𝗜𝗩. ━ Love and Beauty.

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♛ 𝗜𝗩. AMOR Y BELLEZA ♛
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( 274 d.C. )






LA MUERTE era un evento peculiar. El sentido común decía que el tiempo en el mundo era finito y todos serían atendidos por las hermanas silenciosas eventualmente, atrapados en un sueño perpetuo en los brazos del temido Desconocido. Sin embargo, su llegada siempre resultaba una sorpresa... En especial la muerte de una niña.

Los maestres de Roca Casterly determinaron que se trató de una muerte rápida y Melara Hetherspoon no sufrió. Un resbalón limpio por un pozo a las afueras del castillo y la joven doncella de las Tierras del Oeste ya no estaba. Melara era esbelta y pecosa, saludable como una potrilla, pero no tan linda para hacer de Cersei invisible. Explicaron que era tan frágil que su cuello se partió como un palo de madera y no pudo hacer mucho después.

Briella consideró que debían existir destinos peores que la muerte. La extensión de su infancia, una llena de vergüenza y castigo sin explicación era un destino cruel. Vivir sabiendo que su fecha de nacimiento conmemoraba los días más brutales de su tierra lo hacía todo peor. Luego llegaron mejores ejemplos: la vida de su hermano mayor y la de su madre como una hermana silenciosa y la de su padre. Cuando se trataba de su padre... Bueno, tal vez ese hombre merecía un final más cruel que el ser devorado por los leones de su hija.

A veces se preguntaba si fue el dolor que se merecía, o pudo someterlo a algo peor.

Al menos —esperaba— Melara había tenido una vida feliz al lado de Cersei, tan feliz como uno puede ser. Cersei lamentaba por lo bajo que esa vida hubiera sido más duradera si las niñas no hubieran hablado con la bruja del bosque.

—Un rumor fantasioso no es cierto solo porque se dice que alguien murió en esas circunstancias —descartó Tywin—. Considera la posibilidad de que Melara solo fuera una niña idiota que tropezó en el interior del pozo.

—¿No crees en las palabras de Cersei?

—Después de recibir la noticia de su matrimonio revocado, mi hija no es el testigo más confiable —declaró, entrelazando sus delgados dedos mientras apoyaba la barbilla en la hamaca formada por sus manos. Estaba sentado en su escritorio junto a la cama—. Por lo que sabemos, también podría ser obra de Cersei. La vanidad operando en una cabeza débil produce todo tipo de travesuras. Permitamos que la gente crea que fue una bruja quien condenó a la joven Hetherspoon o fue la precaria decisión de una frágil doncella, siempre y cuando la suposición no condene a mi hija.

—Ya he hablado con Lord Hetherspoon para evitar cualquier insinuación similar.

—Lo sé. Pero aun así me presentas cuentos infantiles de brujas mágicas en el bosque.

Quizá tenía razón, pero Briella simplemente no podía sacárselo de la cabeza.

—Solo te presento lo que me dijo Cersei anteayer —declaró, cruzando los brazos mientras se apoyaba en uno de los pilares de piedra de la habitación—. Estaba ocupada supervisando el combate cuerpo a cuerpo y no pude permitírmelo antes. Lo hago para asegurarme de que estemos en la misma página sobre quiénes son mis primos frente a lo que está pasando. El enamoramiento de Cersei con el príncipe dragón pudo haber sido una tontería considerando los hechos recientes, pero también esperanzador, pues suponía una distracción pertinente para previos intereses...

La Leona del Alba se presentó temprano para informar a Tywin sus preocupaciones. Todo le pareció demasiado familiar a cuando le habló sobre la sospecha de que Jaime y Cersei se preocupaban el uno por el otro como algo más que mellizos. Tal vez la historia de la Casa del dragón los llevó a creer que su sangre de león y su vínculo como gemelos tenía un significado superior al común. Tywin no dudó de su juicio y actuó en consecuencia. Regresó por una temporada y se hizo presente en la vida de ambos hijos, indicándoles cuál sería su futuro. Jaime se convertiría en Señor de Roca Casterly y Cersei en reina de los Siete Reinos.

