🍎 CAPÍTULO OCHO 🍎

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Gerión me observaba con seriedad mientras yo sentía que los segundos eran horas. No sabía qué hacer, cómo mirarlo. Mi boca estaba seca mientras sentía mi piel estremecerse de pies a cabeza. Me sentía expuesta y vulnerable. Él se mantenía en silencio esperando alguna reacción de mi parte pero yo solo quería encogerme y ocultarme en cualquier rincón de la casa, o huir eso era lo mejor, escuchar todo lo que aquel hombre iba a decirme y largarme de ese lugar al que nunca debí haber entrado.

—¿Qué crees que haces, Bianka? —me preguntó con enojo.

No hablé. «¿Qué cojones iba a decirle?»
Estaba cansada de pedir disculpas, de cometer errores cada dos por 🕒, estaba dispuesta a dejarme llevar por la marea y que pasase lo que el destino tuviese planeado. Gerión paseó sus ojos por mi cuerpo desnudo y negó con la cabeza. Se levantó de su silla y comenzó a quitarse su camisa, luego me la ofreció.

—Cúbrete, por favor.

Asentí en temblores y agarré la prenda. La tela caliente cubrió mi cuerpo y me sentí un poco más segura. Mis ojos fueron al torso desnudo de Gerión y no pude evitar soltar un suspiro que él notó. Era tan fuerte y robusto, su piel bronceada parecía perfecta y sus músculos estaban definidos detalladamente, no pude evitar pensar cómo se sentiría tocarlo. Apretó sus manos en puños sobre la mesa y me dió una clara mirada de advertencia por lo que aparté mi mirada al suelo.

—Toma asiento.

Separó la silla que estaba a su lado para mí y mientras obedecía su orden mis piernas me fallaron y caí al suelo. Estaba completamente nerviosa, había perdido el control sobre mi cuerpo. Manos y piernas me temblaban, mis ojos se humedecieron y sentía que estaba a punto de sufrir un ataque cardíaco.

Gerión se puso de pie rápidamente y se agachó a mi lado en el suelo. Sus manos me sostuvieron por la cintura y me levantaron del suelo hasta sentarme encima de la mesa. El aire no llegaba a mis pulmones y solo podia sollozar sin pronunciar palabra.

—¡Mierda! —la preocupación era obvia en el rostro del hermano mayor—. Bianka, cálmate, no voy a hacerte nada malo, solo quiero conversar.

—Yo… —me costaba hablar—, siento mucho todo esto.

No podía controlarme mientras las lágrimas caían por mi rostro. Había sido humillada delante de todos. Sentí unos pasos bajar por las escaleras y luego la mirada de Austros se encontró con la mía. Sentí un nudo en la garganta y sin pensarlo me lancé al cuerpo de Gerión y escondí mi rostro en su cuello. Lloraba sin control mientras mi cuerpo se sacudía con espasmos por los nervios.

—¡Ves la mierda que provocas! —le gritó a Austros.

No me atrevía a sacar mi rostro y enfrentar la mirada perversa de Austros. Envolví mis brazos alrededor de la cintura de Gerión y sentí su cuerpo tensarse, pero no me importaba. El calor que emanaba me daba la poca seguridad que necesitaba en ese momento. Sentí unas manos agarrar las mías y separarlas del cuerpo de Gerión, levanté mi rostro para encontrarme con la mirada de Austros.

—Lo siento —me dijo—. A veces no mido las consecuencias de lo que hago, White, y pensé que no te atreverías a hacerlo, de verdad, lo siento mucho.

Sólo asentí y volví a esconder mi rostro en el cuello de Gerión. Mientras escuchaba los latidos de su corazón, mis nervios se fueron acentuando y comencé a despejar mi mente. El mayor de los hermanos comenzó a acariciar mi cabello lentamente, Austros no se había ido, podía sentir su presencia.

—Escucha, Bianka —me habló Gerión con calma—. Quiero que mantengas tu distancia con mis hermanos, sé que es difícil la convivencia entre una mujer y siete hombres, pero por tu bien y el nuestro, necesito que cumplas esta orden.

