Capítulo 49

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Jimin

Descubrí que el chico era Dj y rapero, bastante conocido en las discotecas y centros nocturnos, era sumamente bueno en lo que hacía, su música te hacía seguirle el ritmo irremediablemente. Fue asombroso. No es que yo fuese una persona de solo escuchar música clásica, ni nada por el estilo, era bastante abierto en cuanto al arte y me interesaba por toda clase de géneros; me era imposible apartar mis ojos de él una vez que comenzaba.

Las oportunidades de conversar se fueron multiplicando poco a poco, cada uno comenzó a apartar tiempo para el otro y nuestros encuentros se volvieron parte de la rutina. Supe que tenía dieciocho, sintiéndome patético por haberlo regañado por fumar; me dijo que ese día todavía no había cumplido la mayoría de edad, que podía tener mi “consciencia sermoneadora” tranquila. Nuestras personalidades relativamente opuestas no supusieron un problema para complementarnos, la diferencia de seis años, tampoco.

El chico era simplemente malhablado, porque sus pláticas estaban llenas de sentido común y realismo innegable. Hablamos de todo, desde nuestras inconformidades con el sistema educacional hasta la xenofobia y la homofobia. Cada minuto invertido en nuestros intercambios era un minuto aprovechado. Sin embargo, también hablábamos de su música, de mi carrera como bailarín, de nuestra apreciación del arte y manifestaciones favoritas; su vida solo en Seúl después de dejar su ciudad natal, porque no se entendía con su familia y lo echaron, salió una vez someramente. Los puntos de vista solían diferir bastante, pero eso solo daba paso a entretenidos e incandescentes debates.

La vez que, en uno de los clubs que frecuentábamos, de la nada me dijo que yo le gustaba y me robó un beso, quedé embelesado y sorprendido por una fracción de segundo, pero no demoré en devorarlo recíprocamente. Terminamos hechos un mar de gemidos mientras lo estampaba y embestía salvajemente contra la pared de uno de los cubículos del baño. “Ya somos novios, ¿no?”, me preguntó después de que nuestras respiraciones se regularizaran, con sus ojos enrojecidos y con un brillo insaciable. Yo asentí y volvió a besarme, tuvimos una ronda más y salimos acomodando nuestra ropa, él con una sonrisa satisfecha en su rostro y yo carcomido por la culpa de permitir que la primera vez con la persona que me gustaba en secreto desde hacía algún tiempo, hubiese transcurrido de una manera tan poco especial.

«Lo compensaré en el futuro. Esto no volverá a pasar».

Una tarde, después de algún tiempo, volví a ser invitado a presentarme en el teatro Calicó. A mi regreso, lo vi en el parque, pero no estaba solo; pensé que se trataría de algunos amigos y me iba a acercar, pero cuando vi los sospechosos paquetes con polvos blancos que intercambiaban, una alarma se encendió en mi interior. Me oculté y le seguí para corroborar mi hipótesis, con la esperanza ciega de que se tratara de un error de mi parte, pero verlo entrar en un callejón y disponerse a preparar todo para consumir el contenido de su compra, me hizo saber que lo que me temía era real.

Discutimos mucho y prometió dejarlo, pero aparentemente hacerlo le resultaba más difícil de lo que pensaba. Ocasionalmente llegaba con claros síntomas de estar colocado, lo había comenzado a hacer a escondidas, supuestamente para no preocuparme. En una de las noches que fue a mi departamento, en la que se notaba claramente que había consumido, le reclamé, diciéndole que aunque tratara de ocultarlo, era más que obvio. “¿Qué es esto, el regreso del Señor Sermón?”, cuestionó apartándome, pero al ver mi expresión dolida y preocupada, agregó: “No te preocupes, lo dejaré poco a poco. Es difícil desengancharse bruscamente”.

Yo le creí. El sabor de sus besos me doblegó y el deseo de tenerlo entre mis brazos me consumió por completo.

La fatídica noche de mi presentación, esa donde toda mi carrera se desmoronó y mi visita al médico selló mi destino, él no apareció. Lo estuve localizando, sin éxito, por horas. Cuando una llamada de un número desconocido entró a mi celular y la voz de quien se presentó como una enfermera me informó que estaba hospitalizado, solo pude aprovechar el efecto vigente de mis analgésicos, olvidando mi propia convalecencia, y salir hacia allá como alma que llevaba el diablo.

Verlo conectado a tantos cables y aparatos, con su rostro pálido y ojeroso, su piel en extremo fría, dándome la impresión de que su alma ya no se encontraba dentro de su cuerpo, me dejó a punto de morir solo para ir a acompañarlo.

“Fue una sobredosis”, había dicho el médico. ¿En qué momento había sucedido esto? ¿Cómo no me di cuenta siquiera? Me sentía demasiado culpable por haberlo dejado solo, por no haberle prestado la atención suficiente como para saber que no podía manejarlo por sí mismo.

«Lo compensaré en el futuro. Esto no volverá a pasar».

Tras su recuperación, no volvió a acercarse a la droga. Juró que no consumiría nunca más, y así lo hizo. Comenzó a pasar mucho más tiempo conmigo, hasta el punto de llegar a ser tan tierno y cariñoso como nunca antes. En ocasiones tenía sus crisis de ira o depresión, pero sabiendo que se trataba de los efectos provocados por la abstinencia, pudimos manejarlo, creando aún más apego en nuestra relación.

“Ya no necesito la droga, encontré algo mejor: tú. No podría vivir sin ti”, había comenzado a decir después de eso.