E incluso si esas promesas se estaban quebrando frente a promesas mejores, Briella guardaba cierta esperanza con respecto a la evolución del rumor de una bruja en el bosque.

—¿Crees que es mi culpa? —sugirió Tywin sin mirarla, su tono severo. Briella no pudo distinguir al instante si se estaba culpando o la atacaba por algo que ella nunca insinuó—. ¿Por qué ellos cometen tantos errores al tropezar deber con sentimientos? ¿Por qué no pueden ser como tú, a quien he criado como si fuera mi propia hija?

Briella se habría sentido orgullosa de no ser por el cariño que reservaba a sus tres primos. La Dama de Colmillo Dorado sonrió por un segundo y comenzó a reflexionar sobre qué podría decir. Tywin Lannister era un buen hombre de estrategia y perspicacia, pero esas cualidades no servían al presentarse en el campo de batalla de la infancia.

—Ya he tenido suficientes errores vertidos sobre mi como para no desear más —le explicó—. Siempre mantendré tus enseñanzas, ya que estoy en deuda con ellas. Si yo no fuera una Domadora de Bestias, tal vez te daría una respuesta diferente pues alguna vez habría sido una hija infantil; pero nunca he estado enamorada para saber lo que es ser tentada por ello. No es mi camino ni mi naturaleza, y no creo que lo sea nunca.

Le debía su vida a Tywin. Fueron él y Joanna quienes la salvaron del maltrato de sus padres. Después de que ambos regresaron de la corte real a la Roca, cuando el abuelo de Briella era demasiado viejo y alegre para tener el sentido común de cómo gobernar, la pareja exigió la custodia de Briella y Terrowin Lannister. Antes de Cersei y Jaime, se les cuidó como si fueran hijos propios. Y cuando tuvieron hijos propios, no les impidió seguir preocupándose por ellos.

Joanna amaba y se preocupaba hasta los huesos por quienes quería, y cuando murió se había llevado la idea del amor verdadero con ella.

—Puedes pensar que estás por encima de los defectos humanos al ser la única capaz de domar leones en años, pero me pregunto si te sientes decepcionada de que tu matrimonio no sea parte de mis planes —señaló Tywin—. Si lo deseas, se podría arreglar algo y te casarías a tu gusto.

Briella no pudo evitar dejar que la risa llevara su cabeza hacia atrás ante la absurda implicación.

—Sospecho que el matrimonio no es necesario para mi felicidad si tu plan tiene éxito —insistió ella—. Incluso, mejor por mi parte. Te aseguro que no me persuadiré a sentir más de lo que ya siento por el Stark, que es solo la cortesía de ser una señora diligente y cortes.

—El tiempo, puedes estar segura, hará que uno u el otro de nosotros piense diferente —contrarrestó él, pero respetó su juicio jovial de la mujer que había criado—. Mientras tanto, no necesitamos hablar sobre el tema. Te veré en la justa de hoy.

Ella siempre declaró que nunca se casaría, lo que, por supuesto, no significa nada en absoluto para su tío que conocía su carácter. No sería malo para ella enamorarse de un objeto propio que no fuera su título en el oeste. Pero no había nadie capaz de atraerla; se salía raramente del deber.

Las cámaras de Tywin eran lujosas igual que los pasillos que conducía a todas las habitaciones, piedra de color amarillo con asas de oro para las antorchas junto con adornos acomodados de tonos más oscuros que permitían un agradable contraste a la vista. Las armaduras de los Lannister de antaño también se exhibían en las salas espaciosas que conectaban los pasillos entre sí. Los guardias eran posicionados metódicamente para evitar oídos en las puertas equivocadas. Pero cuando Briella salió, los guardias que la recibieron y debían proteger la conversación no estaban.

