♟CAPITULO VEINTIUNO♟

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Maratón 1/4
Esto arrancó y no para hasta el final
¡A leer!

"Caos"


Aquella tarde la ciudad de Wildwood estaba de luto. Lorenz Scoll, prestigioso médico, amigo, esposo y padre había muerto en manos del temido Monstruo de la ciudad. Una lluvia fuerte mojaba todas las calles, bajo ella un grupo de personas con sombrillas negras y abrigos del mismo color se dirigían al cementerio. Los llantos de la viuda se percibían entre el sonido de las gotas de agua al caer, así como los gritos de aquella niña de ocho años que aclamaba a su papá.

Pero muy cerca de ellos, a pasos lentos y controlando las lágrimas, estaba la verdadera asesina. Aixa era masoquista y a la vez valiente por atreverse a ir allí. Su corazón se hacía pedazos viendo como la pequeña lloraba a su padre, él que ella le habia arrebatado. No era tonta, la última vez que había estado con Lorenz, él le había demostrado la clase de persona que era. Pero aún así, se sentía mal por lo ocurrido, por tomar la justicia en sus manos, por volver a ser una asesina.

¿Habrías dejado entonces que abusara de ti? —se preguntó a si misma.

Unos brazos la agarraron por los hombros y se giró ajustada para encontrarse con la mirada amable de Mike y ella le mostró una sonrisa de boca cerrada.

—¿No vas a ir? —le preguntó refiriéndose al cementerio.

—No quiero más enredos —le respondió ella—. ¿Y Josh?

—Solo podía venir uno, así que decidió quedarse —le informó—. ¿Ya regresas al hospital?

Ella asintió pero su mirada se dirigió hacia la chica de cabello oscuro que caminaba hacia ellos debajo de un paraguas, Sofie. Se veía distinta, más relajada y su mirada tenia una expresión de serenidad. Le gustó verla así.

—¡Aix! —exclamó emocionada cuando llegó a ellos y se lanzó a abrazarla—. ¡Joder como te he extrañado!

Mike las miraba a ambas sonriendo y cuando Sofie se separó de Aixa, lo miró con una sonrisa radiante y le dio un corto beso en los labios. Aixa los observó a ambos sorprendida y ellos comenzaron a reír.

—Estamos saliendo —le informó Mike y Aixa hizo una O con la boca.

—¿Desde cuándo? —les preguntó riendo. Se alegró de que su amiga encontró a alguien para hacerle compañía.

—Bueno, aquel día que...—su voz se corta y ella comprende que se refiere al día en que Axel casi la mata—. Bueno, ese día, Mike me ayudó mucho, y empezamos a vernos desde entonces.

—Vamos poco a poco —añade Mike—. Pero bien.

Ambos se miraron antes de darse otro corto beso, ella por un instante quiso tener algo así con alguien. Pero para su mala suerte el "alguien" que se mantenía en su cabeza, jamás podría darle algo sano.

—Debo irme chicos —le dijo acomodando su ropa y sacudiendo las gotas de lluvia que a pesar de su sombrilla habían caído en su abrigo.

—En la noche regresaré al psiquiátrico —le informa Mike—. Josh me avisará en caso de emergencia.

Él la ayudó a parar un taxi, ambos se despidieron y ella entró al auto donde la calefacción la acogió y se sintió un poco aliviada.

—¿Hacía donde? —le preguntó el chofer.

—Psiquiátrico Wellis, por favor.

El señor puso el auto en marcha y ella cerró los ojos, buscando algo de tranquilidad en medio de todo el caos que tenía en su interior.

Cuando llegó a la sala de médicos el atardecer estaba cayendo. Josh no estaba allí y tampoco el estudiante de guardia ese día. Tomó un ducha rápida y luego se acostó en uno de los sillones a leer un libro tranquilamente, intentado alejar su mente de todos los pensamientos que la atormentaban. De esos ojos azules de los que había huido en la mañana cuando la miraban con oscuridad y deseo, mientras le hablaban de un juego al que no quería pertenecer pero en el que se había sumido sin darse cuenta.

Entre las líneas de aquel libro, su mente se fue despejando hasta que finalmente pudo ir al único lugar donde podía dejar las preocupaciones, el mundo de los sueños.


Las fuertes sacudidas que alguien le proporcionaba mientras la llamaba una y otra vez hicieron que abriese sus ojos de repente.

—¡Aixa! —la volvió a llamar Josh mientras continuaba con las sacudidas.

Con los ojos aún soñolientos, soltó un bostezo.

—¿Qué pasa? —preguntó frotando sus ojos.

—¡Abre los ojos de un vez! —le gritó desesperado—. ¡Tenemos que salir de aquí! ¡Ahora!

Al escuchar la desesperación en su voz, ella abrió los ojos de inmediato. Y soltó un chillido al ver la ropa de Josh. Su bata de enfermero estaba cubierta de sangre, su pantalón y sus manos. Miró sus hombros donde había dejado rastros de sangre al sacudirla.

—¡¿Que rayos está pasando?! —le pregunta asustada.

—Escucha —la ayuda a ponerse de pie—. Tienes que sacar toda la fuerza que tienes, tenemos que irnos de aquí ahora. Axel salió de las celdas de castigo, el monstruo también, ninguno aparece y hay muertos por todos lados.

El cuerpo de Aixa se tensa al instante y su corazón comienza a latir desesperado.

—¿Pero... —su voz se quiebra cuando intenta hablar—. ¿Los policías?

—No tengo idea, he visto varios de ellos muertos mientras me escondía para venir a por ti —abre una taquilla y saca una mochila que se coloca en los hombros—. He escuchado disparos, pero ningún oficial ha venido para protegernos, así que debemos irnos.

La toma de la mano y Aixa aún en shock camina con él hacia la salida de la sala. Josh le hace una seña para que espere mientras sale y mira a ambos lados.

—Despejado —informa—. Vamos.

Vuelve a agarrar su mano mientras caminan por el pasillo para llegar al parque de médicos. Aixa no dice nada mientras camina y siente como su corazón quiere escapar de su pecho. A lo lejos se escuchan varios disparos y le dan ganas de cerrar sus ojos hasta que Josh logre sacarla de este sitio.

Cuando llegaron al parque de médicos la luna se alzaba en el cielo y la lluvia había cesado, el césped esta húmedo y ambos siguen caminando en silencio.

—Ya casi lo logramos —le dijo Josh sonriendo, pero ella sabe que algo esta mal.

De repente él se detuvo y agarró su mano con más fuerza. Ella levantó su cabeza del suelo y miró a Josh quien observaba hacia uno de los bancos.

—¡Mierda! —susurró y ella llevó su mirada a donde observa Josh.

Una figura sentada en el banco con las piernas cruzadas los observaba. Una catana girando en sus manos y eso bastó para saber quien era y que justo en ese momento su vida pendía un hilo.

—Buenas noches amiguitos —les dijo Axel riendo antes de ponerse de pie y caminar hacia ellos—. ¡Que comience la fiesta!

—¡Corre! —le grita Josh y ambos comienzan a correr.

La partida final ha comenzado.












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¡ay dios!

Ahora si que nos lleve la que nos trajo, corre Aixa para que Axel no te alcance.

Maratón porque ya se viene el final.

¡Os quiero!

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