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El ambiente era incómodo para Diamond. Ella, junto a los demás, se había ido al jardín mientras los mayores continuaban conversando en el comedor sobre temas en los que los menores no estaban involucrados ni les importaba.

Diamond se había sentado en un banco junto a Damien y Daphne. Theo estaba parado, conversando con Blaise. En el banco de enfrente estaban Draco y Astoria hablando, mientras que Pansy, a la izquierda de la menor de los Greengrass, se dedicaba a mirar las plantas.

─¿Les dieron algún regalo?─ preguntó Daphne, tratando de hacer que surgiera una conversación entre todos.

─Los regalos se dan a la medianoche, Daph─ dijo Blaise con tono de obviedad.

─Bueno, a mi si me regalaron algo antes de venir─ Theo les presumió a todos un nuevo reloj negro con agujas de oro y un pequeño diamante en el centro.

─Hijo de su madre─ murmuró Blaise, acercándose para verlo mejor.

─A nosotras nos regalaron nuevos vestidos─ dijo Astoria.

Pansy bufó.

─¿Cuándo no?─ habló por primera vez en la noche. Luego estiró un poco el cuello, dejando ver un collar de perlas verdes que hacían juego con su vestido─. A mi me dieron esto.

Blaise comenzó a quejarse de que solo a él no le habían regalado nada todavía.

─Me regalaron un bastón similar al de mi padre─ dijo Draco con voz de aburrimiento─. Puedo poner mi varita dentro y taparla con una especie de cabeza de serpiente. No tengo intenciones de usarlo realmente.

─¿Bromeas? ¡Es super práctico!─ exclamó Blaise.

Draco solo se encogió de hombros y volvió a estar callado. Diamond bajó su mirada al anillo de la familia Rosier, le dio dos vueltas en su dedo y luego decidió mostrárselo a sus amigos. Ellos fijaron sus miradas en el hermoso rubí. Quería presumirlo ya que era una de las pocas veces que había recibido algo en Navidad.

─Me lo regaló Narcissa─ dijo─. Es una reliquia familiar, de las mujeres Rosier.

Pansy rió, dejándola desconcertada. Astoria miraba al anillo con tristeza, pues supo al instante la razón por la cual Diamond lo había recibido. Draco no se mostraba sorprendido, pero tampoco estaba muy feliz.

─Pero tu no eres Rosier, Diamond─ dijo su hermana.

La joven se encogió de hombros y bajó su mano. No tenía ganas de discutir con Pansy. Sabía qué iba a pasar si le contaba lo sucedido.

Todos miraron a Damien para ver si él había recibido algún regalo, pero el ruso simplemente se encogió de hombros y negó.

─Mi familia festeja la Navidad en enerro, y los regalos no suelen ser comunes─ dijo, como si no le importara realmente.

Continuaron hablando con tranquilidad. No compartían muchas palabras, pero siempre surgía una nueva pregunta a la cual todos respondían sin molestias. Diamond continuaba sintiéndose incómoda allí, y eso aumentó cuando notó que Draco y Astoria conversaban entre ellos.

No tenía nada en contra de ella, al contrario, le caía bastante bien. Astoria siempre fue una chica tranquila y elegante. Habían compartido varias risas juntas cuando Diamond iba a casa de Daphne a hacer pijamadas. Se conocían desde muy pequeñas. Jamás llegaron a ser amigas, pero si tampoco se llevaban mal.

Lo que sentía Diamond eran celos. Ese sentimiento no la hacía odiar a Astoria, la hacía odiarse a sí misma. No podía impedir compararse con ella, notar que era mejor en muchas cosas y que su personalidad era digna de una Slytherin. A diferencia de Diamond, Astoria siempre fue el orgullo de sus padres junto a Daphne, recibía amor todos los días de su vida y podía conseguir lo que quería con una sonrisa característica de ella.

Ahora Diamond comprendía cómo se sentía Draco cuando la veía con Damien. Lo volvía inseguro, le intimidaba su belleza, le asustaba porque pensaba que era mejor que él. Se dio cuenta de lo cruel que era la mente de alguien que se creía insuficiente para las personas que amaba.

Diamond no podía seguir allí ni un segundo más. Se levantó y acomodó su saco, llamando la atención de todos.

─Voy a conseguir algo de tomar─ se excusó.

─¿No quieres que llame a un elfo?─ preguntó Draco.

─No te molestes, puedo hacerlo sola─ negó Diamond antes de caminar hacia la mansión.

