21._ Umbrella

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-Te extrañaré muchísimo -susurró una platinada sobre los labios de su pareja.

-Quisiera no tener que ir -admitió Meliodas acariciando las curvas desnudas de su amada.

-Intenta engañar a alguien más con eso -se burló- Aunque Zeldris fuera el encargado de ir a cerrar ese trato a Italia, tú estarías tras cada movimiento de tu hermano como un halcón -argumentó.

-Bien, me tienes -aceptó en una ligera carcajada- Soy un poco controlador respecto al trabajo.

-¿Solo un poco? -indagó con ironía- ¡Meliodas! Te he visto aplazar citas médicas por ir a reuniones con ejecutivos, aun cuando no te necesitaban en un principio -recordó con irritación.

-Ok, soy MUY controlador y un obsesivo del trabajo -concedió besando las clavículas de Elizabeth- Al menos dame crédito por ponerte siempre por encima de mi trabajo.

-Te lo concedo, eres un MAGNIFICO novio, Mel -murmuró con coquetería mientras besaba el masculino rostro frente a ella.

-Tú me has hecho un hombre diferente, Ellie -confesó el rubio mirando fijamente las gemas azules contrarias- En el pasado yo... Era un desastre... No tenía control, me exigía demasiado a mí mismo y luego descargaba todo con...

Elizabeth entendió lo difícil que era para Meliodas hablar de su pasado. Al rubio lo vigilaban como si fuera un desobligado, pero ella sabía de primera mano que Meliodas se esforzaba más que nadie en su empresa, repasaba cada contrato y estadística por sí mismo. Ella fue testigo de la mirada cansada de su amado al llevarse trabajo a casa, las recurrentes migrañas y pésimos hábitos alimenticios de Meliodas.

La relación entre el trabajo y placer en la vida del rubio era proporcionalmente destructiva, las largas jornadas de trabajo llenaban de tanto estrés al ojiverde, que a la menor oportunidad desquitaba todas las emociones acumuladas en fines de semana excesivos, colmados de alcohol y sexo.

Fue la platinada quien pudo poner un alto a la vida desequilibrada y malsana del empresario, pero aquello se dio de manera natural en la pareja, el amor que se tenían el uno al otro llevó a Elizabeth a decir las palabras correctas para expresar su preocupación, y a Meliodas a cambiar de manera paulatina y constante sus antiguos hábitos, por elección propia.

-Mel... -murmuró la ojiazul- Entiendo, no tienes que decirlo -consoló, enredando sus pálidas manos en los dorados cabellos.

-Mi diosa -ronroneó Meliodas extasiado por las caricias en su cuero cabelludo- Quisiera que vinieras conmigo a Italia.

Las manos masculinas acariciaron la cadera femenina con movimientos cadenciosos, disfrutando la calidez que manaba de la mujer a su lado. Los amantes se negaban a dormir, porque sabían que en pocas horas tendrían que despedirse, por lo que pasaron toda su noche de domingo y madrugada del lunes haciendo el amor de todas las maneras existentes, deseando imprimir su aroma y calor en la piel contraria, en un vano intento de hacer de la separación un proceso menos tortuoso, aunque por la manera en que se amaban, no existía forma en que no se extrañaran.

A pesar del cansancio, las caricias y besos subieron de nivel lentamente, permitiéndole a ambos amantes entregarse al otro como si el alma se les fuera en el intento. Las pieles sudorosas se rozaban con lentitud y destreza, con la experticia que solo da el conocer ampliamente a tu pareja. Meliodas y Elizabeth tocaban los puntos exactos para llevar a la locura al contrario, todo esto mientras los minutos de la madrugada se agotaban y el sol comenzaba a despuntar en el horizonte tras el vidrio de las ventanas

La burbuja de Meliodas y Elizabeth solo fue rota por la estridente alarma del rubio, a lo que este extendió su brazo con pesadez para tomar el insistente aparato, desactivando el sonido.

Elizabeth se levantó de los brazos de su amado y caminó gloriosamente desnuda hasta el armario, donde se proveyó de un ligero vestido blanco, una vez cubierta su desnudes regresó al lecho donde Meliodas miraba el techo de vigas de madera con expresión ausente.

-¿Mi amor? -llamó en voz baja, reticente a sacarlo de su burbuja para que se marchara- Bajaré a hacer desayuno, usa la ducha todo el tiempo que necesites -dijo acariciando los dorados cabellos de su amado.

-Sí... -aceptó en un largo suspiro de pesar.

-Meliodas - murmuró cuando el rubio volteo a observar el paisaje tras la ventana -Te amo -le recordó en cuando el mencionado conectó sus ojos con los suyos.

-Y yo a ti, preciosa -correspondió con voz ronca.

La platinada besó los labios de su amado con ternura y luego salió de la habitación.

Las horas no parecieron tener piedad con los enamorados, porque se escabulleron entre sus manos como agua y pronto la pareja atravesaba las puertas automáticas del aeropuerto de Kyoto. Elizabeth lucía un traje sastre en color blanco con detalles rojos en botones, solapas y bolsillos, haciendo un perfecto contraste con su peluca rojiza y labios escarlata.

Meliodas sonreía con altanería mientras llevaba a su despampanante novia de un brazo y la maleta de viaje del otro. Él vestía un traje negro de dos piezas camisa roja sin corbata, una bufanda de diseños geométricos en escala de grises y guantes a la muñeca de piel negra y roja.

Ambos caminaron directamente hasta el área de embarque donde fueron recibidos por el piloto del jet privado de los Demon y una azafata, que no disimuló su actitud coqueta para con el ojiverde.

-Señor Demon, buen día. El jet está listo y las condiciones climáticas son las mejores para volar -saludó el piloto con profesionalismo.

-Excelente, capitán Hyakuya -comentó Meliodas a modo de saludo, pero el sonido insistente de su celular lo reclamó por algunos segundos.

-Será un placer atenderle en esta travesía, señor Meliodas. Mi nombre es Nakamura Kaed... -intervino la azafata con una sonrisa resplandeciente.

-Seguro... -murmuró con desinterés mientras tecleaba rápidamente en su teléfono, interrumpiendo la presentación de la azabache frente a él- ¿Mis acompañantes ya están en la cabina? -cuestionó al piloto.

-Sí, llegaron hace algunos minutos. Un asistente y dos guardaespaldas, como usted y el señor Chandler lo estipularon -respondió el servicial piloto.

