ㅤㅤㅤO2. LUGAR DE FELICIDAD

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ㅤㅤㅤAnastasia debía decir que, al igual que Charlie, no le causaba especial ilusión ir de compras. Pero en su defensa, y en parte también para el humano, iban a casarse y no tenían ropa para la ocasión. Además, él no tenía traje para ninguna ocasión y ella no tenía vestido para la boda de Bella y Edward.

Sí, definitivamente no quería ir de compras.

—¿Listo? —preguntó al ver a el castaño cuando entró a la cocina.

Él asintió y se levantó para dejar en el fregadero el plato vació, donde alguna vez hubo un sándwich que Esme le había preparado. Mientras hacía eso, Bree entró al lugar y los miró con curiosidad, la misma que persistía de manera permanente en los grandes ojos dorados.

—¿Van a algún lado? —preguntó mirándolos a ambos. La rubia asintió.

—Vamos de compras, a Port Angeles —le sonrió levemente. —Te traeré un vestido para la boda.

Bree frunció el ceño.

—¿No puedo ir? —cuestionó, ceñuda y se cruzó de brazos. —Sería mejor que lo elija y me lo pruebe, ¿no?

Ana abrió su boca para expresar lo muy mala idea que eso era, de una forma suave y delicada, pero Charlie habló antes.

—Tiene razón —admitió y la mujer le dio una mirada de “no me ayudas”.

—Apenas haz estado cerca de humanos, Bree —hace unos días que había conocido a Bella, aunque no socializaron mucho porque todos estaban ocupados con las preparaciones. —Una multitud no es igual.

—Si se siente muy mal, puedes usar tu don —sugirió el hombre y la joven asintió efusivamente. Ana suspiró, haciendo que Charlie ría, y se le acercó para darle un beso. —Mírala, no mataría ni una mosca.

No, solo mata osos de más de cien kilos.

Bree hizo, después de las palabras de Swan, una exagerada expresión de inocencia con tal de convencerla de dejarla ir con ellos. La Cullen bufó porque había funcionado. De verdad que detestaba lo fácil que a veces podía ser convencerla de cosas que nunca tomaría tal riesgo.

—Está bien —aceptó no muy feliz. —¡Pero! —interrumpió la celebración de la neófita. —Me dices al instante si te sientes mal. Soportarlo hasta no poder más es mucho peor, incluso si usara después mi escudo para ayudarte.

—Sí, sí. Lo haré ¡Gracias! —se acercó y abrazó con fuerza a la vampira. Charlie se apartó, pero la pequeña ya la había soltado y lo abrazó también. —Gracias, Charlie —dijo con la mejilla pegada al pecho, los ojos cerrados mientras disfrutaba del suave calor que emanaba.

El castaño tardó unos segundos, por la sorpresa, antes de aceptar el abrazo, rodeando los brazos por el cuerpo de la de cabello chocolate. Anastasia sonrió por la escena que ocurría frente a sus ojos. Era casi como ver un abrazo de hija a padre.

Negó rápidamente.

—Vámonos entonces —dijo después de que se separaron.

Bree chilló de la felicidad y se fue corriendo al garaje. Los dos adultos rieron por su entusiasmo y la siguieron.

No tardaron mucho en llegar a la cuidad. Era un día de semana en un horario que no era pico. Casi no había tráfico y el centro comercial estaba prácticamente vació. Su primera parada fue en una tienda de ropa para adultos.

—Solo comprando una corbata gasto todo mi salario —se quejó Charlie. —¿No puedo usar el traje que tengo en casa?

La rubia rodó sus ojos, se sentía como Alice.

—No —negó rotundamente. —Si necesitas dinero, yo te presto —solo recibió un bufido. —Además, los moños me gustan más.

—Los moños cuestan el doble —Ana tuvo que suspirar para no rodar de nuevo sus ojos.

Miró a Bree que se les acercó dando saltitos. Se veía igual de feliz que Alice cuando iban de compras. Eso era un poco preocupante. Si su sobrina se enteraba que la pequeña compartía su afición por las compras, nadie iba a poder detenerlas.

