Capítulo #10

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Al abrir los ojos siento el peso aún por las lágrimas. Aunque quiera aparentar que no; sigo siendo esa niña pequeña que solo busca la aceptación de su madre. Esa que se esfuerza en todo lo que hace para ver si algún día ella me ve.

Para que algún día sus ojos se llenen de orgullo con mis logros y aunque me he cansado de esperar por ese día, hay una pequeña parte de mí que aún conserva esa ilusión.

Creo que una parte de mí siempre estará rota; que nunca nada ni nadie me hará sentir que todo en mí está bien, nunca podré sentirme segura de mí.

<< ¿Que tal la cena? >>

Una notificación me saca del pozo de autocompasión donde me encontraba hundida. Es ella.

<< Aburrida >>

Me limito a responder solo eso, no quiero ser el acto de caridad de nadie.

<< ¿Tienes clases hoy? >>

Gracias a Dios no; no hubiera aguantado un día de Universidad. Es día de hundirme en mi miseria, mientras escucho música, leo o escribo.

Ese último pensamiento me lleva a buscar el escrito que cuando esté listo pienso entregarle. Busco mi libreta de escribir mis ideas y un escalofrío me recorre todo el cuerpo cuando toco la pequeña lista rasgada que quedó en mi libreta, justo en la página donde estaba escribiendo.

¿Qué rayos?

Tal vez a alguien de la Universidad le gustó y lo arrancó, pero la sensación que me recorre el cuerpo, me grita que es obra de ella. No sé cómo explicarlo, la sensación es abrumadora y avasalladora.

El miedo se instala en mi cuerpo, pequeñas fracciones de recuerdos comienzan a encajar una encima de otra.

La mirada mientras bailaba en el cumpleaños de Ellie, su invasión en el baño, el cristal escrito, la rosa, la nota, su presencia en el casino... y esto.

Todo es terriblemente macabro y no lo había notado hasta ahora, envelesada por ella y por todas las sensaciones que se hacen dueñas de mi cuerpo cuando estoy en su presencia.

Hay algo que no está bien, demasiadas coincidencias para tratarse de una simple casualidad. Todo en ella constituye un misterio para mí, uno del que espero salir con vida.

<< No tengo clases, ¿por qué? >>

Respondo finalmente, los pensamientos se apoderaron de mí y había olvidado responder.

<< Tengo libre la hora de almuerzo, ¿quieres almorzar conmigo? >>

El corazón me palpita aceleradamente con su mensaje. ¿Es una cita? ¿Acaba de vencer a todas mis dudas con ese mensaje? Sí, un rotundo sí.

<< Si claro, ¿dónde? >>

Ahora mismo me siento como adolescente esperando sus 15 primaveras.

<< Que conste que no es una cita, solo no me gusta comer sola. Más tarde te envío la ubicación >>

Crash.

¿Sintieron eso?

Fue el ruido que hice al caerme de la nube en la que me subí en un instante.

<< Okey, más tarde nos vemos >>

Respondo y apago el celular, junto con mis ilusiones.

Me dirijo a la ducha en la que me pierdo como una media hora debajo de los chorros calientes de agua y el olor a vainilla. Cepillo mis dientes y seco mi pelo con mucho mimo.

Creo que simplemente estoy alargando mi salida de esta habitación, que básicamente es mi fuerte dentro de esta casa. Con pasos suaves me dirijo hacia la cocina, como si ser sigilosa, me convirtiera en una sombra que nadie puede ver.

Papá está en la cocina y cuando me ve recoge unos papeles que leía y los guarda en un bolsillo mientras me dedica una pequeña sonrisa, que en realidad sale como una mueca.

—Buenos días, hija —dice mientras me brinda asiento a su lado.

—Buenos días, papá —le respondo y dejo un beso en su mejilla antes de tomar asiento.

Marcus empieza a colocar comida sobre la mesa. Panqueques, tostadas, jalea, mantequilla, leche con chocolate, naranjas, manzanas, jugo. Todo huele maravilloso y abre mi apetito impresionantemente, siento que me comería un león cuando recuerdo que anoche no comí.

—No debiste marcharte de esa forma ayer —dice papá con sus ojos llenos de lástima.

—Seguro nadie se percató de mi ausencia, no es como que hubieran notado mi presencia en ningún momento.

