|Capítulo 3: Ataque del enemigo|

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Stratený Les, Oeste del mundo, entre el Klan de los Nacidos de las Nubes.

El sol descendía en el horizonte, tiñendo la vasta tundra con tonos dorados y naranjas. El cielo, despejado y amplio, se transformaba en un lienzo de colores cálidos que contrastaban con los del paisaje. Las sombras de las montañas lejanas se alargaban y el aire se tornaba frío.

El aire traslada un aroma sutil, una mezcla de pino y tierra.

En medio de la desolación, el sonido del tallado de golpes resonaba con un ritmo constante y meticuloso. Dante, con manos firmes y hábiles, seguía trabajando con dedicación. Cada golpe del cincel contra el metal, producía un eco que se perdía en la inmensidad del lugar. De pronto, apartó las herramientas y guardó lo que llegó a avanzar en las bolsas.

Avanzó y se posicionó frente a su protector.

—Iré a vigilar, Gael, dame tu arco —ordenó en un tono tosco.

El Mestizo se apresuró a entregarle lo solicitado al moreno, quien hizo un movimiento de cabeza en su dirección y se dio la vuelta para alejarse de ahí, seguido por Akna, encantada de compartir más tiempo con él. Gael exhaló un vaho aliento antes de regresar la atención hacia los del Na'Farko.

—¿Tienen hambre?

—Sí —respondieron Virav y Syoxi al unísono.

Gael les ofreció los mismos alimentos de antes, junto a una extensa sonrisa. Los dos más jóvenes lo tomaron en sincero agradecimiento, correspondiendo el gesto de la misma forma. Por su parte, Pouri ignoraba aquellos vocablos, absorto en el horizonte. Las posibilidades aún revoloteaban en su entendimiento: deseaba regresar pronto al Na'Farko. Su hijita debía estar angustiada por la repentina ausencia, más porque ya no contaba con la compañía de su abuelo.

En ese soplo, experimentó aversión ante la situación que lo rebasaba; incapaz de controlarlo. Era consciente de que, allí, los sellos no funcionarían como le gustaría.

A varios metros de distancia, Dante pasaba la mano callosa por el pelaje suave de Akna, quien recargaba la cabeza en el regazo del hombre y ronroneaba, demostrando lo bien que se sentía antes esas demostraciones. El Guardián esbozaba una imperceptible curvatura, cuya elevación se desvaneció al advertir una ajena vibración en la tierra.

Frunció el entrecejo, desconcertado.

No descartaría la posibilidad. Trasladó la diestra al suelo, y una luz azulada emanó de esta, indicando la exteriorización de energía. Contaba con la habilidad de conocer el flujo de magia de lo que le rodeaba: agua, flores, vegetación y animales.

Notaba cada movimiento, aunque fuera débil.

Al principio, únicamente detectó el ajetreo de las liebres que buscaban comida y el baile de los capullos que se deleitaban con la sinfonía del aire. Sin embargo, un ligero escalofrío le heló la sangre, acompañado de una sensación de frialdad en la extremidad expuesta en la tierra. Las vibraciones que detectaba eran distintas; conocía a la perfección esa inquietud: un grupo de Afym se acercaba a ellos, atraídos por la promesa de la sangre fresca.

Masculló entre dientes.

Cuando trató de levantarse deprisa, fue oprimido por un mareo. La falta de energía le afectaba; mas no tenía tiempo para ceder; debía luchar contra esas criaturas.

Dante regresó con el resto del grupo, exaltado. Pero su semblante permanecía inexpresivo. Ignoró a Gael, quien parecía esperar respuestas de su parte. Se apresuró a agarrar la bolsa, extrayendo ungüentos para detener el sangrado. Sin perder un segundo adicional, tomó la espada del cinturón y se encaminó hacia Azael, cuyo rostro se tornó pálido al comprender lo que el Ángel estaba a punto de realizar. Trató de retroceder, de huir ante lo inevitable, pero Dante fue más rápido.

Le clavó el arma en la pierna, arrancándole un alarido de dolor.

Apático, le arrojó medicinas.

—Con esto no morirás —comentó. Le dio la espalda, acercándose al mayor de los presentes—. Gael, se acerca un nido, te quiero al frente.

—Ahí estaré, Dante.

