Capítulo #15

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Ellie:


El ambiente que presencian mis ojos se está volviendo algo común para mí. Las luces cegadoras y brillantes del primer piso; las mesas dispuestas de forma simétrica, blackjack, ruleta, poker, dados. Jugadores profesionales, buscadores de emociones, tramposos; los susurros de todos estos se entremezclan con la música del lugar.

El cambio de luz al entrar en la zona vip, la poca visión hasta que tus ojos se acostumbran a la nueva y casi inexistente iluminación. La barra en forma de semicírculo, vitrinas llenas de alcoholes, whiskys, tequilas y vinos.

La plataforma cubierta por cortinas de satín rojo que se abren al empezar los espectáculos. Mujeres bellas y exóticas de diferentes nacionalidades en conjuntos diminutos, encargadas de suplir las necesidades de los miembros más importantes del club.

Oscuro, perverso y peligroso.

Me asusta cuánto me atrae y lo cómoda que me siento en este lugar, como si hace años fuera parte de esto.

Paseo los ojos por el sitio, reconozco a la mayoría de los presentes; en el balcón se encuentra Nathaniel supervisando que todo vaya bien abajo.

No podría explicarlo, pero hay algo en él que me hace mantener las distancias, es la única persona del lugar que me intimida.

Me acerco hasta la barra, cuando Damiano me abandona, Max se convierte en mi lugar de escape.

—Hola bombón —me saluda el bartender.

—Hola melocotón —le respondo con la confianza que hemos alcanzado.

—¿Te pongo lo de siempre? —pregunta y asiento—. ¿Cómo van esas clases?.

—Bien, aburrido. ¿Cómo va la relación clandestina con el hombre poderoso del cuál no me quieres decir nombre? —inquiero tomando la copa que me da.

—Baja la voz, alguien podría escucharte —dice mirando a todos sitios.

—Deja la paranoia y ya cuéntame —digo dándole el primer sorbo a mi Cosmopolitan.

—Seguimos viéndonos furtivamente, mira —señala su muñeca— este reloj me lo regaló ayer. ¿No es precioso? —dice el rubio con emoción.

—Es precioso, tiene buen gusto.

De repente retira su brazo de mis manos y se dirige al otro extremo de la barra, como si mi toque le hubiese hecho daño.

—Roja —por el apodo enseguida reconozco de quién se trata.

—¿Se te ofrece algo, Nathaniel? —pregunto mostrando mi incomodidad ante su presencia.

—¿Has invitado a mi casino a tu amiguita Alexa? —dice sin más y siento como mi pulso se acelera.

—¿Cómo sabes de Alexa? —pregunto ahora más a la defensiva, siento mi corazón latir aceleradamente.

—¿Interrumpo algo? —la voz de mi italiano se interpone en la tensión del momento, Nathaniel da media vuelta y se marcha—. ¿Eso que fue?.

—Nada —me limito a contestar.

Me da un beso en la frente y se retira por la misma dirección que se marchó Nathaniel.

Algo ocurre, está tenso y con su mente dispersa, como fuera de este lugar. Sin poder detenerlo mis pies se mueven tras el rastro del hombre, manteniendo la debida distancia.

Entra a una de las oficinas y ni se preocupa por cerrar la puerta, acelero mi paso y me acerco lo suficiente para escuchar.

—Se me está acabando la paciencia Lombardi, ya ha pasado más de un mes —la voz de Nathaniel truena.

—La espera nos exenta de cometer errores, recuérdalo.

—¿Cuánto más? —se escucha como un cristal caer al suelo.

—Una semana o menos —contesta mi hombre.

Comienzo a escuchar pasos acercarse así que me marcho todo lo rápido que puedo. La conversación se repite en mi cabeza queriendo entender de qué hablan, pero la verdad no tengo ni puta idea.

Voy hasta el balcón, tamborileo los dedos sobre la baranda y observo cómo se desenvuelve todo.

Un torso masculino se pega mi espalda y el olor amaderado me confirma que es Damiano.

—¿Te gusta lo que ves, diavoletta? —pregunta restregando su erección en mi espalda.

—Sí me encanta. ¿Sabes que me gusta también? —su silencio me invita a continuar—. Los tríos, ¿a ti te gustan?.

La habitación está apenas iluminada por las lamparillas que se encuentran a ambos lados de la cama, desprende un calor que desconcierta porque afuera la nieve se acumula y una fragancia conocida inunda mis fosas nasales.

La escena que contemplan mis ojos me estremece el alma porque ahí están, sobre la cama; las dos personas que más amo en el mundo.

Ella le lee algo a la misma vez que acaricia su pequeña cabecita; sonrío y niego varias veces porque no, no lee ningún cuento de hadas o historietas, creo que es algo de sociología.

Él la observa atento mientras juega con sus pequeñas manitos, derrochan una ternura infinita y me siento la mujer más dichosa del mundo.

¿Cómo no?

Si siento cálido en pleno invierno y es porque ni el más frío invierno puede opacar el calor del hogar.

Las ganas de comérmelos a besos me pueden y me acerco hasta ellos, hago piruetas en la barriguita del bebé quien se ríe y yo siento estar en el cielo porque parece un  puto ángel cuando ríe, beso más despacio su cabecita e inspiro su olor.

Mi mirada ahora se pierde en la de ella, enlaza nuestras manos que quedan encima del bebé, junto nuestros labios y comienza la danza que no quisiera terminar jamás. Se aleja unos centímetros y susurra.

«Te amo.»


Despierto agitada y la decepción que me invade al percatarme de que solo era un sueño me asusta. En primera ni siquiera debería soñar con ella de esa manera y en segunda de hacerlo no debería sentir esa sensación agridulce que me carcome en estos momentos.

Eso me afirma lo que he tratado de evitar de todas las maneras posibles, engañándome una y otra vez con que no la amo. Viviendo en la mentira donde solo su cuerpo me atrae, donde como máximo puedo quererla, donde no debería involucrarme en su vida, donde constantemente tengo que callar lo que quiero decir; cuando en realidad inconscientemente me enamora cada día, cuando me interesa cada cosa que tiene que ver con ella, cuando muero por decirle que se volvió mi vida y que me fue imposible no amarla.

La amo , sí, ya lo hago; no debía es cierto y ni siquiera sé la razón por la que no debía hacerlo pero aún así, aún cuando era su regla, la rompí porque ya la estoy amando.

No fue algo planeado, porque diablos ¿acaso alguien pide enamorarse? ¿alguien puede controlar lo que siente?.

Me enamoré de Parsley sin remedios y sin quererlo o planearlo, se convirtió en una necesidad, se instaló tan rápido en mi corazón, se adueñó tan fácilmente de todos mis pensamientos, todos mis sueños e incluso de mis metas.

Se volvió mi presente y el único futuro que deseo ahora y eso realmente me aterra.

Nunca antes me he enamorado y aún así sin conocer de ese sentimiento estoy completamente segura de que estoy enamorada.

Juro que podría pasar horas solo viéndola sonreír, horas acariciando su pelo, horas en silencio solo por estar a su lado, horas escuchándola hablar.

Eso sin hablar de que podría pasar el resto de mi vida en sus labios, de que cuando estamos juntas no quiero que el tiempo pase, de que no hay roce más perfecto que el de su cuerpo con el mío, de que no quiero a nadie más que no sea ella.

Es una mierda sentir tanto y no poder decir nada, no poder hacer todo lo que quisiera por el simple hecho de que no debía enamorarme.

Ahora mis sentimientos siempre están maquillados, temo que salgan a flote y sí, me mata la idea de que ella se vaya de mi vida.

Me asusta demasiado que ya no vaya a estar y es por eso que prefiero tratar de ocultar que me enamoré, que bastaron solo unas pocas semanas para que se robara mi corazón, porque sí aunque no le he dicho mi corazón le pertenece; en realidad cada parte de mi es suya.

La amo tanto que me enamoré de sus defectos, que las cosas que repudiaría en otras personas en ella me parecen encantadoras porque es que cada puta cualidad con ella toma otro sentido; cambia conceptos y vuelve única cada faceta de su personalidad.