En una inspección más profunda, su oído la llevó a la vuelta de la esquina y los encontró, hablando con una hermosa dama con el pelo largo y oscuro que le caía sobre los hombros. No era ninguna mujer que Briella recordara de los días anteriores, y estaba segura de que reconocería a una mujer de su altura. Cuando la leona se acercó, la mujer la miró con sus inquietantes ojos violetas.

—Hombres, creo que este no es su puesto.

—Lo sentimos, Lady Lannister —habló uno de los guardias—. La mujer necesitaba nuestra ayuda en un asunto urgente y nosotros...

—La ayudaré entonces —interrumpió ella—. No sois caballeros que sirven a doncellas en apuros, sino guardias de Roca Casterly. Ahora, váyanse.

Cuando ambas capas rojas fueron a sus puestos, la mujer desconocida volvió a hablar.

—Los hombres siguen fácilmente el grito de ayuda de una mujer. ¿No crees? Es divertido.

—¿Nos conocemos? —Briella alzó una ceja.

—¿No os gustaría adivinar, probando suerte?

—No me gustaría.

—¿Nunca ha conocido el placer y el triunfo de una adivinanza afortunada? Os compadezco —se burló la doncella sin disimulo—. Pensé que erais más astuta, Lady Lannister. Para una conjetura nunca es solo suerte. Siempre hay algo de talento.

—La suerte es una sorpresa en la que no me gusta depender. Planifico las cosas como planifico a mis invitados —afirmó, irritada—. Así que, por favor, indíqueme su nombre.

—¡Ashara!

¿Tenía que enterarse de los nombres de intrusos a partir de gritos aleatorios? Parecía que si, por muy infortunio y conveniente que resultara. Briella nunca fue conocida por un tacto delicado y como tal su agarre al antebrazo de Ashara no lo fue.

Ser Arthur Dayne se acercó a paso acelerado hacia ellas, sin la capa blanca de todos los días ondeando a su espalda. Esta vez estaba acompañado no por el príncipe dragón, sino por el héroe del momento: Ser Barristan Selmy. Ser Barristan era un hombre mayor, cabello blanco que solía ser rubio y rasgos arrugados alrededor de sus ojos azules. A pesar de su avanzada edad en comparación, Barristan se veía fuerte y elegante y era exactamente el hábil caballero que fue en su juventud.

—Ser Barristan, Ser Arthur —saludó Briella.

—Lady Lannister, estoy terriblemente avergonzado de esta intromisión —inició Arthur—. Ella es mi hermana, Ashara Dayne.

—Mi Lady —aun mientras la sostenían, Ashara le hizo una reverencia. Fue una pobre bajo estándares Lannister, pero una que le aseguró que Ashara no iba a desaparecer. La soltó—. Conocerla es un placer. Se escuchan muchas historias suyas en Dorne, de su belleza y su habilidad para domar a los leones. Son impresionantes, ayer los vi descansando en la parte baja de las gradas. Son tan grandes y obedientes a usted. Mi hermano no les hace justicia en las descripciones que le hace.

—¿Es eso cierto? —Briella se dirigió hacia Arthur.

—Debe estar exagerando —carraspeó.

Al verlo desde cerca, sus ojos tenían un tono similar a los de Ashara. Eran violetas, pero en un matiz mucho más oscuro.

—No es de extrañar que la gente comente sobre usted, Lady Lannister —habló Ser Barristan en lugar del caballero más joven—. Su reputación la precede. Encabezó una incursión para erradicar invasores en las zonas mineras del oeste, dando fortuna a los Targaryen como tributo hace unas lunas. ¡Eso es más acción que la de una mujer ve en su vida! No hay cicatrices que atestigüen vuestras batallas, pero el oeste os atesora.

—¿Es algo poco común? —inquirió Ashara, extrañada al arrugar su nariz.

—Gozo de esa libertad al ser la única Domadora en generaciones —explicó Briella—. Es una tradición, una de pocas, que no condena el género.

