19._ Criminal

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A la pista del Aeropuerto Internacional Narita arribó un jet privado de color blanco, y al menos dos docenas de guardaespaldas se esforzaban por mantener a los inquietos reporteros alejados de la nave, tratando de crear el perímetro necesario para que las personas a bordo desembarcaran lo más tranquilos posibles, después de todo, ellos trabajaban para la importante pareja dueña de aquel transporte.

Pero, fue la llegada de una limosina lo que desvió la atención de los insistentes reporteros, la puerta trasera del vehículo fue abierta por el chofer del mismo, permitiéndole al castaño y atractivo: Harlequin Fairy bajar de su transporte resguardado por tres guardaespaldas que parecían gorilas.

Los reporteros se abalanzaron sobre el castaño, haciéndole cientos de preguntas sobre su compañía o vida personal, poniendo especial atención en los últimos rumores del aparente romance con Diane Megadozer. Mientras los reporteros incomodaban a King, el jet fue preparado para el desembarque, rompiendo el sello presurizado que trababa la puerta.

De la aeronave bajaron dos adultos, una mujer bajita de cabellos castaño claro y un hombre alto de ojos y cabellos dorados. El hombre ayudó a la dama a bajar las estrechas escaleras del avión, fue en ese momento que King alzó la mirada conectándola con la de los adultos, alertando a los reporteros del desembarque de la pareja.

Los guardaespaldas de King abrieron paso entre la multitud, para permitirle acercarse a los recién llegados, una vez frente a frente, los tres sonrieron.

-Bienvenidos de vuelta, mamá, papá -saludó el castaño.

-Estamos de regreso, hijo -devolvió el saludo el hombre rubio.

-¡Saluda a tu madre como es debido, Harlequin Fairy! -regañó la mujer.

-Lo siento mamá -expresó con una sonrisa, antes de abrazar fuertemente a su madre.

La familia Fairy evitó a los reporteros y sus preguntas insidiosas como una plaga, siendo cuidados por sus empleados hasta que abordaron la limosina y partieron de regreso a su hogar.

En las noticias de la tarde el gran tema de conversación en materia de espectáculos fue el repentino arribo de Dahlia y Edward Fairy a Japón, aun cuando la semana de la moda de Milán estaba tan cerca, porque los Fairy eran los propietarios de la mayor casa de modas japonesa: Pixies Couture, y esa inesperada eventualidad era lo causaba tanto revuelo entre los reporteros de farándula.

Más tarde, King y sus padres almorzaban en la intimidad de su hogar, compartiendo una amena conversación empresarial, todo marchaba a la perfección hasta que Dahlia optó por indagar sobre temas más personales:

-Entonces, King... -murmuró la mujer- ¿Qué tienes para decirme de Diane? -cuestionó de golpe y con la delicadeza de un martillo mecánico.

-¡Mamá! -exclamó King una vez que superó su breve ahogamiento con el vino que bebía antes de la pregunta de su madre.

-Mejor respóndele, hijo -advirtió Edward llevándose un nuevo bocado de ensalada a la boca.

-¿Q-qué quieres saber? -preguntó el menor- Sí ya te conté todo por teléfono.

King y Dahlia tenían el tipo de relación madre e hijo que se asemejaba más a una íntima amistad, y por ello solo pasaron un par de días desde que el menor inició su relación con Diane hasta que se lo contó a su madre, casi con total lujo en detalles. Aliviando así a la preocupada madre; a quien la anterior novia de su hijo, Gerarde, no le caía bien; al contrario, la detestaba de tal manera que planeó aprender magia vudú para separar a su hijo de aquella que ,a su parecer, era una cazafortunas.

-¿Cuándo se casan? -preguntó animada y con una resplandeciente sonrisa.

Y King volvió a escupir el vino que intentaba beber para aparentar tranquilidad ante su progenitora.

-¿D-de qué hablas? ¿Matrimonio? ¡Ni se conocen! -argumentó con los nervios a flor de piel.

-Uhm... -murmuró la adulta, y King sintió miedo de lo que podía estar planeando la mente hiperactiva de su madre- Bueno, ya que no estaremos mucho aquí... ¿Qué tal invitarla a cenar esta noche? -cuestionó.

Dahlia lucia tan firme en su propósito, que su hijo solo atinó a suspirar profundamente.

-No lo sé, ella tiene su propia agenda... Pero le preguntaré -aceptó King.

-¡Eso es más que suficiente! -exclamó la castaña.

-Por cierto, ¿Qué los trajo aquí estando tan cerca la semana de la moda? -indagó.

-Eso... -intervino el callado Edward- Fue idea mía -dictaminó con el rostro serio.

King miró con suspicacia a su padre. Edward era el tipo de hombres dóciles que se dejaban llevar por la corriente, en este caso, la corriente era Dahlia, por lo que rara vez imponía su voluntad. En el pasado, Edward solo había mostrado su carácter pocas veces: cuando sus hijos cometían alguna tontería que ameritara su intervención; en el trabajo, donde daba órdenes implacablemente siguiendo al pie de la letra las instrucciones de su esposa o su difunto suegro o cuando abandonó su apellido y familia para unirse a la familia Fairy. Porque según el abuelo de King: "El legado Fairy debía permanecer intacto en el tiempo", y cediendo ante aquella premisa, Edward convirtió aquella acción como la máxima declaración de su amor por su esposa.

El hijo conocía perfectamente a su padre, él era el mismo tipo de hombre después de todo. Y que Edward dejara de lado el trabajo en un momento tan importante, solo indicaba que había un fuerte motivo tras su determinación.

-Tú dirás, papá -alentó King.

-¿Por qué dejaste que Elaine se fuera con ese fulano novio a quien sabe dónde y por quien sabe cuánto tiempo, Harlequin? -preguntó con voz glacial.

Y salió el elefante en el comedor. Elaine llevaba tres semanas de viaje con Ban y había dejado a King casi toda la responsabilidad del negocio que había iniciado recientemente, y aunado a ello, pero no menos importante, la dura tarea de explicar a sus padres porque la "dejó ir".

-¿Cómo permitiste que se desviara? -acusó Edward.

-Papá -tragó duro el menor- ¿Alguna vez sentiste que había cosas que se salían de tu control?

-¡Debiste avisarme de inmediato en el segundo en que te viste incapaz de guiar a tu hermana menor! -exclamó con el ceño fruncido.

-¡No me refiero a eso! -gritó King- Estoy seguro de que Elaine habría aceptado esperar si yo se lo hubiese impedido.

-¿Esperar? ¡Se supone que debías cuidarla de quien se quisiera aprovechar de ella! -rebatió el rubio.

-Papá, ella tenía esa mirada... -argumentó en un susurro- La misma que vez en mamá cuando ella te mira, la misma determinación con la que ambos han protegido esta familia, tenía la chispa de un Fairy en sus ojos -argumentó.

