CAPÍTULO 1: SERENDIPIA.

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FICHA: 

Categoría: Upon A Time  (omegaverse).
 
Soundtrack: Melodies from a witch's garden - Circe myth inspired playlist. 

(Todas las canciones de la soundtrack han sido añadidas en la obra. Sus nombres aparecerán al final de cada capítulo)

Grupo de kpop: Stray Kids 

Shipp: Minsung (Lee Minho x Han Jisung)

Cantidad de palabras: 42944 palabras.

Extensión: Three shot

Palabras por capítulo: 
Capítulo 1: Serendipia (16481 palabras)
Capítulo 2: Ellipsism (15035 palabras)
Capítulo 3: Eudaimonia (11428 palabras)

Etiqueta: _prayBluesoul_

#TheSoundAwards2023 

[Este universo omegaverse transcurre en la época de 1995]

~ Hastiado de la vida que ha construido, o más bien sus seres queridos han ido
moldeando, Lee Minho sale furioso una noche de tormenta para que su vida no vuelva a ser la misma. ~


"Dios aprieta pero no ahoga"

Ese tipo de frase en la cual la gente religiosa se refugiaba, tuviesen fe en Dios o en la Diosa Luna (como algunas manadas acostumbraban a seguir creyendo) trinaba en la mente de Lee Minho. Es decir, Dios interpone en tu camino ciertos obstáculos para fortalecerte a través del sufrimiento pero sin llegar a quitarte la vida, ¿era así el refrán? ¿O solo era el consuelo que algunas personas repetían en sus cabezas como palmaditas en la espalda para justificar lo aburridas y deprimentes que eran sus vidas? Porque Lee Minho se sentía así. Era raro, se sentía raro, como no muerto pero casi muerto, no lo suficientemente muerto como para llamar la atención, no lo suficientemente en el borde de lo que sea que lo estuviese manteniendo sujeto a la vida como para levantar la mano, como para abrir la boca y darle una sacudida a su mundo. Porque si sacudía su mundo, sacudiría a las personas que vivían en él, y eran muchas las personas que sentirían en carne propia las réplicas de esa inestabilidad. ¿Era estúpido de su parte esperar a seguir deslizándose hasta que ya no hubiese borde? ¿Solo así sería lo suficientemente importante? O tal vez, el silencio conocido, la costumbre al conformismo, daba menos miedo. Una cama calentita suena mejor que lo que suceda una vez que te levantas de ella. Aunque detrás de la puerta pase la vida y una cama siempre sea una cama. Tal vez, sí, sea eso. Es mejor formar parte de donde uno siempre ha pertenecido.

Sin embargo, irónicamente, por mucho que a veces le visitaran esos confusos pensamientos, Minho tenía que hacer exactamente eso, levantarse de la cama y salir por la puerta. De hecho, así comenzaban todos sus días, a unas puntuales cinco de la mañana para empezar su jornada no más tarde de las seis.

Un tarareo constante acompañaba su despertar como últimamente acompañaba sus mañanas. No recordaba de dónde venía la melodía, ni cuándo había aprendido la letra, si había entrado a su vida a través de la radio o era una canción que alguno de sus amigos la habían martillado en su subconsciente. Lo que sí sabía era que cada vez que dejaba las palabras fluir por su garganta, una sensación de tirantez se asentaba en el centro de su pecho.

"Cada vez que lloré en los últimos años
Cuando paso por las colinas
Oh, qué imágenes se vienen a mi mente
Oh, y añoro las raíces del bosque."

Un buen tazón de arroz con kimchi, sopa de pescado que sobró de la cena más un muy cargado café, que le gustaba ahogar con mucho hielo, servían para calentar los motores.

En esta época del año, el frío levantaba como pinos los vellos de sus brazos al amanecer, pero el sol hacía de las suyas llegado el mediodía.

Con cuidado de no hacer ruido y despertar a sus padres, terminó de alistarse con una blanca y lisa blusa que lo resguardaría del fresco tiempo y su habitual sombrero beige que defendería su rostro de los rayos de sol.

Mientras ataba sus botas, continuó entonando.

"Aquel comienzo de todos mis fuertes y extraños estados de ánimo.
Perdí algo en las colinas
Perdí algo en las colinas ..."

Antes de salir de casa, se asomó al dormitorio de sus padres cuya puerta siempre dejaban encajada. Ambos yacían desparramados bajo las sábanas y se escuchaba el leve ronquido de sus respiraciones. Alcanzaban de a poco la vejez y cuantos más años sumaran a sus desgastados cuerpos, mayor sería el trabajo en la manada para Minho. Una sonrisa nostálgica atravesó su rostro, sus padres habían dado la vida por él para que se convirtiera en un alfa fuerte, educado y al que nunca le faltaría nada, por eso levantarse el primero y acostarse el último era una responsabilidad que Minho había adoptado por sí mismo. El crujido en las rodillas de su madre o la falta de aliento de su padre cuando realizaban algún esfuerzo era motivo más que suficiente para relevar el puesto en muchas de las tareas de la manada.

Con un suspiro de resignación Minho salió al exterior. Uno nunca está preparado para ver a sus padres envejecer y todo lo que eso conlleva. Qué haría cuando ya no existieran las personas de las que heredó la fortaleza, su nariz puntiaguda, su templanza, sus dientes de conejo y su virtud...

Alejó con una sacudida de cabeza esas ideas.

Esta mañana Lee Minho había decidido abrir los ojos incluso más temprano de lo usual, pues llevaba semanas intentando ajustar su horario para visitar el amplio río que separaba a su pequeño pueblo de las colinas y montañas que rodeaban toda la zona geográfica.

Aquel río, pegado a uno de los montes más altos e inclinados de la zona, tenía advertencia adjunta.

El propio Minho no sabía qué tenía de especial aquel río y tampoco comprendía porqué sentía esa curiosidad que picaba debajo de su piel. La última vez que visitó esa zona con sus familiares y amigos su madre seguía llamándole cachorro. Habían pasado años.

El sonido de sus pisadas contra las hojas secas era el único resonante mientras la gran mayoría de la manada seguía dormida. El frío, el pequeño indicio de luz asomándose por el Este y el aire puro y fresco formado por el olor, que el rocío de la noche creaba al posarse encima de toda la malez, formaban dos de las cosas favoritas de Minho, paz y soledad.

Era toda una vida viviendo en el pueblo lo que llenaba de experiencia a Minho para ser capaz de no perderse entre las calles no nombradas pero llenas de vegetación. Pocas eran las farolas o puntos de encuentro marcados, así que solo la memoria sabía guiar a Minho a través de las tres calles de distancia entre su hogar y su destino, Kim Seungmin.

Al cruzar con el viejo roble cerca de la casa de la señora Eunbin pudo vislumbrar la vieja y gris camioneta de los Kim cargada con madera como habituaba y a Seungmin dejadose caer de esta.

Interrumpiendo su tarareo, se acercó a su amigo con un suspiro. No estaba preparado para la larga jornada.

— Buenos días hyung, ¿y esa cara? — Saludó Seungmin.

— ¿Con la que nací, dices? — Replicó Minho.

— No, no la de mierda, me refiero a la de mal humor. — Carcajeó de vuelta mientras se subía a la parte de copiloto.

— Kim Seungmin son las seis de la mañana como para empezar a aguantarte desde tan temprano. — Minho echó mano a las cuerdas atadas por toda la parte de atrás de la camioneta para asegurarse que la montaña de leña no se perdiciase por el camino. Una vez satisfecho se montó en la camioneta. — Recuérdame otra vez por qué tú y yo somos compañeros para esta tarea, por favor, se me olvida cada vez que te veo la cara. — Habló mientras arrancaba y se dirigía al inicio del pueblo para empezar con la entrega de suministros.

— Cuando me respondas tú el porqué, si esta es la camioneta de mi familia, tienes que conducir tú. — Contestó de vuelta.

— ¿Te recuerdo lo que pasó la última vez? Ya sabes, la leña que tuviste que recoger tú solito por no saber que frenar y acelerar a la vez no es algo muy propio de un buen conductor.

— La recogí solo porque tú no te ofreciste a ayudarme. ¡Y eso sucedió una sola vez! — Se quejó Seungmin.

— Obviamente no recojo el desastre de otras personas. — Se burló Minho.

Girando por la calle principal y acercándose al bordillo, Minho desaceleró la camioneta para estacionar delante de cada vecino asomado a la puerta de su casa que esperaba su correspondiente peso en kilos de leña.

Aunque era casi finales de Abril, un fuerte temporal de lluvia se acercaba y el viento y el frío alejaban un poco las temperaturas esperadas para la época de primavera, así que para no pillar desprevenido a nadie la distribución de leña a cada familia seguía siendo una de las primeras tareas del día. Otro camión más tarde pasaría con leche y otro después lo seguiría con agua.

— Gracias muchacho, no sé qué sería la manada sin vosotros. — Agradeció un vecino alfa a Minho mientras cargaba de leña las bolsas posadas entre sus pies. — Dale recuerdos a tu padre Daehyun.

— Lo haré señor. — Respondió Minho mientras se montaba en la camioneta junto a Seungmin para ir al siguiente vecindario. De nuevo, le sorprendió el enmudecido tirón en su pecho.

— Además, fallé conduciendo porque Yongbokie tenía ajustado el coche a su estilo de conducción, sabes que está aprendiendo a conducir. — Trajo de vuelta el tema Seungmin.

— ¿Le vas a echar la culpa al pobre Félix de tu falta de habilidades, Seungmin-ah? Qué triste...

— ¿Qué? No no, te prometo que tiene mucho que ver. — Los argumentos de Seungmin eran opacados por la risa de su hyung. — ¡Yah! Aishh, hyung, te lo digo de verdad. Ahora te comprendo, ¿por qué no me podía tocar con BangChan hyung o Changbin hyung?

— Porque ellos están cortando más y más leña con los demás míster musculitos. Tus bracitos jamás lo soportarían. Además, piensa que cuando pase el temporal seguro que suben las temperaturas y nuestro tiempo viéndonos la cara se reducirá a solo por las tardes. — Acercó su cara a su dongsaeng con una sonrisa burlesca hasta sacarle un grito y bajó corriendo de la camioneta para entregarle más leña al resto de familias.

Después de recargar la camioneta no una vez, si no hasta en cinco ocasiones más, ambos sentían el habitual calambre en los brazos y hombros por el esfuerzo de soportar tanto peso mientras subían y bajaban los brazos llenos de leña.

Por suerte, era la última calle por completar.

Minho salió de una casa familiar que necesitaba ayuda para dejar la madera en una buena zona. Cansado, se sentó en el bordillo en lo que esperaba a su compañero de labores.

— ¿Demasiado viejo ya? La edad pasa factura, hyung. — Se burló Seungmin a pesar de que arrastraba las palabras por la tarea y el sudor en su frente comenzaba a aparecer.

— ¿Crees que hoy terminemos pronto? — Preguntó Minho mientras se secaba el sudor con el antebrazo.

— Lo dudo, ¿por qué? ¿Algo especial que hacer? — Seungmin se levantó y estiró su mano para ayudar a su hyung a levantarse.

Con un quejido y ya los dos de pie, encaminaron hacia la camioneta.

— Hace semanas que planeo ir al río. — Explicó.

— ¿Con los chicos? ¿Como un picnic o algo parecido? A Félix le encantan esas cosas. — Cuestionó Seungmin.

— No, no, nada de eso. Me gustaría ir solo.

Un silencio se instauró en la camioneta. No fue hasta minutos después que Seungmin habló.

— ¿Por qué querrías ir al río solo? — Seungmin lo miró confuso.

— ¿Por qué no iría? ¿Qué hay de malo? Ya te he dicho que tengo desde hace un tiempo cierta intriga por visitarlo. — Argumentó Minho. Ambos se dirigían por la carretera externa del pueblo, cerca de las colinas, hacia el pabellón central. El viento movía las hojas de los árboles mientras Minho absorto y anhelante contemplaba.

Qué libre era el viento. — Pensó. — Nadie podía doblegarlo.

— Tierra a Minho, ¿hola?, — llamó Seungmin. — ¿Se te ha olvidado lo peligroso que es ese sitio?

— ¿Qué va a ser peligroso? — Honestamente, Minho no recordaba mucho de la zona.

— Por Dios... — Se quejó Seungmin. — ¿Tengo que ser siempre el más sensato de los siete? La manada no deja que nadie se acerque solo a esa zona, hyung. De hecho, si eres menor de edad está prohibido. Es por precaución.

— Qué exageración, Seungminah, solo es un río. — Contestó.