Asentí. Él se separó de mi  y sentí la frialdad regresar a mi cuerpo. Levanté mi mirada y los observé a ambos. Seguramente era un desastre de ojos hinchados y rostro enrojecido.

—Lamento mucho todo lo que he causado —dije con la voz débil—. Prometo no causar más problemas.

En el fondo sabía que iba a ser imposible, desde que puse un pie en la mansión de los Snow me había convertido en un imán para los desastres. Gerión solo asintió y desapareció del comedor como alma que lleva el diablo.

—¿Estás bien ahora? —me preguntó Austros.

—Un poco.

Sonrió y un escalofrío me recorrió el cuerpo. Cualquier rastro del arrepentimiento de hace unos minutos desapareció de su rostro y esa jodida mirada llena de perversión volvió a aparecer.

—Aprovechaste la oportunidad para manosear a Gerión —soltó una carcajada—. Eres más de lo que aparentas, White, me gusta.

Dio un paso cerca mío y llevó su mano derecha a mi cabello agarrándolo en un puño. Mi corazón volvió a latir deprisa mientras un cosquilleo comenzó a formarse en mi zona más íntima.

«Maldito sea Austros»

Acercó su rostro a mi oído y con su otra mano agarró mi cintura.

—Vas a subir en silencio —me ordenó—. Vas a entrar a mi habitación y vas a esperarme allí en mi cama, White y te quitas la jodida camisa de mi hermano.

Podía sentir perfectamente los latidos de mi corazón como si lo tuviese en mis manos. Las palabras de Austros mandaron una corriente eléctrica por todo mi cuerpo. ¿Estaba soñando? ¿Había escuchado bien?

—¿En… tu —tartamudeé— cama?

Otra sonrisa.

«Dios porque se ve tan sexy cuando sonríe»

—Si —confirmo y quise gritar cuando acercó su rostro al mío y sus dientes agarraron mi labio inferior—. ¿O quieres que te folle aquí mismo?

«Mierda»

—¿Vamos a…

Austros se alejó y rodó los ojos con expresión divertida.

—Sube, ahora.

Asentí y bajé de la mesa con rapidez. Las piernas me fallaron por un segundo pero logré mantenerme de pie mientras caminaba hasta la escalera que llevaba a la parte de las habitaciones, miré hacia atrás y lo observé entrar a la cocina. Subí en silencio como ordenó mientras rezaba por no encontrar a ninguno de los demás hermanos. Acaba de salir de un problemón y ahí iba rumbo a meterme en otro peor. Cuando llegue al final de las escaleras me detuve en seco.

«¿Qué estoy haciendo?»

Había pasado la peor vergüenza de mi vida, estuve a punto de quedarme en la calle y sin embargo cuando Austros hablo de… eso, y yo solo podía pensar en ello.

¿Que iba a hacer? Era una maldita encrucijada. Dos opciones: obedecer a Gerión y evitar a sus hermanos, no buscarme problemas y llevar una vida tranquila en esta casa o dejarme llevar por mi lujuria y caer en las redes de Austros. Solté un suspiro y caminé decidida a ir a mi habitación, no más caos para Bianka.

—¿Bianka?

Elais apareció en el pasillo con el rostro lleno de preocupación. Observó mi vestimenta y luego se acercó despacio.

—¿Te encuentras bien? —preguntó.

La dulzura en su voz lograba darme serenidad, le sonreí y asentí.

—He hablado con Gerión, todo está bien.

Él me devolvió la sonrisa, era tan dulce y amable. No entendía cómo contrarrestaba tanto con el carácter de sus hermanos. Elais se acercó a mí y tomó mis manos con delicadeza.

—Yo, quiero confesarte algo —dijo con nerviosismo—. Sé que voy a arrepentirme luego, pero debo hacerlo.

Ver su rostro afligido hizo que me preocupara así que me acerqué un poco más.

—Puedes hablar, te ayudaré en lo que pueda.

Una pequeña risita sacudió su cuerpo.

—Me gustas —susurro por lo bajo y pestañeé varias veces para verificar que no fuese un sueño.

—¿Que acabas de decir? —le pregunté igual, en susurro.

