20._ Amarillo

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Voces desconocidas se escuchaban alrededor, diciéndole cosas que no alcanzaba a comprender. De pronto, un peso cálido es depositado en sus brazos y la oscuridad desaparece, los colores y formas se hacen nítidos. Dos mujeres le hablan, pero su ojos solo pueden enfocarse en aquella "cosa" que fue puesta en sus brazos.

Unos diminutos orbes azules le devolvieron la mirada. Un bebé recién nacido buscaba acomodarse entre sus brazos, removiéndose entre las mantas blancas en las que fue abrigado, aunque lo único que logró el infante fue que el gorro que cubría su cabecita se le cayera, revelando unos escasos y suaves mechones blancuzcos.

Con experticia acomodó sus brazos de manera correcta para acunar al bebé, logrando que este se tranquilizara. Miraba con adoración al pequeño ser, detallando la pequeña nariz que poseía una forma que a ella le resultaba extremadamente familiar, las mejillas rosáceas, la diminuta y definida boca, las finas hebras blancas de su cabello, las tupidas pestañas y cejas tan blancas como la nieve.

-¿Rowan? –susurró al infante como si este le entendiera.

Pero el bebé permaneció mirándola sin inmutarse ante el llamado. Con delicadeza acarició la mejilla regordeta y el infante se inclinó contra su mano.

-Les daremos un poco de privacidad, señora Mirana –dijo una voz femenina.

La albina levantó la cabeza y observó a la persona que le habló, era una muchacha vestida de enfermera y por primera vez reparó en su entorno con detalle. Se encontraba en una habitación de hospital, recostada en una cama clínica mientras arrullaba al bebé en sus brazos, vestida con la típica bata quirúrgica. Las dos mujeres cuyas voces escuchó aisladamente minutos antes, se retiraron, dejándola sola con el bebé.

-¿Por qué? –se preguntó a sí misma.

De repente todo el entorno cambió y se volvió oscuro, pero de la absoluta negrura emergió una nueva imagen, de un pasado distante, con la única diferencia de que ahora la miraba como espectadora.

Una pequeña niña peliblanca de abundante cabellera y grandes ojos azules miraba con tristeza a la mujer frente a ella. El porte de la adulta era intimidante, su presencia desprendía la sensación de poder y dominancia. Melena rubia platino, pulcramente recogida en un severo rodete, enfundada en un traje sastre de falda tubo color escarlata que combinaba con sus labios y unos glaciares ojos grises resaltados por maquillaje ahumado en tonos oscuros.

-¿Hasta cuándo tendré que lidiar contigo, Mirana? –reprochó la adulta a la niña.

-Yo...Yoo... -susurró la pequeña con las lágrimas cristalizando sus ojos.

-¡Te comportas como una consentida! Mira que salir corriendo así por el juzgado. ¡Te buscamos durante horas! –gritó la rubia- Preocupar así a tu padre... ¡Es inaceptable!

-¡Robert, no es mi padre! –exclamó la pequeña con toda la valentía de su cuerpo, empuñando fuertemente sus manos a cada lado del cuerpo en un vano intento por evitar que el coraje escapara de ella.

-¡Ingrata! –exclamó la mujer de rojo- ¡Robert es tu padre!

-¡NO! –gritó- ¡Mi papá es Alexandré Du...! –pero la niña no pudo terminar su oración, ya que la adulta le había volteado el rostro de una bofetada.

La pequeña posó su mano derecha sobre la mejilla lastimada, palpando con sus fríos dedos como el área pasaba a tener una temperatura mayor a la del resto de su cara.

-¡Eso se acabó! –gritó la adulta- Hoy realizamos los trámites legales, eres hija de Robert ahora. ¡Eres Mirana D'Crims! –vociferó con una sonrisa orgullosa.

Mirana solo alcanzaba a mirar a la adulta con miedo y a negar repetidamente con la cabeza, sin atreverse a decir una palabra más, para evitar más golpes.

-Más te vale entenderlo, niña –amenazó la rubia- Y otra cosa; no quiero volver a escuchar el nombre de ese inmundo hombre nuevamente en mi casa –dictaminó con una mirada que reflejaba ira pura.

La menor miró sus pies sin pronunciar ni una palabra. Y no habría levantado la cabeza de no ser por el tacto de la adulta sobre uno de sus hombros.

-Ven conmigo, tenemos que hacer algo con ese cabello.

-¿Qué? –susurró la menor- No, por favor –suplicó con nuevas lagrimas bajando por sus mejillas- No, mamá. Por favor, no. ¡NO! –exclamó con voz rota.

La adulta forcejeó con la niña, arrastrándola con ella rumbo a las escaleras de la amplia sala.

-¡Aliott! –gritó la pequeña desesperada- ¡ALIOTT!

Los ojos azules de Mirana se abrieron de golpe. Se incorporó en la cama lo más rápido que pudo, con la respiración acelerada, al igual que su corazón. Observó con pánico todo a su alrededor, pero todo estaba exactamente igual a cuando se durmió, ella reposaba en la comodidad de su habitación en la mansión Demon, lejos las manos de la mujer que le robó todo.

Llevándose una mano al pecho, justo sobre su corazón, empuñó la suave tela de su pijama con rabia. Flexionó las piernas hasta llevarlas contra su torso y abrazándoselas, lloró amargamente en la oscuridad de su cuarto.

Aquel sueño, era más que eso, era una pieza de su pasado. Cuando a los cinco años fue despojada de su identidad, donde su apellido le fue arrebatado para portar el de su padrastro. Quien era un hombre de valores arcaicos que enviudó prontamente y se casó con una mujer que tenía dos hijos de un matrimonio anterior, pero, aun cuando Robert D'Crims se casó con una mujer divorciada, insistió en tener una "familia perfecta"; por lo que convenció a su nueva esposa de cambiar los apellidos paternos de los niños de manera ilegal para no ser "criticado" por la sociedad de la que tanto se jactaba de pertenecer.

Pero, el ego de aquel hombre cegaba cualquier uso del buen juicio que tenía para los negocios. Un día decidió que la apariencia de los niños debería reflejar más parecido con su madre en lugar de su padre biológico, los ojos azules estaban bien, muchos rusos los tenían, no obstante, eran los cabellos albinos característicos de su progenitor lo que causaban controversia en el hombre.

Y la madre de Mirana, obedeció otra vez. El primero fue su hijo mayor, quien con obediencia aceptó el cambio, pero, a partir de allí este se alejó de su madre y nunca la volvió a tratar con el cariño de antaño, manteniendo a todos en la casa donde residían alejados de él, a excepción de su pequeña hermana, quien era su tesoro, su bien más valioso en el mundo, a quien tuvo que ver llorar amargamente durante semanas cada vez que la niña veía su reflejo en el espejo.

Despojada de su preciado cabello, que era el vivido recuerdo del padre a quien no la dejaban ver; Mirana vivió en la profunda tristeza de ser apartada de su amado progenitor y de todo lo que le recordara a él. Parecía absurdo llorar por aquello, pero cuando no puedes ver a alguien que amas, cualquier cosa que puedas relacionar con esa persona se vuelve un tesoro. Y su cabello era algo de lo que siempre se sintió orgullosa la albina, porque la hacía físicamente parecida a su papá, eran sus genes, su herencia, el primer regalo del adulto para ella.