—Esto no es Dorne, Ashara —añadió Arthur—. Y hablando de Dorne, ¿no deberías estar ahí?

—Querido hermano, le he delegado a Eda mi cometido para ser la doncella de Rowena Arryn, quien fue invitada a ver la justa... Justa en la que espero que participes.

—No creo que participar sea algo propio de un miembro de la guardia real...

—¿Por qué no? Ya te he inscrito.

—Ser Barristan... —alegó el implicado.

—¿Por qué tan modesto? Eres de los mejores en generaciones —alentó el mayor, colocando su mano en el hombro del castaño de pelo largo—. Además, el rey Aerys prefiere que un miembro de la guardia real sea quien derrote a su hijo.

—¿Usted planea ganar?

—¿Y seguir demostrando que no me quitarás el título de mejor caballero tan fácilmente? Claro.

Ser Arthur se rio. Era una sonrisa contagiosa que brotaba cuando estaba con Rhaegar y ahora también con la presencia de su hermana.

Llegó a la conclusión de que las sonrisas desaparecían con el rey Aerys.

—Cuando ganéis, si es que ganáis, ¿a quién coronará como Reina del Amor y la Belleza?

—A la mujer más hermosa de todo el reino, como debe ser —exclamó Ser Barristan ante la pregunta de Ser Arthur en un tono jovial.

—¿Y quién sería la afortunada? —alentó Ashara.

No obstante, no pudo responder. Ser Jonothor lo llamó y Ser Barristan se disculpó pues su deber iba por encima de aquella conversación.

—No deberías burlarte de él —el caballero se dirigió a su hermana para reprenderla.

Sorprendentemente, fue Briella quien la defendió.

—Estoy segura de que Barristan el Bravo no necesita protección de vuestra hermana, Ser —entrelazó su brazo con el del caballero—. El viejo no rompería sus votos más de lo que lo haría un hombre de tu edad. Ustedes, los Capas Blancas, son la generación más aburrida en temperamento que se ha visto en muchas generaciones.

—Somos honorables —contrarrestó Arthur con una risa en su voz, pero sus ojos la desafiaron a una mayor explicación de sus palabras.

—Honor —se burló Ashara rodando los ojos. Entrelazó el otro brazo de Arthur con el suyo y lo presionó, haciendo que quedara atrapado entre ambas mujeres—. ¿Qué es el honor comparado con el amor de una mujer?

—Ahora ambas me toman del pelo —se enojó para no reírse al zafarse con delicadeza.

La leona no opuso resistencia y retrocedió, contenta por la irritación causada.

—Debo irme —anunció la rubia—. Se espera que esté junto a la familia real en la justa.

—Lady Lannister, una última pregunta.

Briella iba a retirarse, pero la voz de Ashara era hipnotizante y la trajo de vuelta.

—¿Está vacante la posición de doncella para vuestra prima, Cersei Lannister?

La leona frunció el ceño.

—No consideró pertinente buscar un reemplazo cuando la familia de la niña sigue en luto.

Ashara volvió a hacer una reverencia y con su deslumbrante sonrisa se retiró. Aunque tenía que irse, Briella permaneció ahí, pensando. Tywin ignoró la advertencia de Briella sobre una bruja, Ashara pidió el antiguo cargo de Melara como una posición más del montón, y Briella lamentó aún más la muerte de la pobre niña.

—Quiero mucho a mi hermana como cualquier hermano mayor —afirmó el caballero mientras se agarraba la nuca—. Pero sé que tiene la tendencia a ser bastante... insistente y con falta de tacto. Me disculpo en su nombre.

Briella no pudo evitar suavizarse al atestiguar la dificultad del caballero para encontrar las palabras que describieran a su hermana. Briella sabía lo que se sentía, ya que a menudo le faltaban palabras para describir a su propio hermano mayor lejos del guion del traidor.

