El comienzo del fin

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En la casa de los Valencia reinaba la paz, solo podía escucharse el sonido de los zapatos contra el suelo marmolado, chocando una y otra vez.
Un hurón dormía plácidamente sobre uno de los sillones del saloncito privado, aunque cuando notó la presencia de cierto humano no pudo evitar correr a refugiarse en su regazo, buscando el calor que la chimenea artificial no lograba darle. El humano al inicio parecía reacio a mostrarle cariño, pues a juzgar por su postura, no la estaba pasando muy bien, estaba encorvado, apoyando uno de sus codos sobre sus rodillas mientras que una de sus manos acariciaba repetidamente el puente de su nariz, al hurón le cayeron un par de gotas saladas en la cabeza y no hizo más que sacudir la cabeza y las orejas buscando repeler de alguna manera aquella humedad que a su dueña le gustaba llamar "lágrimas".

Al final de todos sus intentos, el humano por fin le acarició la espalda y pareció encontrar consuelo en su pelaje y cuerpo liviano.

De pronto, Helena apareció por la puerta, con una taza humeante de chocolate, la dejo sobre la mesita de noche y tomó asiento junto al joven que lloraba amargamente.

—Amor...—susurro, acercando su rostro al de él antes de apoyarlo sobre su hombro—Puedes juntar el dinero después—una de sus manos acarició el antebrazo del chico—Nadie te va a robar el proyecto, eres su creador, puedes hacer uno mejor, puedes...—sin embargo el silencio volvió a reinar en la habitación, normalmente para ese punto ambos ya estrían discutiendo las posibles formas para arreglar el problema, sin embargo, él silencio, especialmente en Adrián, solo significaba dos cosas, qtratabncontraba molesto o realmente deprimido por lo sucedido—Adrián—lo llamó, sonando mucho más firme, dejando de lado el tono amoroso de hace un momento.
—Quiero que me dejen en paz—murmuró entre lágrimas, sin dejar de acariciar al hurón.

Helena suspiro antes de abrazalo y hacer que recargara su cabeza en ella, en su pecho cálido.

—¿Por qué están tan obsesionados con...?—Adrián no levanto la mirada, pero si dijo algo más.
—No lo entenderías—estaba molesto y lo que uno dice cuando está enojado no debe ser tomado enserio, o al menos no en su totalidad.

Sus padres aparecieron por la puerta y los siguientes minutos se basaron en un interrogatorio sobre lo acontecido esa misma tarde. Su novio respondió todas las preguntas demasiado calmado, cabizbajo pero bastante acertado en cualquiera de sus respuestas, en todo momento la tomo de la mano y no la soltó para absolutamente nada, era como si esta vez él fuera el niño indefenso que necesita ser protegido y cuidado por ella, era raro volver a un rol del cual ya no se sentía poseedora desde hace tiempo, aún así no le soltó la mano y dejó que él la apretara de vez en cuando.

—Me da mucha pena tener que acudir a ustedes siempre que hay un problema—dijo, refiriéndose a sus padres mientras una de sus piernas se movía repetidamente de abajo hacía arriba, estaba nervioso—Van a pensar que no puedo hacer nada por mi cuenta—y los tres se soltaron a reír.

Pero ella no.

En su mente estaban sucediendo michas otras cosas y maquinando más de lo mismo.

Si la familia de Adrián había averiguado su paradero después de dos años de no haberlo buscado para absolutamente nada solo podía significar una cosa.

Necesitaban dinero.

No se le ocurría otra forma por la cual hubieran decidido atacarlo ahora mismo, justo ahora.
O solo querían molestarlo.
Por tener más que ellos y no repartir el premio gordo.

Aunque eso implicara también compartirla a ella...

Hizo memoria y recordó todas las veces en las que recibió solicitudes sospechosas en sus redes sociales, rechazó cada una de ellas, y tenía la sospecha de que la petición de Adrián acerca de cuidar todo lo que subían a Internet vino después de que él mismo aceptara a un perfil falso.
No tenía motivos para creer que le estaba siendo infiel, ninguno, pero si sospechaba que en realidad se encontraba bastante consciente de que la persona oculta tras ese perfil podría ser alguien de su familia.