— No es eso, Minho hyung. Aunque de lejos parezca inofensivo, una vez te alejas de la llanura, la rocosidad y humedad de la zona hace inevitables las caídas y si por casualidad tropiezas y caes al río eso implica la muerte. — Pero el razonamiento de Seungmin fue cortado por la queja de Minho.

— Eso es una exageración, nadie ha fallecido en el río. Y los cachorros de la manada no salen sin sus padres nunca.

— No te enteras, hyung. El grosor del río, la profundidad del valle, la cantidad de agua que desemboca y la velocidad de bajada desde la montaña suman tanta fuerza que es cuestión de minutos acabar ahogado si es que no pereces antes por las numerosas y afiladas rocas y ramas que se cobijan en el fondo y transporta la corriente. — Soltó un suspiro Seungmin. — Si por algún motivo tienes tiempo de ir, que lo dudo, ten muchísimo cuidado, cabeza hueca.

— ¿Por qué no podría ir? — Preguntó Minho extrañado.

— Porque te necesitamos aquí, hyung. — Contestó su dongsaeng.

Dicha contestación enmudeció lo que quedaba de fortaleza en Minho. La sensación en su pecho cavando más hondo.

— Lo siento, hyung, sabes que- — Intentó justificar Seungmin.

— No lo intentes, Min-ah, tienes razón, para ir allí hace falta tiempo, tiempo que no tengo, así que déjalo estar... — Derrotado aclaró Minho.

Su mirada descansó de nuevo en las colinas, y reiteradamente, las palabras entonadas fluyeron de sus labios.

"Crecí en medio de declives, otros crecieron en ciudades, donde nace el primer amor y el alma.

Hubo épocas en mi vida en las que me sentí loco e indefenso y solo las colinas me daban esperanza."

— ¿Y esa canción? — Terminó por preguntar Seungmin. Pero la única respuesta que obtuvo fue un encogimiento de hombros.

Lánguidamente el sol subía por el cielo, Seungmin y Minho dejaron la camioneta aparcada al lado del pabellón central, donde se asignaban las tareas a numerosos alfas y omegas encargados de la manutención de la manada. Los jóvenes y mayores se encargaban de proveer todo lo necesario para los más pequeños y los más mayores, independientemente del género, como toda buena manada debía.

La manada de Minho vivía en el pueblo de Subkkul, que significa "tierra de miel", ya que en la época de otoño sus paisajes con bosques caducifolios de gran densidad, rodeados a su vez de montes, colinas y montañas, se bañaban en tonos amarillos y canela que proporcionaban las hojas que cubrían las copas de los árboles y todo el suelo dando la sensación de estar nadando en miel.

Subkkul era un pueblo lejano a la nueva civilización y crecientes tecnologías. Se encontraba a unos 37 kilómetros de la capital de la región, Chuncheon, la cual sí tenía sus edificios altos, escasa naturaleza y ruido ensordecedor. Para Minho, nada que envidiar. Si el humano cada vez perdía más su parte loba, no quería ni imaginar cómo de perdida tendría que estar el alma de quien viviera entre tanto hierro y contaminación.

Por mucho que tuviera la curiosidad de visitar otros lugares, no había nada como la naturaleza que le rodeaba desde que dio sus primeros pasos y que lo había visto pasar de ser un bebé a todo un hombre adulto.

A lo mejor de ahí venía la necesidad de visitar el río. Aunque estaba rodeado de naturaleza, se sentía desconectado de ella

Estar tan atento a solventar todas las necesidades no le dejaba disfrutar del entorno que le envolvía. Ni siquiera recordaba cuándo fue la última vez que dejó que su lobo interior saliera. Tal vez correr solo un poco por el bosque hasta llegar a la llanura del río sería suficiente para volver a recuperar un poco de conciencia, dejar de sentirse tan raro. De todas formas era un alfa adulto de 23 años. Sabía cuidar muy bien de sí mismo.

Su padre Daehyun formaba parte del círculo de los alfas. Dicho círculo se conformaba por alfas adultos que eran representantes de la zona donde vivían y eran elegidos por sus vecinos o ellos mismos se presentaban al cargo. Eran diecisiestes las zonas con sus diecisiestes alfas y omegas representativos. La mayoría de los alfas del círculo actuales llevaban tantos años en el cargo que se les consideraban los protectores y padres de la manada a pesar de que existiera a su vez el alfa líder con su correspondiente omega e hijos.

El alfa líder era el mejor amigo de toda la vida de su padre Lee Daehyun, Bang Junghwa. Un año después de que la omega de Junghwa, Minhee, diera a luz a su primer hijo Bang Chan, su propia madre le trajo a la vida; los dos alfas amigos se regodearon de júbilo pues sus dos cachorros eran varones alfas, y a medida que pasaban de crías a hombres adultos, en BangChan y Minho creció una fuerte amistad.

Desde que Junghwa se convirtió en alfa líder hizo de Daehyun su mano derecha y por ende recibía el doble de tarea que cualquier otro alfa del círculo.

Era el precio a pagar de Minho como hijo único del segundo al mando, heredar el cargo. Al igual que BangChan sería el futuro líder de la manada.

Pero por mucho que fuera el hijo del segundo al mando y a pesar de su anterior conversación con Seungmin, a Minho le atravesó una sonrisa la cara mientras entraba al pabellón, habían terminado más rápido de lo esperado la descarga de madera, así que lo próximo era echar una mano en la recogida del ganado. Aún tenía tiempo.

— ¡Hyung! ¡Minho hyung! — Una voz le sacó de sus pensamientos. Lee Yongbok se acercaba a él trotando, su cara de angustia delataba su estado de ánimo, si es que sus feromonas de preocupación no le decían lo suficiente.

— Bokie, ¿qué necesitas?, ¿qué sucede?— Preguntó Minho mientras el más joven dejaba de correr y tomaba aire.

— Me tienes que ayudar, por favor, Jinnie sin querer amontonó mal las cajas de leche de la zona de abajo, se han podido salvar todas las del medio y las de arriba pero era tarde cuando nos hemos dado cuenta de que las cajas que estaban abajo estaban destrozadas y se ha desperdiciado mucha leche. Tenemos que entregar la leche que queda, no podemos tardar y necesitamos de tu ayuda, por favor, por favor hyung. — El menor juntaba las palmas de sus manos en súplica.

— Joder con Hyunjin. — Se llevó las manos a la cara Seungmin. — Yo tengo que volver con el resto ahora mismo, chicos. Os dejo. — Se despidió.

— Kim Seungmin, ¡vuelve aquí! — Gritó Minho pero era demasiado tarde. — Este niñato, ¿cómo se escapa de todo?. — Félix tiró de la manga de su blusa y con la mejor de las caras de gato arrepentido que solo un omega puede portar, preguntó: — Me va a ayudar el mejor hyung del mundo ¿verdad?

Un sonido de derrota abandonó el cuerpo de Minho.

— Bien, solo hay que dejar la leche en los últimos vecindarios, ¿verdad? — Preguntó.

— Bueno... también hay que volver al campo de Baekjoon a por la leche nueva... — susurró Félix.

— Yongbok, ¡vamos a tardar mucho! — Se quejó Minho.

— Lo siento de verdad, hyung.

— ¿Y dónde está el petardo que ha causado el problema? Me va a esuchar.

Refunfuñando, Minho, Félix y un Hyunjin con colleja en cuello se dirigieron de nuevo a la camioneta.

— Oye hyung, ¿estás bien? — La voz de Félix sonó entre el sonido del motor.

— Sí, ¿por qué? — Le devolvió la mirada Minho.

— Estás respirando muy fuerte, ¿necesitas que paremos?

— Si paramos jamás terminaremos y me quedan mil cosas más por hacer. Recuerda que mi jornada sigue por la tarde, la vuestra terminará en unas horas. — Señaló Minho. Se concentró un momento mientras respiraba, ¿qué le ocurría?, su corazón iba a mil y la sensación de vacío le hastiaba. Apretó con fuerza las manos en el volante.

— Siempre podrías haber dicho que no a ayudarnos, hyung. — Irritado contestó Hyunjin.

— ¿De verdad puedo hacer eso, Hyunjin-ah? ¿De verdad crees tú? — Replicó enfadado.

— Hey, hey, no peleéis, que vais a agriar la leche y vamos a tener que dar un tercer viaje. — Rio Félix de su propia broma.

— Por Dios, Yongbok, la vas a agriar tú con ese humor. — Contraatacó Hyunjin.

Mientras seguía concentrado en no salirse de la carretera y desconectaba del ruido que causaban sus menores al pelear, Minho sintió la mano de Félix sobre la suya.

— ¿De verdad que estás bien? — Susurró.

— Sí, solo quiero terminar esto rápido. No te preocupes.

Una sonrisa de lo que a Minho le pareció una mezcla de tristeza, compasión y culpabilidad, enmarcó la boca Yongbok.

— Mejor dejármelo a mí que a BangChan hyung. Bastante tiene él ya, ¿verdad? — Ánimo el mayor. La mención del próximo alfa líder pareció relajar al omega.

— La verdad es que tienes razón. — Dijo Hyunjin mirando por la ventana.

Dos horas después, con el resto de leche repartida y entrando en el pabellón, el cuerpo de Minho sentía la tensión muscular acumularse y solo iba por la mitad de la jornada.

Con el suspiro número cien del día, cantó en voz muy baja.

"Cuando pase por los altos campos moriré, bajo el jazmín, he de morir.

En el viejo árbol, necesito no intentar prepararme para un nuevo día."

A la hora de comer, por suerte de la vida, se encontró a su hyung BangChan, el cual lo recibió con una mirada de comprensión pero ninguna palabra al respecto.

Ambos comieron en silencio, silencio que agradecían, para posteriormente recoger y prepararse para seguir con el trabajo. La amistad entre ambos era curiosa de observar por la diferencia entre sus personalidades. Mientras el mayor era una mariposa social que unía a las personas por su carisma y labia, como todo buen líder debía ser, Minho era más solitario, introvertido y sus seres queridos se distinguían en calidad, no en cantidad. Por eso atesoraba silenciosamente a sus seis amistades. ¿Quién necesitaba más?

A pesar de las diferencias, no había nada como sentarse un rato con alguien que se asemejaba mucho a lo que nunca había tenido, un hermano.

Antes de partir rumbo a su siguiente tarea, BangChan se acercó a Minho.

— Oye, Minho ¿todo bien?

— Oh, ¿tú también? ¿Estáis todos conspirando a mis espaldas? — Curioseó Minho, pero al ver la cara de extrañeza de su hyung, respondió exasperado. — Sí, hyung, estoy bien.

— Bien, genial, sí... Me alegro de oír eso. — Dijo su hyung mientras se alejaba. Pero antes de irse por completo se detuvo para dar media vuelta. — Sabes que puedes hablar cualquier cosa conmigo, ¿verdad? — Insistió. — Guardar las cosas tanto tiempo es malo, sabes que-

— Estoy bien, Chan hyung, no me pasa nada, todo está bien. Si me disculpas, tengo que seguir, ¿de acuerdo? — Cortó Minho.

— Está bien, está bien, pero sabes que hyung está aquí para tí ¿no? Me lo puedes contar todo, tú y yo siempre solíamos hacerlo. — Comunicó su hyung.

— ¿Ah, sí? Entonces no te importará contarme cómo te fue con esa omega la semana pasada, ¿no, hyung? — Se burló Minho.

— Está bien, vale, tú ganas, me rindo. — Rio Chan. — Pero tenemos una conversación pendiente, ¿me has oído? ¡Oye! ¡Te estoy hablando! — Pero su tono de voz era lo contrario a una orden.

— Sí, sí, lo que usted diga, jefe. Nos vemos más tarde. — Y con un saludo militar y más risas se despidió del próximo alfa líder.

Minho ni siquiera le miró por última vez antes de dar media vuelta, concentrado en la que sería la próxima tarea que desempeñar. Por lo visto, dos de las reservas de agua en tanques por lluvia se habían estropeado y tenía que repararlas antes del temporal.

Justo cuando estaba por agarrar las herramientas de la zona de almacenamiento una omega se acercó a pedirle ayuda.

Por momentos como estos Minho admiraba plenamente a su hyung. La paciencia que albergaba en su cuerpo era inmensa. Paciencia que él nunca tuvo. O al menos no tan desarrollada.

Minho siempre aceptaba ayudar a las personas, a la hora que fuera de la forma que fuese. A su vez, en Minho existía una guerra entre sus ideales y su propia personalidad. Al ser una persona tan independiente desde pequeño nunca necesitó la ayuda de nadie más allá de cuando era estrictamente necesario. En resumen, a menos que realmente no pudiera hacerlo solo, Minho era capaz de intentar mil veces solucionar el problema hasta que a la mil y una tuviera que pedir la ayuda necesaria. No quería molestar a nadie. No tenía porqué molestar a nadie. Nadie tenía porqué parar su vida por él.