-¡Eso no quiere decir nada! -rebatió inseguro- ¡Qué ella quisiera luchar por ese amor de tal manera no quiere decir que con él fuera lo mismo! Y a todo esto ¿Quién es el famoso Ban? -argumentó con desespero.

-Ban Hudson y... Yo no pude hacer más que reconocer su valor, él es el indicado para Elaine -admitió King- Aunque me desagrade decirlo.

-¿El mismo Ban que ha sido tu amigo toda la vida? -intervino Dahlia.

-El que viste y calza -indicó con hastió.

-¿Qué te hace estar tan seguro? -cuestionó Edward.

-Verán...

Flash Back.

King miraba a sus amigos divertirse desde la sombra de una palmera en la nueva casa de Meliodas, observaba con gusto como su hermosa y sensual novia se bronceaba bajo los rayos del sol, cuando un mojado albino se le acercó para sacudirse el agua salada junto a él con la intención de molestar.

-¡Ban! -gritó- ¡Tarado, que te crees!

-¡King vamos a nadar! -entonó melodiosamente producto del alcohol en su cuerpo.

-¡Déjame tranquilo zorro de pacotilla! ¡Intento dormir!

-No me digas así, yo le soy fiel a tu hermana -advirtió seriamente.

-¿Eh? -enunció confundido, cambiando su expresión a una cara seria en un segundo- Ban; de eso quería hablarte.

El ojicarmesí volteó buscando a la rubia de ojos ámbar, encontrándola nadando junto a Elizabeth y Gelda, bastante alejada de ellos.

-Vamos adentro -murmuró el platinado.

Los cuñados ingresaron a la casa, y atravesando la puerta principal llegaron a donde estaban estacionados los vehículos de todos. Ban se recostó contra el Todoterreno de Escanor y esperó con los ojos cerrados a que el más bajo comenzara a hablar.

-No estoy dispuesto a aceptar que juegues con mi hermana -dictaminó King.

-¿Qué te hace creer que estoy jugando? -rebatió.

-Te he conocido durante años, conozco tu tipo de mujer y déjame decirte que ella dista mucho de serlo -razonó, gesticulando furiosamente con las manos.

-Entonces como Elaine no cumple con el "estándar" -realizando comillas en el aire con los dedos-...qué según tú, tengo... ¿Supones que juego para llevármela a la cama? -se burló.

-De no ser así... No veo porque sales con ella de la noche a la mañana, llevas años conociéndola.

-La vi una o dos veces, siempre pegada a los pantalones de tu padre ¿Insinúas que eso es conocerla? ¡Ella estuvo en un puto internado en Italia casi toda su vida! ¡Y cuando inició la universidad ni siquiera la dejaron estudiar cerca de su familia! -reclamó Ban lleno de ira.

-¡Eres un traidor, es mi hermana! ¡Las hermanas se respetan! ¡Se supone que eres mi amigo!

-Eso significa que no podremos seguir siendo amigos -dictaminó con firmeza- Porque yo no pienso dejar a Elaine. Pero te daré el gusto de saber lo que quieres, no estoy jugando, la amo, y de cierta manera me siento un estúpido por haber perdido el tiempo buscando a alguien que me comprendiera, cuando ella estuvo a mi alcance toda mi vida.

Ban se separó de la camioneta de Escanor y dejó a King solo con sus pensamientos.

Fin del flash Back.

-La mirada en sus ojos, no me dejó dudas. Él la ama y aunque intentáramos por todos los medios separarlos, ni una bomba atómica podría lograrlo -concluyó King su historia- Ese día, Ban supero todas las expectativas, rompiendo todas las barreras de lo que alguna vez le creí capaz emocionalmente. Perdimos antes de luchar. Lo siento, papá. No pude cumplir la promesa que te hice de mantener a Elaine protegida durante tu ausencia. Parece que ella eligió a su propio caballero, nos despidió -intentó bromear con la amargura tintando su voz.

El castaño inclinó su cabeza en dirección de su padre y madre, sintiéndose un fracaso de hermano mayor, pero satisfecho de saber que había confiado a su hermana, no al mejor de los hombres, pero sí al mejor hombre para ella.

Edward Fairy se levantó de su asiento y encaró a su primogénito, quien aún mantenía la cabeza baja.

-King... ¿Estas totalmente seguro de lo que dices? -inquirió.

-Sin ninguna duda -afirmó levantando el rostro para mirar fijamente a los ojos dorados de su progenitor.

La mirada segura en el menor, logró convencer a Edward, sosegando su inquietud de padre. El rubio volvió a su asiento y tomó los cubiertos con toda la serenidad que pudo.

-En cuanto pueda hablaré con Elaine, debió hacer las cosas de una manera más digna, dejar que conociéramos al muchacho antes de lanzarse a la aventura con él -comentó el padre.

-No puedo estar más de acuerdo, querido -secundó Dahlia.

-Sin embargo; ella es una Fairy, ni la fuerza de un huracán le habría impedido cumplir sus propósitos cuando los considera correctos -admitió el apesadumbrado padre- Lo cual... Nos devuelve a ti, hijo -atacó directamente, con sus dorados ojos entrecerrados- ¿Qué tal es la jovencita Megadozer?

El resto de la comida transcurrió en torno a la castaña de ojos amatista que King tenía por pareja. Siendo que este se deshacía en halagos para su amada novia, enumerando sus virtudes como si recitara una oda a una diosa. Sacando gestos de satisfacción a los adultos que esperaban ansiosos poder conocer a la señorita que tenía a su hijo tan hechizado.

Por la tarde, King regresó al trabajo, dejando a sus padres en casa para que descansaran. El castaño conducía de vuelta a su oficina cuando se colocó el accesorio manos libres en su oreja derecha y llamó a su novia.

-¡Hola King! -saludó la feliz voz de Diane al cabo de unos segundos.

-Hola, cariño ¿Tienes un poco de tiempo? -preguntó dulcemente.
-Estaba trabajando en unos planos, pero puedo dejarlo unos minutos -se escuchó el sonido de una silla moviéndose- ¿Qué sucede?

-Verás... Mis padres están en la ciudad y... -paró por los nervios.

-¡Oh, sí! Lo supe por redes sociales, están que explotan por la presencia de los cabecillas de Pixies Couture en Japón con la semana de la moda de Milán a la vuelta de la esquina -relató la de orbes amatistas con buen humor.

-Di-Diane... ¿T-te gustaría conocerlos? -indagó fingiendo tranquilidad y fracasando estrepitosamente.

-¿Y-yo? ¿Conocer a tus padres? Ehmm... ¿No es muy pronto? ¿Siquiera saben que somos no-novios o...?

-Veo que no es una buena idea -susurró King con tristeza.