—Me gusta esa —señaló una corbata de tartán negra con finas líneas blancas. Bastante sencilla.

—A mí también —admitió el hombre después de agarrarla y analizarla unos segundos. —Aquel vestido de allá es bonito, Ana —señaló un maniquí que estaba a unos metros.

—No usaré vestido.

—¿Quieres que Alice te mate? —preguntó con diversión mientras miraba los trajes. Había decidido usar la corbata que la joven eligió.

—Usaré vestido para ambas bodas, pero no cuando nos casemos —el humano sonrió.

—¿Usaras traje? —ella solo le dio una sonrisa misteriosa.

—Bree —llamó a la menor cuando se distrajo viendo percheros. —Ayúdame a buscar ropa —le pidió y la de cabello chocolate no dudó en ponerse a su lado. —No elijas nada que yo no haría —le advirtió al castaño antes de irse a la sección de mujeres.

—¿Usaras traje? —ella asintió a la chica. —¿Qué tal ese? —señaló un de un suave color rosado.

La Cullen negó.

—Iremos por lo tradicional. Blanco.

Miraron varios pantalones y sacos, todo se parecían bastantes. Terminó eligiendo uno de pantalón acampanado y el saco largo decorado con botones dorados, suponía que le iba a llegar casi hasta la mitad de sus muslos, su altura no la ayudaba mucho.

Bree le recomendó usar el saco abierto y le mostró una bonita blusa conformada de mucho encaje. La mayor aceptó y le pidió que fuera por el humano mientras iba al probador. Cuando salió, se encontró solo a la joven sentada en el pequeño sofá que había frente a los probadores.

—¡Me encanta! —chilló fascinada y dio unos cuantos aplausos.

La rubia sonrió y miró alrededor.

—¿Y Charlie? —la de cabello chocolate señalo el probador a su lado.

—Ya eligió su traje —le sonrió ampliamente. —Creo que te va a gusta mucho.

—¿Te sientes bien? —le preguntó de repente cuando un humano paso cerca de ellos para ir a un probador.

La adolescente asintió y abrió la boca, suponía que para confirmar verbalmente, pero se interrumpió al ver a Charlie salir. Anastasia también se giró y, en efecto, le gustó mucho la elección. Se sintió orgullosa que el castaño hubiera elegido eso sin ayuda externa. Su gusto mejoraba progresivamente, aunque a ella no le importaba en lo más mínimo.

Simple traje gris, pantalón y saco. Camisa de botones blanca y la corbata que Bree había elegido. Con lo mucho que ella amaba los colores neutros, eso era una preciosura visual.

Apropósito dio un silbido vulgar que hizo que el hombre la mire mal.

—¿En serio? —cuestionó indignado y ella rio.

—Definitivamente —le aseguró. —Muy guapo, pero me sigo viendo mejor que tú en traje.

—Muy linda, pero ya no creo en lo que dije —dio una sonrisa traviesa y Ana se llevó su mano al su pecho, fingiendo estar profundamente ofendida.

—Bree, ¿a quién se ve mejor con traje? —ambos miraron a la menor.

—Te pagare si dices que soy yo —le dijo Charlie y la rubia jadeó de indignación.

Bree los miró a los dos con diversión.

—Prefiero no responder —la vampira sonrió y el humano bufó.

—Muy lista, cariño —habló con orgullo la mujer.

—¿Puedo usar también este traje para la boda?

—¡Claro que no! —otra vez se sintió como su sobrina.

—No puedo comprar trajes para todo.

—Puedes y lo harás —le dijo con seriedad y el castaño no discutió.

Lo siguiente que pasó por el probador fue un bonito vestido beige con lunares negros. El cuello era cerrado, con mangas largas y holgadas que se ajustaban en sus muñecas, y le llegaba cinco dedos por debajo de sus rodillas. Tuvo que elegirlo con cierto apuro porque Bree se estaba impacientando por ir a una tienda con ropa de su talla. Charlie fue por un clásico traje negro, esta vez con moño porque Anastasia lo había obligado.

