Cerca de la competencia

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Los días de combate eran sus favoritos, especialmente los de los sábados, eran más dinámicos y llenos de adrenalina y emoción, gustaba de pelear con todos y armar estrategias para combatir a cada uno de sus compañeros, ya que cada uno tenía un estilo distinto. Gabriel era el más predecible de todos, aprovechaba la potencia de sus piernas para intimidar al oponente, acertando golpes precisos y fuertes, no era mucho de golpear a la cara y sus giros no eran tan buenos, suponía que acercándose lo suficiente y manteniendo una distancia prudente, podría acertar varios puntos, tanto arriba como abajo, ella era más ligera, por lo tanto mucho más veloz, con su hermano todo era distinto, Lalo era delgado y alto como un espárrago, al igual que Adrián y Samuel, por suerte este último ya no estaba, pero si tenía que definir con quien de los dos era más difícil pelear, sin dudarlo diría que Adrián.
Sus ganchos y eran algo de lo que temer y aunque no gozaba de una fuerza descomunal si era bastante más veloz y hábil, mucho más que ella. No era el tipo de peleador que quisiera encontrarse en una competencia, era muy bueno atacando y tenía algo que muchos soñaban con poseer.

Tenía talento nato, desde el primer día de entrenamiento lo supieron.
Era una lástima que su familia no pudiera invertirle más, ya que fácilmente podría llegar a los Nacionales sin temer por encontrar un adversario lo suficientemente fuerte como para derrotarlo.
Para ella, Adrián era el perfecto peleador, el más fuerte y hábil de todos.

Aunque claro, ella también tenía lo suyo, sin embargo no siempre fue buena.

Recordaba con vividez sus primeros años dentro de ese deporte.

Ella era tan solo una ratita, una pulga, un ser demasiado pequeño e inofensivo para decir que podría soportar los golpes. Tenía cuatro años cuando recibió la primera paliza de su vida, salió llorando y pidiendo que no la obligaran a volver ahí, sin embargo, su madre que ya había estado en esa misma situación no la dejo ir tan fácil, la arrastró los siguientes cuatro años hasta el gimnasio de su hermano, obligandola prácticamente. No había torneo en el cual no llorara después de ser eliminada en la primera ronda.
Sin embargo, todo cambió después de su graduación de cinta negra. Para ese  entonces ya tenía ocho años y Gabriel siete, eran los más pequeños de su generación y tras ese evento, ambos se abrazaron, llorando. Debía admitir que a lo mejor a los más grandes se les antojaba ridículo, pero para ellos, ese momento era más que emocionante, el primer logro después de años de entrenamiento, lágrimas, sudor e inclusive sangre; a pesar de ser demasiado bajitos, flacos o gorditos (dependiera de quien se hablaba), lo habían logrado, y juntos.
Mientras se abrazaban con fuerza y varias lágrimas, sabían que ese momento jamás sería olvidado por ninguno de los dos, ya eran amigos y encontrarse en un deporte tan complicado como ese, solo logró fortalecer el vínculo que ya se estaba formando desde el preescolar, ese era el inicio de una amistad duradera. Iban a la misma escuela, entrenaban juntos y jugaban de la misma forma.

Muchos de sus juegos eran algo toscos para niños de su edad, a veces se ponían las caretas y gustaban de ver quien golpeaba primero al otro, Gabriel ayudó a Helena a volverse más resistente, mientras que ella lo ayudo a aguduzar sus sentidos.

Después de la graduación ya no hubo quien los detuviera, ambos parecieron encontrar un poder que dormía dentro de ellos, y al parecer el color negro rodeando sus cinturas les había hecho despertarlo de forma repentina, las medallas de primer lugar no tardaron en aparecer en sus medalleros. En cada torneo buscaban ver al otro pelear y se desgarraban las gargantas en gritos de apoyo, al finalizar la última contienda, se abrazaban, sin sentir asco por el sudor, para ellos ya era algo normal, además solían decir que prefería sudar bajo el techo de un gimnasio a tener que aucumbir a los efectos del sol abrazador y quedar llenos de tierra en una cancha de fútbol llanero.
Después llegaron los selectivos estatales y las competencias fuera del estado, sin embargo, llegada la etapa regional por una u otra razón terminaban siendo eliminados, casi parecía ser una clase de maldición compartida.

Este, era el último año, al menos para Helena, tenía ya diecisiete años cumplidos, después de eso pasaría a ser un adulto y eso significaba competir en un nivel mucho más alto.

Eso le aterraba.
No sabía bien porque, si técnicamente tendría la misma edad que sus adversarias. A lo mejor se debía más a solo un bloqueo mental impuesto por ella misma.