Me atrajo el demonio que es su cuerpo, pero me atrapó el infierno que es su interior. El fuego que nunca se apaga en ella ahora también vive en mí, las ganas sobran y el tiempo falta siempre que estamos juntas.

Abandono el nudo de pensamientos y emociones que me emocionan y a la vez me aterran y me levanto de la cama.

Es domingo por ende debo realizar limpieza en la casa. Comienzo por mi habitación, sigo por las habitaciones contiguas a la mía y así en cada rincón de la casa; realizando limpieza a profundidad.

La casa es gigante, la tarea me toma la mañana y parte de la tarde, me harta que teniendo todo el dinero que posee y que producen diariamente las empresas Phelps yo sola tenga que encargarme de las labores.

Creo que simplemente lo hace por castigarme, un castigo que puedo jurar que no merezco, no obstante trago y continúo con el pensamiento de que me marcharé de aquí.

Una parte de mí conserva la esperanza de que me extrañe cuando lo haga, de que se de cuenta del error que lleva cometiendo todos estos años y de que papá me defienda de ella, por una vez; solo una, no pido más que eso.

En el estacionamiento esperando a ser limpiado por mí se encuentra el Tesla Model Y del año de mi queridísima madre, como para seguir humillándome.

El rojo vino de la parte exterior del auto contrasta con los tonos blancos y negros de la tapicería interior; es una belleza en todo su esplendor.

Comienzo a limpiarlo teniendo sumo cuidado de no dañar nada, mientras mi mente evoca cada maldito día en el que he querido y necesitado una madre.

Cada fecha y suceso en mi vida en el cual no ha estado presente y yo he terminado hecha un ovillo en mi cama, con los ojos rojos e hinchados por las lágrimas.

La rabia y la frustración me ganan, mis movimientos se vuelven bruscos y sin pensar siquiera en lo que hago termino rallando el auto.

El chirrido me saca de la nebulosa de ira y dolor en la que me encontraba sumida y al ver lo que hice no puedo contener la pequeña sonrisa que se escapa de mis labios.

Realizo una nueva ralla con la herramienta y se siente tan bien que creo que podría destruir el auto, pero el grito que interrumpe mi pequeño momento feliz, hace que la herramienta se resbale de mis manos y elimina la euforia, transformándola en miedo.

—¿Que rayos haces, Alexa? —grita mi madre con la ira burbujeando en sus orbes azules—. ¿Tienes idea de cuánto me costó ese maldito auto? —vuelve a gritar acercándose más a mí.

—¿Lo que ganas en qué? ¿Una semana? ¿Tal vez dos? —le respondo por primera vez en mi vida—. ¿Acaso mi hermano no te ha destruido tres autos en lo que va de año? Cada vez que sale borracho o solo porque al niño no le salió algo como quería.

Su mano se estrella en mi cara y la bofetada me deja la mejilla ardiendo, no es la primera vez que me pega; pero si es la primera vez que levanto la cabeza y no dejo salir ni una sola lágrima.

—Estoy harta de tí, bastarda de mierda. Te he dado todo, he pagado las escuelas más prestigiosas de esta ciudad para tu educación y ni siquiera aprendiste modales —grita perdiendo los estribos—. Debí haber expuesto todo, para que hubieses crecido en un orfanato y aprendieras a valorar. De padres "enfermos" nada mejor se podía esperar... —sigue soltando la verborrea que ya no escucho.

Mi cerebro se quedó atascado en el significado de sus palabras, que se repetían en bucle en mi cabeza; un pitido latente martilleaba mi sien y el mundo se detuvo para mí.

Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos no se en que momento, pero parecía que no tuvieran fin. La voz de Bianca se escuchaba lejos e ilegible como si estuvieramos en continentes distintos.

—¿Qué hiciste Bianca? —la voz de papá me devolvió al mundo de golpe.

—Aléjate de mí, no me toques —grito al sentir los brazos de mi padre sobre los míos.

—Mi niña por favor, yo lo siento. Puedo explicarte todo —su voz sale como una súplica.