El Guardián asintió. Observó de soslayo a los otros, inseguro de sus destrezas en la defensa. En otra ocasión, no dudaría de involucrarlos en la confrontación para medir sus habilidades y analizar sus movimientos de combate, empero no estaba en condiciones para protegerlos en caso de que fueran incapaces de vencer. Tampoco les dijo que se trataba aquel alboroto y se retiró al lugar por el que los Afym venían.

Virav y Syoxi se sobresaltaron ante las extrañas reacciones y se levantaron de sus sitios con cierto apresuramiento. En contraste, Pouri se exhibía indiferente; no obstante, en un tono bajo, preguntó:

—¿Qué sucede?

Gael los contempló durante largos soplos. Era comprensible su desconcierto, no entendían y no estaban habituados al actuar de Dante. Exhaló un vaho de aliento, desde la bolsa, sustrajo su propio arco y lo colgó en el hombro. Los movimientos que ejercía eran rápidos y confiados.

—En Nebesky Les y en Stratený Les existen unas criaturas llamadas Afym —explicó, paciente—. Son peligrosas en extremo. Cuando están en grupo, forman lo que llamamos nido. Al parecer, uno se dirige a nuestra dirección.

A pesar de aparentar calma en su semblante, el corazón de Pouri empezó a latir a una cadencia inusual. No por miedo, eso lo sabía bien, mas no era capaz de darle un nombre con certeza.

—¿Hay algo que podamos hacer? —cuestionó Virav con un tono nervioso.

—Ustedes dos no traen ningún arma. —El Aventurero apuntó a Pouri y Virav—. Lo mejor será que se queden aquí.

Pouri enarcó una ceja con evidente confusión. No obstante, así como el Aisur, optó por guardar silencio. Aceptó la decisión con una resignación que rozaba la indiferencia.

—¿Y yo? —Syoxi ladeó la cabeza, apuntándose al rostro.

La voz de Syoxi lo detuvo en seco, haciendo que se girara hacia ella. Ella afirmaba saber cómo emplear armas, habilidad que sería útil contra los Afym; sin embargo, tomar riesgos con tanta prisa no era algo que lo llamaba. Quizá nada más estaba habituada a luchar contra seres humanos, no con ese tipo de criaturas. Pues los Afym eran distintos; feroces. Se trataba de un combate de naturaleza distinta.

Gael abrió los labios y los cerró, repitiendo el proceso múltiples veces hasta que soltó un suspiro.

—No dudo de sus capacidades, pero me gustaría que se quedara aquí, en caso de que se nos escape un Afym —pidió en un tono suave, viéndola junto a un dulce gesto—. Después de todo, Dante está muy débil, no creo que pueda con todos.

En total mutismo, la joven Daivat aceptó esas palabras y asintió con firmeza. No tenía problema con ello, pues acostumbraba a esperar y recibir órdenes. Aunque su actitud optimista distaba de la preocupación de sus otros dos acompañantes, una que se manifestaba en Virav de forma más evidente.

Sin más que añadir, cuando Gael verificó que los del Na'Farko no harían nada imprudente, se retiró con tranquilidad.

Corrió hacia donde se localizaba el Guardián de los Mestizos.

En un silencio sepulcral, que era roto por los susurros del viento y de las aves, las risas guturales de los Afym resonaron en la distancia.

Azael experimentó un escalofrío que le recorrió el cuerpo. Se apresuró a untar el remedio en la pierna para detener el sangrado y poder arrastrarse lejos de ahí. Desconocía el tiempo transcurrido desde que el Aventurero se retiró, pero los latidos desenfrenados del corazón marcaban los minutos que parecían eternos, unos que aprovechaba para empujarse lejos. Sus ojos rojos estaban fijos en el horizonte, expectante a la posible aparición del enemigo, preparado para exteriorizar su magia y averiguar si también ahí los podía controlar.

En breve, la brisa fresca acarició sus largas hebras oscuras y atrajo las risas y los gemidos distantes del enemigo.

Cada segundo transcurrido, los latidos acelerados del corazón provocaba que se estremeciera. Entendía por qué los zorros huían y porque los pájaros se escondían y lo confirmó cuando las siluetas de un cuerpo humano corría en sus cuatro manos hacia ellos. Una lengua larga que rozaba el suelo por la boca abierta mostraba unos colmillos ante el deseo de probar carne fresca.