El problema es que su forma de pensar no estaba impresa en el resto de las mentes humanas y habían muchas personas que antes de intentar solucionar algo, si lo veían lo suficientemente complicado, pedían ayuda en vez de intentar primero darle una solución por su cuenta.

Su entusiasmo por los moluscos de pequeño parecía una previsión para el futuro porque a veces Minho deseaba ser un pulpo de ocho brazos para poder hacer muchas más tareas a la vez, para poder ayudar a quién lo necesitase y, a su vez, a quien le pedía ayuda incluso si era por pereza.

Otro problema de ser segundo al mando era que la manada esperaba de tí un continuo "sí" sin pensar siquiera que tienes alguna oportunidad para decirles "no".

Después de estar una hora ayudando con el sistema eléctrico de la joven omega que le pidió ayuda, que al final resultó ser un sobrecalentamiento del equipo eléctrico por tener demasiadas cosas enchufadas y casi desencadenar chispas en un enchufe (nada que no se solucione con un cambio pequeño de los cables de esa zona) Minho intentó de nuevo ir hacia el pabellón a por las herramientas para arreglar los tanques de agua.

Por el camino hacia el pabellón, se maldijo a sí mismo. La chica vivía en la otra punta del pueblo y él le había prestado la camioneta a Changbin que se la pidió prestada nada más comer, qué sabía él que tendría que ir andando de nuevo.

Su cuerpo ralentizó las pisadas a mitad de camino y paró un momento para respirar.

No se había percatado que estaba en la zona cercana al bosque, bordeando las colinas, cerca de su propio hogar.

Un pitido ensordeció sus oídos y una taciturna sonrisa lo acompañó. El viento levantó parte de su castaño flequillo. La intensidad de las amarillas hojas, algunas casi verdes, fue demasiado para sus ojos que cerraron sus párpados como protección.

Tres respiraciones profundas después, una suave, casi imperceptible melodía, le invadió.

Abandono.

Sentía que estaba perdiendo algo, pero no sabía qué.

Abandono.

La angustia recorrió sus nervios.

Angustia.

Y con una voz tan desconocida como propia, entonó.

"¿Dónde está aquello que llena este abismo que hay en mí?
Dirás que no soy Robin Hood pero cómo podría ocultar por completo que he perdido algo en las colinas."

Al abrir los ojos asimiló su pobre estado y retirando la mirada del bosque retomó su camino.

— Nada que una buena noche de sueño no pueda recuperar. Nada que una buena noche de sueño no pueda recuperar. Nada que una buena noche de sueño no pueda recuperar... — Repetía como mantra.

Con decisión y la caja de herramientas en mano, se dirigió hacia los tanques. Eran las seis de la tarde cuando finalizó las nuevas instalaciones. De seis a siete continuó con el ganado y agricultura, pues Subkkul subsistía gracias al trabajo de tierras que no sólo daban de comer a la manada, si no que lo restante se podía vender al mejor postor para costos extra del pueblo. El manejo del dinero, capitales, venta y compra eran realizados por los diecisiete alfas del círculo que formaban el consejo.

Minho pasó las últimas tres horas de su jornada ayudando con las últimas recolectas del día de vegetales en la zona oeste más cercana al campo donde sí se podían sembrar alimentos como el trigo; y la parte de suelo litosol rocoso, cercano al bosque, ayudando con el pastoreo de ovejas y vacas para que estas volvieran a su zona de descanso para pasar la noche resguardadas pues se avecinaba tormenta. Las nubes encapotadas, la fuerte corriente de aire y la temprana oscuridad lo anunciaba.

Cuando a las nueve de la noche, hasta arriba de tierra, barro y suciedad, se sentó en el comedor de su casa para poder cenar, su cuerpo parecía pesar once veces su tamaño normal. Al menos tuvo la decencia de lavarse desde las manos hasta los codos para poder cenar.

Su cabeza vibraba como los cristales de las ventanas de su hogar por los tembleques que proporcionaba el viento.

Su madre le miraba con orgullo y ternura. Minjoo era una omega preciosa y amable. Y no porque fuese su madre pensaba tal cosa. Para Minho, hasta sus arruguitas creaban ternura en su rostro.

— ¿Qué tal el día hoy, cielo? ¿Todo bien? — Preguntó su madre mientras repartía la ensalada con un cucharón entre los tres platos. Su padre, que había llegado casi a su misma hora, cortaba la ternera en trozos.

— Cansado, ya sabes. — Agradeció el trozo de ternera del plato.

— Aaaaw, ¿mi pequeño tiene sueño? — Arrulló su madre.

— ¿Pequeño? Tiene 23 años, Minjoo, es todo un hombre ya, lo que debería de hacer ya es asentar la cabeza. El segundo al mando debería-

— Por favor, no empieces otra vez... — Contestó Minho.

Su padre le miró desafiante. — El segundo al mando es ejemplo en la manada. El segundo al mando debe seguir fomentando qu-

— El segundo al mando necesita unas vacaciones pagadas. — Volvió a interrumpir a su padre.

— ¿Estás viendo cómo me contesta, Minjoo? Tienes razón, más que un hombre parece un niño. — Minho revolvía el plato de comida con el tenedor, el hambre que casi hacía que su estómago se devorase a sí mismo pasó a segundo plano. El vacío del pecho, sin embargo, insistía en quedarse.

— Está bien, vosotros dos, entiendo que haya sido un lunes difícil pero cenemos en paz y en familia, ¿os parece bien? — Animó su madre.

— Sí mamá. — Respondió Minho.

Fue el sonido de los cubiertos chocar junto al masticar de los alimentos lo que acompañó la cena. Hasta que Daehyun volvió a hablar.

— Minho, mañana tienes que ir a la tienda de correo a por sobres para mis cartas.

— ¿A qué hora debo ir?

— Sobre las once de la mañana a más no tardar. — Informó su padre.

La confusión se registró en el rostro de Minho. — ¿No estás libre a esa hora?

— ¿Acaso sabes mi horario mejor que yo? — Replicó Daehyun.

— ¿Alguien más quiere ensalada, chicos? — Intervino Minjoo. Pero ambos alfas ignoraron su comentario.

— Los martes por la mañana los alfas del círculo tienen la mañana libre a menos que tengan reunión importante si sucede algo. Hace semanas que no sucede nada. — Alegó molesto.

— ¿Me estás diciendo que tengo que moverme de mi trabajo porque no piensas ir? — Atacó su padre.

— Te estoy diciendo que en un día normal no entrarías hasta las nueve de la mañana y que aún siendo así, tendrías hasta las once libre. ¿Por qué tengo que parar yo mi vida para ir a por algo que puedes hacer perfectamente tú? — Explicó alterado.

Con un golpe en la mesa, el alfa de la familia enunció. — Esto es increíble, ¿me tengo que mover de mi puesto de trabajo porque mi hijo no quiere hacer lo que le pido?

— Chicos, tranquilos, todo se soluciona hablando. — Volvió a intentar Minjoo.

Minho no entendía bien su exaltación. ¿Era un flujo de pensamientos? ¿Había traspasado el borde al fin? ¿Estaba cayendo? Porque se sentía bien caer aunque se diera de bruces con lo que hubiese más allá de sus pies.

Un estruendoso rayo inundó la cocina de luz para posteriormente tronar.

— ¡¿Tengo yo que parar mi vida y la enorme lista de cosas que tengo que hacer simplemente porque prefieres estar sentado detrás de un escritorio sin hacer nada a moverte?! — Explotó Minho.

Con voz grave y de advertencia el alfa de la familia amenazó. — ¡Lee Minho! Alfa egoísta. Dime qué no te hemos dado como padres. Dime qué te ha faltado a tí. ¡Nada! ¡Nunca te ha faltado nada! Aunque quisiera pasarme el día en la cama tienes que ir a por esos sobres porque soy tu padre, el alfa de esta casa y el segundo al mando. ¡Me lo debes!

— ¡¿Qué tiene que ver que seas alfa?! — Los ojos de Daehyun se llenaron de cólera. Antes de continuar hablando su madre le agarró del brazo. — Por favor Minho, ya es suficiente. — Rogó.

Por el amor hacia su madre, agachó la cabeza y tragó todo su orgullo. Esto era lo que se esperaba de él al final del día. Un sí perpetuo. Se sentía tan invisible, sentía que desaparecería. A veces lo deseaba.

Con pesadumbre levantó la cabeza y mirando a su padre, se rindió. — Mañana a las once sin falta.

Su padre no le dirigió la mirada el resto de la cena. Nadie levantó la vista del plato. Y solo el ruido del inicio de una fuerte tormenta decoraba las ventanas del comedor con gotas de agua.

Cuando Minho se encerró en la seguridad de su cuarto al finalizar la cena, dejó salir la respiración que no se percató que estaba reteniendo. Una oleada de frustración e impotencia envenenaban su cuerpo. Sentía que volvía a tener cinco años. La sensación de sentirse tan pequeño e indefenso le causaba náuseas. Él no era un niño. Si fuese un niño las personas no dependerían tanto de él. O tal vez, sí tenían razón, tal vez un hombre no se dejaría mangonear por cualquiera, a lo que un niño sí...

Un relámpago en el exterior desencadenó otra ola de pinchazos en su cabeza. El viento, siempre libre, azotaba las ramas del árbol más cercano a su ventana contra el cristal.

Por mera impulsividad, abrió la ventana y sacó sus manos hacia afuera, las cuales rápidamente se empaparon. Solo así el vacío de su pecho se descomprimió un poco. Pero no lo suficiente, necesitaba más, necesitaba poder volver a respirar.

Intentó como pudo asomar la mitad de su cuerpo por el marco de la ventana, mojar su rostro y torso. Pero no era suficiente, quería más, quería ser como el mismísimo viento.

Otro pitido en sus oídos hizo encoger sus hombros para protegerlos y como si las palabras se le resbalaran de la boca, incontenibles, de nuevo la melodía escapó por su laringe.

"Perdí algo en las colinas
Oh, perdí algo en las colinas...

Ahora me apoyo en el umbral de mi ventana y lloro, por tonto que sea y sueño con irme lejos."

"Sé que más al oeste existen estas colinas señaladas por manzanos señaladas por un recto arroyo que me lleva a donde quiero.

Bien...perdí algo en las colinas
Perdí algo en las colinas
Oh, perdí algo en las colinas..."

Al salir las últimas palabras de su boca, Lee Minho cerró la ventana, dio media vuelta y salió decidido por la puerta de su casa.

— Minho, ¿a dónde vas? ¿Qué haces, hijo? — Escuchó la voz preocupada de su madre gritar en el rellano de la puerta. — ¡Vuelve Minho!

— ¡Déjale! Tal vez así escarmienta, ¿no es eso lo que quería? ¿Huir de sus responsabilidades? — La lejana voz de su padre era opacada por las gotas de agua golpeando cada materia que se interpusiera en su caída. Estas no solo tapaban sus oídos si no que también empapaban por completo su cuerpo.

La pesadez de la tela mojada en su piel, los mechones de pelo que sacudía con fiereza de su campo visual o el intenso frío que recorría sus huesos no fueron capaz de enfriar la determinación en los pasos de Minho.

Golpeaba rabioso cada rama en su camino. La oscuridad le hacía irreconocible el lugar, todo era maleza, negrura y agua.

Si su cólera no le cegase la dignidad, avergonzado podría caer en la conclusión de estar dando vueltas en círculos, o del escozor de los pequeños cortes en sus brazos por no antever los filos de las ramas y arbustos, o la molestia en los tobillos por caer dos veces por el encharcado y embarrado suelo.

Poco importaba. Los pensamientos nublaban su psique. Él no había decidido ser quien era. Era una imposición. Comprendió su situación. Todo esto era culpa suya y solo suya. ¿Acaso él mismo sabía quién era? Por supuesto que no. Cuando todo el mundo parece saber perfectamente quién eres y a qué has venido no te preguntas quién eres, todo el mundo contesta por tí. Es sencillo, ¿no? Era su culpa. Completamente suya. Si no sabes quién eres alguien más vendrá a decirte quién eres por tí. Aunque no lo seas. ¿Tenía sentido? ¿Acaso algo en su vida lo tenía? Se levantaba cada mañana sin una meta fija más allá de abastecer a quien lo necesitase. Era un completo traidor. Deseaba alejarse de todos, de su propia manada. Era un traidor.

Un traidor...

Podría haber estado andando una hora y ser capaz de andar contra viento y tormenta otras tres horas, sus pensamientos consumiendo su mente, más sólo sintió la fatiga de su situación cuando llegó a un claro que al principio no pudo identificar pero que detuvo su cuerpo por completo. No fue hasta que se alejó un poco de sus cavilaciones que advirtió cómo la tormenta había disminuido a solo una leve lluvia y el viento había perdido fuerza, sin embargo, un nuevo sonido de agua se coló en sus orejas.