-Gracias, capitán. No esperaba menos de usted -halagó Meliodas con una sonrisa luego de guardar su celular en un bolsillo interno de su saco.

-Continuemos a la pista entonces -comentó el piloto.

El capitán Hyakuya era un hombre discreto, conocedor de las muchas aventuras del rubio y fue este el motivo por el cual ni se atrevió a preguntar por la dama que iba asida al brazo del más bajo, aunque viendo que esta los seguía hasta el área de abordaje, se decidió a preguntar.

-Señor Demon -llamó- ¿La señorita nos acompañará? -indagó.

Meliodas pareció sorprendido por la pregunta, aunque inmediatamente cambio su expresión de desconcierto por una sonrisa del más puro orgullo masculino.

-Disculpadme, he sido grosero -expresó el rubio con un tono feliz- Les presento; esta preciosa dama es mi novia, Elizabeth Liones -anunció al piloto, mientras besaba el dorso de la mano libre de la ojiazul.

-No te preocupes, cariño. Has tenido mucho en que pensar últimamente -argumentó Elizabeth inclinando su cabeza hasta reposarla amorosamente sobre el rubio y sedoso cabello de su amado- Mucho gusto, capitán Hyakuya, puede llamarme Elizabeth -comentó sonriente.

El piloto quedó anonadado por la química de la pareja, para él, la diferencia entre el Meliodas al que estaba acostumbrado y el hombre enamorado que tenía ante él, era abismal. Por mucho que intentó mantenerse estoico pudo sentir que la expresión de su rostro delataba su sorpresa, por lo que, haciendo uso de su profesionalismo, extendió su mano amigablemente a la dama pelirroja.

-Sera un placer, señorita Elizabeth -comentó con amabilidad.

Elizabeth aceptó la mano del piloto y sonrió para él nuevamente. Cosa que irritó un poco a Meliodas, aunque se esforzó por no fruncir el ceño, evitando delatar su pequeño ataque de celos.

-Entonces... ¿Continuamos a la pista? -indagó el piloto.

-Sí -dijo Meliodas con voz carente de emoción.

La platinada disfrazada notó el repentino mal humor de su pareja, no obstante, prefirió dejarlo en ese estado por algunos minutos. El pequeño grupo atravesó ágilmente la terminal hasta dirigirse a la pista de aterrizaje donde se reunieron con el resto del personal que viajaría con el rubio.

Rápidamente, Meliodas fue bombardeado por preguntas hechas por su asistente personal, separándolo momentáneamente de Elizabeth. El capitán Hyakuya se encargó de hacerle compañía a la dama en lo que su jefe se desocupaba.

Elizabeth observaba con detenimiento el jet de color negro frente a ella, mientras un pequeña sensación de angustia se instalaba en su pecho; el piloto junto a ella pareció comprender un poco sus emociones por lo que se decidió a hablarle.

-¿Nunca ha volado usted? -cuestionó el hombre.

-Sí -respondió la ojiazul de manera mecánica.

-Parece que está inquieta.

-Lo estoy -admitió- He tomado vuelos internacionales más veces de las que puedo recordar y siempre antes de abordar me siento ansiosa, pero, esta vez es más intenso -confesó.

-Argullo que está preocupada por el joven Meliodas -se atrevió a razonar.

-Está en lo correcto -dijo Elizabeth con una sonrisa- Él es mi todo, temo por que algo le pase.

-Le puedo prometer que las condiciones climáticas son excelentes para viajar, además, llevo años como piloto personal de los Demon y nunca he tenido una complicación mayor con esta nave; podría mostrarle mis credenciales si eso la tranquiliza -explicó con tranquilidad- Y si se me permite jactarme un poco; en comparación con manejar los supersónicos de la armada, este jet es un avioncito de juguete.

La ojiazul rió, encantada por lo atento que estaba siendo el piloto, quien a su parecer, se esforzaba por tranquilizarla.

-No dudo de sus capacidades, capitán Hyakuya. Estoy plenamente segura de ellas.

-¿Y que le causó tanta gracia? -indagó el mayor.

-Sí, Ellie. ¿Qué te pareció tan gracioso, amor? -dijo Meliodas uniéndose a la conversación.

Segundos antes de la risa de su novia, Meliodas notó por la esquina del ojo como su empleado hablaba insistentemente a su pareja, causándole una ligera puntada de celos que trató de ignorar, pero cuando escuchó la risa de Elizabeth por encima del sonido de las turbinas de otros aviones, dejó a su asistente hablando solo para acercarse y averiguar que pasaba.

-Me pareció absolutamente gracioso que tu piloto sea un ex militar que manejaba jets supersónicos. ¡Solo los exagerados de los Demon harían algo así! -explicó Elizabeth con una sonrisa radiante -Al menos ya sé que ustedes contratarían a mi hermana y cuñado cuando se retiren -bromeó.

-¿Te parece raro? -cuestionó Meliodas- Muchos de nuestros guardaespaldas son militares retirados- comentó.

-¡Es totalmente raro! -continuó Elizabeth mientras se carcajeaba.

-Disculpe, señorita Elizabeth ¿Tiene familiares en la armada? -indagó el piloto.

-Sí -respondió con una sonrisa- Mi hermana y su prometido son pilotos de la FAB -explicó.

-¡Maravilloso! Tal vez los conozca, yo también estuve en la Fuerza Armada Brittia -dijo emocionado el mayor.

-Probablemente. Mi cuñado es sobrino del Mayor Zaratras Knight e hijo de... -comentaba cuando fue interrumpida por el piloto.

-¡El Coronel Dreyfus Knight! ¡Claro! Conozco al pequeño Griamore, su padre fue mi superior directo hasta que me di de baja, no iba a quedarme a hacer trabajo de oficina, lo mío es estar en la cabina -explicó el emocionado ex militar.

Elizabeth y el piloto intercambiaron algunos comentarios más sobre la armada, cuando una nueva voz llegó al grupo.

-¡Le preparé un trago señor Meliodas! -intervino la azafata mostrando una bandeja plateada con una copa flauta con lo que parecía ser un coctel de jugo de naranja y champan*.

Los tres presentes miraron a la mujer con expresión de sorpresa. Ella, en cambio, estaba muy sonriente con un leve rubor cubriendo sus mejillas.

-Mel -susurró Elizabeth, a lo que el rubio le dio un asentimiento a su novia.

