🍎CAPÍTULO DIECIOCHO🍎

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El brazo de Deimos abrazaba mi cintura cuando desperté. Su respiración estaba tranquila y su rostro transmitía una profunda serenidad. Seguramente estaba agotado luego del día anterior. Me levanté con cautela, sacando mi cuerpo por debajo de su brazo y saliendo de la cama en total silencio para evitar despertarlo, necesitaba un buen descanso. Anoche me había puesto una de sus camisas para dormir y no podía perder tiempo buscando mi ropa. Había pasado toda la noche buscando solución para la situación de Deimos, no sabía como ayudarlo, así que lo mejor era buscar ayuda profesional. Salí de la habitación descalza, caminando en puntas de pies y cerré la puerta con sumo cuidado, me giré dispuesta a ir a mi habitación pero mi cuerpo impactó contra alguien.

—¿Huyendo tan temprano, Bianka? —la voz juguetona de Felis hizo que levantara la cabeza y uniera nuestras miradas.

Una ligera sonrisa se dibujó en mi rostro.

—Para nada —respondí—. Iba a ponerme algo presentable.

Señalé la camisa de Deimos que cubría mi torso y una pequeña parte de mis muslos y él escaneó mi cuerpo con la mirada.

—No tengo ninguna queja sobre esta vestimenta, aunque preferiría que llevaras algo de mi closet.

Reí y me dispuse a caminar hacia mi habitación pero él me detuvo tomándome por el brazo.

—¿Por qué me reemplazaste ayer? —su rostro se tornó serio—. ¿Acaso te disgusto?

Negué con rapidez.

—Fui a buscar a tu hermano —el asintió comprendiendo—. No sabía lo que pasaba con Deimos, quiero ayudarlo.

Felis soltó mi brazo y pasó un mano por su cabello, le dio una breve mirada a la habitación de su hermano, como para cerciorarse que no estaba allí, escuchando nuestra conversación y luego regresó a mi.

—Es difícil, nosotros hemos intentado todo, pero no hemos podido, Bianka.

—¿Lo llevaron a algún especialista?
Él asintió.

—Tiene su doctora, pero nunca asiste a las consultas.

—¿Me puedes llevar? —cuestioné con un poco de vergüenza.

No quería parecer entrometida, pero ellos me habían abierto las puertas de su casa y de su vida, no pensaba quedarme de brazos cruzados viendo como Deimos desgastaba su alma y se autodestruía cada día. Si podía hacer algo, cualquier mínima cosa para ayudarle, iba a hacerlo. Felis asintió y quedamos de vernos en media hora en la salida. Subí a mi habitación, tomé una ducha rápida y en veinte minutos estuve lista. Caminé por el pasillo a toda prisa y baje los escalones, abajo Elais y Balios conversaban en el salón.

—Buenos días —los saludé y seguí derecho hacia la puerta.

Afuera Felis me esperaba en uno de los coches. Normalmente siempre vestía de color negro y con trajes, pero hoy llevaba un pulóver azul oscuro con unos pantalones gris que le sentaban de maravilla. No pude evitar darle un repaso de pies a cabeza y de inmediato mi corazón latió acelerado. Ni siquiera había pensado en que esta era la primera vez que íbamos a pasar tiempo solos. Ambos subimos al auto y me percaté que esta vez ninguno de los guardias nos iba a acompañar, él notó mi sorpresa y aclaró.

—Hay pocos asuntos que resolver, así que aprovechamos para darles un día libre.

Enfoqué mi mirada en la carretera y nos pusimos en marcha. El camino fue tranquilo, me dediqué a mirar un poco la ciudad, había vivido tanto tiempo en ella y no conocía absolutamente nada. Luego de algunos minutos Felis se detuvo en la entrada de un enorme hospital. Ambos bajamos y nos adentramos en el sitio. Él se acercó hasta la recepción donde una chica le sonrió de inmediato y yo rodé los ojos con fastidio.

