ㅤㅤㅤO6. REGALO DE BODAS

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ㅤㅤㅤAnastasia tenía que decir que es la primera vez en bastante tiempo en que las cosas iban bien. La boda de Bella y Edward había ido bien, la transformación de Charlie había ido y la luna de miel de su sobrino y esposa había ido bien. Todo eso era muy raro. Que las cosas vayan bien era muy raro.

Por las dudas, no quiso decir nada en voz alta. No iba a arruinar todo solo por expresarlo fuera de su mente.

Alice y Jasper habían llegado hace unos momentos, se preguntó si para su sobrina el regreso de su esposo era noticia vieja ahora que ya no usaba su escudo en él. De todas maneras, es más que seguro que se dieron cuenta de lo que pasaban, pero no dijeron nada. Los podía escuchar en la habitación que compartían, la castaña organizando la ropa que había comprado recientemente y el rubio leyendo, se lo imaginaba por el sonido de las páginas.

Estaba esperando sentada en su cama a que el hombre saliera de la ducha cuando su hermano y cuñada llegaron. Sonrió un poco al escuchar a Esme quejarse que ahora no tendría a quien cocinarle y Carlisle se dirigió a su habitación, lo que la confundió un poco.

—Hola —saludó el rubio al llegar. —¿Cómo les fue?

—Bien —se encogió de hombros. —Hizo un desastre con la sangre, pero le fue bien. Cazó un león de montaña a pesar de haber un ciervo más cerca.

—Ambicioso —dijo divertido y ella asintió riendo. —Traigo algo para que se lo entregues —hizo un gesto a la caja que traía en la mano, que solo en ese momento la mujer notó.

—¿Por qué no lo haces tú? —preguntó curiosa mientras su hermano se sentaba a su lado.

—Dado que tú se lo diste a tu... hijastra —Ana carraspeó por el uso de esa palabra. —Pensé que también querías hacerlo.

—Solo se lo di porque trataba de arreglar las cosas con ella. La tradición es que tú se lo des —se negó a aceptar la caja que Carlisle le extendía.

—Lo sé. Espero que las cosas se arreglen entre ustedes —no se escuchaba nada esperanzador.

—Yo no creo que las cosas se arreglen —dijo con amargura.

—Sí, yo tampoco —admitió y ella se rio ya que su hermano usualmente era muy positivo. —No me molesta que se lo des. Puedes hacerlo.

Anastasia asintió y agarró la caja. La abrió, a pesar de saber perfectamente lo que era, y sonrió al ver la pulsera de cuero negro con el símbolo del clan Cullen. La cerró y la dejó a su lado, mirando al rubio después.

—Ya tomé una decisión —murmuró y se dio cuenta que no sonaba muy confiada. —Sobre Bree —aclaró con más fuerza en la voz.

—¿Vas a adoptarla? —le preguntó suavemente. Ana apretó sus labios para no sonreír y asintió. —Eso es genial, Anastasia. Me enorgulleces. ¿Lo harán tú y Charlie? —ella hizo una mueca.

—Bueno, le dije antes de convertirlo. Me dijo que lo iba a pensar, pero luego Bree lo llamó papá y dijo que sí de inmediato.

—Eres demasiado cautelosa —le comentó, tratando de no reír, y la vampira alzó una ceja.

—¿Yo soy demasiado cautelosa? ¿Me lo dices tú, el rey de los cauteloso?

—No porque algunas decisiones se tomen con rapidez significa que no lo haya pensado —se excusó. —Charlie ya tiene una hija, sabe la importancia y responsabilidades de tener alguien a su cuidado. Si dijo que sí, es porque está seguro. No deberías dudar tanto de él.

—No dudo de él —habló rápidamente. —Solo creo que son grandes decisiones que tienen que pensarse bien.

—No es culpa de los otros que pienses con tanta lentitud —se burló y antes que ella pudiera responderle, con algo poco agradable, escucharon la ducha apagarse. —Los esperaremos abajó —anunció y se puso de pie, saliendo de su habitación.

Bufó, cruzándose de brazos, y escuchó a Bree, Rosalie y Emmett llegar. Poco después la puerta de su baño privado se abrió.

—Me veo aterrador con estos ojos —le comentó Charlie al salir y Ana no pudo evitar reír. —De verdad que parezco el anticristo. ¿Cuándo cambiaran?

—Tardara un poco, depende también que tan seguido te alimentes de sangre animal —se puso de pie y le arregló algunos mechones desordenados, sintiendo las hebras aun húmedas. —No te ves tan mal —él alzó una ceja. —Sí, pareces el anticristo —admitió y se rio a carcajadas.

—Me alegra que te estés divirtiendo a mi costa —dijo con una sonrisa y le besó su mejilla ya que no paraba de reír. —Al menos no es uno de tus chistes forenses.

