00: Heigh-Ho.

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“HEIGH-HO”

El calor abraza el cuerpo de Avery en una muestra de cariño inusual, paranormal. No hay nadie con ella; no es la noche de pijamada que tanto desea que llegue para estar con Sebastian y Morgana, para variar tampoco está dormida con su mamá, o en la sala con Sirius, el perro de su hermana que no pudo llevar a Hogwarts.

Simplemente existe. Sabe que está en su habitación dormida porque aún siente la caricia de sus suaves mantas de felpa y terciopelo, porque aún siente la brisa que corre dentro por la ventana abierta. Está soñando.

Cuando el calor se intensifica, una llama aparece a lo lejos, en su visión negruzca. Puede vislumbrar una sombra, que se balancea alrededor de la llama, como si estuviera bailando; es femenina, tan delicada que teme por un momento que se queme con el fuego, aunque después sabe que proviene de una vela. El abrazo del calor la reconforta y hace que se acurruque en el plano material, porque en el sueño está segura de que está parada, expectante.

Otra llama se enciende cerca y ve la cera de la vela. Luego va otra, y otra, y otra, y otra, hasta que el lugar se ilumina y se convierte en un teatro griego, donde la mujer es quien permanece en el centro de todo, rodeada de velas, con ella observando escalinatas abajo.

Es pelirroja y no aparenta mayor edad a la suya, también es muy delgada y alta, con el cabello rozando sus muslos. Va vestida como las druidas en medio de un ritual, pero está segura de que una druida no haría nada como espectáculo. La pelirroja se gira para mirarla, con unos ojos azules que aparentan calma a pesar del fuego que se extiende a sus pies.

—¿Qué es más poderoso que el amor? —aunque en un principio cree que está clamando al viento por el dramatismo y belleza impregnada en su voz, pronto se percata que habla directamente a ella—. Tal vez el miedo, tal vez el poder en sí mismo... Pero todo reside en el alma: aquella que carga con la emoción, con el sentir de lo que es puramente humano... Piensa en el amor como la expresión de ésta... Entonces, te pregunto, ¿Qué sucede cuando el amor es inducido, a contra de voluntad, manipulado?

—¿Se pierde el alma? —susurra, o al menos eso cree, porque su voz suena amplificada por todo el teatro griego y la pelirroja debe pisar una vela y gritar para captar su atención desviada por su atónito.

El grito es tan potente que maldice estar en un teatro diseñado para el disfrute sin esfuerzo, aún así, cuando trastabilla y casi cae de la escalinata donde está, no es sorpresa para ella escuchar amplificado al mil porciento todos los gritos que la suceden.

Todo parece girar más lento alrededor y los gritos se convierten en horripilantes sonidos mezclados con un diferente ambiente en el exterior, que hacen desaparecer a la pelirroja como la cera derritiéndose a sus pies.

Ahora está en un bosque oscuro por la noche o, al menos, lo que viene siendo parte de él. Visualiza un templete en medio de la arboleda, con una cúpula que puede distinguir es azul marina. Pero también ve que hay algo que no cuadra en el lugar; ahí en el centro, en donde deberían haber banquillos o simplemente un vacío, se encuentra una tina de mármol casi tan grande como la superficie donde se encuentra. La tina parece la base de una pirámide miniatura cortada a la mitad de su último escalón, como si quisieran que viera el vacío en donde debería hallarse el primer descanso.

Titubea, hasta que decide apurar el sueño y caminar hasta las escaleras del templete para ver qué hay en esa tina de mármol. Se detiene por un escalofrío que la recorre, al escuchar Heigh-Ho de Blancanieves al fondo, como señal de alarma de que debía levantarse pronto para ir a la escuela; no obstante, el sueño la ata y no puede despertar.

Nunca pudo considerar Heigh-Ho como algo tétrico, hasta ese momento. Sigue el camino, sube las escaleras, y queda de pie delante de la tina. Ve el agua nacarada moverse pacíficamente por el débil viento que se cuela dentro, y no hay nada más. Se desespera y está apunto de gritar cuál es el sentido, hasta que de la arboleda sale una figura encapuchada y alta, aunque más fornida que la mujer pelirroja del sueño anterior.

Algo debajo de la tina se enciende, y es tan intenso el fulgor de ello que logra traspasar con su luz la gruesa base de mármol. El nácar resplandece y chispas saltan del agua, conforme el hombre sube por el otro lado del templete y se deshace de la capa.

Avery se percata de su desnudez cuando es iluminado al llegar al pie de la tina, pero no se voltea aunque el pudor le esté provocando náuseas al detallar la figura masculina desnuda. Observa una sonrisa en él al ver el agua pasar de nacarado a rosa pálido cuando deja caer un hilo plateado que trae en un frasco; al instante en que el hilo de rompe, una nube brillante brota y le hace estornudar, pero el hombre ni se inmuta.

El agua poco a poco se torna más brillante y de un tono más oscuro que tira al rojo. Entonces el hombre da un paso y pisa el primer escalón de la tina, y luego sigue subiendo hasta quedar postrado a la orilla del agua. Lanza un grito y la noche parece iluminarse ante un llamado que le sigue.

El hombre se deja caer dentro del agua, puede observar su cuerpo hundirse en ella conforme el agua burbujea con nueva intensidad adquirida, y cuando está por acercarse más para sacar al hombre o, mínimo, hacer teorías sobre cuál es el contenido de la tina, chispas rojas saltan, quemándola y dejando marcas rojas en todo su cuerpo que es alcanzado por ellas. No grita, porque el dolor es mínimo y duda que el sueño acabe con ello.

Ahí percibe un olor. Uno tan fuerte que la marea, y tan potente y espantoso que le hace preguntarse cómo el líquido puede ser tan bello a la vista. El hombre vuelve a emerger, con ambas manos quitando el líquido de su rostro; sus ojos se fijan en Avery, un escalofrío la recorre y nuevamente el Heigh-Ho se hace presente, ahora sí, logrando su cometido de despertarla.

Y así despierta, agitada, con la garganta cerrada y los pulmones invadidos del espantoso aroma de la poción. Pero también con una intriga curiosa, que viene adjunta al miedo y sueños que no puede descifrar y que, en ese momento, no quiere hacerlo.

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