Capítulo #12

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Mi mente me grita el NO más grande de mi vida pero soy demasiado terca para escucharlo y demasiado egoísta para detenerme.

Aún así la lucha de mi interior se hace notoria incluso para Alexa; la cabeza argumenta todas las razones por las cuales esto es un error y el cuerpo contrataca traicionándome en el proceso.

Me dejo llevar por mis impulsos, por el deseo primitivo del que se vuelve esclavo mi cuerpo cuando de Alexa se trata. Tomo su boca una vez más, llevándome los últimos rastros de su labial de uva y ahuyentado esa mirada de vergüenza y terror que me dedicaba.

—Nos vamos —digo separándome con dolor de sus labios.

—Pero... —la mirada que le dedico corta su intento de protesta.

La tomo de la mano queriendo que sepa que sigo aquí, que no me voy a ir. Después de pedir la cuenta, me dirijo a la máquina y pago; luego de eso nos marchamos.

Alexa no ha dicho ninguna otra palabra e intento leer sus expresiones pero es como si me estuviera bloqueando. Subimos al auto y pongo el motor en marcha.

—¿A dónde me llevas? Por aquí no queda mi casa —dice mientras mira a su alrededor.

—Obvio que no vamos a tu casa, preciosa, ¿acaso pensaste que terminaría tan rápido contigo? —pregunto sin dejar de mirarle a los ojos.

Muerde sus labios y abre la boca para hablar pero la cierra y traga saliva. Sus mejillas se sonrojan y rompe el contacto visual.

—Me gusta que me miren a los ojos cuando hablo, Alexa —mi voz sale con un matiz retador.

—Pensé que no ibas a estar conmigo... por ser inexperta —las últimas palabras salen apenas en un susurro, uno que me hierve la sangre.

No sabe cuánto deseo ser la primera persona que pruebe y rompa su delicioso coño, aunque esté malditamente mal; no me importa porque ahora tengo incluso más ganas de poseerla de las que tenía antes.

Sé de sobra todos los riesgos que hacerlo traen consigo, no obstante estoy segura de asumirlos, porque incluso mis manos pican del deseo de tenerlas sobre su cuerpo.

Te deseo, maldita sea.

—Pensaste mal —es todo lo que me permito responderle.

Varios minutos después estaciono en mi casa, sí, en mi puta casa. No en mi apartamento que es donde suelo llevar gente, no; en la casa que jamás he llevado a un ligue, una pareja o incluso un amigo.

Bajamos del auto y los ojos de Alexa se mueven por el lugar, absorbiendo cada detalle en silencio. Saco mis llaves, abro la puerta y la invito a pasar.

Sus ojos escudriñan el lugar; quizás no sea su mansión, aún así es una casa gigantesca digna de admirar.

—¿Vives sola? —pregunta y asiento—. ¿No es demasiado grande para ti sola? —vuelve a preguntar.

—No solía vivir sola —digo y beso sus labios para evitar que siga con las preguntas que no quiero responder.

La invasión la toma por sorpresa, pero al segundo se acompasa a mi ritmo y sigue mi beso. La levanto y envuelve sus piernas alrededor de mi cintura; sin soltar su boca ni para respirar, me dirijo hacia mi habitación.

Tiro su cuerpo sobre mi cama y antes de que pueda procesarlo deslizo las bragas por sus muslos, abro sus piernas y hundo mi cabeza en ellas.

Inhalo su olor.

Mierda.

Es tan delicioso que es algo adictivo, se dirige a todas las partes de mi sistema, haciéndome adicta en segundos, como la más fuerte droga.

—No hagas eso —dice en un hilo de voz con las mejillas totalmente rojas.

—Aquí la que da las órdenes soy yo, belleza —digo sin despegarme de su coño.

Debería ir más lento, pero joder, no puedo; no puedo detenerme.

Deslizo mi lengua recogiendo toda la humedad de su coño, me detengo un segundo disfrutando de su sabor en mi paladar. Mi coño palpita tanto como el suyo en mi lengua y me pierdo.

Los movimientos de mi lengua se vuelven acelerados y precisos, sus gemidos hacen eco en la habitación y mierda, siento que podría correrme solo así.

La chica arruga las sábanas cogiéndolas en un puño, mis dedos hacen círculos sobre su clítoris, sus jadeos aumentan y sé con certeza que serán mi perdición.

—No lo aguanto más —dice entre jadeos.

—Córrete para mí, preciosa.

Mis palabras son las detonantes de los fluidos calientes que llegan a mi boca, tomo todo lo que me da disfrutando hasta la última gota.

—Malditamente deliciosa.

Respira pesada e irregularmente, rompo su camiseta que me da acceso directo a sus pechos y la calma momentánea desaparece. Llevo mi boca y mis manos hasta los senos que magreo a mi antojo.

Tomo su pezón entre mis dientes, lo siento endurecer en mi boca y le doy un pequeño mordisco. Un nuevo jadeo sale de entre sus labios, lo que me invita a seguir adelante, repito el procedimiento variando en intensidad entre un seno y el otro.

Su pelvis se mueve hacia arriba y abajo haciendo fricción con mi pierna y yo trazo un camino de besos hacia su cuello, succionando más fuerte en algunos sitios. Muerdo el lóbulo de su oreja y su cuerpo se arquea contra el mío.

—Estás muy callada, preciosa. ¿Quieres que continúe?

—Claro que quiero que continúes joder.

Toma mi cabeza y me pega a sus labios. Me besa ferozmente, no hay rastro de la chica dócil y avergonzada; su lengua recorre todo cuánto quiere y yo lo permito, dándole el dominio por un momento.

—¿Segura quieres que sea tu primera vez? —vuelvo a preguntar.