-No voy a tomarlo. Gracias -dijo secamente a la mujer casi sin mirarla- Capitán, creo que es hora de que partamos.

-Inmediatamente, señor -acató el mayor- Fue un placer conocerla, señorita Elizabeth. Espero que con nuestra conversación se sienta mejor -agregó el piloto. Meliodas alzó una ceja dirigiendo su mirada a su novia.

-¡Por supuesto! Ahora sé que la seguridad de mi novio está en las mejores manos posibles, no tengo porque temer -explicó de manera específica, colgándose al brazo del ojiverde.

El piloto se retiró para ingresar a la aeronave de color oscuro, dándole una mirada severa a la azafata que parecía estar petrificada junto a Meliodas.

Una llamada entró al celular del rubio por lo que tuvo que alejarse unos pasos de su novia para mitigar el ruido de las turbinas.

-No te sientas mal -comentó Elizabeth viendo a la azafata- No durmió bien anoche y tuvo algo de migraña al levantarse -explicó con malicia- Tomó analgésicos; y ya sabes lo que dicen: no es bueno mezclar fármacos y alcohol*.

La empleada no cabía en sí de la rabia, ella había entendido perfectamente la intención tras aquellas palabras de supuesta amabilidad, y eso la llenó de ira. Era obvio que ambas conocían la fama de Meliodas y que la azafata pensaba cerciorarse por sí misma de aquellos rumores, pero Elizabeth trazó antes los límites.

-Tiene razón. Es una pena que se desperdicie el coctel -dijo la empleada fingiendo tristeza- Pero es un vuelo de dieciséis horas, lo guardaré. Puede que esté de ánimos más tarde -argumentó con picardía.

-Puede -susurró Elizabeth intentando contener la molestia- O puede que no, ayer quedó MUY cansado, puede que pase toda la travesía durmiendo -comentó fingiendo una sonrisa inocente.

Ambas mujeres mantuvieron absoluto silencio, mientras veían la espalda del rubio que hablaba por teléfono. Permaneciendo en ese estado un par de minutos, hasta que Elizabeth se decidió a dar la estocada final a la ingenua empleada.

-Un consejo; ten mucho cuidado en como preparas los cocteles del señor Demon, es muy quisquilloso en ese aspecto. De hacerlo mal, ni con dieciséis horas, veinte o una vida, él aceptaría algo de ti.

Elizabeth dejó a la mujer con la palabra en la boca y se acercó a Meliodas parándose junto a él en actitud cariñosa. El rubio, ignorante de la conversación entre las féminas, dirigió su mano libre a la diestra de su novia, llevándosela a los labios para depositar en el dorso de esta múltiples besos silenciosos, mientras escuchaba atentamente lo que la persona al otro lado de la línea telefónica le decía.

-Sí, Zel... Entiendo -murmuró al micrófono del aparato en su mano- De todas formas mándame todo en un correo... Sí, el chico parece saber lo que hace... En todo caso, de necesitar un mejor traductor te llamaré... ¡Zel, no me importa si tienes que dormir con el traje puesto!... Bien, si te necesito te recompensare adecuadamente. Hasta luego, hermanito - se despidió cortando la llamada.

-¿Qué le traerás a Zeldris para recompensarlo? -preguntó la ojiazul divertida.

-Al clon le gusta mucho una marca de chocolate amargo producido en una provincia de Italia, aquí muy pocas tiendas lo comercializan. Mirana a veces hace pedidos de importación, pero es complicado, tarda mucho y si no están debidamente refrigerados, llegan todos derretidos y Zeldris hace un berrinche de proporciones épicas -contó.

Elizabeth se paseó por la imagen del serio Zeldris haciendo un berrinche por chocolates derretidos, causándole un sentimiento ambiguo de incredulidad y curiosidad por aquella escena, sabía que los Demon eran quisquillosos y caprichosos, pero ¿Por chocolates?

-Ver para creer, mi amor -razonó Elizabeth.

-Pídele a Mira un video, seguro tiene una docena -confesó con burla en la voz.

Las turbinas del jet oscuro comenzaron a hacer sonido tras los enamorados, indicándoles que su tiempo juntos había expirado. Los orbes azules y verdes se conectaron con anhelo, dejando adivinar en sus profundidades una pizca de temor. El rubio y la chica de la peluca rojiza entrelazaron sus dedos con fuerza.

-¿Segura que no quieres venir? -preguntó Meliodas.

-No traigo maleta -razonó Elizabeth.

-¡Como si eso fuera un problema! -exclamó sonriente.

Ella sabía que podía embarcarse en ese vuelo y comprar todo lo que necesitara en el proceso, lo había hecho antes, pero no podía abandonar su trabajo tan intempestivamente, al menos no esa semana, ya que tenía importantes clientes a los que atender ella misma.

-Quisiera; de verdad quiero...

-Sé que estas ocupada -admitió el rubio- Volveré pronto, preciosa -susurró- Piensa en algo que quieras, lo que sea, te lo traeré -dijo en un intento por animar a su novia.

-Quiero adelantar el tiempo y que ya estés de regreso -bromeó.

-Creo que eso no puedo hacerlo -continuó el chiste con amargura.

La pareja se negaba a separarse, encadenaban una frase sin sentido tras otra para evitar la despedida. Pero si ellos no iban a separarse por propia voluntad, el universo conspiraría en su contra. A los enamorados se acercó el asistente de Meliodas indicándole a su jefe que todo estaba listo.

Meliodas y Elizabeth intercambiaron una mirada triste ante de abalanzarse a los brazos contrarios para unirse en un apasionado beso, que casi se vuelve no apto para menores. Sus bocas se separaron con un chasquido acuoso; las manos de ella acariciaban el cuero cabelludo del rubio y las de él acariciaban el hermoso rostro de su novia, sus miradas se negaban a desconectarse, pero era el momento.

Un profundo suspiro abandonó la boca de ambos, sus cuerpos se distanciaron, pero prefirieron no despedirse.

-Te amo -dijo Meliodas.

-También te amo, rubio.

El ojiverde se encaminó a la escalerilla del jet y subió, seguido por sus guardaespaldas y asistente. La escotilla fue cerrada por los empleados de la pista, mientras Elizabeth no apartaba su azul mirada de la aeronave.

-Señorita -llamó uno de los empleados de la terminal -Debería ingresar, no es seguro que este cerca del jet cuando entre en movimiento.

