ㅤㅤㅤ O7. WAYLON

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   Anastasia continuó mirando con el ceño fruncido la gran pantalla de la sala de estar, no entendiendo del todo lo que estaba viendo. Arrastró sus ojos dorados a sus dos sobrinos que tenía a sus lados, Jasper a la izquierda y Emmett a la derecha. Ambos movían erráticamente los dedos sobre unos controles con forma extraña.

―No entiendo ―dijo por fin y el pelinegro bufó mientras el rubio sonrió por un momento.

―Ya te lo repetimos mil veces ―murmuró el más grande, demasiado concentrado en el juego.

―Entiendo de que trata... esto ―señaló el televisor.

―Videojuego ―le recordó el rubio, sonando más paciente que el otro.

―Eso, videojuego. Lo que no entiendo es su propósito ―se cruzó de brazos.

―Entretenimiento, tía ―respondió Jasper y Emmett soltó un fuerte alarido.

―No veo mucho entretenimiento en como Emmett se molesta y rompe cosas ―comentó al mismo tiempo que veía al vampiro lanzarle una revista a la pantalla.

―Soy pasional, ¿de acuerdo? ―se justificó en voz baja, aun molesto.

―Yo puedo confirmar eso ―dijo Rosalie. Ella se encontraba ajena a la situación. Estaba sentada en un sillón individual mirando una revista de modas, llevaba ignorando los presentes desde que se pusieron a hablar de videojuegos.

Ana hizo una cara de asco.

―No quiero saber como es la vida sexual de mis sobrinos, gracias ―el pelinegro rio, haciendo que ella ponga los ojos en blanco, y miró a su otra silenciosa sobrina. ―¿Por qué sigues preocupada? Sabes que Edward la va a salvar.

Alice llevaba en la misma posición, sentada frente a la rubia en el otro sillón individual, desde que había tenido la visión de un ataque a Bella. Por supuesto, Edward había salido al rescate y, a pesar de haber visto como lograba salvarla, la vampira seguía casi mordiéndose las uñas de preocupación.

―Espero a que llame ―respondió sin mirarla y la rubia frunció el ceño.

―No creo que llame, sabes que cuando está con ella no piensa en otra cosa.

La de corte pixie no respondió, persistiendo en mantenerse en esa posición. Su pareja la miró con preocupación y Ana lo notó así que le brindo una confortante caricia en el brazo. Pareció funcionar porque el rubio la miró con una sonrisa de labios cerrados y le extendió el control.

―¿Quieres intentarlo? Le hará bien a Emmett ganar ―ella soltó una carcajada mientras el chico volvía a bufar.

―Muy gracioso, Jazz ―dijo el mencionado y rodó los ojos.

―No creas que te dejare ganar tan fácilmente ―dice con burla la mujer y toma el control pero el sonido de su celular la interrumpe. ―Oh, teléfono. Vas a tener que seguir perdiendo, sobrino ―le devolvió el objeto al sureño y se fue dándole una caricia al negro cabello de Emmett.

Subió a pasos rápidos la escalera hasta llegar a su habitación. Sobre la cama estaba el bolso que había usado en el día y donde se encontraba el aparató. No miró la pantalla al contestar, eran contadas las personas que tenían su número celular y contadas las que realmente la llamaban.

―Doctora Cullen... ―contestó la voz del otro lado de la línea mucho más rápido de lo que ella pudo.

―¿Mark? ¿Qué pasa? ―no estaba confundida de quien la había llamado, tal vez un poco sí, sino del tono de voz que él portaba.

―Tienes que venir a la estación.

―¿Charlie está bien? ―su pregunta había sido cero ética y totalmente fuera de lugar teniendo en cuenta las circunstancias, pero no la había podido evitar.

―Bueno... en realidad no ―eso la hizo fruncir lo mayor posible el ceño. ―Solo ven a la estación, y rápido.

Por supuesto que Ana había querido hacer un interrogatorio telefónico pero el pelirrojo había colgado después de eso ultimó. Sonaba como una emergencia, así que se apresuró en juntar sus cosas y volver al piso inferior.

―Me tengo que ir ―anunció a los vampiros, restando a Carlisle y Esme porque ellos se encontraban de caza.

―¿El hospital? ―preguntó Jasper. Al parecer no habían estado atentos a su conversación.

Era gracioso como la figura del rubio estaba completamente relajada y confiada mientras jugaba y la de Emmett era tensa y muy concentrada, incluso decía cosas inentendibles entre dientes.

―No, la estación de policía ―la castaña jadeó.

―¿Será sobre Bella? ―dijo con densa preocupación en la voz. Rosalie gruñó y las páginas de la revista emitieron un mínimo sonido cuando ella las apretó por contenerse.