Cruzó la cocina rápidamente y pasó por la puerta cerrada del comedor, donde estaban los mayores. Se fijó que nadie la seguía antes de entrar al salón en donde había un mueble lleno de botellas con diferentes bebidas alcohólicas. Realmente tenía ganas de tomar algo, pero no enfrente a todo el mundo. Sacó un Whisky de Fuego de allí y luego caminó hacia las escaleras. Subió salteando escalones de vez en cuando, luego giró hacia la derecha. Casi al final del pasillo había una puerta que daba a otra escalera por la cual se podía subir al techo.

El viento invernal golpeó con fuerza sus mejillas, haciendo que se congelaran al instante. Diamond caminó por el plano techo. No le tenía miedo a las alturas y todo era mas bonito desde ese punto de la casa. Las estrellas brillaban sobre ella, el muro que rodeaba el terreno de la mansión se podía ver claramente y el enorme jardín, en donde estaban los chicos, parecía un lago verde oscuro, salvo por los rectángulos grises, que eran bancos. La luz de la luna iluminaba el cabello amarronado de Diamond, al igual que lo hacía con una gran parte del lugar.

Se descalzó antes de sentarse a unos cuantos centímetros lejos del borde, sus pies le habían comenzado a doler. Oía las voces lejanas de sus amigos, riendo entre ellos y disfrutando de la fría noche. Diamond se arropó mejor con su saco antes de darle un primer trago a la botella de whisky. La bebida quemó su garganta de una forma agradable. Estaba algo fría, pero le dio calor. Le dio un segundo trago mientras su mente volvía sin querer a Draco y Astoria.

Ellos se veían bien juntos, no podía negarlo. Ambos tenían bastantes cosas en común. Podía oirlos reír juntos, era una risa que Diamond y Draco jamás compartieron. Aquello de alguna manera rompió su corazón más de lo que ya estaba. Quería dejarlo ir, realmente quería, pero parecía que su corazón y su cerebro no estaban haciendo un buen trabajo en equipo.

Las lágrimas de Diamond no tardaron en hacer acto de presencia. Un sollozo escapó de sus labios luego de darle un décimo trago al whisky. Sentía una enorme presión en el pecho que ni su llanto podía liberar fácilmente. Le dolía horriblemente, y no de una forma física. El dolor que experimentaba era más bien mental. El cansancio, la poca motivación, la baja esperanza, el no tener algo con qué sostenerse. Todo dolía. No saber qué hacer consigo misma, tenerle miedo a su futuro, sentir que su vida se estaba desmoronando cara vez, tener problemas con ser fuerte, perder el apetito, no dormir bien. ¿Qué le estaba pasando?

Ya no lloraba solo por los celos, lloraba por la tristeza que le daba ser ella misma, por lo deprimente que era, por su debilidad. Porque se odiaba. Ahí estaba la palabra: odio. ¿Algún día sería feliz?

Había perdido la cuenta de cuántos tragos llevaba, solo sabía que eran suficientes para tener la vista borrosa y sentir que todo daba vueltas.

No podía más. Tenía las piernas pegadas a su torso y las abrazaba con la botella en una mano. Su cabeza la escondió entre sus rodillas, mojándolas con sus lágrimas que parecían no querer dejar de caer. Sus mejillas ya no reaccionaban al aire frío. De hecho, su cuerpo entero no lo hacía. El Whisky de Fuego mantenía su temperatura corporal regulada. Se pregunta si alguien había notado de su ausencia, aunque realmente no le importaba. Quería escapar otra vez, escapar y protegerse.

Supuso que era más de medianoche y que todos ya se habían ido. Ya no oía las voces de los demás, solo el sonido del viento entre los árboles. Estaba jodidamente borracha y también destruida. Había olvidado fijar su maquillaje con magia, y gracias a eso tenía todo negro debajo de los ojos. Solo su labial se mantenía intacto. Su pecho subía y bajaba con brusquedad cada vez que respiraba, provocando leves jadeos entre lágrimas.

Pronto la botella ya estaba vacía. Diamond se acostó boca arriba, sintiendo el mundo girar cuando lo hizo. Sus ojos se fijaron en las borrosas estrellas que brillaban y titilaban. Le daban una hermosa imagen a personas que no merecían verla. Si se mantenía quieta, podía notar cómo se movían muy lentamente, aunque en realidad fuera el planeta el que se movía.

─¡Diamond!─ oyó que gritaban a lo lejos.

─¡Diamond!─ esa vez fue Narcissa.

La joven se apoyó en sus codos y trató de distinguir de adónde provenían las voces.

─¡Diamond!─ ese había sido Draco. Se oyó preocupado.

Al parecer estaban en el jardín. Habían notado que ella no estaba dentro de la mansión y seguramente creyeron que huyó. De pronto, su marca tenebrosa comenzó a arder fuertemente, haciéndola soltar un quejido de dolor. Voldemort los estaba llamando.