La chica no contestó al empleado, pero lanzó un beso al aire en dirección del jet antes de ingresar a la edificación, deseándole mentalmente un buen viaje a su amado. Ella observó desde las puertas de vidrio como la nave se incorporaba a la pista de despegue, su teléfono sonó por un nuevo mensaje y ella lo ignoró.

Elizabeth se mantuvo cerca del vidrio hasta que sus ojos perdieron de vista al avión, suspiró y se dio la vuelta, dispuesta a ir a su trabajo. Una vez en la comodidad de su vehículo, revisó su celular, encontrándose con que el mensaje de texto era de Meliodas.

"Vas a tener que darme ese beso adecuadamente cuando regrese.

Te amo

Meliodas Demon"

Él la había visto. Sus mejillas se tiñeron de carmesí, el corazón le latió desbocadamente y sonrió como una adolescente enamorada.

Cuarenta minutos después, Elizabeth ingresaba por las puertas de vidrio de la compañía de su madre, libre de peluca y con sus cabellos platinados tomados en una coleta de caballo que se bamboleaba tras ella al caminar. Mientras esperaba el elevador, su celular reclamó su atención con una llamada entrante, se trataba de Mirana.

-¡Hola Mira! -saludó animadamente la platinada.

-¡Ellie! ¿Qué tal todo? -preguntó la mayor.

-Bien; Mel salió hace una hora y ahora estoy llegando a mi oficina -comentó subiendo al elevador.

-Eso lo sé. Le llamé cuando aún estaban en casa -explicó Mirana.

-¡Oh! Eso no lo sabía. Seguramente fue mientras estaba haciendo el desayuno -comentó.

-Eres un encanto, Ellie -halagó Mirana.

Un silencio se estableció entre ambas mujeres, cosa extraña en una persona tan parlanchina como Mirana. Elizabeth despegó el aparato de su oído para cerciorarse de que la llamada continuaba. El ascensor había llegado al último piso; Elizabeth salió del cubículo metálico y se quedó parada junto al ventanal más cercano para continuar con su conversación

-¿Mira? -cuestionó al ver la llamada aun en curso- ¿Puedo ayudarte en algo?

La mayor murmuró cosas inentendibles al otro lado de la línea y luego suspiró de manera fuerte.

-Honestamente... Estoy preocupada por ti, pensar que dormirás en esa casa sola estos días me angustia. ¡Y no me importa si Meliodas dice que el sistema de seguridad es más sofisticado que Mazinger Z! Sigues siendo una dama sola en una casa alejada de la civilización -razonó de manera apresurada.

Elizabeth solo alcanzo a sonreír enternecida. De todos los motivos que pudo pensar para la llamada imprevista, aquella nunca pasó por su cabeza; Mirana tenía un instinto maternal innato y totalmente adorable.

-Mira, tranquila -interrumpió a la adulta que continuaba hablando sin parar sobre las razones lógicas por las cuales no debería quedarse sola en su casa- Voy a quedarme en mi departamento estos días -explicó.

-¡Ay, gracias a las Diosas! -exclamó aliviada- Es lo mejor, Ellie.

-De hecho... ¿Te gustaría quedarte conmigo? Noche de chicas ¿Qué dices? -cuestionó animada.

-¿Irán las demás? -cuestionó Mirana.

-Nop -dijo remarcando la "p"- Solo tú y yo, noche de suegra y nuera ¿Te apetece?

-Yo... Ehm -balbuceó la albina- Yo no...

-¡No acepto que me corrijas! Con el debido respeto a la difunta señora Elise. Eres mi suegra y no hay discusión sobre el tema -debatió.

Aquella actitud tozuda de Elizabeth dejó a Mirana sin argumentos o protestas, por lo que, encantada aceptó la invitación de la más joven.

-Paso por ti más tarde y compraremos lo necesario para una verdadera noche de chicas -explicó Elizabeth antes de colgar la llamada.

La ojiazul guardó su celular y se dispuso a reanudar el camino a su oficina, mientras caminaba sacó las llaves del bolso de mano que llevaba, pero no terminó de extraerlas porque estas se quedaron enganchadas en alguna parte del revestimiento interno. Se detuvo para sacar con cuidado su llavero, percatándose que una de las anillas estaba desdoblada y que el conjunto de llaves pertenecientes al edificio en el que vivía anteriormente, no estaba.

Tratando de mantener la calma, Elizabeth continuó su camino hasta su oficina, una vez dados los saludos de rigor a su secretaria y de recibir de manos de la castaña sus pendientes y agenda, tomó asiento frente a su escritorio, dejando escapar un suspiro de sus labios.

Pensó detenidamente en los lugares donde pudieron caer las llaves: en el plato decorativo junto a la puerta de su casa no había quedado nada al salir, había mandado a limpiar la tapicería de su deportivo el viernes y nada había sido encontrado en los cojines o alfombras, tampoco sacó sus llaves en el vehículo ese día. Nada. No se le ocurría donde podían estas las dichosas llaves. Revisó dos veces su bolso en busca de las mismas, sin éxito.

Quince minutos después recordó que Meliodas solía dejar la copia de sus llaves en un compartimento de su camioneta, podía usar esas, si es que no se las había llevado con él. Para hacer más complicado el asunto, la Range Rover del rubio no estaba en casa, Mirana se la había llevado por petición del rubio ya que esa semana tenían que hacerle revisión. Estaba a punto de llamar a la albina para pedirle que revisara el vehículo del rubio, pero el sonido de nudillos sobre la madera de la puerta reclamó su atención.

-Pase -indicó.

-Señorita Elizabeth -hablo la castaña secretaria.

-¿Qué sucede? -preguntó mientras fingía leer los documentos de una carpeta al azar.

-Disculpe que la interrumpa, pero llamó el jefe recursos humanos, dijo que la persona que aseó su oficina el viernes, encontró unas llaves bajo su escritorio -explicó Zaneri acercándose al escritorio.

-¡Gracias al cielo! -exclamó sin poderlo evitar- Me preguntaba dónde estaban -comentó sin ocultar su expresión de alivio.

-¡Oh, señorita Goddess! ¡No tenía idea de que había quedado fuera de su casa! ¿Por qué no me llamó al darse cuenta de que le faltaban? -preguntó la de ojos turquesa fingiendo pena.

-¡Oh! Ehm... Yoo... -tartamudeó- Llegué a casa muy tarde y cansada luego de visitar a Gelda el viernes, le pedí al personal de vigilancia la llave maestra, así entré y ahora ocupo la copia -mintió.