El río.

Con las nubes más despejadas y la luz de la Luna se podía ver a la distancia el bravo río. La fuerza de la corriente hipnótica y las rocas húmedas y brillantes. Su corazón latía errático. Todo gritaba peligro. Y aún así no pudo evitar dar un paso hacia delante.

El segundo fue interrumpido por la voz.

Al principio Minho pensó que estaba volviendo a cantar en su cabeza como solía hacer siempre cuando estaba ansioso o cuando trabajaba en algo, pero esa voz no procedía de sus labios, más la sentía en su propia cabeza.

"Uuuuuhhh..." — tarareaba la voz.

Un sonido, como de estática, era el más ensordecedor en su mente.

Asustado, Minho perdió el equilibrio hacia la izquierda unos cuantos pasos. El sonido de estática disminuyó, el cual volvió a subir una vez recobrada su postura.

Con los pelos de punta, un escalofrío bajó por su columna. Cinco pasos hacia la izquierda ocasionaron la disolución de la estática pero el aumento de la voz susurrante que entonaba el cántico.

La letra era de un idioma desconocido pero la melodía tiraba de Minho como una brújula.

Hastiado, expulsó todo el aire por la nariz. ¿Estaba perdiendo la cabeza llegado a este punto? No sabía ni cómo volver a casa desde aquí.

Le dolía mucho la cabeza. Las horas de esfuerzo, comer poco y apenas dormir le estaban pasando factura. Así que si su cabeza quería retransmitir canciones viejas que no recordaba haber escuchado como si fuera un programa musical, adelante.

Desistió de su enfado y continuó hacia la izquierda, bordeando el claro y adentrándose en el bosque.

"Uuuuuuhhhh..."

"Hilados en oro
Cuando vi que la corriente te llevaba
por el mar en calma
me perdí en el centro
del silencio."

Sus pies parecían recorrer un sendero propio del que solo ellos parecían tener idea. Cada metro recorrido su cabeza pulsaba y sus ideas crecían junto a la voz cuya melancolía enmudecía sus músculos.

"Atado a mi carne
está el anhelo
enredada en mi mente
la expectación.
Hilada en oro
toda mi alma tenue
brillando sola."

Su pecho vibrante destejía cada hebra de hilo que conformaba el nudo de tela que oprimía su pecho.

Cuanto más se adentraba a esta ignota parte del bosque, contrariado, el miedo de Minho disminuía, a pesar de las pendientes y el resbaladizo barro. No entendía de dónde venía la necesidad de seguir el instinto de su cuerpo, pero una certeza que no captaba silenciaba cualquier resto de duda en su sistema.

"Si vuelves a casa
llámame.
Abierta de par en par la puerta de mi corazón
una habitación para ti."

Sus pies se detuvieron abruptamente. Una pared de piedra de unos tres metros se interpuso en su camino.

El completo silencio reinó por minutos hasta que una nueva oleada de emociones y excitación derribó su sistema nervioso.

"Atado a mi carne
está el anhelo
enredada en mi mente
la expectación.
Hilada en oro
toda mi alma tenue
brillando sola."

Sus manos agarraron con fuerza la roca. Sus pies se aferraron a los huecos más cercanos de la pared. El sudor mezclado con la tierra y el agua en su rostro. Minho escaló hasta llegar a la cima de la pared de piedra para continuar caminando. La zona estaba más despejada y la menguada lluvia ayudaba a trabajar mejor la vista. Continuó andando.

Repentinamente, escuchó el sonido de una rama romperse que fue interrumpido por la suave voz que se escuchaba más fuerte que nunca.

"Vi la corriente llevarte
por el mar en calma,
me perdí en el centro
del silencio.
Si regresas,
llámame,
te espero,
brillando solo."

El canto, el vértigo, la fatiga y sobre todo la neblina de su mente pasó a segundo plano cuando, al posar su mano en el tronco de un álamo para recuperar el aliento, vio dos puntos blancos observando a la distancia en la negrura de la noche.

Sintió sus huesos petrificarse, el movimiento de su nuez al tragar. La hiperconsciencia de su entorno paralizándole.

Voy a morir — Pensó Minho.

Hasta que lo escuchó.

Era un quejido. Un lamento que provenía del mismo animal el cual no apartaba la mirada de él y seguía atento a cada movimiento de Minho.

Un fuerte gemido fue lo que volvió a poner en tierra a Minho. Los lamentos del animal crecían en volumen y ritmo con los segundos. ¿Estaba lastimado?

La estupidez de Minho podía sorprenderle la mayoría de las veces si tenía tiempo para analizarla. Mientras antes tenía miedo de morir en las garras del temible animal, ahora Minho se acercaba lentamente al para descubrir qué lo aquejaba.

Con cada paso que menguaba la distancia entre ambos, más fácil de distinguir era su silueta.

El animal portaba dos enormes ojos amarillos que le devolvían la mirada atento.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca descubrió que el animal que tenía enfrente era una cría de lobo. Esta estaba recostada cerca de una roca y empapada en suciedad y agua.

Otros dos pasos más cerca informaron a Minho del problema. El lobo padecía de una amplia herida por toda la pata posterior que manchaba su pelaje de una sangre espesa y que atravesaba desde el costado del lomo hasta casi llegar a la zona de flexión de la pata y el fémur.

— ¿Un lobo? — Habló por primera vez en voz alta Minho. — Está bien pequeño, no te asustes, no te haré daño. Somos casi familiares ¿eh?

Dejando de lado su propia broma, Minho observó más de cerca al animal, que sorprendentemente no atacó por instinto, pero continuaba con sus lamentos.

Sabía que era un cachorro de lobo porque los lobos no humanos adultos triplicaban su tamaño. El lobo a quien enfrentaba medía lo mismo que un humano, pero seguía siendo poco.

Si de un lobo alfa de la manada de Minho se tratase, este sería mucho mayor que un lobo normal y corriente. El propio Minho cuando dejaba salir su parte animal crecía cinco veces su tamaño. Así que definitivamente era una cría, tal vez entrando en edad adolescente.

No era raro encontrar todo tipo de fauna por los alrededores del pueblo y mucho más si te adentrabas a zonas no transitadas como donde se encontraba actualmente. Lo curioso es que hacía décadas que no se reportaban lobos en la zona.

— Voy a tener que examinar más de cerca, pequeño. — Comentó Minho quien no paraba de observar al pequeño lobo por si en cualquier momento decidía atacar. Los únicos animales salvajes con los que trataba eran vacas y ovejas. Los más "peligrosos" eran cabras.

Minho concluyó que el pequeño lobo no le haría nada cuando al acercarse a inspeccionar la herida de cerca este disminuía su agudo llanto y se dedicaba a oler el mojado cabello de Minho.

— Oh, ¿y este comportamiento? ¿Seguro que no eres un perro grande?

El pequeño lobo le contestó con otro gemido lastimero.

El comportamiento tan poco usual en un lobo no humano, el cual podría desmenuzar la carne de un persona con solo un mordisco, hizo concluir a Minho que tal vez era un lobo rescatado o criado con mano humana.

Tal vez se escapó de donde venía o tal vez era una cría con defecto al nacer que al ser abandonada por el resto de su manada sobrevivió por mera suerte.

Sea como fuere, Minho no le dejaría así.

La herida no pintaba bien. No era lo suficientemente profunda, pero sí tenía el diámetro suficiente para causar una lesión media/alta y la zona donde estaba situada era delicada por los tendones y músculos.

Aunque el lobo parecía entretenido escaneando a Minho con su hocico, la serie de quejidos que continuamente expulsaba señalaban su sufrimiento.

— Bien Minho piensa, cómo solucionamos esta situación. — Habló en voz alta mientras continuaba pensando. Los ojos del animal no se apartaban ni por un segundo de él.

Rozó con la yema de los dedos el costado de la herida. Un fuerte quejido retumbó desde el pecho del cachorro.

— ¡Lo siento mucho!, perdóname, perdóname...— Sin reparar en sus actos, Minho pasó su mano entre las orejas del lobo para calmar su dolor. Paralizado por la posible respuesta del animal ante su atrevimiento, una burbujeante risita salió sin permiso de su boca pues el lobo no tuvo otra reacción más que ladear la cabeza y presionar con su hocico la mano del humano.

— Bien, lobito, creo que tengo una idea, pero primero vamos a evitar que sangres más aún. — Con un rápido movimiento Minho se quitó la blusa blanca de encima de su otra camiseta. Ambas prendas de un marrón sucio tras todo el barro y la lluvia caída.

La partió con la fuerza de sus brazos en trozos largos y descartó en el suelo las partes inservibles. El lobo continuaba observando.

— Está bien, pequeño, esto puede doler, ¿de acuerdo? — A pesar del llanto, el lobo permitió a Minho levantar con sumo cuidado su lastimada pata y envolver lo mejor posible la herida con la tela la cual rápidamente comenzó a adquirir un tono escarlata.

Finalizado el improvisado vendaje, la respiración del animal resonaba por el esfuerzo. La mano de Minho volvió a descansar sobre su cabeza en un intento de consuelo.

Mientras aseguraba el vendaje, Minho repasaba mentalmente dónde podría dejar al animal en buen recaudo. No podía volver a casa con él. Ni siquiera podía volver a casa por sí mismo desde que salió de allí sin mirar atrás. No podía dejarlo con ninguno de sus amigos o llevarlo al pueblo. No podía hacer nada.

Una idea paseó por su cabeza como una mala broma.

Si estaba metido dentro del bosque y la memoria no le fallaba, al inicio de este, había una cueva donde él y los chicos de críos iban a explorar y pasar el rato. Con el tiempo se convirtió en el lugar de encuentro e incluso prometieron pasar la noche allí algún día con una hoguera, mantas y comida basura. La promesa nunca se realizó pero el recuerdo permanecía.

La cueva, debajo de las formaciones rocosas de una ladera, tenía una pequeña cavidad en la zona del techo que dejaba que los rayos de la Luna o del sol llenaran de cuanta luz pudiesen la cueva. La entrada, que era angosta, hacía del lugar algo acogedor donde poder resguardarse para siete niños aventureros los cuales vieron perder la magia del lugar a medida que crecían.

No era perfecto y lo más seguro es que muriera de hipotermia o de infección o por algún otro animal que decidiera hacer de él su aperitivo, pero era todo lo que tenía de momento.

Se puso de pie para calcular cómo sostendría al lobo por el camino. Se alejó tres pasos para mirar el cielo, rezando para que estuviera por fin despejado y se pudiera guiar por las estrellas, pero al alejarse el agudo y tormentoso aullido del pequeño lobo lo asustó.

El lobo lo miraba con angustia en su expresión. Incluso intentó mover sus extremidades para acercarse.

— ¡No, no, no! ¡No te muevas! ¡Lo empeorarás! — Alarmado alzó la voz Minho.

Los gemidos del lobo no se detenían.

Minho volvió a inclinarse frente al animal y de nuevo su mano acarició su sucio pelaje.

— No te preocupes, estoy aquí. Estoy aquí pequeño, no me voy a ir a ninguna parte. — El hocico del lobo volvió a buscar su mano, su lamento disminuyendo en volumen.

Tal vez era su instinto lobuno o que tal vez la parafernalia sobre ser alfa era cierta y el instinto protector había estado siempre ahí, pero en Minho golpeó un enorme cariño por el animal que, dejando su fiereza natural de lado, había elegido confiar en Minho para que le ayudase.

Estaba decidido a cuidar y proteger a este pequeño lobo hasta que pudiera volver a caminar y continuar con su vida.

— Está bien pequeño, tengo que alzarte en brazos. Nos queda un duro camino por recorrer. — Minho se levantó y rodeó al lobo cuyos ojos ensimismados seguían sus acciones. Este renegó los primeros intentos pero al parecer al quinto intento comprendió las intenciones de su protector.

Mirando al cielo Minho sonrió por su pequeña gota de suerte. La estrella polar le saludaba desde el cielo. Si delante de sus narices estaba el norte, con suerte al ir todo recto hacia la derecha encontraría la cueva o algo parecido por el camino, así que se puso en marcha.

Cómo agradecía mantener su físico en forma y pasar horas haciendo ejercicio con su hyung o Changbin los pocos ratos libres que a veces tenía. Por mucho que el cachorro midiera menos de lo esperado, no dejaban de ser kilos de peso los que Minho tenía que distribuir entre sus dos brazos y espalda.

Su fuerza alfa ayudaba bastante pero después de hacer unas seis paradas y notar cómo la tela blanca en la herida era completamente del color carmesí, Minho casi perdía la esperanza.

