernas se me debilitan, siento como quiero que todo pase tan rápido que simplemente pueda desaparecer de la vida de todos.

La imagen mental de mi hermano aparece y recuerdo las veces en que reímos, él ha sacrificado mucho por mi, sus estudios, aprendió a cocinar y trabajó desde muy joven solo para mantenerme, he sido un estorbo en su vida.

El zumbido en mis oídos se intensifica y el dolor de cabeza se vuelve insoportable, por instinto y reflejo llevó ambas manos a mi cabeza, doy un grito de desespero y lo próximo que siento es mi cuerpo caer en seco a la acera mojada por la lluvia. En mi pequeño mundo adolorido abro mis ojos, cada cosa que veo está nublada, seguro debe ser el estúpido tumor, aún así, puedo notar como Jeon corre a mí.

Por favor aléjate, déjame aquí, no me veas así.

Y antes que llegue conmigo, dejo de oír, ver, pensar, hablar y caigo en un profundo abismo de oscuridad y soledad.

Recuerdo que cuando era pequeña todo era más fácil, los domingos salíamos los cuatro, papá nos tenía bicicletas a los cuatro y andábamos por la orilla del río Han, riendo y respirando felicidad.

Esa misma tarde que ellos murieron salieron de compras por mi culpa, yo quería cereales de chocolate y como era una niña mimada ellos decidieron ir a la tienda, y de paso, comprar todo lo que hacía falta en casa.

Nunca más volvieron, un policía llegó a nuestra puerta y hablo con mi hermano, él se comportó muy adulto, me abrigo y tomó mi mano con fuerza, no lo ví llorar ni temblar, él es mi héroe.

Mis tías susurraban en pleno velorio por quién se haría cargo de nosotros, y no es que quisieran tenernos, para nada, todo lo contrario, se culpaban del orden de nacimiento de cada una y que por ello debían hacerse cargo de nosotros, ellas creían que no las oíamos, pero cuando supe que decían mire a mi hermano y él simplemente sonrió.

"Estaremos bien, lo juro" -me aseguro y nunca en mi vida me faltó algo, siempre lo tuve todo, educación, comida, un techo, jamás pase frío, hambre, él siguió con las costumbres que teníamos con mis padres, me llevaba al parque cuando tenía buenas calificaciones, me compraba un helado y caminábamos charlando de lo que fuera para pasar el tiempo.

Los domingos íbamos al parque, hacia la sopa de algas para cada cumpleaños, mi pastel favorito de chocolate y fresa, y cumplió la palabra del "estaremos bien" porque siempre lo estuvimos.

No quiero morir aún, Oppa, Namjonnie, hay cosas que nunca te dije, pero, gracias por todo, gracias por no dejarme, por cuidar de mí a pesar de lo difícil que soy.

De un momento a otro la oscuridad que me rodeaba comienza a cambiar, me veo en un pasillo largo y al final hay arreglos florales típicos en un funeral.

Escuchó un llanto, casi inaudible pero ahí está, son como susurros de súplicas, lamentos y confesiones. Al llegar veo a Oppa a un costado arrodillado con sus manos en puños pegadas al piso, él llora en silencio pero no es quien puedo oír. Entonces me fijo en la otra persona en la sala, está mirando la fotografía rodeada de flores blancas, llora con desconsuelo y golpea su pecho.

Todo es tan borroso, hago el intento de acercarme para ver quién es, pero mi cuerpo no se mueve, todo me pesa, me duele el cuerpo, las costillas, como si un peso estuviera en mi pecho me quedo mirando la fotografía frente a mi y poco a poco comienza a tomar nitidez, el piso se abre y comienza a succionar y finalmente me reconozco sonriente en la imagen del velatorio.

- Lo siento -gimió con fuerza y su voz la reconocí, es Jungkook que se culpa de ello.

Arañe el piso de madera con desespero los rasguños quedan marcados y de mis dedos comienza a brotar sangre, quiero llamarlos para que me ayuden, pero las palabras no puedo formularlas, no me salen ni siquiera el más mínimo sonido.

Hasta que por fin, logró resurgir de aquel abismo y llegó al frente de quién llora frente a mi imagen.

Esta vez está de rodillas, su mirada abajo sobre sus piernas, el puño golpea el piso y puedo ver llagas en sus nudillos, quiero tocarlo y por lo mismo levantó mi mano hasta su cabeza y la acarició.

- Tú la descuidaste, tú la mataste, vive con esta culpa, Jungkook -escuche a una mujer decir, mire un rincón de la habitación y se encontraba ensimismada.

Sus ojos están enrojecidos y la mirada completamente perdida, se mira resignada, y triste.

- Tú mataste a mi bebé -gritó tan fuerte que tuve que cubrir mis oídos- te maldigo, y espero que cuando ames con fuerza, esa persona muera frente a tus ojos.

- Oma -grito Kook levantando su vista, está vez parecía más pequeño- soy tu hijo.

- Ya no lo eres -se levantó- mi única hija acaba de morir -salió del cuarto dejando a un jovencito destrozado.

Ahora ya no lo entendía, mire la imagen detrás de mí, y al lado de la mía estaba la imagen de una niña de no más de diez años, sonriendo hermosamente con la inocencia radiante.

Entonces recordé lo que Jeon me había contado.




Hay olor a limpio, quiero mover mi cuerpo pero aún no reacciona, abro mis ojos lento y sé que estoy en un hospital, nuevamente, a mi lado nuevamente está Jeon, pellizca sus dedos igual que la vez anterior, detrás de una cortina aparece Oppa asustado con falta de aire, al parecer se echó a correr y apenas cruza Kook se levanta para reverenciar.

