♟CAPÍTULO CUATRO♟

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

"Incendio en el infierno"


Como cada mañana a las ocho el doctor Lorenz entraba al psiquiátrico, parqueaba su auto en la entrada y luego de pasar por recepción atravesaba el parque central del psiquiátrico e iba directo a la Sección Este. Cuando entró en la sala de médicos, sus estudiantes ya estaban allí esperándolo, pasó su meticulosa mirada por cada uno de ellos como siempre hacía, evaluando su aspecto personal. Pero esa mañana había algo diferente Aixa Steves no estaba presente.

—¿Dónde está Steves? —le preguntó al enfermero Josh que estaba en una de las mesas como siempre bebiendo una taza de café.

—En urgencias —le informó—. El nuevo paciente tuvo un intento de suicidio.

Al instante Lorenz se preocupó, el Monstruo de Wildwood había empezado a hacer de las suyas.

Había sido notificado de la llegada del paciente al psiquiátrico pero no pensó que sería dejado en su sección y mucho menos en el ala que cuidaba Aixa.

—Llámala —le ordenó a uno de los estudiantes, quien asintió y se alejó a hablar por su intercomunicador.

—¿Cómo estuvo la guardia anoche Mike? —le preguntó al otro enfermero que trabajaba en las guardias junto a Aixa y Josh.

—Un caos gracias al chico de la tres —dijo—. ¡Ah! Y atacó a Aixa por cierto.

Al instante todas las alarmas de Lorenz se activaron, no iba a permitir que nada le pasara a Aixa.

—¿Qué... —intentó preguntar qué había pasado pero unos ojos verdes entraron por la puerta luciendo cansancio.

—Buenos días doctor —saludó Aixa con desánimo.

Aixa sabía que su rostro era un desastre total, estaba agotada y con ganas de dormir todo un día. Había estado en urgencias apoyando la recuperación del chico y no podía negar el alivio que sintió cuando su mejor amiga Sofie, la encargada de urgencias le dijo que estaba bien y que solo habían sido cortes superficiales.

—¿Dónde estaba? —le preguntó Lorenz.

Ella lo miró algo sombrada, seguro ya le habían informado donde había estado.

—En urgencias —le respondió.

—Su sala es esta —le dijo Lorenz enojado—. Usted es psiquiatra, no médico de urgencias.

Aixa asintió dispuesta a no llevarle la contraria y caminó hasta sentarse en la mesa al lado de Josh. Los demás estudiantes miraban atentos al señor Lorenz quien debía de dar las orientaciones del día.

—Todos a sus alas —ordenó—. Quiero un informe detallado del avance de sus pacientes al mediodía.

Dicho esto todos se movilizaron agarrando sus cosas y ella se dispuso a hacer lo mismo. Cuando su voz le llamó.

—Aixa, tú no, a mi oficina.

Caminó apresuradamente y se perdió por el pasillo que daba a su oficina, ella caminó detrás suyo. Cuando llegaron le hizo pasar delante y cerró la puerta.

—¿Qué estás haciendo Lorenz? —le preguntó ella con enojo.

—Te estás poniendo en peligro —dijo caminando hacia su mesa y tomando asiento.

—Este es mi trabajo, estoy en peligro con cualquiera de nuestros parientes —odiaba su sobreprotección.

—Este es diferente —le dijo Lorenz preocupado—. No quiero que te pase nada, nosotros...

—No hay un nosotros doctor —lo interrumpió Aixa—. Usted tomó una decisión, yo soy solo su estudiante.

Se dispuso a salir a cumplir con su trabajo, pero Lorenz no permitiría que las cosas quedaran así, estaba arrepentido. Había elegido a su esposa por encima de Aixa, pero ahora se daba cuenta de que todo lo que tenía en su mente y su corazón era esta chica de ojos verdes. Se paró de su sillón y caminó hasta ella.

—No seas cruel —le susurró y la tomó del brazo.

—Basta —le pidió ella intentado soltarse.

Lorenz se había convertido en su debilidad y odiaba no poder decirle que no, no poder alejarse cada vez que él usaba sus encantos para envolverla.

—Estoy arrepentido Aixa —sus ojos negros la miraron con intensidad—. Te necesito, necesito tu cuerpo, tus labios, necesito estar dentro de ti y repetir todas esas noches que pasamos juntos.

