These are not butterflys

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A Lisa le dan de alta dos días después, y cuando llega el día de regresar a la universidad la voy a buscar a la puerta de su casa, haciendo que ella me sonría de forma encantadora y amplia y sus mejillas se ruboricen.

—No es necesario que vengas, unnie, sé dónde está la universidad.

—¿No quieres que venga mañana tampoco, entonces?

Ella niega, mientras cierra la casa con llave, se acerca a mí y me deja un beso en la mejilla, giro mí rostro para dejar un beso en sus labios, haciendo que sonría de nuevo.

Creo que amo su sonrisa.

Caminamos de la mano todo el trecho hasta la universidad, hablando cómodamente entre risas, y no sé en qué momento me dejó de parecer incómodo el hablarle.

Antes no podía dirigirle una oración sin tartamudear, ahora todo parece fluir de forma suave y relajada, en mi mente parece un tranquilo río de palabras.

No miento, me sigo poniendo nerviosa, y cuando sonríe mis nervios aumentan en una sensación que pocas veces sentí, son nervios específicos que sólo Lalisa Manoban me provoca.

Pero no son las mariposas, no, no.

¿Cómo explicarlo...? Sí, son como pequeños seres alados en mí interior que se mueven y vuelan cada vez que me mira o que estoy con ella, y se enloquecen cada vez que sonríe o me besa.

Pero dudo que sean mariposas.

En su tiempo libre, me acompaña en la biblioteca, y me ayuda a organizar los libros, cargando unos cuantos en sus brazos mientras yo los acomodo por orden de autor y alfabético, previamente acomodé pilas según su género para completar las secciones más fácilmente.

—¿Has leído alguno de todos estos libros? —pregunta.

—Unos cuantos —respondo—. Al acomodar todos muchos me llaman la atención.

—¿Recomiendas alguno?

—Todos los de autoayuda —respondo sin dudar—. Antes creía que eran para gente que tenía problemas y los necesitaba, pero cuando leí el primero me dí cuenta que todos los necesitamos.

—¿Cuál es tu favorito?

—El Kamasutra.

Miro a Jisoo con el ceño fruncido de molestia, Lisa comienza a reír tanto que casi se cae con todos los libros en sus brazos pero mi amiga la sostuvo, mientras también reía por lo estúpido de la situación.

—Qué idiota —murmuro.

—¿Le dices idiota a la única persona que te quiere? —dice Jisoo, alzando las cejas.

—Ey, no— Lisa niega—. No eres la única.

Sonrío por eso y noto mis mejillas calientes, Lisa me mira y me sonríe y de nuevo mis nervios especiales me hacen sentirme diferente.

Jisoo me mira y su boca se abre en una ligera "o", mira a Lisa y sus cejas se alzan un poco más, repite esa acción un par de veces sin poder decir nada, mientras su expresión de sorpresa crece.

Rodo los ojos con fastidio y me dedico acomodar más libros.

—Amiga —dice, abriendo los brazos hacia mí, me abraza sin mí consentimiento y hago una mueca de disgusto que Lisa ve y ríe por ello—. Ya era hora, muchas felicidades —dice y me da dos nalgadas.

—Deja de hacer eso~ —me quejo.

—Es tu premio, malagradecida —dice, separándose de mí—. Lisa, dale nalgadas diarias por mí.

Ella asiente.

—Lo haré.

—¡Lisa!

—¡Unnie! —réplica con el mismo tono.

Jisoo ríe y nos mira con ternura.

—Son tan bonitas. La una para la otra.

—Vete.

—Bueno, bueno —dice, alzando sus manos como si se rindiera—. Las dejo en su intimidad —molesta, con una sonrisa pervertida, busca algo en su bolsillo y saca un pequeño libro, de esos de miniatura que se ven en las ferias—. Toma, Lisa —dice, dejando el pequeño libro sobre la pila que está cargando, y se despide dándome un beso volador.

—¿Qué te dió? —pregunto, mirando con el ceño fruncido a ese diminuto libro, Lisa ríe.

—El Kamasutra.

—¿Qué tan enferma está para tener un Kamasutra en el bolsillo?

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