—Hija no seas tan dura —dice acercando su mano a la mía pero la retiro.

—Ah sí, seguro Paul si notó mi ausencia; pero no la mía; sino la de la cara bonita que quiere como nuera —contesto demasiado enojada—. ¿En serio tu también estás de acuerdo con eso papá?

—Hija yo... —corta sus palabras.

—Ya sé, no digas más, no eres más que otro monigote de ella. No me voy a casar con él, ni con nadie que yo no quiera y hasta quizás nunca me case; pero es mi maldita decisión, no la suya —grito.

El timbre de la casa suena y papá huye a abrir, como si el ruido hubiese sido la excusa perfecta para huir de mi presencia. Sé que muchas veces descargo una ira que no es con él, sin embargo no puedo evitarlo, porque él nunca ha hecho nada en contra de mí, pero tampoco nada para defenderme de ella.

La discusión corta todo mi apetito y me retiro sin apenas probar bocado. Cuando me bajo de la silla, mi pie descalzo hace contacto con un trozo de papel, me agacho a recogerlo.

Es una carta, por su aspecto es de hace muchos años y estoy segura que es el tipo de cosa que papá esconde en esa maldita caja a la que tal parece nadie es suficientemente digno para siquiera mirarla.

La guardo a mi espalda y me retiro a mi habitación, sin asomarme a ver quién visita la casa. Nunca recibo visitas, solo Ellie y Ricky vienen y ambos me avisan antes de hacerlo.

Me siento en el borde de la cama y abro la hoja que comienzo a leer.

Cariño mío:

Hola Alex han pasado varios meses, desde que me separaron de ustedes, pero te puedo jurar que los sigo amando como cuando los tenía conmigo.

El calvario en el que vivo se vuelve más llevadero cuando un pensamiento de ustedes viene a mi cabeza. Aún así no puedo dejar de sentirme culpable; sé que teníamos todas las perder, pero no nos arriesgamos y eso será algo que me perseguirá hasta el día que muera.

Teníamos los lobos arriba y lo único que hicimos fue correr, supongo que la inexperiencia y la juventud; nos llevó a tomar decisiones erróneas. Tal vez si nos hubiéramos enfrentado a ellos seguiríamos juntos, pero de nada vale lamentarse por algo que ya no se puede cambiar.

El cautiverio hace mi odio crecer y te juro que un día se arrepentirán de habérmela arrebatado de mis brazos. Cuando bajen sus muros; justo como hicimos nosotros, cuando encuentre el momento perfecto; esa escoria morirá en mis brazos.

Cuídala el doble; por ti y por mí, que cuando vuelva a estar entre mis brazos juro por Dios que mataré a cualquiera que pueda llegar a lastimarla.

Te amo,

Charlotte.

Las ruedas de mi cabeza intentan girar, pero alguna traba les impide hacerlo. No consigo encajar las piezas para poder entender todo el contenido. Sobrentiendo que papá tendrá una amante o tuvo hace muchos años; pero de quién más se habla en la carta porque todo el tiempo se refiere a dos personas, no a una..

Los toques de la puerta interrumpen mis pensamientos, guardo la carta dentro de un libro y hablo.

—Adelante.

—Te busca una chica —dice papá.

Las palabras de papá me devuelven a la tierra abruptamente. ¿Una chica?

Mierda.

Camino hacia el recibidor con los pasos de mi padre detrás de mí, no se si la expresión de horror de mi rostro fue indicio para saber que algo no andaba bien.

Cuando mis ojos impactan con los ojos cafés que parecieran mirar mucho más allá de la superficie de mis ojos, como si pudiera ver mi alma, un suspiro que no sabía que estaba conteniendo sale de entre mis labios justo antes de hablar.

—¿Cómo sabías que yo vivía aquí? —suelto mis palabras como una bala, sin medir que contábamos con público.

...

—¿Todo bien, hija? —la voz de Alexander se interpone entre nosotras.

—Sí papá, ¿puedes dejarnos solas? -dice Alexa a lo que su padre asiente y se marcha—. Responde, ¿cómo sabías que esta era mi casa?.

—Alexa todos saben donde está la mansión Phelps, no es que su ubicación sea precisamente un secreto —hablo con seguridad, no son las verdaderas razones pero tampoco es una mentira lo que estoy diciendo.