Con la tristeza bañando sus ojos, Mirana respiró profundamente antes de levantarse de la cama, aún era temprano para levantarse, pero luego de esa pesadilla no podría volver a dormir, por lo que decidió lavarse el rostro, ponerse ropa deportiva y salir a correr por la amplia propiedad Demon con la mejor música que le brindara la lista de reproducción de su teléfono. Ella debía ser feliz. Tenía ese derecho. Luchó tanto en el pasado para escapar de su madre, que merecía disfrutar de la vida. La reina roja estaba muy lejos y no podría alcanzar a Alicia, no mientras ella supiera jugar al escondite. Y Mirana, era excelente en ese juego.

[...]

En la tierra de la pasta, el café y el chocolate; un grupo vasto de mujeres hermosas se encontraba conversando en los camerinos luego de una mañana extenuante sobre la pasarela de modelaje.

-¡Estoy agotada! –exclamó una pelirroja mientras estiraba su cuerpo para eliminar la rigidez de sus hombros y espalda.

-No deberías quejarte tanto, Liz. El horario de la mañana siempre es menos agotador y lo sabes –expuso la pelinegra de ojos ónix sentada junto a ella.

-¡Déjame tranquila, Ren! –exclamó Liz fingiendo una rabieta infantil.

-Qué poco profesional eres –se quejó la azabache con voz monótona.

-Ser amargada no tiene nada que ver con el profesionalismo, Edinburgh –rebatió la pelirroja con el ceño fruncido.

-Vete al demonio, Danafor –insultó con apatía.

-¿Con esa boca sucia besas a tu papá? –inquirió Liz jocosa.

-¡Iugh! –exclamó Ren- ¡Eres una asquerosa para sugerir eso! –tomándose la broma literalmente.

-¡Es un chiste, Ren!

Y luego de quince minutos en los que Liz se esforzó por explicar aquel chiste a su homóloga en el modelaje, logró que la azabache medianamente entendiera lo que ella quiso decir.

-No debes tomarte todo tan literal, el resto del mundo es muy diferente de Japón –aclaró la de ojos cetrinos.

-No soy buena con las bromas de doble sentido –admitió Ren.

-Bueno, me abstendré de ellas contigo –convino la mayor antes de sumirse en sus pensamientos.

La mente de Liz repasó por millonésima vez su conversación con el patriarca Demon. Enlistó los pros y contras de involucrarse en aquella campaña del adulto para separar a Meliodas de su novia inadecuada, pero no lograba ser objetiva en esa cuestión. Rememoró con frustración la conversación que tuvo con el rubio la última vez que lo vio, la forma en la que este parecía estar seguro de que sus sentimientos por él no eran más que una confusión por tantos años de amistad cercana le provocaba sentimientos oscuros en su contra ¿Realmente estaba dispuesta a ayudar a una persona que desestimó de esa manera sus sentimientos?

Pero, aunque Meliodas no lo entendiera de esa manera, ella lo quería sinceramente. Y no quería que nada malo le sucediera. ¿Acaso era su deber intervenir? ¿Y de hacerlo, seria eso lo correcto? Después de todo, ella no conocía a la famosa novia, solo disponía del testimonio del que pudo ser su suegro para entrar en perspectiva. No obstante, también tenía la visión de Meliodas sobre su novia, pero, el amor es ciego. Y Meliodas estaba enamorado, profundamente, y bien era sabido que el amor nos hace tontos*.

-Ren –llamó a su amiga- Necesito un consejo.

-Absolutamente, deberías dejar la Nutella –intentó bromear la azabache.

-¡Waoh! ¿Quién lo diría? Ren Edinburgh haciendo una broma, debe estar cerca la venida de Jesucristo –devolvió el chiste.

-Sé esforzarme –respondió con simpleza- Y bien... ¿Qué consejo necesitas?

-Bueno... Tengo un amigo de la infancia que tiene una novia a quien él ama... -empezó a explicar.

-No te metas allí –aconsejó tajantemente.

-¡Déjame terminar! El punto es: que como nuestras familias son muy cercanas su padre me llamó y me expresó su inquietud de que la chica sea una aprovechada. Ella no ha sido presentada a la familia, no sabemos ni su nombre completo y... ¡No sé qué hacer! –exclamó frustrada- No sé si intervenir o no, y de hacerlo ¿De qué me valdré para alejarla de él?

-Es complicado... -susurró la azabache- Pero debo preguntarte algo antes ¿Sientes algo por este amigo?

Ante la pregunta el rostro de Liz se coloreo de rojo hasta la orejas, dando la impresión de que se había convertido en alguna especie de humanoide con cabeza de manzana. Tan graciosa fue la visión de su amiga, que la normalmente estoica Ren profirió una carcajada que no concluyó hasta que estuvo llorando de la risa, llamando la atención de todo el personal presente en el camerino.

-¡Ren! –exclamó Liz abochornada.

-Ya... Jaja... Ya paro, dame un segundo –murmuró entre pequeñas risas, logrando calmarse al respirar profundamente.

-Creo que sobra mi respuesta –murmuró haciendo un puchero con los labios.

-Obviamente. A mi parecer no puedes ser muy objetiva en esta situación, tus sentimientos que quitan raciocinio –razonó la más joven- Aunque, normalmente los padres tienen la razón en estas cosas, ellos ven objetivamente el entorno de sus hijos, siempre. El problema es que si decides intervenir, debes hacerlo de manera auto conservadora para no verte envuelta emocionalmente en eso, ya que nada te asegura que ese chico al dejar a su novia te elija a ti –opinó.

-Tienes razón –susurró Liz tristemente.

-¡Pero también puede que sí te elija! ¡Y sean felices para siempre! –intervino una castaña de la nada.

-¡Mía! –exclamaron las modelos a su compañera de ojos chocolates.

-Disculpen, no pude evitar escuchar su conversación. La carcajada de Ren me atrajo y pues... -murmuró incomoda por la imagen de chismosa que se estaba ganando con sus compañeras de trabajo.

Ren empezó a regañar a Mía por su visión tan romántica de los eventos, y la castaña solo atinaba a disculparse e intentaba sumarse al punto lógico de la azabache, pero ya era muy tarde, sus palabras ya habían calado hondamente en la mente de la pelirroja.

[...]

De vuelta en Japón, Meliodas estaba teniendo un día excesivamente ocupado. A su complicada agenda se le habían sumado todos los preparativos para el viaje al que lo había asignado su padre. El rubio trabajaba lo más eficientemente que podía: mientras realizaba su ronda por todos los departamentos de la empresa escuchaba los informes que Chandler le leía en voz alta y solo se paraba cuando su asistente le indicaba que necesitaba su firma en alguno.

El de ojos verdes estaba a punto de terminar su supervisión cuando el hombre bajo a sus espaldas le informó que era hora de su junta semanal con la junta directiva de la empresa. Y suspirando profundamente, Meliodas regresó por el pasillo hasta el elevador, una vez en piso entró a la sala de reuniones, donde solo se encontraba Zeldris esperándolo.

-Chandler, deja lo que falta en mi escritorio –ordenó Meliodas. Y una vez lejos de la mirada de su asistente se sentó en su silla en la cabecera de la mesa, reclinándose en esta con cansancio.

-De verdad no entiendo porque padre insiste en mandarte a ti a Italia –comentó Zeldris.

-Sí tú no lo haces, entonces yo tampoco –respondió- Al menos sé que no planea nada extraño, ya que tampoco Estarossa estará en la empresa la próxima semana.

-Él siempre tiene planes extraños, Meliodas –puntualizó Zeldris de brazos cruzados.

-Tienes razón. Pero, contigo a cargo por aquí no tengo porque preocuparme de que ese imbécil haga una estupidez con la empresa –analizó.