-Debió ser bastante agotador para usted, llegar a casa muy cansada y pasar por esa eventualidad -comentó Zaneri con sutil sarcasmo.

-Sí, pero ahora que tengo las originales de vuelta no tengo porque cambiar la cerraduras del departamento -argumentó aliviada.

-Es un alivio -susurró con fingida amabilidad- Bueno, me retiro.

-Gracias -dijo Elizabeth- Y asegúrate de que a la persona que encontró mis llaves le llegue un apropiado agradecimiento de mi parte -pidió la platinada sin mirar a la castaña, porque estaba concentrada manipulando las anillas metálicas de su llavero.

-Prepararé un obsequio apropiado, señorita -aseguró antes de retirarse.

Con las problemáticas llaves devuelta en su lugar, Elizabeth por fin pudo comenzar con su mañana de trabajo. Ignorando lo que se ocultaba tras la desaparición de aquellos trozos de metal.

La noche cubrió Kyoto rápidamente, eran cerca de las nueve de la noche cuando dos mujeres de cabellos incoloros atravesaron el portal del exclusivo edificio de departamentos donde residía la menor de ellas.

-¡Aun no puedo creer lo que le dijiste al tipo del restaurante! -exclamó Elizabeth.

-¡Se lo merecía! ¿Quién le dijo que yo quería alguno de sus "servicios"? -razonó la albina indignada.

-¡Mira, solo te ofreció galletas de la fortuna gratis! -se burló la menor.

-No voy a ir con cualquiera por galletas. Además, su cara al ofrecerlas fue asquerosa, casi pierdo el gusto por la comida china -argumentó.

-Eres imposible a veces -bromeó Elizabeth.

Ambas mujeres tomaron el elevador entre comentarios jocosos, mientras hacían malabares para equilibrar varias bolsas de víveres que contenían todo lo necesario para la estancia de ambas en el departamento de Elizabeth.

Pronto, suegra y nuera estuvieron dentro del departamento organizando los alimentos comprados mientras picoteaban las sobras de comida china. Al terminar, optaron por disfrutar de dos enormes tazas de chocolate caliente en el balcón, sentadas en un cómodo sofá de exterior y ataviadas en suéteres deportivos.

-Juro que haces el mejor chocolate caliente del mundo, Mira -halagó Elizabeth mientras disfrutaba de la cálida bebida entre sus manos.

-Exageras. Aunque, aquí entre nosotras, es una receta autóctona italiana -confesó la albina como si fuera un gran secreto.

-Supongo que aprendiste repostería italiana por Zeldris -argumentó la platinada.

-¿Qué te hace creerlo? -indagó sorprendida.

-Mel me dijo que Zeldris gusta del chocolate italiano -aclaró- También dijo que Zeldris hace berrinches cuando le llegan sus chocolates derretidos. Honestamente, no puedo creer eso sin pruebas -acotó bebiendo de su taza con tranquilidad.

-Es cierto -confesó Mirana, y Elizabeth escupió el líquido caliente que tenía en la boca, manchándose la ropa en el proceso.

-Noo... -susurró incrédula.

-¿Quieres ver? -cuestionó con una mirada picara, sacando el celular de su chaqueta deportiva.

-¡Síí~! -chilló Elizabeth.

Durante algunos minutos la albina miró concentrada la pantalla del smartphone, hasta que la expresión de sus ojos delató que encontró lo que buscaba. La mayor se aproximó más a la platinada mientras sostenía el aparato frente a ambas.

El video inicio con una introducción obviamente editada, una música suave y fondo negro, donde aparecieron las oraciones: "Berrinches de chocolate", "Una producción de Mirana Arelian", "Actor estelar: Zeldris Demon", "Me odiaras por esto, Zel".

Cuando terminó la breve introducción, inmediatamente se mostraba un video donde Zeldris salía en primera plana, obviamente molesto, hablando en un tono de voz alto.

-¡Tres malditas semanas para que llegaran! ¡Y vienen derretidos! -exclamó el azabache- ¿A quién demonios tengo que matar para que mis jodidos chocolates lleguen sólidos y no como una pasta nauseabunda con trocitos de maní? -vociferó.

-Zel, detente... -intervino Meliodas con cara de hastío- El embarque se retrasó, supéralo. Solo mételos al congelador sin abrirlos y podrás comerlos como te gustan.

-¡Tu no entiendes, Meliodas! Por no saber de cosas como estas es que tu comida sabe de los mil demonios -gritó- El chocolate al derretirse, separa de la materia oleosa del cacao y al recongelarse este pierde su mezclado homogéneo, por lo que al metértelo a la boca sabe más a aceite que a cacao -explicó el erudito del chocolate.

-¡No los comas y ya! ¡Demasiada grasa te sacará espinillas! -rebatió el hermano mayor.

-¿Cómo no comerlos? ¿Sabes lo que cuesta la importación de confitería extranjera? -razonó- ¡Son chocolates marca Perugina*! ¡Solo la documentación para que los traigan cuesta un mes de trámites!

-¡Tanto escándalo por unos mugres chocolates!

-¡No te metas con mis chocolates, Meliodas Demon! ¡O juro que no sales a tener sexo en seis meses! -amenazó el menor.

-¡Mirana! Por favor, hazlo entrar en razón -suplicó el rubio mirando a la cámara.

-¡A mí no me metan! Ya están grandecitos. Además, mis leyes de niñera dicen: no intervenir hasta que vea sangre -explicó la voz de la albina con burla.

Meliodas profirió un rugido, mientras Zeldris continúo con su argumento sobre la forma ideal de comer chocolates y porque le afectaba tanto cuando le llegaban derretidos, hasta que el rubio explotó.

-¡Ya cállate, maldito clon! -vociferó en español.

-¡Sabes que no hablo tu maldito idioma de seductores latinos!

-Ese no es mi problema, desviado sexual del chocolate. ¡Búscate una mujer a ver si se te arregla lo rarito! -continuó insultando en castellano.

-¡Yo también puedo hacer eso! ¡Asqueroso playboy de quinta! -insultó Zeldris en italiano.

Ambos hermanos continuaron insultándose hasta que la carcajada de Mirana llamó su atención.

-¿Qué? -cuestionaron los hermanos Demon al unísono.

-¿Saben que estoy grabando, no? -cuestionó la mayor.