—¡Ahí vienen! —exclamó el Guardián Supremo, aterrado y retrocediendo cada vez más, sin importar que la herida volviera a sangrar.

La sorpresa e incredulidad marcó los rostros de los otros tres. Sin poder evitarlo, tomaron una posición ofensiva. Syoxi se quitó uno de sus anillos y, tras manifestar su Ha, este se convirtió en una reluciente espada traslúcida. La respiración agitada de todos pesaba en el ambiente, y sus corazones acelerados retumbaron en sus propios oídos.

Temeroso, Virav también retrocedió algunos pasos.

Un Afym se aproximaba con una velocidad inquietante que desmentía su aspecto famélico. La criatura levantó un brazo escuálido, el cual terminaba en largas y afiladas uñas. Movió la extremidad hacia Pouri en un intento de desgarrar su carne.

En un gesto instintivo, el hombre de largos cabellos extendió la zurda para crear una barrera de Ha que se materializó entre ambos. Sin embargo, en cuanto las garras de aquel ser lo rozaron, ese escudo se desintegró en una nube de partículas azulinas. La perplejidad invadió a Pouri por el tiempo suficiente para que el Afym lanzara otro zarpazo; el cual consiguió eludir por un margen en extremo estrecho.

A pocos metros de él, Syoxi se lanzó contra la criatura que los alcanzó. Con la respiración entrecortada, blandió el arma con un objetivo claro: cortar alguna de las extremidades expuestas. No obstante, antes de poder acertar, otra monstruosidad se interpuso en su camino. Tal ser, agitaba sus brazos y escupía saliva ante la excitación que le provocaba el enfrentamiento, soltando una carcajada gutural que resonaba en el entorno.

Syoxi se centró en bloquear los ataques del adversario y contraatacar.

Pronto, el Afym que combatía contra el albino, aceleró las arremetidas como su igual. Sus movimientos parecían erráticos, pero se sucedían a una velocidad que obligaba a Pouri a retroceder sin emplear su Ha. Aún procesaba que su barrera se hubiera disuelto de ese modo, por lo que tenía dos suposiciones: todavía se hallaba débil o las habilidades mágicas no surtirían efecto contra eso.

«Claro, el señor Gael lo dijo», se reprochó.

Aunque ninguna opción le ofrecía consuelo.

Desesperados, y en aparente sincronía, los Afym tomaron distancia. De un único movimiento, se abalanzaron sobre ellos.

En una última oportunidad para confirmar aquellas palabras y sospecha, Pouri volvió a erigir una barrera de Ha; nada más para obtener el resultado: desvanecerse al mínimo contacto. Chasqueó la lengua y siguió tomando distancia. En contraste, con los músculos ardiendo, Syoxi buscó la ofensiva. Corrió en dirección de uno de los Afym, provocando que tambaleara al lanzar una patada y clavar el filo de la espada en su piel.

El Afym liberó un sonoro gemido de dolor, pero alcanzó a elevar uno de los brazos y encestar un golpe a ella. Incapaz de reaccionar a tiempo, la Daivat soltó la empuñadura, y sin lograr esquivarlo, fue lanzada al suelo y arrastrada a una escasa distancia. El ardor se disparó por su cuerpo, arrancándole un jadeo que apenas logró disimular.

Diestra, se repuso del malestar. No perdería tiempo en recuperar el arma alargada, así que se desprendió de otro anillo, el cual —tras exponer una pequeña cantidad de Ha— se convirtió en dos dagas que sostenía con firmeza.

Sus luceros heterocromáticos evaluaron la postura del Afym antes de arremeter contra este.

Enfurecido, el enemigo movió los brazos a una velocidad vertiginosa, trataba de herirla e impedir que se acercara. Syoxi no apartó la vista de cada movimiento, regulando su respiración. Por su parte, Pouri se deslizó por el verde manto para apoderarse de la espada de la Daivat y, aprovechando el punto ciego de la criatura —que se hallaba de espalda a él—, lanzó el arma con fuerza en su dirección. Un grito se escapó desde la garganta del Afym, quien cayó derrotado.

El otro aprovechó que el albino estaba desarmado y embistió sus garras hacia él. En un acto reflejo, Pouri se apartó tan rápido cómo le resultó posible. Ese fue el instante que Syoxi utilizó para desestabilizar a ese enemigo y luego enterró las dagas en esa piel amarillenta, desgarrándola.

