🍎 CAPÍTULO SIETE🍎

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No quería salir de la habitación. La luz del sol ya se veía a través de la ventana y eso significaba que los hermanos Snow esperaban por mí. Solo pensar que debía bajar y mirar a la cara a Austros y Caelus hacía que un escalofrío me bajase por la espalda. Maldita sea la hora en la que me convertí en una persona tan curiosa.

«Te habían dado una orden, Bianka,una simple orden. No salgas de la maldita habitación, pero como siempre tienes que meterte en problemas.»

Me acurruqué más debajo de la sábana y cerré mis ojos.

«Quizás ya todos los hermanos sabían de mi desobediencia ayer y ahora esperaban por mi para echarme de patitas a la calle.»

El rostro enojado de Caelus apareció en mi mente, parecía decepcionado y sentí una pequeña opresión en mi pecho. Solté un bufido y patalié en la cama. Tal vez si me quedaba aquí para siempre no tendría que enfrentarlos, pero esa no era una opción. Me había prometido a mi misma seguir adelante sin importar lo que pasase, y si para ello tenía que enfrentarme a los siete hombres que lograban cortarme la respiración, iba a hacerlo.

Salí debajo de las sábanas de un salto. Dos toques en la puerta hicieron que me sobresaltara. Miré a mi alrededor como si al hacerlo pudiese adivinar quien era. La persona volvió a tocar y caminé a pasos lentos a abrirle.

—Buenos días, Bianka —me saludó Deimos al abrirla puerta.

El corazón me dio un vuelco al verlo frente a mi. No parecía enojado, así que intenté aparentar tranquilidad.

—Buenos días, señor —respondí.

No iba vestido elegantemente como acostumbraba, tenía ojeras y su cabello estaba totalmente alborotado. Llevaba un chándal de color gris y una sudadera azul cielo. Sus manos estaban dentro de los bolsillos y su cuerpo parecía totalmente agotado.

—He venido a ver si te encuentras bien, estamos esperando el desayuno, pero no apareces.

—¡Oh, lo siento! —exclamé apenada—. Me he quedado dormida, enseguida bajo a preparar todo.

—No te preocupes, Elais se ha encargado, hoy algunos nos quedaremos en casa, estamos agotados después de la reunión de anoche, solo vine a verificar que te encontrabas bien.

Una sonrisa iluminó su rostro y algo se removió en mi interior. El recuerdo de lo que había pasado unas noches atrás llegó a mi mente y supe que este era el momento perfecto para conversar con él.

—Señor —pudé sentir el calor subir a mi rostro a medida que las palabras abandonaban mi boca—. Quisiera hablarle sobre lo que pasó la otra noche.

Deimos puso una expresión de confusión total y eso hizo que los latidos de mi corazón se aceleraran. ¿No recordaba lo que había pasado?

—¿La otra noche? —preguntó.

Cuando iba a hablar Caelus se acercó a nosotros. Si mi corazón estaba celerado ahora corría una maratón. El ex militar llevaba ropa casual al igual que su hermano. Se detuvo frente a nosotros y llevó sus ojos a Deimos que me observaba como si me hubiesen salido tres cabezas.

—¿Por qué continuas aquí? —custionó con molestia—. ¿Es que todos están pegados a ella como hormigas a un dulce?

Deimos cambió su expresión a enojo al escuchar las palabras de su hermano. Miré del uno al otro con nerviosismos. Caelus ni siquiera me observaba, plantó sus ojos en su hermano, como si yo no existiese.

«¿También me había ganado su desprecio?»

—Puedo conversar con ella el tiempo que yo quiera, no eres nadie para estar controlado loque hagamos o dejemos de hacer —le respondió Deimos con voz gruesa.

Di un paso atrás intentando alejarme del ambiente de tensión que ambos habían creado. Caelus tomó un aprofunda respiración y pasó su mano por su cabello rapado mientras negaba con la cabeza.

—Nos están esperando abajo —le dijo.