-Cuenta conmigo.

-Siempre, Zel –dijo con una sonrisa algo cansada.

-Por cierto ¿Aún sigue en pie la noche familiar? Lo digo porque luces agotado –indagó el menor.

-No estoy seguro, en lo que va de mañana ya llevo cuatro tazas de café –respondió dudoso.

Desde que Meliodas y Elizabeth se habían mudado juntos, el rubio no paraba en su casa o departamento, y en consecuencia ni su hermano o Mirana lo vieran con regularidad ya que no era factible ni prudente reunirse en la mansión tan seguido y los departamentos en la ciudad de la pareja no resultaban tan cómodos como la casa en la playa. La solución a ese dilema fueron las noches familiares ideadas por Elizabeth y Mirana; donde los hermanos, sus novias y nana procuraban reunirse para pasar tiempo juntos haciendo tonterías: como jugar cartas, donde Zeldris siempre ganaba, o haciendo karaoke toda la madrugada con algunas copas demás.

-Seguramente te dormiste tarde anoche –reprochó el menor- ¡Eres un puerco!

-Míralo así, si vivieras con Gelda ¿Tu parias tener las manos quietas? –razonó el mayor.

-Buen punto –contestó Zeldris luego de unos segundos de silencio.

-¡Ves! –exclamó- No me juzgues, hermano.

-En aras de premiarte por tener la razón por una vez en tu vida –se burló el azabache- Te ayudaré con tu trabajo, hoy no tengo mucho que hacer, por lo que trasladaré mis pendientes a tu oficina y cuando acabe te ayudaré –propuso.

-¿Harías eso por mí? –preguntó Meliodas fingiendo estar conmovido- Primero Elizabeth se encarga de hacer mi equipaje para dejarme dormir un rato más, luego Mira se ofrece a estar en casa mientras instalan el nuevo sistema de seguridad y ahora tú, Zel. Soy el hombre más afortunado del mundo –dramatizó esforzándose por llorar lágrimas de cocodrilo.

-¡Ya déjate de payasadas! –regaño el menor golpeando sin fuerza el posterior de la rubia cabeza ajena- Estas sobrecargado y necesitas ayuda. Apóyate en nosotros de vez en cuando, Meliodas –murmuró el azabache con un leve rubor en las mejillas.

Zeldris fingió dignidad cruzándose de brazos y apartando la mirada de la mueca incrédula en el rostro de su hermano mayor.

Meliodas estuvo por agregar algo más, pero los demás integrantes de la junta directiva empezaron a ingresar a la sala y solo dijo:

-Gracias, Zel.

[...]

Mirana acababa de ingresar por la imponente entrada de la mejor universidad en todo el área de Kyoto, ignorando que un hombre la seguía de cerca.

Con paso tranquilo la mujer de cabellos blancos se dirigió hasta el edificio de ciencias legales, donde se movió con soltura por los pasillos, como si conociera perfectamente a donde se dirigía. Al llegar al pasillo del cuarto piso, Mirana se detuvo observando fijamente un grupo de jóvenes que hablaba con animosidad.

-¿Rowan? –pronunció la mujer.

En el grupo de jóvenes un peliblanco de impresionantes ojos azul pálido alzó la mirada, conectando sus ojos con los de la mujer.

-¿Mira? –susurró el joven impactado.

Ella sonrió.

-¡Mira! –exclamó el muchacho y corrió al encuentro con la mujer.

Mirana se lanzó a los brazos del joven, esbozando una inmensa sonrisa. El ojiazul de nombre Rowan, alzó el peso de la mujer entre sus musculosos brazos, haciéndola girar como una princesa, sin preocuparse por la imagen que pudiera estar dando a sus compañeros. Y segundos después ella volvió a encontrarse con los pies en el suelo.

-¡Como has crecido! –exclamó Mirana maravillada- ¡Te pareces tanto a él! –decía mientras se paraba en la punta de los pies y le besaba repetidamente las mejillas al muchacho.

-¡Ya basta, Mira! ¡Ya no soy un niño! –se burló Rowan con las mejillas rojas.

-Siempre serás un niño para mí, mi niño –puntualizó la mayor fingiendo enfado.

-¿Por qué no me avisaste que ya habías llegado? Pude recibirte en la entrada.

-Tú no me enseñaras a andar por la universidad en la que yo estudie, jovencito.

-Bien... -aceptó burlonamente.

Ambos albinos se despidieron de los impresionados amigos del muchacho con un gesto del brazo y se marcharon de allí. Deambularon por el campus de la universidad conversando sobre la vida de cada uno, al rato, optaron por ir a una cafetería a unas cuadras del recinto estudiantil.

-Me alegra tanto verte aquí, Mira –comentó el joven.

-Y a mí me encanta verte. Estas hecho todo un hombre –bromeó la mayor observando como el pequeño niño de sus recuerdos se había convertido en un alto joven de hombros anchos, cintura estrecha y de elegante porte –Te pareces tanto a él –repitió- Excepto por el cabello, claro. El tuyo es más liso.

-Estoy orgulloso de parecerme a papá –comentó con melancolía- De alguna manera, al verme al espejo ciento como si fuera él quien me mira ¿Absurdo, verdad?

-Para nada. Yo siento lo mismo, aunque es un poco diferente dado mi género. Cuando tenía tu edad y miraba mi cabello blanco en el espejo, recordaba a tu abuelo, parecerme a él físicamente era como si alguna parte de su amor y presencia siempre estuviera conmigo –argumentó.

-Sí –convino el joven- Aunque no recuerdo a papá, ver en viejas fotografías cuanto me parezco a él me conforta. Pero, me gustaría saber... ¿Sí él estaría orgulloso de mi? ¿Sí soy el tipo de hijo que deseaba? –expuso sus miedos ante la adulta sin darse cuenta.

-Rowan –llamó y al tomar las manos del menor dijo- Tu padre no podría estar más que orgulloso de ti. Eres un chico maravilloso, centrado, respetuoso y honesto, con muchísima ética además. Mira que estudiar ciencias políticas a sabiendas de que incursionarías en un ambiente laboral turbio con el objetivo de mejorar las condiciones sociales para los menos afortunados desde un puesto en el senado, no es un camino corto y mucho menos fácil –expuso -Te amo, mi conejo blanco –aseguró besando ambas manos de muchacho- Y te puedo asegurar que NOSOTROS estamos MUY orgullosos de ti, aunque estemos más lejos que cerca –razonó imprimiendo énfasis en las palabras adecuadas.

-Gracias –susurró el conmovido joven.

-Ahora hablemos de cosas más alegres ¿Cómo te va en la carrera? Eres un chico apuesto ¿Alguna novia en puerta? –indagó con ímpetu y desparpajo.

Los albinos rieron y conversaron mientras tomaban café y degustaban algunos postres. Totalmente distraídos del hombre azabache a unas mesas de distancia, quien los fotografió en su momento íntimo, mientras escuchaba atento y discreto lo que hablaban.

[...]

El patriarca de la familia Demon estaba en su oficina en China revisando algunos contratos, totalmente concentrado en sus labores hasta que su smartphone comenzó a sonar repetidamente. Con algo de irritación alcanzó el aparato que continuaba sonando repetidamente. Todo rastro de irritación fue transformado al más profundo interés en cuanto corroboró que eran mensajes del investigador privado.

En el chat de WhatsApp tenía varios mensajes y fotografías. En las imágenes se veía a su empleada de cabellos blancos siendo abrazada por un joven de las mismas características físicas, en otras, ella tomaba las manos del muchacho o lo besaba en las mejillas. Era evidente que el muchacho era su pariente.

