algo peor que la muerte

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Dicen que el amor lo cura todo, que te da fuerzas para tolerarlo todo, que todo lo vale, o al menos eso creía.

Me enamoré profundamente de una mujer más frágil que una gota de rocio, y más hermosa que un claro de luna, tan cálida como una brisa de verano, tan mía que podía sentirla bajo mi propia piel, podía distinguir  cada sonrisa en su mirada antes que sus labios la dibujaran.

Éramos jóvenes, pero me prometí amarla por toda la eternidad, debíamos casarnos una tarde de otoño, pero unos días antes de nuestra boda un accidente me la arrebató, tan cerca de mi, tan solo volteé un segundo y ella jamás terminó de cruzar la calle. Le susurró que todo estaría bien, que ella estaría bien, que siempre estaríamos juntos, que siempre la amaría y entre jadeos lastimeros ella se fue en mis brazos.

No pude lavar su sangre de mi cuerpo, y tuve fuerzas para soltarla, aún la luz se fue de sus ojos yo la llamaba pero ella ya no m escuchaba.

Esa noche, supe que no podría continuar sin ella y decidí  encontrarla en la otra vida, le dije que siempre la protegería, y ella dijo que me esperaría, quizás ahí estaba, esperándome  al otro lado de la muerte, llamándome, para poder cubrirla del frío de la nada.

Bebí  una botella de whisky que guardaba para el brindis de nuestra boda, y asome mi cabeza por el nudo de la soga que aguardaba mi partida. Mal dije al cielo por quitármelo y entre lágrimas rogue poder verla de nuevo.

Y llegó, llegó en el soplo del viento que abrió mi ventana, un hombre de ojos dorados y piel de mármol, vistiendo un distinguido traje oscuro, se sirvió una copa y brindó por mi amor, sentado sobre la única silla de aquel desvencijado, con una sonrisa.

—a tú  salud amigo mío —dijo con parsimonia mientras bebía—,   el destino te arrebató a su amada, pero vale acaso tu vida la débil esperanza de volver a verla?

—quien quiera que sea, y como haya entrado, váyase.

—rara vez me interesó  por el mundo de los hombres, pero casualmente vi el accidente y aceptaste mi atención, personalmente creo que el amor es una ilusión, un sueño banal con el que desesperadamente las mentes débiles buscan darle sentido a sus insignificantes vidas —dijo con la mirada fija en el nido que colgaba sobre mi cabeza.

—¡¡Le dije que se vaya!!

—¿cree en verdad que una mujer vale su vida?

—¡Larguese de una vez o lo llevaré conmigo al infierno! —le grité ebrio de cólera.

—No es un lugar agradable, te lo aseguro —me respondió con una sonrisa— ya que estas  tan determinado, ¿cuánto estás dispuesto a dar por volver a verla?

—¡Maldita sea! ¡Váyase de aquí y déjeme en paz!

—Dígame

—Lo daría todo por volver a verla

—¿Sí  le dijera que puedo traerla de vuelta? —me preguntó con esa sonrisa espeluznante.

—¿quien eres?

—eso no importa, lo que importa es que estarías dispuesto a hacer por que ella estuviera viva.

—Haría lo que fuera.

—Bien, te ofrezco una mejor salida —dijo ofreciéndome una copa—, puedo hacer que ella vuelva, y tu podrás verla por siempre.

—¿y que quieres? Mi alma? —pregunté burlonamente.

—No exactamente, tu vida —respondió con una esa sonrisa y mirada felina— alguna vez amé con la intensidad que tu ahora, y me dieron la oportunidad de poder verla vivir una vez más, a cambio debía entregar mi cuerpo, mi nombre y permanecer encerrado en mi último cuarto por toda la eternidad o hasta que ella me reconociera. —dijo con un tono amargo mientras bebía un último trago.

—No entiendo.

