🍎CAPÍTULO CINCO🍎

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Gerión

—¿Dónde la dejaron? —preguntó Deimos en cuanto entramos al bar.

Estaban todos reunidos. El privado que nos servía como salón de reuniones desde que Bianka comenzó a vivir con nosotros y donde solíamos elaborar los planes, estaba iluminado por una tenue luz de neón roja y el aire frío hizo que abrochara mi chaqueta. Austros estaba junto a él en el sillón con una copa en la mano, Balios, Elais y Felis estaban encima de la mesa de billar. Todos nos observaban expectantes a la respuesta.

—En casa —les informó Caelus mientras tomaba uno de los vasos con ron que habían en la mini barra—. Yo tenía razón, intentó matarla.

Deimos dio un golpe en la mesita que descansaba al frente del sillón haciendo que las copas que tenía encima se tambaleasen. Estaba furioso y eso me desconcertó, mi hermano jamás perdía la compostura.

—¿Qué ha pasado? —le pregunté y pude notar el nerviosismo en su expresión.

—Nada —respondió, echó su cuerpo hacia atrás y recargó todo su peso en el espaldar—. Me molesta que las cosas sean así.

Caelus me dio una mirada advirtiéndome que ahí había algo más. A veces me sorprendía la facilidad con la que todos podíamos comunicarnos con la mirada, saber nuestros pensamientos o el comportamiento que iba a tomar cualquiera ante equis situación.

—¿Va a quedarse con nosotros? —preguntó Elais con cierto grado de emoción.

No entendía porque para él era tan especial la chica. Solo llevaba dos días en casa, casi ninguno de nosotros había cruzado palabra con ella excepto para ordenarle limpiar o cocinar. Pero para Elais ya Bianka se había convertido en alguien importante. Me asustaba la facilidad que tenía para confiar tan rápidamente en las personas.

—Eso parece —dije—. Ahora todo se va a poner más complicado.

Me acerqué al sillón que quedaba vacío y me lancé soltando todo el aire que había estado conteniendo. Me sentía agotado, como hace mucho tiempo no lo estaba. La llegada de Bianka había traído demasiados problemas a los que tenía que enfrentarme, demasiadas personas entrometiéndose en nuestras vidas. Llegar a esta ciudad ha sido todo un caos.

—¿Por qué carajos estamos haciendo esto? —preguntó Balios con enojo.

Tomé una respiración profunda porque sabía que en algún momento él iba a poner su granito de arena para aumentar mi enojo.

—Balios —lo regañó Felis con la clara intención de hacerle ver que no era el momento.

—Balios, nada —refutó—. Estamos poniendo en riesgo todo lo que hemos construido, nuestro hogar por una estúpida mujer.

Era tan cabeza dura que lograba sacarnos a todos de nuestras casillas.

—Cállate —le ordenó Deimos—. Sabes porque estamos haciendo esto.

—No —se lanzó de la mesa de billar—. No entiendo una mierda. ¿Por dinero? Creo que no es algo que necesitemos.

—Este chico es imbécil —escuché a Austros susurrarle a Caelus.

Apreté mis puños intentando contener toda la ira que estaba comenzando a crecer en mi interior, no podía dejarme llevar por mis emociones, eran mi peor enemigo.

—¡Estoy cansado! —gritó mi hermano menor—. ¡Solo por ser el más pequeño debo quedarme callado y ver como arruinan nuestras vidas por un maldito coño!

Era suficiente. La cabeza se me volvió un volcán en erupción y me levanté de un tirón sintiendo mis oídos chirriar y la vista volvérseme oscura. Una ira profunda se apoderó de mi. La sangre hervía en mis venas, una mezcla de indignación y decepción que amenazaba con consumirme por completo. Me levanté de golpe y caminé hasta él. Todos se levantaron de sus lugares y se acercaron a nosotros. Sentí una mano sujetar mi hombro pero la quité de un tirón, cuando tuve a mi hermano al frente lo agarré por su camisa.

—Gerión —me dijo con temor.

Estaba asustado, todos sabían cómo terminaban mis ataques de ira, pero pasa suerte de Balios, este no era uno de ellos y había logrado contenerme para no hacerle daño.