Algo le decía que muy probablemente lo había hecho con tal de restregarles en la cara lo que estaba logrando sin su apoyo, sin su amor y sin sus palabras de aliento. Tal vez era un deseo egoísta, pero Helena lo entendía o al menos lo intentaba.

Ella no tenía agregado a dicho perfil y nadie en sua seguidores en Internet tenían algún parentesco con Adrián o su vida antes de volverse su novio...aunque tal vez habría una persona muy interesada en saber que fue de su vida después de abandonar su antiguo yo.

El perfil de Alexa apareció entre sus seguidores como una aguja enmedio de un pajar.
No la había eliminado únicamente por su mala memoria, no recordaba porque la acepto en primer lugar y se sintió casi culpable por haber olvidado ese pequeñisimo detalle.

Miro por un momento su muro, sus fotografías y encontró un detalle interesante. En una de las fotografías, ella pisaba frente a un espejo manchado y polvoriento, con su habitación notablemente desordenada pero editada para que el desorden no fuera percibido en su totalidad, aunque eso no era lo importante ahora, al hacer zoom en la prenda que la chica usaba notó rápidamente que se trataba de una camisola que se le hizo muy familiar, junto con el loco que estaba bordado en el lado derecho del pecho.

Era lo que usaban habitualmente los trabajadores de su tío cuando partian a las obras.

En el pie de la publicación situaba una frase: "Miren lo que me prestó mi noviecito🥺"

Siguió el enlace en donde se etiquetaba al supuesto novio y se topó con que era ni más ni menos uno de los chicos que jugaba en el antiguo equipo de Adrián, al parecer uno de los más leales a aquel miserable equipo de fútbol, pues tenía más publicaciones dedicadas a ello que a su propia pareja, aunque todas las fotografías eran recientes, nada acerca de los años en los que Adrián todavía jugaba con ellos.

Al día siguiente, después de asistir a sus clases como ya era costumbre se dirigió rumbo a la compañía de su tío, donde se ubicaban las oficinas y con voz amable y dulzona le cuestionó acerca de dicho trabajador.
Fue como averiguo que en realidad el chico trabajo bajo el mandato de Adrian durante unas cuantas semanas en el pasado, se encontraban reparando un transformador pequeño en una obra, cuando el chico hizo algo que puso en juego la seguridad de todo el equipo, Adrián lo reprendio frente a todos y fue en ese momento en el que Helena recordó que hace tiempo, su novio extravío las llaves de su departamento, más tarde termino encontrandolas debajo de un montón de papeleo y cotizaciones que se encontraban en su escritorio, Helena tenía copia de las llaves del departamento así que él las estuvo utilizando en todo esos días que las originales estuvieron extraviadas.

Ahora todo parecía encajar.

Casi parecía una película y no pudo evitar reír ante tal ocurrencia.

En cuanto se lo dijo a Adrián, él pensó lo mismo.

Esa noche, mientras se preparaban para dormir en el apartamento de Adrián, su novio dijo algo que la puso por completo en alerta.

—Mi mamá, me envió un mensaje—dijo entre dientes mientras se cubría con las sábanas negras de la cama.

A Adrián siempre le gustó el negro.
Pero en esos últimos años, lo tomó casi como un sello personal, aunque a juzgar por los adornos púrpuras, en la sala, y en la habitación, podría decirse que Helena se encontraba demasiado presente en cada aspecto de su vida.

—¿Puedo ir a verla?—preguntó, mientras miraba a la figura de su novia caminar de un lado al otro de la habitación, pensativa, descalza y con el cabello suelto.
—¿Me estás pidiendo permiso o me estás preguntando si sería buena idea?—inquirio, deteniendo su andar.
—Ambas cosas—Helena se acercó al lecho y se dejó caer en el, con la barriga pegada al colchón, mientras ambas manos sostenían su propio rostro, aunque una mueca de extrañeza se hizo presente en sus fracciones—¿Por qué me pides permiso?, no creo que tenga derecho a decidir sobre eso, soy tu novia pero...
—Para mi, no solo eres mi novia—dijo, acercándose a ella para tomar un mechón de cabello negro entre sus dedos largos.
—¿Ajá?—Adrián la miró de vuelta, con una expresión bastante seria.
—Eres mi mujer...—y por un momento, pareció ver a Gabriel reflejado en los ojos marrones del chico frente a ella.