—¿Tú lo sientes? ¿Estás seguro que tú lo sientes? —río irónica—. ¿Qué dejas para mí entonces? Para mí que lloré muchísimas noches porque no podía dormir y ahí no estaba mi madre para leerme un cuento y calmarme; para mí que no comprendía que era lo que hacía mal para que mi mamá no me amara. Para la niña que no entendía por qué todas las mamás de sus amigos los buscaban a la escuela y ella se tenía que conformar con que el chef lo hiciera, la niña que en vez de querer regalos por el día de su cumpleaños anhelaba un beso de su madre, la niña que llegó a pensar que no era lo suficientemente buena para su madre y por eso no la quería, la niña que se enfermó mil veces y su madre nunca estuvo. ¿Qué mierdas dejas para mí, joder? —el llanto me toma silenciando mis palabras, tras una pausa pequeña continúo—. Eres el peor padre del mundo ¿sabes?. Siempre viste todo lo que sufrí por ella y jamás hiciste nada por evitarlo, jamás estuviste tampoco. Sabías que necesitaba una madre y además de esconderme quien era la verdadera permitiste que sufriera muchísimos años en vano —el llanto cierra mi garganta pero me obligo a escupir todo—. Todos mis putos problemas son tu culpa, por tu culpa soy una persona insegura, por tu culpa mil veces creí que yo estaba mal, porque vamos ¿qué madre es incapaz de amar al menos un poco a su hija?. Te odio, te odio con todas las fuerzas de mi corazón por permitirme sufrir por una mentira y a ella; mi madre, la de verdad, también la odio y no quiero ni siquiera saber quién es. Me dejó, me dejó cuando más la necesité y ahora ya no me interesa quien sea. Es su culpa también que haya sufrido todos estos años y eso no se los perdonaré jamás —estoy temblando, me dirijo ahora hacia Bianca—. Y tú, tú te puedes ir a la mierda con todo tu dinero y tus lujos.

—Déjame explicarte por favor, no es su culpa, escúchame pequeña —las lágrimas también ruedan por sus mejillas.

—No me interesa ninguna explicación, no me interesa nadie; sigan viviendo en su vida perfecta que yo haré lo que hace años debía haber hecho. Me voy, los dejo en su cuento de hadas en el cual no encajo, y ya no me interesa hacerlo.

—Si hubiese sabido que así me deshacería de ti, hace mucho hubiera confesado todo.

Sin darle tiempo a procesarlo mi mano se estrella en su rostro perfecto y su piel blanca se enrojece casi al instante. Se marcha enfuscada para dentro de la casa.

—Mi niña porfavor no te vayas, al menos escúchame antes —otra vez papá suplicando.

—Ya dije que no tengo nada que escuchar, no quiero ninguna explicación, ya es demasiado tarde; además no te creo nada. ¿Por cierto de verdad eres mi padre? —dejo la última pregunta en tono irónico.

Sin esperar una respuesta, me dirijo hacia mi habitación. Recojo algo de ropa en una mochila, mi celular y las llaves del auto. Pongo el motor en marcha y me largo, me largo de la mentira de la que fui protagonista por 21 años.

Mis mejillas están empapadas, pero pareciera que sigo albergando un montón de lágrimas todavía. La carretera la veo borrosa y me esfuerzo por divisarla correctamente para no tener un accidente. Estaciono de mala manera y toco el timbre.

—Cariño... —la voz de mi mejor amiga se rompe al verme en este estado.

Sin decir nada más me abraza, me brinda los brazos en los que me he refugiado por años; siento como si pudiera abrazar mi alma rota y deshecha intentando armarla. Su fuerza hace más difícil la tarea de respirar pero justo eso necesito un abrazo rompe huesos y repara almas; un abrazo que me ratifique que siempre que mi mundo se derrumbe me puedo venir al de ella.

Ahí nos mantuvimos por minutos, en la entrada de su casa; pero no aflojó su agarre ni por un segundo. Me dejó sacar todo sin hacer pregunta alguna, solo sosteniéndome y recordándome a cada minuto que la tenía a ella.

Mi respiración se acompasa a la suya y las lágrimas dejan de salir al cabo de unos minutos. Subimos las escaleras hasta su cuarto y Ellie pone una taza caliente en mis manos, té.