Además, el llanto del animal cada vez que bajaba o cargaba su peso lo llenaba de impotencia y tristeza.

Encontró la cueva tiempo después, cerca de uno de los alces más antiguos.

Con un suspiro de alivio depositó al animal el cual tuvo que entrar cojeando por cuenta propia para poder caber.

En el camino, la lluvia se había despedido alumbrando el camino de estrellas y la luz de la Luna, la cual ayudó bastante a identificar el lugar.

Al entrar en la cueva, los ojos de Minho tardaron segundos en adaptarse al entorno, la luz de la noche entrando por el hueco del techo.

Resollando, por fin el pequeño lobo se tumbó contra una pared especialmente lisa y lejos de la humedad.

— Ha sido una noche muy difícil, ¿no crees, amigo? — Preguntó Minho mirando al lobo acomodarse entre pequeños sonidos de dolor. — Vamos a dormir hasta que amanezca y pueda volver al pueblo a por ayuda ¿vale?

El pequeño lobo resopló mientras posaba su cabeza entre sus patas delanteras. El agudo sonido de sus quejidos creaba eco en la cueva.

— Duele mucho, ¿no? — El monólogo que Minho interpretaba para rellenar el silencio poco a poco se adormecía mientras el dolor de su cuerpo y el calambre de sus extremidades lo envolvían profundamente. Las agudas punzadas en la planta de los pies fue lo último que sintió mientras se recostaba en el duro suelo y sus párpados se cerraban.

Perdiendo la conciencia por el sueño escuchó un ruido de arrastre y el quejido del animal.

Una sensación de suavidad envolvió sus piernas. Tal vez soñaba. El peso de algo cálido y sólido contra su espalda hizo que su cuerpo dejase de temblar por el frío.





Un olor a tierra, jazmín y miel picaban su nariz. Aunque sus párpados estuviesen cerrados la cálida luz detrás de ellos poco a poco lo desenvolvía del descanso. Sentía el peso de algo sobre su estómago y una constante y fuerte respiración cálida detrás de su cuerpo.

Al abrir los ojos las motas de polvo y humedad condensadas en el aire le dieron los buenos días. Por la intensidad del sol no debían de ser menos de las diez de la mañana. Su cuerpo adormecido parecía no querer cambiar de postura. Y el calorcito que le envolvía no ayudaba con su somnolencia.

Intrigado, agachó la mirada para identificar el peso en su estómago. Una peluda pata envolvía su torso. Al girar su cabeza hacia atrás, un pelaje canela le hizo cosquillas en el rostro. Su mano saltó disparada para arrascar el picor. Dicho movimiento causó un gruñido grave que Minho sintió retumbar por toda su espalda, el cual acababa de cerciorarse de que pertenecía al lobo.

¿Cómo había llegado hasta aquí?

Se incorporó lo suficiente para ver cómo el cachorro había envuelto sus extremidades alrededor de Minho creando una especie de escudo protector del frío. Su cola tapaba sus piernas y el calor de su pelaje resguardaron a Minho de una posible hipotermia.

El cariño inundó el pecho de Minho el cual, al mirar hacia los ojos del lobo, este ya se encontraba despierto mirando fijamente a Minho.

— Oh, buenos días pequeño.

El lobo acercó y ofreció su cabeza que fue inmediatamente acariciada por la mano de Minho.

— Vamos a ver qué tal esa herida ¿vale? — Minho intentó moverse del pecho del animal pero un fuerte gruñido lo detuvo. — Pequeño, tengo que ver cómo está la herida. Si contraes infección podrías morir. — Un buen rato de caricias en el pelaje permitieron examinar la herida de la pata. No sin luchar contra el hocico del lobo que no dejaba de intentar meterse entre los brazos, el cuello y el pecho del humano. — Lobito, no juegues, para por favor.

La risa de Minho paró en seco. Al quitar el intento de venda de su blusa, y aunque la herida había parado de sangrar, esta estaba en carne viva. El animal necesitaría de intervención médica para poder sanar. Minho tenía que volver al pueblo.

El enorme problema es que por un motivo que no entendía el pequeño lobo parecía no querer separarse ni un centímetro de él. Tal vez, por ser el único ser vivo que paró en su camino para mostrar compasión y ayuda, había desarrollado una idea de protección hacia él. Como un bebé patito que no paraba de perseguir a la mamá pato.

Lo que asombraba a Minho es que este sentimiento no era unilateral. Una molestia se extendía con la idea de separarse del animal. Si le hacían daño o alguien se aprovechaba de su precaria situación sería solo culpa de Minho. Pero si no curaba esa herida el lobo perecería.

El lobo posó su cabeza de nuevo en el regazo de Minho mientras este acariciaba su pelaje canela manchado.

Tendría que idear un plan. A esta hora sus padres estarían buscándolo y sus amigos también, pero estos no podrían estar en otro sitio que no fuera desempeñar su trabajo en la manada. Al igual que sus padres. Tendría que reunir a sus amigos para que le echasen una mano porque sería Minho y solo Minho quien cuidaría del lobo. No pensaba dejar que nadie más se acercase a él o que cayera en manos del círculo de alfas.

Era su responsabilidad, el pequeño animal había confiado en él y sólo en él.

— Está bien, lobito, sé que no me entiendes pero necesito irme solo unas pocas horas. — Acarició entre sus puntiagudas orejas mientras hablaba. — Necesito ir a por comida y vendajes, tal vez la ayuda de alguien más, ¿de acuerdo? Solo serán unas horas, solo unas horas...

Los ojos ámbar del lobo no dejaban los cafés de Minho. El humano sintió cómo su respiración se alteraba e intentaba ponerse en cuatro patas.

— No, no, no. Túmbate, necesitas descansar, no, ¡no! ¡Quieto! — Al intentar dar un paso el lobo se estrelló en el suelo, sus lamentos llamando a Minho. — Tengo que ir, lobito, necesitamos curar tu herida. — Minho se puso de pie pensando que el lobo quedaría en el suelo, pero este, tozudo, volvió a insistir en levantarse para dar de bruces contra el suelo de nuevo. — Minho volvió a acercarse. Y en cuclillas habló. — Volveré, te lo prometo lobito, voy a volver, no te levantes por favor, por favor. — Abrazó su cabeza la cual presionaba contra su torso mientras los gemidos lastimeros inundaban de nuevo la cueva. El cachorro de lobo estaba llorando. — Voy a volver pequeño, voy a volver...

Minho sabía que si no se levantaba y salía de la cueva, no podría hacerlo jamás. Con el corazón roto dejó al animal en el suelo y se levantó. Intentó no mirar hacia atrás pero fracasó, el llanto del lobo cada vez era más fuerte, más agudo.

Mientras salía de la cueva el sonido de los gemidos, el arrastre del cuerpo y el golpe de este contra el sueño causó que se le humedecieran los ojos a Minho.

¿Qué le estaba pasando? Solo era un animal que necesitaba ayuda. ¿Por qué tenía que ser tan emocional?

A pesar de interponer metros de distancia entre él y la cueva, Minho seguía teniendo incrustados los sonidos de dolor del animal.

Cuanto antes reuniera las cosas, antes estaría de vuelta. — Repetía en su cabeza.

El sol y la ausencia de nubes hacían mucho más distinguibles los caminos y senderos. Tardaría la mitad de tiempo en volver al pueblo de lo que tardó anoche.

La primera parada era su casa.

Al llegar, escaneó desde afuera la ventana de la cocina y el comedor.

Despejado.

A esta hora su madre estaría con la comisión de recursos y su padre en la oficina o en alguna reunión. Aún así entró por la puerta trasera. Al tener solo silencio como respuesta a toda prisa subió de dos en dos las escaleras hacia su habitación. Agarró de su armario la mochila más grande que poseía.

Al pasar por el pasillo su reflejo en uno de los espejos colgados le saludó. Su piel completamente sucia y arañada. Su cabello un nido de pájaros.

Acelerado, se desvistió como pudo y encendió la ducha, la cual duró un tiempo récord de tres minutos antes de salir, secarse y vestirse con los pantalones más cómodos de campo y otra nueva camiseta y blusa blanca. Sus botas seguirían igual de sucias.

Del mismo baño y posteriormente de la cocina recolectó lo más importante y necesario: Aguja, hilo, antiséptico, antibióticos en crema, un mechero, vendajes, muchos vendajes, la navaja vieja de afeitar de su padre y alcohol puro.

Después, bajó hacia el almacén donde guardó hasta diez litros de agua.

De la nevera, sacó la ternera sobrante de la noche anterior.

Una vez todo bien colocado dentro de la mochila, partió de casa hacia su segunda parada: Atrapar a uno de sus menores.

Y ya sabía quién sería perfecto para ello.





Desde lejos Minho veía a Hyunjin cargar y descargar cajas de repollos de las camionetas junto al resto de su equipo. Cuando este se apartó hacia un lado Minho salió de su escondite y se acercó naturalmente hacia su amigo.

— Hyunjin. — Llamó.

Hyunjin se giró y al reconocer a su hyung su ceño se frunció.

— ¿Dónde estabas, hyung? Seungmin ha dicho algo sobre no haberte visto en toda la mañana. Tiene un cabreo enorme encima. Ha tenido que repartir la leña él solo. ¿Estás enfermo acaso? Tú nunca te enfermas. —

Arremetió Hyunjin.

Minho lo agarró del brazo y lo apartó aún más del camino.

— ¿Qué sucede hyung? Estás actuando raro. ¿Se puede saber qué anda mal contigo estos di-

— Escúchame bien, Hyunjin. — Interrumpió Minho. — Necesito urgentemente tu ayuda y la de los chicos. — Hyunjin cerró la boca ante la demanda.

— ¿Has peleado otra vez con tu padre? Chan hyung me ha comentado en el desayuno que no has dormido en casa. Pensaba que te habías quedado a dormir en casa de Félix, pero el mismo Félix me ha dicho que pensaba que estabas en casa de Changbin. ¿Dónde has dormido? — Cuestionó el menor.

— En el bosque. He tenido un pequeño inconveniente ... — Intentó explicar Minho.

— ¡¿Que has dormido en el bosque?! — Gritó Hyunjin.

— ¡Shhhh! — Tapó su boca el mayor. — Hyunjin, ahora no tengo tiempo para esto, por favor, solo escúchame. Necesito vuestra ayuda. Necesito que tú y el resto de los menores me ayudéis más no podéis hacer preguntas.

La confusión en el rostro de Hyunjin lo animó a continuar hablando.

— Ya que Jeongin se encarga de zonas como el centro de salud necesito que consiga para mí vendajes y medicamentos. Todo lo que sea antiinflamatorio. También apósitos.

— ¿Para qué necesitas todo eso? — Cortó Hyunjin.

— Calla y escucha. Necesito que Yongbok y tú vayáis a la zona de suministros y guardéis toda la carne posible, pero sin levantar sospechas. A su vez, necesito que Seungmin traiga toda la cantidad de agua que sea posible de los depósitos de agua de los que es responsable. El encargado de dar esta información al resto serás tú.

— Hyung, ¿pero qué está pasando?

Las réplicas de Hyunjin fueron cortadas por la determinación de Minho. — ¡Escúchame! Necesito que los cuatro estéis a la hora de la comida en la vieja cueva donde solíamos pasar los veranos todos juntos. ¿Recuerdas?

— Espera, ¿la cueva del inicio del bosque? ¿La de la ladera? — Cuestionó Hyunjin.

— Exacto, esa misma. Tenéis que estar a la hora de comer para que nadie os eche en falta. Ah, además, de esto ni una palabra a nadie. Si alguien pregunta por mí, pasé la noche en casa de Yongbok, menos para los padres de Yongbok, a ellos les diremos que duermo en casa de Seungmin y así no habrá malentendidos si preguntan o si mis padres preguntan. — Explicó Minho.

— Hyung, detente un momento, sea lo que sea que te haya pasado, te necesitamos aquí, ¿no es mejor hablar con BangChan hyung? Él podría solucionar cualquier problema.

— ¡No! Si Chan lo sabe lo sabrá el consejo y si lo sabe el consejo lo alejarán. Es mi responsabilidad. Mía. Toda la manada opinaría, mis padres opinarían, harían sentencia sin yo poder hacer nada. No podría protegerlo de nada.

Asustado, Hyunjin intentó calmarlo. — Hyung, respira, tranquilo, le diré a los chicos, saldremos y te ayudaremos, pero por favor habla con Chan hyung...

La expresión en la mirada de Minho se oscureció, su alfa interior vibrando en su pecho. — Hwang Hyunjin espero que no me falles y de tí y los chicos no salga ni una palabra de esto. Os he ayudado siempre que lo habéis necesitado, he hecho a un lado mis asuntos para resolver los vuestros primero porque sois como hermanos para mí. Os necesito. Por favor.