Los rostros de los hermanos parecieron deformarse de la impresión, por un instante sus ojos verdes establecieron una muda comunicación y al siguiente segundo se abalanzaron contra la cámara que empezó a moverse erráticamente por los pasillos de la mansión Demon. Al parecer, Mirana huyó de Meliodas y Zeldris. Y el video concluyó.

-No-puede-ser -articuló Elizabeth sorprendida por lo antes visto.

-Zel es un apasionado del chocolate -comentó la mayor divertida.

-Obsesionado sería más correcto -bromeó la menor- Aunque, tiene suerte... Por él aprendiste a hacer este maravilloso chocolate.

-En realidad no -confesó Mirana- Viví casi dos años en Italia, aprendí mucho en el proceso.

-¡Woah! ¿Y cómo terminaste viviendo en Japón? -indagó.

-Me mudé con mi hermano, aquí su trabajo sería más tranquilo -respondió con la voz entristecida.

-Los cambios laborales siempre son duros -dijo Elizabeth para cerrar aquel tema.

Ambas permanecieron en silencio viendo el firmamento estrellado. Hasta que Mirana sintió la imperiosa necesidad de dejar atrás ese silencio que para ella resultaba incómodo.

-¿Planeabas decorar aquí? -cuestionó al ver algunas cajas con herramientas ocultas bajo lona.

-Sí, quería poner luces de navidad colgando del techo, pero fue demasiado trabajo para mi sola y lo abandoné -admitió- Y solo logré llenar de hoyos el techo -explicó deprimida.

-Tengo algo de experiencia en decoración de interiores, busca una escalera y te ayudare con esto -propuso animada.

Minutos después, Mirana estaba subida a una escalera de aluminio mientras atornillaba los pequeños soportes plásticos que sostendrían las luces, y desde abajo Elizabeth le pasaba los implementos que la mayor le pedía.

-De verdad que puedes hacerlo todo, Mira.

-Esto no es nada ¿Quién crees que decora la mansión Demon en navidad? -argumentó con burla- Esos tres amargados no saben ni colgar una esfera navideña.

-Mirana, quiero preguntarte algo y espero que no insultarte con mi duda -confesó Elizabeth apenada- ¿Por qué aun vives con los Demon? Di-digo fuiste niñera de Meliodas y Zeldris, pero ellos ya... Pudiste irte hace mucho y trabajar de lo que quisieras, tienes muchas habilidades.

-Entiendo... -murmuró- Digamos que solo me acostumbre a estar allí. Pero, aquí entre nosotras, uno de mis motivos fue una promesa que hice a la señora Elise antes de morir, eso y... -Mirana pareció avergonzarse de sus pensamientos, porque sus mejillas se colorearon con un leve rubor.

-Algún día nos contaras más de ti, cuando te sientas lista -la tranquilizó la menor.

-¿Nos? -preguntó la peliblanca confundida.

-A Gelda y a mí; y por supuesto a Meliodas y Zeldris -respondió- Debo confesar que todos estamos preocupados por ti, has dedicado tu vida entera a los Demon y nos percatamos de que no sabemos si te sientes verdaderamente libre -razonó con timidez.

Aquellas palabras conmovieron profundamente a Mirana y las palabras de su amigo italiano terminaron de asentarse en su cabeza: "Ellos no son unos niños y pueden protegerse a sí mismos". Por lo que tomó una decisión.

-¿Sabes? -comentó Mirana- Últimamente he pensado en mudarme...

-¡Eso es fantástico! ¡Podrías mudarte aquí o al departamento de Meliodas, ya sabes que no los usamos para nada! -exclamó con emoción.

-Te lo agradezco, Ellie. Pero voy a buscarme mi propio lugar -argumentó con determinación en la mirada.

-Me parece excelente. Puedo ayudarte a buscar sitio alguno de estos días, también podemos incluir a Gelda -propuso con amabilidad.

-Me encantaría -aceptó sonriente.

Las mujeres de cabellos incoloros continuaron su labor mientras hablaban de trivialidades, casi dos horas después, el balcón literalmente brillaba desde una nueva perspectiva, las luces navideñas colgando en todo el techo proporcionaban una iluminación que otorgaba una sensación acogedora al espacio a pesar de las corrientes frías que surcaban continuamente durante la noche.

Casi al otro lado del globo terráqueo una aeronave de color negro arribaba al Aeropuerto Internacional de Roma, varios operarios de la terminal se apresuraron por agilizar el desembarque de la importante persona que venía en el transporte. Y cuando la escalerilla del jet estuvo correctamente desplegada, en la pista se había reunido un pequeño grupo de reporteros, que esperaban ansiosos por captar con sus cámaras el arribo a Italia del poderoso heredero de la internacionalmente famosa empresa Demon.

Meliodas bajó por la escalerilla fresco como lechuga, con una enorme sonrisa y sus ojos ocultos tras unas gafas oscuras de estilo aviador, tras él desembarcaron sus guardaespaldas y asistente, el último atareado con los cientos de notificaciones de correos que empezaron a llegar a su tablet de trabajo apenas tocaron tierra.

El rubio se acercó sonriente al grupo de periodistas y estos le bombardearon con preguntas, que respondió de manera concisa, consultó brevemente su reloj y calculó la diferencia horaria, con Japón, seguramente serian cerca de la una de la madrugada*; imaginó que Elizabeth estaría dormida a esa hora, por lo que prefirió enviarle un rápido WhatsApp avisándole que llegó bien y que la llamaría a una hora conveniente.

Apenas el mensaje marcó el doble check, su teléfono comenzó a repicar, era Elizabeth. Con una señal de su mano, sus guardaespaldas apartaron a los reporteros que aun insistían con sus preguntas.

-¡Cariño! Te creí dormida -respondió con felicidad.

-Mi amor, hoy hice noche de chicas con Mirana y quisimos esperar despiertas para saber que llegaste bien -dijo la platinada con voz dulce.

-¡Mel! Llevamos dos tazas de café por ti ¡Aprécialo! -gritó Mirana en el fondo.

-Ponme en altavoz, preciosa -pidió el rubio a su novia- ¿Listo?

-Te escuchamos fuerte y claro -dijeron ambas mujeres al unisonó.

-Las amo a las dos, ya las extraño. Son de lo mejor en mi vida -admitió con cursilería.

-¡Aew! ¡El malévolo cucarachón se nos puso sentimental!* -bromeó Mirana.