Por esa misma razón observaba meticulosamente los combates de sus compañeros, solo lamentaba que no hubiera más chicas en su clase, habían varias niñas, mucho menores que ella, así que su única opción era pelear con los hombres, todos más grandes, tanto en edad como en tamaño.

Tenía las manos puestas sobre su peto y la careta puesta mientras miraba a su hermano intentar golpear a Manuel, otro de sus compañeros, en el  rostro. Pelear con hombres era raro, parecían no temerle a nada, giraba y brinacaban con tal habilidad que ella envidiaba.
La contienda termino y tras algunas observaciones de su entrenador, paso la siguiente pareja, Gabriel y Lalo.

—¿Ya sabes que vas a hacer?—la voz calmada y juvenil de Adrián la alertó y le hizo encender sus señales de alarma de inmediato.

Observó al otro extremo del gimnasio, donde había visto a Adrián hace unos momentos atrás, pero ya no estaba ahí, ahora se encontraba a su lado, casi susurrandole, intentando mantener una conversación con ella.

—No, exactamente—giró un poco la cabeza para mirarlo y al encontrarse con su rostro sudado, decidió mejor regresar su vista al frente, no porque le pareciera desagradable, más bien porque cuando era un poco más niña, por alguna razón le fascinaba verlo con su equipo puesto, a lo mejor se trataba de un fetiche o algo similar, pero ciertamente no quería descubrirlo ahora, no después de haber tenido una pelea con Gabriel por...él.
—Eres pequeña, más hábil y más rápida, podrías...
—Sé bien cuáles son mis ventajas frente a Gabriel...
—Y él está enamorado de ti—mantuvo su mirada al frente, hasta ese momento, pues la desconcerto y de cierta manera la sacó por completo de su zona de confort, ¿a donde planeaba llevar la conversación?
—¿Qué estás sugiriendo, Adrián?—por muchos años luchó contra comentarios de ese tipo, el hecho de que las personas ajenas al gimnasio no la respetarán como cinta negra hecha y derecha, solían señalarle que su familia era la dueña de la institución y su grado se limitaba únicamente a eso, ser la sobrina de su propio entrenador, lo cual era ridículo y la llenaba de enojo siempre. Solamente ella conocía el camino espinoso qué debió recorrer para ser lo suficientemente buena, para que sus compañeros la respetaran y la tomarán enserio como una más del grupo y no solo una niña bonita a la cual le habían comprado el puesto.

Así que el saber que Adrián pensara que ella solo podía hacerle frente a su novio únicamente porque estaba prendado de ella, si, la ofendía, y mucho.

—Solo creo, que podrías usar eso a tu favor—Helena lo miró de vuelta y trago saliva, al notarlo tan cerca de ella, los demás alumnos no se dieron cuenta claro, pues se encontraban tan absortos en la pelea de sus compañeros que lo que sucediera a sus alrededores no importaba mucho. Lalo se anticipo con su pierna delantera, Gabriel recibió todo el impacto y su cuerpo se precipito hacía atrás, sin embargo, no cayó ante el golpe, en su lugar se dirigio al frente intento girar cuando Lalo lo atacó con la misma tecnica—Podrías practicar patadas nuevas, o combinanciones que no te salgan, él...
—No voy a hacer eso—completamente inmutable, un no rotundo fue lo único que alcanzo a decir, conocía bien a Gabriel, en cuanto ella se equivocara, diera un paso en falso, un mal movimiento, algo, lo que fuera y terminaría con un golpe seguro, no con toda la potencia de sus piernas, pero si le serviría de recordatorio que no debía hacer cosas estúpidas en un combate—En cuanto me distraiga Gabriel va a aprovecharlo y a sacar ventaja—y es que un inicio eso era lo la había ayudado tanto a mejorar, él era su dupla perfecta porque no le consentía sus errores en el entrenamiento.
—Pues, yo jamás te lastimaría, a propósito sacando ventaja de un pequeño error—su voz, así como la conocía desde siempre, sonó más profunda, más varonil más...ronca y eso, le provocó temerle; no porque le tuviera miedo a él en si, claro que no, le temía en ese momento, por la forma en la que su corazón salto dentro de ella y de pronto sus latidos parecieron alterarse a tal punto de volverse tan fuertes y rápidos que podía escucharlos.
La sangre de alguna parte de su cuerpo viajó rápidamente hasta sus mejillas al igual que el calor de su cuerpo, ya no sentía ni siquiera los dedos de sus pies, era como si se hubiera quedado petrificada del cuello para abajo, ahí, frente a la persona menos indicada, mientras miraba sus ojos tristes con pestañas largas. Él tenía que inclinarse más que Gabriel para mirarla a los ojos, porque era más alto y ella tenía que levantar más la cabeza para poder verlo, justamente por la misma razón.