A Bree sin dudas le gustaba más las compras que ellos dos. Al inicio, prestaron atención a todos los cambios de vestidos, pero luego fueron demasiado y estaban un poco agotados de la indecisión de la menor. Ahora la neófita murmuraba para sí misma al ver los vestidos y los dos adultos se entretuvieron hablando.

—Alice no puede ser peor que Bree —se negó a creer el castaño.

Para él en particular, la situación era muy rara. Bella nunca había estado interesada en la ropa y mucho menos le había pedido ayuda para eso.

—Créeme, lo es —le aseguró. —Pero ella se le acerca mucho —la aludida salió del probador, con la cara brillando de felicidad. Ana jadeó al verla. —¡No puedes usar eso, Bree!

La pequeña frunció el ceño y miró el vestido.

—¿Por qué no? —cuestionó sin entender. —Es muy bonito.

Claro que lo era. Las mangas eran cortas y pomposas, la parte superior abrazaba con delicadeza el torso, decorado con pequeños botones, y el escote era cuadrado. Un fino lazo dividía la parte de arriba de la falda bastante amplia. Era perfecto para Bree, como si estuviera hecho para ella.

Solo había un problema. El vestido era blanco.

—No puedes usar blanco —le dijo, deseando que la de cabello chocolate no la cuestionara.

—¿Por qué no? —volvió a decir y dejó salir el labio inferior en un mohín de tristeza. —Quiero este, es el que más me gusto.

Anastasia hizo una mueca y pensó en cómo explicárselo para que la adolescente lo entendiera, sin sentirse triste.

—No creo que a Bella le importe —le susurró Charle mientras veía a la pequeña mirarse en el espejo con ilusión.

Ella no estuvo de acuerdo con eso.

—¿Puede ser este vestido? —los miró a ambos con suplica. —¡Por favor, por favor! ¡Prometo portarme bien!

La rubia sabía que era una mala idea, una muy mala, tal vez la peor hasta ahora. Pero no podía resistirse a los ojos llorosos de Bree.

—Está bien —aceptó poco convencida. Antes que diga otra cosa, la joven ya se había ido a cambiar. Miró a su compañero de vida. —¿De verdad crees que no le molestara o solo lo dijiste porque ya te quieres ir a comer?

—Estoy hambriento —le recordó y ella rodó sus ojos. —Pero de verdad pienso que no le importara.

Otra vez, no creía en eso.

Hicieron una rápida parada en una tienda de zapatos. Bree era la única que necesitaba zapatos y, por fortuna para ambos, no tardó mucho en elegir unos zapatos bailarina de color rosa pálido. Una elección que Anastasia halagó. Charlie las arrastró con entusiasmo al patio de comidas.

—Mierda —dijo Ana de repente.

—¿Qué? —le preguntó con confusión el hombre. Su cara manchada con mostaza mientras devoraba la hamburguesa, elección que ella no aprobó.

—Testigo —fue lo único que respondió y Charlie la miró aún más confundido. —Necesitamos testigos para el casamiento.

—Mierda —la imitó.

—Jasper puede ser mi testigo —pensó rápidamente. Dudaba que el rubio tuviera un problema y era bueno guardando secretos. —Pero tú necesitas un testigo. No creo que Bella se preste —Swan hizo una mueca. —¿Qué hay de Billy Black?

—Tarde más de tres horas en conversarlo que de verdad te amo.

—¿Y cuánto tardaras en convencerlo de ser tu testigo?

El humano suspiro con pesadez.

—¿Más de diez horas?

Ana se puso de pie.

—Será mejor que empieces desde ahora —él volvió a hacer una mueca. —Termina eso. Iré por Bree.

Se giró y fue en busca de la adolescente. No estaba muy lejos, por órdenes suyas. Miraba fijamente la vidriera de una tienda de videojuegos.

—¿Podemos comprar un mando? En casa, Emmett y Jasper tienen que turnarse para jugar conmigo.

La rubia miró por un momento sobre su hombro antes de volver su mirada a la pequeña. No iban a tardar mucho.