Entró a estudiar en la universidad de nuestra academia. Me sorprendió que, a pesar de la renuencia a ejercer de forma profesional que siempre manifestó cuando yo sacaba a colación el tema, hubiese terminado por encauzar su talento. Sin embargo, poco duró el aparente interés, en solo semanas comenzó a escaparse de sus clases solo para verme; ignoró sus trabajos y responsabilidades escolares demasiadas veces con el único propósito de escabullirse. Lo peor es que me enteré de ello porque otros profesores, incluso algunos estudiantes, me comentaron que lo habían visto mirándome a escondidas; no sabían de nuestra relación, simplemente me avisaron de lo que consideraron sospechoso.

“No podía aguantar un segundo más sin verte, era asfixiante”, “sabes que no podría vivir sin ti”. Las mismas justificaciones después de cada reprimenda, esas que precedieron siempre a una sesión de sexo salvaje y necesitado, a las que no le di importancia en el momento adecuado, nos llevaron lentamente a la ruina.

Al percatarme de que no era que había dejado de ser adicto, sino que había dejado de ser dependiente de las drogas solo para ser dependiente a mí, corté bruscamente toda clase de contacto, incluso pedí unas vacaciones para intentar que se concentrara en las clases, porque creí que dejar que sucediera poco a poco, como supuestamente lo estuvo haciendo en el pasado, solo traería el mismo desenlace.

Una pérdida de tiempo.

La insistencia con que tocaba a mi puerta cada día y a cualquier hora rondaba los límites del acoso, si no es que los superaba. Yo lo ignoré, con lágrimas corriendo silenciosamente por mi rostro y soportando las inminentes ganas de abrazarlo, lo ignoré.

Misteriosamente, poco más de una semana después, sus visitas y llamadas se detuvieron. No sabía el motivo, pero creí que lo mejor era dejarlo solo para que recapacitara por sí mismo, para no perder el que pensé era un avance logrado.

Si demasiado tarde me percaté de haber confundido cariño y apego con dependencia, también demasiado tarde me percaté de que la frase “lo compensaré en el futuro, esto no volverá a pasar” no tiene sentido si no se toman cartas en el asunto en el momento correcto. Cuando mi garganta se desgarró hasta lo más profundo por mis gritos desconsolados y me ahogué en mi miseria y soledad, noté los errores cometidos y asumidos con errónea pasividad. Ya era demasiado tarde.

Cuando entré a su departamento y vi su cuerpo inerte colgando en medio del salón, rodeado por vestigios de droga y con una nota a sus pies que decía: “Lo siento, con estas ya no fue suficiente… No podría volver a como era antes, no podría vivir sin ti”, ya era demasiado tarde.

Puede que no esté mal creer en el destino, pero no se debería dejar que tome por completo las riendas de nuestras vidas, porque, como nuestras, al fin y al cabo, somos quienes debemos decidir cómo vivirlas.

Mi solución futura y, aunque en su momento no lo acepté, desesperada, fue cerrar las puertas al amor y buscar placer y sexo, nada más. Algo más estaba fuera de cuestión, era inaceptable… Y todo eso fue refutado por una simple y hermosa sonrisa en labios de un chico con ojos profundos y expresivos, tan negros como sus cabellos. Todas mis defensas fueron derribadas en el momento y el lugar menos pensado por Jeon Jungkook.

─━━━⊱✿⊰━━━─

No es que no pude amarte, Jungkook. Te amo tanto que mis miedos me han hecho perder la cabeza, porque aunque el amor es una mierda, contigo se volvió una utopía. Te amo tanto que preferí, torpe y cobardemente, lastimarte y hacer que me odiaras. Porque a pesar de estar equivocado en mil cosas, y por más que sepa que lo que hago está mal, no puedo evitar que a mis ojos se vea como correcto hacer que me odies y no que exista una minúscula posibilidad de que vayas a borrar tu hermosa existencia de este mundo por alguien sin valor como yo.

«Perdóname… No, no me perdones, olvídame y sé feliz».

¡Holiwis! Ahora sí, las actualizaciones entran en pausa temporalmente. 💜

Con esto termina el pasado de Jimin que quería contarles. Espero que, como les he dicho antes, puedan comprenderlo al menos, aunque no lo perdonen. No sé si estos sucesos son suficientes para justificar su actitud, si no lo son, me disculpo. No por no haber podido convencerles, porque no siempre se puede quedar bien con todo el mundo, pido una disculpa porque esta es la idea que hizo surgir este fic.

Esto es algo que solo sabían hasta ahora un par de personas, pero cuando comencé a escribir esta historia, mis dos ideas básicas para crearla fueron: una relación con diferencia de edad con las características que se encuentran en la sinopsis y que iba a llevar a esta situación producto a que Jimin no era capaz de superar el hecho de creer que el suicidio de Yoongi era su culpa.

Soy alguien que mayormente escribe angst, quienes están aquí y han leído mis otros fics saben a qué me refiero. Esta historia no la había planeado para que fuera tan fluff, pero se me iban ocurriendo tantas cosas que quería poner, que antes de darme cuenta pasó esto. Porque dudé muchísimo, pensé que no podría hacer que todo tuviera sentido, creí que lo que yo misma había creado se me había ido de las manos. Sigo creyendo que hice una gran apuesta con este giro argumental, pero sentí que, a pesar de lo que pudiera suceder, lo mejor era mantener mi idea original hasta el final y afrontar las consecuencias, sin importar cuáles fuesen, y no improvisar.

Por eso pido perdón. Porque puede que no haya podido lograr mi objetivo de que esto fuese coherente. No se preocupen, lo único que haré será llevar esta historia hasta el final con lo que tenía previsto y comenzar la siguiente empleando lo aprendido a medida que escribo, porque quiero seguir aprendiendo y mejorando.

Sorry por este periódico XD. Si alguien leyó todo y llegó hasta aquí, le agradezco por leer mis divagaciones de inseguridad.

Chao chan 😘

Hasta la próxima actualización.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro