4.1) El último aliento y su doncella

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Día 1

Los olores que emanaban de los fogones en plena madrugada endulzaban la colorida estancia de la cocina. Anacleta era de las mejores cocineras de la comarca de Balzeria, pero no por un alto conocimiento de recetas ni por tener muy desarrollado el gusto; Lo que Anacleta usaba era su olfato y el movimiento de sus caderas. Una mañana más Anacleta estaba preparando el desayuno al Lord, pero esta vez quería sorprenderle más que nunca, la noche anterior lo vio cabizbajo así quería darle un despertar de ensueño.

No tenía tiempo que perder, su olfato la llevo a la fresquera cogió el queso de angora con su vibrante aroma y pavo deshuesado como un lienzo perfecto. Con ese lienzo en blanco en los fogones comenzó a buscar la combinación perfecta. El olor tan característico de la nuez moscada hizo agitar sus brazos en busca de la fresca y revitalizante menta, una combinación que despertó en ella su ritual de la cadera danzante.

La vaina de vainilla con su dulzura osada la transporto a un vals de acaricias que pedía a gritos una imponente rama de canela. Anacleta se movía al son de allí donde la llevaban los olores, viajo a un amanecer de alegría y ternura cuando encontró el jugo de limón y el romero, cuando el olor de la albahaca y el foie de ave la llevaron a terrenos inexplorados sus pies tintinearon mientras su cadera no paraba de contonearse.
Solo le quedaba un elemento que uniera todas esas combinaciones y creara un nuevo plato con su olfato. Continuo moviéndose olfateando frascos y productos frescos en busca de ese olor que su olfato le pedía con esmero, y varios tarros devueltos a los estantes la hicieron fijarse en un aroma de flores silvestres que tenía en la fresquera, una miel de especias que ella misma hizo en uno de sus danzas olfativas, agarro el tarro de cerámica con firmeza dejando que su olor inundara sus fosas nasales, sin duda estaba a punto de culminar su danza y su obra de arte.

Anacleta fusionó todos los olores creando otros, de los fogones emergía un aroma sin igual, un aroma que despertó sus sensores olfativos haciéndolos estallar de alegría y dulzura. Entonces supo que su tarea había finalizado, ya tenía el desayuno del señor a punto para servirlo. Con su obra de arte dispuesta en la bandeja y los diferentes recipientes de plata, fue hacia los aposentos del Lord, en la puerta de los aposentos como de costumbre se encontró con Eustaquio.

-!Buenos días señorita Ana!- dijo Eustaquio con una sonrisa de oreja a oreja, pero cuando le llego el increíble olor de la bandeja de plata su semblante cambio -que delicia debes de tener ahí guardada señorita Ana- dijo relamiéndose solo de pensarlo.

-Es solamente para el señor- respondió Anacleta con una sonrisa mientras pensaba en las raciones que había guardado para ambos.

Anacleta se dispuso a entrar a los aposentos del Lord, pero la escena de horror que encontró allí le hizo lanzar por los aires la bandeja de plata.

Su señor estaba tumbado en la cama con las sabanas cubiertas de sangre, los restos de cristal de una copa se esparcían por toda la estancia y uno de sus brazos caía por el borde de la cama, toda la piel de su señor era grisácea y pálida. Anacleta corrió a intentar despertarlo pero resulto inútil, el Lord no se movía y sus ojos de mirada vacía afirmaban los peores temores de la sirvienta. Anacleta gritó los más fuerte que le permitían sus pulmones, sus ojos se cubrieron de lágrimas, sus piernas se dejaron llevar por el dolor e irremediablemente cayo al suelo. Eustaquio al oír los gritos entro, al ver al señor supo que había pasado, al ver su compañera tendida en el suelo fue a abrazarla y consolarla, mientras ella balbuceaba repetidas veces:

-Señor, como es posible, nuestro querido señor Shoan, Lord Shoan Ignorosc ha muerto- decía Anacleta entre sollozos.

Día 0

Shoan se dirigía a sus aposentos, estaba cansado y débil por todo lo ocurrido, ansiaba tumbarse y dejar que las cosas sucedieran sin más, necesitaba esa paz que le brindaban sus aposentos. Apenas le dirigió la mirada a Eustaquio o Anacleta cuando se cruzó con ellos en su camino, al entrar en sus aposentos supo que el día aún no había acabado, de entre las sombras surgió una figura cubierta de tela y encapuchada, una figura que Shoan conocía muy bien aunque no supiera quien se escondía detrás de esas telas.

-Te estaba esperando Shoan- dijo la sombra.

-Que deseas esta vez- dijo Shoan intrigado mientras erguía su cuerpo para no mostrar que estaba cada vez más débil.