—¿La doctora Candice está en consulta? —le preguntó.

Ella revisó en su ordenador con toda prisa.

—Se encuentra, pero no está dando...

Ni siquiera la dejó terminar de hablar, me tomó de la mano y me arrastró por el enorme pasillo hasta un elevador, cuando las puertas se cerraron presionó la planta cinco y ambos esperamos hasta que las puertas volvieron a abrirse y frente a nosotros había una mujer.

—Señor Snow —saludó a Felis.

Por su rostro parecía sorprendida y feliz de verlo, pero su expresión cambió un poco cuando vio nuestras manos entrelazadas.

—Me alegra verla —le dijo él—. Necesitamos su ayuda.

Ella llevó su mirada hacia mi, esperando que él me presentara, Felis permaneció callado así que decidí hacerlo yo misma, pero antes de que pudiera hablar, se adelantó.

—Ella es Bianka, mi novia.

Llevé mi mirada hacia él con sorpresa y un cosquilleo me recorrió el estómago, sonreí como una estúpida, pero el rostro de la doctora se descompuso totalmente.

—Un gusto —me dijo.

—Igualmente, hemos venido porque necesito de su ayuda.

Ella asintió y se hizo hacia atrás para que pudiésemos salir del elevador. Luego nos guió hacia una pequeña oficina.

—Entra tú —me dijo Felis—. Esperaré por ti aquí.

Asentí notando la fuerte tensión que había entre él y la doctora. La oficina de Candice era bastante agradable, con paredes de color claro y una decoración que le daba cierto grado de frescura, no parecía pertenecer al oscuro hospital que conocí fuera. Ella tomó asiento en su mesa y me señaló uno de los sillones del frente para que tomara asiento.

—Entonces dime, Bianka, cómo puedo aydarte.

—He  venido por Deimos —le digo y otra vez su rostro se llena de sorpresa.

—¿Felis te ha traído a que converses conmigo sobre su hermano? —cuestiona y asiento—. ¿Sabes de la adicción de Deimos? —vuelvo a asentir—. Si que eres importante entonces.

La ultima frase intentó decirla por lo bajo para que no escuchase, pero no funcinó y solo aumentó mi curiosidad sobre ella.

—¿Tuviste alguna relación con Felis? —le pregunté directamente.

No estaba para rodeos, eran demasiadas las señales que indicaban que ellos tuvieron algún tipo de historia. El rostro de la doctora se tornó rojo mientras yo me mantenía seria intentando mantener la compostura, cuando por dentro mis celos libraban una batalla con la razón.

—La tuvimos, si, creí que no te habías...

—Habría que ser estúpida para no percatarse, sobretodo cuando usted es tan obvia —le dije con mal humor.

—Lo lamento —cruzó sus manos por encima de la mesa—. Fue hace mucho, cuando Deimos inició con sus consultas, pero no funcionó porque Felis siempre fue un hombre muy frío y reservado, por eso siento sorpresa al verte aquí.

—Soy importante para él —dije más para mi misma que para ella.

—Lo eres —me confirmó—. ¿Qué quieres saber de Deimos?

Me acomodé en el sillón eliminando la postura de defensa al percatarme que ella no era mala persona.

—Quiero saber como puedo ayudarlo.

—Bien, Deimos es una persona que aunque parezca fuerte, tiene demasiado dolor por dentro Bianka, es difícil ayudarlo si él no quiere ayudarse a si mismo, pero si estás dispuesta a hacerlo, lo primero sería hacerlo entrar en razón, que se de cuenta que lo que está haciendo lo daña a él y a todo el que esté a su alrededor.

Asentí comprendiendo perfectamente sus palabras.

—Habla con sus hermanos, los Snow son lo más importante para él y como nunca recibió aceptación por su padre, ahora busca la de sus hermanos. No es momento de regañarlo o discutir por cada recaída, es momento de estar ahí y ayudarlo a sentirse mejor. Deimos necesita todo el apoyo que puedan darle y sobre todo internarse para una desintoxicación, pero es algo que como te mencioné antes debe querer hacer el mismo.