Deimos asintió sin pronunciar palabra y me dio la espalda comenzando a caminar por el pasillo. Caelus iba a hacer lo mismo pero me atreví a tomarlo por el brazo.

—Señor... —no terminé de hablar porque de un solótirón se soltó de mi agarre.

Se giró hacia mi con la mirada fija en la pared, sus ojos evitaban el contacto con los míos.

—Lamento mucho lo ocurrido anoche —intenté disculparme mientras sentía la frialdad con la que me trataba.

—No me pidas disculpas a mi, nos desobedeciste a todos, White.

Se dio la vuelta y desapareció por el pasillo.

«Bien hecho Bianka, otro hermano en tu contra. Tus días en este lugar están contados.»

Tomé una ducha rápida y me preparé para salir a cumplir con mis tareas. Los hermanos estaban en casa así que debía preparar un buen almuerzo. Bajé de la habitación al primer piso y todo se encontraba en silencio. Ya sabía donde se encontraban. Miré hacia la puerta debajo de la enorme escalera y sacudí mi cabeza emprendiendo camino hacia la cocina. Ese era mi lugar. Era una empleada, solo eso, y debía de empezar a comportarme como tal.

—Buenos días, Bianka White —la voz de Austros hizo que me asustara al entrar en la cocina.

«¿Acaso iba a encotrármelos a todos de uno en uno?»

Estaba recardado de la encimera bebiendo de una botella de agua y con una sonrisa en su rostro. Mi corazón había sufrido demasiadas emociones por un día. Asentí a modo de saludo y me adetré dispuesta a cumplir con mi trabajo en tranquilidad, seguramente él terminaría su agua y se iría junto con sus hermanos.

—¿Por qué tan callada hoy? —preguntó.

—Tengo mucho que hacer —dije tomando la nota de la isla, donde estaban sus indicaciones para el almuerzo de hoy.

—¿No estás agotada después de la noche tan larga de ayer?

Me detuve.

—Siento mucho mi comportamiento de ayer.

De repente se acercó a mi y de un solo tirón cambió nuestra posición, quedé acorralada entre su cuerpo y la encimera de la cocina. Su sonrisa no abandonaba su rostro mientras el pánico y la incertidumbre invadieron mi cuerpo. Su calor se mezclo con el mío.

—Claro que vas a lamentarlo, White —me dijo con voz maliciosa—. No me gusta seguir órdenes, mis hermanos lo saben, y tú insistes en hacerme romperlas.

—Yo...

—Cállate —me ordenó—. No vas a decir una maldita palabra y vas a escucharme. No debiste bajar ahí anoche, porque acabas de meterte en un jodido enredo del que no vas a poder salir, White.

—Señor, yo...

—Te dije que te callaras —mi cuerpo se estremeció cuando una de sus manos fue a mi garganta apretando con suavidad, como siempre mis hormonas me traicionaban y en lugar de temer por todo esto, estaba comenzando a excitarme—. Voy a castigarte, me importa poco las consecuencias que esto pueda traer, no puedo quedarme como si nada.

¿Qué más daría hacer algunas tareas más? Después de todo me lo merecía por desobedecerlos, Austros tenía todo el derecho de aumentar mi trabajo. Tal vez así podía ganarme nuevamente la confianza de Caelus.

—Aceptaré cualquier castigo —respondí.

—¿Cualquiera? —cuestionó con una sonrisa y asentí.

Puso un expresión de satisfacción y se alejó de mi. Tomó un sorbo de su botella de agua y luego habló.

—Cuando termines el almuerzo, deshazte de ese uniforme —dijo con seriedad y lo miré con confusión.

¿A qué se refería? Él pareció comprender mi cara de confusión y explicó.

—Vas a servir el almuerzo desnuda, White, ese es mi castigo.

El calor subió a mi rostro mientras miraba a Austros con la esperabnza de que aclarar que aquello se trataba de una broma de muy mal gusto y que su verdadero castigo era algo como limpiar todo el piso dela casa con un cepillo de dientes. Era preferible cualquier tarea, antes que lo que acaba de salir de su boca. Pero él se había mantenido totalmente serio mientras esperaba una respuesta de mi parte.