De pronto, todo el gimnasio pareció verse reducido solo a ellos y el miedo volvió a reactivarle los músculos del cuerpo, como una descarga eléctrica que le advertía del peligro.
Y por primera vez en mucho tiempo, su cuerpo le demandó correr, huir de ahí, dió un paso hacía atrás, sin dejar de mirarlo, tratando al mismo tiempo, de articular algo entendíble.

—¡Ustedes dos!, dejen de chismear—la voz de su tío los sacó de ese embrujo, de ese hechizo aparente que los mantenía cautivos a los dos.

Ella carraspeo la garganta y casi por inercia, para hacerse la desentendida, bajó la mirada y no pudo evitar notar, como una de las manos de Adrián, se encontraba peligrosamente cerca de la suya. Ambas envueltas por los guantes que debían usar durante sus combates, no supo porque, pero le dio la impresión de que vistas desde esa forma, se parecían mucho a dos piezas de rompecabezas, intentando encajar una con la otra, era raro, lo sabía, así que intentó apartar esos pensamientos nebulosos para concentrarse en el aquí y ahora.
Abrió los ojos con sorpresa y él la apartó rápidamente, retuvo un suspiro y devolvió la mirada al frente.

Se topó con los ojos de Gabriel.

Y no le gustó nada lo que vió reflejados en ellos.

Le dejó claro que había visto todo, quizás no escuchado, pero si visto.

—Helena, vas—ella asintió y se colocó su protector bucal, no quería quedarse sin dientes. Dio un paso hacía el frente y se posiciono en guardia, lista para enfrentar lo que viniera. Sin embargo, al mirar a Gabriel (como siempre solía hacerlo antes de pelear), notó que la sonrisa habitual que adornaba su rostro ya no estaba.

¿Qué había hecho?

Su profesor les dió la indicación y la mirada del chico la intimido por completo.
Habitualmente habría atacado primero, le gustaba anticipar el primer golpe, pero esta vez no fue así, su novio fue más rápido y preciso. Pateó su tronco con su pierna derecha  y Helena tuvo que quitarse tan pronto como el contacto terminó.

El aire comenzaba a faltarle.

Sabía lo que significaba eso.

Bien sabía que si forzaba a su cuerpo a más, sin aire dentro de él, terminaría desmayandose y claro haciendo el ridículo enfrente de todos, no podía permitir eso, no con los padres de sus compañeros mirando y peor aún, con Adrián viendo la pelea, solo reforzaría su teoría, la cual indicaba que era débil y solo un rostro bonito para mostrar, hizo lo mejor que pudo en ese momento, lo que su instinto de supervivencia le pedía a gritos que hiciera. Así que en cuanto Gabriel se acercó para volver a golpear su cuerpo, ella se deslizó por el tatami hacía a un lado, moviéndose en diagonal hasta que pudo abrazar al chico, recargar su cabeza en su cuerpo y tratar de recuperar el aire que le faltaba.
Él luchaba por librarse de aquel contacto, bien sabía que no era bueno tenerla cerca, al menos no en una pelea, sin embargo, ella se aferro a su peto, desde la parte de atrás, donde un par de correas lo mantenían atado adecuadamente, eso no estaba bien visto, si algún juez llegaba a verla hacer eso en un enfrentamiento real, podría amonestarla, pero en ese momento no le importaba, solo quería no...necesitaba de verdad recuperar el oxígeno para no terminar tirada en el tatami del gimnasio. Una vez sus pulmones dieron una bocana de aire nuevamente, se sintió con la suficiente fuerza para ejecutar su siguiente movimiento, tomó un poco de distancia, antes de levantar una de sus piernas y con gran velocidad, estamparla contra el rostro de Gabriel.

Sabía bien que eso era como firmar un pacto de muerte, en el área de combate, con esa agresión, era como darle carta abierta a que él pudiera hacer lo que quisiera con ella, aunque en su defensa, él empezó, primer lugar.

Justo como cuando era niños.

El resto del combate se resumió a intercambios de pateo y algunos de esos ataques ni siquiera llegaban a conectar del todo, ella no estaba dispuesta a dejarse vencer tan fácil, aunque se encontrara en clara desventaja, ella quería dar todo de si.
Intento imitar a su hermano, adelantandose con su pierna derecha, mientras la sostenía en el aire, intentando conectar algo, lo que fuera, así se asemejara más a un roce que a una patada, sin embargo nada de eso sirvió, el repelía todo, como si sus esfuerzos no significaran nada, ella también tuvo que cubrirse muchas veces, cuando no alcanzaba a quitarse, y sus brazos estaban pagando las consecuencias, al querer salvaguardar su peto, no le importó mucho usar sus delgados brazos para que fueran ellos quienes resintieran los impactos. De algún modo logró desesperarla, lo suficiente como para hacerla retroceder, no podía estar tan alejada de él, era demasiado pequeña y no debía exponerse de esa manera, intentó acercarse nuevamente, pero no se anticipo al siguiente movimiento del chico con el que peleaba.