-¡No, no es nada de eso! Es que me sorprendiste... Nada más -razonó Diane.

-Supongo; es que mi madre y yo somos muy unidos, hace tiempo le conté de lo nuestro y está emocionada por conocerte, pero es probable que tengas razón es muy pronto y te prometí que iríamos a un ritmo adecuado para ambos y... Yo...

-King -intervino la castaña- Iré. Me da un poco de nervios, pero... ¿Cómo podría negarme a conocer a los padres del chico que amo? Tú dime cuando -consoló.

-Eres la mejor, Diane. ¿Te viene bien esta noche? Ellos no pueden quedarse mucho y...

-Perfecto, moveré unas cosas y te llamo más tarde.

-¿Segura que no es muy inconveniente? -indagó.

-Para nada, le haré una llamada a Ellie, ella siempre sabe qué hacer en citas de último minuto. Te quiero, nos vemos más tarde -se despidió dulcemente.

Al colgar Diane dejó escapar un profundo suspiro y volvió a su silla giratoria, donde se desplomó con el corazón desbocado. Cuando los latidos del corazón se le regularon, la castaña gritó y con manos temblorosas marcó el número de su mejor amiga, rogando porque ella le dijera que hacer en esa situación.

En la mansión Demon, una albina de ojos azules se movía al ritmo de Mambo number 5 mientras limpiaba con delicadeza algunos portarretratos y decoraciones en la sala principal del amplio hogar. Tal era su abstraimiento mientras desempolvaba viejas fotos de la familia Demon que al fijarse en la rubia de la foto se sumergió en sus recuerdos.

Flash Back.

Era una noche oscura y lluviosa, cuando dos peliblancos recorrían las húmedas calles de Kioto en un vehículo negro de vidrios tintados.

-Cuando me imaginé vivir en este país, no creí que sería así, Aliott -habló la delicada voz femenina en su idioma natal.

-Por favor, Alette ¿Qué esperabas, cerveza alemana con el sushi? -bromeó el hombre de cabellos blancuzcos.

-No -negó haciendo pucheros- ¿Pero no se supone que Japón es el país más avanzado en tecnología del mundo?

-Ya entiendo... Esperabas que una forma de vida artificial fuera tu camarero -se burló profiriendo una carcajada.

-¡Aliott! -regañó- ¡No te burles de mí!

-Ya... Lo siento pequeñaja, tal vez Tokio es más cercano a lo que esperabas, pero es más seguro para nosotros vivir aquí, de momento, al menos -explicó acariciando los cortos cabellos blancos de la fémina en el asiento de copiloto.

De pronto un frenazo impulsó a la chica hacia delante provocando que golpeara su rostro contra el parabrisas, dos vehículos negros les habían cortado el paso. Un grupo de hombres trajeados de negro descendieron de los automóviles y se acercaban peligrosamente a ellos.

-Quédate aquí -pidió el hombre.

-¡Pero Aliott!

-¡Que te quedes Mirana! -exclamó llamándola por su primer nombre.

Al albino salió del vehículo luego de tomar un arma que tenía bajo el asiento de conductor. Aliott intercambió breves palabras con los hombres cuando uno de ellos, que se mantenía rezagado, alzó un arma y disparó tres veces contra el cuerpo del ojiazul. Los hombres de traje parecieron discutir y se subieron a toda prisa en sus automóviles, dejando al herido tendido en el suelo bajo la lluvia.

Mirana al salir de su shock, se cambió de asiento y encendió el carro, acercándose al cuerpo herido, subió al albino al asiento del acompañante y condujo lo más rápido posible hasta el hospital más cercano, siguiendo las instrucciones del GPS incorporado en el vehículo.

-¡Ayuda! -exclamó la albina en un perfecto inglés mientras caminaba con el pesado cuerpo masculino a un costado, manchándose así con sangre.

Los médicos se precipitaron sobre el herido y lo apartaron de las manos de la joven, quien gritaba cosas en inglés que el personal no acababa de entender. Algunas enfermeras quisieron acercarse para examinar la herida en la frente de la albina, pero esta las apartó, hablando rápidamente en inglés, dejando confundidas a las mujeres que trataban de ayudarla.

Minutos más tarde ante la joven apareció una mujer de largos cabellos rubios y ojos esmeraldas, quien le regaló una deslumbrante sonrisa.

-Deberías dejar que te examinen eso -habló la rubia en inglés, señalando la frente sangrante de la peliblanca.

-¡Usted puede entenderme! -exclamó Mirana aliviada- ¿Cómo esta Aliott?

-Así que se llama Aliott, sigue en cirugía, mientras tanto; ¿Por qué no dejas que me encargue de eso? -insistió acercando su mano a la frente de la chica.

-Aliott es más importante -refutó.

-Pero él ya está siendo atendido, ven conmigo -razonó la rubia extendiendo su mano a la muchacha.

La menor tomó con timidez la mano la mujer rubia de bata blanca, dejándose llevar por esta a una camilla, donde desinfectó y suturó el corte que Mirana tenía.

-Listo -anunció la rubia satisfecha.

-Gracias... Ehm...

-Elise. Doctora Elise Demon ¡Encantada! -se presentó extendiendo su mano, con una brillante sonrisa curvando sus rosados labios.

-Yo... Yo soy Mirana -contestó con dificultad- Mirana Arelian -mintió, a medias.

Fin del Flash Back.

El cambio de canción sacó a Mirana de las profundidades de sus pensamientos, del fatídico evento que la llevó a conocer a la difunta Elise Demon. Los sonidos dulces de violines, manaron del Ipad de la ojiazul, delicadamente devolvió el portarretratos que sostenía a la repisa que le correspondía e inevitablemente sus piernas se movieron al compás de la música, evocando en su memoria cabellos rubios y ojos azules.

Mirana se deslizaba con delicadeza por el alfombrado, con los ojos cerrados, disfrutando de un recuerdo lejano, ignorando que unos ojos verdes la observaban con una sonrisa. Y permaneció ignorante hasta que unas manos masculinas tomaron su diestra y cintura con experticia.

-¿Qué te trajo a casa tan temprano, Zel? -preguntó la ojiazul con una sonrisa observando los verdes ojos de Zeldris.

-Quise castigar a Meliodas un rato y lo dejé solo -bromeó.

Ambos permanecieron bailando en silencio, hasta que la voz de Zeldris rompió aquella burbuja.

-Siempre he creído que mi padre debería pagarte mucho más -comentó, pero ante el silencio de Mirana continuó su razonamiento- Le has ahorrado muchísimo dinero con tus variadas habilidades, varios gastos fuertes en atención medica personalizada por tu capacitación médica, me enseñaste a hablar italiano, a ambos nos enseñaste danza clásica y etiqueta -enumeró, ayudando a la albina a dar una grácil vuelta.

