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Residencia

Dos horas después, Nayra regresó a la casa de la misma manera en la que salió, y volvió con algunas bolsas de supermercado ya que había comprado lo que estaba escaseando en el refrigerador y las alacenas. A medida que iba limpiando los productos y guardándolos, el silencio entre los dos estaba tan tenso que solo se escuchaban los ruidos de bolsas y puertas que se abrían y se cerraban.

Nayra giró la cabeza en dirección a él para tomar unas cajas de café de la encimera y su vista cayó en la mano izquierda. Quedó más decepcionada que antes cuando vio que no tenía el anillo de casado. Ya con aquello supo que no le había creído nada y tampoco aceptó que le contara todo.

―¿Ni siquiera lo puedes seguir usando mientras esté Nicolás con nosotros? ―preguntó y él levantó una ceja mirándola.

Nicolás y Rebecca entraron junto con Agnes a la casa y la niña fue directo a los brazos de Nayra.

―Bueno, saludaré y me iré ―comentó Becca.

―¿Por qué no te quedas a cenar? ―la invitó Ander.

―No lo sé.

―Quédate y si quieres te quedas a dormir también ―rio Nay―. Hay cuartos de sobra.

―De acuerdo ―le dijo y al mirarla a los ojos, Becca se dio cuenta que las cosas con Ander no estaban bien.

Mientras los demás hacían otras cosas, el abogado aprovechó en colocarse el anillo dentro del cuarto. Nayra entró también, solo para quitarse las botas y ponerse un calzado bajo.

―Trasladaré mis cosas al otro dormitorio, al que usé antes ―respondió poniendo en un neceser sus productos personales.

―No tienes que hacer eso.

―Pues lo prefiero.

―En el evento de fin de año me acompañarás y no es una pregunta, es una confirmación, lo harás, tengas o no ganas, pero te puedes ir olvidando de esa noche de hotel después del evento —dijo ardido. 

―¿Estás con pretensiones ahora? ―levantó una ceja mirándolo―. Pues te voy avisando que cuando Nico se vaya, yo me iré con él y me importa poco lo que pienses ―notificó molesta.

―¿Por qué? ―quedó perplejo.

―Porque perdiste la oportunidad de ser realmente feliz y lamento mucho que no me hayas creído cuando te decía la verdad. No soy de las que traiciona y mucho menos a alguien que quiere.

―Puedo acusarte de...

―¿Acusarme de qué? ―gritó―, acusarme de nada ―volvió a levantar la voz―, hasta donde sabía no hubo nunca contacto sexual, por lo que el matrimonio casi que ni vale. No hay acto sexual, no hay validez marital, ¿o no abogado? ―escupió con enojo.

Ander la tomó de la nuca y le dio un beso salvaje mientras la sujetaba de la mandíbula también. El neceser de Nayra, cayó al piso y ella se aferró a su cuello, desarmándole el pelo, las manos del hombre fueron a la cintura para llevarla contra la puerta al tiempo que se besaban como hambrientos. En ese mismo momento, Nicolás pasaba por el corredor de las habitaciones y quedó de piedra con el golpe que escuchó contra la puerta del dormitorio de su mejor amigo pero una sonrisita se le dibujó en el rostro, continuando escaleras abajo.

Dentro del cuarto, los dos seguían en su duelo de besos desenfrenados y caricias desesperadas. Ambos cuellos eran besados y lamidos, y ninguno de los dos parecía querer detenerse hasta que Nayra tuvo un poco de cordura y se soltó de él. Se miraron a los ojos, Ander intentó detenerla cuando ella dio un paso al costado para tomar el móvil.

―No ―su negación fue casi histérica―. Vas a saber lo que es perder algo...

La muchacha abrió la conversación, dejándole ver el inicio de los mensajes donde allí se leían claramente las amenazas. Y se lo dejó sobre el diván.

―Ahora lo vas a comprobar tú mismo ―se acomodó el pelo en un chunguito de nuevo y tomó el neceser en sus manos.

La joven salió de allí, dejando al abogado tan molesto como arrepentido. Apenas dejó sus productos personales en la habitación de al lado, salió y bajó las escaleras, al mismo tiempo lo hizo Ander y dejó bajar primero a ella y él bajó detrás. Cuando su cuñado lo vio, se rio y acotó:

―Parece que la pantera anduvo de cacería...

