Capítulo 5. Salado como sus lágrimas.

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¡¡Hola, amores!! Me encanta este capítulo, sin duda es uno de mis favoritos. Si habéis llegado aquí, eso quiere decir que ya habéis pasado por la historia de cristy811994, donde está la primera parte  del capítulo: "De odio, amor y tragedias".


*Capítulo 5. Salado como sus lágrimas.*

(Orden de lectura: 2º)


Regresar al castillo mágico me hizo sentir que yo ya no era el mismo. Esos días en el castillo de los reyes muggles habían sido intensos. Desde la muerte de la reina, todo parecía haber cambiado entre la princesa Hermione y yo... aunque yo no quisiera asumirlo tan abiertamente.

Theo y Pansy nos recibieron en la puerta del castillo cuando nos aparecimos allí. Hermione aún permanecía pálida, afectada por todo lo que había sucedido en los últimos días. Mi madre abrazó a la princesa de forma maternal y saludó a mis amigos con palabras amables. A la vez, un par de sirvientes se ocuparon de trasladar nuestro equipaje a nuestros aposentos mágicamente.

—Vayamos adentro, querida —le dijo Narcissa a la princesa de forma amorosa.

Y, por primera vez, no sentí envidia ni resquemor. Mi madre trataba a la joven con amor y una parte de mí me decía que ella realmente necesitaba un apoyo como ese. Acababa de perder a su madre de un modo traumático.

Me quedé parado ante las escaleras y suspiré. Todo era demasiado confuso, había muchas preguntas que responder aún.

—¿Cómo estás, Draco? —me preguntó Theo.

Me giré hacia él y me encogí de hombros en un gesto más bien vago. Pude escuchar la puerta principal del castillo cerrarse cuando mi madre y Hermione entraron al inmenso edificio.

—Estoy bien. Todo ha sido muy repentino.

—¿Y cómo está ella? —me preguntó Pansy, señalando a la puerta.

No pronunció su nombre, pero fue evidente que se refería a la princesa Hermione. Yo no supe si la pregunta se debía a genuina preocupación o Pansy solo fingía interesarse, ocultando su aversión a mi esposa. No quise preguntárselo, pues en esos momentos no tenía claro cómo soportaría escuchar algún comentario negativo acerca de la princesa Hermione. Nadie sabía lo que estaba sucediendo en su mente, ni siquiera yo. Y ese hecho me mantenía en un vilo constante.

—Lo superará —contesté, convencido de mis palabras.

—La princesa es fuerte —dijo Theo con una nota ciertamente dulce en su voz—, seguro que lo hará.

Nunca habría calificado a Theo como un amante de los sin magia, pero sin duda era mucho más receptivo y abierto de lo que yo jamás habría imaginado llegar a ser. Al menos hasta ese momento.

—Estoy de acuerdo —convino Pansy.

Alcé la vista una vez más hacia ella, sorprendido por su intervención. Sus cejas negras y perfectamente definidas le aportaban un aire elegante que endurecía su rostro, pero a la vez lo hacía muy hermoso. Las palabras de Hermione volvieron a mi cabeza, la idea de que ella, mi esposa, había sido capaz de hacer magia. ¿Cómo diantre era eso posible?

Hermione decía que no solo había hecho magia, sino que había derribado a Pansy. A una joven que llevaba toda su vida practicando magia. ¿Podría ser cierto? No, lo era. La princesa debía de estar confundida, quizás los acontecimientos recientes la habían trastornado.

—Gracias por recibirnos del viaje —dije de forma elegante, no sin sinceridad—. Ha sido muy considerado por vuestra parte.

Ambos asintieron con la cabeza y yo me despedí de mis amigos con un gesto. Comenzaba a anochecer y, aunque jamás lo admitiría en voz alta, estaba preocupado por la princesa Hermione.

Al final, tal y como ella había dicho, ella y yo no éramos tan distintos.

***

Los aposentos estaban iluminados por varias velas. Me imaginé que mi madre las habría encendido, pues daba por hecho que la princesa Hermione se encontraría dormida en ese momento. No era tarde aún, pero ella necesitaba descansar.

Me sorprendió mucho percatarme de que no solo ella no estaba dormida, sino que la joven estaba sentada ante el escritorio y escribía incansablemente con una pluma en un documento vacío. A su lado se encontraba una edición de su querido libro, Romeo y Julieta, pero no le estaba prestando demasiada atención.