Mi amiga seguía sin preguntar nada, temiendo que un ruido brusco pueda romperme; eventualmente ella sabía que yo le contaría cuando estuviera lista y ya lo estoy.

—Todo fue una mentira, una puta mentira —susurro sin poder creerlo aún del todo.

—¿Hablas de Parsley? Dime que no es por ella que estás así porque te juro que la mato —sentencia.

Porsupuesto que ella no entiende de que hablo y sí, lo más lógico es que piense que se trata de ella pero no, se trata de algo más grande, se trata de que toda mi vida ha sido una vil mentira.

—No, con ella ni siquiera he hablado hoy.

Desbloqueo mi celular y algunos mensajes de ella saltan en mi pantalla. Quiere que nos veamos pero yo solo quiero llorar, llorar hasta dormir. Además no quiero que me vea así, aunque bien que me gustaría la idea que esté para mí, prefiero no molestar.

Respondo a sus mensajes, diciendo que hoy no puedo y apago mi celular nuevamente, preparándome para contarle a Ellie lo sucedido.

—Toda la vida llevan mintiéndome y yo los odio por ello. La Estirada no es mi madre y mi padre, si es que lo es; jamás me lo dijo, joder —la frustración toma cada espacio de mí—. Vio todo lo que sufría por esa mujer y no fue capaz de decirme la verdad. ¿Por qué rayos fueron tan egoístas? Hubiese tenido una vida más sencilla y menos dolorosa, o tal vez no, pero al menos hubiera comprendido, al menos no hubiera esperado nada de ella por tanto tiempo —Ellie está helada y no dice nada.

—Yo... —balbucea— yo no sé que decir. Sabes que me tienes aquí para lo que necesites, me tienes a mí y yo soy real nena y aquí estoy.

Me acuesto en posición fetal apoyando la cabeza en las piernas de mi amiga, el llanto me toma nuevamente pero cedo ante la pesadez de mis ojos quedándome dormida.

Me despierto agitada y el peso de la realidad ahora más que nunca recae sobre mí, no es una puta pesadilla; es una realidad y es mi vida ahora.

Cuando soy consciente de mi alrededor la veo, ahí está ella, a los pies de la cama. No sé cómo ni por qué, pero está ahí, aquí, ¿para mí?.

Me abalanzo hacia sus brazos e inspiro su olor a cítricos y siento algo de calma a pesar del caos. Quiero permanecer en sus brazos por siempre y de repente siento un miedo terrible porque ella sea otra mentira.

La observo sintiendo vergüenza por lo hermosa que está y yo me debo ver horrible en estos momentos. La aprieto más fuerte cersiorándome de que es real; ella se da cuenta de lo que pasa por mi mente.

—Bebé yo soy real, estoy aquí y no me voy a ir —sus palabras calan con facilidad hasta mi alma y en segundos vuelvo a ser una vez más un mar de lágrimas.

—Lo siento —digo apenas en susurro, ella deja que continúe sin decir nada—. Siento no haberte avisado... yo solo no quería que me vieras así.

—Shhh —lleva su dedo hasta mis labios—. No digas nada más, pero por favor no me excluyas. Me interesa todo lo que te pase y por cierto te ves hermosa así y siempre —el comentario dibuja una leve sonrisa en mi rostro.

—No me mientas, debo parecer un bicho con los ojos hinchados.

—Pues el bicho más hermoso que he visto entonces, señorita.

Dejo que me envuelva en sus brazos nuevamente mientras realiza caricias en mi pelo y brazos.

—¿Ellie te contó lo que sucedió? —pregunto.

—Algo me contó —se limita a contestar.

—Los odio a los tres y no quiero saber nada de ninguno, no me interesa. Ellos no pensaron en mí nunca y yo ahora no pensaré en ellos —dije sin muchas ganas de ahondar en el tema, lo que entendió al instante.

—¿Hay algo que quieras que haga por ti?.

Pienso por algunos segundos y sí, quiero olvidar todo. Olvidar mi vida, olvidar mi familia de mentira, olvidar lo que he sufrido por años; olvidar todo, incluso mi nombre.

—Hazme olvidar, eso quiero.

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