-Recuerdo eso, fue muy gracioso verlos refunfuñar cuando argumentaban que el baile de salón no era algo que necesitaran -se burló- Pero... ¡Mírate! Has mejorado una enormidad -halagó a la soltura con que Zeldris se desplazaba- Y eso que fuiste el más difícil de los dos, tenías dos pies izquierdos y la espalda rígida como un tablón.

-Supongo que es debido a lo que dijiste cuando enseñaste a Meliodas y Escanor a bailar tango -razonó el azabache.

-¿Dije algo aquella vez? -fingió demencia.

-Dijiste que algunas cosas dependían de las emociones que se le imprimieran, en aquel entonces solo hablaste de la pasión y el deseo, supongo que lo dijiste de esa forma porque era lo único que conocíamos -rió- Ese día hiciste venir a tres instructores, dos chicas y un hombre con quien diste la clase, nunca vi algo igual -admitió con el rostro sonrojado.

-¿Significa que ahora tú quieres aprender a bailar tango? -cuestionó divertida.

-No, pero ahora entiendo a lo que te referías.

-El amor nos hace florecer, Zel -acotó girando en la última estrofa de la canción.

-No puedo estar más de acuerdo. Pero... Yo nunca te he visto de esa manera -puntualizó.

-¿Cómo?

-Enamorada.

-¡Ah,eso! Hay muchos tipos de amor, Zeldris -acotó- Por ejemplo, yo los amo a ti y a tu hermano -alejándose del azabache, realizando una reverencia para concluir debidamente aquel baile- Además, yo soy diferente -rió amargamente confundiendo a Zeldris- El hielo es frio pero puede quemar -murmuró lo último en otro idioma de entonación tosca.

La albina abandonó la sala con una sonrisa y la excusa de que debía iniciar los preparativos de la cena, aun sabiendo que Zeldris no le había creído.

Más tarde, cuando las estrellas comenzaban a salpicar el cielo nocturno, King se detuvo frente a la entrada de la mansión Megadozer, donde una impaciente Diane lo esperaba. El castaño se reunió con su novia al pie de las escalinatas que separaban el camino de adoquines de la entrada. Ella, tomó la mano de su amado en cuanto la tuvo a su alcance, sonrojándose ante el descarado escaneo del hombre.

Así, vestida de rosa, con el cabello en un elaborado recogido lateral decorado con flores y ligeramente maquillada, resultó ser la visión más perfecta y hermosa que el castaño de ojos ámbar había tenido el placer de ver alguna vez en su vida.

Los sonrojados novios, intercambiaron unos castos besos en las mejillas y unas pocas palabras antes de subir al vehículo de castaño, donde poco hablaron durante el trayecto a la casona Fairy. Una vez frente a la edificación de estilo colonial, King y Diane tuvieron un ataque de ansiedad, pero para infundirse valor y calma el uno al otro se tomaron fuertemente de las manos.

-Pase lo que pase... -inició el castaño.

-Estamos juntos -concluyó Diane.

-Porque te amo -susurró él.

-Y yo a ti, Harlequin -corroboró ella depositando un casto beso en los labios masculinos.

King bajó y rodeó su automóvil para abrirle la puerta a su dama, y de la mano subieron los escasos peldaños que los separaban de la entrada. El de ojos ámbar abrió la puerta tranquilamente sin soltar la mano de su amada cuando una voz emocionada y conocida llegó a sus oídos, lo siguiente que sucedió fue que el más bajo fue apartado abruptamente de su novia.

-¡Oh por Dios, Diane! ¡Eres hermosa! -exclamó la emocionada Dahlia, tomando las manos de su nuera- ¡Es un placer tenerte aquí! Soy Dahlia Fairy, pero puedes decirme Dahlia o Lia, como gustes, pero nada de señora... -advirtió con los ojos entrecerrados.

-Ahm, ehm... Su-supongo, encantada Dahlia -respondió la incómoda castaña.

-Eres tan encantadora... ¡Vamos pasa! No tienes por qué estar parada en la puerta, somos familia -verborreó- ¡Edward! ¡Llegó Diane! -exclamó arrastrando a la castaña con ella- Te caerá bien mi esposo. Eres tan alta ¿Cuánto mides? ¿Has pensado en ser modelo? -indagó.

Y así King quedó reducido al nivel del polvo en su propio hogar, pero ¿Para qué intentar cambiar las cosas? Así era su madre y estaba encantado de que la primera impresión de su novia fuera absolutamente positiva. En el pasado, Dahlia ya había conocido a ex parejas de su hijo y cabe destacar que cuando King se las presentó, la castaña mayor las había ignorado olímpicamente.

En las afueras de la ciudad cerca de la costa, Elizabeth se encontraba en una videollamada extremadamente jocosa con la "nana" de su novio. Contándole los pormenores de la inesperada llamada de Diane para solicitarle ayuda y consejos para caerle bien a sus suegros.

-¡Me alegro de que Diane este dando tan gran paso en este momento! -chilló Mirana de la emoción.

-¡Y qué lo digas! Eso significa que ella y King van muy en serio -razonó Elizabeth- Diane ya ha cubierto su cuota de patanes para toda la vida, te lo aseguro.

-Bueno, yo conozco a King desde siempre y puedo darte toda la seguridad de que él tratará a Diane como se lo merece -comentó sonriente.

-Pues crucemos los dedos para que todo salga bien -dijo Elizabeth mostrando ambos índices y medios cruzados.

-Dahlia Fairy es totalmente impredecible, pero es excelente persona -trató de tranquilizar la albina.

-Bueno, ella es amiga de mi madre, pero eso no significa que la conozca muy bien, sinceramente me preocupa un poco...

-Tranquila... -empezó a decir cuando la platinada se alejó abruptamente del celular- ¿Elizabeth?

La menor se había levantado de la cama para observar por la ventana y constatar sus sospechas del misterioso ruido que llamó su atención segundos antes. Ella estaba en lo cierto, el chasquido que escuchó provino de la puerta del Range Rover de Meliodas. Apresurada, Elizabeth tomó su celular y la ropa que había extendido sobre la cama, y posteriormente se encerró en el baño.
-¿Qué pasa, Ellie? -cuestionó Mirana con gesto de confusión.

-Meliodas llegó, debo dejarte Mira -se apresuró a contestar dejando el teléfono sobre la superficie del lavamanos.

-¡Oh! ¡Suerte! Acábalo, chica -bromeó la ojiazul mayor.

-¿Sabes, Mira? Debes ser la única figura materna en el mundo que hablando con la novia de su hijo, y sabiendo que esta pretende acostarse él, dice algo como: "Acábalo, chica" -se burló.

-Ni que estuviéramos hablando de un virgen y una prostituta, Elizabeth. ¡Te recuerdo que hablamos de Meliodas, cariño! -respondió irónica- En fin, yo me voy... -se despidió lanzando besos a la cámara.