Bien sabía que él no era bueno haciendo giros, a pesar de que para su peso, debería dominarlos bastante bien, jamás logró controlarlos del todo y si ahora, los estaba poniendo en práctica con ella, quería decir solo una cosa.

Que la consideraba débil, casi como un sparring con quien podría practicar sin temer a las represalías.

Bien sabía que ese estilo no era lo suyo, pero no pudo esquivarlo, eso lo hacía más tonta a ella, por no moverse más rápido.
El impacto llegó hasta su hombro, no en su pecho como era de esperarse.

De pronto un dolor horrible, le invadió el cuerpo entero, pero el núcleo estaba en su hombro izquierdo, sintió el hueso desplazarse hacía atrás, justo como ella de manera entera.
Su espalda choco contra el suelo, no estruendoso, o al menos no lo escuchó, pues su hueso, moviéndose dentro de su piel le preocupaba más.
Dolía, más que cualquier otro tipo de herida experimentada con anterioridad.

De pronto el aire volvió a faltarle y las lágrimas no tardaron en llegar, era mucho peor que la lesión en su rodilla, curada ya hace años atrás. Cerró los ojos y por instinto llevó su mano derecha hasta el lugar afectado y lo apretó, al igual que la mandíbula.
Luchó por no gritar y solo pudo atinar a respirar de forma agitada, mientras su profesor se acercaba para revisarla.

—Vamos, arriba, has recibido peores—le dijo su tío mientras le ofrecía una mano para ayudarla a levantarse, pero por alguna razón...no podía.
—N-no, me puedo levantar—el pánico la inundó y su respiración se agitó todavía más. Su familiar pareció casi imitarla, como una especie de reacción espejo, pues bien sabía que su sobrina jamás se pondría a llorar en medio de una pelea ni se quejaría si el dolor no era insoportable—Mi hombro...no lo siento—el hombre la despojo del equipo de protección en la parte del brazo y subió su uniforme hasta la parte lastimada, agradeció que el dobok le quedara grande.
Le pidió que se calmara y que por favor confiara en él.
Helena asintió, aún con el sudor empapado su rostro y combinandose con la amargura de sus lágrimas.
Tomó su débil extremidad y la jaló hacía él, regresando todo a su lugar, el dolor punzante y caliente nuevamente le invito a gritar de forma desgarradora, pero no lo hizo, solo lloro y gimió un poco de dolor, en voz baja.

De pronto, un par de manos desconocidas la tomaron por la espalda y la parte trasera de las rodillas. Dejó de sentir el piso bajo ella y solo pudo percibir el olor de una colonia masculina, al igual que la crema para peinar, no era su hermano, pues este mismo le preguntaba sin parar que estaba sintiendo, como le dolía y si estaba bien.
En ese momento todo le parecía algo borroso y las voces de los demás sonaban aisladas, casi como si se encontrarán a un volumen tremendamente bajo.

Retuvo un suspiro, no quería sollozar más.

Recargo parte de su mejilla en el pecho cubierto por el peto de otro de sus compañeros, hasta ese momento desconocido, volvió a apretar la mandíbula, intentando canalizar el dolor en algo más, apretando con su mano libre el cuerpo de ese otro hombre.

Se la llevaron a la oficina.
Pudo escuchar como su tío le relegaba la clase a Lalo y este luchaba por irse con su hermana, sin embargo, sabía que si no se concentraba en algo más, solo iba a ponerse paranoico y terminaría asustandola más de lo que ya estaba.

Alcanzó a divisar un poco el rostro de Gabriel a la distancia, mientras se alejaban.
Esperaba encontrarlo preocupado, por haberle causado tal dolor, mucho más sabiendo que se encontraban cerca del selectivo.
Pero no era así, lo último que alcanzó a ver antes de que se cerrara la puerta de la oficina fue un rostro sin expresión alguna.

Frío.

La puerta se cerró y ella miró a quien la sostenía en brazos.

Era Adrián.

—Llora—fue lo primero que salió de sus labios—Sé lo que se siente...no lo reprimas, solo llora, ya no tienes que demostrarle a nadie que eres fuerte o valiente, ya lo demostraste y mucho—como si esas fueran las palabras que esperaba escuchar, el alivio llegó con esa frase y finalmente, se soltó a llorar, de dolor quizás, o solo porque su mente no paraba de pensar en lo que aquella nueva lesión significaría en su rendimiento deportivo.