También notó, más que antes, cómo el acento de su discurso provenía de una lengua dorniense y le hizo preguntarse cómo era Dorne.

—No le guardo represalias, Ser.

—Ya que sus leones no están cerca, ¿debería escoltarla a algún lado? —sugirió.

—Muy amable, pero cuando mis leones no están, simplemente disfruto el placer de la soledad.

Dayne asintió y se rió un poco.

—¿He dicho una broma?

—No en lo absoluto. Tal vez ahora sea la única oportunidad que pueda atesorar en soledad antes del torneo. Sucede que el príncipe Rhaegar me despidió de su lado no hace mucho diciendo algo muy similar —explicó, luego hizo una reverencia—. Me iré. Nos vemos en la justa, mi señora.

—Nos vemos...

Muchos caballeros talentosos participarían en el torneo. Ciertamente, Jaime Lannister tendría que esforzarse si quería ganar. Necesitaba ganar, o por lo menos despertar el interés, para que el plan de Tywin funcionara como previsto.

Briella necesitaba quedarse quieta y lucir bonita junto a Cersei, a quien añoraba fueran a coronar como Reina del Amor y la Belleza. Daría el oro que fueran necesario con tal de hacerla sonreír.

Antes de prepararse ella misma, Briella quería asegurarse de que Jaime estaba de buen humor. Era su primer torneo, después de todo.

Pero mientras bajaba las escaleras para ir al campo de entrenamiento, se cruzó con otra persona.

—Alteza —Briella se inclinó brevemente hacia Rhaegar, ya que todavía tenía prisa por ver a su primo, alistar a sus leones y prepararse ella misma. Extrañamente, el príncipe no parecía compartir su prisa y aún vestía su ropa casual, ambas manos detrás de su espalda. Aunque su guardarropa era poco o nada informal, decorado con apuestas escamas carmesí en un campo de lana negra—. Escuché de Ser Barristan y Ser Arthur que participareis en la justa.

—Lady Lannister, sí, lo haré —respondió.

—Esa es una armadura muy cómoda, entonces.

Rhaegar cambió su expresión perdida a una que lo mostraba más despierto. El comentario no fue suficiente para hacerlo reír, pero de todos modos aquel no se trataba de su propósito. Era curioso encontrar al príncipe en el laberinto de su mente. En su trágica música, bajo el sol del bosque, y ahora deambulando por los pasillos.

—Perdone. Me encontré perdido en mis pensamientos mientras recorría el castillo. Sus muros guardan muchas historias.

—Claro que sí, Alteza.

—¿Te animarás a contármelas algún día?

Él siempre podía exigir. Estaba en su poder hacerlo, pero nunca lo hacía. Y cuando lo hacía, era para exigir que la gente aceptara su amabilidad.

Se trataba de un poder muy retorcido.

—Me temo que no soy una buena cuenta historias, pero hay muchos bardos talentosos que estarían encantados de hacerlo.

—Tu primo me dijo lo contrario.

—¿Mi primo? —repitió incrédula.

—Sí, Tyrion, es un chico bastante inteligente. Estaba buscando soledad, pero en cambio lo encontré en la biblioteca —explicó Rhaegar con calma después de notar sus hombros tensos—. Me preguntó acerca de los dragones y le hablé de ellos.

—Mi príncipe, por favor no le digas a la Mano que hablasteis con Tyrion —pidió, acercándose para susurrar. Si él presionaba, ella estaba dispuesta a rogar de rodillas—. No se suponía que lo vieras durante vuestra estadía.

—¿Por qué no? —el largo cabello platinado se movió junto con el ladeo de su cabeza.

—A veces a los invitados no les cae bien.

Rhaegar unió sus cejas.

—A veces los invitados son imbéciles.

—Sí, sí pueden serlo —concordó y luego se detuvo para recordar con quién estaba hablando. Poco a poco, su voz recuperó el volumen—. ¿Dijiste... acabas de decir imbéciles?