Ander lo fulminó con la mirada y él siguió riéndose.

―¿Por qué lo dices? ―cuestionó arrogante.

―Te hubieras fijado en acomodarte el pelo antes de bajar.

El abogado se lo acomodó de inmediato con sus manos pero no le dijo más nada. Nicolás solo se siguió riendo.

Nayra y Rebecca preparaban la comida mientras los dos hombres se quedaban con la niña.

―¿Cómo siguen ambos? ¿Le dijiste? ―quiso saber Becca.

―Se enteró por su contador, vio las cuentas y los movimientos.

―¿Y cómo? ¿Tú le pediste el acceso? ―frunció el ceño intrigada.

―No, hablé con Aaron, porque fue lo único que se me ocurrió y se lo pedí, aceptó hacer la transferencia de su cuenta a la suya y de la suya a la de mi ex. Por eso se enteró Ander, porque su contador se lo avisó.

―¿Y las cosas entre ustedes no quedaron bien, no?

―Para nada, ya le avisé que me voy cuando Nico vuelva a Buenos Aires.

―¿En serio? ―cuestionó sorprendida.

―Sí, le dije eso y le mostré los mensajes para que supiera que no le estaba mintiendo.

―¿No crees que los dos tienen que hablar bien? Sin que nadie los moleste.

―¿Para qué? Él jamás va a confiar en mí.

―Pero por un lado tenías que decirle lo que estaba pasando porque no solo era un asunto tuyo, era un asunto de él también porque en el medio estaba Agnes.

La argentina quedó sin saber qué más decirle, porque en parte su amiga tenía razón pero lo hecho, hecho estaba y no podía hacer más nada ya.

El sonido del móvil de Nayra, le avisó de un nuevo mensaje y fue Ander quien lo tomó antes de tiempo.

―Aunque me mires así, me corresponde a mí también esto ―admitió tajante y revisó el mensaje.

Le dio una sola respuesta y configuró el móvil con una contraseña que solo él sabía.

―Te lo devuelvo ―comentó dejándolo sobre la isla de la cocina―, tiene una contraseña, la cuál sé solo yo. Cuando todo termine, te la borraré.

―No puedes hacer eso, tengo personas que me piden cosas para bordar ―dijo molesta.

―Lo lamento, o esperan o yo les responderé por ahora.

―No tienes derecho a hacerme eso —dijo tajante y molesta.

―Tengo derecho, tenía derecho a saberlo, implicaba a nuestra hija y a ti ―acotó enojado.

Rebecca cuando escucho las palabras de Ander salió de la cocina con disimulo y fue donde estaban Nicolás y Agnes.

―Me parece que esta noche cenaremos tarde o no ―dijo Becca sentándose en el sillón.

―¿Están discutiendo?

―Así parece.

―Era factible ―contestó el argentino―. Desde ayer los veo molestos.

―Y hoy la terminaron de arruinar —acotó Rebecca.

Dentro de la cocina, los dos seguían discutiendo.

―A ti no te importa nada de lo que me pase a mí, me lo dejaste claro cuando me dijiste que tenía que ver la manera de devolverte el dinero —escupió enojada.

―Estaba cabreado y lo sigo estando porque no viniste a mí a contarme lo que estaba pasando, en vez de pedírselo a mi padre, tu derecho era decírmelo a mí, no a los demás, las amenazas fueron hacia Agnes y hacia ti ―manifestó enojado también―, no es nada agradable leer que tiene intenciones de violar a mi esposa, ¿o te parece que lo es? ―interrogó furioso poniéndose frente a ella.

―¿Ahora resulta que soy tu esposa? Me trataste de arpía, ¿o ya te lo olvidaste? A tu pensar, yo te traicioné, ¿qué más te da a ti si termina haciendo eso u otra cosa? ―formuló con ironía.

―Me sentí traicionado porque creí que me lo ibas a decir, pensé que ibas a venir a mí para que los dos lo solucionáramos.

―Ya sabes porqué no lo hice.