La llamada entre las dos mujeres de cabellos incoloros terminó justo a tiempo, segundos después se escuchó movimiento dentro de la habitación principal, seguido de la voz del rubio.

-¿Ellie, preciosa? -cuestionó la voz masculina.

-¡Mel, en la ducha! Estoy a mitad de un asunto femenino ¿Te molestaría usar el baño de invitados? -cuestionó Elizabeth con voz dulce.

-¿Ya estamos en esos días? Creí que todavía no era hora... -comentó en voz alta.

-Se me adelantó -rebatió.

-Bueno, nos vemos en unos minutos, me ducharé. Por cierto, pasé por comida china de camino aquí -advirtió tomando una toalla limpia del armario.

-Gracias, cariño -entonó musicalmente.

Minutos después Meliodas regresó a la habitación, y creyendo que Elizabeth estaría en la cocina dejó caer la toalla enredada en sus caderas, paseándose desnudo por la habitación mientras buscaba unos boxers en un cajón de la cómoda.

-Vaya, esa es una buena visión -comentó la voz de Elizabeth en un ronroneo.

Meliodas se subió la ropa interior sin voltear a ver a su novia, pero en cuanto la vio, sintió como si esta se le hubiese caído. Ante él estaba la platinada, ataviada en un vestido ceñido de seda blanca, con un escote suelto por el cual se asomaba el inicio de la ropa interior de la chica, igualmente de color blanco.

El cabello suelto y el rostro levemente maquillado le confería a la ojiazul un aire de inocencia que le secó la boca al rubio. Pero bajo esa imagen angelical, Elizabeth estaba dispuesta a devorar el alma de su novio como una demoniza hambrienta.

-Bienvenido, señor Meliodas -susurró con voz comedida e inocente. Y Meliodas tragó grueso.

-E-Elizabeth -murmuró con los ojos oscurecidos- ¿Qué pretendes?

-Compensarlo, señor Meliodas. Después de todo; hace dos semanas dejamos un tema interesante pendiente.

-Sabes que no recuerdo ni porque me emborraché -mintió descaradamente.

-Mientes -susurró acercándose lentamente al rubio- Sé que leíste sobre Tokiya y creíste cada palabra en los artículos -los celos se revolvieron en el estómago del rubio- Y quiero aclararte eso, porque no estoy segura de que me tomaras muy en serio mientras llorabas -murmuró junto al oído de este, abrazándolo por la espalda.

-Yo no lloro, Elizabeth -rebatió en tono serio.

-Bueno, digamos que sudaste por los ojos -bromeó- Pero, lo que debes escuchar estando sobrio es más importante que aclarar cómo se llaman determinados fluidos corporales. Tokiya y yo no tenemos nada, nunca, jamás, ni aunque la muerte me lleve. Solamente te tengo a ti, Mel -susurró lamiendo la oreja ajena- Solamente te quiero a ti. No me importa tu altura, que seas rubio natural y mucho menos nuestra abstinencia es señal de que te dejaste de atraerme sexualmente.

La mente de Meliodas flotó a un recuerdo borroso de dos semanas de antigüedad.

Flash Back.

Meliodas estaba recortado sobre el cuerpo de su novia en la habitación principal del departamento de la platinada, mientras Mirana estaba en la cocina preparando una sopa que olía maravillosamente.

-No puedes dejarme -susurró el hombre oculto entre los atributos de su mujer- Ya no sé cómo vivir sin ti -argumentó arrastrando un poco las palabras.

-Meliodas yo...

-Por favor, ya no sé ni quien soy. Me has transformado en algo que desconozco... ¡Hasta estoy en abstinencia por ti, Ellie! -gritó- Mi yo de hace cuatro meses se burlaría de mí en este instante, con una resaca del demonio, indigestión por exceso de gomitas e inseguro de un cantante del cual no he escuchado nunca -contó pausadamente luchando con las náuseas.

-Mel, descansa. Al despertar podremos hablar de esto.

-No quiero hablar de esto, siento asco de mí mismo... Mostrándote este lado tan patético de mí. Sé que al dormirme despertaré sin ti, una mujer como tú no estaría con un hombre como yo -expuso sus negativos pensamientos.

-¡Meliodas! ¡Mejor ya cállate antes de que me moleste de verdad! No me iré, ahora trata de dormir o juro por los Dioses que terminaras en celibato indefinido.

El rubio cerró los ojos y fingió dormir, pero estaba más despierto que nunca, aferrándose al cuerpo de su amada como un niño perdido. Besando el escote de ella con la delicadeza que usa una mariposa para posarse sobre una flor.

Fin del Flash Back.

Meliodas nunca volvió a hablar de aquel evento, y fingió amnesia selectiva, aferrándose a las palabras que escuchó pronunciar a la platinada cuando hablaba brevemente con Mirana sobre el hombre que causó todo aquel desastre. No lo conocía, pero ya lo odiaba profundamente y si fuera por él, ya habría arremetido contra el Idol de no ser porque este estaba en quién sabe dónde de gira.

-Meliodas... -habló Elizabeth- ¿No me estas escuchando?

-Elizabeth, hoy fue un día pesado para mí y no tengo las energías para jugar al autocontrol -intentó razonar.

-¿Quién hablo de jugar? -susurró bajando sus manos por el esculpido abdomen contrario- No pedí tu opinión, pero, decidí que ya estaba harta de la abstinencia y del asunto que nos llevó a ella.

»Admito que logramos mucho con ella en nuestra relación, pero me gustaría dejarla en el olvido ¿Usted que dice, señor Meliodas? -preguntó sensualmente mientras su delicada mano se perdía bajo el elástico de la ropa interior ajena.

-No juegas justo, Elizabeth -rebatió con la voz ronca.

-¿Eso quiere decir que no aceptas? -inquirió fingiendo tristeza, retirando lentamente las manos del miembro medianamente erecto de su novio -¿Entonces bajamos a cenar?

-¡Al diablo la cena! -dictaminó el ojiverde.

Meliodas se dio la vuelta y tomó la cintura femenina con agresividad, haciendo que Elizabeth chocase contra su cuerpo, seguidamente poseyó los labios contrarios en un ardiente beso. La derecha masculina subió hasta los senos turgentes para amasarlos sobre la ropa, mientras que la izquierda continuaba asiendo fuertemente a la joven. El rubio abandonó la boca rojiza de la platinada para recorrer el grácil cuello dejando una estela de besos sobre este, mientras la ojiazul solo alcanzaba a removerse contra el tonificado cuerpo, buscando la fricción anhelada entre ciertos puntos de sus anatomías.