―No, claro que no ―contestó más segura de lo que debía. El oficial había dicho que el jefe no estaba bien, ¿era posible que se tratara de algo de su hija? Era una explicación factible que no había pensado. ―Te llamare si es algo importante ―le dice para calmarla, no pensaba hacerlo a decir verdad.

―Ten cuidado ―pidió el sureño y ella sonrió antes de inclinarse desde el respaldo del sillón para darle un beso en el cabello.

―Lo tendré ―prometió con sinceridad. Repitió su acción con Emmett, quien comenzó a quejarse de que no era un niño. ―Cállate, te encanta ―rodó los ojos y él continuó con las maldiciones. ―Nos vemos, chicas ―se despidió más sencilla, sacudiendo la mano.

Cuando su auto estuvo fuera del garaje, procuró pisar fuerte el acelerador para llegar lo más pronto posible. La casa estaba algo alejada del pueblo. Era diferente al hospital, que tenía la estación a menos de cinco minutos de distancia. En circunstancias normales, tardaría como veinte minutos en llegar a la estación de policía desde su casa. Ella los había reducido a diez minutos.

Al llegar estaba más que claro que algo estaba pasando. Nunca había visto el lugar tan activo, menos a ese horario. Se obligó a apurar sus pasos y entrar al edificio.

―¡Doctora Cullen! ―llamó una voz que reconocía muy bien y vio al oficial acercarse.

―Mark, dime que pasa ―esta vez ordenó con firmeza una respuesta y el hombre suspiró.

―Encontramos un cuerpo en un bote ―ella asintió, obligándolo a continuar. ―Es Waylon Forge.

Anastasia jadeó, sin poder ocultar su sorpresa. Waylon era un buen hombre, siempre saludaba a todos y era amable. Había ido al hospital vestido de Santa Claus para los niños enfermos en épocas de fiestas y era muy divertido.

―Yo... Mark, lo siento mucho ―él solo asintió con una mueca de tristeza. ―¿Dónde está Charlie? ―quiso saber, preocupada por el estado del hombre.

―Primero mira el cuerpo ―le recordó y ella asintió, casi olvidaba su trabajo. ―Tiene heridas desgarradoras, no parece un accidente. Creemos que fue un animal, pero queremos confirmar.

―Entiendo, sí. Llévame.

El pelirrojo la guío hasta el cadáver. En el momento en el que ella lo vio supo lo que había pasado. Las heridas eran inconfundibles, casi iguales a las del hombre en el condado vecino. Habían sido los mismos nómades, había el mismo leve olor en el cuerpo. Anastasia no tenía ni una mínima duda.

Tal vez esta vez sí tendría que hablar con Carlisle de la situación, solo por mera precaución. Suponía que los nómades querían llegar a Canadá y estaban solo de paso, pero no quería arriesgarse de suceder algo. Esperaba recordar tener esa conversación con su hermano.

Confirmar que había sido un ataque animal parecía casi peor para los que le importaban el hombre porque no tenían a quien culpar, solo podían llorar porque era un desafortunado accidente. La mujer casi sintió ganas de castigar a esos vampiros, pero no podía.

Lo que sí agradecía era que ella no tenía que darle las noticias a la familia, ese fue el trabajo de Mark. Se compadeció de él antes de aprovechar para buscar al castaño que tanto le importaba.

Dio suaves golpes en la puerta de la oficina, sin recibir respuesta, pero sabía que él estaba allí dentro, podía escuchar la lenta respiración y los latidos de corazón. Con lentitud y cautela, abrió la puerta y se asomó un poco.

Charlie no parecía haberse percatado de nada, ni de los golpes o la puerta abriéndose. La mirada chocolate estaba totalmente absorbida en algún punto incomprensible de la estancia. Ni siquiera la notó en el primer instante en el que ella entró y se paró frente al escritorio.

Cuando por fin levantó los ojos, ella pudo ver con claridad la tristeza en ellos. La miró por un segundo antes de volver a su anterior posición, soltando un largo suspiró.

―Ataque animal, ¿verdad? ―ella asintió por más que él no la estuviera viendo.

―Sí.

―El mismo que en el Condado Mason, ¿no? ―esta vez sí la miró. Ella volvió a asentir, inconscientemente. ―Se está acercando. No entiendo que es. Es como una especie de... mosquito gigante. ¿Por qué sangre? ―Ana quiso disuadirlo, pero Charlie continuó el parloteo. ―Lo voy a cazar ―expresó con decisión y la rubia rodeó el escritorio para tomarlo por el brazo, procurando hacerlo sobre la ropa por miedo a transmitir su frío.

―Creo que solo está de paso, Charlie ―trató de tranquilizarlo, no parecía tener mucho éxito. ―Lo siento mucho ―murmuró.