Pasmado por su comportamiento, Hyunjin quedó pensativo.

— No estoy entendiendo una mierda de lo que está sucediendo y me estás preocupando muchísimo porque no te había visto así en mi vida, pero está bien. Cuando termine con esto buscaré a los chicos e intentaremos quitarnos de encima a los alfas del círculo para estar allí a la hora acordada con lo necesario.

— Prometió el menor.

— Gracias Hyunjin, lo entenderás cuando lo veas. Te debo una. — Agradeció.

— Lo que me debes es una enorme explicación a la hora de la comida. — Se despidió Hyunjin. — Y por favor ten muchísimo cuidado.

— Nos vemos allí. Gracias de nuevo.

Sin darle tiempo a cualquier otra interacción, Minho dio media vuelta y bordeó la zona para cruzar el claro y poco a poco volver a adentrarse en el bosque. La pesada mochila ralentizaba su caminar pero al largo tiempo volvió a encontrar la cueva.

¿Estaría el pequeño animal aún ahí? ¿O había movilizado a todos sus amigos en vano? Tal y como lo dejó, tal vez abandonó la cueva para seguir su camino o tal vez para morir tranquilo.

Sacudió su cabeza para alejar esa fea idea.

A medida que se adentraba en la cueva, y solo oía el sonido de sus pisadas y el silencio, un irracional miedo se instaló en su pecho. ¿De verdad se había ido?

Casi al entrar del todo, un rugido grave de advertencia lo congeló en su lugar.

— Soy yo, lobito, he vuelto. — Habló en voz alta. La amenaza se detuvo y Minho observó cómo el lobo levantaba la cabeza y sus puntiagudas orejas para observar a Minho con sorpresa. Un aullido lastimero escapó de sus fauces. De nuevo, este volvió a intentar levantarse para llegar hasta él.

— No, no de nuevo, para, para. — Pero el lobo continuaba arrastrándose así que, inquieto, Minho corrió hasta agacharse a su altura. — Debes de dejar de hacer eso, lobito, solo empeoras la herida. — El lobo ignoraba la riña mientras paseaba su nariz por todo el cuello y cabello de Minho, estaba nervioso mientras olfateaba su aroma a menta y canela que ya no era opacado por la suciedad de la lluvia y el barro. — He traído muchas cosas que te van a ayudar. Ya no debes preocuparte. Estoy aquí, pequeño.

Ajustó su postura en el suelo y sacó dos de las botellas de agua. Abrió una y bebió la mitad de su contenido, percatándose de que la situación había arrastrado hacia un segundo plano sus necesidades básicas, pues ahora caía en cuenta de la sed y hambre que poseía.

— Ahora es tu turno, lobito. Abre la boquita. — Minho intentó mediante gestos explicar la forma, pero el lobo, en cuanto se dio cuenta de que era agua, acercó su cabeza rápidamente hacia la botella para abrir su poderosa mandíbula y esperar a que Minho vertiera el contenido.

El lobo tragó del tirón dos botellas.

Con una risa de satisfacción, Minho acarició su pelaje. — Muy bien, precioso, así es. Ahora voy a comer un poco, te daré de probar pero no creo que una carne aliñada y cocinada te siente bien. ¿Quieres probar? Mis amigos más tarde traerán comida para tí, no te preocupes.

El lobo ladeó la cabeza. Gruñó y se acercó más aún al humano, invadiendo por completo su espacio personal.

La risa de Minho rebotaba entre las paredes de la cueva. Mientras acariciaba con una mano a su lobito, con la otra sacaba los restos de ternera y partió un trozo pequeño que dejó debajo de la nariz del cachorro. — ¿Y bien? — Preguntó.

El lobo tragó el trozo enseguida.

Más risas brotaron — Está bien, compartiremos la comida hasta que lleguen los refuerzos. ¿Mmm?

Con la ternera consumida y otra botella vacía, Minho se dispuso a sacar de la mochila los artículos de medicina.

— Bien pequeño, llegó el momento que menos te va a gustar, hay que curar esa herida.

El lobo acurrucó aún más su cabeza en el regazo de Minho. — Sé que va a doler, no te puedo mentir.

Con sumo cuidado deshizo el nudo que mantenía tapada la herida. Al retirar la tela los lamentos del cachorro volvían a la superficie y la angustia de Minho con ellos.

— Tranquilo lobito, tranquilo. — Agarró el bote de alcohol con un porcentaje de noventa y respirando profundamente destapó el tapón. — Esto va a doler muchísimo, mi pequeño. — Vertió una pequeña cantidad al inicio de la herida.

Un aullido de dolor sacudió el cuerpo de Minho. Le dolían los tímpanos del ruido ocasionado. — Shhh, pequeño, shhh, estoy aquí. Estoy aquí. — Con rapidez, terminó de mojar y limpiar la herida para hacer que toda la suciedad fuese expulsada.

Dejando el bote de lado y utilizando sus dos manos agarró el hocico del lobo y pegó sus frentes juntas. — Shhh, eso es...

Después de un rato arrascando detrás de sus orejas, y dando tregua al cachorro para que pudiera superar el dolor, Minho sacó aguja e hilo y comenzó a bañar la aguja con más alcochol para posteriormente quemarla con fuego y que quedase desinfectada.

Por este motivo había traído la navaja de su padre que, aún vieja, estaba lo suficientemente afilada para que, al pasar cuidadosamente los costados de la herida, retirase todo el pelaje sucio y apelmazado que no lo dejaría trabajar.

Despues de un poco de más alcohol para limpiar los bordes y muchas caricias de aliento, Minho comenzó a coser.

Mentiría si dijese que no tenía lágrimas retenidas entre sus pestañas ante el sufrimiento y súplicas del lobo. Sus manos completamente llenas de sangre, el olor de esta misma y el olor a miedo que desprendía el cachorro hacía de la tarea algo aparentemente interminable.

Cuando finalizó, el lobo se encontraba medio desmayado. Este lo observaba con su cabeza apoyada en el suelo y el resto de gemidos brotando de su pecho.

Limpió con antiséptico los puntos y cuando secó, empapó con la crema toda la herida.

Se lavó las manos con otra de las botellas y levantó con cariño y cuidado la pata del lobo para dejarla caer en su regazo y vendar la zona con paciencia.

Una vez listo y sin dudarlo Minho se arrastró por el suelo hasta abrazar al lobo y acariciar su grueso pelaje. Este no había apartado su vista de él ni un solo segundo. Incluso cuando más fuertes eran sus aullidos.

— Eres un lobito tan valiente, mi pequeño. Estoy muy orgulloso de tí. Mereces descansar. — Susurraba Minho mientras su mano no paraba de masajear la zona entre sus orejas. Pero los ojos de miel del lobo no desistían. — Voy a estar aquí, lobito. Shhh. Descansa... descansa...

Tal vez fue la voz relajante de Minho o el efecto de la medicina y el dolor que el lobo con un último suspiro, se durmió.





Fuertes gruñidos despertaron a Minho de lo que parecía ser una breve siesta que no sólo hizo dormir al lobo, si no que a él mismo también.

Al girar su cabeza se encontró con el lobo de pie, en sus cuatro patas en postura de defensa y ataque, delante suya, rezongando en ira. Desde aquí se podía ver como por el esfuerzo, la venda tenía zonas rojas. Seguro que algunos puntos se habían soltado.

Y delante del lobo, en la entrada de la cueva, las figuras asustadas de sus amigos.

— ¡¿Pero qué cojones es esto?! — Exclamó Hyunjin. Mientras Félix y Seungmin estaban más alejados y Jeongin entraba también en posición de ataque.

— ¡Alto ahí! Parad, ¡parad! — Gritó Minho mientras se ponía de pie de un salto.

Se posicionó junto al lobo para pasar un brazo por su costado pero este continuaba listo para atacar.

— Aléjate hyung, es peligroso. — Se escuchó la voz de Félix.

— No, no, no. No es peligroso, está conmigo. — Respondió Minho.

Exclamaciones de sorpresa reinaron en la cueva. Minho acercó su boca al oído del lobo para poder hablar tranquilo mientras acariciaba su pelaje. — Relájate, lobito, son mis amigos, no te van a hacer daño, pequeño.

— ¿Es esto lo que has estado haciendo todo el día? ¿Estar al lado de un lobo?

— ¿Es de los nuestros? Parece un cachorro. — Cuestionó Jeongin.

— Lo dudo mucho. — Respondió Minho. — Está bien, creo que no os hará nada, podéis entrar, ¿traéis lo que os he pedido?

— ¿Cómo que "crees"? — Molesto preguntó Hyunjin.

— Tú tienes que explicar muchas cosas, hyung. — Dijo Seungmin mientras se acercaba a Minho y dejaba la bolsa que sujetaba de mala forma en el suelo.

El pequeño lobo se interpuso entre los dos y volvió a gruñir.

Seungmin alzó los brazos en defensa. — ¿Tienen algún tipo de obsesión contigo o qué?

El resto de chicos entraban lentamente, sin apartar la vista del lobo mientras dejaban las bolsas de agua y comida en el suelo.

— Creo que es protector conmigo porque le he salvado la vida. Ya sabes... — Explicó Minho. — Tuve una discusión fuerte con mi padre por la noche y al salir a despejarme me lo encontré por el camino y simplemente no podía dejarlo solo.

— Lo siento mucho Minho... por la discusión con tu padre... — Habló el siempre caritativo Félix.

— No pasa nada, Lixie. — Le sonrió Minho.

— Esto es estúpido Minho, el consejo debe saber que hay un animal peligroso en la zona de la manada. He tenido que mentir a Chan hyung y he tenido que robar a mi pueblo comida y agua porque ahora quieres ir de veterinario por el mundo. — Alzó la voz Seungmin. El cachorro le lanzó un gruñido que Minho intentó controlar pegándose a su costado. — Controla a tu mascota.

— Si no quieres estar aquí simplemente márchate. Y no le llames así. — Amenazó Minho.

— ¿Te estás escuchando? — Volvió a atacar Seungmin.

— Ya está bien, callad. — Cortó Félix. — Chicos, Minho solo ha ayudado a un pobre animal, es normal que esté asustado, solo confía en Minho. No sé por qué quiere hacer esto solo pero debemos respetarle.

— Esto lo debe solucionar la manada, nos meteremos en un lío. — Estuvo de acuerdo Jeongin.

— ¿Podemos hablar de esto después? Porque se está desangrando por la pata izquierda. — Señaló Hyunjin.

Asustado Minho giró la cabeza para encontrar las vendas nuevas inundadas en sangre.

— No otra vez. — Se quejó Minho. — Vamos a tumbamos, ¿vale lobito? Por favor... — Intentó convencer Minho mientras sujetaba al lobo. — Félix, ven aquí, ayúdame con las vendas, por favor.

— ¿Me va a morder si me acerco? — Preguntó Félix.

— No si estoy aquí. Seungmin, Hyunjin, por favor, id afuera a buscar buenos troncos que nos sirvan para hacer una hoguera. — Rogó Minho.

— Vamos Seungmin. — Dirigió Hyunjin.

— Innie, saca todos los productos sanitarios y déjalos cerca de mí preparados. — Continuó Minho. — Está bien, lobito, vamos a tumbarnos y a quitarte esta venda, ¿vale? — Susurró.

— Pues sí que os lleváis bien. — Sorprendido Félix observó cómo el lobo le hacía caso y se tumbaba, esta vez sin gruñir cuando los otros dos chicos se acercaron a su espacio.

Minho se aferró al lobo mientras le acariciaba y susurraba. Jeongin le entregó una tijera que le permitió cortar la venda y ver el daño causado. Cinco puntos se habían descosido. Entre él y Félix volvieron a limpiar y a coser mientras Jeongin limpiaba los artículos y los disponía para su uso.

Al finalizar, de nuevo Minho se tumbó al lado del lobo para tranquilizarlo.

— ¿Dónde lo encontraste? — Preguntó Jeongin curioso.

— Dentro del bosque. — Respondió mientras continuaba con las caricias. — ¿Por qué?

— Parece un lobo un poco diferente. — Respondió igual de confuso Jeongin.

Hyunjin y Seungmin entraron cargados hasta arriba de trozos de madera y ramas sueltas.

Mientras Minho contaba más detalladamente lo sucedido la noche de ayer. Hyunjin y Félix encendían una hoguera para preparar carne para Minho el cual, al parecer, no podía dejar de estar al lado del lobo sin recibir una queja aguda de su parte. Así que se entretenía dando de beber poco a poco a su lobito que encantado recibía toda la atención de Minho bajo la atenta mirada de los otros cuatro chicos.