El Afym cayó inerte al suelo.

El silencio se tornó sofocante por unos instantes hasta que la voz de Azael retumbó en el aire:

—Tardaron demasiado en derrotar a un Afym tan débil —dijo, asegurando una venda alrededor de su pierna herida—. Por fortuna eran dos.

—No esperaba que el Ha no sirviera contra esa cosa —comentó Pouri en un susurro, observándose la mano.

En cambio, Syoxi se dejó caer en el verde pasto. Su respiración y los latidos del corazón parecían estar sincronizados a una cadencia irregular. Permitió que sus armas selladas se transformaran otra vez en anillos, los cuales deslizó en sus dedos. Cuando al fin elevó la cabeza, dirigió la contemplación hacia Azael.

—Al menos, los derrotamos y actuamos —expuso con el ceño fruncido, también le dio un fugaz vistazo a Virav—, y no nos quedamos viendo.

El Aisur alzó las manos a la altura de su pecho en señal de paz, mientras que el Demonio señalaba la extremidad lesionada, queriendo justificar su inacción. Luego, se enfocó en el albino y detalló sus gestos confusos, referente a la inutilidad del Ha.

—Existen algunos Afym que absorben la magia y la mejor alternativa es usando armas —repitió Azael.

Después de escucharlo, Syoxi se recostó sobre el suave tapiz de hierbas para descansar; Virav ocupó un lado junto a ella. Entretanto, Pouri admiró los alrededores mientras sopesaba esas palabras que martillaban su cabeza. Lo había confirmado minutos atrás cuando su barrera se deshizo por segunda vez; no obstante, la sensación de extrañeza continuaba aferrándose a él con ímpetu.

El paso del tiempo se tornó lento.

Los animales no daban señal de cercanía, puesto que los gemidos de los Afym con los que se enfrentaban Dante y Gael aún reverberaban como un eco en el viento, un sonido al que Azael prestaba atención. Había conseguido detectar la magia repugnante de aquellos seres, era capaz de sentir sus movimientos a la distancia, podía ver cómo estos iban perdiendo contra el Mestizo, sin tener ninguna oportunidad de defenderse.

Una sonrisa se deslizó en sus labios.

No le sorprendía la destreza de Dante en combate. Después de todo, él era un Guardián.

Los habitantes de Nebesky Les se sometían a pruebas para demostrar su maestría en la defensa, competían entre ellos y el que resultaba el mejor de todos: portaba honorable título. Dante podía destruir a los Afym con facilidad. Además, era un Ángel: su cuerpo alcanzaba a curar cualquier herida a una velocidad extraordinaria.

Al pasar los minutos, las siluetas de los Mestizos aterrizaron en el campo de visión del Demonio, quien chasqueó la lengua cuando notó que Dante parecía ileso. Pero su impresión era engañosa. El rostro demacrado y sudoroso del moreno se exhibía signos de fatiga. Su pecho subía y bajaba a una cadencia anormal, incluso se le dificultaba mantenerse en pie. A un costado, Gael lo atisbaba de reojo, con una mueca. Estaba preparado para intervenir en caso de que fue necesario, consciente de que su protegido rechazaría cualquier ayuda.

Dante avanzó sin prisa hasta alcanzar al resto del grupo. Sin preocuparse por extender una manta, se sentó. Quiso enfocar la mirada en los rostros ajenos; sin embargo, pero todo parecía borroso. Mientras tanto, el Aventurero les sonrió a los humanos del Na'Farko.

—¿Se encuentran bien?

Virav, al observar que Syoxi se había dormido y Pouri no parecía interesado en responder, tomó la palabra:

—Sí. ¿Qué hay de ustedes?

El mayor de los Mestizos oteó de nuevo a su protegido. Aunque la respiración de Dante se había regularizado con levedad, los temblores en sus brazos no pasaban desapercibido. Suspiró y regresó la atención al hombre de ojos cian.

—Fue bastante agotador. Eran entre diez y quince, pero pudimos detenerlos —respondió—. Es posible que no seamos atacados en unos días.

Virav pasó un hilo de saliva ante la cifra mencionada. Aun así, permaneció en silencio. Sin duda, él no estaba preparado para enfrentarse a tales criaturas, menos si existían algunas que absorbían magia. Eso sobrepasaba sus límites.