―Lo conocía hace treinta años ―la vampira asintió.

―Lo sé, de verdad lo siento ―suspiró al no recibir una respuesta. ―¿Hay algo que pueda hacer? ¿Has comido? Puedo buscarte algo de comer... ―él negó.

―No quiero comer... ―ella hizo una mueca, sintiéndose impotente.

―Dime que puedo hacer ―suplicó.

―Ir a casa, Ana ―la miró e hizo un intento de sonreír, fracasando. ―Es tarde y hace frío. Ve a casa ―la mencionada negó energéticamente con la cabeza, provocando que mechones de su cabello bailaran al compás.

―No quiero ir a casa ―confesó y quiso tocarle el rostro. Arrepintiéndose, volvió a colocar su mano en el brazo. ―No quiero irme sabiendo que estás así.

―¿Así? ―cuestionó.

―Triste ―respondió y el hombre rio con amargura.

―No hay nada que puedas hacer, Anastasia ―a la mujer casi le asqueo que la llamar por su nombre. Desde que se habían conocido él le había puesto el apodo Ana y estaba acostumbrada a que la llamara de esa forma. ―Solo ve a casa.

―Pídeme otra cosa, por favor ―pidió dándole un suave apretón en el brazo. Charlie se removió y sacó el brazo de su toque. ―No quiero dejarte ―insistió.

―¿Qué quieres de mí?

Ella quería tantas cosas de él. Quería decirle que no podía irse porque lo amaba, quería decirle que no podía irse porque le hacía mal que él estuviera mal. Quería confesar todo, esperando que por un milagro Charlie la aceptara.

Pero no podía, estaba mal. Cullen era una condena, y Swan era el que más tenía para perder si aceptaba algo. No se lo merecía, menos ahora que hasta parecía que era más feliz con su hija cerca.

Le enfermaba la idea de hacer que el hombre cambiara e hiciera tantos sacrificios cuando tal vez no la amaba como ella lo hacía.

Ana realmente agradecía en su interior cuando la puerta fue abierta, interrumpiendo la conversación. No tenía idea de que respuesta iba a dar de haber tenido la oportunidad.

―Papá ―musitó Bella. Se veía genuinamente confundida, no solo de que su padre estuviera tan tarde en la estación, sino por la presencia de la mujer. ―¿Qué está pasando?

Swan abrió la boca para responder, pero ninguna palabra salió. Con un suspiró, Anastasia miró a la castaña.

―Waylon Forge murió. Fue un ataque animal.

―¿Cómo el del Condado Mason? ―la rubia asintió.

―Solo vine a confirmar la causa de muerte ―explicó, sabía que la adolecente no estaba cómoda con su presencia. ―Ya me voy ―dijo mirando al hombre. Sin recibir una respuesta por parte de él.

Quería abrazarlo y decirle que estaría bien, sin importar que era una enorme mentira.

―Adiós, Anastasia ―respondió la menor y la mayor asintió.

―Adiós ―murmuró y salió de la oficina.

Se quedó por un momento parada al otro lado de la puerta, pensando en volver, pero no podía, no era correcto. Estaba claro que ella no era del todo bienvenida así que se fue.

Al salir de la estación no se sorprendió de encontrarse con Edward. No tenía ni una pizca de ganas de lidiar con su odioso sobrino, sin embargo sabía que no tenía más opciones.

―¿Qué pasó? ―interrogó el cobrizo al verla.

―Buenas noches a ti también, Edward ―dijo con sarcasmo y siendo notoria su molestia. ―El ataque que hubo en el Condado Mason, fueron nómades, los mismos que el ataque de hoy.

―¿Por qué no nos dijiste? ―ella se encogió de hombros.

―No creí que fuera importante ―el chico frunció el ceño.

―¿No creíste que fuera importante? ―sonaba indignado. ―¡Están matando personas!

Ana miró por un momento alrededor, Edward era escandaloso cuando se lo proponía.

―Son nómades y son vampiros. Por más que quisiera detenerlos, no puedo. Ni siquiera los Volturi podrían reclamarles algo ―el vampiro chasqueó la lengua, cada vez más molesto.

―Lo dices porque estás de acuerdo con ellos ―la mujer tomó una lenta inhalación. ―Te alimentabas de humanos.

―Sí, igual que todos en algún punto. No disfruto de matar o de la sangre humana si eso es lo que estás insinuando ―su sobrino abrió la boca, pero ella no lo dejó decir nada. ―Si me disculpas, me voy a casa ―se giró a su auto.

Con todo el odio y disgusto del mundo, volvería a casa. Lamentándose que las cosas no fueran mejores. Tal vez fantasearía con ser humana, tener hijos, envejecer y morir junto a Charlie Swan.

Pero sería solo eso, una fantasía.

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