Poco a poco el rubio fue avanzando hasta la cama. La pareja, al caer en la suave superficie se acoplaron el uno al otro cual piezas de rompecabezas, friccionándose y tocándose con hambre. Jadeando como bestias, se entregaron al placer de la piel ajena.

-¿Te molestaría si... Me comporto como un niño en navidad? -murmuró la voz gutural de Meliodas.

-¿Ah-A qué te refieres? -preguntó la platinada entre suspiros.

Meliodas no alcanzó a organizar las palabras dentro de su mente, y mucho menos se controló lo suficiente para que las palabras manaran de su boca, porque prefería que sus labios no se separaran de la piel enfebrecida de Elizabeth. Y de un tirón desgarró la tela suelta del escote del vestido, exponiendo la virginal ropa interior de encaje.

Elizabeth chilló de anticipación, y conectó sus ojos con los del rubio, que daban la impresión de ser negros en lugar de verdes. La platinada ante aquella mirada, se fundió como lava entre los musculosos brazos, abandonándose a la indómita voluntad de su amado. Y conectando nuevamente sus labios con los ajenos, se arqueó contra Meliodas, quien tenía una mano explorando sobre el húmedo encaje de sus bragas.

-Espero que no creas que... -jadeó ella- ...iras mañana a trabajar -completó con dificultad, removiéndose ante las caricias.

-No tengo intenciones de abandonar esta cama en unas largas horas, Elizabeth -pronunció el nombre de ella en un ronroneo.

-¿Tu planeas solo usar la cama? -se burló Elizabeth- Veo que el celibato te oxidó un poco, pero no te preocupes, querido. Pienso tomarme mi tiempo para pulirte muy bien... -anunció con voz sensual, mientras su derecha tomó la firme erección de Meliodas para comenzar a acariciarla lentamente con movimientos expertos.

Un rugido reverberó en las profundidades del pecho del rubio. Elizabeth le miró con deseo absoluto. Y él terminó de destrozar el vestido.

En China, Damián estaba atendiendo una importante llamada que esperó por largos días.

-Señor Demon no entiendo porque la urgencia de contactarse conmigo -dictaminó una irritada voz femenina desde el auricular.

-Sé que estas verdaderamente ocupada por estos días, pero quería hacerte una propuesta, sé que tu empresa necesita un buen empuje económico para moverte a la par de los Fairy a nivel mundial, te lo concederé si me haces un favor...

-¿Qué clase de favor? -inquirió.

-Es sobre Meliodas -reveló.

-¡Ah, no! ¡Eso sí que no! Ya estuve en una mala posición con Meliodas hace semanas y no pienso volver repetirlo -razonó la fémina.

-Señorita Danafor -empezó con seriedad- Necesito que me colabore en esta situación ya que no sé a quién más acudir. En nuestra última vista, creí que un amor solido seria lo que alejaría a mi hijo de esa señorita, y entendí luego de eso que él la aprecia genuinamente ¡Hasta usted pudo constatarlo!

-Es cierto, nunca escuché a Meliodas hablar tan seriamente sobre una chica -convino Liz.

-Exactamente, pero luego de conocerla me tomé el atrevimiento de investigar a esa joven -mintió- Y lo que descubrí no me dejó para nada tranquilo. Ella no es la persona que dice ser, dijo mentiras inimaginables para engatusar a mi hijo y ahora me temo que él está completamente en su poder ¡No llevan ni tres meses de relación y Meliodas le compró una casa a petición de ella!

-¡Eso es increíble! -exclamó Liz sorprendida- Meliodas normalmente sería más cauto.

-Liz, como padre te suplico que me ayudes, podemos hacer esto como un contrato, pero de verdad necesito empujar a esta señorita a alejarse de Meliodas, ya que él no lo hará. Quiero pensar en que esto es un capricho que pasará pronto, sin embargo, no puedo quedarme de brazos cruzados -argumentó fingiendo aflicción.

-Sí, lo entiendo perfectamente. En este mundo siempre somos blanco de uno o dos aprovechados -murmuró Liz con tristeza- Pero ¿Qué podría hacer yo?

-No lo sé, planeo enviar a Meliodas a encargarse de asuntos externos de la compañía por un tiempo con la esperanza de que la separación colapse esa relación, pero necesito algo más, este tipo de mujeres no sueltan la presa tan rápido -comentó Damián con voz "torturada".

-¿Por qué yo? ¿La señorita Mirana no sería más idónea para guiar a Meliodas? Él la ve como una figura materna -ideó la bondadosa joven.

-Sería el método más factible, si esa mujer no se hubiera encargado de engañar a Mirana, dudo que siquiera la señorita Edinburg esté al tanto de quien es la persona que considera su amiga -dramatizó, esforzándose por ignorar la extraña sensación en su estómago que evocó el nombre de su empleada.

-¡Dioses! ¡Esa mujer es una trepadora! -insultó Liz indignada- Le ayudaré señor Demon, en lo que pueda, deme unos días para pensarlo. Trataré de encontrar una buena estratagema que obligue a esa mujer a salir de la vida de Meliodas -dictaminó.

-Te estaré muy agradecido por esto, Lizzette. Eres una excelente amiga.

-Ustedes son como de la familia, no voy a abandonarlos cuando puedo hacer algo por ayudar -tranquilizó la ojiazul al "preocupado" padre.

-Gracias, hija. ¡Como quisiera que las cosas entre tú y mi hijo hubiesen funcionado!

-Ehm...Sí -murmuró incomoda.

-Bueno, el futuro es muy incierto ¿Verdad? -comentó con segundas intenciones- Pero, ya basta de quitarte más tiempo.

-Sí, que tenga un gran día señor Demon. Lo estaré llamando pronto.

La comunicación concluyó y un satisfecho Damián se reclinó en su silla giratoria, las semillas estaban plantadas, solo debía esperar el momento justo para que germinaran a su antojo. Él se desharía de esa relación entre su hijo y la unigénita Goddess como que su nombre era Damián Demon.

Pero aún quedaba un breve cabo suelto sin responder: Mirana. Al azabache le picaban las ansias de conocer toda la información que se ocultaba tras su enigmática empleada, en especial: aquel supuesto hijo y los hombres de los que se hablaba en las cartas que la peliblanca guardaba con adoración. Y no podía olvidarse de la persona que se le ocurrió el absurdo de "amenazarlo".

Nuevamente tomó su teléfono y contactó al detective a través de un escueto mensaje de WhatsApp:

Hughes Maes.

"Puedes dejar de seguir a mi hijo y esa niña. Necesito que vigiles a Mirana, para que cuando vuelva a salir el fin de semana, podamos tener acceso a su computadora"

"OK"

La escueta respuesta del detective le dejó complacido. Damián sabía que en la computadora portátil de su empleada encontraría más información, pero en viajes largos las ojiazul se llevaba consigo sus dispositivos electrónicos; por lo tanto, enviarla de viaje no era una opción, entonces, aprovecharía las salidas de fin de semana de su empleada para tener acceso al dichoso aparato. Porque intentar ingresar al Ipad o smartphone de Mirana era una misión imposible, ella nunca, jamás se separaba de esos dispositivos por más de un par de horas al día.