Al instante mi espalda chocó contra la pared y su cuerpo se pegó al mío. Su cálido aliento chocó con mi respiración y si ya me encontraba nerviosa por culpa de Austros, Elais estaba a punto de provocarme un infarto.

—Me encantas, Bianka y de no ser por lo que hablaste hace un rato no me hubiese atrevido a acercarme a ti, pero justo ahora no logro sacarte de mi cabeza.

¡Dios! En qué lío me estaba metiendo.

Sentí pasos en las escaleras y recordé a Austros, alejé a Elais de mi de inmediato y salí corriendo por el pasillo lejos de él. Las cosas se estaban saliendo de control.

—¡Hey! —alguien me detuvo tomándome del brazo—. ¿Por qué andas corriendo como ratón asustado?

Caelus mantenía su agarré en mi brazo y miré al final del pasillo donde Austros y Elais conversaban. Caelus pareció comprender mi preocupación.

—Ven —bajo su agarre hasta mi mano—. Aquí no podrán molestarte.

Acto seguido me arrastró dentro de su habitación. Suspiré con alivio cuando cerró la puerta detrás de nosotros y él caminó hasta su mesita de noche donde llenó un vaso con agua y luego me lo ofreció. Acepté agradecida y lo bebí rápidamente hasta el final.

—¿Todo bien? —preguntó y asentí.

Sus ojos bajaron a la camisa que cubría mi cuerpo y observé la clara interrogante en su rostro.

—Gerión me la dió para cubrirme.

Asintió y se dio la vuelta en silencio. ¿Ahora que debía hacer? Miré alrededor la habitación perfectamente ordenada y el computador encima de la cama. Caelus caminó hasta él con el objetivo de cerrarlo pero apretó uno de los botones sin querer y varios gemidos inundaron la habitación.

—¡Mierda! —exclamó mientras intentaba callar su computadora y yo miraba hacia todos lados llena de vergüenza.

Apretaba botones con nerviosismo pero los gemidos no desaparecían y su rostro se enrojeció. Quería reír al ver su cara de terror pero también sentía vergüenza porque estaba invadiendo su intimidad. Pasaron minutos que se sintieron eternos cuando finalmente el ordenador se calló y él soltó un suspiro de resignación.

Para ese entonces no pude aguantar mi risa y estalle en carcajadas sin importarme que estaba ante mi jefe.

—¿Te ríes? —me preguntó con enojo, pero yo no podía detenerme.

—Lo siento —dije entre carcajadas—. No he podido evitarlo.

Su expresión se volvió completamente seria y caminó hasta mi. Sus ojos detallaron mi cuerpo de pies a cabeza y sus manos agarraron mi barbilla.

—¿Sabes que esto es tu culpa? —me preguntó.

Me tensé al instante y me alejé de él chocando contra la puerta cerrada. Caelus no sé acercó y una sonrisa apareció en su rostro al ver mi cara de susto.

—Me la pusiste dura ahí abajo y tuve que venir aquí a buscar alivio, White —dijo con la voz ronca y un escalofrío bajó por mi columna vertebral—. ¿Qué carajos estás haciendo con nosotros?

—Yo no…

Un gritito escapó de mis labios cuando se pegó a mi cuerpo con un solo paso y su mano bajó directamente a mi coño.

—¿Estás mojada?

El calor comenzó a subir a mi rostro y un gemido escapó de mis labios cuando su dedo índice acarició mi clítoris ligeramente.

—Mierda —susurré agarrando su camisa.

El rostro de Caelus se escondió en mi cuello y lo sentí inhalar con suavidad mientras su otra mano sostenía mi cintura y me mantenía quieta.

Dudaba que fuera capaz de moverme. Mis pulsaciones estaban disparadas y mi respiración podía fallar en cualquier momento. Todo lo que podía pensar era en la mano que mantenía quieta encima de mi coño.

—No hueles a ellos —dijo con voz victoriosa—. Eso quiere decir que seré el primero.

—¿Primero?

Su mano se alejó de mi coño y ambas bajaron a mis muslos para impulsarme hacia arriba y envolverme en su cuerpo.

—El primero en follarte, White.