—es simple, ella continuará con vida, pero tu deberás permanecer aquí, sin salir jamás, podrás verla por esta ventana todas las veces que quieras hasta el fin de sus días. A cambio me darás tu cuerpo y tu nombre, si ella reconoce que no soy tu antes de los tres días serás libre y podrán estar siempre juntos.

—¿Por que? ¿Que ganas con esto? ¿Cual es el truco?

—Una vida, te daré  un consejo que no me dieron a mi, el amor es pasajero, y puede ser una real mentira, el truco es que si tu amor no es tan real o lo sufientemente para reconocerte, pasarás el resto de tu existencia  inmortal  perseo en estas cuatro paredes, sin comer ni beber, sin ser oído ni visto por otra alma por toda la eternidad. Por supuesto, podrás liberarte de esta prisión si sales por esa puerta, pero te lo advierto, si lo haces ella sufrirá una muerte terriblemente dolorosa frente a tus ojos y toda su descendencia morirá. Y aún cuando salgas  serás un alma errante, sufrirás frío, sed y hambre que jamás podrás saciar hasta que encuentres otra Alma que ocupe tu lugar.

—¿por que?

—Por que el diablo no cree en el amor —dijo con una sonrisa bebiendo una vez más de la copa que parecía que jamás terminaría.

—Tu tendrás mi cuerpo... ¿y si ella me reconoce en tres días yo seré libre?

—sí, será como si nada hubiera pasado —se acercó a mi con esa sonrisa— ¿tenemos un trato?

—Es un trato —acepte después de pensarlo por unos segundos, nuestro amor era real y ella sabría que ese hombre no era yo.

—Pero recuerda, si sales por esa puerta ella morirá —dijo al tiempo que apretamos mi mano y despareció.

No recuerdo que pasó después, solo desperté con un fuerte dolor de cabeza, y mucha sed, creía que era por el licor,  estuve por salir por un poco de agua hasta que oí, la escuche con claridad al otro lado de la ventana, y cuando asome la vi, la ventana daba a una florería que visitamos amenudo, sonreía con la misma dulzura de toda la vida, me veía, o eso creía hasta que vi a un hombre idéntico a mi, con mi misma voz, decir su nombre y besar su labios.  Crei que me volvería loco, grete y golpeé el cristal para llamarla pero ella no volteó a verme, pero el si, el me miró a los ojos con esa mirada felina y en silencio articuló dos palabras "tres dias".

La sed y el hambre me volvían loco, la habitación nunca se había sentido más fría, pero cada vez que la veía a través de la ventana resistía mi deseo de buscar agua, solo tres días.

Los tres días pasaron y a través de la ventana vi a aquella mujer de rizos dorados y sonrisa angelical caminar al altar, hacia un hombre que se veía como yo, hablaba como yo pero no era yo.

Podía ver y oír todo al rededor de la mujer que ame, la vi tomar su mano, decir acepto y besar sus labios, la vi hasta el último  minuto del tercer  día  en que ella era suya y ya nunca más podría ser mía.

Han pasado ochenta y cuatro años, y ella ha envejecido cálidamente, tubo tres hijos, el mayor tiene los ojos como los míos, y la más pequeña tenía su sonrisa, tiene seis nietos y casi ha olvidado nuestra vida. El hombre que robó mi vida huyó después de cinco años dejándola sola, pero ella nunca lo odio, nunca me odio o eso decía cada noche antes de dormir.

La he visto reír y llorar por ochenta y cuatro años, la he acompañado desde la ventana de esta casa abandonada sin que ella pudiera oírme, ni verme, he sido tentado tantas veces a ir tras ella, el frío y el hambre me queman por dentro hasta casi desfallecer, pero nos no muero, no puedo  morir, no puedo abrazarla en estos últimos minutos de vida que le quedan en esa pequeña casa solitaria, no puedo acompañarla, no puedo salir sin dejar morir todo lo que ella ama.

Ya se ha ido, y en el silencio de esta habitación abandonada por toda la eternidad se que hay cosas peores que la muerte.

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