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- Se puede decir que esta vez si te dieron una tunda monumental -escucha su voz grave y molesta, tratando de hacer burla de él.

Le parecía absurdo e injusto que solo Seirah pudiera darle una que otra patada fuera del K.O.F. porque en esos momentos ganas no le faltaban para darle una buena zurda para callarlo y quitarle esa cara de burla.

Maldita fuera esa trampa.

Estaba empezando a hartarse de todos los bastardos que querían capturarlos.

- Eso les pasa por ser tan despistados, tirándose a la nada sin tener un plan.

Empezaba a cuestionarse seriamente sobre su "alianza de trabajo" con las fuerza de Heidern.

Al final decidió ignorarlo, cosa difícil debido a lo molesto que podría considerarse ese tipo a su parecer.

Nunca le gustó del todo ir a esta base de los soldados, le traía recuerdos que no quería, desde cuando era arrastrado por pasadizos parecidos hasta cuando él mismo dejaba caer cuerpos sin vida en alguna misión.

Diablos, la niñera de la mocosa tenía razón, tenía un pasado chungo.

Le daba dolor de cabeza admitir que ella tenía razón.

Suficiente tenía con el dolor del resto de su cuerpo, miró hacia la mesita de metal a un lado de donde esta sentado, allí habían unos tabletas.

Seirah se las había dejado para tomarlas y calmar un poco el dolor; en realidad no pensaba tomarlas, solo tenía que usar una superficie fría para aminorar el dolor.

Se sentó en el suelo, con la espalda directamente recargada contra la mesita, en un inicio le dio dolor hasta el punto de gruñir, siempre había odiado el frío, ni siquiera si le bajaba un poco el dolor lo haría cambiar de opinión, le daba escalofríos sentir la superficie contra su piel.

Con la cabeza baja pudo notar su torso ser cubierto por las vendas, podía ver en su memoria el tremendo golpe de color morado y verde que tenía debajo de todo eso.

Era la culpa de la mocosa que siempre pensaba que todo era un juego.

Todavía recordaba verla patinando sobre hielo en pleno ataque, ignorando totalmente de nueva cuenta que él no podía correr, y mucho menos pelear, sobre hielo, tampoco fue lo mejor hacerlo con un tipo con una automática que parecía un insano sobre hielo mientras resbaló y disparaba a todas direcciones.

Maldijo por lo bajo cuando se dio cuenta de que la superficie de metal ahora estaba caliente, a últimas instancias, decidió pararse, no mostró dolor alguno, había sido entrenado para nunca mostrar debilidad o un espacio para permitir un contraataque.

De mala gana tomó las pastillas, poniéndolas en su boca y morderlas antes de tragarlas.

Se había dado cuenta, con el tiempo, que al morderlas antes hacía que sirvieran más rápido.

Al menos así era para él, recordando sus reclamos, diciéndole que así no era como debía tomarlas.

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