¿Podría competir así?, ¿era grave?

Adrián la apoyo sobre una de las sillas de la oficina y con mucho cuidado desató el peto, se lo quitó, sin tocar el hombro afectado.

—Me duele mucho, n-no sé si voy a poder competir así, el s-selectivo es muy pronto...—apenas y alcanzó a balbucear.
—Va a pasar, te prometo que va a pasar y no te preocupes por la competencia, tus papás tienen un muy buen doctor, vas a estar bien—su tío se movía de un lado a otro con su teléfono en la mano, probablemente estaba llamando a su madre o al ortopedista que había atendido a muchos en la familia, las palabras de Adrián sirvieron al menos como consuelo.
—Dijiste que sabías lo que se siente...¿tú también...?—el chico hizo a un lado el peto y la miró a los ojos, se encontraba hinchado en una rodilla mientras intentaba calmarla un poco.

Él se la vivía lesionado todo el tiempo, esas heridas jamás se curaron, pero estaba aprendiendo a vivir con ellas, de a poco, su familia no podía pagar un médico que lo monitorera constantemente, en su lugar, solían llevarlo con hueseros para que arreglara esos defectos que su cuerpo iba presentando a medida que se volvía mayor. Quizás estaba un poco celoso.

—Tal vez no lo recuerdes, eras muy pequeña y ni siquiera entrenabamos juntos—comenzó su relato con un aire nostálgico, Helena no dejaba de mirarlo, con muchas interrogantes probablemente—Cuando tenía doce me luxe el brazo peleando contra tus hermanos, hice un gancho y pues dígamos que caí mal...támpoco podía levantarme—había corrido a ayudarla porque a pesar de saber que muchos se preocupaban por ella, a él le hubiera gustado que siendo solo un niño, alguien lo tomará en brazos y le evitara la pena de tener que caminar por todo el gimnasio como un gato herido. Para ese entonces ya era bastante alto y su mismo orgullo le impidió ser ayudado por los adultos a su alrededor, aunque añoraba que alguien lo consolara de esa forma—Mi familia no pudo costear una recuperación rápida. Pero la tuya si, vas a estar bien y en unos meses ni siquiera vas a recordar esto...
—Gracias...
—¿Por qué?—quiso saber.
—Por cargarme...—Helena sabía que en el fondo, deseaba que no fuera él quien la consolara o hubiera acudido a rescatarla.

Ese era trabajo de Gabriel.
Pero no quiso si quiera acercarse a ayudarla.

¿Por qué...?

Recordó la última mirada que le dedicó antes.
Y un escalofrío le recorrió la espina dorsal.

Su padre no tardó en llegar y lo siguiente que supo es que se encontraba en una de las camionetas de su familia, rumbo al hospital.

_______________________________

—¿¡Qué hizo qué!?—fue lo primero que su madre dijo cuando le relataron lo sucedido hace apenas unas horas atrás, Lalo era quien hablaba mientras sus padres escuchaban atentamente. Ella por su parte se encontraba recostada en su cama, Daemon buscaba recostarse en su pecho, claramente preocupado por el estado de su humana.
—No lo hizo a propósito, fue en entrenamiento, no era su intención—tuvo que intervenir en la conversación con lo que creía era lo que había pasado, Gabriel jamás la lastimaría, fue error suyo haberse confiado de más.
—Aún así, tuvo que haber medido si fuerza, algo...
—Si se paso de pendejo—ese era su padre, sentado en el pie de cama, mientras la miraba. El dolor en sus ojos era casi palpable.

No entendía porque todos se veían notablemente alterados por aquella lesión, ya había experimentado varias en años anteriores, algunas provocadas por sus propios compañeros o competidoras en algunos torneos, otras las había ocasionado ella misma y es que eso eran, parte de su deporte, se supone que sus padres ya debían estar acostumbrados.

—No lo hizo a drede—Daemon se movió un poco más arriba, para besarle la mejilla, queriendo brindarle consuelo.
—Helena, te disloco el hombro—puntualizó Lalo—Tienes suerte de que mi tío lo regresara a su lugar y de que tu cuerpo sea lo suficientemente flexible para soportar algo así. Si hubiera afectado a los ligamentos o algún nervio...—se detuvo por un momento, era como si no quisiera decir en voz alta las consecuencias de algo peor.
—¿No podría competir?—preguntó ella, levantando una ceja.
—¡No, no!, lo de menos es la competencia, hubieras requerido cirugía—grito su madre acercándose a ella para tomarle su mano libre—Y ni siquiera fue a ver si estabas bien...