Diamond ignoró a Draco y a Narcissa, que seguían buscándola, y se levantó como pudo. Agarró la botella junto a sus sandalias para caminar hacía el vano* que daba a las escaleras. Le costó bastante, sentía que todo estaba dando vueltas y apenas era conciente de lo peligroso que era. Bajó apoyándose a la pared. Como no veía nada, se quitó la varita del cabello y la utilizó para iluminar el pequeño espacio. Cuando por fin llegó al pasillo, trató de enderezar su espalda y de que nadie notara lo desastrosa que se veía.

Arregló su maquillaje con su varita y emprendió camino como pudo hacía la sala. La marca continuaba ardiendo horriblemente, pero ya estaba bastante acostumbrada a ese dolor. Se apoyó fuertemente al pasamanos, aunque eso no impidió que cayera cuando estuvo en el penúltimo escalón. Una mueca de profundo dolor se formó en su rostro al sentir su tobillo doblarse en un perfecto ángulo de noventa grados. Abrió su boca para gritar, pero no emitió ningún sonido.

Decidió seguir caminando, ignorando la punzada que sentía cada vez que apoyaba el pie derecho. Entró a la sala donde ya estaban todos los mortifagos. Diamond se escondió perfectamente detrás de ellos, tragándose las lágrimas que amenazaban con salir otra vez.

─Estuve cerca nuevamente─ dijo Voldemort. Sonaba enojado y frustrado─. ¡Estuve a segundos de atrapar a Harry Potter!

Nadie se atrevía a hablar ni a hacer preguntas. Diamond se mantenía quieta, cerrando los ojos con fuerza porque la voz del Señor Oscuro la aturdía. Su dolor en el tobillo y el que comenzaba a crecer en su cabeza no ayudaba en nada. Además, era conciente de que su cabello se había vuelto levemente verde.

─¡Volvió a escaparse como una maldita rata!─ exclamó Voldemort, caminando de lado a lado frente a todos sus seguidores. Luego se detuvo abruptamente─. Quiero que esten todos alerta, quiero que vigilen cada rincón de Gran Bretaña si es necesario. Los carroñeros no me son de mucha ayuda últimamente, así que espero que ustedes hagan algo bien─ registró la sala con sus ojos rojos brillando con furia─. Pongan en Hogsmeade un toque de queda, así sabremos si Potter se presenta allí. Torturen a cualquiera que esté de su lado, no me importa si es hombre, mujer, niño o niña, ¡no me importa si es familiar!

Diamond sintió la mirada de alguien sobre ella. Sus ojos buscaron a la persona y chocó con Thomas. Él no tenía ninguna expresión en la cara, pero Diamond sabía perfectamente en qué pensaba, en qué dudas estaba formando su horrible cabeza con respecto a su primogénita.

─¡Largo de mi vista!─ todos se sobresaltaron ante el grito de Voldemort.

Nadie fue capaz de desobedecer. La sala pronto estuvo vacía. Diamond caminó con cuidado esa vez. Todavía estaba bastante borracha. No oyó los llamados de Draco cuando la vio. El rubio corrio para sujetar su brazo con suavidad.

─¿En dónde estuviste?─ le preguntó bastante preocupado.

La voz de Draco sonó como una punzada para Diamond debido a que le dolía bastante la cabeza.

─En el techo─ se apoyó en el pie sano─, tomando Whisky de Fuego─ le mostró la botella vacía que sostenía junto a sus sandalias.

─¿Tomaste eso sola?─ cuestionó Draco, más preocupado.

Diamond le indicó que hiciera silencio, poniendo su dedo índice frente a sus labios y pronunciando algo similar a un "shhhh" que sonó sin energía.

─Me duele la cabeza y tengo sueño─ le dijo─. Buenas noches, Malfoy

La joven volteó para dirigirse a las escaleras, pero su tobillo ya estaba demasiado lastimado como para dejarla dar un paso más. Se tambaleó hacia un costado y Draco la sujetó antes de que cayera. Diamond rió.

─Me caí bajando las escaleras─ confesó.

─Súbete a mi espalda─ dijo el rubio.

Él se puso frente a ella y se agachó un poco. Diamond no protestó. Pegó un salto y subió a la espalda de Draco, sujetando su cuello con fuerza para no caer, pero cuidando para no ahorcarlo. Draco sujetó sus piernas y también sus sandalias. La llevó con cuidado hacia su habitación y la dejó sobre su cama, donde dormía Júpiter.