Una vez cocinada, Minho comió como un poseso mientras a su lado el lobo engullía su parte.

— ¿Le harán falta mantas o algo que le resguarde del frío? — Preguntó Félix.

— Es un lobo, Félix, su pelaje propio protege. — Contestó Seungmin.

— Sí, pero yo sí necesitaré. — Replicó Minho.

— ¿Tú? ¿Te vas a quedar aquí? Es peligroso. — Alertó Hyunjin.

— No pienso dejarle solo. — Sentenció Minho.

— Pero Minho... — Insistió su menor.

— No voy a cambiar de opinión. — Insistió, mientras miraba al lobo a su lado quien ya tenía su mirada fija en la suya como era habitual.

— Luego decís que soy el cascarrabias del grupo pero estás siendo egoísta, Minho. ¿Y tus deberes? ¿Y el trabajo? ¿No piensas en nada de eso? ¿Tus padres, tal vez? — Alegó Seungmin.

— Sí, estoy siendo egoísta. Y no me importa. Mis padres creen que duermo en alguna de vuestras casas. Podéis decirles alguna excusa. O no. Me da igual. — Respondió Minho.

— No te reconozco hyung... ¿Qué te ha pasado? ¡Nuestro educado y tímido hyung se está revelando! — Aplaudió Félix. — Yo te apoyo totalmente. — Rio.

— Bueno... — Tímido, habló Jeongin. — No creo que por unos días pase nada, ¿no? El lobo sanará pronto y luego todo volverá a la normalidad ¿cierto?

— ¿Tú también opinas lo mismo, Hyunjin?

— No lo sé, Seungmin. — Contestó Hyunjin. — Pienso que esto nos explotará en la cara pero... no sé, para una cosa que nos pide hyung en casi doce años de amistad...

— Gracias chicos. Los días que esté aquí simplemente tenéis que sustituirme del puesto en mis zonas de trabajo y crear una excusa cuando alguien pregunte por mí. — Agradeció Minho mientras dejaba caer levemente su espalda en el pelaje del lobo quien posó su cabeza cerca de su cuello.

— Está bien... — Se rindió Seungmin.

— En realidad entiendo tu cariño, hyung. Simplemente miradles. — Señaló Félix.

La imagen presente del pequeño lobo acurrucado en el suelo mientras envolvía a Minho en su pelaje sacó una sonrisa a los chicos.

— ¿Qué es esto? — La repentina voz de mando de Changbin puso los pelos de punta a los chicos. Lo más probable era que la conversación hubiese tapado cualquier indicio de ruido.

— ¿Qué hace un forastero en nuestro terreno? — Volvió a insistir Changbin.

El pequeño lobo volvió a levantarse y adelantarse a Minho solo que esta vez gruñía como poseído.

— ¿Quién le ha dicho a Changbin que estábamos aquí? — Gritó Minho.

— Me dijiste que no dijera nada a Chan hyung pero no me dijiste nada de Changbin hyung. ¡Lo siento! — Gritó también Hyunjin.

El cuerpo de Changbin convulsionaba preparado para convertirse en su forma lobuna. Los ojos de Minho casi salen de sus órbitas.

Una arrasante furia empujó hacia delante a Minho.

— ¡Ni se te ocurra Seo Changbin porque te enfrentas a mí y no tendré compasión! — Vociferó Minho.

— ¿Tú estás de parte de ese omega y no de un hermano? — Volvió a gritar Changbin.

Para ese entonces todos estaban de pie y en alerta.

— ¡¿Pero de qué omega hablas?! — Exclamó Seungmin.

— Aquel omega. — Señaló Changbin al lobo que intentaba por todos los medios tapar el cuerpo de Minho con el suyo.

— ¿Entonces es uno de los nuestros? ¿Cómo lo sabes, hyung? — La voz de Félix sobresalió entre el coro de voces.

— Mi celo está muy cerca y huele a omega, huele incluso mucho más fuerte de lo que huele Yongbok. — Sentenció.

Todos los ojos se centraron en el animal que ahora descansaba su mirada en cada par de ojos que lo analizaban.

Su cuerpo se pegó inseguro a las piernas de Minho.

— ¿Es cierto? ¿Tienes parte humana y parte lobo como nosotros? ¿Eres un omega?

— ¿Tú no lo sabías, hyung? — Cuestionó el propio Changbin.

— Bueno... — Minho dudoso dio un paso hacia atrás que sacó un gemido del lobo — Yo no pregunté, solo asumí...

— ¡Lo sabía! — Celebró Jeongin. — La forma en la que mira a hyung no es animal, tiene mucha alma dentro.

— ¿Qué significa eso acaso?

— Que no deja de ser un intruso en tierra ajena. — Alzó la voz Changbin.

— Sí no es un animal y es una persona esto se complica muchísimo más. Pertenecerá a una manada que lo reclamará y nos meteremos en un problema aún más gordo. — Argumentó Seungmin.

— Minho esto es más serio. — Alegó Hyunjin.

El lobo, atento a la reacción del resto de personas, no dejaba de retroceder con sus orejas caídas hasta que topó con la pared de piedra. Minho observó todo el panorama en silencio hasta que se concentró en el cachorro.

— ¿Es eso verdad, lobito? — Preguntó Minho. La respuesta del lobo fue agachar la cabeza culpable. Minho se agachó a su altura. — Hey, no pasa nada, no te va a pasar nada. Te vamos a ayudar.

Atento a sus instintos, Minho dejó fluir su parte animal. Abrió un simbólico cerrojo en su pecho que le permitió observar y analizar los olores y su entorno. Reconocía el olor de sus amigos alfas, y el dulce olor de omega de Félix. Sin embargo, entre tanta suciedad y el denso olor a sangre, el tenue olor de a miel y jazmín emanaba de su nuevo pequeño amigo. Se sentía estúpido, pues aunque podía achacar su despiste a la confusión de olores, su situación dolorosa de anoche o el cansancio de su cuerpo, cualquiera sabría distinguir a uno de los suyos. Además, ahora que pensaba en frío, el comportamiento de un completo lobo nunca sería tan manso y receptivo. Suponía que pecó de indulgente.

Pero el lobo era tan pequeñito...

— ¿Cómo que no pasa nada? — Esta vez sonó la voz de Changbin.

— No le voy a dejar solo. Lo cuidaré y guiaré cuando sane de vuelta a su hogar. — Explicó Minho.

— ¿Por qué no se ha transformado en humano en todo este tiempo? — Preguntó Félix

— Sí uno de nosotros se hiere de forma grave y cambia de lobo a humano, podría agravar la herida o la fractura por la transformación de huesos y tejidos que experimentamos. Y si una herida se puede curar en una semana, con una mala transformación podría durar hasta semanas o meses. Ha hecho bien en quedarse en su forma animal. — Relató Seungmin.

— Ha hecho bien, entonces. — Volvió a hablar Minho.

Los chicos tuvieron que explicar de nuevo lo sucedido a Changbin el cual una vez comprendida la situación se disculpó con su hyung. A Changbin no le parecía buena idea y compartía la opinión con Seungmin, sobre todo al enterarse de que dicha hazaña tenía que estar oculta ante BangChan . A diferencia del resto de chicos que apoyaban activamente a Minho.

Chagbin también había traído ciertos artículos que Hyunjin le informó. Al pasar cerca de dos horas, los chicos decidieron marchar y continuar con las tareas del día prometiendo volver casi al anochecer para llevar cobijas para Minho. Tendrían que estar turnándose los siguientes días para ver quién volvía a la cueva con suministros y no dejar a Minho y al omega sin comida ni agua.

Cuando todos marcharon, el silencio inundó la cueva y solo quedó el sonido de la madera siendo calcinada en la hoguera.

El lobo se había quedado dormido sobre las piernas de Minho cuando aún los chicos seguían hablando entre ellos.

Minho pasó una mano por su pelaje y observó su para izquierda trasera por si el vendaje se había movido. Todo estaba perfecto. Sus manos cayendo por hábito entre sus orejas y acariciando el denso vello que necesitaba un agua urgente.

El lobo se movió inquieto hasta despertar. Sus ojos viajando al instante hacia los de Minho. Un ronroneo abandonando su pecho.

— Perdona, ¿te he despertado, lobito? — Preguntó con cariño el alfa.

El lobo simplemente chocó su cabeza con la de Minho.

Horas después, casi al anochecer, Chagbin entró dándose a oír para no asustar a ninguno de los dos con una linterna y una gran mochila en la espalda. Sacó de esta artículos de aseo y mantas para Minho y se quedó un rato en la cueva con el omega mientras Minho salía al exterior a asearse y cepillar sus dientes.

El lobo miraba incómodo al alfa desconocido mientras su postura se transformaba en alerta.

— No te voy a hacer nada. — Comentó Changbin molesto.

Los pasos de Minho entrando a la cueva los distrajo de la batalla de miradas.

Cuando Minho se acercó a la zona donde descansaba el lobo, este se enderezó e hizo chocar su cabeza con el torso de Minho, ganándose una sonrisa y caricias de este.

— Hola lobito, ¿todo bien?, te dije que no tardaría mucho, pequeño. — Minho se sentó a su lado. El omega regresó su cabeza a su regazo y las manos de Minho al pelaje de este.

— Quiero llevarle al lago cerca de aquí cuando su herida mejore, para poder limpiar su pelaje. — Le comentó a Changbin. — Minho dirigió la mirada a su menor quien lo miraba con una expresión indescifrable. — ¿Qué? — Soltó.

— Tu comportamiento... es raro hyung. — Aclaró Changbin.

— ¿Por qué? — Dudó.

— Le hablas y tratas como si te olvidases de que debajo de ese lobo hay una persona como tú y yo. Un omega. — Explicó.

Minho bajó la mirada para caer en esos ojos ámbar que siempre estaban atentos a él.

— Es raro, supongo. Cuando me lo encontré pensaba de verdad que solo era un lobo sin más. Ahora sé siente raro pensar en eso... No sé, creo que es tan pequeño que solo está asustado y quiere protección ¿No? — Argumentó Minho.

Un quejido llamó su atención. Veloz susurró palabras de aliento al lobo que se quejaba del dolor en su pierna.

— Aquí, dale estos, como es uno de los nuestros puede tomar medicina humana. Le ayudará a sentir mucho menos dolor. — Dijo Changbin mientras sacaba de la mochila unas cápsulas.

Minho ayudó a tragar la medicina vertiendo agua en la garganta del lobo, quien volvió a cerrar los ojos para descansar sobre las piernas de su protector.

— Tengo que irme, hyung. Mañana me toca a mí repartir por la mañana con Seungmin en tu nombre. — Justo antes de salir de la cueva se giró y volvió a repetir sus anteriores palabras. — Recuerda que es un omega hyung. Hay una persona que no conoces ahí abajo. — Y con una despedida mutua Minho volvió a quedarse solo.

Observaba atentamente la tranquila respiración del lobo durmiente. Con sumo cuidado posó suavemente su cabeza en el suelo sin despertarle, era la hora de la cena y su barriga rugía. A los poco minutos, del lobo brotaban pequeños ruidos. ¿Tal vez estaba teniendo una pesadilla?

Si Minho se acercaba y le acariciaba esos ruidos se detenían, pero al volver a alejarse estos volvían.

Debía de estar loco pues con la acción Minho obtenía una amplia sonrisa.

Su lobito...

Changbin tenía razón, aunque fuera su protegido ahí abajo había una persona con un nombre y una vida...

Un nombre... exacto, un nombre. Minho acababa de tomar consciencia de que nunca se había presentado ante el supuesto omega.

Una vez preparada la cena, Minho despertó con suavidad al pequeño lobo y puso delante de su hocico un buen plato de carne con algunas verduras seleccionadas por Jeongin.

Mientras ambos comían en silencio, Minho decidió abordar el tema.

— Oye... lobito. — El lobo levantó y ladeó su cabeza. Observó a Minho atento. — ¿Sabes que nunca nos hemos presentado?

El lobo levantó sus orejas con asombro. La acción sacó una risa a Minho.

— Lo siento mucho por ello. Voy a aprovechar que estás más relajado para poder presentarme entonces. Mi nombre es Lee Minho. Soy del pueblo de Subkkul, a poca distancia de donde nos encontramos. Y mmmm... Tengo veintitrés años. — Concluyó su presentación Minho.

La cola del lobo se movía inquieta. Al parecer conocer su nombre hacía feliz al omega.

— Sé que ahora no podemos comunicarnos bien, pero cuando podamos siempre me puedes llamar Minho hyung. ¿De acuerdo?

El lobo bajó y subió su cabeza de forma adorable.

— Bien pequeño, y dime, ¿cuántos años tienes? ¿Menos de quince? — Cuestionó.