- ¿Qué le pasó?

- El doctor dijo que el tumor presiona su cerebro, por lo que los desmayos serán más recurrentes.

- ¿Le hicieron las pruebas?

- Si, pero no me quisieron decir nada, lo siento mucho -volvió a reverenciar.

Namjoon mira sobre su hombro y me encuentra despierta, con un simple movimiento de cabeza él comprende todo.

- Gracias por estar aquí, pero deberías ir a tu casa.

- Yo, quisiera quedarme, por favor.

- No creo que sea oportuno, te daré un consejo, olvídate de ella, Ji Na decidió irse de Seúl, no volverás a verla.

- Pero...

- Ve, ahora yo la cuidaré -empujo de él hasta sacarlo detrás de las cortinas y luego las cerró- ¿Cómo estás?

- Me duele la cabeza -murmuré

- Debiste hacerte antes los análisis

- Oppa -hizo un sonido con su garganta, tomó el banquillo a su lado y lo acercó para sentarse a un lado de mí- Namjoonie, quiero decirte que...

- No -me detuvo y no pude contener las lágrimas- no hagas eso, estoy seguro que habrán buenas noticias, todo saldrá bien y no tendrás que despedirte, ¿Ok?

Pero el doctor no tenía el mismo semblante que nosotros, y cuando nos dió las noticias me arrepentí de no decirle que lo amo y que fue el mejor papá, mamá y hermano que una chica de diecisiete pudo tener en su vida.

- El tumor creció, si no tomas radiación ahora podrías morir y sufrir mucho.

- ¿Quimioterapia? -la mano de Nam sostuvo la mía fuertemente.

- El tratamiento es de un mes, y si el tumor se achica podremos hacer una operación para quitarlo de ahí, luego tendrás una vida normal.

- ¿Una vida normal? -mofe- ¿Cree que una vida normal es que el cabello se te caiga a mechones? ¿O que en mi cabeza habrá una enorme cicatriz?, cree que ser normal es vivir calva, débil y con miedo a lo que digan los demás?

- Ya, Kim Ji Na -reclamo con asombro- ¿Estás diciendo que no tomarás ningún tratamiento?

- Exacto.

- No puedes ser tan egoísta -dijo rendido- me he quebrado el lomo por ti, he menguado por ti, siempre eres mi prioridad en todo, lo único que tengo.

- Y por esa misma razón lo digo -me exalte- es tiempo que pienses en ti, deja de hacer lo que te gusta solo para cuidarme Namjoon, quizás no esté físicamente, pero si aquí -intente poner mi mano en su pecho, pero, se corrió evitando, su mirada tenía rabia, molestia y odio, y lo expreso aún más cuando corrió la cortina de golpe y abrió para terminar de salir de ahí.

El doctor no se miraba cómodo con nuestra pequeña discusión, y mantuvo su silencio hasta que simplemente ya no pudo, se acercó a mí, se sentó en el banquillo y agarró mi mano con fuerza.

- Sé que es tu decisión, Pero bien podría decir que el tumor te incapacita para tomar decisiones y sería tu hermano quien de la palabra final, el asunto, es que veo tanto tu sufrimiento como el de él, si no tomas el tratamiento los dolores serán aún más fuertes y no podrás soportarlo.

No me dí cuenta cuando mis lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas, el doc me calmaba y me decía las cosas como son de una manera que podría incluso convencerme.

- No te niego que el proceso será difícil, sí, el cabello se te caerá, sí, tendrás una cicatriz en tu cabecita que será difícil olvidar porque estará contigo siempre, y sí, la quimioterapia podría dañar tanto tus células que hay posibilidades en la que el pelo jamás vuelva a crecer, pero serás una sobreviviente tu hermano estar contigo encontrarás nuevos amigos y quizás algún amor que te comprenda y te ame incluso con esa redonda y brillante cabeza -sonreí por la manera en que lo dijo.

Sé que será difícil lo último, "encontrar amigos y un amor que me comprenda", a veces pienso que no estoy hecha para eso, y no evito pensar que mi hermano podría perder su trabajo solo por acompañarme.

- Lo pensaré.

El doctor Kim dió un fuerte suspiro, quizás esperaba convencerme en definitiva al instante, digamos que soy un hueso difícil de roer.

- Bien, pero, tu decisión no debe pasar de hoy, tienes hasta las seis.

Con esas últimas palabras se fue dejándome sola. Decidí volver a dormir hasta que vuelva Oppa, me coloque de costado en la cama y note el par de zapatos tipo botines con plataforma militar que estaban del otro lado de mi cubículo.

Estaba de más imaginar quién era, aquellos mismos zapatos fueron los que corrieron hacia mi cuando me desmaye en frente a mi edificio.

- Pitágoras no se compara contigo -dije en un tono más suave.

- ¿Qué harás?

- ¿Qué debería hacer? -se hizo un pequeño silencio- no quiero que mi hermano sufra por mis acciones, él no lo merece es un chico bueno y maravilloso.

- Entonces permanece a su lado.

- ¿Seguirás detrás de la cortina?

- Debo irme -dió un par de pasos- espero que tomes la mejor decisión.

- Jungkook -pude ver cómo su caminar se detuvo- en serio, gracias por estar conmigo en ese momento y por quedarte a mi lado a pesar de odiarme como lo haces.

- Yo no te odio, Kim.

- Pues, parece que sí, por eso fingiste sentir algo por mí, solo alguien que odia actúa así.

- Adiós, Ji Na.

- Adiós, Kook -murmure al verlo caminar, mi corazón se apretó con fuerza y sentí un dolor parecido al anterior, solo que está vez con menos intensidad

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