Aquella demostración de afecto le causó emociones contradictorias. Por un lado sentía nostalgia y ternura del amor que le profesaba Mirana al joven desconocido, llevándolo a recordar que en antaño: la mujer tenía esos mismos gestos afectuosos con sus hijos. Pero, desde otra perspectiva, esas imágenes parecían confirmar la teoría de que su empleada tenía un hijo, y esa idea le causaba una sensación acida en el estómago.

Bajó a los mensajes que le envió el investigador:

"Hughes Maes":

"El muchacho se llama Rowan D. Kanzaki"

"Estudia ciencias políticas en la Universidad de Kyoto"

"Excelentes calificaciones"

"Becado por su excelente rendimiento"

"Pertenece al cuadro de honor de la universidad"

"Esgrimista"

"La administración me negó el acceso a más datos"

"Conversaron largo rato, mucho de ello fueron tonterías sin sentido"

"Mencionaron al padre del joven, por como hablan creo que está muerto"

"Continuaré investigando"

"Quiero saberlo, TODO."

"Continua con tu trabajo."

Damián abandonó la conversación con el detective, pero las imágenes enviadas por este no abandonaban su cabeza. Últimamente tenia demasiado entre manos, aun no sabía quién fue el idiota que tuvo la sagacidad de amenazarlo y tampoco pudo rastrear la manera en que llegó ese sobre a su correspondencia, aun cuando interrogaron al empleado que le entregó su correo y en las cámaras de seguridad tampoco notaron absolutamente nada. Y por último, pero no menos importante, aun no recibía respuesta de su propuesta a la joven Danafor.

El teléfono del hombre volvió a sonar y al mirar el identificador de llamadas sonrió.

-Hablando del diablo –murmuró antes de contestar- Lizzette, querida, que maravilloso es saber de ti –halagó.

-Buenas noches, señor Demon. Disculpe la tardanza, estuve ocupada –se excusó la joven.

-No te preocupes ¿Qué tal Milán? –preguntó decantándose por fingir interés.

-¡Excelente! Hay mucho que hacer por aquí, ni siquiera tengo tiempo de pasear por la ciudad.

-Es una lástima, querida. Pero seguramente tendrás espacio en algún momento –comentó- ¿Y, a que debo tu llamada, Liz? –fingiendo demencia.

-¡Oh! Eso... Tengo mi respuesta a su petición... -se escuchó un profundo suspiro al otro lado de la línea y Damián temió obtener una negativa- Acepto. Aunque técnicamente no tengo ni idea de cómo separar a esa mujer de Meliodas –admitió con pesar.

-No te preocupes, Lizzette. De verdad aprecio tu ayuda, ya se nos ocurrirá algo –intentó "animarla".

-Eso espero.

-Liz, no te tortures. Las relaciones banales en nuestro entorno colapsan constantemente, un poco de ausencia y los amores inconsecuentes se volatizan como el humo –argumentó Damián- Encontraremos la manera. Por el momento disfruta de tu mejor semana del año, pronto me comunicaré contigo –consoló.

-Está bien –aceptó dudosa- Que tenga una buena noche, señor Demon.

-Igualmente, Liz.

El de cabello azabache y mirada jade colgó el teléfono con una cara de satisfacción. Todas las piezas estaban cayendo en su respectivo lugar.

[...]

La hora del almuerzo recién llegaba y Elizabeth recogía algunas cosas en su oficina antes de salir a reunirse con sus amigas para comer juntas. Una vez que la platinada abandonó su oficina, la castaña secretaria fue a reunirse con la madre de su jefa.

-¿Señora Nerobasta? –llamó a la puerta de la presidenta de la compañía.

Tras un escueto: "pase" pronunciado por la voz de la dueña de la oficina, Zaneri ingresó.

-¿Las conseguiste? –indagó la pelirosa.

-Sí –respondió la empleada alzando su mano donde portaba las llaves que había logrado sustraer del bolso de su jefa.

-¿Estas segura que son esas?

-Completamente, las reconozco de otras veces que he acompañado a la señorita Elizabeth a su departamento.

-¿Elizabeth no sospechará que esas llaves falten en su llavero?

-No, dañé el gancho principal del llavero y fingí tirar su bolso al suelo, si descubre la falta pensará que están en su oficina o que las pudo perder en cualquier sitio –explicó la castaña.

-¿Dónde está ella ahora?

-Salió a almorzar, no volverá hasta dentro de dos horas –informó diligentemente.

-Bien, avisa a mi chofer. Iremos inmediatamente a su departamento –ordenó Nerobasta con la voz helada.

Zaneri se encargó de realizar el pedido de la mujer, comunicándose desde su escritorio con el chofer de Nerobasta, mientras la pelirosa recogía sus pertenencias. Algunos minutos después, jefa y empleada estaban a bordo del elegante vehículo de a primera con rumbo al departamento de Elizabeth.

Ambas mujeres descendieron frente al lujoso edificio y pasaron por el lobby sin mirar al portero, directo al elevador. Solo con abrir la puerta del departamento tuvieron un fuerte indicativo de que algo sucedía, el olor a cerrado era notable, además de que había una fina capa de polvo recubriendo algunos muebles.

La pelirosa fue directa a la cocina, la cual estaba inmaculada, pero su objetivo principal era el electrodoméstico más grande del espacio, abrió el refrigerador y lo encontró vacio, apenas había una jarra con agua y un limón seco por el frio*.

-Busca en las alacenas –ordenó a la castaña que la seguía como perro fiel.

Mientras la joven de ojos verdes revisaba los productos en las alacenas. Nerobasta caminó rápidamente a la habitación de su hija. La cama estaba perfectamente tendida, pero tampoco había indicios de que alguien hubiera estado allí recientemente. Abrió los cajones del tocador y solo encontró cosas viejas que probablemente su unigénita no usaba hace años.

Con la ira calentando su sangre fue hasta el armario, encontrándolo parcialmente vacio, había pocas prendas en los percheros, ni las maletas o zapatos estaban donde deberían, en las cajoneras tampoco había gran cosa, ropa deportiva y casual, pero nada muy significativo. Elizabeth ya no vivía allí, eso saltaba a la vista.

Nerobasta estuvo por detenerse cuando Zaneri ingresó al armario.

-Encontré esto –murmuró entregándole un álbum a Nerobasta.

En las primeras páginas habían adheridos trozos de artículos de revistas, el primero lo reconocía, ese era el artículo por el cual confrontó a Elizabeth meses atrás, le seguía un reportaje muy parecido que se trataba de Meliodas Demon, donde se le acusaba de tener un nuevo y secreto romance. Las fotografías de la publicación también estaban en las páginas del álbum, siendo estas muy similares a las del reportaje de Elizabeth, en las imágenes se veía: una mujer alta que no se lograba diferenciar por los guardaespaldas que rodeaban a la pareja, el heredero Demon caminando del brazo con una joven alta de cabello carmesí que usaba grandes sombreros y lentes de sol igualmente grandes.

Las siguientes páginas del álbum contenían algunas entradas de cine, fotos donde salía el rubio o Elizabeth, siempre solos, aunque el paisaje tras ellos denotaba que fueron tomadas en el mismo sitio, todas con diferentes fechas escritas en el reverso. Más adelante había otro artículo de revista, donde el rubio presentaba a la mujer de cabellos rojos como su novia. Le seguían algunas notas manuscritas con una caligrafía muy masculina y firmadas con una letra "M" angulosa.