Al instante sus labios se pegaron a los mios sin siquiera dejarme hablar, aunque tampoco sabía que decir.
¿Era esto lo que quería? Por supuesto.
Había soñado tantas veces estar con alguno de ellos que estar encima de Caelus con sus labios junto a los mios parecía un jodido sueño del que no quería despertar jamás.
¿Iba a arrepentirme luego? Por supuesto, pero era demasiado tarde para detenerlo.

Lo necesitaba tanto, mi cuerpo pedía a gritos que me entregará a él. Su boca reclamaba la mía como si fuese de su propiedad. Sus besos hacían que la humedad en mi coño aumentase y cuando se sentó encima de la cama y su polla dura chocó contra mi coño y gemido escapó de mis labios. Su boca abandonó la mía y bajó a mi cuello dejando besos húmedos.

—Caelus —susurré.

Aún estábamos a tiempo de detenernos y evitar el peor de los problemas. Podía levantarme y alejarme de él, ir a mi habitación y que todo esto fuese solo un sueño. Pero él no respondió al contrario se alejó de mi cuerpo y agarró la camisa de Gerión por los bordes y de un solo impulso la abrió, destruyéndola por completo.

—Eres una puta perdición, Bianka White —dijo con sus ojos pegados a mi cuerpo—. No sé porque escondes está maravilla de cuerpo debajo de esos trapos viejos que vistes.

—Es mi uniforme —le respondí.

Una sonrisa se dibujó en su rostro y acto seguido desapareció para dar lugar a una mirada oscura que me estremeció. Nos hizo caer a ambos a la cama y luego se dio la vuelta quedando encima mío, con ambos brazos al lado de mi cuerpo, enjaulándome. Una de sus manos masajeó mis senos y bajó lentamente hasta mi coño y me retorcí debajo de su cuerpo.

—Quieta —me ordenó.

Uno de sus dedos acarició mi clítoris y volvía gemir y mover mi cuerpo con ganas de más. Caelus se detuvo y su semblante se oscureció nuevamente.

—Date la vuelta.

Lo hice quedando boca abajo con su cuerpo encima mío. Los nervios me invadieron por no saber que seguía y luego un grito escapó de mis labios cuando su mano impactó en mi trasero.

—Vas a obedecerme, nena, o de lo contrario voy a enseñarte a hacerlo —otra vez su mano golpeó mi trasero pero está vez solté un gemido cuando adentró un dedo de su otra mano en mi vagina.

Caelus golpeó una y otra vez mientras su dedo entraba y salía y el mundo me daba vueltas. Gemía tan fuerte que debía oírme fuera de la habitación pero eso se  fue de mi mente cuando sus golpes y los movimientos de su dedo llegaron.

—Te ves tan jodidamente hermosa ahí, gimiendo por mi —me susurró en el oído—. ¿Te gusta, nena?

—Si —respondí mientras me retorcía debajo de su cuerpo y otro golpe llegaba.

—Grita todo lo que quieras, me encargué de que las paredes de mi habitación no dejaran salir ningún ruido hacia fuera.

Caelus sacó su dedo de mi interior y lo sentía acomodarse detrás mío mientras desabrochaba su cinturón.

—Esto será rápido, nena, no podemos levantar sospechas, pero te prometo que tendremos todo el tiempo del mundo para saciar tus ganas.

Me tomó de la cintura levantando mi cuerpo. Quedé en cuatro encima de la cama y el detrás mío. Otra vez volvió a castigarme cuando uno de sus dedos acarició mi coño y supliqué.

—Por favor.

No hubo más juegos previos. Caelus entró su polla de una sola estocada en mi coño y un grito escapó de mis labios al sentirla. El gimió y se quedó quieto por unos segundos esperando que me adaptara a su tamaño.

—Estás tan apretada, nena. Quiero follarte como un salvaje, pero aún no estás lista para eso.

Comenzó a moverse con suavidad y yo me sentía en el paraíso. Sus manos agarraron mi pelo mientras me follaba cada vez más rápido provocando que me perdiera en una nube de placer.

«Cuánto tiempo había soñado con esto.»

