Amarillo

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La oscuridad dominaba Gotham y para variar el cielo estaba despejado, hecho extraño, ya que en la capital del crimen era común que los cielos estuvieran cubiertos por nubes tormentosas aun cuando no lloviera; pero, aunque de las alturas cayera un diluvio, eso no podría opacar el buen ánimo de una joven que preparaba la cena mientras se movía alegremente por la cocina de su amplio departamento en el centro de la ciudad.

-Amarillo, me tienes en los bolsillos. Morado, ya me olvidé del pasado. En rojo, porque me sangran los ojos de llorarte cuando no estas a mi lado –cantaba alegremente la fémina.

De cabellos castaños largos y ondulados, figura bien proporcionada sin ser exagerada y baja para su edad, así era Marielle Andersen. Una joven positiva, de carácter fuerte y muchos talentos inesperados, entre ellos la cocina, estudiante del tercer año de medicina en la Universidad Estatal de Gotham; y enamorada como una colegiala.

-Celeste, cuésteme lo que me cueste. Dorado, porque no pienso perderte. Tu amor es un arcoíris de colores y me muero por tenerte –continuó cantando con buen timbre, mientras se movía al compás de la música en sus auriculares.

El sueño de la vida de Marielle; uno de muchos, se trataba de vivir un romance de cuentos; aunque aquello no funcionó muy bien durante su adolescencia. La chica en verdad tenía mal juicio en cuanto a los hombres. Cuando elegía al chico lindo terminaba siendo engañada y cuando apostó por el de buenos sentimientos terminó de la misma manera, pasara lo que pasara, parecía que Marielle no estaba destinada a vivir un romance de cuentos.

La joven removió el estofado que preparaba por décima vez y probó el contenido de la olla con una cuchara, satisfecha con el sabor apagó el fuego para continuar con los otros componentes de su cena.

La canción terminó y la chica detuvo su quehacer para volver a reproducirla. Tenía al menos dos semanas con la misma canción pegada, inclusive cuando recién se levantaba la letra de esta se reproducía dentro de su cerebro de manera involuntaria, y esto coincidía con la partida de su novio a un viaje importante.

¿Qué? ¿Creyeron que porque Marielle ha tenido mala suerte en el amor durante casi toda su vida no tendría novio? Falso. La castaña llevaba casi un año de noviazgo. No con un chico lindo y vacio, o de buenos sentimientos. Más bien con una combinación extraña de ambos. El novio de Marielle era un muchacho ciertamente atractivo, de mente profunda y complicada, con emociones explosivas y reservado como solo un agente de la CIA podía serlo.

-¿Qué será lo que fabricas tú? ¿Lo que te hace tan especial? Cuando hablo o pienso en ti, es imposible ser imparcial -entonó la de ojos chocolate mientras cortaba vegetales.

La voz de Marielle era afinada, bonita, no era profesional ni nada por el estilo, tenía muchos errores de ejecución al oído de un experto, pero, a los oídos del experto que la miraba oculto en las sombras del departamento, resultaba ser la voz más maravillosa del mundo, dulce y tranquilizante.

-Te has vuelto todo y más allá. El mundo lo sabe, no es ningún tabú –cantó con las mejillas sonrosadas, sacando una sonrisa arrogante de su observador –Es tan irreal, lo que me hace extrañarte así cuando no estas...

La mirada de la fémina se apartó de la tabla de picar para mirar directamente una de las paredes de la cocina comedor, una en específico que estaba llena de pequeños dibujos enmarcados de flores, hechos con diversas técnicas: acuarela, oleo, carboncillo, tizas, colores, pero todas igual de hermosas y aunque cada ilustración era de una flor diferente, tenían algo en común; la firma: D. Wayne, un trazo seguro y elegante, igual que su dueño, adornaba la esquina inferior izquierda de cada obra, seguida de la fecha en que fueron terminadas.

Cada flor fue dada a ella por el mismísimo artista, por su novio: Damián Wayne. Su pareja era un joven muy reservado, de esos que no regalan flores o recitan poesía, pero él siempre encontraba la manera de amarla a su manera. No le compraba flores, pero las pintaba para ella, tampoco le dedicaba poemas, pero leía los libros que a ella más le gustaban y dejaba marcadores sobre las oraciones encontró significativas.

El inicio de su historia fue convencional y poco emocionante. Se conocieron cuando Damián recién graduado de la secundaria con 16 años, asistió a una ceremonia de bienvenida para los estudiantes de nuevo ingreso en la Universidad Estatal de Gotham, y siendo él, hijo del millonario más grande de la ciudad y posiblemente del país, la rectora de la universidad se encargó personalmente de presentarle a todos los estudiantes destacados de primer año, y entre ellos figuraba Marielle, la única chica que pareció no sufrir de una revolución hormonal en cuanto le presentaron al heredero de la corporación Wayne.