"...estás atada a mi"

Las palabras parecieron hacer eco dentro de su cabeza, como las campanas de la iglesia que resuenan por todo un pueblo un domingo en la mañana. Ya no había pensado en Gabriel hace mucho tiempo, ni recordaba como sonaba su voz pero en ese momento, casi parecía que lo tenía enfrente, hablandole y no había cambiado en nada desde la última vez que lo vio.
Se quedó atrapado en el tiempo, seguía teniendo dieciséis años, el cabello castaño claro y sus facciones todavía parecían las de un niño, justamente porque eso era cuando falleció.

También evoco la propuesta de matrimonio, el anillo que estaba en el fondo de un armario probablemente, empolvandose junto con el sentimiento de posesividad que él sentía, no era amor, más bien la sensación placentera de controlarla y llamarla enteramente suya. Sintió escalofríos, él no le estaba pidiendo matrimonio, pero ya la sentía de su propiedad de alguna manera y la última vez que permitió que un hombre la llamara "suya" termino muy muy mal.

—¿Y tú?—preguntó, temerosa ante la posible respuesta.
—Soy tuyo, enteramente, podrías hacerme tu esclavo y yo estaría encantado—era enfermizo.

Para ellos, el amor significaba fidelidad absoluta.

En todo.

Si no podían pertenecerse el uno al otro entonces no tenía caso seguir juntos.

—¿De verdad quieres volver ahí?—le preguntó ella una vez estuvieron envueltos por las sábanas y las cobijas más pesadas en esa noche de febrero Helena descansaba en su pecho mientras Adrián le acariciaba la espalda con devoción, lo escuchó suspirar, era algo extraño.
—No estoy seguro si quiero verla de nuevo, la última vez me dijo que no merecía ser su hijo—a Helena le hirvió la sangre de tan solo escucharlo, apretó los puños y los labios, intentando no desporticar contra la familia de su novio, después de todo, sus orígenes estaban ahí, en esa casa, en esa colonia sucia y peligrosa. Cuando miraba a Adrián ya no veía al muchacho lleno de lesiones que era hace algunos años, tuvo un cambio realmente drástico de los últimos dos años para acá, ya no era un jovencito temeroso que agachaba la cabeza y jugueteaba con sus dedos, sintiéndose inferior y comparandose continuamente con personas mejor posicionadas económicamente.
Aunque...probablemente ese cambio...se lo debía así misma, a sus padres y al entorno en el que se envolvía el muchacho por ese entonces.

Probablemente si continuara viviendo con sus padres ya lo habrían convencido que no era lo suficientemente bueno para el puesto que ahora desempeñaba, habría terminado trabajando como obrero en una fábrica, mal pagado, mal comido y con una mentalidad de mediocridad absoluta.

En poco tiempo se iría a Argentina, para llevar acabo un proyecto que su mismo tío le encargo.
Adrián era el hombre que ella tenía ahora porque se rodeo de las personas adecuadas en su momento más difícil.

No es que todo lo que era se lo debiera particularmente a su familia, a los padres de Helena, pero ya saben ese dicho tan popular: "Eres el resultado de las cinco personas con las que más te juntas", y el círculo social de él se componía básicamente de ella, sus padres, Lalo y su tío, quien era al mismo tiempo si jefe. No salía a beber con chicos del trabajo, ya que era el ingeniero más jóven de la compañía y Lalo era quien lo acompañaba en sus salidas nocturnas, hace poco logró perdonarle el hecho de que hubiera decidido cortejar a su pequeña hermana aún cuando él mismo le pidió no hacer nada de eso.
Se desvivia por ella y la colaba de atenciones porque eso observaba en sus suegros, todo el tiempo.

Probablemente si hubiera seguido viviendo con sus padres, en esa vecindad, con esa familia, seguramente su regalo de aniversario hubiera sido una salida para comer en algún mercado de la ciudad.

Helena arrugó el entrecejo ante aquella posibilidad. Pero tal vez...él extrañaba a su madre...