—Hmm... Creo que lo hice —al darse cuenta, rió por lo bajo—. Y tú también.

—...Debo marcharme. Os deseo suerte, Alteza.

Briella pasó por el lado de Rhaegar y este no permitió que la leona viera lo que ocultaba detrás de su espalda. Francamente, lo que escondía de ella no iba a desvelarla.

Al llegar al campo de entrenamiento, todas sus esperanzas parecieron hacerse añicos.

El maestro de armas y las guarniciones de entrenamiento observaban cómo el maestre le vendaba la pierna de Jaime. La pierna estaba retorcida de una manera que hizo que Briella se retorciera. Pero estaba más enojada que disgustada y se abrió paso entre la multitud de hombres exigiendo una explicación.

—Quería practicar y les pidió a los otros muchachos que practicaran contra él, todos a la vez. Dos de ellos se pusieron engreídos y jugaron sucio—afirmó el maestro de armas.

—Quiero a esos muchachos en las celdas y que todos ustedes nos dejen, ahora mismo—ordenó Briella. Pero los hombres se quedaron quietos, rodeándola—. ¡Dije ahora mismo!

El maestro de armas agarró a los culpables y los demás hombres se dispersaron como palomas en diferentes direcciones.

Briella se inclinó y resumió el trabajo del maestre con menor delicadeza.

—¡Por qué te lanzas al riesgo estando a horas de la justa, Jaime! —lo regañó. Su cara estaba contraída por la ira mientras su mente trataba de encontrar una solución. Ya no había forma de que él pudiera ir a caballo. Y de tumbarlo, no tendría la oportunidad de levantarse y sería humillado por cualquiera—. Sabes lo importante que es esto para nosotros. ¡Confiaba en ti!

—¡Lo sé, y quería ganar... aún puedo montar! —presionó y avanzó para ponerse de pie.

El repentino movimiento de su cuerpo lo hizo gritar y se sentó de inmediato.

—¡No puedes! —Briella le acomodó la pierna y Jaime reprimió las ganas de gritar nuevamente.

—Yo solo quería ser el campeón que ustedes esperaban, para coronar... Para coronar a Cersei y sacarle una sonrisa —jadeó.

Ciertamente las tonterías dejaban de ser solo tonterías si las hacía alguien sensato con una pizca de descaro. La ignorancia siempre iba a ser mala, pero las ideas descabelladas no siempre lo eran en la introspección. Briella quería seguir regañándolo para descargarse, pero conocía el corazón de Jaime mejor que cualquiera y supo que el muchacho ya se castigaría lo suficiente.

—¿Dónde está tu armadura?

—En la caseta del maestro de armas...

Jaime Lannister permaneció enfurruñado en su lugar y mirando su herida cuando ella se fue. Estaba ensimismado y frustrado antes de darse cuenta de lo que la leona iba a hacer a continuación. El chocar de los metales siendo apilados uno encima del otro llamó su atención.

—¿Qué estás haciendo?

—Salvando tu reputación —declaró la leona desde el interior de la caseta. Al salir, Briella ya llevaba puestas tres corazas doradas. Sobre sus manos estaba la intimidante pieza de cabeza en forma de león, con una espesa melena crinada encima. Esa última pieza superior le daría la altura restante para asemejarse a la de Jaime—. Y esperando que algún día próximo hagas mayor justicia por tu familia de la que ahora puedes hacer.







NOTA DE AUTORA:

¿Se acuerdan cuando dije que en el siguiente empezaba el torneo? Pues iba a ser así pero las conversaciones previas me parecieron lo suficiente interesantes para respetarlas por su cuenta ❤️ ¡Viva la relación entre personajes!

Aparece Ashara como una GoTHerramienta misteriosa que nos ayudará más tarde. Además, que Jaime la cagó y Briella nos va a ir a representar en el Torneo 🙏🏻 Girl Boss

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PUBLICADO: 23 / 10 / 2022

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