―¿Y crees que me hubiera importado que salga algún escándalo que implique mi nombre y el suyo? Le reventé la boca en el buffet hace semanas atrás, se la volvería a reventar de ser necesario. Él no va a detenerse, ya lo dejó claro en el mensaje que envió. Así que, el asunto pasa a mis manos. Sigues siendo mi responsabilidad.

―Soy independiente.

―No para esto, creíste que lo solucionaste pero él no quiere el dinero. Los dos sabemos lo que quiere y tendrá que pasar sobre mí para tenerte y eso será algo que jamás sucederá ―confesó con seriedad y determinación.

―Ya no necesito al hombre con armadura, cuando creí que lo tenía, terminó por decirme que era una traidora y arpía ―casi se le quiebra la voz.

―Dejemos por ahora la discusión, cuando estemos solos, seguiremos hablando con calma.

―Todo quedó aclarado, yo no tengo que decirte más nada.

Tiempo más tarde, los cuatro se sentaron a comer junto con la niña pero el ambiente no era nada agradable o divertido.

―¿Quieren contarnos lo que les está pasando? ―inquirió Nicolás.

―Nada que tengas que saber ―contestó Nayra.

―Tu hermana me ocultó mensajes que su exnovio le enviaba, solo para molestarla y amenazarla ―habló Ander con seriedad y la joven quedó de piedra―. Desde hace casi dos semanas le empezó a enviar mensajes, hasta que ella sola y mi padre intentaron solucionar el problema sin efecto. Dentro de las amenazas estaba tu ahijada, y solo por eso debió decírmelo y no hacer las cosas a mis espaldas, le dio el dinero y ahora quiere más, todos sabemos que a ese no le interesa el dinero ―volvió a decirlo de manera tajante.

―Supuse que algo le estaba pasando a Nayra por las actitudes y la forma en cómo se comportaba, pero no creí que fuera por eso hasta que vi que se apareció en el café al que fuimos a almorzar. Pensé que no sería capaz de acercarse tanto a ella.

―Pues lo hizo, no le quedó tan claro el día que tuve una reunión con otros abogados y estaba él presente, ¿por qué crees que quiso estar ahí también? ―cuestionó―, la vio de casualidad un día en el estudio cuando me avisó que la niña no se sentía bien y la llevaba al pediatra, desde ese día la está molestando pero lo empezó a hacer por mensajes desde mucho antes.

―De eso me acuerdo porque Nay me lo contó.

―Pues entonces, solo por el simple hecho de nombrarlo, tuvo que decirme todo lo que estaba pasando, pero ella sola decidió las cosas, por eso siento que me traicionó y no confió en mí para resolver algo.

―Yo no lo llamaría traición ―acotó Rebecca―, yo lo llamaría miedo, entiendo que tenía que decírtelo pero tampoco puedes decidir por ella —le dijo con sensatez Becca.

―En el medio estaba la niña.

―Tú mismo dijiste que solo la quiere a ella, no puedes pensar que una mujer va a ser tan tonta en exponerse frente a alguien que sabe bien le hará daño.

―Yo no pienso que lo sea, tampoco la voy a obligar a que se acerque a él, eso sería de idiota porque está claro lo que quiere, pero debía contármelo porque yo tengo recursos que me facilitan ciertas cosas, eran solo un par de llamadas y ese tipo no pisa más Estados Unidos y deja de trabajar como abogado, era eso, nada más.

―A ti te molestó no solo que te lo haya ocultado, te molestó el dinero que le di ―escupió la joven.

―Era demasiado dinero, pero no me interesa, solo quería que me lo contaras, nada más.

―Pues lo siento, vi la única manera de tratar de solucionarlo, sin exponer a la niña y tampoco a mí, creí que dándole el dinero no tenía que verle más la cara y tampoco que siguiera enviándome mensajes. Y no quería tampoco cargarte con un problema que no era del todo tuyo porque es un pasado mío.

―Pero lamento decirte que te equivocaste —notificó y Nayra apretó la boca porque sabía bien que su marido tenía razón, había cometido un gran error.

La conversación finalizó allí y ningún otro se atrevió a hablar más, solo se limitaron a terminar de comer.

