🍎CAPÍTULO SEIS🍎

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Un martillo me taladraba la cabeza cuando desperté esa mañana. El día anterior había sido una total mierda. No sabía que pensar o cómo actuar ante todo lo que había ocurrido. ¿Por qué Delle querría matarme? Tanto tiempo viviendo juntas, atravesando todas las situaciones y cuidándonos la una a la otra. ¿Todo había sido falso?

Por lo visto mi vida era una maldita bomba que explotó con la aparición de los hermanos Snow, si Austros no hubiese aparecido en el burdel y me hubiese comprado tal vez todo seguiría como antes, aunque también podría estar muerta. Eran tantas ideas revoloteando en mi cabeza que terminé robando una botella de vino de los hermanos y llorando hasta que se me agotaron las lágrimas en el sillón. Quería olvidarme de todo y dejar de verme a mí misma como un ser miserable.

Ahora estaba sola, sin nadie que me cuidase o ayudase, ligada completamente a los hermanos Snow, por lo menos hasta que pudiese reunir suficiente dinero para salir de aquí. Tenía que hablar con ellos, si Delle quería matarme, lo más justo era que el dinero de mi trabajo me fuese entregado a mí. Ella que se las arreglase como pudiese, después de todo se estaba quedando con lo poco que mi padre había dejado. Era el momento de dejar de ser una niña asustadiza, dejar de sentir lástima por mi misma y simplemente mirar hacia delante y seguir el rumbo que la vida tenga preparado para mi.

El sol ya había salido cuando bajé al primer piso dispuesta a iniciar con el día. Había tomado una ducha de esas que te devuelven las ganas de vivir. Balios estaba sentado en la silla de la cabecera de la mesa cuando llegué al comedor. No había rastro de los demás.

—Buenos días, señor —saludé cortésmente.

Él se encontraba con la mirada fija en una periódico y solo me dio un asentimiento sin pronunciar palabra. Noté cierto grado de tensión en su cuerpo. Llevaba un traje elegante de color azul oscuro y el cabello perfectamente peinado.

—Buenos días, Bianka —la voz de Deimos se escuchó a mis espaldas y me giré de inmediato.

Un escalofrío me recorrió la espalda al recordar lo que había pasado la otra noche en el pasillo. Ni siquiera había tenido tiempo de asimilarlo con todo el torbellino de emociones que cargaba encima.

—Buenos días.

—Hoy solo debes hacerle el desayuno a Balios, los demás estamos ocupado con algunos asuntos.

Asentí, él se dio la vuelta y se marchó sin decir otra cosa. Una sensación de decepción me invadió al notarlo tan distante, como si nada hubiese pasado. Tomé una profunda respiración y me giré hacia el hermano menor que había bajado el periódico y me observaba expectante.

—¿Y bien? ¿Vas a hacerme el desayuno o te quedarás ahí embobada todo el día?

Su tono despectivo no me pasó desapercibido, pero evitando conflictos negué con la cabeza y fui directo a la cocina. En la encimera había una nota con su nombre y debajo lo que quería para su desayuno ''risotto''.

«¿Y ahora eso que es?»

Me quedé de piedra observando la palabra en la nota. Jamás en mi vida había escuchado sobre ese platillo, no era chef, ni había recibido clases de cocina, a muy duras penas podía preparar una pizza sin armar un desastre en la cocina del burdel. Agarré la nota en mis manos y regresé al comedor donde Balios movía su pierna con impaciencia.

—¿Qué quieres ahora? —me preguntó con fastidio.

—No sé cocinar esto, señor —puse la nota frente suyo.

Sus ojos avellanados me observaron con furia, se puso de pie y una alarma de alerta inundó mis sentidos cuando me tomó por el brazo con fuerza.

—¿Y qué carajos saber hacer bien?

Mi corazón comenzó a latir deprisa al notar su expresión sombría y enojada. ¿Por qué me trataba así? Habíamos tenido contacto muy pocas veces y no había hecho nada para ganarme su odio.

—Señor yo...—intenté excusarme pero solo logré que apretara su agarre en su brazo.