Su mirada no abandona mis ojos, eligiendo si creerme o no. Sabía que en cuanto le pusiera un poquito de cabeza a la situación tendría muchas dudas acerca de mí.

He cometido muchos errores, no debí acercarme en ninguno de los casos pero no puedo explicar la fuerza que me atrae hacia ella, dificultándolo todo.

Teníamos a Nathaniel en la mira y un segundo después, desapareció; se esfumó, tal como si se hubiera transformado en nada.

La última ubicación es muy cerca de esta zona así que suponemos que puede estar escondido aquí; por lo tanto heme aquí, intentando averiguar si es este el lugar donde se está escondiendo ese bastardo.

—Bueno... —dice dubitativa— aún no estoy lista para ir a almorzar, es temprano. ¿Quieres pasar a mi habitación? —pienso en cuál es la mejor opción y ella al observar mi confusión vuelve a hablar—. Dios, soy pendeja —murmura en un sonido casi imperceptible—. Estás en tu casa, dame cinco minutos y ya vuelvo.

Se marcha con la cara completamente roja, cosa que me hace sonreír ya que así se ve malditamente tierna. Camino despacio, esta vez observando cada detalle del interior a fondo, no puedo ponerme a vagar por el lugar sin más, sería muy arriesgado.

El lugar está en completo silencio y es un espectáculo hermoso a los ojos, toda la decoración está ubicada a la perfección. Entre pasos pequeños llego hacia el corredor dónde confluyen las habitaciones del primer piso y la escalera que lleva al segundo.

Acaricio con mi mano el barandal de la escalera, casi como si algo me estuviera invitando a subirla pero la voz de Alexander detiene mis movimientos.

—Bianca tiene muy buen gusto, ¿verdad? —habla el hombre que no sé cuánto tiempo lleva observándome.

—Sí, es muy bonita —hablo sin soltar la mirada que me dedica.

—¿De que conoces a mi hija? —me dedica una mirada de pies a cabeza.

—Una fiesta...

—Ya estoy lista —grita Alexa interrumpiendo mis palabras.

Sale de su habitación con una camiseta negra, una saya plisada a cuadros que deja descubiertas sus piernas casi al completo y unos tenis. No puedo evitar reparar en su cuerpo ni ante la presencia de su padre.

—¿Quieres que te haga un tour por la casa? Aún es temprano —me dice intentando disimular el rubor de sus mejillas.

—Está bien —digo lo más calmada posible.

Toma mi mano invitándome a seguirla escaleras arriba. Yo observo todo como si fuera la primera vez que estuviera en la mansión.

—Bueno ahí está la habitación del imbécil de mi hermano que realmente no pasa mucho en casa, siempre anda de fiesta —voltea los ojos y sigue hablando—. Esta es la de mis padres, no deberíamos entrar aquí, pero ven, no puedes quedarte sin ver la monstruosidad de cuarto de baño que posee.

Entramos a la habitación y está tal cual la recuerdo y exactamente como en la ocasión anterior; vacía. Verdaderamente el baño es precioso y enorme, probablemente sea más grande que mi oficina. Todos los complementos son de un blanco mate con tonos dorados, luces de un alumbrado muy tenue de color amarillo, un espejo de cuerpo entero enmarcado en dorado.

—Es oro —comenta Alexa.

Vaya pijada.

La parte de la ducha es un cuadrado amplio de cristal con adornos igualmente dorados. La imagen de Alexa, con sus manos y cara apoyadas en el cristal mientras mis dedos maltratan su coño, se cuela sin permiso en mi cabeza.

Una biblioteca, la oficina del ático, un gimnasio, la cocina, el comedor, la piscina, el invernadero; son lugares que me va presentando; resolviendo mi tarea: él no está aquí.

—¿A tu cuarto no me llevas? —pregunto con picardía, provocando que sus mejillas se sonrojen nuevamente.

—No soy tan fácil, no llevo a alguien a mi cuarto en la primera cita —termina de hablar y suelta una sonora carcajada que se me contagia—. ¿Salimos ya?.

Caminamos hacia mi auto en silencio una al lado de la otra, abro la puerta del copiloto para que entre, rodeo el auto y antes de entrar tecleo.

<< No está en la mansión >>

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Hola bebeses. <3
Cómo seguro no me da tiempo de escribir otro capítulo dentro de dos días, ¡Feliz Halloween, bichitos!🖤

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