Al día siguiente, en Japón, cerca de las paradisiacas costas de Kioto, el sol y el aroma a brisa marina se colaba por las ventanas de la habitación principal de una acogedora y discreta casa de playa, acariciando los rostros de la pareja desnuda que dormitaba en la cama matrimonial, agotados por una maravillosa y larga sesión de sexo que les llevó horas, varias posiciones, condones y diversas superficies de toda la casa.

La platinada abrazada al torso masculino comenzó a removerse ligeramente, causando que el hombre a su lado abriera un poco los parpados.

-Buenos días -dijo la ronca voz masculina.

-Maravilloso día -convino Elizabeth esbozando una sonrisa

Y ambos profirieron carcajadas guturales.

-Luces hermosa -halagó Meliodas guiñándole un ojo a su pareja.

-¡Claro! Hermosa con el cabello revuelto y lleno de nudos -ironizó la platinada.

-Es el cabello que evidencia que tuvimos una fantástica noche de sexo.

-Y madrugada... -puntualizó Elizabeth sonriente.

-Y madrugada -convino Meliodas.

-Otra cosa...

-Te escucho.

-Sí el cabello revuelto es señal de haber tenido sexo alocado ¿Significa que tú todos los días lo tienes? -bromeó- Porque tu cabello no obedece ni las leyes de la gravedad -se burló acariciando el mechón rubio que siempre sobresalía en la cabeza de su novio.

-Buen argumento... -analizó con cara pensativa- ¡Debe ser eso por lo que muchos hombres me tienen rabia! -continuó la broma.

-¡Eres un arrogante! -exclamó Elizabeth entre risas.

-Tú arrogante

-Enteramente mío... -susurró acercando sus labios a la rojiza boca del rubio.
El beso no pasó de un roce porque el celular de Meliodas eligió ese momento para soñar e interrumpirlos. Con hastió, el rubio contestó la llamada luego de ver el identificador.

-Buen día, vejestorio -contestó amargamente.

-¿Qué clase de saludo es ese, Meliodas? -inquirió Damián molesto.

-Solo dime que quieres para andar jodiendo tan temprano -argulló tajantemente.

-¿Temprano? ¡Meliodas, son las diez de la mañana! ¿No estás en la oficina? -exclamó el mayor, a lo que el rubio alejó el teléfono de su oído.

-Me reporté enfermo -cortó- Zeldris me cubrirá hoy.

-Curioso, acabo de hablar con Zeldris y no mencionó nada al respecto -rebatió.

-¿Acaso le preguntaste? -inquirió el ojiverde.

-No, pero él me lo informaría.

-No, no lo haría -comentó con seguridad- Ahora, padre ¿Se puede saber para qué llamaste? -preguntó irritado.

-Bien... -refunfuñó el adulto- En un par de semanas unos posibles socios estarán en Italia y necesito que te encargues de informarles que se suman o caen -dictaminó.

-¿Italia? -cuestionó confundido- Zeldris es el que se encarga de los tratos en ese país, es el que habla italiano ¿Recuerdas? ¿O ya la senilidad te hace confundir a tus hijos? -intentó hacerse el gracioso.

-¡Maldita sea, Meliodas! ¡Deja de comportarte como un niño! -exclamó Damián- Tienes que ser tú, porque si no mal recuerdo quien está sentado en mi silla eres tú, y tú debes encargarte personalmente de estos asuntos si quieres mantener el estándar mínimo de la marca Demon.

-Sí, sí -aceptó con voz cansada- Ese no es el protocolo que manejamos, pero me encargaré.

-Bien, que te mejores, hijo -se despidió pasivamente.

Meliodas devolvió el teléfono a la mesa de noche que estaba junto a él con una expresión de incredulidad.

-Al parecer el que está enfermo es otro -comentó el rubio con desagrado.

-¿Sucede algo? -preguntó Elizabeth preocupada y el ojiverde sacudió la cabeza en negación.

-Nada, pero tengo una sensación extraña. Normalmente cuando falto al trabajo no para de darme lata por al menos una hora, nishishi.

-Bueno, tomémoslo por el lado positivo y disfrutemos nuestra mañana libre de gritos de padres psicóticos -bromeó.

-Totalmente de acuerdo, preciosa -aceptó besando ligeramente los labios ajenos.

La pareja se hizo arrumacos bajo las sabanas con las más tiernas intenciones, disfrutando plenamente de aquel maravilloso día.

Por la tarde, una enfadada Nerobasta ingresaba a su mansión luego de haber tenido una mañana extremadamente agotadora, porque su hija había faltado al trabajo sin anunciarlo, y tampoco se dignó a encender el smartphone para recibir su merecida reprimenda. En consecuencia y por efecto de una fuerte jaqueca la ojiazul tuvo que regresar a su hogar temprano, con lo que odiaba dejar trabajo acumulado.

La pelirosa almorzó una insípida ensalada y un par de analgésicos para la migraña, antes de lanzarse en su inmensa cama a descansar, pero al cabo de dos horas, su teléfono recibió una inesperada llamada, que se apresuró a contestar con una resplandeciente sonrisa.

-¡Dahlia! -exclamó la pelirosa- ¡Ya se me hacía raro que no te hubieras comunicado conmigo! -"reclamó".

-¡Ay, lo siento, Nero! -habló su interlocutora con voz infantil- Es que anoche tuvimos una cena familiar para conocer a la novia de mi hijo y estuve severamente ocupada desde el momento uno en que bajé del jet -se disculpó.

-¡Te la perdono esta vez! ¡Pero tenemos que vernos!

-¡Claro! ¿Te apetece que tomemos una merienda juntas? -invitó la castaña- Tengo tantas cosas que contarte.

-¿Tan rápido? -inquirió consternada- ¡Ya casi son las tres!

-¿Te viene mal? De ser así tendrá que ser para otra ocasión, mañana volaremos de regreso a Milán.

-Sí, la semana de la moda... -susurró- Bueno, haré unos preparativos rápidos y te espero aquí en una hora -habló la animada pelirosa.

-¡Excelente! Nos vemos al rato -se despidió la cantarina voz de Dahlia.

Luego de dar órdenes a sus empleados a diestra y siniestra para que preparasen todo lo necesario para recibir a su amiga, Nerobasta se tomó algunos minutos para pasearse por su amplio closet y elegir un vestido adecuado, de color lavanda y ligero, que combinó con un sombrero de ala ancha color blanco, todo a la última moda, porque si algo no toleraban Nerobasta o Dahlia era llevar ropas inadecuadas y de temporadas pasadas.