Y fue eso lo que causó el interés de joven, uno que era frecuentemente renovado por los continuos desplantes que le hacia la castaña, siempre rehuyendo de él como si fuera una plaga.

Más tarde el ojiverde creyó entender porque ella escapaba, ella era tres años mayor que él, por lo cual, Damián supuso que la joven solo intentaba mantenerse alejada de problemas legales por ser él menor de edad. Pero, eso solo fue la punta del iceberg. A los pocos meses de conocerla el pequeño Wayne se topa a la chica en una gala de la compañía de su padre, donde la conoce por quien es verdaderamente: Marielle Ivette Andersen Guillory, la unigénita de un magnate alemán de la industria petrolera, quien recién iniciaba negocios en Gotham, por lo cual aún era poco conocido, incluyendo a su familia.

No obstante, lo más sorprendente de esa noche no fue saber que la joven escondía su identidad, si no la petición que esta le hizo.

Flash Back.

-¿Joven Wayne? ¿Podemos hablar un par de minutos? –preguntó la castaña ataviada en un hermoso vestido dorado que resaltaba sus discretas curvas.

-¿Nos disculpan un momento? –cuestionó el de ojos jade a los adultos.

El padre de Marielle y el de Damián escrutaron a ambos jóvenes con severidad, pero ambos dieron su aprobación para que los menores se retiraran durante unos instantes.

La castaña siguió al azabache hasta un balcón abierto, ella ingresó sin dudar y él cerró las puertas tras de sí.

-¿Qué quieres? –preguntó Damián con tono caustico.

-Quiero pedirte un favor –susurró ella con las mejillas carmesíes por la vergüenza.

-¿Primero me tratas como basura y luego tienes el descaro de querer pedirme un favor? –razonó con hostilidad en la voz.

El rostro de la joven extranjera se contrajo de la tristeza, pero no se dejó arrastrar por la personalidad autoritaria de Damián. Irguiéndose con toda la dignidad contenida en su cuerpo y haciendo los hombros para atrás, mostrando una postura de dama de la alta sociedad, dijo:

-Bien. Siento haber sido descortés contigo, pero esta era mi primera oportunidad de vivir una vida normal sin estar rodeada de lamebotas que solo se acercan por el dinero o la fama –explicó decidida y sin sentir vergüenza de sus actos- Mátame por querer evitar al hijo del millonario más grande de todo el país para mantenerme de bajo perfil –comentó sarcásticamente- Pensar que comprenderías fue una tontería, olvida lo que dije –finalizó su diatriba con fastidio en la voz.

Ella se volteó dispuesta a irse de allí, aceptando que eventualmente sus compañeros dejarían de tratarla con honestidad, acercándose con motivos más oscuros que el de obtener una buena calificación en algún proyecto. Marielle estaba por abrir las puertas de cristal para volver al salón, cuando una mano del muchacho de piel tostada tomó su muñeca izquierda, deteniéndola.

-Te escucho.

Los ojos verdes vieron complacidos como los orbes chocolate de la chica brillaron de pura emoción y sus labios expresaron una sonrisa genuina.

Fin del flash back.

Esa noche fue el principio. Damián entendió que Marielle solo buscaba una vida tranquila, aunque eso fuera poco realista desde su perspectiva, ya que en cuanto su padre se diera a conocer en el entorno empresarial de Gotham su supuesto anonimato se iría al infierno, pero él la comprendió y aceptó guardar su pequeño secreto en la universidad y frente a sus padres.

Meses después ambos jóvenes se convirtieron en confidentes. Se buscaban el uno al otro de manera inconsciente dentro del campus universitario a pesar de pertenecer a carreras distintas. Gustaban de comer juntos cuando ambos horarios coincidían o de compartir una taza de té o café en las mañanas mientras esperaban su primera clase de la mañana.

Un año después ellos se reconocieron como amigos, aunque los sentimientos de la chica habían tomado un camino distinto, uno que ella sabía: no era el correcto, por lo que calló lo que sentía. Marielle era inmensamente feliz solo con compartir los silencios de Damián mientras este dibujaba sentado en los jardines de la universidad.

Y así fue hasta que el primer dibujo de flor llegó: un clavel amarillo. Le siguieron una azucena, margarita, gerbera, girasol, hortensia, crisantemo, alelí, petunia y una rosa, una rosa tan exquisita y de color escarlata que casi saltaba de la página a sus manos, una rosa enmarcada en un portarretratos blanco y que en la tapa trasera tenía la palabra: "Ábreme", escrita con la letra inconfundible de Damián. Pero ella no se dio cuenta hasta la noche, donde en la soledad de su habitación abrió el marco, encontrándose con la prolija letra del azabache en el reverso del dibujo: "¿Quieres salir conmigo?".