No había que ser un genio para descifrar aquello, era un álbum de recortes de pareja. Y aunque no había una foto de ellos juntos donde se diferenciara claramente ambos, visto en conjunto era más que suficiente prueba.

Nerobasta estaba que explotaba de la rabia, estaba a punto de salir a grandes pasos de aquel departamento, pero volteó a mirar a su empleada, quien había abierto otra de las cajoneras del armario, donde había guardada ropa deportiva de hombre.

Zaneri sustrajo de compartimento un suéter negro y al extenderlo la rabia de la mayor fue en ascenso. La prenda de ropa estaba delicadamente bordada con el peculiar espiral que era el emblema de la compañía Demon y para poner la cereza al pastel, justo bajo el logo estaba el nombre del primogénito de Damián Demon en letras gruesas y rojas como la sangre: Meliodas Demon.

Eso fue más que suficiente. La pelirosa tomó la prenda y la lanzó con ira contra el suelo, profiriendo un grito de hartazgo. Sí ella creyó que lo peor era que su hija estuviera acostándose con el enemigo, lo que descubrió era una bomba atómica: Elizabeth literalmente vivía con un Demon.

[...]

Y mientras todas las mentiras y secretos se iban descubriendo, la noche cayó y Meliodas regresaba a su hogar, anhelando reunirse con su amada y descansar en paz y tranquilidad. Pero, cuando un conocido vehículo lo rebasó en la carretera, se dio cuenta que paz y tranquilidad no era lo que obtendría.

Zeldris había adelantado el vehículo de su hermano y con total descaro tocó el claxon para burlarse de él.

Meliodas aceleró para darle alcance a Zeldris, al estar los automóviles en paralelo, el deportivo oscuro del hermano menor bajó las ventanas ahumadas, mostrando a los sonrientes tripulantes: Zeldris, Gelda y Mirana, quienes saludaron con burla al rubio antes de volver a subir los vidrios.

Minutos después, Elizabeth recibió a las visitas con una sonrisa, abrazando a sus amigas y cuñado. Luego de esto saludó a su novio con un fogoso beso que ahuyentó el cansancio del cuerpo del rubio.

-Bienvenido, guapo –comentó coqueta.

-Gracias, preciosa –respondió guiñándole un ojo a su pareja- Veo que si tendremos noche familiar, nishishi. ¿Cómo resulté siendo el último en saberlo?

-Brujería –respondió con simpleza la platinada- Ve a ducharte y a ponerte algo cómodo.

-A sus órdenes –aceptó tranquilamente.

En su paso a las escaleras vio con curiosidad como Gelda se sentaba frente al sistema de entretenimiento rodeada de bolsas de una tienda de electrónica. Aquello llamó su atención pero no le dio demasiada importancia. Media hora después el rubio se reunió con sus familiares con una sonrisa plasmada en su rostro, revitalizado por su ducha. Los invitados estaban reunidos en la cocina comiendo nachos con guacamole.

-¡Hasta que apareces! –se quejó Zeldris- Tardas tanto como una mujer.

-¡Oye! –exclamaron al unísono las tres féminas presentes, lanzándole frituras al rostro del azabache.

-Ser machista está mal, hermanito –bromeó Meliodas- Por cierto, espero que alguien haya encargado algo de cenar porque tengo el hambre de Pedro Picapiedra, nishishi.

Todos los presentes se vieron las caras entre ellos, como si esperaran que la respuesta bajara del cielo o tocara el timbre. Meliodas estaba a punto de ponerse a llorar cuando Mirana y Elizabeth soltaron una carcajada cómplice.

-La cena esta lista, cariño –anunció la platinada.

Ambas mujeres de cabellos incoloros comenzaron a sacar cosas del refrigerador y alacenas para ponerlas sobre el granito de la isla de cocina. Ante los comensales estaban todos los ingredientes para ensamblar hamburguesas. Minutos después, Mirana puso el último plato que contenía los discos de carne y milanesas de pollo recién cocidos.

-¡Cada quien que se arme su hamburguesa como quiera! –dictaminó la mayor.

Pronto todos se encontraron comiendo y charlando animadamente. Hasta que al rubio se le ocurrió preguntar sobre lo que había visto minutos antes.

-Una pregunta –dijo el rubio luego de dar un largo trago a su vaso de Coca-Cola- ¿Qué demonios hacia Gelda frente al televisor con todas esas bolsas de electrónica? –indagó.

-No me mires, no me dejaron curiosear –admitió Zeldris.

-Les tenemos tres sorpresas –inició Elizabeth.

-La primera, todos sabemos que no voy a permitir que Meliodas se lleve la PS4 de la mansión, por lo cual Elizabeth decidió comprar una para tenerla aquí y Gelda la estaba instalando –anunció Mirana.

-¿Me compraste una consola? –preguntó el rubio con la expresión de un niño pequeño que estaba viendo a Santa Claus.

-Sí –respondió la platinada sonriente- Feliz primer trimestre de relación.

Los ojos verdes del Demon mayor se desorbitaron de la incredulidad, aunque eso no le impidió lanzarse sobre su novia para comerle los labios en agradecimiento por el obsequio y en disculpa por haber olvidado la fecha.

-Lo siento, Ellie. Yo... -murmuró Meliodas al separarse de los labios rosados ajenos.

-No te preocupes, cariño. Estas muy ocupado y estresado, por eso no estoy molesta –comentó sonriente mientras abrazaba a su amado- Me la pagaras después –murmuró con malicia en el oído del ojiverde.

-Trato hecho –respondió él con picardía.

-Lo que nos lleva a la segunda sorpresa –dijo Gelda en voz alta mientras marcaba algo en su celular y luego lo mostraba a los presentes.

El teléfono de la rubia estaba en una videollamada activa con Ban, quien al ver al rubio exclamó con emoción:

-¿Listo para que te patee el trasero desde otro continente, capi~? –dijo el platinado.

-¡Ban! –exclamó Meliodas fascinado por la idea de jugar contra si mejor amigo.

-Tendremos un torneo de Mortal Kombat 11 esta noche –anunció Gelda.

-Nos vemos en línea, capi~ –se despidió Ban antes de colgar la llamada.

El grupo se movió a la sala, donde todo el equipo estaba instalado perfectamente. Mirana trajo algunas bebidas y frituras, y las acomodó sobre la mesa baja de centro. Gelda encendió la consola y colocó el juego, mientras Elizabeth realizaba un pequeño sorteo para determinar el orden de las partidas.

-Los primeros son Ban y Meliodas –dijo la platinada a su amiga, por lo que Gelda seleccionó la modalidad online para conectarse con Ban.

-Muñeca –llamó Zeldris a su novia- ¿No se supone que eran tres sorpresas? –cuestionó al recordar que faltaba una sorpresa por revelar.

-¡Cierto! –exclamó la rubia- ¿Elizabeth, haces los honores? –indicó con picardía.

-Por supuesto, Gel –aceptó sonriente cual gato de Cheshire- ¿Alguno ha visto algún torneo de Mortal Kombat profesional? –inquirió.

Meliodas levantó la mano confundido y Zeldris solo movió una de sus manos de lado a lado indicando que no era muy conocedor del tema.

-Okay, Mel... ¿Hay japoneses en el ranking mundial? –cuestionó la platinada.

-Sí, uno de los mejores es EtamTemptations –respondió- ¿Pero a qué viene eso?

-En realidad se pronuncia Eta-eM-Temptations*–corrigió Gelda.

-¿Cómo lo sabes? –inquirió Zeldris.

