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Le parecía atrayente.

- ¡No te acerques!

Puede que fuera porque le llamó a atención, era visible aun con la sangre encima.

Era un desperdicio, no podía tomar ese collar del cuello de esa horrible mujer porque no podía dejar ni tomar más evidencia de la ya ordenada, Máxima aún estaba conectado a la computadora el traficante, ya muerto, para saber cuales eran sus subordinados, para dejarlos a su propios subordinados para terminar el trabajo.

En un inicio notó a esta mujer, no le importaba quién exactamente era, sólo el hombre y un muchacho eran los objetivos, esta aparente esposa no era de importancia al igual que el niño que se escondía detrás de ella.

Pero no había de otra, uno de los nuevo dio una bala perdida y alertó a todos en la casa, no podían haber testigos ahora.

Tampoco le importaba.

Y el collar quedó inservible por los pedazos de hueso quemado que quedaron entre la cadena, era demasiado molesto el solo pensar quitar pedazo por pedazo, entre otras cosas y las cenizas.

Tras acabar no le importó la mirada de su compañía, apenas si se intereso de quitarse los restos de las manos, y de cualquier otra parte en la que pudo quedar, el traje resultaba ser útil cuando simplemente quería sacarse los restos con un movimiento de mano antes de ser extraído del lugar y ser devuelto al mismo hoyo donde lo tenían esperando or más órdenes, la misma caja, la misma prisión.

Si era sincero, cada día parecía menos una prisión, quizás se debía a que las ordenes se convertían en trabajo, hasta que finalmente se convirtieron en encargos.

Era fácil, demasiado fácil.

Quizás era porque sabía que habían otros por sobre él, ya los había visto antes, apenas como una sombra en el intercomunicador dando ordenes, era demasiado obvio que seguían viéndolo como un peón.

Y quería creer que no era así, aunque tuviera todo en su contra, refutándole una y otra vez que eso era todo lo que era, una herramienta, un escalón más que no dudaban en usar para obtener lo que querían; una vez más que le encontraba pegada  al vidrio de los gigantes tubos de ensayo, murmurando cosas, no podía entender ninguna, ni a ella ni a lo que decía a tan bajo, tan rápido, ni a la necesidad que ella parecía mostrar de estar cerca de esas cosas, más de una vez se preguntó si él también fue así, un conjunto de carne y hueso sin forma, con un tubo incrustado directamente en donde parecía ser su estómago.

Era asqueroso, ni con todas las tripas que había visto en sus misiones se quitaba esa idea.

Por eso no entendía por qué ella los veía así, casi adorándolos, su aliento cálido empañando el cristal, probablemente susurrando dulces palabras para un conjunto de tejidos que no tenía forma de entenderle, de verla o de siquiera entender qué cosa era con exactitud mientras notaba que el tejido se movía dentro del tubo, como una respuesta a sus palabras.

Llegaba a comprender a esa cosa, no lo entendía del todo, pero se hacía una idea de que él también pudo ser así, no tenía idea ni forma de comprobarlo, sus recuerdos eran como un borrón, una masa tan amorfa como esa cosa.

Ambos eran lo mismo, aunque se dijera que él no era eso.

Pero no era idiota, ¿de dónde más iban a sacarlo? era sumar dos más dos y obtener lo obvio.

Aunque si hacía la memoria suficiente, podía recordar cosas, o más bien, soñar, una niña, más alta que él aparentemente, que lloraba, no era difícil pensar que se la pudo cruzar por este lugar sin problemas, aunque juraba que le decía algo, era un dolor de cabeza el pensar en ello, tratar de aclarar las memorias.

Fue devuelto a la realidad en cuanto notó a la mujer frente a él, parecía lista para hacerle algo, sus ojos estaban saltones, la pupila tan pequeña que apenas y la veía en sus ojos, su mano se cerraba fuertemente sobre la puerta aún abierta, vio desprecio en su mirada, la constante atención a su respiración y a cada movimiento que pudiera realizar, poco faltaba para que se pusiera a gruñir como un animal salvaje.

No era la primera vez que esto le pasaba, al menos eso sabe, sólo debía hacerse para atrás, alejarse de ella y de ese lugar sin hacer movimientos rápidos, podría matarla, sería muy simple, pero sería demasiado problema al final, lo obligarían a dar explicaciones que no tenía ganas de crear y no lo dejarían ni pisar un centímetro fuera de su cápsula, lo mejor era volver a su propia zona de descanso.

- Ah, ahí estabas -el silencio lleno de intenciones asesinas fue reemplazado por una voz que presentaba ligera sorpresa, quizás alivio de verle, algo contradictorio a la imagen anterior, hace no menos de unos minutos.

No le respondió, apenas y la miró para comprobar las expresiones de su rostro antes de chitar entre dientes y dar la vuelta en donde su intento de cama le esperaba, quizá el día de hoy lo dejarían tranquilo, por una vez, y podría darse un momento para dormir, o al menos intentarlo, tratar de cerrar los ojos y sólo pensar, o mejor, no pensar en nada, que su mente no tuviera ningún sonido perturbando su sueño.

Pero no podía tener lo que quería.

- Puedo darte las pastillas para dormir si quieres -sus dedos tocaban sus párpados, pasando sobre ellos de manera delicada, hacia abajo, como si quisiera ayudarlo a cerrarlos, algo tonto porque ya los tenía cerrados, ni le respondió, porque ya más de una vez le había hecho esto, en un tonto intento de hacerlo dormir, antes también llegaba a tocarle el cabello lo cual lo llevaba a ver una de las tantas cicatrices por quemadura en sus manos, en un instinto de protección que no sabían que él tenía solía apartar sus manos.

No le hizo caso, no le respondió, sólo se puso los lentes de sol, una manera de decirle sin palabras que no quería su ayuda, en forma de caricias y pastillas para dormir, porque simplemente no la necesitaba, o eso creía, con los lentes de sol era suficiente, evitaba la molesta luz el foco del techo y ponía todo oscuro.

Pero no era suficiente para callarla.

- Los altos rangos requieren de ti -le había dicho esa vez, tendiéndole su chaqueta de cuero, quizá mientras trataba de dormir se lo sacó sin que se diera cuenta- debes reportarte.

- Pueden esperar, no se van a morir -dio la vuelta sobre su costado, dándole la espalda.

- Ahora.

Pocas veces la escuchaba hablar de esa forma, como si le diera una orden, estaba molesto con ella, recuerda eso, se enfadó con ella como si el hecho de que lo llamasen fuera su culpa, casi chocó su hombro contra ella por su malhumor, una forma muy infantil para desquitarse en su contra, pero su cansancio era mayor, así que sólo fue de largo arrastrando los pies.

La última vez que pudo sentarse con ella, hablar tranquilamente y quizás despedirse como se debía, porque de ahí en más, todo se fue a la misma mierda, en sus propias palabras.

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