—De acuerdo, pero serán las últimas compras —la menor asintió y entró a la tiendo, con la Cullen pegada su espalda.

—Pensé que me iban a comprar ropa.

Bree estaba viviendo con la ropa de Alice. Ambas tenían casi la misma altura y la castaña estaba más que feliz de prestarle su extenso guardarropa y vestirla como una muñeca. Con el tema de la boda y la nueva dieta de la neófita, no habían tenido lugar para comprarle ropa.

—Será en otra ocasión. A Alice le hará mucha ilusión acompañarte —le sonrió.

Eso y que Charlie y ella no iban a soportar otra salida así de intensa. Solo su sobrina tenía la energía para algo como eso. Tal vez hasta Rosalie podría acompañarlas a ambas vampiras.

—¡Mira, mamá!

Anastasia solo pudo quedarse paralizaba mientras Bree corrió felizmente al otro lado de la tiendo. Yendo a ver lo que sea que haya capturado tanto su atención como para no notar su accidente.

Había sido un accidente, ¿verdad?

No había sido un accidente como su corazón dio un vuelco y lo podía sentir queriendo latir con fuerza. Sus ojos estaban llorosos y sentía que había olvidado como se respiraba, aunque no lo necesitara lo hacía por costumbre. Sus emociones eran igual de intensas que cuando estaba con Charlie, pero no se sentía exactamente igual.

La Cullen nunca se había detenido a pensar en si quería ser madre. Cuando era humana, era muy difícil pensar en eso cuando estaba soltera, aislada y cuidado de su enfermo padre. Y siendo vampira parecía carecer de total sentido pensar en algo así cuando es físicamente imposible.

Pero no era emocionalmente imposible.

Esme y Carlisle eran prueba de ello. Habían pasado décadas, pero no había cambiado mucho. El “crecimiento” de sus sobrinos había sido casi igual que el de un humano. Tuvieron una cierta época de “dependencia” a sus padres cuando recién fueron adoptados y luego se independizaron. Eso no significa que dejaron de ser una familia, eso jamás.

Si no era imposible para su hermano y cuñada, ¿por qué lo sería para ella?

No era el lugar para ponerse a pensar en eso, pero ya no podía detenerlo. Se acercó lentamente a Bree. Estaba mirando un raro aparato que no tenían ni la menor idea de que era.

—Bree —la llamó, mucho más suave de lo planeaba.

La mencionada la miró con grandes ojos dorados.

—¿Qué pasa, Ana? —le preguntó preocupada. Seguro había notado su sensible estado.

—¿Escuchaste cómo me llamaste?

Bree apartó la mirada, mostrándose pensativa. En un momento cambió la expresión a una de tristeza y agachó la cabeza.

—Te llame... —comenzó susurrando. Sin ser audible para un humano. —Te dije mamá... ¿Está mal?

—Dios, Bree. Claro que no —la abrazó con fuerza al escucharla preguntar con la voz rota.

—¿Te molesta que te llame así? No lo volveré a hacer —tenía la cabeza escondida en su cuello, pero incluso así se dio cuenta que estaba sollozando sin lágrimas.

—No, Bree. No me molesta. Puedes llamarme... mamá —se separó un poco, tomando el rostro entre sus manos. —Si quieres puedes hacerlo.

—¿De verdad? —preguntó sin creerle y Ana rápidamente asintió.

—De verdad —le susurró y sus dedos empujaron lejos los largos mechones de cabello chocolate.

—Puedes decirme.

—¿Mm? —murmuró sin entender.

—Puedes decirme hija —murmuró con timidez y Anastasia sonrió ampliamente.

—¿Segura? —la pequeña dio varios cabezazos.

—Muy segura, mamá.

Un pequeño sollozo salió de los labios de la rubia y la volvió a atraer a un fuerte abrazo que la de cabello castaño respondió de la misma forma. Lloraron en el medio de una tienda de videojuegos. No era lo más cursi, pero supieron que ese lugar iba a ser su lugar.

El lugar de la felicidad.

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