-Sabes perfectamente que no puedes ocultarme nada, y ambos sabemos que tu tiempo se agota, sé que puedes notarlo- dijo la sombra con firmeza.

Shoan por inercia se cubrió más aun su cuerpo con sus ropajes para no dejar visible la prueba de su estado de salud. Sabía que era inútil, no sabía como pero ella siempre sabia todo lo que pasaba en ocasiones incluso antes de que pasara.

-Mira tu rostro, te estás matando poco a poco, ¿te estás castigando?- dijo la sombra

-Porque debería hacerlo, no he sido ya bastante castigado por mi apellido- dijo Lord Ignorosc con una frialdad abismal.

-No me vengas con esas Shoan, te castigas porque te sientes culpable de todo lo sucedido, porque siempre has mirado por los demás antes que por ti mismo, dejas que cualquiera te mire por encima del hombro, y te desprecie por tus antepasados. Te castigas porque si dijeras algo de lo que sucedió en la torre, los Lockheart lo pagarían, y eso no puedes permitirlo-

-Verás yo...-intento Shoan hablar pero fue interrumpido por la sombra.

-¿Estás dispuesto a morir por salvarlo verdad?, pero al mismo tiempo no quieres abandonarlo. ¿Por qué?

Shoan estaba cada vez más mareado y las palabras de ella no paraban de chocar en sus pensamientos. ¿Estaba él castigándose?, seguramente. ¿Tenía otra alternativa?, lo dudaba. ¿Estaba dispuesto a morir por salvarlo?, siempre. El simplemente quería descansar y que sucediera lo que el destino quisiera, él ya había fallado a la familia, seguramente ya no volvería a ver a Leowen y eso lo atormentaba más de lo que hubiera imaginado nunca. Se sentó en uno de los sillones miro hacia la sombra en silencio, aunque jamás había visto su rostro sus manos de piel morena y su dulce voz le hacían creer que era una mujer realmente bella además de sabía.

-Haces muchas preguntas, cuando realmente no necesitas hacerlas, después de tanto tiempo sigues sin responder mi primera pregunta ¿Quién eres?- dijo Shoan a la espera de que le concediera una respuesta.

-Razón no te falta, y si voy a hacer un trato contigo debes de saberlo, últimamente me llaman La Doncella del Último Aliento- dijo la sombra dejando ver sus manos con esas uñas oscuras de color púrpura.

Shoan al oír como la llamaban no pudo evitar que de sus ropajes emergieran gotas de sangre negruzca, fue como una respuesta de su cuerpo hacia su fin próximo.

-Sabes que te estás debilitando, y aunque no quieras reconocerlo, sabes que esa substancia que llevas en tu cuerpo acabara matándote. Ha llegado el momento que sepas por qué aparecí en tu vida.

-¿Qué quieres decir con que ha llegado el momento?- dijo Shoan que apenas podía mantenerse erguido incluso estando sentado.

La Doncella del Último Aliento toco la sangre de Shoan que emergía de su cuerpo, alzo sus manos con las yemas de sus dedos apuntando hacia el cielo.

-Yo puedo ayudarte, pero obviamente te pediré algo a cambio, y lo que te pida dependerá de la ayuda que me aceptes- dijo la sombra con una voz repleta de misterio, acto seguido cogió dos copas y las relleno de la botella de vino que el Lord Ignorosc siempre tenía en sus aposentos.

-¿Ayudarme? No puedes ayudarme- dijo Shoan convencido.

En ese preciso instante la sombra froto las yemas de sus dedos y de ellas salieron dos flores una en cada mano, Shoan quedo completamente asombrado por lo que acaba de presenciar, a lo que la sombra respondió con una sonrisa que incluso Shoan podía percibir a través de la oscuridad que tapaba la cara de ella con la capucha.

-No deberías de subestimar mi poder, como bien dices Lord apenas sabes de mí, pero no estoy aquí para eso- la sombra acerco su mano derecha mostrando una flor de color indico con pétalos rizados -puedo aliviar el dolor de la herida, morirás igualmente pero podrás irte sin sufrir- a continuación alzo la mano izquierda donde aun tenía una flor de pétalos violetas y estambres granates- con ella puedo crearte una muerte más dolorosa pero pasada toda una jornada si toma la dosis exacta volverás a la vida, pero no podrás volver a ver a los Lockheart nunca más, para ellos estarás muerto- la sombra exprimió cada flor en una copa diferente y dejo ambas en una mesita que había junto la alcoba del Lord Ignorosc.

Shoan trago saliva las dos opciones eran desconcertantes, pero aún recordaba lo que ella había dicho minutos antes, y no había Lord mejor que él para no dejar cabos sueltos en los pactos.