Esa noche Marielle lloró de felicidad y también de temor ¿Qué diría la gente? Ella era mayor que Damián por tres años, tenía 20 y el 17 era ilegal e inmoral. Atormentada y dividida, decidió confrontar a Damián.

Flash Back.

-Buenos días –susurró la castaña al encontrarse en la cafetería de siempre con el azabache.

-¿Qué sucede? –indagó el de ojos verdes, directo al grano.

Para Damián, que conocía a Marielle como la palma de su mano no pasó inadvertido el uso de más maquillaje del acostumbrado en el rostro de su acompañante.

-Yo... Lo vi –comentó la joven con el rostro avergonzado.

-Esa era la idea, y asumo que eso fue lo que no te dejó dormir anoche –razonó con los brazos cruzados – Y por tu expresión tu respuesta no es la que yo espero.

-Da-Damián yo... -susurró con la voz a punto de quebrarse- Lo siento.

-También puedo deducir, por tus obvias ganas de llorar que no es porque no desees aceptar –argumentó- Dime que te tortura, Marielle –indagó con tono dulce, haciendo uso de su nombre completo.

La mano del moreno se desplazó sobre la mesa hasta tomar una de las temblorosas manos de la joven frente a él.

-Lo siento, debo irme, Damián –se apresuró a decir, retirando bruscamente su mano del agarre del menor.

Fin del flash back

Luego de eso, Marielle evitó a Damián por una semana entera. Cambiando todos sus hábitos, para que el moreno no pudiera localizarla con facilidad. Y aun cuando Damián intentara atajar a la chica, ella fue más astuta cambiando temporalmente sus horarios con una excusa barata para sus profesores. Hasta que el Wayne menor se hartó y le preparó una emboscada.

Flash back

-¿Has visto a Mary Andersen? –cuestionó Damián a un joven al azar que estaba en la facultad de Ciencias de la Salud, haciendo uso del nombre que la chica usaba para mantenerse anónima.

-Uhm... ¿La castaña representante de segundo año? –cuestionó el alumno.

-Exactamente –confirmó.

Marielle podía intentar mantener el bajo perfil que quisiera pero al ser una excelente estudiante y representante estudiantil del segundo año de su carrera, era imposible.

-Hace unos minutos estaba buscando al profesor de neuroanatomía, probablemente esté en el auditorio uno –indicó el muchacho.

Damián asintió para el desconocido y se marchó en la dirección suministrada. Desde la puerta del auditorio pudo confirmar la presencia de la castaña conversando con un profesor, ella parecía consultarle algo con bastante insistencia, por lo que el menor volvió a la entrada de la facultad donde se escondió tras uno de los pilares y espero.

Minutos después los ojos verdes captaron como la cabeza castaña de Marielle se asomaba con cuidado en la entrada, mirando a todos lados con paranoia, pasaron algunos segundos y ella abandonó el recinto a paso tranquilo. Damián la siguió con sigilo.

Cuando la chica pasó por uno de los estacionamientos, el azabache se aproximó a ella y la tomó de la mano, arrastrándola con él entre los autos. Damián se detuvo al lado de un lujoso deportivo negro de su propiedad y con un movimiento fluido, subió a la castaña al automóvil en contra de su voluntad.

Wayne rodeo el deportivo e ingresó al asiento del piloto, encontrándose con una furiosa castaña. Que a sus ojos lucia extremadamente sensual.

-¡Déjame bajar ahora, Damián Wayne! –exigió molesta.

-¡No!

-¡Esto es secuestro! –acusó.

-¡Cállate de una vez! «tt» -gritó pasándose las manos por el cabello en señal de frustración -¿Qué creíste que haría? ¡Me has evitado toda la maldita semana, Marielle!

-¿Crees que gritándome lograras que deje de evitarte? –razonó cruzada de brazos.

-No, pero al menos quiero obtener una respuesta de ti.

-¡Ya te la di!

-Un patético: "lo siento" y dejarme solo en una cafetería no cuenta como una respuesta –rebatió.

-¡Sí lo es! – aseguró

-No es la respuesta correcta y mucho menos si no me das una explicación –argumentó frustrado.

-¿Qué demonios quieres que te diga, Damián?

-¿Por qué me rechazaste?

Marielle guardo silencio.

-¿Es por tu anonimato? Porque si lo es, déjame decirte que es absurdo –comentó con hastió.

-Jamás rechazaría a alguien por algo como eso.

-¿Entonces? –exigió- ¿Nuestras familias? ¿La presión social? ¿Es porque soy Robin? –insistió.

-¿Qué? ¡NO! –gritó aterrada de que Damián creyera que lo rechazaba por su alterego.