—Escucha, Bianka White, me molesta tu presencia, tu existencia, no te quiero aquí, así que mantente alejada de mi todo lo puedas, si no quieres que esto termine mal.

Su confesión me dejó sorprendida. ¿Por qué me odiaba? Ni siquiera se había tomado cinco minutos para conocerse y ya me juzgaba como una persona no grata. Soltó mi brazo y desapareció por el pasillo rápidamente. Masajeé la zona donde su agarre dejó algunos moretones y solté un suspiro de resignación, otro problema para sumar a mi lista, Balios.

El día recién comenzaba y yo tenía muchas cosas que hacer. Acomodé mi uniforme y me puse manos a la obra. Como siempre muchas de las habitaciones estaban limpias, pero otras como las de Austros eran un total desastre. Abrí la puerta y me detuve en seco al ver todas las sábanas desparramadas por el suelo, pero eso no fue lo que más me sorprendió, habían esposas colgando de los barandales de la cama y una máscara de seda en la mesita de noche. Alguien había tenido una noche entretenida.

—Tienes una vida sexual bastante activa, Austros Snow —le hablé a la nada mientras comenzaba a recoger las sábanas.

—¿Eso sonó a envidia? —me tensé al escuchar una voz a mis espaldas.

Me giré con el pulso acelerado y Felis me sonreía con amabilidad. Traía un caja en sus manos y estaba recargado de la puerta de la habitación con las piernas cruzadas. Pensé que ya todos se habían marchado. Él pareció leer mis pensamientos.

—Tranquila, ya te quedas solas, soy un poco más dormilón que los demás.

Asentí y me giré para continuar con mi trabajo pero él volvió a llamar mi atención.

—Bianka, hoy debes estar en tu habitación a las seis de la noche —me pide—. Tendremos invitados, cena temprano y te quedas ahí hasta mañana, no debes bajar al primer piso a nada. ¿Entendido?

Lo miro confundida, se supone que si tienen invitados y yo soy su sirvienta debería ser yo quien los atienda y prepare todo.

—¿Debo cocinar para todos? —le pregunté perdida.

—No, solo has tu cena y directo a la habitación, son asuntos de negocios, nosotros nos hemos encargado de todo, tú solo debes obedecer.

Asentí, a verdad la noticia no me venía mal, después de todo lo ocurrido y el dolor de cabeza que traía por el vino, me venía bien irme a descansar temprano. Felis me hizo una despedida rara con su mano y desapareció. Ahora solo estábamos el reguero de Austros y yo.

Recogí todo con cuidado, acomodé los almohadones y quité las esposas con las llaves que había en la mesita de noche las guardé junto con el antifaz en la gaveta. Cerré la habitación y continué con mi trabajo en las demás. No sabía si los hermanos estaban siendo más organizados o yo más rápida con la limpieza pero había logrado terminar absolutamente todo temprano. Me senté en el salón principal mientras observaba el tejado y cerré mis ojos disfrutando de la tranquilidad.

Debes cuidarte, ella no es la persona que crees.

La voz del hombre que afirmaba ser abogado de mi padre vino a mi mente y abrí mis ojos. Al final todo lo que había dicho de Delle era cierto. Necesitaba volver a contactar con él, quizás podía responder muchas de las interrogantes que revolotean por mi mente. De repente mi mirada fue hacia la enorme escalera que subía al segundo piso, y noté algo que no había visto antes.

Había una puerta debajo de la escalera, solo que estaba pintada exactamente igual a esta, era casi imposible notarla a menos que mantuvieses tu mirada fija en el lugar. Me puse de pie de inmediato y me acerqué, intenté girar el pomo para abrir pero estaba completamente cerrada. Me encogí de hombros y regresé al sillón, seguro era una habitación de herramientas y esas cosas de hombres.

Las seis de la noche llegaron demasiado rápido y ya me encontraba encerrada en mi habitación. La casa estaba en silencio absoluto y ni siquiera había sentido los pasos de los hermanos al llegar.

«¿Abran suspendido su reunión?»