El corazón de Aixa comenzó a latir desenfrenado, mientras su cuerpo reaccionaba a las palabras de Lorenz, ella también ansiaba su tacto y sus caricias, extrañaba las noches de lujuria a su lado. Pero entonces miró su mesa de trabajo donde descansaba una foto de su esposa y su pequeña hija, cualquier deseo hacia él desapareció.

—Ve a apagar esa necesidad con tu esposa —le dijo antes de salir apresurada de la oficina.

La mañana transcurrió como cualquier otra en el psiquiátrico, Aixa atendió a sus pacientes. A las doce del mediodía tenía listo su informe con los avances de cada uno y le pidió a Mike que se lo entregara al doctor Lorenz para evitar verlo nuevamente.

Decidida a tener noticias de su nuevo paciente caminó hacia la sala de urgencias donde su mejor amiga Sofie la recibió con una sonrisa en la sala de espera.

—Tu paciente será dado de alta en la mañana —le informó.

—Me alegra —dijo sentándose al lado de su amiga.

—¿Por qué tanta preocupación por él? —le preguntó y Aixa la miró sorprendida—. Te lo digo porque cuando alguno de tus pacientes se ha accidentado solo has venido a traerlos, y mírate aquí preocupada.

—No sé —respondió ella—. Hay algo en él que me da curiosidad Sofie.

—¿Acaso quieres morir?

—No, solo, no sé, siento que hay algo más detrás de ese porte de psicopáta.

—No te niego que tiene buen cuerpo, cara y demás —bromeó su amiga y Aixa rió dándole un suave empujón.

De repente sintió como su cuerpo se contraía y un bostezo de cansacio salió de sus labios.

—¿Por qué no descansas en una de las camas? —le ofreció su amiga—. Te despertaré en dos horas.

Vencida por el cansancio aceptó y caminó hacia la salita donde Sofie y los demás médicos de urgencias descansaban, se tumbó en una de las camas, y al cerrar sus ojos quedó sumida en un profundo sueño.

Despertó de golpe por el sonido de las alarmas del psiquiátrico, luces rojas ilmunaban la sala donde había estado descansando.

¿Qué había pasado? —se preguntó

Con el corazón latiendo desenfrenado se levantó de la cama y salió a la sala de espera donde también sonaban las alarmas y las luces rojas daban ese aspecto tan siniestro. No había nadie en la recepción y tampoco vió a Sofie en la primera sala donde atendían a los pacientes.

Decidió salir apresuradamente de urgencias para ver que pasaba. Cuando salió al parque central del psiquiátrico lo observó todo, la Sección Sur estaba completamente en llamas, varios médicos y enfermeros corrían de un lado a otro con cubetas de agua y las lanzaban al edificio, pero era algo imposible, las llamas se extendían como una plaga.

—¡Aixa! —sintió a Josh llamarla y se giró buscando su rostro.

Estaba corriendo hacia la Sección Norte con un traje de bombero junto a un grupo de enfermeros.

—¿Que ha pasado? —le preguntó asustada.

—No lo sabemos —respondió él deteniéndose—. Ve a la sala de médicos, esto se descontroló, hay celdas abiertas y muchos pacientes  han salido.

Al escuchar aquello Aixa tembló, los pacientes de la Sección Sur eran los más temidos. Sin pensarlo dos veces caminó hacía su sección apresurada. Cuando atravesó los árboles que habían en la entrada un escalofrío le recorrió el cuerpo y supo que las cosas no estaban bien.

Siguió caminando por el largo pasillo que llevaba a la sala de médicos y donde también las luces rojas de la alarma iluminaban sin cesar.

Sus tacones resonaban en el suelo y de repente sintió un movimiento a su espalda. Giró rápidamente para observar pero la luz roja no la dejaba ver con claridad. Apresuró el paso dispuesta a llegar a la sala donde estaría a salvo.

Pero una sombra emergió al frente suyo y gritó asustada.

—Buenas noches —un hombre con el uniforme del psiquiátrico estaba delante con un bisturí en sus manos.