-Me das dos opciones, pero en el fondo hay tres, podría no aceptar tu ayuda y así no podrías pedirme nada a cambio, claro que no recuerdo que me hayas dicho que querías a cambio- dijo Lord Shoan Ignorosc con una tranquilidad un tanto inquietante dada la situación.

-Tranquilo no he olvidado tus dotes, con la copa de vino derecha Alhara y Kerathon deberán de volver, además yo deberé de ser la heredera de todas tus posesiones. Sin embargo con la copa izquierda deberás desaparecer para siempre y hacer todo lo que yo diga, sin excepciones, hasta que yo decida que la deuda está pagada. En tus manos queda tu propio destino- dicho esto la Doncella del Último Aliento desapareció entre las sombras.

No era su destino el que le preocupaba pues ya había aceptado su muerte, y estaba acostumbrado al dolor, aunque últimamente pesaba demasiado sin duda si no tomaba la copa derecha su muerte seria más dolorosa de lo que el podía soportar, pero a cambio de que, de volver a separarlos de Leowen cuando aún no se habían reencontrado no, no podía hacerles eso.
Él siempre quiso que Leowen pese a su pasado fuera capaz de tomar su propio camino, que el destino no lo arrastrará a experiencias que no quería vivir como le paso a él en su infancia, no quería que la gente acabara despreciándolo por sus origines, Shoan sabía lo que eso implicaba y no quería que Leowen pasara por todos eso, el quería seguir al lado de Leowen sin importar las decisiones que él tomara en los momentos clave de su vida, quería asegurarse que siempre tuviera al menos su apoyo y no dejarlo solo. Si podría evitar su muerte y volver con él cuando la duquesa se calmara, pero la condición de su cura era desaparecer, así que no importaba si la duquesa se calmaba o no, no volvería a verlo, y no se veía capaz de dejar a Leowen tan temprano.

Sus tres opciones eran duras así que analizo todas ellas hasta que se decidió por la única opción que podía tomar, pues lo que la Doncella del Último Aliento no sabía era que había planificado todo para estar ahí junto a Leowen incluso si algo le sucedía, y ya se había encargado de que sus aliados actuaran si el no volvía. Shoan se sentía cada vez más débil e irremediablemente se vio envuelto en sus propios recuerdos.

Hace muchos años

Él era solo un niño cuando sufría de maltrato físico y verbal por parte de su padre, todos los Ignorosc habían pasado por esa época infantil era ley de vida, el mal estaba en sus venas y lo habían sufrido en sus propias carnes.

Una tarde más Shoan el niño se sentía dolido y molesto cuando vio a un pájaro cantor que bailaba y cantaba en una rama a pocos passos de él. Como podía ser tan feliz cuando el mundo era tan cruel, cuando todos se pisoteaban unos a otros, cuando el mal afloraba por las esquinas a la espera de algún ser inocente e necio a quien usurpar su felicidad. En ese momento comenzó a llover las heridas de Shoan que aun tenía abiertas por los golpes empezaron a abrirse y a escocer, y los recuerdos de miles de noches de lluvia desangrándose en el barro mientras su padre con un garrote ensangrentado le decía:

-Cuando serás un hombre de verdad, cuando aprenderás a comportarte y a no molestarme más, ¡maldito crio!.

Shoan no podía apartar el rostro de su padre de sus pensamientos cuando ese pájaro, de plumas verde azuladas, al verlo tirado en el suelo se le acercó caminando y cantando, el pájaro con su piar saco a Shoan de sus recuerdos.
Shoan se dejó llevar por la ira que tanto caracterizaba a sus antepasados cogió con fuerza al ave, le torció el cuello hasta que este dejó de piar le arranco las alas y lo lanzo contra el árbol donde solo hace unos minutos cantaba a la luz del sol.

Cuando Shoan recuperó la compostura y vio su macabra obra, el horror de su propio ser le atormento, no podía creer que en el fondo fuera un Ignorosc más, le dolieron tanto sus actos que prometió luchar contra la maldición de los Ignorosc. Le dio al pájaro el entierro que se merecía, se disculpó por sus actos, sabía que estaría endeudado con ese ser hasta la eternidad. Desde entonces para Shoan la bondad fue su ser y su manera.

*

Varios minutos después Lord Shoan Ignorosc estaba en su alcoba mirando por la ventana como Edgar Rubius se subía en su propio carruaje y se marchaba con gesto de despedida. Shoan cogió una copa de su mejor vino de la finca, tomo un trago y dijo:

-Te echaré mucho de menos Leowen, te echaré de menos- se puso la mano en el costado, acepto lo que le esperaba y cerro los ojos lentamente.

En el exterior desde el ventanal un pájaro de plumas verde azuladas inicio su cantar.

CRÓNICAS DE ZEEHÏRO

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