Una hora más tarde, una extasiada y bajita castaña era recibida en una mesa de jardín de la mansión Goddess, bellamente adornada para la ocasión. Ambas mujeres intercambiaron cuchicheos del mundo de la farándula y de las próximas tendencias que serían expuestas en la cercana semana de la moda. Y cuando los chismes escasearon, el trabajo fue el siguiente tópico.

-¡Entonces Edward gritó: "¡Los despediré a todos si no me dan lo que pedí!"! Juro que nunca lo vi más sexy en mi vida -comentó la castaña con las mejillas sonrojadas.

-Uhm... Bien -murmuró Nerobasta con la vista fija en su té.

-¡Nero! ¡Al menos finge que no te molesta hablar de él! -exclamó Dahlia con un puchero en los labios.

-Lo siento, Lia. Sabes cómo me ponen los temas sobre maridos -respondió con amargura.

Sí, para Nerobasta Goddess el tema del matrimonio era un punto sensible que la ponía de mal humor. Luego de su fracaso matrimonial con el viudo Bartra Liones, donde fue este quien le pidió el divorcio y de sus múltiples fracasos por captar la atención de su amor de toda la vida: Ludociel Seraph; el matrimonio y relaciones eran tema tabú para la pelirosa.

-Deberías dejar eso en el pasado. Bartra era muy mayor para comprender tus ambiciones y Ludociel un ciego con ojos de rendija. Además de que sabes perfectamente que él jamás se divorciaría, valora demasiado la imagen pública como para someterla a un escándalo de divorcio -analizó Dahlia.

-¡Como si fuera tan fácil! -exclamó exasperada- Sí pudiera bajar algún interruptor en mi cerebro para sacarme a Ludociel del cerebro lo haría... -advirtió.

-Miéntele a alguien que te conozca menos que yo, Nero -se burló la castaña- Bueno olvidemos los temas de hombres ¿Qué tal está Elizabeth?

-Tan rebelde como siempre ¡Todo es culpa del quisquilloso de Bartra! Le concede cuanto quiere y le busca salidas a las reglas que le impongo, no es fácil criar una hija así -se quejó la ojiazul.

-Siempre he opinado que la asfixias demasiado -admitió la castaña luego de darle un sorbo a su té- Imagino que es difícil criar a un hijo si ambos padres no se comunican de ninguna manera -acusó discretamente.

-No me sermonees, Lia -entonó con irritación- Y dime ¿Quién es la novia de Harlequin?

-¡Oh tengo que mostrártela! ¡Es tan hermosa y alta! ¡En el instante en que la vi imaginé una colección con ella como cara central! -exclamó emocionada mientras registraba en su pequeña cartera en busca de su celular.

-¿No estas exagerando?

-¡No! Solo... Mírala -poniendo frente a los ojos de su amiga el smartphone.

Nerobasta tomó el dispositivo y lo alejó de su vista para enfocar mejor.

-¿Diane Megadozer? -cuestionó incrédula.

-¡Sí!

-Es una excelente chica. Algo alocada, pero de buena familia, Elizabeth y ella son amigas desde siempre -contó la pelirosa.

-¡Claro! -exclamó Dahlia chochando sus palmas- ¡Ya recuerdo! La vi varias veces aquí con Ellie -comentó.

-¿Dónde fue tomada esta foto? -cuestionó Nerobasta- No reconozco la propiedad.

La fotografía constaba de varias parejas todos sentados en la arena frente a una casa estilo rustico, los fotografiados estaban sonrientes, sonrojados, bronceados y con cocteles tropicales en sus manos.

-Es de un amigo de King, creo que la compró hace poco. Allí también salen mi hija y su novio -comentó felizmente.

Nerobasta amplió la foto sobre la primera chica rubia que encontró, topándose con el rostro de Gelda Edinburg abrazada al torso descubierto del hijo menor de Damián Demon. Por un segundo pensó con desagrado: "¡Qué malos gustos resultó tener esa niña!". Deslizó más la imagen y vio la cabellera rubia del heredero Demon.

-¿Estos son los hermanos Demon? -preguntó incrédula- No sabía que los Megadozer tenían amistad con ellos.

-¡Ah, sí! Por lo que dijo King, todos están allí con sus parejas, por ello el grupo se volvió tan variado -respondió inocentemente.

La pelirosa paseo por la imagen deteniéndose en los rostros del variado grupo, todos hijos de personas importantes, a la que no podía reconocer era a la pelirroja sonriente que estaba sentada sobre el regazo del Demon mayor. Entonces lo vio, un colgante en forma de lágrima sobre el escote de la pelirroja, un obsequio de diseño exclusivo que había mandado a fabricar para su única hija, con un zafiro que Bartra trajo de sus largos viajes. Un collar que pertenecía exclusivamente a Elizabeth. Único en el mundo.

Dahlia observó a su amiga con curiosidad, la ojiazul había quedado muda y su rostro parecía visiblemente más pálido, pero no apartaba su mirada del teléfono.

-¿Nero? -murmuró.

-¡Ah! ¡Sí, sí! Tu hija se fijó en un chico muy guapo y bien posicionado... -se esforzó por contestar- ¿Me disculpas un segundo? Tengo que hacer una llamada.

Nerobasta corrió por las escaleras hasta llegar a su habitación, donde tomó con premura su celular, marcando un número muy conocido, la línea emitió un par de tonos y una voz femenina contestó.

-Zaneri, necesito que me consigas las llaves del departamento de Elizabeth, urgente y con total discreción -ordenó la pelirosa con la voz jadeante.

-S-sí, señora. Me encargaré inmediatamente a ver qué puedo hacer -respondió solicita.

-Bien -susurró y colgó.

La matriarca Goddess dio vueltas en su habitación con animal enjaulado, con la respiración errática, pasándose las manos repetidamente por el cabello. Sus ojos azules se encontraron con un jarrón que descansaba en su tocador. Tomando la cerámica entre sus dedos, palpó la fría superficie y como si el jarrón la hubiera insultado, lo azotó contra el suelo, partiéndolo en diminutas partes.

-¡Esa niña malcriada! -gritó a todo pulmón.

Respiró profundamente y trató de pensar. Primero necesitaba despedir adecuadamente a Dahlia, fingir ser buena anfitriona por un rato más y luego buscaría la información y pruebas que necesitaba. Aunque para Nerobasta todo estaba muy claro: su hija se acostaba con el enemigo.

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¡CHAN CHAN CHANCHAN!

Holita con azucar arriba~
Esto debió salir la semana pasada pero honestamente no me estaba sintiendo bien, aun no lo hago pero quería compartirles esto.

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Créditos también a mis amados fantasmitas o a los que como yo leen con los datos apagados.

Besos y abrazos
Mia_Gnzlz♥

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