Fuera de la lesión y todo eso, lo que más le preocupaba era lo mencionado por su madre y es que en eso tenía razón.
Seguía intentando encontrarle una explicación, ¿no sería lo más normal?, esperaba que corriera a verla, a preguntarle en que podía ayudarla y ese montón de cosas que uno dice cuando la persona a la que jura amar se encuentra herida.

—Voy a hablar con la mamá de Gabriel—su padre se puso de pie y sacó su teléfono de uno de los bolsillos del pantalón que llevaba puesto.
—¿Por qué?—el hombre la miró por un momento para después hablar
—No lo quiero cerca de ti, te lastimó y no tiene ni siquiera lo decencia de ofrecer una disculpa o de venir a verte—por reflejo miró a su madre, quien asintió y secundo a su esposo.
—Su relación ha cambiado mucho estos últimos meses, se peleó contigo en tu cumpleaños por un ataque de celos, para mi eso es suficiente—los adultos salieron de la habitación antes de que ella pudiera decir cualquier otra cosa.

Y es que llegados a este punto...no sabía si quería continuar con la relación.
Todo parecía estar bien hace un mes, y ahora nuevamente se iba cuesta abajo.

¿Qué estaban haciendo mal?

—Lo hizo porque estabas hablando con Adrián—Lalo tomó a Daemon en brazos, pensaba llevárselo a su habitación, como todas las noches—¿Verdad?—quería pensar que esa acusación no era cierta, fue simplemente un desliz, no midió si fuerza y eso concluyó en tal accidente, no tenía nada que ver con que la hubiera visto charlando con quien parecía ser su peor enemigo—Puedes tratar de justificarlo, decir que estaban en entrenamiento y este tipo de cosas es a las que te atienes al pelear con hombres. Puede que te crean, puedes engañarte a ti misma y a él...pero, hermanita—Lalo estiró una de sus manos y la tomó del mentón, con delicadeza—Esto se va a poner peor, ya viste que Gabriel es agresivo...
—Antes no era así...
—No, obviamente no, él ya creció. No es el niño que jugaba contigo, la pregunta es, ¿cuánto más vas a permitir?—cuando terminó de decir aquella frase, se dió la media vuelta y salió de la habitación, dejándola sola, con un montón de pensamientos confusos.

Cerró los ojos por un momento y trato de analizar todo. Aunque su corazón latía dolorosamente cada vez que pensaba en que la mejor solución era dar todo por terminado y alejarse por completo.

Sabía bien cuál era la desición correcta, pero no quería tomarla.

Ella le quería, lo amaba...¿por qué tuvo que hablar con Adrián?

La vibración en su teléfono hizo que quisiera concentrarse en algo más que no fuera él dolor en su hombro, ahora inmovilizado por una férula.

Se trataba de sus amigas, le preguntaban individualmente si se encontraba bien, al parecer se preocuparon, especialmente Irene, cuando no respondió por varias horas a ciertos videos graciosos que gustaban de enviarse unas a otras. Aquello le arrebato una sonrisa, sintiendo ternura, respondío con algo de dificultad, enviándoles un par de audios explicando como estaba la situación, después de eso, apago el teléfono junto con su lamparita de noche y trato de acomodarse entre las sábanas de la cama.

Necesitaba dormir, no podía darle una solución a todo con la mente nublada por el estrés y el cansancio.

Morfeo la acuno en sus brazos, suavemente, susurrandole cosas al oído, extrañamente, era muy similar a la de Adrián, con sus palabras consoladoras y tono suave.

Finalmente se quedó dormida, tratando de imaginar lo que haría al día siguiente.

_______________________________

Olvidó que las puertecitas que daban acceso al balcón se encontraban sin el seguro puesto.

Pero no se alertó cuando las escucho abrirse suavemente.
Solo había una persona en el mundo, a la cual le había dado permiso para entrar a su habitación a mitad de la noche. Solo un hombre podía besarla así e intentar delinear las curvas de su cuerpo con tanta lujuria como con delicadeza.

Gabriel estaba ahí.

Abrió los ojos y lo atrapó justo cuando el chico estaba por darle un beso en los labios, ella ladeo la cabeza hacía a un lado y abrió los ojos paulatinamente, antes de sentarse en la cama y encarar al hombre frente a ella.

—¿Qué haces aquí?—él no se alejo.
—Quería ver si estabas bien—levantó una ceja y suspiro con hastio, para después levantarse de la cama.
—Estoy bien, gracias por preguntar ahora y no cuando me dislocaste el maldito hombro—no estaba molesta hace un momento, incluso lo defendió frente a sus padres, pero ahora, vaya que lo estaba.

No tanto por el golpe en si, más bien por...porque él no estuvo a su lado cuando el dolor era demasiado fuerte.