Diamond se sentó con cuidado. Podía estar sumamente borracha, pero jamás lo suficiente como para despertar a su gata, aunque Júpiter tuviera el sueño bastante pesado.

─Deberías darte una ducha─ habló Draco luego de unos segundos en silencio─. No te ofendas, pero apestas a alcohol.

Diamond no respondió nada, solo asintió con la mirada perdida.

─¿Necesitas ayuda o puedes sola?─ preguntó él.

─Ayuda─ murmuró la joven. Su voz sonó extrañamente quebrada.

Draco asintió y la ayudó a levantarse para conducirla al baño. La sentó sobre el inodoro y esperó a que se desistiera mientras preparaba una tina de agua caliente, tal y como a Diamond le gustaba. O eso solía decir.

Ella ató su cabello en un moño bastante desordenado. Luego Draco la ayudo a sentarse con cuidado de que no resbalara y enjabonó su cuerpo con una esponja. Su mente no pensó en nada más que cuidarla.

Al final dejó que Diamond terminara sola.

─Iré a buscarte ropa de dormir y eso─ anunció Draco─. Lávate la cara también.

Ella asintió. Él salió del baño para hacer lo que le dijo. También llamó a una elfina para que le trajera un vaso con agua fría, cosa que la pequeña criatura obedeció y no tardó más de cinco segundos.

Diamond pudo salir del baño sola y secarse. Comenzaba a sentirse mejor y sentía que el dolor en su tobillo aliviaba. Draco le tendió ropa interior, una camiseta negra y unos shorts verdes. Ya vestida, tomó el agua, movió con cuidado a Júpiter y se acostó. Draco se sentó a su lado en silencio.

─¿Estás mejor?─ preguntó en un tono suave.

Su mano acarició la mejilla de Diamond con algo de temor a que ella se apartara, pero no lo hizo. Cerró sus ojos, disfrutando del tacto de Draco. Luego asintió.

─Lo estoy, gracias─ sonrió a medias.

─¿Por qué desapareciste así? Nos asustaste a todos. Los chicos se fueron algo preocupados.

Draco no quiso sonar como si la regañara, pero Diamond lo tomo así y volvió a tener ganas de llorar.

─Es una estupidez─ rió sin ganas.

─Nada de lo que te sucede es una estupidez. Cuéntame qué pasó─ peinó su amarronado cabello con cariño.

─Sentí celos, solo eso. Es estúpido─ negó con la cabeza para sí misma y limpió una lágrima con su dedo─. No importa. Por cierto, Astoria y tu se ven bien juntos.

Draco frunció el entrecejo.

─A mi no me importa Astoria─ dijo─. Solo estábamos hablando.

─Lo sé, Draco, por eso digo que es estúpido─ Diamond se molestó un poco.

─Está bien, entiendo.

Más que nadie, a decir verdad. Él también se ponía así cuando la veía con Damien y era horrible tener que guardárselo. Los celos eran un asco, no había nadie en el mundo que fuera capaz de disfrutar esa emoción. Todo lo que provocaba era destructor para uno mismo, y a veces hasta para los demás que lo rodeaban.

─Sé que...─ comenzó a hablar Diamond. Le daba cierto miedo decir lo que quería─, bueno, en realidad no sé si es apropiado, pero... ay─ miró a todos lados como si buscara ayuda─. ¿Podrías quedarte a dormir conmigo?

Quería sentirse protegida al menos una última vez. Su corazón comenzó a latir con fuerza cuando Draco la miró desconcertado. ¿Se iba a negar?

─Si, me quedo─ aceptó.

La verdad era que él también quería estar con ella una vez más.

Diamond se movió rápidamente, poniendo a Júpiter con cuidado en los pies de la cama y abriendo las sábanas del lado izquierdo para que Draco se acostara. Esperó con paciencia a que él se pusiera una camiseta que antes le pertenecía y se sacara los pantalones. Cuando se acostó, los dos se abrazaron como si fueran un impulso, pero no se animaron a separarse.

Se sumieron en silencio durante un corto rato en el cual Diamond oía los latidos de Draco y él acariciaba su cabello con delicadeza.

Ambos tenían sus ojos cerrados y estaban casi dormidos cuando ella decidió hablar sin pensar.

─Te amo, Draco.

Esas tres palabras fueron suficientes como para destruir toda la fortaleza que él había estado tratando de construir desde que la alejó de su vida. Esas tres palabras fueron tan fuertes que hasta Diamond fue testigo de la aceleración en su corazón.

Al no recibir respuesta, Diamond creyó que la había vuelto a cagar, pero el brazo de Draco atrayéndola más a su cuerpo la hizo abandonar ese pensamiento.

─Yo también te amo, Dia.
















soy lágrimas.

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