Meses atrás la familia Andersen fue blanco de uno de los criminales de Gotham, por lo que Marielle terminó siendo custodiada por el petirrojo. Al principio ella solo quiso ser una buena persona y trató de facilitarle su trabajo al héroe dejándolo entrar a su departamento para que este al menos no se mojara con el recurrente mal clima de Gotham, al principio el joven de capa se mantuvo distante, pero la castaña era obstinada y logró su cometido.

Con algunos días de convivencia notó el parecido en ciertos modos de hablar en Damián y Robin, a pesar de que las voces se escuchaban distintas, fue la figura del enmascarado y el aroma que este desprendía lo que se lo confirmó ¿Raro? Una chica enamorada puede distinguir al chico que le gusta así lo vea a kilómetros de distancia. Su descubrimiento terminó con una larga conversación entre ella, Robin y Batman; de lo que simplemente se concluyó que ella guardaría el secreto con su vida de ser necesario.

-Es por la edad... –murmuró Damián con una certeza absoluta.

Marielle volvió a guardar silencio.

-¿¡Eso!? –cuestionó indignado- ¿De todas las cosas que podrían alejarte de mí? ¿Escogiste esa, Ivette? –razonó con frustración haciendo uso del segundo nombre de la castaña, el cual ella odiaba.

-¿Acaso crees que es algo pequeño? ¡Imagínate! La heredera extranjera duerme con el menor de edad Damián Wayne. ¡Puedo ver el titular en toda la maldita prensa rosa de este país! –argumentó molesta mientras gesticulaba exageradamente con ambas manos.

-No lo permitiré... -susurró el azabache.

-¿Qué te hace creer que puedes detener un escándalo de esas proporciones? –preguntó la castaña con amargura.

-Te voy a hacer una sola pregunta, Andersen. Y respóndeme con absoluta honestidad, y te lo advierto, si mientes o argumentas una estupidez más voy a desaparecer de tu vida...

Marielle continúo viendo los labios de Damián moviéndose, pero no escuchaba nada. La última semana para ella fue una tortura, un castigo aún más grande que tener que guardar en secreto sus sentimientos. Estar alejada del azabache era como estar en el desierto a punto de desfallecer por la deshidratación y tener un vaso de agua al alcance de tu mano, un agua que te niegas a beber por la minúscula posibilidad de que fuera un espejismo. Ella podía soportar la idea de estar enamorada y no ser correspondida, en el tiempo que pasó enamorada en silencio contempló con terror la visión de que el azabache iniciara una relación con alguien más, alguien más afín con su vida heroica y pudo ser feliz por él eventualmente; pero, saberse correspondida y sin poder alcanzarlo de ninguna forma, era algo con lo que no podría vivir.

Damián esperaba impaciente la respuesta de Marielle a su pregunta, pero ella parecía absorta en sus pensamientos, los ojos castaños le miraban con un conjunto de emociones al azar: terror, tristeza, anhelo, confusión, incluso ira. En ese momento él no podía desenmarañar lo que pasaba por la mente de la castaña, por primera vez, ella fue un misterio para él y sintió miedo de lo desconocido, algo que creyó erradicado de su alma desde su más tierna infancia.

El silencio se hizo denso dentro del vehículo, los oídos de ambos enamorados silbaban. Marielle no apartaba sus ojos del rostro del muchacho que amaba, pensó en su familia, la de él, la edad, la sociedad y el posible escándalo de la prensa; y nada de ello le importaba realmente, entonces reparó que no prestó atención a lo que Damián le había preguntado. Se devanó el cerebro buscando algún indicio de la famosa pregunta, pero al encontrarse en blanco solo encontró una respuesta correcta.

Los labios naturalmente rosados de la castaña impactaron contra la boca del heredero Wayne, por un segundo ella creyó que su accionar no fue el correcto, pero cuando él le correspondió con aun más intensidad, se dejó ir.

Damián acunó el rostro femenino entre sus manos, acariciando con los pulgares las calientes mejillas ajenas, observando a través de las pestañas como la chica se entregaba a él con absoluta rendición, ella tenía los ojos cerrados y la cabeza inclinada hacia atrás, regalándole tímidas caricias a su cabello. Tanta entrega de parte de Marielle lo llevó a entregarse de la misma manera, y cerrando los ojos se dejó conducir por sus hormonas.

Fin del flash back.

Ese beso necesitado fue el inicio de todo. Semanas después la pareja de herederos habló con sus familiares más cercanos sobre su relación, acordando que mantendrían un bajo perfil hasta que Damián fuera mayor de edad. Los Wayne tomaron el noviazgo con bastante humor, molestando al menor por su precipitado paso en las "ligas mayores", en cambio, los Andersen tuvieron la típica reacción de padres sobreprotectores, Leonard Andersen casi puso el grito en el cielo y soltó una retahíla de insultos en su idioma natal, ignorando que Damián podía entender perfectamente todo lo que decía, todo esto pasaba mientras Regina Andersen Guillory intentaba lidiar con el arrebato de su esposo y con su propia sorpresa por el romance de su unigénita con el hijo del playboy más grande de Norteamérica.