—Si quieres ir, estás en todo tu derecho, no seré yo quien te lo niegue—se hizo a un lado y se arropo, poniéndose cómoda para dormir, sin embargo los brazos masculinos la rodearon por la cintura antes de colocarla nuevamente en su posición anterior.
—Hay tantas cosas que no te he contado, no sé si te guste escucharlas.
...—Helena levantó ligeramente la cabeza para encararlo y alcanzó a divisar un atizbo de tristeza en sus ojos, como si se hubiera estado callando en todo ese tiempo, casi parecía que estaba a punto de revelarle un secreto bastante oscuro.
—No creo que pueda ser tan malo—Adrián sonrió con ternura pensando que Helena era realmente ingenua para su edad.
Yo iba a tener un hermanito—comenzó su relato, mientras miraba a algún punto perdido en la pared frente a él, estaba pintada de púrpura, Helena apoyo ambas manos sobre su pecho y lo escucho atenta, como una niña que gusta de oír un cuento antes de dormir—Este cuento no es muy lindo, te aviso de una vez—ella no dijo nada, lo dejo seguir—Recuerdo que lo pedí con mucho entusiasmo a mis padres, realmente quería un compañero de juegos, siempre me gustaron los bebés, y pensé que yo sería un gran hermano mayor, le enseñaría a jugar fútbol, lo acompañaría a la escuela y todo eso, también lo llevaría a clases de taekwondo. Y mis padres no tardaron en concederme el capricho.
Después de unos meses de espera llegó Ezequiel, era demasiado lindo, calentito y lo ame desde la primera vez que lo ví en el hospital...pero pues las cosas en mi casa no estaban del todo bien, mi abuelo siempre estaba borracho, mi abuelita tenía que cuidarlo para que no le diera algo más fuerte en toda esa borrachera, no teníamos dinero, así que mis papás tenían que doblar turnos en la fábrica para sacar un poco más para comer entre mis tías y yo nos hicimos cargo del bebé y me incluyo porque llegando de la escuela podría decirse que tenía que hacerme responsable por él, incluso en las noches. Mis papás decidieron dormir al bebé en mi cuarto, hasta la fecha no entiendo su lógica, no podían esperar que un niño de seis años supiera como hacerse cargo de otra vida, no cuando yo seguía necesitandolos a ellos. Una noche, yo no podía dormir, daba de vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño, por curiosidad me acerqué a la cuna de Ezequiel y lo miré dormir tranquilamente durante un rato hasta que noté algo raro en él, estaba muy muy quieto...pero no intente tocarlo, si lo hacía se despertaría y mi mamá iría a regañarme por haberlo molestado y por haberla despertado a ella cuando bien sabía que debía levantarse muy temprano al otro día. Así que lo dejé tranquilo. Dejé a mi hermanito solo y me fui a dormir...
En la mañana mi madre me despertó gritando mientras apretaba a Ezequiel contra su pecho.

Ya no estaba respirando...

Y lo primero que hizo en cuanto me desperté fue cachetearme y arañarme por no haber cuidado bien de él...
Me dijo, que yo mate a mi hermano y debía pagar por ello.

Noto un par de lágrimas saladas en su pecho desnudo, pero no se detuvo a mirar a Helena, si lo hacía, no podría terminar su relato.

Después de unos meses, cuando yo estaba haciendo tarea en el comedor de mis papás, ella vino a mi, me jaló del cabello y me llevó hasta un bote donde juntábamos el agua de lluvia. Me hundió la cara, a través del agua podía escuchar como me culpaba a mi por la muerte de Ezequiel, diciendo que era mi responsabilidad cuidarlo porque YO LO PEDÍ, me sacó del agua y continuó gritándome, ella estaba llorando y después de eso volvió a meter mi cabeza en el agua. Hasta que llegó mi abuelito y tal vez tuvo un momento de lucidez en todo el alcohol que tenía en la sangre. Me sacó de ahí y me mantuvo apartado de mi mamá hasta que ella se calmo. Después de eso ella me abrazo y me pidió perdón; cuando le pregunté a mi abuelo sobre el actuar de mi madre él solo me dijo: "Es tu mamá y haga lo que haga contigo, debes guardarle respeto y amor, no quiso lastimarte, solo esta muy herida, por la muerte de su hijo"