—Solo por ahora. El lado positivo es que ahora pasaras la eternidad escuchando mis chistes de forense.

—Me sirve de consuelo saber que tú tendrás que escuchar mis chistes de policía —sonrió divertido.

—¿Estuviste practicando? —preguntó con una sonrisa y le acomodó el cuello de la camisa de franela verde.

—Claro que sí —esa vez la besó en sus labios, aprovechando que estaba distraída.

—¿Puedes dejar de besarme a cada segundo? —preguntó sobre los labios del contrario en un tono divertido.

—No —contestó infantil y la volvió a besar.

—Pero necesito hablar —se quejó, separándose.

—¿Qué ocurre? —le preguntó tranquilo.

—¿Aun quieres... adoptar a Bree? —dijo después de usar su don para que solo él la escuchara. Desde abajo la joven estaba ansiosa por verlos.

—Si —contestó seguro. —Si me dejas... —lo silenció con un beso y se rio sobre su boca. —Luego dices que yo no puedo dejar de besarte.

—¿No deberías hablarlo primero con Bella? —él frunció el ceño.

—¿Por qué lo haría?

—Bueno, es tu hija —respondió tontamente.

Bella no estaba feliz con nada que concierna Charlie y Anastasia. Dudaba que fuera a cambiar a algo positivo al enterarse que ahora iba a tener una hermana adoptiva. Menos tratándose de Bree, quien “intentó” matarla en el pasado. Claro que eso no había sido así, la neófita no tenía idea de lo que estaba haciendo y nunca lastimaría a nadie.

Además, claramente a la nueva señora Cullen no le agradaba la pequeña.

—Usualmente los padres no les preguntan a los hijos si quieren un hermano o hermana, solo lo hacen y les avisan cuando no hay marcha atrás.

—Por supuesto, pero nosotros no estamos engendrando a un bebé...

—No voy preguntarle —la cortó y ella apretó sus labios. —Esto no le concierne directamente y si a ella no le gusta, va a tener que aceptarlo —sonrió con cierta amargura. —Si tiene la edad suficiente para decidir ser inmortal y casarse, entonces tiene la edad suficiente para respetar mis decisiones y vivir con eso.

—Está bien... —aceptó no muy convencida.

Sabía que tenía razón, vaya que la tenía, pero también sabía que eso tensaría duramente la relación que ellos estaban arreglando. Ella ya la odiaba, tal vez solo la odiaría un poco más lo cual no era una gran diferencia para Ana. Ya había dado por sentado que no había arreglo a su relación con su hijastra.

—¿Qué es eso? —señaló la caja en su cama y solo entonces recordó ese detalle.

—Oh. Carlisle lo trajo para ti —lo tomó y se lo entregó. —Lamentamos la tardanza —murmuró divertida y él la abrió.

—Es como tu collar —comentó y miró su cuello. El collar relucía con mucho orgullo. —Vi que Bella lo tenía como anillo. ¿Es una tradición familiar?

—Algo así. Es el símbolo del clan Cullen. Es una manera de recordar que, aunque no todos estemos unidos en sangre, somos una familia y estamos juntos sin importar qué pase —lo vio sonreír, cosa que la contagió. —Dame —le pidió y su esposo se lo entregó. Se lo puso en la muñeca derecha.

—Me gusta —admitió mirando el nuevo accesorio.

—Que bueno, porque lo usaras el resto de tu inmortal vida —dijo con una risa y el castaño le dio un corto beso que la hizo callar.

—¿Qué le pasa a los demás? —le preguntó en voz baja y ella evitó reír.

Estaba tratando que los Cullen no lo escucharan, como si eso fuera a funcionar cuando todos eran vampiros. Claro que él no sabía que la rubia estaba usando su don.

—Nos están esperando —le explicó y le agarró de la mano, levándoselo fuera de su habitación. —Quieren darte la bienvenida.

—No es como si me hubiera ido —dijo riendo y la vampira sonrió.

—Lo sé, ellos lo saben. Solo es una formalidad. Como las muchas que tenemos —rodó sus ojos y dejó de usar su escudo.

Terminaron de bajar las escaleras hasta el primer piso y se dirigieron a la sala de estar. No llegaron porque Bree se les acercó tan rápido como un relámpago.

—¡Volviste! —chilló agudamente la menor y saltó hacía Charlie, abrazándolo igual que un koala abrazando un árbol.

—¡Hola, hermosa! —la acomodó levemente y la abrazó con fuerza. —Te extrañe.

—Yo también —murmuró felizmente.

Ana alzó una ceja y se cruzó de brazos.

—A mí nunca me saluda con tanto entusiasmo —fingió quejarse y su esposo rio.

—Es porque yo le agrado más —rio con más fuerza. —¿No es así, pequeña?

Bree movió la cabeza para verlos a ambos. No parecía tener la intención de despegarse del hombre.