Con el paso de los meses la sorpresa inicial por el noviazgo pasó y para los Andersen y Wayne resultaba extraño ver a Damián sin Marielle y viceversa, incluso los periodistas habían iniciado un par de rumores maliciosos sobre los jóvenes, pero prontamente todo chisme fue atajado por el poder de Bruce Wayne a petición de su único hijo biológico, todo con el fin de mantener la relación en las sombras hasta que fuera socialmente adecuada.

Durante meses Marielle y Damián vivieron un romance tranquilo e idílico; reservando sus demostraciones de amor a la privacidad de sus hogares y manteniendo un poco de distancia en la universidad, lo que fue aprovechado por los admiradores de ambos.

Flash back.

-¡Mary, buenos días! –exclamó un joven de cabellos y ojos oscuros a la castaña que recién ingresaba al departamento de Ciencias de la Salud.

-Uhm... Buenos días, Noah –saludó Marielle con mucho menos entusiasmo que su compañero.

-¿Estas lista para la clase de hoy? Leí muchísimo anoche, el manual que me recomendaste me ayudó mucho, comprendí cosas que antes no podía –hablaba apresuradamente el muchacho- De verdad te agradezco por tu ayuda –dijo el emocionado estudiante dándole un prolongado abrazo a la extranjera.

-Ehm... Me alegro que te sirviera –contestó incomoda, separándose con toda la delicadeza que pudo del inesperado abrazo.

-¿Y pudiste dormir anoche? Cuando te llamé sonabas extraña, espero no haberte interrumpido mientras estudiabas o dormías –preguntó pasando un brazo por sobre los hombros de la castaña.

Aquel chico era el típico compañero de clases pegajoso que desconoce el concepto de espacio personal y de los que confundía la amabilidad con algo más, causándole situaciones incomodas a la castaña. Como la noche anterior, en la cual Noah llamó a Marielle en plena madrugada, despertándola a ella y a un recién llegado Damián de su patrullaje nocturno, quien decidió no volver a su propia cama si no colarse en la de su novia.

-Estaba dormida cuando llamaste, Noah –contestó Marielle, quitando con delicadeza el brazo masculino de sus hombros- Sé que te dije que podías llamarme cuando tuvieras dudas que resolver y que no importaba la hora, pero creo que te lo tomaste muy literal, eran las tres de la madrugada –razonó con el ceño fruncido.

-¡Lo siento! No quise ser inoportuno, es que vi que te habías conectado a WhatsApp recientemente y creí que te habías desvelado estudiando.

-No, a esa hora contesté una llamada de mi no... De mi padre –se corrigió- Está de viaje y a esa hora aterrizó su vuelo.

-¿Estás sola? –preguntó Noah preocupado- No deberías estar sola en casa ¿No puedes quedarte en casa de una amiga?

-Noah, debemos entrar a clases –cortó la alemana.

Ambos compañeros de clases ingresaron al aula en silencio, sentándose en sus lugares acostumbrados bajo la atenta mirada del profesor. Horas después el agotado grupo de alumnos abandonaba el salón, listos para buscar un lugar agradable para almorzar. Marielle miraba en todas direcciones buscando con anhelo los ojos verdes de su novio cuando un peso se posó sobre sus hombros.

Ella volteó a su izquierda encontrándose con su compañero de clases y soltó un suspiro de cansancio.

-¿Qué sucede, Noah?

-¡Es que no me respondiste lo que te pregunté antes de entrar al salón! –explicó- ¿Tienes con quien quedarte? Si no, ya sabes pudieras... No lo tomes a mal, pero yo vivo solo y...

-Eso no va a ser necesario –intervino una tercera persona.

Los futuros doctores dejaron de verse el uno al otro para ver al dueño de aquella voz masculina e intimidante, encontrándose con los hermosos ojos verdes de un joven alto, piel aceitunada y porte altivo: Damián Wayne.

Marielle saltó imperceptiblemente de la emoción en cuanto sus orbes chocolates conectaron con los jades de Damián. Y aunque ella se contuvo de saltar a los brazos de su amado, su reacción no pasó desapercibida ante la analítica mirada del menor, causando que una sonrisa arrogante se dibujara en sus labios.

-¿Qué dijiste? –interrogó Noah con molestia por la interrupción, encarando al heredero Wayne como si él con su metro sesenta y cuatro pudiera intimidar al casi metro ochenta de Damián.

-Que no es necesario tu ofrecimiento. Marielle se quedará conmigo en la mansión Wayne –Dijo Damián trazando la raya de la diferencia social entre ambos.