—¿Qué estás haciendo? —pregunté.

Ella alzó la mirada hacia mí. Sus ojos aún estaban enrojecidos por el llanto que había derramado ese mismo día.

—Estoy... estoy organizando toda la información que conozco y... —la princesa Hermione suspiró y de pronto se puso en pie, dirigiéndose hacia mí—. Y necesito tu ayuda, Draco.

Escuchar mi nombre en sus labios era ciertamente reconfortante, como si aliviara la permanente presión que atenazaba mi pecho.

—¿Mi ayuda?

—Tengo muchas cosas que descubrir. Hay demasiados secretos rodeándome.

—¿Por eso llorabas hoy? —le pregunté, ansioso por descubrir el motivo—. ¿Has averiguado algo nuevo?

Ella asintió con la cabeza y entornó los ojos al mirarme. Su cabello rizado se había escapado de su recogido y enmarcaba su rostro pálido. Por primera vez vi súplica en sus ojos, algo extraño conociendo cuán orgullosa era normalmente.

—Tienes que ayudarme. Podemos utilizar tu magia.

¿Mi magia? Mi rostro se tornó sombrío.

—¿Qué quieres decir con eso?

—He hablado con mi tía. Ella... se ha marchado, se ha negado a revelarme más información, pero creo que comienzo a entender por qué mi madre se... mi madre se... —Su voz se entrecortó y la joven tomó aire elegantemente antes de proseguir, sin terminar su frase anterior—. El rey no es mi padre, Draco.

Lo dijo de forma elegante y firme, era evidente cuántos años llevaba siendo entrenada para comunicar noticias de ese modo impersonal y estoico.

Repetí sus palabras en mi mente una vez más. ¿Qué demonios...? ¿Cómo podía ser eso? Fui consciente de que mis ojos se habían abierto mucho y mi semblante se había tornado confundido.

—Eso es imposible... —susurré—, ¿quién lo es, entonces?

—Eso es lo que quiero averiguar.

La princesa, sin ningún tipo de miramiento, se acercó a mí y tomó la varita del bolsillo de mi casaca, después me la tendió con firmeza.

—Averígualo, por favor. Utiliza tu magia.

Yo no entendía qué quería que yo hiciera. Negué suavemente con la cabeza.

—No funciona así, princesa...

—¿Entonces cómo funciona? —gimió ella y por primera vez desde que había entrado a la estancia fui capaz de entrever su desolación.

Tomé mi varita y la dejé sobre la madera oscura del brillante escritorio de mis aposentos, nuestros aposentos.

—La magia es una herramienta, es parte de mí... pero no puedo simplemente arreglarlo todo con ella. Hay limitaciones, hay cosas que no pueden hacerse. Ni siquiera sé si existe algún hechizo que pueda encontrar a una persona a la que no conocemos...

Las lágrimas se agruparon en los ojos de la joven al escucharme hablar. Por Merlín, esa tenía que estar resultando la peor semana de toda su existencia... y yo no podía hacer absolutamente nada para remediarlo. Ojalá hubiera podido decirle que sí, que podría encontrar a su padre y que podría averiguar el motivo del suicidio de su madre. Pero eso no era así.

Avancé un paso más y la estreché entre mis brazos sin siquiera pensarlo. Había descubierto que tocar a Hermione Granger servía como forma de tranquilizarnos a ambos. ¿Quién lo iba a decir? Una mujer que, hasta hacía solo una semana, me provocaba un odio visceral... y ahora, sentirla cerca de mi pecho era como una gota de opio puro en un momento de agonía.

Su olor envolvió el ambiente y yo enterré mi mano en su melena castaña y rizada, deshaciendo lo que quedaba del recogido de su cabello. Solo entonces me miró a los ojos por fin y yo me estremecí. Sus ojos marrones se me clavaron muy hondo y me percaté de que algunas lágrimas rodaban ya por sus mejillas...

...y ella me besó.