—Escucha bien —expresé con enojo—. Los Snow seremos huérfanos y adoptados. Pero tenemos honor y palabra, antes de que destruyas alguna de ellas, te mato con mis propias manos, Balios Snow.

La puerta del reservado se abrió repentinamente y lo liberé de mi agarre. El detective Stones se adentró en nuestro lugar sin ser invitado a pasar. Sentí la tensión subirme por la espalda, odiaba a ese tipo y el no poder hacer nada para deshacerme de él me hacía sentir impotencia. Deimos se levantó de su lugar y se acercó a mi.

—Por favor, cálmate —me susurró y conté hasta diez para calmarme y enfrentar al hombre que más detestaba en esta ciudad.

Stones era el detective principal de Anvard y desde nuestra llegada se había encargado de aparecer en cada maldito sitio en el que nos encontrábamos, inmiscuirse en nuestros negocios. Austros estaba cansado de sus actitudes y muchas veces me había recomendado deshacernos de él, pero no podíamos correr riesgos con tan solo una semana en la ciudad.

—¿Qué tal el día, señores Snow? —saludó con su soberbia—. ¿Los negocios? ¿La familia?

—Todo marcha de maravilla, detective —le respondió Felis—. ¿A que debemos su inesperada visita?

Stones pasó una mano por su cabello perfectamente alisado y acomodó la guantera donde colgaba su arma. Sonreí, quería intimidarnos y eso era algo que jamás iba a conseguir.

—Hemos encontrado un cadáver en las afueras de la ciudad.

Bien, eso significa que Delle había hecho su trabajo sucio. Pero si el detective había venido directo a nosotros era porque sabía algo. Absolutamente nadie en la ciudad sabía de nuestra relación con la dueña del Poisson Apple, que él viniera directo hacia nosotros, me dejaba en claro que estaba en complicidad con ella.

—¿Y qué tenemos que ver nosotros con eso? —preguntó Balios con mal humor—. ¿Acaso nos está acusando de asesinato, señor Stones?

—En lo absoluto, solo son preguntas de rutina.

Solté la risa y la grandeza del detective se volvió cenizas cuando caminé hasta él, le llevaba por lo menos dos cabezas. Note el nerviosismo en su cuerpo y como se sintió amenazado por mi grandeza.

—Hay cientos de hombres abajo en el bar, hay cientos de locales en la ciudad donde usted puede hacer sus preguntas de rutina, sin embargo ha venido a nosotros, espero que no esté intentando dañar a mi familia, porque entonces va a conocer la verdadera cara de los Snow.

Él trago en seco y dio un paso atrás.

—No, lo lamento, no quería hacerlos pensar mal —se excusó de inmediato—. Cualquier noticia que reciban pueden notificarme, por favor.

—Por supuesto —respondió Elais—. Mañana daremos una fiesta especial en nuestra mansión, puede asistir si desea.

Las miradas de todos fueron directo a él, incluyendo la mía. ¿Qué carajos hacía invitando a este tipo a nuestra fiesta?

—¡Oh! —exclamó el detective con sorpresa—. Por supuesto, ahí estaré.

Elais asintió y Stones desapareció por la puerta. Austros miró con enojo a Elais y se dio un trago de ron antes de hablar.

—¿Por qué demonios le pediste que fuera?

—Son idiotas —nos jo rodando los ojos—. Ese hombre nos tiene en la mira, tenemos que demostrarle que no tenemos nada que ocultar y que mejor manera que esta.

Negué con la cabeza.

—Sabes bien quienes van a asistir —dije—. No podemos meternos en más problemas, hermano.

—Stone es un imbécil —añadió Caelus—. Dudo mucho que conozca a alguno de nuestros invitados.

Asentí. Tenían razón, iba a ser un día importante, abriríamos nuestro negocio en la ciudad y nuestros socios más importantes asistirían a esa reunión , absolutamente nada podía salir mal.

—¿Y que haremos con el estorbo? —preguntó Balios.

—No la llames así —le dijo Deimos con enojo—. Ten un poco de respeto por las mujeres.

Balios iba a refutar pero solo tuve que mirarlo para que se mantuviese callado.