Noah sabía quién era aquel muchacho, aunque no estudiaran la misma carrera. Ningún estudiante de aquella universidad ignoraba el nombre o apariencia del hijo de Bruce Wayne, después de todo el ojiverde resaltaba entre la multitud con su actitud de superioridad. Tampoco era ignorado el hecho de que el futuro heredero era cercano a la estudiante más brillante del tercer año de medicina, pero se desconocía el porqué.

-Disculpa, pero Mary puede decidir por sí misma –intentó hacerse el héroe- Además, a ella no le gusta que le llamen Marielle.

Damián alzó una ceja en gesto de burla y volvió a ver a su novia, enviándole el claro mensaje de: "Deshazte de él, o lo hago yo". Y ella sonrió, divertida por los celos del ojiverde.

-Noah, en realidad, Damián está en lo correcto –aseguró la castaña quitándose el brazo masculino que se aferraba descaradamente a sus hombros- Cuando mis padres se ausentan me quedo en su casa –puntualizó.

-Pe-pero... -intentó argumentar el azabache más bajo.

-¿Nos vamos? –preguntó Marielle a Damián esbozando una resplandeciente sonrisa solo para el ojiverde.

La castaña se paró junto a su pareja manteniendo una distancia mínima entre un cuerpo y el otro, por un segundo aquella distancia pareció darle seguridad a Noah, quien se acercó a la extranjera con la intención de despedirse de ella con un abrazo, pero las palabras de la muchacha le detuvieron.

-Noah, no olvides lo que conversamos en la mañana, nada de llamadas inapropiadas –comentó con voz firme- Nos vemos en la próxima clase –se despidió y dándose la vuelta inició su camino al estacionamiento.

-No te confundas –murmuró Damián frente a Noah- Que la llames Mary como todos los demás no te hace cercano o su igual –advirtió- En cambio, no todos pueden llamarla por su nombre ¿Por qué será? –razonó con burla en su voz- Adiós, Noel –se despidió llamándolo por otro nombre a propósito.

Damián apresuró un poco el paso, reuniéndose con su novia, quien atípicamente se apegó a su costado, y en respuesta él rodeó sus hombros con su brazo.

-¿Te divertiste? –preguntó Marielle burlona.

-¿A qué te refieres? –indagó Damián fingiendo demencia.

-A mi acertadísima suposición de que te rezagaste para amenazar discretamente a Noah –razonó.

-Ah, eso...

-No eres el único que conoce bien a su pareja, Damián Wayne –bromeó.

-Debí reforzar tu negativa, creo que te falto aclarar que no solo dormimos bajo el mismo techo. En la misma cama también –se burló con superioridad.

-En cuanto seas legal lo pondré en una camiseta que usaré con orgullo –explicó riendo.

Fin del flash back.

-Es delicioso verte llegar, por los efectos que causas tú. Con tu sonrisa angelical, llenas la habitación de luz. Solo en ti encuentro satisfacción... -cantó Marielle - Y tu piel es la plenitud...

La castaña cerró los ojos mientras continuaba con la siguiente estrofa.

-Es irreal lo que me hace enamorarme cada día mas, lo que me hace adorarte así es todo tu... -los orbes chocolate se abrieron lentamente, encontrándose con la arrogante sonrisa de su novio, quien estaba recostado en el arco que separaba la cocina de la sala.

Marielle permaneció en silencio, resistiendo el impulso estúpido de frotar sus ojos para asegurarse de no estar ante una visión, como en cámara lenta Damián se irguió y ella se sacó los audífonos. Ninguno se movía de su sitio o decía algo, aquellas dos semanas de ausencia fueron duras, la misión del actual Robin era tan peligrosa que no debía comunicarse con su novia y aquel silencio fue lo que más angustió a Marielle.

Damián avanzó dos pasos, con gesto inseguro descruzó sus antebrazos y los extendió en dirección de la castaña.

Marielle no dudó más y corrió a los brazos masculinos. La pareja se abrazó durante largo rato en completo silencio, disfrutando de la calidez del cuerpo contrario.

Los latidos del corazón masculino fueron la medicina perfecta para el atribulado corazón de Marielle. Saberlo vivo y de regreso la hizo drenar todo aquello que contuvo durante poco más de catorce días, los ojos chocolate dejaron fluir lágrimas de alivio y alegría, purgando de su alma las pesadillas.

El azabache acarició los ondulados cabellos de su amada intentando calmarla, esforzándose por hacerlo sin palabras; ya que usualmente la consolaba con comentarios arrogantes donde se vanagloriaba de haber sido entrenado para ser el soldado máximo, pero, durante la misión hubo momentos en los que creyó que no regresaría a los brazos de su amada, tenía varias costillas rotas y una puñalada que pudo ser mortal en su costado derecho para constatarlo. Por ello no quería pronunciar mentiras para hacerla sentir mejor y tampoco estaba listo para confesar su debilidad.