Me había dado una ducho y puesto una enorme sudadera que había sumida en lo profundo del closet. Sentada en la cama esperaba que el sueño llegase pero en un acto imposible. No tenía entretenimiento alguno, que no fuese mirar por la ventana la noche caer o distraerme contando los peldaños del falso techo. Por lo menos pudieron haberme dado un libro para matar el aburrimiento. Me crucé de brazos con fastidio.

Cuando el pequeño reloj que colgaba en la pared marcó las once no podía resistir más la sed. Me habían prohibido bajar pero era un acto injusto tenerme en aquellas cuatro paredes muriendo por un poco de agua. De todos modos no había sentido ningún tipo de ruido y la casa parecía estar solo. Los más probable era que hubiesen cambiado el sitio de su reunión y no tuvieron tiempo de avisarme. Me levanté descalza y abrí la puerta de mi habitación con cuidado. El pasillo de las habitaciones estaba completamente oscuro, como de costumbre. Camine sigilosamente y con cuidado en caso de encontrar a alguien huiría con rapidez. Cuando finalmente llegué a los escalones y eché una mirada a la planta baja todo estaba tranquilo y solitario. Celebré para mis adentros y corrí escalones abajo sin detenerme hasta la cocina. Respiré con alivio mientras abría la nevera y sacaba una botella de agua, pero esta calló de mis manos cuando alguien se aclaró la garganta a mi espalda.

—Buenas noches —dijo una voz desconocida.

Me giré con nerviosismo y la figura de un hombre que rondaba los cuarenta y tantos años, con algunas canas en su perfectamente peinado cabello y un traje elegante con una corbata que parecía estarlo ahorcando.

—Buenas noches —saludé con incomodidad y intenté jalar la sudadera que traía puesta y cubrir un poco más mis muslos.

—¿Tú quién eres? —me preguntó—. No te he visto abajo en la fiesta.

«¿Abajo?»

El señor me observó con detenimiento y sus ojos bajaron desde mi cabeza hasta la puntas de mis pies y volvieron a hacer ese recorrido hasta que volvió a hacer contacto con mis ojos. Noté como tragaba en seco y dio un paso para acercarse a mi, pero me alejé de inmediato.

—Soy Bianka —respondí—. No estoy en ninguna fiesta.

—¿Bianka? —me preguntó con una sonrisa—. Ese es un nombre muy bonito.

Miré hacia la espalda donde la nevera me esperaba para volver a guardar la botella de agua, tenía que apresurarme si no quería que alguno de los hermanos me encontrase.

—Lo siento, debo irme —dije girándome pero el señor se acercó y tomó mi brazo llamando mi atención.

Me sorprendí al instante por su cercanía.

—¿Vives aquí con los hermanos Snow?

No sabía como responder a eso, después de todo me habían pedido ocultarme en mi habitación y no salir por ningún motivo y yo había incumplido su orden.

—¿No vas a responder? —insistió.

—Bianka es mi novia, Stones —la voz de Caelus hizo eco en la cocina—, y creo que la estás molestando.

El señor Stones soltó mi brazo de inmediato y se giró hacia él con el rostro apenado. La respiración se me cortó cuando observé a Caelus con un traje totalmente negro que le daba un aura de misterio. Sus manos estaban en los bolsillos del pantalón y observaba a mi acompañante con expresión seria.

—La fiesta es hacia aquel lado —le dijo—. Quiero hablar con mi novia a solas.

El señor le dio un asentimiento y salió de la cocina rápidamente. Él se acercó a mi a pasos lentos. Me quedé quieta en mi lugar mientras sentía mi corazón latir deprisa.

—¿No entendiste lo que te dijimos, White? —me preguntó y asentí.

—Tenía sed, señor —me limité a responder.

—¿Y tuviste que bajar con ese pijama? —cuestionó.

Llevé mi mirada a la enorme camiseta que solo cubría un poco debajo de mi trasero y luego a él, sentí el calor invadir mis mejillas.

—Lo siento, no sabía que tenían visitas, había silencio y creí que...

—Silencio —me ordenó—. Termina tu agua, White y regresa a t habitación, en esas fachas eres un total peligro para los hombres que hay por aquí y no quiero tener que utilizar mi arma hoy.