—¿Qué te pasa?, vengo a hacer las pases aquí, a esta hora de la noche, además bien sabes que no fue mi intención, ¡e-estabamos entrenando!, creí que sabías lo que...
—Ni siquiera fuiste a verme, seguiste como si nada hubiera pasado y yo...Gabriel estaba quebrandome por el dolor y tú...
—No, no, no, claro que no, ¿qué habría hecho yo?, si ya tenías a Adrián ahí contigo, incluso estaban hablando antes de eso—así que esa era la razón de aquella mirada antes y después de la pelea, se alejo más de la cama y volvió a abrir las puertas del balcón, indicándole que se fuera, en un gesto amable para evitar una pelea como la de hace meses—Solo hubiera sido un mal tercio.
—¡Eso no es cierto!. Solo vete, ¿si?, no deberíamos hablar ahora—Gabriel igualmente se aparto del lecho y el pomo de ambas puertas, antes de cerrarlas con violencia.

Helena temió que sus padres escucharan el estruendo y se despertaran, por fortuna, las paredes de la casa eran gruesas y estaban bien cimentadas, además la construcción era grande, nadie escucharía lo que sucediera en la mitad de la noche, oara bien o para mal, cualquier sonido sería bien oculto por los pasillos de la casa, sin problema alguno.

—No me voy a ir, Helena, solo quería verte y asegurarme de que estuvieras bien...eso es todo—sus ojos viajaron desde el rostro de la chica hasta la férula qué mantenía inmovilizado el hombro lastimado—Quiero estar contigo, por favor...—estiro su brazo para tocar la zona afectada, sin embargo, ella no se lo permitió y en cambio dió un paso hacía atrás, comenzó a seguirla, esperando que en algún momento, el juego terminara con ambos sobre la cama, haciendo las pases, resolviendo las cosas como la pareja que eran.
—Sé que no fue a propósito—susurro, como si la habitación no fuera lo suficientemente grande como para que su voz se ahogara en aquel espacio—Pero me dejaste sola, por favor, solo ve a casa—no dejó de retroceder y él no dejó de avanzar.

Esto no le estaba gustando.

—Bueno pues, aquí estoy, no voy a dejarte sola ahora—la luz de la luna se colaba por las ventanas del cuarto, en cualquier otra noche, le hubiera gustado ver ese espectáculo, parecía como si su habitación perteneciera a algún libro de fantasía.
El viento golpeaba el cristal de las mismas ventanas con algo de fuerza y aullaba en el exterior, mientras que en la casa, a veces el silencio era interrumpido por como la madera tronaba de vez en cuando, sonidos propios de una casa tan grande y ya con sus años de haberse construido. Pero por primera vez, esa calma no le gustó en lo absoluto.
Hubiera preferido tener que escuchar a la lejanía, casi de manera ahogada, a sus hermanos bajando por la escalera para asaltar la cocina como en años pasados o como se reían mientras se llevaban algunas cervezas hasta la habitación de Samuel.

Pero ya no quedaba nada de eso.

Solo estaban los cuerpos de sus padres y hermano mayor, dormitando con tranquilidad en sus respectivas camas, sin saber lo que ocurría con ella.

Con la sombra de Gabriel proyectandose en ella y en la pared que se encontraba peligrosamente cerca de Helena.

Finalmente termino chocando contra ese muro de cemento, tapizado en papel rosa, adornado con florecitas blancas.
Gabriel intentó tomar uno de sus mechones de cabello, los cuales se encontraban completamente sueltos y según ella misma, le daba una apariencia más trágica y enternecedora a su rostro de muñeca.
Sabía bien que significaba eso, quizás no lo había hecho la primera vez, pero si la segunda, la tercera y todas las demás ocasiones en las que mantuvieron relaciones íntimas.
Él siempre le acariciaba el rostro o jugaba con su cabello negro antes de besarla y llevarla hasta su propia cama.

¿Era enserio?, estaba lastimada por su culpa, ¿y aún así se atrevió a ir hasta su hogar, colarse en su habitación para meramente tener intimidad?, no porque estuviera genuinamente preocupado...¿Qué era ella para él?

—Es tarde, vete a casa—repitió por tercera vez en aquella madrugada, por fin, esos dedos anchos y poco largos alcanzaron su cabellera, comenzando a juguetear con un mechón negro entre ellos.
—No quiero irme, solo me quedaré un rato—lo empujó con su única mano funcional en ese momento y él pareció entender el mensaje, caminó hasta la puerta del cuarto, esperando escapar de él.

Pero Gabriel fue más rápido y le corto el paso a tiempo.

