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Había silencio en toda la casa, y tres pares de ojos curiosos miraban al individuo en frente como si se tratase de algún tipo de suceso extraño y antinatural.

Aunque Kula solo los estaba imitando pensando que era algo parecido a la competencia de miradas.

Al rato, el primero en cansarse fue Máxima, dando por hecho que era algo nuevo que hacían todos los jóvenes, sintiéndose viejo con solo pensarlo.

Por otro lado, Kula veía con curiosidad como su última acompañante buscaba en su teléfono alguna cosa.

La verdad, así, así como la auténtica verdad, ella pensaba que K' y Kula eran menores que ella.

Después de todo, Seirah, ya la conocía, suponía que tenía su edad, y como ella era la hermana mayor de K', dato proporcionado por Kula, llegó a la conclusión de que ella era la segunda mayor en esa casa, después de Máxima.

Si era sincera, ya se acostumbró a esos tres tras todo el tiempo que pasaron juntos, siendo que de alguna u otra manera mantenían cierto contacto.

Incluso una vez que estuvieron lejos Kula se las arregló para mandarle un mensaje en Morse cuando no supo de ellos por casi dos meses, muy a expensas de lo que Máxima y K' pensaban sobre contactarla.

Por esa razón, se dio con la libertad de obtener cosas, más que nada del dinero que Máxima enviaba para pagar daños, hasta ahora ni idea de dónde lo sacaba; de ello varias cosas habían sido compradas para esos tres.

Eso incluían tres tazas que les pareció que expresaban a cada uno.

Una azul oscuro para el ciborg, otra de color rosa oscuro para Kula que cambiaba con la temperatura y por último una taza de color negro para K' la cual nunca tocó ni miró aunque también cambiaba de color.

Hasta ahora.

- ¿Crees que K' quiera chocolate también? -tuvo que callar su pregunta, así que para distraerla del tema dejó caer en su taza llena de chocolate caliente una bola de helado de fresa y luego una lluvia de malvaviscos.

Las exclamaciones de alegría de Kula casi quedaron en segundo plano mientras veía, aún consternada, al muchacho, dando vistas intermitentes entre él y su teléfono que mostraba una página de adolescentes y padres.

K' esta echado de la cintura para abajo sobre el sofá, ese que estaba junto a la ventana, mirando con tranquilidad hacia el entorno helado de afuera con su taza entre las manos, justo en su regazo.

En ocasiones aún le era raro no ver su reflejo directo y sí poder ver hacia el otro lado.

Su espalda estaba contra el apoya brazos, le importaba poco lo que le pudieran decir sobre poner los pies sobre el sofá.

Dio otro sorbo a la infusión en la taza, seguía caliente, lo prefería así para evitar el asqueroso frío que se colaba por debajo de ese suéter blanco que tuvo que ponerse sobre dos camisetas más por necesidad que por comodidad.

La manzanilla se mantenía tibia en donde su guante la tocaba, dejando un color blanco que se combinaba con el negro, el aroma familiar, al igual que el repentino silencio, lo tranquilizaron al punto que casi cae dormido.

Miró al fondo de la taza, no habían pétalos ni azúcar.

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