Asentí en silencio, abrí la nevera y guardé la botella. Caelus desapareció por la puerta trasera de la cocina, no sin antes cerciorarse de que yo regresaría a mi prisión domiciliaria por esta noche. Camine por el pasillo de regreso a mi habitación, pero cuando llegué a la escaleras me detuve. La puerta escondida estaba abierta.

«¿Sería ese lugar al que el señor Stones se refirió como abajo?»

Caminé con cuidado y asome mi cabeza, solo se podía observar un pasillo alumbrado por luces rojas. ¿Qué carajos tenía los hermanos ahí dentro? el bichito de la curiosidad que tanto amaba meterme en problemas estaba comenzando a despertar y cuando me di cuenta ya me encontraba caminando por el pasillo. El suelo estaba frío y andar descalza iba a traerme como consecuencia un buen resfriado luego, pero el impulso de saber que había allí era más fuerte que yo. Pasé alrededor de diez minutos en los que solo podía observar más partes del pasillo y luces rojas hasta que finalmente mis oídos comenzaron a detectar una música que se hacía cada vez más cercana. Las luces rojas poco a poco fueron desapareciendo hasta que varias luces de colores que se movían de un lado a otro iban iluminando mi camino. Cuando la música se hizo casi ensordecedora una enorme cortina negra se alzo ante mi y con cuidado para no ser descubierta caminé hasta la esquina y observé por un rendija.

—Esto tiene que ser una puta broma —dije para mi misma por lo bajo.

Aquello no era una reunión. Era una jodida fiesta y no como las que llegué a pensar que podían hacer los hermanos Snow con sus trajes elegantes. Esta era una de las que mi padre nombraba fiestas de la libertad y que se solían hacer en el burdel los fines de semana antes de que él muriese. Habían cientos de personas y el lugar era tan enorme que había sitios a los que la vista no me permitía llegar. Las luces parpadeaban al ritmo de la música electrónica, mujeres contorsionistas hacían movimientos por los aires. Pero eso no lo era todo. Habían hombre y mujeres disfrutando en cada esquina del lugar. En eso consistían las fiestas de la libertad. Cada uno era libre de hacer lo que quisiese con quien quisiese, como quisiese, sin miedos, sin ser criticados. Los gemidos podían escucharse cuando la música disminuía. Entre todas las personas logré encontrar a los hermanos, ellos eran los dueños del lugar y como tal estaban en la cima de todo, seis de ellos, Caelus no había regresado. Parecían los malditos dioses del olimpo rodeados de mujeres desnudas que bailaban a su alrededor.

Los observé a cada uno de ellos. El rostro serio de Gerión, la serenidad de Deimos, la mirada pícara de Austros, la dulzura de Elais, la alegría de Felis y el rostro lleno de envidia de Balios y aunque no estuviese también vi el carácter dominante de Caelus. Mi corazón latió con demasiada velocidad en ese momento, tal vez por la adrenalina o la emoción, mi lado razonable se vio envuelto en una nube de deseo. Cerré los ojos y me vi allí con ellos, siendo tratada como la jodida dueña de su mundo, teniéndolos a mis pies y dispuestos a cumplir cada una de mis más oscuras fantasías. En ese jodido instante mi alma, mi cuerpo y todo mi jodido mundo quedó atado a los hermanos Snow.

Sonreí, papá tenía razón. Yo era su manzana envenenada y por mucho que intentara evadir el veneno, siempre terminaba destruyendo la niña inocente que existía dentro de mi. Ahora los quería a ellos, pero no solo su cuerpos, los quería tener en mis manos y dispuestos a destruir el mundo por mi. Quería a los siete, Siete Corazones para Bianka.

Me perdí entre las personas mientras observaba todo lo que hacían a tal punto que no me percaté cuando alguien agarró mi brazo con fuerza y me alejó de la enorme cortina hasta el estrecho pasillo. La respiración se aceleró por completo cuando me encontré con los ojos grises de Austros y su pecho descubierto pegado al mío. Estaba sudada por la excitación, había visto tantas cosas escondida en la esquina que había tenido suficiente para correrme sin necesidad de masturbarme. Ese lugar era el jodido paraíso y ellos me querían mantener lejos.