—¿A donde vas?—su respiración se corto y la del chico parecío agitarse, ¿qué clase de juego macabro era ese?, ¿estarían conscientes ambos de lo que realmente el otro quería?—Hemos estado peleando mucho, quiero reconciliarme.

La sola idea de lo que él tenía en mente, le ocasionó escalofríos.
Realmente no tenía ganas de hacer nada, mucho menos después de aquel golpe casi fatal.

—Si lo hiciste a propósito—lo acuso, con muchas pruebas dentro de su mente, ninguna física, pero podría usarlas como argumentos—Sabes que el selectivo esta cerca, ¿en qué demonios estabas pensando, Gabriel?
—No. Fue. A. Propósito—por la forma en la que cortó la frase en varias palabras, le recordó a un perro enojado, esos que mostraban los colmillo y gruñian dando una advertencia—Ya no quiero hablar de eso—se detuvo un momento y se llevó las manos al rostro para pasarselas por el cabello, estaba estresado y perdiendo la paciencia de a poco—Dejaste el balcón abierto, creí que era una señal, para mi, para cumplir...eso—trago en seco, pues bien sabía a que se refería al decir, "eso", una mera fantasía tonta que ya no le parecía tan divertida, no ahora.
—Se me olvido cerrar—tuvo que retroceder nuevamente, porque él camino rápidamente hasta ella y alcanzó a pescar su brazo sano con fuerza.
—Entonces, supongo que puedo cumplirte, lo otro—como si fuera una muñeca de verdad, la arrastró por la habitación hasta la cama donde momentos antes dormía y la dejo ahí, confundida, entre el miedo y el desagrado, con la respiración entrecortada y la visión muy clara de como el chico subía ambas rodillas a la cama y se precipitaba hacia ella. Inmovilozandola y dejándola sin muchas oportunidades para escapar nuevamente.
—Gabriel, espera...
—Shhh—ignorando todas sus palabras anteriores, le coloco uno de sus dedos sobre los labios, indicándole muy seriamente que guardara silencio—No me distraigas, no quiero lastimarte—una de sus manos viajó por su cintura hasta acabar en su muslo, aprovechando que su pijama era de una sola pieza, subió aquel camisón que ya le quedaba chico—No sabía que eras tan buena actuando—le paso la lengua por el cuello y la mandíbula mientras su mano acariciaba el resto de su muslo.

Siempre pensó que este tipo de cosas sucedían en ambientes hostiles, con desconocidos, hombres malos y llenos de deseos macabros, guiados únicamente por su instinto animal. Jamás creyó que en algún momento tendría que debatir, dentro de ella misma, si lo que estaba sucediendo era lo que quería o no. Prácticamente se lo pidió hace tiempo, él solo estaba cumpliendo con su petición, pero...ella no se lo imaginaba así, en definitiva no, no pensó que debería vivirlo con una extremidad dañada, prácticamente indefensa y con miles de preguntas yendo y viniendo de su cerebro una y otra vez.

¿De verdad ella quería eso?

Intentó empujarlo, pero sostuvo su muñeca y la aprisiono contra el colchón de la cama. Buscó mirar hacía otro lado, mientras intentaba zafarse de ese agarre, movía las piernas, buscando enviarle alguna señal, porque ya estaba más que claro que las palabras no lo detendrían. De pronto, pudo observarse así misma y a la escena que protagonizaba, reflejadas en el espejo frente a su cama, el de su tocador.

—No quiero hacer nada de esto—el chico se detuvo en seco.
—Pero si tu me lo pediste...
—Pero no, ya no, me estás asustando y no me gusta—él la miró por un momento antes de hablar.
—No me voy a detener ahora...—eso sonó más a ameneza qué a un simple jugueteo—Por Dios, ya estoy aquí no puedes...—se quedo callado, al parecer notó algo que ni siquiera ella misma tomó en cuenta. Lo vio arrugar el entrecejo y bajar de la cama—Claro, como no soy Adrián—lo siguiente que supo es que escucho sus pasos apresurados, dirigiéndose al balcón, por donde había llegado, abrió las puertas para luego cerrarlas.

Se había ido.

Se acomodo nuevamente en la cama y cubrió parcialmente su cuerpo, justo como hace unos instantes. Era como si no hubiera sucedido nada y la presencia de Gabriel fuera únicamente un delirio de su propia imaginación, parecido a un sueño.
Desde el lecho observó una de las tantas fotos que tenía enmarcadas y acomodadas delicadamente sobre su tocador, en ella, podía ver a Gabriel y a ella misma, de cuando eran niños, ambos tenían puestos petos del mismo color y sostenían una medalla de primer lugar, sudados y cansados, aún así era su fotografía favorita.

¿En qué momento todo se volvió tan oscuro?

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