-¡Uno esforzándose y ustedes burlándose con memes pasados de moda! -bromeó Meliodas -En fin, ustedes deberían dormir y yo probablemente tenga que evitar que mi asistente colapse por tanto correo que está recibiendo ahora -razonó mirando la cara angustiada de su empleado que miraba con aturdimiento la tablet en sus manos.

-Te quiero, Meli bebé -gritó Mirana- ¡Tráeme un regalo!

-¿Ellie? -cuestionó para saber si su novia seguía en la línea.

-¿Dime, amor?

-Dos cosas; no más café para Mira, ya la falta de sueño la está poniendo ebria. Y segundo, te amo.

La dulce voz de su amada resonó en una tierna risa que le recordaban a las campanillas de viento.

-Yo también te amo. Y esconderé el café -consoló la platinada.

-Me alivia saber que no estás en casa sola -confesó Meliodas.

-Estamos en mi departamento -aclaró.
-¿Y eso porque? -indagó consternado.

-Seguramente Mirana lo explicaría mejor que yo, pero tiene que ver con Mazinger Z, ya sabes esa vieja caricatura de un robot gigante protegiendo Tokio -contó.

-Mirana es un personaje -rió el ojiverde.

-¡Y que lo digas! -exclamó- Bueno, rubio. Me encanta hablar contigo, pero mañana trabajo.

-Descansa, preciosa. Te llamaré pronto.

La llamada concluyó y Meliodas junto a sus acompañantes ingresaron a la terminal, atravesándola con rapidez.

-El vehículo ya está esperándonos en la entrada, señor Demon -informó el asistente.

-Bien -aceptó con una sonrisa.

Al salir por las puertas automáticas del aeropuerto, dos vehículos estaban estacionados en el espacio designado para los taxis, una camioneta blindada y de vidrios ahumados, y un deportivo color rojo cereza, del que bajo, para sorpresa de Meliodas, Liz. La pelirroja corrió al encuentro del sorprendido rubio abrazándolo con fuerza.

-¡Mel! ¡Bienvenido! -exclamó con una sonrisa digna de un comercial de dentífrico.

-¿Liz? -cuestionó con incredulidad.

-¡Claro! ¿Quién más si no? ¿El jet-lag* ya te está afectando? -indagó en tono juguetón mientras se cruzaba de brazos.

-¿Qué haces aquí?

-¿Estuvo mal? -preguntó la pelirroja con pesar- Me enteré de que vendrías y pensé que sería lindo salir a hacer turismo juntos, hoy es mi único libre antes de la semana de la moda -explicó.

-Pues... Liz, es muy linda tu intención, pero quiero llegar al hotel bañarme y arreglar algunos asuntos con mi asistente -se excusó.

-¿Estás diciendo que no tomaste una ducha en el avión? Si mal no recuerdo tu jet tiene una pequeña ducha -razonó.

-Ehm; si... Lo hice. Pero fue incómodo, prefiero darme una ducha de verdad y cambiarme por algo más cómodo, ya sabes...

-Bueno, te acompaño a tu hotel y luego salimos juntos. ¡Vamos, Mel! ¿No me fallarías o sí? Vine aquí por ti -comentó usando una mirada de cachorro que evangelizaría hasta al Grinch.

-Bien... -aceptó con cansancio.

-¡Genial! -exclamó volviendo a abrazar al Demon- Ven, vienes conmigo. Te dejo conducir. Ese modelito es una pasada -dijo señalando al deportivo italiano estacionado frente a ellos.

-Me convenciste.

Los amigos de la infancia abordaron el vistoso deportivo y programaron el GPS con la dirección del hotel que les proporcionó el asistente del rubio.

A la mañana siguiente, Meliodas y Liz junto a los empleados del primero condujeron hasta Milán, donde el rubio tenía programada una comida con sus posibles nuevos socios; y Liz debía estar presente para varias pruebas de maquillaje, peinado y ropa antes de la gran noche.

En la locación del desfile de modas, las modelos eran preparadas en los camerinos antes de subir a la pasarela, Liz y sus demás amigas esperaban tranquilamente su turno con los estilistas mientras hablaban tranquilamente.

-¿Y bien, fuiste por el chico Demon ayer? -cuestionó la estoica Ren quien sabia de los planes de su amiga.

-Sí... -admitió algo avergonzada- Salimos a un bar, conversamos mucho y bailamos también.

-¡¿Saliste ayer con Meliodas Demon?! -preguntó una modelo rubia a los gritos.

-Uhm, si ¿Pero cómo sabes de él? -cuestionó Liz.

-¡Cariño, su llegada a Italia estuvo en todas las portadas de economía y sociales de hoy! -intervino una cuarta chica.

-¡No sabía que tenía novia! ¡Chica, eres una mujer con suerte! -halagó la rubia.

-N-no soy su novia, es mi amigo de la infancia y estoy tratando de ayudar a su padre a... -trató de contar Liz, pero la vergüenza pudo con ella.

-Está en una relación inadecuada y su familia no la aprueba, le pidieron ayuda a Liz con el tema -explicó Ren sin ningún filtro.

-¡Woah! ¡Qué fuerte! -dijo una de las modelos.

-El problema es que no sabemos cómo... -admitió Liz derrotada- Queremos hacer un escándalo que enoje a su novia pero ni idea de cómo lograrlo.

-¡Eso es muy sencillo! -dijo la rubia.

-Sí, debiste preguntarnos antes. Estamos para ayudarnos -comentó otra de las modelos.

-Lo primero es hacerse ver en lugares muy públicos, pudieras invitarlo a la fiesta de apertura -instruyó la rubia.

-¡Buena idea! Son amigos así que puedes tomarlo del brazo o de la mano frente a las cámaras. No se necesita mucho para revolucionar a los paparazzi.

-Tómense fotos para las redes sociales, nosotras podríamos subirlas para que él no sospeche -acotó la rubia.

-Está atenta cuando un camarógrafo este cerca, podrías acercarte mucho a él con la excusa de la música alta y hablarle al oído -colaboró Ren.

-¡Finge estar borracha para que él te lleve al hotel! Aprovecha y siéntate en sus piernas casualmente, ya sabes en actitud coqueta -volvió a sugerir la rubia.

-¡Son excelentes ideas, chicas! -dijo Liz emocionada- Aunque ciertamente no me veo haciendo algunas de esas cosas, pues verán él...