-Porque ella es EtaMTemptations –afirmó Elizabeth.

-¡¿Qué?! –exclamaron ambos varones.

-No puede ser... -susurró el hermano menor- ¿No era hombre?

-Nop –negó Gelda haciendo resonar la "p", mientras sonreía burlonamente.

-Nos cansamos de que Zeldris nos haga trampa en las cartas. Así que les tendí una trampa con una jugadora de talla mundial –explicó Elizabeth con malicia.

-¡Eso no se hace! –exclamó Meliodas.

-No lloren, bebés. No iré con todo o no sería divertido –bromeó la rubia.

-Otra cosa... ¡Yo no hago trampa! –se defendió Zeldris- Gano en toda la ley, además si quieren culpar a alguien por como juego, culpen a Mira, ella me enseñó –argumentó.

-¿Mirana? –inquirieron las féminas menores sorprendidas.

-¿Qué puedo decir? –comentó la adulta alzando los hombros- Es completamente cierto –admitió.

-¿Entonces porque no has jugado para destruir al pequeño demonio que creaste? –acusó Elizabeth.

-Porque el alumno ya derrotó al maestro –admitió la ojiazul con pesar.

-¡Pero al menos le pudiste dar batalla! ¡Tú lo que no quieres es hacer que tu engendro muerda el polvo! –razonó la albina menor.

-¡Oye! Yo también te quiero, Ellie –se quejó el azabache sarcásticamente y lanzándole Ruffles al cabello platinado.

-¡Mejor nos dejamos de tontadas y comenzamos! ¡Así sepamos que Gelda nos pateará el culo a todos! –intervino Meliodas.

Al enlazarse con Ban, Meliodas y el establecieron una difícil batalla que seguía las reglas de los campeonatos profesionales de Mortal Kombat y fue en la tercera ronda donde el rubio se alzó ganador por sobre su mejor amigo. Los siguientes fueron Zeldris y Elizabeth, la platinada estuvo confiada de que su entrenamiento con su amiga serviría de algo, pero estuvo tan concentrada en la coordinación de movimientos que Zeldris la venció con rapidez luego de dos rondas. Siguieron Mirana y Gelda, y naturalmente en dos rondas Mirana estuvo descalificada, porque apretar botones al azar no funciona contra un profesional de los videojuegos.

Luego los descalificados jugaron entre ellos por el tercer lugar, primero fueron Elizabeth contra Ban, siendo la platinada nuevamente derrotada. El ojicarmesí se enfrentó a Mirana y tuvieron una reñida batalla, dejando como ganador a Ban.

Siguieron Zeldris y Meliodas, dejando como ganador a Zeldris, inesperadamente. Luego el rubio volvió a enfrentarse a Ban donde Meliodas nuevamente resultó ganador, dejando a este como el poseedor del tercer lugar.

Y lo mejor para el final. La pelea del Geldris. Ambos jugadores se tomaron su tiempo para elegir sus personajes y mientras Gelda aún se debatía entre Scorpion o Kitana, el azabache peguntó:

-¿De dónde viene el nombre EtaMTemptations?

-¡Oh! Fácil: Eta es la letra griega para G, M es mil en griego y lo demás es obvio... -comentó la chica sin apartar la mirada de la pantalla.

-¿Gelda mil tentaciones? –preguntó Zeldris severamente sorprendido.

-Sí, ese nombre se lo puso Axel hace años –intervino Elizabeth.

-¿Axel? –repitió Zeldris por inercia.

-Su ex novio –respondió Elizabeth luego de que Gelda no les prestara atención por estar con la mirada fija en la pantalla.

Zeldris no supo discernir porque, pero aquella revelación le hizo rabiar. Su novia aun usaba un nombre que le recordaba a su ex pareja, de la cual jamás le habló. Además de que el significado tras aquel encriptado nombre dejaba traslucir una historia sumamente personal.

Entonces la pelea entre dos personajes virtuales se volvió personal. Zeldris ganó la primera ronda, para sorpresa de los presentes, Gelda volvió a poner las cosas parejas en la segunda ronda y para la tercera fue una lucha bastante pareja hasta que en el momento exacto la rubia ejecutó un combo que le dio la victoria mostrando en la pantalla el típico anuncio: "Brutality" del videojuego mientras reproducía el último movimiento del ganador.

-Buen juego, Zel –felicitó la rubia.

-sí... -susurró sin ganas.

El azabache se levantó de su asiento y se dirigió a la cocina, estando allí decidió que necesitaba algo más fuerte que la Coca-Cola, se sentía irritado y algo dolido, buscó en las alacenas, encontrando una botella de tequila, la abrió con destreza y sirvió dos dedos en un vaso. Empinó el líquido en su boca y tragó, la calidez del líquido pronto lo serenó, a un trago le siguieron dos, y estaba por ingerir el cuarto cuando la chica de ojos rubí se presentó en la cocina.

-Zeldris ¿Qué te sucede? –indagó con cautela.

El mencionado detuvo el trayecto del vaso a su boca a medio camino y miró a su novia. Gelda se aproximó a su amado y le quitó el vaso.

-Zeldris, mírame –pidió en un susurro.

El ojead miró los orbes rubíes de su amada y adivinó la preocupación escondido tras estos.

-¿Me dirás que te sucede? –insistió la rubia.

-Gelda, yo... Nada, solo quería un trago.

-Tú y yo sabemos que no toleras el tequila, con cinco tragos ya estás hablando incoherencias –puntualizó.

-No es tanto así –refutó apartando los ojos del rostro de su novia.

-Intentas embriagarte, la pregunta es: ¿Por qué? –acusó.

Envalentonado por el alcohol dejó fluir sus pensamientos sin ningún tipo de filtro.

-La verdadera pregunta es: ¿Por qué no me hablaste de tu ex novio?

-¿Eh? ¿Quién te habló de él? –indagó confundida.

-Acabamos de mencionarlo antes de jugar, estabas tan concentrada que Elizabeth respondió por ti –explicó en un suspiro- No desconfió de ti o algo por el estilo, solo me siento un poco incómodo por ello, ya que cuando hablamos sobre anteriores parejas dijiste que no había nada que contar, hablaste romances tontos de secundaria, pero nada actual o serio –confesó.

-Zel –susurró- No me gusta hablar de eso, pero sí es tan importante para ti te lo contaré, aunque en esencia te advierto que le deseo al desgraciado que sufra de disfunción eréctil toda su vida –bromeó, aunque la sombra de la rabia en los ojos de Gelda causó que Zeldris tragara grueso.

»¿Recuerdas que en nuestra primera cita dije que: temía levantarme en mi cama junto a otra novela romántica con un vacío en el pecho que no encontraría cómo llenar? Pues algo así fue lo que pasó con Axel –se relamió los labios en gesto inquieto antes de continuar- Él es jugador profesional de videojuegos de supervivencia, nos conocimos en un salón de chat de un juego online, nos cruzábamos muy seguido ya que el juego no era muy famoso en ese entonces. Intercambiamos correos y de allí hablamos tanto que nos hicimos buenos amigos, con los meses decidimos conocernos.

»Era el sueño de una chica que necesitaba reafirmar su confianza, me impulsó a jugar más cosas sin importarme la opinión de los demás, él me bautizó con el nombre de Gelda de las mil tentaciones porque según él, yo representaba mil tentaciones distintas para los geek y nerds del mundo –se permitió burlarse de ese antiguo chiste, sin notar como la mirada de su novio se oscureció por ello- Yo era buena en Mortal Kombat y me sugirió que me presentara a una competencia online pequeña, al ganar confianza fui avanzando en el ranking japonés de jugadores.