-¿Seguirías cantando para mí? –preguntó Damián.

-Sonaré horrible –contestó entre hipidos.

-Calma esas lágrimas, preciosa –susurró abrazándola más fuerte, sin importarle el dolor de su cuerpo magullado- Estoy aquí.

La castaña calló durante largos minutos hasta que lentamente su voz quebrada entonó adecuadamente la canción que la acompañó durante tantos días.

-Amarillo, me tienes en los bolsillos. Morado, ya me olvidé del pasado. En rojo, porque me sangran los ojos de llorarte cuando no estas a mi lado -cantó mirando fijamente los ojos que amaba, ese verde que la hacía suspirar –Celeste, cuésteme lo que me cueste. Dorado, porque no pienso perderte. Tu amor es un arcoíris de colores.

Marielle acarició con delicadeza la ceja derecha de su novio, observando la precisión con la que habían hecho los puntos que cerraban la profunda cortada que atravesaba la zona. Sus ojos viajaron por el hematoma del pómulo izquierdo y el labio inferior roto.

-Sanarán pronto –consoló Damián.

-Lo sé, eres el soldado máximo –se burló amargamente, con los ojos picándole nuevamente -¿Hace cuánto llegaste?

-Una hora a lo mucho, dejé que Alfred me hiciera unas cuantas radiografías y que se asegurara que Starfire me curó adecuadamente, luego me vestí de civil, tomé mi moto y aquí me tienes. Entré por tu balcón para sorprenderte –relató.

-Sabía que escuché algo en la habitación –razonó Marielle con algo de humor.

-Creo que fue tu imaginación, soy muy silencioso –argumentó con petulancia.

-Supongo; tal vez solo sentí tu presencia –susurró muy bajo para que Damián no la escuchara, aunque no lo logró -¿Quieres cenar?

-No necesitas prepararme nada, en realidad solo quiero dormir...

-Es vegetariano –atajó las dudas de su novio.

-Al parecer alguien me extrañó –se burló el ojiverde.

-Absolutamente –admitió la castaña parándose en la punta de sus pies para besar suavemente los labios del moreno.

Marielle terminó la cena bajo la atenta mirada de su novio, quien se mantuvo callado mientras ella cantaba. La pareja degustó los alimentos contándose algunas cosas sobre la misión y la universidad, posteriormente se fueron a la habitación, donde la castaña insistió en revisar ella misma todas las heridas del azabache, asegurándose de tratar los moretones y raspones menores que pudieron no recibir atención. Una vez que la castaña se dio por satisfecha en su exploración médica, se dirigió al baño para sustituir sus ropas por un pijama de algodón.

Las mangas largas no eran lo más apropiado para recibir a tu novio luego de una larga ausencia, pero tampoco era apropiado provocar a tu novio sabiendo que este tenía tres costillas fracturadas, el torso salpicado de hematomas y una puñalada profunda en un costado. Por lo tanto, Marielle optó por vestir esa noche un pijama recatado que le regaló su tía la navidad anterior, en lugar de su usual lencería para dormir.

-¿Me voy dos semanas y ahora usas pijama para dormir conmigo? –interrogó sarcástico al ver la vestimenta de su novia.

-Regresaste hecho puré. Y te conozco lo suficiente para saber que no tendrás las manos quietas, esta es mi forma de ayudarte –explicó mirando su conservador pijama.

-«tt». Me vengaré, Andersen –se quejó frunciendo los labios.

-Y yo te permitiré hacerlo; pero no ahora –puntualizó acercándose al interruptor de la luz.

Una vez que las luces fueron apagadas, la castaña se acercó a la cama, donde su amado la esperaba únicamente vestido con unos pantalones deportivos oscuros que usaba para dormir cuando se quedaba con ella.

Marielle estando frente a la cama valoró la situación, observando las costillas lastimadas del lado izquierdo y el costado derecho con la puñalada, encontrando la segunda opción como la más apropiada para recostarse junto al azabache, gateó sobre el colchón y Damián le hizo espacio.

A pesar de que la castaña solía usar el pecho del joven como almohada, esta vez no lo hizo debido a su preocupación por las heridas del contrario, lo que frustró un poco al azabache y profirió una maldición en árabe.

Él quería dormir abrazado a ella, como normalmente lo harían, aunque en esa ocasión tendría que tragarse sus comentarios y replicas, ella se mantenía distante por su bien, no porque no le quisiera cerca. En esos momentos anhelaba tener un pozo de lázaro cerca, un chapuzón en el agua verde y podría pasar la noche escuchando los gemidos de placer de Marielle, pero aquella no era un opción.