Gael caminó y se posicionó al lado derecho del Guardián, tomó asiento y le ofreció una cantimplora. Él lo observó con el entrecejo fruncido, trataba de ver lo que le daba. Nada más contemplaba sombras oscuras y el zumbido en los oídos no lo ayudaba a distinguir los vocablos que pronunciaba en su dirección. Pero no dudaba de su protector, así que estiró el brazo y abrió los labios, dispuesto a agradecerle. Empero, una repentina tos que le quitó el aliento y lo obligó a inclinar el torso hacia adelante. Se sujetó el pecho, buscaba respirar. Acto seguido, el sabor metálico de la sangre confirmó sus peores temores; empeoraba. Supo que Gael lo rodeó con los brazos, pero la oscuridad lo rodeó y se desplomó entre sus brazos.

El Aventurero exhaló con resignación.

Con cuidado, lo depositó en el suelo. Enseguida, extrajo un ungüento y lo aplicó en la frente del moreno que ardía en fiebre.

—Descansen; vigilaré —dijo Gael, sin mirarlos.

Curioso, Pouri le dio un ligero vistazo de reojo.

—Puedo ayudarlo —aseguró en un tono bajo.

Gael desvió el rostro en su dirección y frunció el ceño.

—¿Ayudarlo cómo? —inquirió, escéptico.

—Con Ha —respondió. Se aproximó a ellos y se colocó de cuclillas junto al Guardián—. Puedo hacer que se estabilice, pero necesito saber las razones de su condición. ¿Está enfermo?

—Gasto de energía —comunicó el mayor, sentándose a un costado de su protegido.

—Antes de llegar a Stratený Les, estuvimos en guerra y el Guardián ha estado en constante uso de la magia y combate —agregó Azael, quien todavía estaba a una prudente distancia de ellos—. Después de pelear contra el nido, supongo que llegó a su límite.

Mmm... ¿Algo más que deba considerar? —cuestionó, detallando las facciones del Guardián de los Híbridos. Uno de sus dedos se deslizó por la frente de este, percibiendo su temperatura. Inhaló hondo y atisbó a Gael de reojo.

—¿Sobre qué? —preguntó el Mestizo con extrañeza.

—¿Fue herido en la contienda? ¿Para ustedes es normal escupir sangre por el desgaste de energía? —A pesar de preguntar eso, buscaba por sí mismo señales de heridas visibles en el cuerpo de Dante, explorando las partes con extrema delicadeza, en un tacto ligero.

La piel caoba del Guardián era pálida y estaba cubierta de una fina capa de sudor. Pouri percibió un ligero temblor en los labios ajenos.

—La energía lo es todo para nosotros —articuló el hombre de ojos morados en un tono suave a la vez que pasaba la mano por la mejilla de su protegido—. Si la usamos toda, morimos. Y cuando abusamos, sucede esto.

En ese soplo, Pouri permaneció mudo. Se centró otra vez en Dante. Le colocó una mano en el pecho, sintiendo los débiles latidos del corazón; sin dudarlo, exteriorizó su Ha para aliviar el malestar que lo aquejaba. De repente, experimentó un gratificante cosquilleo recorrerle la piel. No obstante, optó por ignorarlo, conservando una expresión neutral.

Los minutos se dilataron en el tiempo.

Una vez que Pouri notó que el semblante del moreno mostraba signos de mejoría, tomó distancia. Ante lo cual, los ojos morados de Gael se abrieron de par a par. Trasladó una mano a la frente de este, la fiebre había desaparecido. Anonadado, atisbó al albino con asombro.

—No sé qué hiciste, pero gracias. —Ejerció una larga reverencia hacia él.

Pouri se limitó a corresponder con una ligera inclinación de la cabeza. Se situó a un costado de Virav y juntó los párpados. Para ese punto, era consciente de que también requería descansar.

Durante el resto de la noche, Gael hizo guardia, alerta ante cualquier posible ataque. En ese tiempo, reflexionó en que la presencia de Dante podría tener buenas razones: la posibilidad de que regresar a Nebesky Les era una realidad alcanzable; volvería con su hija. Ante el pensamiento, deslizó una amplia expresión en su semblante.

Glosario:

Energía: Sistema de magia de Nebesky Les y Stratený Les.

Ha: Aliento de vida (sistema de magia del Na'Farko).

¡Gracias por leer!

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