»Me apoyaba siempre. Un día luego de un intenso torneo de fin de semana, me pidió ser su novia. Estuvimos un largo año juntos y en nuestro aniversario decidimos que era el momento adecuado para pasar al siguiente nivel –bromeó- Era virgen e inexperta, y...

-Espera... ¿Qué? –interrumpió Zeldris- ¿Hace cuánto fue eso?

-Unos meses antes de conocernos ¿Por qué? –respondió con tranquilidad.

Zeldris apretó los puños intentando mantenerse sereno, pero aquella situación estaba a punto de sobrepasarlo. Le acaban de soltar una bomba nuclear, que Gelda fuera virgen hasta unos meses antes de conocerlo le generaba una inexplicable culpa y remordimiento. Aunado a esto, el dolor de saber perfectamente que el primer hombre una mujer no se olvida tan fácil lo estaba carcomiendo como acido.

-Continua –apremió el azabache.

-En fin, me hizo tantas promesas y propuestas de algo duradero luego de eso, y algunas semanas después fue a un torneo en Estados Unidos. La distancia nos afectó y discutíamos mucho. Una noche simplemente empezamos a reclamarnos cosas y le pregunté si creía que aquel comportamiento entre nosotros era sano, ambos acordamos que no era así, le dije que si quería dejar lo nuestro hasta allí y él dijo que sí.

-Cabrón –susurró Zeldris y Gelda rió por ello.

-Tres días después me rogó que volviéramos. Le dije que no, que yo no iba a aceptar estar como las parejas de niños de secundaria que comenzaban y terminaban por mensajes día si y día no. Le aclaré que si quería volver tendría que esperar a que nos viéramos cara a cara para hablar adecuadamente.

»Supongo que no entendió lo que quise decir. Él ganó ese torneo mundial y se quedó en Estados Unidos más tiempo del esperado, igual hablábamos como amigos, pero algo se había roto entre nosotros, algo que no sabíamos cómo afrontar. Semanas después regresó y me enteré por redes sociales de su regreso, él no me llamó para avisarme, pasó una semana y yo le llamé porque vi una foto de él en redes sociales con una chica abrazada y besándose. Grité, insulté y lloré como nunca en mi vida. Pero de todos modos yo había sido reemplazada en su vida con una facilidad dolorosa.

»Me sentí pésimo, ella era más joven que yo y una persona menos cohibida socialmente, ellos podían hacer cosas que yo no podía debido a la imagen de mi familia. Me refugié en un caparazón de novelas clásicas donde el amor si existía, hasta que Elizabeth me hizo una intervención ¡Te sorprenderías de las cosas que hicimos para dejar ese capítulo atrás! –bromeó- Semanas después el volvió a USA y me buscó durante un tiempo, solo como amigos, supongo. Pero yo andaba en otra sintonía, mi rabia me impulsó a salir más y eventualmente brillé con lo bueno que hizo por mí y descarté lo malo*.

»Lo bloqueé de todos lados para sanar adecuadamente. Y una noche salí sin meditarlo mucho, te conocí y nunca más saliste de mi cabeza, Zel. Admito que tenía miedo de salir herida al principio, pero, no pensé demasiado en ello, cada día te quise más y aquí estamos. Acepté que si he de salir herida, me encantaría que fuera por ti –finalizó con una tierna sonrisa.

-Eso no pasará, preciosa –murmuró el azabache- Tú eres mía y yo soy tuyo, siempre. Y me citaré a mí mismo diciéndote: "Esto es real, y te besaré las veces que sean necesarias hasta que lo creas" –aseguró antes de rodear la cintura de su amada con posesividad y reclinándola entre sus brazos la besó con hambre, deseo y amor.

Zeldris devoró los labios de su novia y su ego se infló al sentirla estremecer entre sus brazos. Esa noche estuvo seguro de al menos tres cosas: uno, Gelda era una mujer aún más impresionante de lo que creía; dos, jamás la dejaría irse de su lado y tres, sí tenía la oportunidad de conocer al tal Axel lo iba a poner de rodillas ante él, le haría pagar por las inseguridades de su amada, por las lágrimas que derramó en su nombre y le dejaría claro la diferencia de categorías entre ambos.

[...]

Un par de horas antes, Maes Hughes había estacionado su poco llamativo automóvil a unas calles de distancia de la entrada a la imponente propiedad Demon, a la espera de que la mujer peliblanca abandonara la casona para intentar sustraer la computadora portátil de esta. La espera del detective pronto fue recompensada, ya que Zeldris y Mirana abandonaron la casa en el vehículo del primero.

Y aunque el investigador estaba seguro de que la empleada y su joven amo no volverían a la casa hasta pasado el fin de semana, prefirió esperar un tiempo prudencial dentro de su vehículo a la espera de que algo pasara.

Cuarenta y cinco minutos después, y luego de haber visto el carro de Zeldris Demon abandonar aquel vecindario de la clase alta con dirección a la ciudad, se bajó de su transporte y caminó hasta el punto de vigilancia donde aguardaba uno de los guardias a cargo de la seguridad de la mansión.
-Soy Maes Hughes y trabajo...

-El señor Demon nos avisó de usted –atajó el guardia- Entre –indicó abriendo la puerta desde un panel de control electrónico.
Maes recorrió con parsimonia el camino de adoquines que separaban la entrada de la propiedad de la entrada de la casa, siendo recibido en las escalinatas del porche por el mayordomo de los Demon, un hombre canoso y de porte severo, quien con evidente desagrado le entregó la copia de la llave de la habitación de Mirana.

Una vez frente a la puerta ingresó sin demorarse, localizó la computadora y su cargador, todo en la habitación estaba organizado con una pulcritud casi compulsiva y lo pudo notar porque al levantar el aparato bajo este había marcas hechas de cinta decorativa para la posición exacta en la cual debía estar posicionada la laptop.

El detective abandonó la casa con la computadora bajo el brazo y sin despedirse de nadie, apenas intercambiando unas miradas con las personas indispensables. Horas después se encontraba en su oficina con la computadora conectada al cargador, ya había buscado por todos los medios que conocía vulnerar la seguridad del aparato, pero ni los más complejos códigos informáticos ingresados directamente al menú de programación le daban acceso.

Frustrado por el enigma que rodeaba a la peliblanca cerró la computadora. Llevó su mano a la taza de café que tenía frente a él, dispuesto a darle un buen trago, pero sus intenciones fueron desviadas por el sonido de su teléfono celular, un número bloqueado le llamaba. Y Maes sabía perfectamente quien era.

-Esa amiga tuya es tal y como lo dijiste –dijo al contestar.

-Para mí también es un placer saludarlo, señor Hughes –comentó una voz masculina y burlona del otro lado- Y dígame ¿Cuántas horas estuvo tratando de ingresar a su computadora sin lograr resultados? –cuestionó con la satisfacción tiñendo su voz.

-Al menos cuatro horas –respondió el hombre de gafas.

-Le felicito por su constancia, otro hubiera descartado la encomienda inmediatamente –halagó el desconocido, pero su voz presentaba un tinte de condescendencia que irritaba al investigador- Bueno, tendré que hablar con Mira para que ella le dé acceso a una vista alterada de su base de datos. Algo debe entregarle al señor Demon para que siga creyendo que tiene el control de todo.

-¿Le informará a la señorita Arelian? –indagó con algo de miedo.