—¿Es una broma, no? —le pregunté.

Él negó con la cabeza y yo sentí que mi mundo se hundía en un precipicio oscuro. ¿Cómo pretendía que hiciese tal cosa? Sus hermanos iban a matarlo, no solo a él, a mi también de paso. No iba a hacer tal cosa, me negaba a exponerme de esa manera delante de ellos, a rebajarme como mujer frente a tantos hombres, era su empleada no un maldito juguete que podía manejar a su antojo.

—No pienso hacer eso, Austros —me atrevía a tutearlo, sentía tanta furia por dentro—. Soy una empleada en esta casa, no tu juguetito nuevo.

—Eso debiste pensar antes de entrar allí —respondió—. Vas a obedecerme, White, lo harás porque a cambio voy a contarte un poco de tu verdad.

La maldita sonrisa de triunfo no desaparecía de su rostro. ¿A qué se refería con mi verdad?

—¿A que te refieres? —pregunté llena de curiosidad.

—¿De verdad crees que te contratamos porque necesitábamos una empleada, White? —soltó una carcajada—. Con el dinero que tenemos podemos contratar cientos.

Me quedé anonadada mientras él me miraba atento a una respuesta. ¿Quería saber más sobre todo lo que estab pasando? Si, pero el precio era ceder a los juegos de Austros aún sabiendo que el resultado podía ser una jodida catástrofe de la que podía salir totalmente perjudicada. Pero estábamos hablando de mi vida, de las razones ocultas detrás de los negocios de Delle con los hermanos Snow, de sus intensiones de matarme, tal vez Austros sabía todo lo que estaba pasando y yo necesitaba más que nada saberlo. Así que hice un lado la parte racional que me pedía a gritos que dijera que no.

—Está bien, acepto —respondí y el asintió.

—Nos vemos en un rato entonces.

Salió de la cocina dejándome con un nudo en la garganta.

«¿Por qué demonios no podía tener una vida tranquila?»

Miré al tejado mientras intentando contener las lágrimas que amenazaban con salir. Esta era mi ultima oportunidad, iba a arriesgarlo todo por saber esa verdad a la que se refirió Austros. Sabía que me ocultaban algo, ellos, Delle, el abogado del otro día, todos tienen información que desconozco y por la que estoy dispuesta a hacer cualquier cosa.

Mientras preparaba el almuerzo todo mi cuerpo temblaba con nerviosismo, derramé agua en la encimera ya que mis manos se tambaleaban y no lograba sostener las ollas con fuerza. El corazón me latía deprisa por cada minuto que pasba y se iba acercando más la dichosa hora del almuerzo.

¿Qué iba a hacer cuando estuviese frente a ellos desnuda? ¿Cómo iban a reaccionar?

Tantas jodidas preguntas me pasaban por la mente que no lograba concentrarme en mis tareas, seguramente el almuerzo iba a ser todo un desastre de sabor. Pero eso era lo que menos me importaba. Cuando sentí las sillas del salón comenzar a levantarse y las voces en el comedor. El mundo se me vino encima y una frialdad recorrió todo mi cuerpo, ya tenía todo listo, los platos y las fuentes con la comida en el pequeño carrito. Sentía que me faltaba el aire y que en cualquier momento las piernas me fallarían y caería al piso.

No sé cuanto tiempo tardé intentado calmar los latidos de mi corazón, miré hacia la salida de la cocina cientos de veces. Estaba a tiempo de salir corriendo por el pasillo y escapar por la puerta principal.

Vas a obedecerme, White, lo harás porque a cambio voy a contarte un poco de tu verdad.

Las palabras de Austros se escucharon en mi cabeza, tragué en seco y abrí el cierre de mi uniforme haciendo que callera a mis pies. Con las manos frías desabroché mi sostén y bajé mis bragas. Mi piel se erizó al sentirse totalmente expuesta mientras ligeros espamos me sacudían por el miedo.