La de ojos chocolates acarició el rostro masculino con ternura, disfrutando del tacto suave de los cabellos color ébano, todo con la intención de calmar la vorágine de ideas locas que seguramente tendría su amado revoloteando en su mente. Ella se aferró al brazo derecho de Damián y continuo proporcionándole ligeras carias en el rostro y cabello, hasta que ambos cayeron en un profundo sueño

Los rayos del sol atravesaban las cortinas blancas de la habitación de Marielle, incidiendo directamente sobre el rostro femenino que dormitaba en la amplia cama matrimonial, logrando que esta abriera sus ojos con pereza por la molesta iluminación en su cara.

Con pereza, la castaña se incorporó en la cama y lo primero que hizo fue buscar a su novio, al no verlo junto a ella agudizó el oído esperando oír el agua cayendo en la ducha, mas, tampoco encontró ese sonido, todo estaba en completo silencio en el departamento. Ya totalmente despierta y con el ceño fruncido, volteó en dirección de su mesa de noche, donde siempre dejaba su celular cargando, dispuesta a llamar al azabache y recriminarle su desaparición repentina luego de semanas separados.

No obstante, su enojo fue contenido por la visión de un libro de pasta dura justo donde debía estar su celular, la portada blanca con letras doradas era sumamente delicada y hermosa. La letra cursiva y brillante rezaba: "Marielle: aquello que no digo en voz alta".

La primera hoja era una hermosa dedicatoria de Damián, donde le recordaba lo que ella ya sabía, que: él era un hombre de pocas palabras y escasos gestos románticos, pero que no por ello significaba que no la amara, igual o más intensamente que cualquier otro hombre a su pareja. Y que era por eso que mandó a hacer ese libro donde recopilaba poemas y fragmentos de todo tipo de literatura que le llevaban a pensarla, frases que antes no podía entender y que junto a ella comenzaron a tener sentido.

De entre las páginas sobresalía un papel doblado, la castaña fue hasta la página marcada, donde un hermoso poema le hizo olvidar cualquier enojo que pudo tener en contra del heredero Wayne minutos atrás:

"No exagero cuando digo

que eres lo más hermoso

que me ha pasado,

tampoco lo hago cuando aseguro

que en ningún lugar me siento tan cómodo

como en tus brazos,

no exagero cuando le cuento a los amigos

que por tu amor he cambiado,

mucho menos cuando te digo

que veo el resto de mis días

a tu lado".

Todas aquellas palabras tocaron profundamente el corazón de la castaña, pero la oración que estuvo a punto de hacerla llorar fue la que estaba subrayada con resaltador verde: "En ningún lugar me siento tan cómodo como en tus brazos".

Para Marielle su relación con Damián era tal cual lo decía la canción con la que llevaba días obsesionada: "Un arcoíris de colores". Estaba por continuar leyendo los poemas que el azabache recopilo en aquel hermoso obsequio, pero se encontró con que el trozo de papel que hacía de marcador, era una nota, de puño y letra de su novio: "Me gustaría haberme quedado, pero mi padre me necesitaba. Probablemente me necesite el resto de la semana. Seamos prácticos, empaca lo que necesites, estaremos en la mansión las próximas dos semanas".

Aquella manera extraña de "pedir" las cosas irritaría a cualquiera, pero a ella no. Conocía al menor de los Wayne como un libro abierto, el romanticismo no era lo suyo, no obstante, tras esa orden se escondía una intención más dulce: recuperar el tiempo perdido.

El libro blanco tendría que esperar.

Porque a Damián Wayne no se le podía hacer esperar.

Apenas colocó con suavidad el libro en la estantería de su habitación y su celular sonó. Era él.

-Me encantó –dijo ella al contestar.

-Buenos días, Marielle –saludó con tono coqueto, causando que su novia se riera- Sabes que donde pongo el ojo pongo la bala.

-Buenos días, cariño –respondió con voz dulce- Y créeme, lo sé.

Damián se mantuvo en silencio, pensando en cómo sacar el tema que le interesaba. Su novia había pasado fines de semana en la mansión Wayne, mas no una estancia tan prolongada, por ello, la idea lo emocionaba y aterraba en partes iguales. Cabía la posibilidad de que ella rechazara la oferta.

Habían pasado un par de minutos en silencio cuando la risa de la castaña se escuchó al otro lado de la línea.

-Cariño, recién me levanto. Tengo que desayunar antes de ponerme a empacar –explicó, llenando a su pareja de alivio.

Un suspiro masculino llegó a los oídos de Marielle.

-Gracias –jadeo Damián, como si un peso fuera quitado de sus hombros.

-Yo, encantada. Te amo, nos vemos en unas horas –se despidió la chica.

-También te amo –dijo sin importarle quien le escuchara- Pasaré por ti antes de las once. 

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