—Nunca antes había estado segura, nunca antes había deseado a alguien; así que sí, estoy más que segura. Fóllame —no titubea en ninguna de sus palabras y me enciende como no tiene idea.

Estampo mis labios con los suyos, su boca y la mía se mueven tan bien juntas que pareciera que lo hubiéramos ensayado por años.

Unto mis dedos de su humedad y comienzo a masajear su clítoris, abre sus piernas dándome un mejor acceso y dirijo mi boca a su oído.

—Preciosa, tengo una regla —susurro despacio en lo que juego con su oreja—. Si quieres que siga adelante tendrás que decirme que la cumplirás.

—Lo que sea sí, por favor te necesito.

Santa mierda.

Aún no sabe lo que pueden hacerme esas palabras, ni lo que me está costando ir lento y no hundir mis dedos hasta el fondo de su canal.

—Hagas lo que hagas, no te vas a enamorar de mí —susurro separándome de su oído para quedar mirándola a los ojos-. Esa es mi única regla.

—No lo haré.

De su boca salió el No que me tragué cual vil mentira mientras que su cuerpo me cantaba a gritos "I wanna Be Yours".

Deslizo mi dedo hasta el fondo de su canal lubricado y estrecho, se siente tan bien, como todo lo anterior. Le doy unos segundos para adaptarse y empiezo a salir y entrar en su canal.

El sonido de su humedad al entrar y sacar mis dedos es casi tan maravilloso como sus gemidos, podría pasar el día escuchando la melodía del conjunto.

Mi dedo pulgar sigue trazando círculos sobre su clítoris y mis dedos chocan con su punto G. En minutos sus paredes aprietan mis dedos y con unos toques más, explota su orgasmo haciendo que suelte mi nombre en un grito.

No se si lo ensaya, pero hasta sus gritos suenan perfectos.

Dejo un beso en sus labios y me levanto de la cama.

—¿Qué haces? ¿A dónde vas? —pregunta apoyándose en sus codos.

—Llenaré la bañera para darnos una ducha —sus mejillas se enrojecen y el rastro de sangre en el interior de sus muslos me vuelve a prender.

Abro el grifo y lo dejo cuando el agua está en la temperatura perfecta, regreso a la habitación por Alexa que ahora duerme plácidamente sobre mi cama.

Sus expresiones están totalmente relajadas y sus respiraciones son lentas y pausadas. Su perfil es hermoso y pudiera pasar horas observándola solo dormir.

Su cuerpo desnudo contrasta maravillosamente con mis sábanas negras y es un recuerdo que guardo a fuego en mi memoria.

...

Despierto desorientada, la iluminación en la habitación es escasa. La suavidad de la tela sobre la que estoy es desconocida para mí, un movimiento brusco envía una onda de dolor a mi sexo y es ahí cuando recuerdo dónde estoy.

Mierda.

La sangre hierve al recordar los detalles y una estúpida sonrisa se cuela en mi rostro. No queda mucho de mi ropa así que no pierdo mi tiempo buscándola, me envuelvo en el satín negro, haciendo una especie de vestido con la sábana.

En el pasillo de este piso hay otra habitación dispuesta en una línea recta con la de Parsley. Me dirijo hasta el pomo pero este no cede, camino un poco más a la izquierda y encuentro un enorme salón. Las paredes están cubiertas por libreros repletos de libros, me acerco y leo algunos títulos y años.

Historia, filosofía, medicina, estrategia militar, novelas de época y otras más actuales; desde lo más antiguo hasta lo más actual, completan una colección impresionante.

Salgo del salón y bajo las escaleras, al pie de la escalera da un corredor con otras dos habitaciones, ubicadas una en frente de la otra. La curiosidad me gana y mis pies toman rumbo por sí solos quedando frente a una de las dos habitaciones.

Giro el pomo y otra vez no cede, giro sobre mi propio eje quedando frente a la otra puerta, tomo el pomo en mis manos y esta vez sí cede.

—¿Qué se te perdió aquí, preciosa? —el susurro envía una corriente de miedo por todo mi cuerpo.

Enderezo mi espalda y me giro quedando frente a ella, mirándola a los ojos.

—Yo... lo siento.

Me arrincona hasta que mi espalda queda pegada a la pared, toma mi barbilla y la alza para que la mire a los ojos.

—No volverás a hacer eso nunca, ¿entendido? —dice en ese tono dominante que hace mi sexo humedecer—. Dilo.

—Entendido —pronuncio sin abandonar su mirada.

—Ven.

Me toma de la mano con la que no estoy sujetando la sábana que esconde mi desnudez y me dirige hacia la cocina.

Me arranca la sábana de la mano una vez llegamos, dejando mi cuerpo totalmente expuesto para ella. Me toma de la cintura y me sienta sobre la mesa.

Se aleja un minuto y vuelve con una porción de un pastel, abre mis piernas y se posiciona entre ellas. Siento nuevamente la humedad de mi coño que palpita por atención.

—Abre la boca —obedezco y deja una cucharada del dulce en mi boca.

El sabor es delicioso, pero la sorpresa de su boca sobre uno de mis pechos casi hace que me atragante, trago como puedo; mientras su lengua se arremolina sobre mi pezón.

Se detiene y pone otra cucharada de postre en mi boca. Ahora toma y chupa mi otro pecho a su antojo, un pequeño jadeo sale de mis labios y mi cuerpo se arquea por el placer.

—La última —deja el último trozo de pastel en mi boca.

Sus manos trazan mi espalda tan despacio que me desespera, intento atrapar su boca pero me esquiva y sonríe. Cuando sus manos llegan al final de mi espalda aprietan mis nalgas, robándome otro jadeo.

—¿Lista para el siguiente orgasmo?. Vamos a la ducha —ordena y yo la sigo como si mi vida dependiese de ello.

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