Aixa ni siquiera podía responder, todo su cuerpo comenzó a temblar asustado mientras aquel hombre caminaba hasta acorralarla contra la pared.

—No me hagas daño por favor —suplicó en un hilo de voz.

—No preciosa, no te haré daño, solo dibujaré una linda sonrisa en tu rostro con este bisturí —le dijo con la mirada llena de ansiedad y con las manos temblorosas.

—¡No por favor! ¡Ayuda! —comenzó a gritar Aixa.

—¿Qué haces Ben? —otro hombre apareció por el pasillo y Aixa supo que sería su fin.

Sabía quien era aquel paciente: Nickolas Tompos, era un violador obsesionado con las mujeres rubias. Y en ese momento odió serlo.

—¿Te diviertes sin mi? —le preguntó Nickolas a Ben.

Aixa forcejeaba intentado escapar mientras Ben la mantenía acorralada a la pared.

—¡Por favor no! —gritó entre llantos—. ¡Déjame ir!

Nickolas miró a Ben y esbozó una sonrisa.

—Es rubia —le dijo—. Cuando termines con ella la quiero para mi.

Ben soltó una carcaja y acerco el bisturí al rostro de Aixa comenzando a cortar, ella gritó de dolor y la sangre comenzó a correr desde su mejilla hasta su cuello, mientra las lágrimas descendían sin control.

De repente se escuchó un grito y Ben dejó de cortar para mirar a su alrededor. Su amigo no estaba allí.

Aixa lloraba sin control por el dolor en su rostro mientras Ben la sostenía del cuello y miraba por el largo pasillo buscándolo, pero las malditas luces no permitían ver nada.

Decidió no darle importancia y seguir en su juego cuando algo chocó contra su pierna y bajó la mirada para ver de que se trataba.

—¡Joder! —gritó al ver la cabeza de Nickolas en sus pies.

Soltó Aixa del cuello, la tomó del brazo para que no huyera y se agachó a observar bien, un golpe un su cabeza hizo que cayera al suelo.

Aixa sintió alivio cuando aquel hombre soltó su brazo. Llevó una mano a su rostro y gimió cuando sintió un dolor horrible del lado derecho.

Entonces miró hacia el frente donde Ben se encontraba ya a pocos metros de ella siendo arrastrado por una persona.

Su mente le gritaba que huyera y buscara un lugar seguro, pero algo en la figura de aquella persona hizo que caminara hasta acercarse un poco más.

—No la vuelvas a tocar —escuchó decir a el hombre con una voz varonil y fría que envió cientos de corrientes a su cuerpo.

Empezó a gritar como histérica cuando aquel hombre levantó un hacha y la dejó caer sobre la pierna de Ben que se encontraba indefenso en el suelo y la sangre salpicó las paredes del pasillo.

Las luces seguían iluminando todo y aquel sonido de la alarma del psiquiátrico sonaba sin cesar. Aixa llevó las manos a sus oídos para no escuchar los desgarradores gritos de Ben. De repente las luces rojas cesaron y la luminosidad de las lámparas del pasillo hizo que cubriera sus ojos, volvió a sentir otro hachazo y esta vez sintió como la sangre también la salpicaba a ella y los gritos de Ben cesaron.

Quitó su mano de los ojos y vió aquella escena, el cuerpo del hombre que minutos antes la atacó estaba en el piso y frente a él, el chico al que llamaban Monstruo la miraba con una sonrisa siniestra.

Ahora era su turno pensó y las piernas le flaquearon haciendo que cayera al piso cubierto de sangre y se abrazara a si misma escondiendo la cabeza entre sus piernas

Él camino hasta ella, lo sabía, sentía el calor que emanaba su cuerpo. Una mano fría tomo su brazo y ella levantó la cabeza rápidamente. Unos ojos azules en un rostro cubierto de sangre la miraban con frialdad.

El chico la levantó del suelo y Aixa se quedó quieta esperando lo peor. Pero para su sorpresa, aquel monstruo como lo llamaban la tomó de la mano y juntos caminaron por aquel pasillo.

¿A dónde la llevaba?

Solo él lo sabía.








♟♟♟♟


Espero sus opiniones

¿Que irá hacer nuestro monstruo con la pobre Aixa?

Nos leemos!!!
Os quiero♥

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro