Elementos narrativos resaltantes en Casa tomada y Cartas a una señorita en París

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Los cuentos del argentino Julio Cortázar, Casa tomada y Cartas a una señorita en París, son considerados como dos de los más importantes de toda su obra literaria. El primero fue publicado en 1946, y luego recopilado 5 años después en el compilatorio Bestiario, y el segundo en 1951 en el ya mencionado compilatorio, presentan dos de las historias más conocidas e importantes del canon cortaziano, siendo símbolos de la Literatura argentina, como latinoamericana y mundial.

Casa tomada consiste de dos hermanos, el narrador cuyo nombre nunca se menciona, e Irene, que siempre han permanecido juntos en una casa colonial muy antigua, a la cual han dedicado su vida para mantenerla y cuidarla. Ninguno de los dos se ha casado bajo el pretexto de cuidar la casa y les asquea la idea de que un día, cuando ellos mueran, primos lejanos la vendan para enriquecerse. Tras una detallada descripción de la casa y de las meticulosas costumbres de ambos, a causa de unos extraños ruidos, ambos tienen que ir abandonando partes de la casa que son tomadas por los intrusos. Las incursiones de los misteriosos intrusos acaban por tomar toda la casa y los asustados hermanos tienen que irse, tirando el mayor la llave por la alcantarilla, diciendo que no vaya a ser que a alguien se le ocurra tomar la casa.

El segundo relato, Cartas a una señorita en París consiste en una carta a una señorita llamada Andrée que se encuentra de visita en París, mientras él cuida su apartamento de la calle Suipacha en . El motivo de la carta se debe a un problema más bien «físico» que atraviesa el personaje: vomita conejitos. Curiosamente, este incidente es para él de lo más natural. Lo ha hecho por mucho tiempo en periodos regulares de varias semanas, por lo que ya está tan habituado que incluso tiene un espacio con alimentos para los conejitos en su balcón. Sin embargo, al mudarse comienza a vomitar cada uno o dos días, y que al crecer rompen todo, haciendo todo lo posible por limpiar y reparar lo dañado. Concluye con que quizá no sea difícil juntar a los once animales, o quizá ni se fijen en ellos.

Los relatos poseen elementos recalcables y típicos de Cortázar. Empezando por el claro ambiente urbanístico que poseen los relatos, no tocando el campo en ningún momento, a diferencia del conocido indigenismo que siempre tocaba el campo junto a la figura del indio, seguido de una indirecta europeización al mencionar el protagonista del primer relato que lee novelas francesas y busca más ejemplares que no han llegado desde 1939, mientras el segundo le escribe a una posible compañera, amiga o interese romántico, aunque nunca se aclara, que está en París, siendo Francia en esa época lo que es Estados Unidos hoy, como en el comprar ladrillo inglés para reparar los desastres de sus "mascotas", finalizando al tener como personajes a gente adinerada, o con recursos financieros extenuantes, aunque nunca se menciona en ambos relatos si es así.

Sin embargo, también hay claras diferencias. La primera es el narrador en primera persona del segundo relato, característica que el primero no posee, siendo también el primer relato de Cortázar en primera persona, continuando con el elemento fantástico de vomitar conejos por la boca que no ocurre en el primer relato, aunque muchos académicos han teorizado que quizá podría ser una metáfora sobre el oficio de escritor, o un simple pretexto del narrador para justificar una especie de fiesta loca ocurrida en el lugar que se salió de control, no teniendo intenciones de querer asumir su culpa.

Viendo las diferencias imperantes, ambos cuentos son clara representación y ejemplo de cómo Cortázar desarrollo a la Argentina en sus relatos, introduciendo elementos típicos como la europeización de la que siempre se ha vanagloriado, como el desarrollar las historias en la ciudad, Buenos Aires, y no en el campo, y presentar aparentes personajes adinerados, cosas que nunca o raramente vimos en relatos de autores peruanos, bolivianos y colombianos.

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