—Bianka debe permanecer en su habitación —ordené y todos asintieron—. Por ningún motivo alguno de nuestros socios debe verla, saben bien lo que podría pasar si alguno de ellos se fija en ella.

—Lo mato —dijo Austros rápidamente.

—Y voy a volver a repetir esto porque creo que es necesario —miré los ojos de cada uno—. Por ningún motivo, ninguno de nosotros debe relacionarse con ella, saben bien a lo que me refiero, Bianka es prohibida y lo dejamos en claro el día que decidimos iniciar con todo.

Ellos asintieron.

—Felis ¿Todo listo con las prostitutas?

—Por supuesto —llegaran en la tarde—. Suficientes para todos.

—Yo quiero dos —dijo Austros sonriendo.

Negué con la cabeza porque Austros era un caso perdido y tuve que reír.

—Eso es todo, regresemos a casa.

Nos marchamos del reservado ganándonos como siempre las miradas de todas las personas que había en el bar, me despedí de Fauwn con la mano. Afuera ya la noche había caído. Pusimos los coches en marcha y luego de una hora habíamos llegado a casa.

Mis hermanos iban platicando mientras nos adentrábamos al salón principal, la fiesta de mañana era el tema centra porque de ella dependían muchos de nuestros planes. Me detuve abruptamente cuando llevé mi mirada al frente y nos encontramos a Bianka sentada en el sillón con una botella de vino.

—¡Mira! —exclamó—. ¡Llegaron mis siete hombres!

Se dio un trago y se puso de pie tambaleándose mientras se acercaba a nosotros. Sus ojos estaban rojos e hinchados, había estado llorando, su cabello oscuro era un desastre de mechones que caían de su moño.

—Está ebria —dijo Felis señalando lo obvio.

—¿Bianka? ¿Estás bien? —le pregunto Elais con delicadeza.

—¿Yo? —se rió—. De maravilla, no sabía que el vino sabía tan bien, es genial, tengo ganas de saltar ¿Quieren saltar conmigo?

La vena en mi cabeza comenzó a palpitar. Detestaba que las cosas se salieran de mi control y ella insistía en hacer cosas que me molestaban. Miré a Austros.

—Encárgate de ella —le dije e intenté marcharme pero Bianka tomó mi brazo.

—¿Por qué eres tan amargado, Gorrión?

La risa de mis hermanos inundó toda la casa mientras yo miraba a la chica incrédulo después de escuchar como me había llamado. Apreté mis puños controlando la ira y las ganas de enseñarla a respetar a sus superiores.

—¡Ay por dios! —exclamó Felis entré risas—. Hace tiempo no nos reíamos tanto.

—Bianka —le dije intentando mantener la calma—. Ve a tu habitación.

Ella hizo un puchero y se cruzó de brazos mirándome con ojos llorosos.

—No quiero estar ahí, si voy estaré sola y recordaré que no tengo familia y la mujer a la que he querido como una madre ha intentado matarme.

Las risas de mis hermanos cesaron y pude ver la mirada compasiva de Elais pidiéndome que no fuese duro con ella. Había tenido tanto tacto para tratarla que a veces me sorprendía. Bianka me hacía sentir extraño, por momentos me molestaba su presencia en la casa y que fuera tan ingenua y despreocupada respecto a su propia vida y en otros como ahora la veía como una caja de cristal que podía romperse ante al mínimo toque.

—Estás borracha —le dije—. Debes descansar.

—Pero yo...

—White —la interrumpió Austros—. Recuerda que eres nuestra empleada, debes obedecer.

Ella bajó la cabeza y pude ver su rostro sonrojarse. ¿Por qué se había sonrojado?

—Lo siento, señores —dijo con voz suave—. Estaré en mi habitación si alguno me necesita.

Se dio la vuelta y subió por el pasillo en silencio. La botella de vino quedó encima de la mesita y llevé mi mirada a mis hermanos.

—¿Cuándo vamos a contarle todo? —preguntó Elais.

—Pronto —respondí.

Aun no estaba lista para enfrentarse a toda la mierda que iba a venírsele encima cuando descubriera la verdad.

Doble actualización, sigue leyendo.

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