Y así Liz contó de su amor fallido con el rubio, obteniendo aún más apoyo y simpatía por parte de las modelos. Y mientras las hermosas chicas de portada de revista confabulaban contra Meliodas y su pareja, este esperaba en su habitación por la hora en la que se reuniría con los empresarios en el restaurante del hotel, aunque lo que menos pasaba por su cabeza era la reunión con los posibles socios, ya que estaba chateando alegremente con Elizabeth.

Ellie ♥

"¿Mira, te pateó dormida?"

"Sí, seguro dejará marca"

"Se revuelve como pez fuera del agua cuando tiene pesadillas"

"¡Sabes demasiado de tu nana!"

"Es sospechoso"

"Ha estado conmigo desde que dejé los pañales"

"Algo debo saber"

"Repito"

"SOSPECHOSO"

En ese instante una llamada interrumpió la conversación de los enamorados, era Liz. Y aunque Meliodas no quería contestar, la insistencia de la pelirroja lo derrotó.

-¡Hola! -saludó con fingidos ánimos.

-¡Mel! ¡Hola! -dijo la pelirroja algo nerviosa- Te llamaba para...

-¿Sí? -alentó el rubio apresurado por volver a su chat con Elizabeth.

-Yo, ehm... -se escuchó como la chica respiraba profundamente- Mañana es la apertura de la semana de la moda y quería invitarte al evento -explicó lo más rápido que pudo.

-Liz... -susurró- Sabes que esos no son mi tipo de eventos y...

-¡No tienes que venir a ver la pasarela! Te invitaba a venir a la fiesta, será divertido, además hay muchos empresarios que vienen con sus parejas y podría ser beneficioso para la compañía Demon -argumentó.
-Sí pero...

-Normalmente mi padre viene, pero ya sabes... Con el asunto de nuestro negocio, tiene demasiado trabajo -jugó la carta de la compasión.

Meliodas se sintió moralmente obligado a acompañar a la pelirroja, aunque su deseo era quedarse en su habitación de hotel y hablar con su pareja toda la noche.

-No tienes que responderme ahora, el evento es mañana y si no estás muy ocupado puedes venir, enviaré los pases a tu hotel -dijo Liz antes de colgar intempestivamente.

El rubio miró su teléfono con cansancio, pero la luz parpadeante que le avisaba el estatus de su barra de notificaciones, le indicó que tenía mensajes por responder. Abrió nuevamente el chat con su novia.

Ellie ♥

"Mel"

"¡Mel!"

"¿Estas alli?"

"¿Ni un emoji de despedida?"

"Me pierdes, rubio"

"Estaba contestando una llamada"

"Era Liz"

"Uhm"

"¿Necesitaba algo?"

"Te dije que está en la ciudad por trabajo"

"Sí..."

"Bueno"

"Al parecer su padre no podrá estar en la pasarela de apertura"

"Quiere que la acompañe"

"Me enviará pases al after party"

"Uhm..."

"¿Tú qué crees?"

"Es una chica sensible"

"Y obviando el asunto de la fiesta de mi padre"

"Es tu amiga de la infancia"

"Pero tú decides"

"No quiero ir"

"Pero no quiero ser un maldito"

"Se escuchaba triste al teléfono"

"Uhm"

"Bueno, tienes mi permiso para ir"

"jajajaja"

"Preciosa, te amo. Pero no pedí tu permiso"

"No me importa"

"Ya te lo di y no puedo despermisarte ahora"

"¿Despermisar?"

"¿Esa palabra existe?"

"No lo sé y no me interesa"

"Por cierto, rubio"

"Mi cabello ya inició el lento proceso a convertirse en un nido de pájaros"

"Debo empezar a arreglarme ahora, si quiero llegar a una hora
decente al trabajo"

"Ok"

"Ten un buen día"

"Meliodas el sodomizado con permiso, fuera"

"jajaja"

"Te amo"

"Hablamos en la noche"

Bloqueando su teléfono se levantó del cómodo sofá que ocupaba para dirigirse a la salida de la habitación, dispuesto a impresionar a esos viejos estirados y poner un pronto fin a sus asuntos en Italia, para regresar corriendo a su paradisiaco hogar donde su magnífica novia lo esperaba.

♥♥♥
¡Ahora sí!
Editado precioso y con los créditos.
Lamentablemente tuve que cortarlo porque ya estaba excediendo el límite de hojas word que me puse para no aburrirlos.

Saludos especiales para la preciosa @JoanaNegron quien fue la primera en votar en el capitulo pasado:

Mucho amor para las personitas resaltadas en verde porque según lo que sé, son nuevos en la historia, eso o cambiaron sus nombres y no los reconozco. Fuera como fuera: ¡BIENVENIDOS!

Sin olvidar a mis soldaditos desconocidos.

Y AHORA...
La sección de referencias favorita de todos bautizada por la maravillosa

AmoMelizabeth_Elimay:

¡La esquina de cultura y referencias de Mia-sama!

1* A este trago se lo conoce comúnmente como mimosa, esta hecho a base de jugo de naranja y champán. Cultura alcohólica con quien no toma ni café.
2* ADVERTENCIA. La ingesta de fármacos y licor es inclusive mas peligrosa que las drogas, ya que no se puede predecir los agentes químicos en los que se pueden transformar estas sustancias al ser asimiladas por el organismo, la que genera consecuencias devastadoras en ciertos órganos, como riñón, hígado, sistema digestivo, etc. Obviando también las posibles reacciones alérgicas.
3* Perugina, maravillosa marca de chocolates amargos y semi amargos manufacturados en Italia. No se comercializan en todas partes porque a veces el costo de importación de confitería extranjera es mayor que su precio de venta.
4*Ustedes también conocen el meme, no se hagan.
5* Jet-lag, así llaman al síndrome de no poderse adaptar rápidamente a un nuevo uso horario luego de un viaje internacional.
6* Un vuelo comercial dura 18 horas desde Japón a Italia, pero los jet o aviones privados al ser mas pequeños tienen mayor rapidez y poco desgaste, ignoro verdaderamente lo que duraría el vuelo de Meliodas en un verdadero jet, por ello solo le reduje dos horas de travesía. La diferencia horaria entre Italia y Japon es de 8 horas, siendo que la isla nipona cuenta con 8 horas mas, respecto a la hora en Italia.

Hasta aquí mi transmisión Joaquín.
Mía, fuera♥!


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