Dos toques en la puerta hicieron que mi cuerpo se tensara y Caelus salió de inmediato de mi.

—Quédate quieta, no te muevas.

Hice lo que me dijo y me mantuve en la misma posición mientras él bajó de la cama, abrochó su pantalón y abrió la puerta solo unos centímetros.

—¿Acaso te me adelantaste? —escuché la voz de Austros y mi corazón amenazó con salir de mi pecho.

—Fuiste muy lento, hermano —le respondió Caelus.

¿Están hablando de mi?

—¿Puedo unirme? —preguntó Austros y Caelus giró su rostro hacia mi.

—Austros va a entrar —me informó, luego miró hacia su hermano—. Pregúntale tú mismo.

Caelus abrió la puerta por completo y yo me senté encima de la cama totalmente desnuda, su hermano entró cerrando detrás de si. La mirada de Austros fue hacia mi y se relamió los labios.

—Tal y como la imaginaba —dijo antes de dar grandes zancadas y acercarse a mi.

Mi cuerpo tembló de pies a cabeza mientras los dos hombres me observaban con lujuria.

—Cálmate —Caelus se acercó a mí y envolvió sus brazos alrededor de mis hombros. Podía ver su polla erecta sobresalir de sus pantalones. Miré hacia Austros y la suya estaba igual.

«¿Ellos me desean?»

—No vamos a hacer nada que no quieras, White —me dijo Austros—. Pero tengo unas jodias ganas de follarte, en cualquier momento voy a estallar.

—Anoche —habló Caelus—. Las cosas cambiaron, nunca te vi con otros ojos, pero tú, te veías como una diosa sudada y excitada.

—Hoy dijiste que nos deseabas Bianka —añadió Austros—. Desataste un caos en esta casa.

Los observé a ambos. El deseo ardiendo en sus rostros y como esperaban una respuesta de mi parte. Cerré mis ojos y dejé que mi lado razonable se callara. Era esto lo que quería, tenerlos para mí, a mis pies, dispuestos a cumplir mis más perversas fantasías. Quería que fueran míos y a partir de hoy, iba a conseguirlo.

Agarré el rostro de Austros y lo besé con desesperación. Ellos me deseaban tanto como yo a ellos. La Bianka mojigata podía irse a dormir por un buen tiempo, los hermanos Snow a partir de este día iban a convertirse en mis hombres.

Mientras besaba a Austros los labios de Caelus hacían lo mismo con mi cuello. Sus manos acariciaban mi coño y las mías la polla de Austros.

—Eres nuestra, nena —susurró Caelus mientras volvía a desabrochar su cinturón—. Ahora quiero esa boquita en mi polla, mientras mi hermano te folla.

Asentí y me acomodé encima de la cama en la misma posición que estaba hace un rato. Caelus se ubicó a mi frente con su polla a centímetros de mi rostro, mientras Austros estaba a mi espalda listo para follarme.

—Ustedes son míos —dije.

Ambos sonrieron y acto seguido mis labios comenzaron a saborear la polla de Caelus y Austros se adentró lentamente en mi. La habitación se volvió una mezcla de gemidos junto a el ruido del choque de mis nalgas con la pelvis de Austros.

—Eso, White —me dijo Austro entre jadeos—. Se buena chica para nosotros.

Sus movimientos eran bruscos y mis gemidos eran callados por la polla de Caelus que salía y entraba de mi boca, él se mantenía con los ojos cerrados y sus manos agarrando mi pelo. Mi cuerpo estaba completamente sudado y las manos de Austros resbalaban en mi trasero. Se sentía tan bien, tan diferente a lo que había experimentado alguna vez. Me sentía como una diosa. Apreté mis manos en la sábana conteniendo mi orgasmo, pero Austros me dió una nalgada.

—No, White —me ordenó.

—No te contengas, nena —me pidió Caelus—. Córrete para nosotros.

Las embestidas de Austros aumentaron y la polla de Caelus se contrajo en mis labios, estábamos listos para dejarnos llevar. Gemí con fuerza cuando finalmente mi orgasmo llegó, Caelus y Austros relajaron sus cuerpos y sus fluidos quedaron en mi interior. Tragué el semen de Caelus con una sonrisa y Austros me dió una nalgada antes de que los tres cayéramos a la cama con la respiración agitada.

