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«Deseo» ¿Es tan simple como eso? No lo creo.

 Lo que él sentía iba más allá de aquella simple palabra, era tan profundo que temía romperla si la pusiera una mano encima. Ya sabía que iba a ser un castigo, sabía que si ella volvía a Brisa, en algún punto tendrían que verse, pero no esperaba que fuese tan rápido y menos tan cerca. Lo peor es, que ahora tendría que trabajar junto a ella. Su olor de por sí lo estaba volviendo loco, al punto de no poder pensar en nada más que eso.

Mientras escuchaba las opciones de los demás de las actividades para el campamento, aprovechó para mirarla, ella no lo miraba, cosa que lo alegró y decepcionó a partes iguales. Sin necesidad de tocarla, notaba lo inquieta que estaba, podía sentir como se contenía, lo deseaba. 

¡Claro que lo hacía, era por esta maldita maldición!

Podría tomarla aquí mismo y ella no podría resistirse, se entregaría a mí y lo disfrutaría como nunca.

Su mente perversa y traicionera empezó a imaginarse como sería colmarla de todo el placer, como serían sus gemidos, su voz entrecortada, su respiración agitada, sus mejillas sonrojadas, sus pupilas dilatadas, su mirada de deseo y sobre todo su sangre. Lo bien que sabría con todo ese deseo revoloteando en su interior, caliente y dulce toda para él.

Ese también era el problema, el deseo. Sabía que ella se sentía atraído por él, al igual que él por ella, solo era eso, deseo, pura atracción física la cual ninguno de los dos podía controlar, pero para él siempre era peor, por supuesto, el fue quien cometió el castigo, por lo que debía ser castigado más sereveramente. 

Ella solo es fue un daño colateral.

Se llevó a los labios el vaso de agua que estaba frente a él en un amago de calmar sus pensamientos, sed y ansía de ella. El agua fría bajó por su garganta refrescandolo, pero no saciandolo.

¡No es suficiente

Su mente nuevamente imaginó su sangre y su cuerpo, a lo que se sacudió estremeciéndose.  Por suerte sus pensamientos fueron interrumpidos por la mano de Dion en su regazo, que lo sostenía con firmeza. Miró de reojo a su amigo que a su vez le devolvía la mirada con desaprobación a pensar de hacer lo posible por contener una sonrisa.

—Ten un poco de decoro, pareces un animal hambriento y sediento—murmura sin emitir sonido alguno.

¡¿Cree acaso que no lo estoy intentando?! 

Deseó gritarle, clavarle un cuchillo y hacerle otra cicatriz en su otro ojo por decirle algo así, pues a él tampoco le gustaba como se veía, como reaccionaba ante ella. ¿Pero qué podía hacer?

La observó nuevamente. Idalia seguía sin mirarlo. Se estaba esforzando mucho en no hacerlo, tanto que giró todo su cuerpo a su amiga. Parecía serena y tranquila, pero a él no podía engañarlo. Percibió como se clavaba las uñas en la piel, tamborileaba el suelo con su pierna derecha y se mordía el labio inferior.

¡Por favor deja de hacer eso, me estás volviendo loco!

 Deseó gritarla, o apartar sus dientes de esos carnosos labios, por qué cuento más los mordía, más la sangre se acumulaba y la tentación solo subía.

—¡Por el amor de Dios!—exclamó Khissa volviéndolo a la realidad, que se apresuró preocupada a él.

Él la miró confuso sin entender el repentino alboroto, hasta que se percató de lo que sucedía. Su mano goteaba sangre, había un trozo de cristal incrustado en su palma. El vaso que sostuvo minutos atrás estaba hecho añicos en la mesa.

Aparte de la confusión por el repentino alboroto, no hubo otro sentimiento, pues sabía que no era para tanto, pues su mano estaría como nueva en pocos minutos, pero también sabía que aparte de Darya y Dion, nadie más de allí era consciente de ese hecho.

Todos reaccionaron con preocupación como se esperaba y ella...  Alzó la vista para evaluar su expresión y su mirada era contradictoria, había tantas emociones reflejadas en sus ojos que parecía un hilo enrevesado. Pero el deseo, el terror y la preocupación eran las emociones que más sobresalían. 

Quiere correr a mis brazos. Pensó y se mordió la mejilla interna tan fuerte que se hizo sangre, pero no le importó y siguió observando como ella, seguía quieta en su sitio, resistiendo.

Esta siendo mejor que yo, a pesar de verse tan frágil que una simple brisa podría llevarla.

—Tú ganas iré al sanador, así que cálmate—dijo un tanto irritado ante la insistencia de su amiga y socia.

—Nosotros lo escoltaremos—dijeron al unísono Dion y Darya.

Sin perder tiempo, salió de aquella sala de reuniones, que nunca antes le había parecido tan sofocante como el día de hoy. Se alejó a toda prisa y se internó en el bosque sin importarle si sus amigos lo seguían o no.

¡Maldita sea, quería evitar esto a toda costa!

Por ello habló o al menos intentó hablar con Khissa, pero sabía cómo era cuando deseaba algo, era muy persistente. Intentó darla argumentos, como que estaba poco preparada y que solo podría causar problemas, pero eso no bastó para convencerla y no podía dejar a relucir sus problemas personales, por qué sería una gran catástrofe, así que sin más, se rindió y aceptó la decisión.

Cuanto antes empiece antes terminará.

 Ya sabía también, que aunque no lo deseara y lograra deshacerse de ella, el destino encontraría una forma de volver a atraerlos. Siempre la encontraba. Y si intentaba renegar de aquel destino, este lo castigaba de la mejor manera que sabía.

 Y era tan doloroso... 

La inquietud lo invade de solo recordar aquella agoniosa tortura. Mueve la cabeza de un lado a otro, espantando las imágenes de su mente, quitando en el proceso el pañuelo que envolvía su palma y la tiró al suelo para darse cuenta de que, efectivamente, su mano ya estaba curada, no había rastro de sangre, ni una misera cicatriz.

Al vislumbrar su hogar en lo profundo del bosque y en lo alto de las montañas, entró a esta como un alma atormentada. Frunció el ceño aún más irritado al ver la multitud que aguardaba en la entrada. Parecía como si lo estuvieran esperando, lo cual solo lo molestó aún más.

—¿Cómo fue? ¿Cómo es ella? ¿Pudo resistir la tentación?—preguntó Asherah, una vez atravesó las puertas de la casa.

Donde también fue consciente por primera vez desde que salió de aquella sala de reuniones de que tanto Dion como Darya estaban detrás de él. Escuchó el resoplido de Darya y cómo esta se adentraba en la casa pisando fuerte, pero Asherah y los demás la ignoraron, ya que sabían que ella era así.

—Fue bien—soltó Virion en un hilo de voz, a lo que Dion intervino rompiendo a reír.

—¿Bien? Debiste estar allí, a duras penas pudo contenerse. Incluso me extraña que sus ojos no hayan cambiado de color; babeaba como un animal hambriento y en celo.

—¡He ganado la apuesta!—escuchó que gritaba Orión y la mayoría soltaba resoplidos y quejas por sus palabras.

—¿Otra apuesta?—les reprochó el aludido frunciendo el ceño y mirando a cada uno con los ojos entrecerrados.

Ahora todos guardaban silencio y desviaban la mirada avergonzados de haber sido expuestos.

—¿En serio fue para tanto?—exclamó Asherah con sorpresa, rompiendo el incómodo silencio y mirando a Virion.

Pero él se negaba a responder y nuevamente, salió de la casa, adentrándose en el bosque, deseando poder perderlos de vista.

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