···

Cuando Rebecca se fue a su casa, Nicolás se fue a dormir y la niña también en su cuarto, quedaron Ander y Nayra despiertos, él dentro de la oficina que tenía en la casa y ella bordando. Era la una de la madrugada cuando ella decidió ir a dormir y él fue un rato después, antes de ir a su cuarto, quiso entrar al de la joven pero al querer empujar la puerta hacia dentro, se percató de que estaba cerrada con llave. Apoyó la cabeza contra la puerta y suspiró. Giró en sus talones y caminó hacia su dormitorio.


🌻🌻🌻


Nutella Café Chicago

El día siguiente, Ander citó a Blas en la cafetería, creyendo este último que se encontraría con Nayra por lo tanto, esperó en el local con paciencia aunque de aquella cualidad no tenía nada. Cuando ambos se vieron las caras, el argentino quedó petrificado.

―Por tu cara, veo que estás decepcionado. Tengo varias cosas para decirte, primero que nada, no vas a seguir acercándote a Nayra y ni tampoco a mi hija. Aunque los dos ya sabemos que lo único que te importa es mi esposa. El dinero que te entregaron debería bastarte para dejar de molestarla —declaró con seriedad.

―¿Crees que las palabras que me dices me asustan? ―preguntó con desafío.

―Deberían porque yo no me aparezco sin nada en las manos. Te estuve investigando un poco y lo que leí no me gustó nada, tienes una parte de tu vida oculta a los ojos de los demás, y me encontré con varias denuncias en tu contra, antes y después de Nayra, el asunto es que yo no soy Nayra y tampoco las demás, yo si quiero te hundo y lo haré si sigues jodiendo —habló con firmeza.

―¿Y piensas que con esta amenaza te será fácil hundirme? ―apostilló con tono socarrón.

―Blas... me llaman La Pantera de Chicago, mi nombre es sinónimo de respeto y miedo. Yo que tú tendría cuidado en cómo te manejas aquí, si quieres vivir tranquilamente en este país te sugiero que no contactes con ella y mucho menos acercarte o siquiera mirarla.

―No me asustan tus supuestas amenazas, yo también tengo un nombre.

―Lo tienes gracias a Nayra que jamás te denunció por miedo y porque seguramente la amenazaste para que no contara nada, no te mereces el título que tienes, mucho menos te mereces respirar el mismo aire que ella —escupió con asquerosidad—. Sabía bien que me ibas a decir esto, por lo que me tomé el trabajo de realizar unos papeles legales y te los mostraré por si te quedan dudas.

Ander le abrió la carpeta frente a sus ojos y le fue explicando lo que eran.

―Las denuncias hechas ―se lo señaló―, las sumas de dinero que diste para que no les hicieran caso a las chicas ―volvió a señalar otra parte de los papeles―, así tu nombre seguiría intachable, las fotos y la redacción de los mensajes amenazantes que le enviaste siempre a Nayra ―puso el índice sobre el papel―, y aquí mismo, tienes dos cosas, la destitución del título y la deportación a tu país, no vas a poder ejercer de abogado ni aquí y tampoco en tu país, en pocas palabras, en ninguna parte y jamás podrás entrar al país, si en algún momento decides volver ―emitió con soberbia―. Te dije que me conocen por lo que puedo llegar a hacer, yo no voy con vueltas, yo no duda, si lo debo hacer, lo ejecuto. Y está muy claro, que lo hice, los papeles que lees hablan por sí solos, ¿no te parece? ―arqueó una ceja al mirarlo con asco―, por si crees que esta es la única copia, te equivocas, aunque la rompas, tengo varias más. Hoy mismo sales del país, me tomé el atrevimiento de pagarte un pasaje de ida a Argentina, obviamente sin retorno, así que dentro de ―miró su reloj pulsera―, cuatro horas debes irte y más te vale que lo hagas porque me tendrán informado de tu partida —lo miró con desprecio y le habló con tono amenazador.

Ander le dejó el boleto de avión sobre la mesa también.

―Espero no verte jamás y menos saber de ti.

El abogado se puso de pie, se abrochó el saco y salió de la cafetería para meterse dentro del coche y volver al buffet.

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