—Prefiero no responder —dijo como la primera vez que fueron de compras juntos.

—Muy lista, cariño —la rubia bufó porque Swan había usado las mismas palabras que ella usó ese día.

Charlie intentó poner a la de cabello chocolate en el suelo, pero ella se negó y se aferró con más fuerza.

—Un poco más —murmuró y se escondió en el hombro del castaño.

La mujer negó con la cabeza con diversión mientras los tres iban, con la adolescente en brazos del neófito, a la sala de estar donde todos los esperaban con sonrisas divertidas.

—Ella te extrañó un poco —comentó Rosalie, como si no fuera evidente.

—Igual que nosotros —le dijo Esme con su característica sonrisa cálida. Charlie palmeó la espalda de Bree y ella aceptó a volver al suelo. —Bienvenido.

—Te ves bien, tío Charlie —comentó Alice con diversión. Jasper rio y él sonrió por la forma que lo llamó.

—Exceptuando por los ojos —habló Emmett. —Te ves espeluznante —su esposa lo golpeó en el brazo.

—No ayudes tanto —le dijo con sarcasmo su tía.

—¿Listos para el regalo de bodas? —preguntó la castaña baja, dando pequeños saltos.

—Pero no hubo boda —respondió confundido.

—Todavía —le contestó de una manera que le dio un poco de miedo. —Ven con nosotros, Bree.

La vampira le extendió la mano y la joven no dudó en tomarla. Salieron primero mientras la pareja iba detrás de ellas.

—¿De qué regalo habla? —le preguntó el castaño.

—Ya te lo dije antes —habló con una sonrisa burlona. —Las tradiciones Cullen aún no han muerto.

Ellos caminaron en silencio por el bosque, solo ellos ya que las dos chicas estaban constantemente parloteando. Al parecer Alice tenía un par de cosas en su gran guardarropa que podía darle a Bree. Ambas estaban entusiasmadas por hacer su propio desfile de modas, uno que ellos dos iban a tener que soportar.

No muy lejos lograron visualizar una construcción rodeada de plantas y altos árboles.

—Oh, no —murmuró el neófito y ella se rio.

—Oh, sí —dijo con burla.

—¿Por qué no lo impediste?

—Porque no tenía ganas de morir. ¿Quién iba a ponerse en contra de Alice y Esme haciendo esta casa? Yo no.

—¡Es muy bonita, Alice! —le dijo Bree dando saltitos de ansia.

—¿Qué opinan? —les preguntó la vampira. —Este es su primer hogar.

—En realidad me gusta —admitió el hombre y la rubia estuvo de acuerdo.

El concepto casa en el bosque podía ser un poco aterrador, pero no en ese caso. Era bastante moderna, con muchas cristaleras y madera oscura que lo hacía integrarse en denso entorno. En solo la mitad había un segundo piso. No era tan grande como la casa Cullen, pero sí lo suficiente como para ser catalogada como una casa grande.

—Lo sabía —dijo Alice con orgullo y le extendió las llaves. —Hicimos una habitación para Bree.

—¡¿De verdad?! —preguntó entusiasmada y se giró la pareja. —¿Puedo ir a verla?

—Por supuesto. Ve para allá —la de cabello chocolate salió disparada a la casa. —Gracias, Alice. Dale las gracias a Esme también.

—No fue nada —respondió encogiéndose de hombros. —Oh. Carlisle me pidió que les deje algunas cosas sobre la mesa de café. ¡Disfruten!

Antes que alguno diga algo, la castaña ya había desaparecido frente a sus ojos dorados y los ojos rojos. Charlie nunca entendió de lo que hablaba mientras Ana tardó unos segundos en darse cuenta y bufó.

—Que impacientes pueden ser —murmuró un poco irritada y arrastró a su esposo a su nuevo hogar.

—¿De qué hablaba? —le preguntó al notar que ella sabía.

No pretendía responder a la pregunta, pero de haberlo hecho se hubiera interrumpido del asombro al ver la casa. Era simplemente perfecta. No debía sorprenderla tanto, Esme los conocía bien y Alice tenía buen gusto. Eran un dúo que congeniaban bien. Si su sobrina no se viera tan joven podría trabajar con su cuñada.

Bree bajó de las escaleras con una brillante sonrisa de felicidad.

—Es muy linda, ¿verdad? —las mejillas de la joven dolerían de tanto sonreír si fuera humano. —También trajeron nuestra ropa —el castaño frunció el ceño.

—¿Cómo entraron a mi casa?

—¿De verdad voy a tener que decírtelo? —dijo burlona.

—Pero no entiendo para que hay una cocina —Bree señaló el otro lado de las escaleras y se fue hacia allá.

—Tal vez Esme espera que aprenda a cocinar —comentó pensativa la rubia y su esposo rio.

—Como si eso fuera a pasar.