Sí algo había quedado claro para Hughes era que trataba con gente de cuidado, no cualquier mujer cifraría su computadora personal de tal manera; y mucho menos tendría personas tan escrupulosas cuidándola, quienes sabrían de inmediato cuando alguien tratara de escarbar en su pasado. En algún momento temió por su vida, pero el misterio oculto tras Mirana Arelian representaba luz para la polilla de un investigador privado apasionado, y por ello aceptó el trato del hombre misterioso que lo contactaba con regularidad: hacer un subcontrato el triple de lucrativo que el que tenía con Damián Demon.  

Para mantener al segundo contratista informado de todo lo que se investigara para el primer contratista, asegurándose de que ninguna información demasiado personal se filtrara innecesariamente.

-Efectivamente, ella no puede seguir ignorante de lo que trama su jefe a sus espaldas. Además es hora de que ella decida que hacer respecto a ese hombre –acotó con evidente amargura.

-Pero ¿Eso no la impulsaría a alejarse del señor Demon? Creí que era riesgoso que ella abandonara su posición discreta.

-Eso no debe preocuparle. Lo importante es que obtendrá información que reportar al señor Demon y se te transferirá el monto acordado por sus servicios, señor Hughes.

-Bien –aceptó de mala gana.

[...]

Mirana disfrutaba de un frio vaso con Coca-Cola mientras observaba a los más jóvenes jugar Just Dance 2015 como unos niños, cuando su celular comenzó a sonar, ella pensaba ignorarlo pero una corazonada la impulsó a contestar, la pantalla marcaba "GV", y ante esto su corazón se estremeció.

Apartándose del grupo con discreción, subió hasta la habitación que acostumbraba ocupar y contestó.

-¿Gio? –cuestionó.

-Buenas noches, mi querida –habló una sedosa voz de hombre en otro idioma.

-¿Qué sucede? –fue directa al grano, hablando en el mismo idioma de su interlocutor.

-Me alegra oírte tan aguda como siempre, Mira –bromeó- Bien, me dejaré de andar por las ramas: Damián Demon te está investigando, obviamente no sabe nada que no esté a la luz, pero esta vez envió a su investigador a secuestrar tu computadora. Y para ser honesto contigo, quiero que le des un acceso restringido a su detective.

-¿Con que propósito? –indagó tratando de mantener la compostura ante la noticia.

-Ninguno en realidad, solo divertirme un rato torturándolo.

-¿Qué ganas con eso, Giotto? –exigió saber irritada.

-Nada, solo un poco de venganza sin sentido. Sabes que no lo soporto.

-Aun sigues con eso... -murmuró cansada- Sabes perfectamente que él no tuvo nada que ver en cómo se dieron las cosas.

-Discúlpame si te hago recordar cosas amargas, Mirana –se lamentó el hombre- Tal vez no debí avisarte.

-Gio... -susurró la albina con dulzura- Gracias por avisarme, pensaré en ello cuidadosamente, debe haber una razón por la cual Damián está desconfiando de mi luego de tantos años –razonó.

-Siempre lo defiendes –murmuró él con algo de resentimiento- Mirana, tu eres un tesoro invaluable, una mujer como ninguna en el mundo, no conozco alguien tan ética, disciplinada y maravillosa como tú, eres casi una diosa mitológica y no puedo evitar sentirme irritado cuando ese hombre se atreve a mancillar tu imagen con la duda –argumentó.

-Siempre has sido un hombre con el don de la palabra –halagó antes de proferir una ligera risa- Te enviaré el código de acceso remoto, te conozco, no harías nada malo. Solo no te pases ¿Trato? –inquirió con una sonrisa adornando su ostro.

-Eres una excelente negociante, mi querida –al otro lago de la línea se escuchó una respiración profunda y fugaz, y Mirana supo que su interlocutor estaba sonriendo.

-¡Quita esa sonrisa absurda de tu cara! –reprochó- Ahora aprovechemos esta rara llamada para algo productivo ¿Cómo están las cosas en Italia? ¡Dilo todo y no te guardes ni un detalle! –exigió con emoción en la voz.

-Me conoces increíblemente bien –bromeó antes de empezar a relatar algunos acontecimientos de conocidos y amigos comunes.

Sin darse cuenta, Mirana y Giotto había pasado media hora hablando de banalidades, pero aquel momento pronto debía concluir. Era peligroso extender mucho más aquella llamada, además de que el italiano era alguien sumamente ocupado, y la albina sabía que él debía estar postergando cientos de cosas más importantes solo por complacer su capricho de hablar.

-Mira... -murmuró Giotto interrumpiendo la anécdota que contaba la ojiazul.

-Lo sé –suspiró- Debes irte... Te amo, Gio –susurró con las mejillas rosadas.

-Lo sé –imitó la frase con el mismo tono afligido- Pero no como yo lo hago contigo. Una cosa más... –advirtió- Cumplo mi promesa al recordarte que no tienes por qué estar sola, yo puedo protegerte y si en algún momento cambias de opinión, y decides dejarlo, conoces como contactarme.

-Eso también lo sé, pero Mel y Zel me necesitan –se excusó.

-Sabemos perfectamente que esa es una mentira –recordó el hombre- Ellos no son unos niños y pueden protegerse a sí mismos.

-No estoy tan segura, tengo una mala corazonada –susurró.

-Una última cosa, Mira –habló negándose a despedirse- Debes aclarar tu situación con los Demon, sé que estas asustada y no quieres involucrarlos, pero ellos han contado contigo por mucho tiempo y merecen conocerte claramente. Aunque esa es solo mi opinión personal –aconsejó.

-¿Ahora abogas por Damián? –cuestionó irónica.

-Abogo por los hermanos Demon. Papá Demon puede quemarse en el infierno como el demonio que es, sí fuera mi decisión –bromeó Giotto, dejando escuchar su risa ronca y masculina.

Mirana se rió hasta que sus ojos tuvieron diminutas lágrimas atrapadas en las espesas pestañas, no obstante la voz de su amigo le hizo entender que la llamada tenía que concluir:

-Cuídate, Mira. Te amo –murmuró el hombre para colgar inmediatamente sin darle oportunidad a la ojiazul para responder.

★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★★

* Referencia a la película del 2005 de Orgullo y prejuicio, donde Charlotte le dice a Elizabeth en el baile en Netherfield que el amor nos hace tontos.

*El limon seco es una constante en las neveras sin importar el estatus social.

*Nombre ficticio creado exclusivamente para Gelda, ignoro si hay un verdadero jugador profesional de MK con un usuario parecido.

*Historia levemente modificada de como terminó el compromiso de su servidora. Jeje no se me ocurría nada para el final sad del ex novio de Gelda así que me dije a mi misma ¿Por qué no?

¡Ahora sí, redoble de tambores por favor!

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★★★★

Y para conmemorarlo he abierto la página de Facebook que les mencioné en mi aviso.
Pueden ir a darle me gusta, la encontrarán con el nombre de:

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Allí les estaré compartiendo muchas cosas, videos, consejos de redacción, recomendaciones de fanfics,  teorías conspirativas, recomendaciones de manga, memes, capturas ineditas de los capítulos antes de ser publicados, dinámicas como la de elegir el vestido de novia de Merlin.

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¡Créditos!

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Muchísimas gracias por su apoyo a los arriba mencionados. A los fantasmitas e inclusive a los que no han pasado del primer capítulo porque creyeron que este era un MeliodasxOC.

Los quiero con toda mi alma

Nos leemos en los comentarios, en Facebook y en la actualización de la próxima semana.

Besos y abrazos

Mia_Gnzlz

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