—Lo hará, haremos todo lo posible para lograr que esté bien.

—Pidele a sus hermanos que alejen cualquier tipo de sustancia que pueda significar una tentación para él, por lo menos hasta que se adapte a estar limpio.

—Yo misma me encargaré de ello, vaciaré esa maldita casa.

Candice volvió a mirarme con sorpresa.

—¿Vives con ellos?

—Si, desde hace algún tiempo.

No hizo ningún comentario al respecto y anotó algo en su agenda.

—Me gustaría que vinieras semanalmente para conversar de los avances de Deimos y si él pudiese acompañarte sería mucho mejor —me pidió con una sonrisa.

—Haré lo posible.

Me levanté dispuesta a salir pero ella me detuvo.

—Bianka, dile a Felis que me casé y tengo dos hijos, que no tiene la culpa de lo que pasó.

Asentí sin entender absolutamente nada y salí de la oficina. Afuera Felis me esperaba sentado. Estaba un poco enojada con él por ocultarme su relación con la doctora, me sentía como un tonta viendo la tensión entre ellos y él mantuvo su maldita boca cerrada. Ni siquiera le hablé, le hice una seña para marcharnos y caminé deprisa por el pasillo hacia el elevador, pero por supuesto él me detuvo.

—¿Estás enojada? —preguntó.

—No.

Pero por supuesto mi enorme cara me delataba, estaba ardiendo en celos, sobre todo con lo último que ella había dicho. ¿Para qué demonios quería que le dijera eso? ¿Para que él fuera a rescatarla de su vida aburrida de mierda? Intenté soltarme de su agarre pero no pude.

—¿Qué te ha dicho Candice?

—Déjame en paz, Felis.

Esta vez sí logré zafarme y caminé al elevador, entré sin siquiera mirarlo y yo misma presione la planta uno.

—No sé qué estás pensando, pero Candice es mi pasado, uno que no me gusta recordar y por eso preferí quedarme fuera.

Rodé los ojos y él se acercó a mí. Desvié la mirada hacia la pared.

—Mírame, maldita sea —sus manos agarraron mi mentón y me hicieron mirarlo—. No hay otra mujer en mi cabeza que no seas tú.

Pegó su cuerpo al mío y el calor comenzó a llenar el pequeño elevador.

—No sabes las ganas que tengo de volver a besarte, Bianka. Aquí y aquí —señaló su cabeza y su corazón—. Solo estás tú.

Ambos respirábamos con rapidez, el elevador se redujo al pequeño sitio en la esquina donde ambos estábamos. La misma Candice había afirmado que era especial para él.

—Bésame —le supliqué.

Felis se apoderó de mi boca con rapidez, como un hombre asalta el agua cuando muere de sed, sus manos fueron a mi trasero y me apretaron contra su erección mientras su lengua devoraba mi boca. Un gemido escapó de mis labios cuando mordió mi labio inferior. Una de sus manos abandonó mi trasero y atrapó una de mis tetas y comenzó a masajearla con suavidad. Quería que me follara ahí mismo, en el elevador. Pero el sonido de las puertas abriéndose rompió la burbuja y ambos nos separamos de inmediato.
Salimos del elevador hechos un desastre, mi vestido se había estrujado y el cabello de Felis era un desastre gracias a mis manos. Afuera el sol de la mañana estaba en todo su esplendor subimos al coche en silencio mientras el dolor en mi coño solo aumentaba a cada segundo. Felis arrancó y no podía evitar mirarlo concentrado en la carretera y recordar su beso en elevador. Mis bragas debían ser un desastre.

De repente Felis giró el coche en la autopista y tomó un camino diferente al que habíamos tomado para venir al hospital.

—¿A dónde vamos? —pregunté.

—No aguanto más, Bianka.

Entró el coche en un lugar donde habían un montón de autos más, estaba ligeramente oscuro, excepto por unas luces tenues que iluminaban cada ciertos metros.

—¿Dónde estamos?

—Es un estacionamiento, prometo que para la próxima será mejor, pero la polla me va a explotar si sigo solo viéndote.

Felis detuvo el coche en una de las zonas oscura y ambos nos quedamos quietos por unos minutos. Él apretó el timón del coche, se deshizo del cinturón y se acercó hacia mi.

—Olvidé algo importante —me susurró en el oído—. ¿Quieres que te folle o regresamos a casa?

Ni siquiera le respondí, giré mi cara y uní mi boca a la suya. Los besos de Felis eran salvajes pero suaves. Su mano fue a mi muslo y subió lentamente hasta llegar a mis bragas donde pasó su dedo con suavidad, solté un gemido y volvió a susurrar en mi oído.

—Así me gusta, bien mojada para mi.

Su labios bajaron a mi cuello, mientras su dedo jugaba con mi coño, volviéndome loca, con su otra mano se deshizo del fino tirante de mi vestido dejando mis tetas al descubierto y bajó sus labios hasta allí.

—¡Oh si! —grité y él se detuvo.

—Tienes que ser silenciosa, no sabemos si hay alguien por aquí.

—No me importa —dije perdida en el placer y él rió.

—Mi pequeña pervertida.

Se deshizo de mi cinturón de seguridad y bajó mis bragas por mis piernas dejando mi coño al descubierto, luego desabotonó su pantalón y lo bajó un poco sacando su polla erecta. Me relamí los labios y sin que él me dijera nada me levanté de mi asiento y subí a horcajadas sobre sus piernas. Un gemido escapó de ambos con mi coño húmedo rozó con su polla.

—Fóllame Felis, por favor —supliqué y me levante un poco permitiéndole acceso.

Primero me torturó con la punta, rozándola con suavidad por mi entrada hasta que finalmente me penetró de una sola estocada.

—Eres deliciosa —me dijo y yo comencé a moverme encima suyo.

El coche se llenó de gemidos y el sonido de nuestros cuerpos colisionando. Su polla entraba en mi coño una y otra vez, mientras su boca devoraba mis senos y mis manos se aferraban a su cabello. Felis puso su mano en mi trasero y guiaba mis movimientos, a veces suaves, otra veces con desesperación.

—¿Por qué demonios tardé tanto en hacer esto? —me dijo y sonreí.

Ambos aceleramos los movimientos hasta que finalmente el clímax me alcanzó a mi primero y luego a él. Recargué mi frente con la suya y solté un suspiro.

—Prométeme que eres mío —le pedí.

—Soy tuyo, Bianka White.

Me separé de su cuerpo y volví a mi lugar. Ambos intentamos acomodarnos un poco para regresar casa, aunque éramos un desastre de ropa estrujada.

—Vamos a por una pastilla —me dice y lo miro perdida—. Para evitar embarazos, no usamos protección, Bianka.

Mi cabeza hizo un clic, esa era la pastilla que me habían hecho tomar Gerión y Caelus.

—Te llevaremos con una doctora para que te recete un medio de protección efectivo pronto.

Asentí y él puso el auto en marcha. Pasamos por una pequeña farmacia y tomé la dichosa pastilla junto con un jugo que Felis traía en su coche y luego regresamos a casa. Extrañaba un poco a los demás hermanos y debía conversar con ellos sobre Deimos, pero todos mis planes se fueron por el precipicio cuando al llegar a casa escuchamos disparos y varios hombres armados forzando la entrada.










Holis
He regresado❤️
Perdón por la tardanza, siempre trato de mantenerlas al tanto de mi situación por el canal de Whatsapp así que muchas ya saben el motivo (si se quieren unirme pueden escribirme a mi Instagram dani_btz18)

Espero les haya gustado el capítulo, al fin Felis tuvo su momento con Bianka😏

En el próximo comienza un poco de desmadre.
Las amo

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