—No va a pasar, pero siempre puedes aprender tú a cocinar —sonrió.

—¿Por qué haría eso? —preguntó confundido. —Ya no podemos comer.

—Por aburrimiento —se encogió de hombros.

—No lo creo, amor. Tienes más de trecientos años y nunca te aburriste lo suficiente como para aprender —ella rodó sus ojos mientras el neófito iba a la mesa de café de la sala de estar, que estaba cerca de la entrada, y tomó un sobre que había sobre ésta. —¿Qué es lo que tu hermano te dejó? —quiso saber con curiosidad y se lo entregó sin abrir.

Ana suspiró y analizó el sobre color mostaza entre sus manos.

—Son los papeles de adopción de Bree —respondió después de usar su escudo para que la nombrada no los escuchara. Ella estaba curioseando en la cocina.

—Tráelos —le pidió al mismo tiempo que se sentaba en el sofá de cuatro personas que había frente el gran televisor.

La mujer se sentó a su lado y abrió el sobre. Los papeles y un bolígrafo cayeron sobre la mesa cuando lo sostuvo con la abertura hacía abajo. Mientras el hombre tomaba los papeles y los leía, ella se dio cuenta que aún había algo en el sobre por su peso. Metió su mano y se encontró con algo metálico.

Lo sacó al concluir que se trataba del collar con el símbolo Cullen y sonrió. Lo guardó momentáneamente en el bolsillo de su pantalón negro.

—¿Estás...?

—Si me vuelves a preguntar si estoy seguro, juro que me voy a divorciar de ti —advirtió con seriedad y ella apretó sus labios para no reír.

—¿Hablamos con ella? —le preguntó y Charlie asintió rápido. Dejó de usar su don. —Bree, ¿puedes venir? —llamó sin necesidad de alzar su voz.

—¿Ocurre algo? —preguntó con curiosidad cuando llegó inmediatamente después de ser llamada. La rubia asintió.

—Sabes que tienes que ser adoptada para poder vivir en la sociedad, ¿no? —la adolescente asintió. —Bueno, esto es algo que usualmente hace Carlisle, pero...

—Nosotros queremos adoptarte —la interrumpió su esposo al ver que tenía dificultades para expresarse apropiadamente.

—¿Ustedes... quieren ser mis padres? —preguntó sin creerlo. Los miró a ambos impresionada y con grandes ojos dorados como oro reluciente.

—Sí —Anastasia respondió con seguridad. También dio unos cabezazos para que la joven se sintiera segura de su respuesta.

—¿Y voy a tener que llamarlos mamá y papá?

—Sí —dijo Charlie esa vez. —Solo si quieres. Tal vez quieras pensarlo un poco...

—¡No! —lo interrumpió y se lanzó sobre ambos en el sofá, abrazándolos. —¡Sí quiero, sí quiero, sí quiero!

Ambos se rieron a carcajada del entusiasmo de Bree y le devolvieron el abrazo con dificultad por la rara posición. Pero no importaba.

—Tenemos un regalo para ti —le dijo la rubia y la joven los miró con sorpresa.

—¿Tan pronto? —Charlie rio mientras la acomodaba sobre su regazo. Ana sacó de su bolsillo el collar y se lo entregó. —Oh. Es como el que tienes tú —miró la muñeca del hombre después de ver su cuello. —Tú también lo tienes. Todos lo tienen. ¿Qué significa?

—Familia —le respondió Charlie. —Significa familia, ¿no? —miró a su esposa y ella asintió con una sonrisa.

—Me gusta —sonrió para sí misma. —Gracias. ¿Me lo pones, papá? —él asintió y se lo colocó.

—Ven acá —palmeó el espacio entre los dos adultos. —Vamos a hacerlo oficial —tomó los papeles de la mesa y el bolígrafo.

Anastasia Swan.

Firmó tres veces, una al final de cada página. Los empujó al castaño y él hizo lo mismo.

—Listo —avisó en voz alta con una sonrisa. —Ahora eres Bree Swan —dijo con orgullo y la rubia negó con la cabeza.

—¿Ya? ¿Eso es todo? —preguntó confundida y ambos rieron.

—Sí, es todo —le dijo ahora su madre y le besó la mejilla.

—Hay una consola —les comentó, señalando debajo del televisor. —¿Pueden jugar videojuegos conmigo?

—Si nos enseñas —dijo el de ojos rojos y Ana asintió.

Bree asintió enérgicamente y fue a buscar los mandos de forma extraña. Anastasia y Charlie ni siquiera supieron como sostenerlos, pero su hija les explicó con paciencia para después advertirles que no los iba a dejar ganar y que se esforzaran. Sorprendentemente la mujer era la más habilidosa con los botones.

Los tres Swan jugaron videojuegos hasta altas horas de la madrugada, siendo su única preocupación.

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