—¡White, tenemos hambre! —se esuchó un grito de Caelus.

«Bien, Bianka es ahora o nunca.»

No sé cómo, pero di un paso al frente y luego otro, y otro. Apagué mi mente y dejé que mis pensamientos se callaran. Los hermanos conversaban entre ellos y ninguno se percato de mi entrada, menos Austros, por supuesto, que sonrió con malicia antes de observarme de pies a cabeza. los demás estaban tan absortos en su conversación que olvidaron mirarme.

Me acerqué a Balios y al dejar el plato al frente suyo, él llevó su mirada a mi, su expresión cambió totalmente.

—¡¿Qué carajos?! —exclamó con sorpresa.

Austros le hizo una seña para que mantuviera silencio y aunque noté que moría por gritar su furia, se mantuvo callado. Puse los platos delante de los demás que comenzaron a comer sin prestar mucha atención. Solo faltaban Gerión y Austros. Cuando llegué al mayor de los hermanos, al instante sus ojos buscaron los míos y pude ver un incendio comenzar en sus ojos.

—¡¿Por qué demonios Bianka está sirviendo la cena desnuda?! —gritó Gerión mientras observaba a sus hermanos con furia.

Dejé la cena de Austros en su sitio y él observó a su hermano mayor con una sonrisa. Di dos pasos hacia atrás y bajé la cabeza con mis ojos llorosos. Cubrí mis senos con mis brazos sintiendo el ser más miserable del mundo. Elais hizo el intento de ponerse de pie y cubrirme con su chaqueta pero Austros se lo prohibió con una seña. Los demás continuaron cenando como si lo que hablaban Gerion y Austros no tuviese importancia.

—Es un castigo —respondió.

—¿Un castigo? —preguntó Gerión con los ojos llenos de furia y me mantuve en silencio—. ¿Por qué la castigaste, Austros?

—La encontré masturbándose en el pasillo.

Todos dejanron de comer y siete miradas fueron directo hacia mi. Bajé mi cabeza con vergüenza.

—Bianka tiene una mente perversa, hermanos. Nuestra sirvienta tiene sueños eróticos con cada uno de nosotros.

El silencio se apoderó del comedor, no me atrevía a levantar la cabeza y ver el rostro de los hermanos. Definitivamente mi estadía aquí había terminado. La voz de Felis hizo eco cuando preguntó.

—¿Eso es cierto, Bianka, nos deseas?

El calor se apoderó de mi cuerpo, y estaba totalmente segura de que mi rostro estaba totalmente sonrojado, un escalofrío subió por mi columna vertebral y levanté mi cabeza. si ya todo estaba destruido, que mas daba ser sincera.

—Lo hago —respondí—. Los deseo a los siete.

Un estruendo se escuchó, Gerión golpeó la mesa echo una furia y me estremecí al ver como las venas de su rostro se contraían por la molestia.

—¡Largo! —gritó y todos nos quedamos quietos sin saber que hacer—. ¡Fuera todos, maldita sea!

Los hermanos parecieron reaccionar y se levantaron rápidamente desapareciendo hacia la salida. Yo me gire dispuesta a huir también pero el hermano mayor se pudo de pie de inmediato y me tomo por el brazo.

—Tú no, Bianka, tú y yo vamos a dejar las cosas claras hoy mismo.











¡Hola amores!
Perdón por tanta ausencia, llevo días complicados y vendrán muchos más.

Espero les haya gustado el capítulo ❤️🥺

No olviden votar y dejarme muchos comentarios.



Escenas del próximo capítulo.

—Vas a convertirte en nuestra perdición, Bianka White, no tengo dudas —dijo mientras sus labios besaban mi cuello.

...


—¿Ahora eres la puta de los hermanos, Snow? —preguntó y mi mano impactó en su rostro.

...

—¿Una fiesta? —pregunté confundida.

—Si, Bianka —me respondió Felis con una sonrisa.

—Irás con nosotros —añadió Elais.

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