El gruñido que lanzó el lobo sorprendió a Minho.

— Está bien, está bien, niño grande, ¿qué es entonces, dieciséis? — Carcajeó.

Otro gruñido, pero esta vez más fuerte.

Minho detuvo su masticar y miró fijamente al lobo, ¿era mayor de dieciséis?

— ¿Diecisiete? — Volvió a intentar.

Otro gruñido.

— ¿Dieciocho? ¿Diecinueve? — Preguntó frenético.

Esta vez el lobo resopló más molesto aún.

— ¿Veinte? — Entonces el lobo aulló feliz.

— ¿Tienes veinte años? — Preguntó anonadado. — Eso es imposible.

El lobo volvió a ladear su cabeza.

— Aunque seas omega, tu forma lobuna debería de ser al menos el doble de tu tamaño actual. Eres muy pequeño, pensé que eras un niño no un adulto. — Demandó.

Otro resoplido escapó del hocico del lobo. Cabizbajo siguió comiendo el resto de su carne.

— Bueno... Mmm... — Minho quedó absorto en sus pensamientos. — Así que nos llevamos tres años...

El lobo lo observó unos segundos antes de volver a su comida.

— ¿Qué tal si intentamos esta vez con el nombre, eh? — Intentó alegrar Minho la situación. — ¿Tú nombre empieza por Min? ¿Eres un Min como yo?

Minho pasó buena parte de la noche hasta finalizar la cena preguntando por posibles nombres.

— ¿Kim? ¿Hyun? ¿Baek? — Continuaba su curiosidad mientras recogía más leña de una de las esquinas y las lanzaba en la hoguera para mantener el calor. — ¿Chae? ¿Ji? ¿Choi? ¿Eun?

La cabeza del lobo se incorporó como un resorte.

— Oh, ¿es un Chae? — El lobo gruñó. — Está bien, ¿un Choi? — Volvió a gruñir. — ¿Eun? — El omega se incorporó nervioso, su cola moviéndose sin parar. — ¡Oh, oh vale! ¡Eres un Ji! ¡¿Tu nombre empieza por Ji?!

El lobo meneó más fuerte aún la cola y aulló.

— Tu nombre empieza por Ji. — Un cariño inundó el pecho de Minho. — Entonces el lobito se llama Ji, ¿eh?, pues bien, Ji, un placer conocerte. — Minho, juguetón, realizó una inclinación con su espalda recta para presentarse ante el lobo que ocasionó otro aullido feliz. — Ahora, voy a ver qué tal va esa herida y vamos a intentar dormir, ¿qué te parece? — El lobo contestó con otra sacudida de su peluda cola.

Más tarde cuando ambos se disponían a dormir. Minho agarró las mantas adquiridas. Esta noche se sentía más fresca que la anterior. Se arropó y giró en el suelo para desearle las buenas noches a Ji, sin embargo, el lobo se acercó arrastrando la pata hacia Minho.

— No, no puedes hacer eso, te lo he dicho muchas veces Ji, vas a empeorar la pata. ¿Qué necesitas? Deja que hyung te ayude. — Pero el omega hizo de oídos sordos y, sin entender bien, Minho dejó que se moviera por el espacio hasta acercarse por completo hacia su lugar. — ¿Qué necesitas, Ji? — Acarició su hocico, el cual ante el contacto el lobo frotó su cabeza con la de Minho. — ¿Qué ocurre? — Rio el mayor. El lobo extendió todo su cuerpo por detrás del de Minho y pasó una pata por la cintura del alfa. — Oh, así que era esto lo que querías ¿eh? — Susurró tímido Minho. Las puntas de sus orejas con un ligero polvo rosa. — ¿Estás seguro de que no eres un cachorro de quince años que no puede dormir solo? — El lobo gruñó y por ende la risa de Minho se hizo presente.

— Está bien lobito, buenas noches.

El ronroneo constante que vibraba del pecho del lobo acunó a Minho como una nana hasta hacerle dormir profundamente. El olor a jazmín y miel siendo dos perfectos somníferos. En mitad de la noche su cuerpo giró hasta quedar de frente con el lobo quien se acurrucó más cerca aún del cuerpo. El hocico del animal inspirando su aroma y acariciando su frente. Su cuerpo relajándose como hacía años que no conseguía y el vacío de su pecho llenándose de algo cálido y sólido.





La primera semana fue una locura. En numerosas ocasiones tuvo que salir de la cueva, haciendo de tripas corazón ante el llanto del omega, para dejarse ver durante unas horas y hablar lo justo y necesario con sus padres cuya solución ante el problema, al parecer, era hacer como si nada hubiera ocurrido, a pesar de que "supuestamente" su hijo pasaba las noches en la casa de algún amigo como símbolo de "rebeldía" o a lo que su padre llamó como "una completa falta de disciplina como para ser el hijo del segundo al mando".

Los chicos, que se habían prestado voluntarios para ayudar a Minho reemplazándolo en el trabajo la mayor cantidad de horas posibles, mientras este estaba cuidando de Ji, comentaban de vez en cuando lo duro de su día a día. Se preguntaban cómo era capaz Minho de aguantar tener que ayudar a todo el mundo a todas horas.

Los comentarios sacaban carcajadas a Minho quien se sentía comprendido por sus amigos por primera vez en mucho tiempo ya que estos estaban soportando lo que para Minho era su vida desde hace años.

Al parecer Ji seguía teniendo la costumbre de volverse miedoso y exigente respecto a la ausencia de Minho. A pesar de que el lobo obtuvo poco a poco más confianza y contacto con el resto de sus amigos, los cuales solían ir hasta dos veces por día a la cueva para llevar más suministros e incluso hacer compañía, Ji solo conseguía una completa tranquilidad con Minho a su lado.

Aquellas pocas veces que tuvo que desaparecer por unas cuantas horas, y ser Félix y Jeongin en conjunto los que se encargaban del lobo por un tiempo, se volvía una pesadilla. Por mucho que Minho explicara al omega que volvería después, la reacción de Ji era la de un gato que se negaba a ser abandonado en la esquina de un contenedor. Tal era la angustia que cuando Minho volvía a la cueva el lobo se arrastraba temblando y solo se calmaba cuando ambos se sentaban y la cabeza del omega se escondía en el pecho de Minho, bajo las caricias de su mano y la atenta mirada de sus amigos.

La segunda semana fue menos complicada. El pequeño lobo ya conocía el nombre de todos sus amigos, incluso el de BangChan . También conocía el rango de todos en la manada de Minho, sus géneros secundarios y sus distinguibles aromas.

Con paciencia los chicos pudieron mantener pequeñas conversaciones unilaterales con Ji e incluso un mínimo de contacto físico más allá de cuando tenían que tratar la herida de la pata, la cual cada día se iba cerrando más y más, sanando a la vez que Ji recobraba su fuerza y vitalidad.

Sus torpes pasos siendo reemplazados por pequeños paseos por la cueva que posteriormente se convirtieron en paseos por los senderos en el exterior.

Como Minho, sus amigos fueron cayendo uno a uno ante el encanto y ternura del lobo.

Aún así, al final del día, el omega no se despegaba del lado de Minho a la hora de comer o dormir. Incluso en la distancia, Minho sentía los ojos del animal pegados a su nuca.

A la tercera semana, se volvió un gusto culposo que guardaba bajo llave. Llegar a la cueva tras las pocas horas que salía fuera y ser recibido por el nerviosismo y la ruidosa alegría del Ji le hacía cosquillas en el pecho.

Adoraba cuando el lobito pasaba tiempo con sus amigos, pero su momento favorito del día era cuando se quedaban a solas en la noche y se acurrucaba en su pelaje para dormir mientras le susurraba lo poco que había hecho en sus dos o tres horas fuera de la cueva.

No fue hasta una tarde de un miércoles que Minho interceptó un contratiempo.

Ese día había tardado más de la cuenta en volver a la cueva pues tuvo otra discusión con su padre.

Al entrar, se dispuso a dejar a un lado la mochila que siempre llenaba con nuevos artículos necesarios, para que cuando Ji se lanzase hacia su pecho como siempre hacía cada vez que volvía a la cueva, no se lastimase.

Sin embargo, al entrar aquella tarde, nada sucedió, y es que el omega estaba tan ensimismado escuchando lo que estuviera contándole Félix, que no se percató de su presencia como solía hacer siempre.

La sensación de irritabilidad que se apoderó de su organismo le causó más irritación si es que fuera posible. La confusión de sus turbados pensamientos le abochornó por completo y nervioso volvió a recoger la mochila esperando que ninguno de sus amigos hubiera estado atento a sus movimientos.

Cuando soltó de nuevo la mochila en la esquina donde solían dejar todo, el sonido causó que esta vez el lobo guiara su mirada hacia el ruido.

A los segundos Minho ya sentía el peso de las patas a su alrededor y la cabeza de Ji incrustada en su cuello.

— Hola lobito. — Saludó Minho. La vergüenza y la podrida sensación anterior siendo reemplazada por miel, jazmín y paz.

Pero de nuevo, el recordatorio de su dongsaeng paseó por su cabeza: Debajo de ese pelaje hay una persona. Hay un omega.

Con la mejoría de su pata, se animaron una tarde a ir al lago, acompañados esta vez de Hyunjin y Changbin. Y con un Minho preocupado en demasía por si Ji se lastimaba en la herida.

La semana anterior Félix amablemente había intentado quitar la suciedad que quedaba de su pelaje con toallas empapadas en agua, pero no fue suficiente. Sin embargo, una hora jugando dentro del lago con Minho hizo reaparecer su brillante pelaje canela.

Los otros dos alfas vigilaban desde la orilla y de vez en cuando compartían miradas. La compresión inundando sus rasgos.

Esa tarde en el lago volvieron a la cueva con un lobo muy limpio y unos cuantos peces que había pescado el propio Minho para cenar, el cual recibió aplausos de sus dos amigos ante tal hazaña y un lametón de un lobo muy orgulloso que ocasionó el enrojecimiento de las orejas, cara y hasta cuello de Minho.

A finales de semana Ji podía caminar e incluso trotar perfectamente. La alegría llenaba de éxtasis a Minho que contemplaba cómo su lobito estaba a muy poco de sanar por completo. Sin embargo, ese sábado Changbin se quedaba por la mañana con Ji mientras por la tarde tendrían que quedarse un tiempo Félix y Seungmin pues ese día, aparte de las tareas que tenía que realizar por la mañana, el círculo de alfas tenían una importante reunión la cual por protocolo los hijos de cada familia también debían ir.

Decir que la reunión no se le hizo eterna y aburrida sería mentir. Al menos, como siempre, BangChan estaba sentado a su izquierda y le distraía con livianas conversaciones y bromas.

Hasta que su hyung preguntó:

— ¿Dónde has estado últimamente, Minho? Apenas te veo. ¿Sabes qué les pasa a los chicos? Ellos también están muy raros. ¿Sabes algo?

Mentir a su hyung dolió. Dolió bastante. Pensar en la seguridad de Ji hacía menos difícil tragar la bola de culpabilidad que se le atascaba en la garganta.

Cuando la reunión terminó, Minho se lanzó hacia las puertas para salir de la zona de reuniones y pasando de nuevo por su casa a por más pasta de dientes, agua y toallas, andó hacia la zona del bosque para no levantar sospechas. Se aseguró de que nadie observaba en su dirección y corrió bosque a través hasta la cueva.

Tenía planeado cocinarle una buena cena a Ji e irse pronto a la cama para pasar mañana domingo todo el día en el lago. Quería probar ejercicios de estiramiento y retracción en el agua que ayudarían con la movilidad de su pobre patita.

Entró a la cueva y dejó al instante la mochila en la entrada. Al girar, tenía los pares de ojos de Félix y Seungmin sobre él. Sus cuerpos completamente inmóviles. Incluso con los años de amistad que los tres compartían, Minho no lograba entender la expresión de sus dongsaengs.

— ¿Qué sucede chicos?

Un movimiento por el rabillo del ojo derecho quitó toda su atención de sus menores.

A su derecha, de pie, se encontraba un chico de piel dorada y complexión delgada completamente desnudo.

Su rostro de infladas mejillas estaba enmarcado por grandes y redondos ojos avellanas que le inspeccionaban atentos. Debajo de estos le seguía una diminuta nariz arriba del puchero que formaban sus labios.

Un brillo ámbar atravesó su mirada y hasta Minho llegó el olor de la miel y el jazmín.

Un escalofrío recorrió las extremidades del alfa.

Estupefacto, preguntó:

— ¿Lobito? 






● Las canciones empleadas en este capítulo por orden de aparición son:

1 - I Lost Something In the Hills - Sibylle Baier.

2 - Gullspunnin - Eivør.

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