—Gerión va a matarnos con sus propias manos —dijo Caelus.

Él y Austros estallaron en carcajadas y yo me mantuve en silencio en medio de ambos. No iba a arrepentirme de lo que acaba de pasar, no iba a sobrepensarlo, tampoco iba a actuar como una mojigata después de que había permitido que ambos estuviesen dentro de mi.  Las cosas iban a cambiar a partir de este momento. Yo iba a cambiar, era hora de dejar la niña asustadiza detrás.

—¿White? —Austros tomó mi rostro en sus manos girándolo hacia él.

Estaba en medio de ambos, siendo abraza por su calor. Sus ojos grises me miraban diferente y algo se removió dentro de mi.

—¿Por qué estás tan callada? —cuestionó.

—Estoy procesando todo esto —respondí.

Caelus pasó su mano por mi cintura y atrajo mi espalda a su cuerpo. Mi trasero se pegó a su polla.

—No tienes que procesar nada, nena. Eres nuestra, es simple.

Austros llevó su mirada a su hermano y pude notar que ambos se hablaron a través de ella.

—Nadie puede saber esto —habló Austros—. O los tres estaremos en problemas.

Asentí. Yo tampoco quería que se supiera. Después de todo Gerión me había prohibido estar cerca de ellos. Él era el jefe de la casa y tenía en sus manos el poder de echarme de la casa.

—Ahora anda a tu habitación a darte una ducha, más tarde te llevaremos un vestido a tu cuarto —me dijo Caelus.

Me giré hacia él con total confusión.

—¿Un vestido?

—Y algunas cosas de maquillaje, tu no preguntes solo ponte sexy —me ordenó Austros.

Me puse de pie y observé mi cuerpo desnudo. No iba a salir así. Los hermanos rieron a mis espaldas y Austros me lanzó su camisa.

—Nos vemos en la noche, White.

Asentí y salí de la habitación.  Corrí por todo el pasillo hasta mi cuarto y cerré la puerta con seguro mientras mi corazón daba brincos en mi pecho.
Cerré mis ojos y la imagen de Caelus y Austros vino a mi mente, la sensación de ser tocada por sus manos, sus besos. Los abrí de inmediato y pegué un gritito de emoción con cuidado de ser escuchada.

Caminé hasta la ducha con una  sonrisa en mis labios y dejé que el agua caliente relajara mi cuerpo por completo. Tarareé algunas de las canciones que ponían en el burdel mientras enjabonaba mi cuerpo y bailé uno que otro pedacito. Me sentía tan bien, tan tranquila. Era imposible ocultar la sonrisa en mi rostro. Todo lo que había pasado quedó en segundo plano, ni siquiera recordar a mi madrastra me causaba tristeza. No supe cuanto tiempo estuve en la ducha, pero al salir tal y como dijeron Austros y Caelus había un hermoso vestido rojo descansando en mi cama junto con dos cajas, una enorme y otra más pequeña.

Me acerqué con cuidado y abrí la caja pequeña. Había un teléfono móvil, nunca tuve uno, pero Delle me dejaba usar el de ella por ratos para jugar.  También había unos zapatos de tacón dorados. Abrí la otra caja y un grito escapó, estaba repleta de productos de maquilla y maquinas para el cabello.
Llevé mi mirada al vestido y tomé una nota que descansaba encima.

"Te esperamos abajo en dos horas

Hermanos Snow"













Hola holaaaa
Tuve que dividir el capítulo en dos partes amores porque era demasiado extenso (aparte de que no he terminado la otra parte y quería actualizarles hoy)

Se que me tardo con los capítulos pero les pido paciencia plis, estoy en un proceso de muchos cambios y me bloqueo por momentos.

Espero les haya gustado el capítulo 😏
El dúo perverso ya ha empezado a hacer de las suyas, así que prepárense para lo que se viene.

El próximo capítulo nos vamos de fiesta con los Snow. ¿Creen que Bianka sobrevivirá?

Nos leemos pronto
Dani

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