—¡¿Qué cojones haces tú aquí abajo?! —me preguntó hecho una furia mientras apretaba su agarre en mis brazos.

Estaba jodidamente excitada y verlo frente a mi con el torso desnudo me hizo viajar en el tiempo al día que lo observe follarse a la chica en el burdel. Mi respiración era errática y ni siquiera sabía cómo responderle o cómo actuar. Solo podía pensar en su cuerpo pegado al mío y el calor que subía por mi columna vertebral.

—White —insistió.

—La puerta estaba abierta —respondí entre jadeos.

El maldijo por lo bajo y bajo su mirada a mi cuerpo sudado. La tela que me cubría estaba húmeda y mis senos se notaban por encima junto con mis bagas desastrosas por mis fluidos.

—Demonios —dijo mientras se relamía los labios—. ¿Dónde cojones tenías oculto semejante cuerpo?

Una risita escapó de mis labios y el sacudió la cabeza volviendo a centrarse en el problema que constituía que yo estuviese en su lugar secreto.

—Sube a tu habitación , White y olvida que has estado aquí —me ordenó.

—¿Por qué quieren tenerme encerrada allá? —le pregunté—. Me gusta este sitio.

—Claro que te gusta —me dijo negando con la cabeza—. Tienes una maldita mente perversa.

Sacudí la cabeza con confusión.

—¿A qué te refieres? —pregunté.

Pegó más su cuerpo al mío y un gemido escapó de mis labios cuando levantó su pierna e hizo contacto con mi coño. Sus manos atraparon las mías por encima de mi cabeza y acercó su rostro al mío.

—A que eres una chica traviesa, Bianka y estás metiéndote por terreno peligroso —me susurró al oído.

—¿De qué...

—Te he visto, Bianka —me dijo mientras mantenía su sostén en mis manos. Sentí mi interior sacudirse con deseo al sentir su respiración tan cercana—. He visto cómo te tocas a escondidas.

—Yo no hago eso —mentí y sentí mi corazón latir con fuerza.

—No intentes engañarme o vas a arrepentirte —me amenazó—. Se que nos deseas, White, a cada uno de nosotros. Anhelas tenernos en tu cama y gemir nuestros nombres.

Su lengua acarició el lóbulo de mi oreja y volví a gemir, joder malditos hermanos del demonio.

—Ahora mismo, te giraba de espaldas y me encargaba de hacerte entender que las órdenes se cumplen y que debes obedecernos a cada uno de nosotros —me dijo con voz ronca.

—Austros —la voz de Caelus hizo que él se alejara de mi cuerpo de inmediato.

Miré al otro hermano cuyo rostro se encontraba completamente serio y al instante la vergüenza se apoderó de mi rostro. ¿Qué cojones estaba haciendo?

—Sube, Bianka, ahora —me ordenó Caelus y pasé por el lado de ambos sin mirar atrás.

Corrí por pasillo y salí de aquel lugar como si mi vida dependiese de ello. Subí a la habitación y fui directo a la ducha. Deje que el agua mojara mi cuerpo y cabello sacando cualquier rastro que aquel lugar hubiese dejado en mi. Por eso papá me mantuvo alejada de esas fiestas, por eso quedé en manos de Delle, porque el deseo y la lujuria causaban estragos en mi personalidad y sacaban a la luz a la Bianka que siempre intento mantener refugiada.

Me lancé a la cama con las emociones al tope y aunque no lograba conciliar el sueño después de algunas horas logré dormir con la esperanza de que todo lo ocurrido solo sea un mal sueño y mañana pueda mirar a Austros y Caelus a la cara.











Hola, Hola
Y después de tanto tiempo he regresado, por favor bajen las antorchas.

El motivo de mi ausencia (que las que siguen mi canal en WhatsApp ya sabían) es que llevo casi un mes enferma, he tenido que estar bajo tratamiento médico y aún no estoy recuperada del todo, pero bueno, no podía seguir sin actualizar.

Espero les haya gustado este pequeño maratón. Mañana voy a subirles otro capítulo que no alcancé a terminar.

Quiero muchos comentarios🥺❤️

Nos leemos pronto.

Dani

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