Sentí sus labios sobre los míos, buscando algo que yo también quería conseguir, pero no sabía cómo. Se acercó tanto a mi cuerpo que yo no pude hacer otra cosa que recibirla. Posé mi mano libre en su barbilla y le devolví el beso. La calidez del cuerpo de la princesa me hizo sentir que algo muy parecido al fuego ardía en mi interior... y en realidad lo hacía. Era como un instinto que de pronto se había despertado dentro de mí.

Mordí sus labios y la escuché sollozar. Ese beso sabía salado como sus lágrimas y a la vez parecía más dulce que nada que hubiera probado jamás. Si hubiera podido definir ese contacto en una sola palabra esa habría sido desesperación.

Acaricié el pecho de la princesa y ella gimió ante mi contacto, acercándose más a mí, rogándome sin palabras que no me detuviera. Paseé mis labios por su barbilla, depositando pequeños besos por su clavícula y solo entonces posé mis dedos en las suaves lazadas de su corsé. Me debatía entre deshacerlo o contenerme... pero ambos sabíamos que tendríamos que yacer juntos en algún momento, pronto.

Jamás habría creído que llegaría a encontrarme en esa situación con ella. Pero su piel era tan ardiente y su sabor tan agradable que ni siquiera podía contenerme, de repente estaba ciego por la pasión.

La princesa Hermione también acarició mi cabello con dulzura y yo la tomé entre mis brazos, depositándola sobre la inmensa cama. Me coloqué sobre ella y volví a besarla, arrancando suspiros de entre sus labios. Ya no lloraba, ahora parecía tan confundida como yo... pero ninguno de los dos nos deteníamos.

Era preciosa. La curva de su cuello era tan elegante que solo eso ya conseguía excitarme. La besé justo en el hueco entre su cuello y su oreja y su piel suave se estremeció cuando lo hice.

Sus manos cálidas me acariciaron y yo sentí que casi podía volar ante ese contacto. Una de mis manos se coló por debajo del vestido rosa de la princesa y por fin pude sentir sus piernas largas, totalmente desnudas.

Volvimos a mirarnos cuando, por primera vez, toqué su feminidad. Un nuevo gemido ronco escapó de entre sus labios cuando lo hice y la joven alzó las caderas instintivamente, acercándose a mi mano como si se estuviera preguntando de dónde provenía ese placer extraño y repentino.

—Princesa... —le susurré—, sabes... ¿sabes dónde puede terminar esto?

El fuego de sus ojos siguió brillando, pero de repente también una nota de miedo se añadió a esa mirada castaña. Solo entonces me percaté de lo evidente: no, ella no lo sabía. Me había besado por pura desesperación y en ese momento solamente podía buscar el placer a ciegas, sin saber muy bien cómo obtenerlo ni todo lo que conllevaría terminar con eso que habíamos empezado.

La princesa Hermione estaba vulnerable, dolida e inestable. No sabía lo que estaba haciendo, no aún.

Me aparté de ella con un suspiro. Tenía una erección bastante prominente por dentro de los pantalones y mentiría si no dijera que fue extremadamente difícil alejarme de esa mujer sin hacerla mía. Pero no era el momento, yo lo veía con más claridad que ella.

—¿Dónde vas? —me preguntó en un susurro.

Tomé aire, intentando apartar de mi mente su aroma. Si me quedaba en esa habitación un minuto más, me tendería sobre esa cama y me dejaría llevar por la pasión que me estaba consumiendo sin pensarlo dos veces. Y yo quería aferrarme a la pequeña porción de cordura que aún quedaba en mi cabeza, lucharía por hacerlo.

—Princesa, deberías descansar. Están siendo... tiempos muy difíciles.

En busca de aire puro, salí de la habitación. Mis manos temblaban por el arrepentimiento. Por un segundo sentí que alguien me estaba siguiendo por los pasillos del castillo y cuando me giré esperé verla a ella, pero no había nadie allí. El corredor estaba vacío y oscuro, solamente mis pasos resonaban.

Volví a recordar la calidez de la piel de la princesa y el sabor de sus besos. Había querido hacerlo, lo había querido de verdad... pero también había sabido controlarme y ver la realidad tal y como era: la princesa Hermione no se encontraba bien, no era correcto aprovecharme de esa situación.

Deseé con fuerza que nuestras circunstancias hubieran sido diferentes.


¿Qué os ha parecido el capítulo? ¿Os ha gustado?

Mil besos, nos vemos en el siguiente ;)

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