—Ay, Adrián...—Helena se cubrió la boca con una de sus manos, con los ojos rojos y lagrimeantes.
—No he terminado—carraspeo un poco la garganta y continuó hablando, necesito un momento para recuperarse, pues un nudo en la garganta le dificultaba hablar, aún así, no lloro—¿Recuerdas cuando te conté de mi lesión en el brazo?—la chica asintió, aún conteniendo las lágrimas, sin mucho éxito—Mis papás jamás me llevaron con médicos...únicamente con los hueseros que había en la colonia, todavía hay días, cuando hace mucho frío especialmente, en los que me duele mucho el brazo, no puedo estirarlo por completo y a veces la movilidad es un poco...pobre, ya te habrás dado cuenta—su novia asintió—No es que no tuviéramos mucho dinero, bueno, no no teníamos mucho, pero lo que podían usar en mi recuperación, mi madre decidió gastarlo en "ayudar a la familia", o en el equipo que fundó para honrar la memoria de mi hermanito muerto y pasó lo mismo con mi universidad. No había día en el que mi mamá no me recalcara que yo le debía todo lo que tenia y debía devolverlo en algún momento a ella y a toda mi familia en general...yo era su esperanza y no debía defraudarlos...debía sacarlos de la pobreza y al final solo pude salvarme yo—cuando el relato terminó, Helena se dió la vuelta, colocó su espalda sobre el colchón de la cama y ahora fue ella quien lo acuno en su pecho.

Esa noche trato lo escucho varias horas más, balbuceando, hablando entre lágrimas como un niño asustado, le relataba prácticas crueles, el peso que su familia ponía sobre sus hombros ella jamás le interrumpió, le acarició el cabello hasta que se quedo profundamente dormido.
Aún así, a la mañana siguiente, no trato de convencerlo para que no fuera en busca de su madre, no quería decir que no la odiara, a ella y a toda su gente, su propia madre a veces resultaba ser medianamente clasista, no la culpaba, después de todo vivió entre lujos, aprendiendo a hacer negocios, jamás experimento carencias y la falta de dinero en su cartera, ni siquiera en la universidad, mientras sus amigos comían escasamente, Elaine siempre tenía billetes de sobra para pagar una buena comida o un plato humeante esperándola en casa, jamás tuvo que juntar agua de lluvia, siempre tuvo una ducha o una tina lo suficientemente grande para relajarse. La veía hacer muecas cada vez que Lalo le comentaba sobre asistir a algún partido de Adrián cuando eran más niños.

Ahora entendía porque.
Nunca discrimino a la familia de Adrián especialmente, no por su falta de dinero. Más bien por su pensar tan...

No quería ni decir la palabra.

Pero había ayudado a Adrián, por una simple y sencilla razón, él tenía hambre, deseo y ansias de salir de ese círculo vicioso, era distinto y eso se lo debía en que gran parte de su juventud lo vivió en casa de los Valencia, casi como una especie de vasallo, solo era cuestión de tiempo, para que se revelara.

Pero ahora lo estaban arrastrando de nuevo.

Un par de días después, cuando él fue a recogerla a la universidad, lo sintió distinto. Pensativo y con una expresión triste que ella ya sabía identificar bastante bien.

—Mi abuelita murió—le anunció mientras iban en el auto, camino a una cita—Y mi mamá está enferma—Helena se había vuelto astuta con el paso de los años, lamentaba la muerte de la mujer mayor que según el mismo Adrián, fue una segunda madre para él, sin embargo, lo segundo, sobre la enfermedad de su "suegra" le sonó más a manipulación qué a verdad, no la conocía mucho, pero si sabía historias y con ese tipo de madres, las cosas siempre terminaban igual.
—Te robaron—intento refrescarle la memoria, Adrián se sorbio las lágrimas antes de hablar.
—No fue ella—aclaro, tratando de convencerse más así mismo que a su novia—El chico robo las llaves en un descuido mío porque le estaba haciendo un favor a mi mamá, ella quería verme pero no sabía como acercarse, no después de lo que me dijo—esa era la mentira más estúpida que había escuchado en toda su vida, más que la del mismo Gabriel—Ella mando a hacer una copia, le dió a cuidar las llaves a mi tío, y fue cuando aprovecharon la situación...—Helena puso los ojos en blanco, no sabía porque, pero estaba enojada, mucho en verdad, ¿cómo podría ser tan tonto como para creerse ese cuento?, no pudo evitar resoplar con fastidio, cosa que él notó.
—¿Qué pasa?
—Eso es tan tonto...—realmente no pensó lo que salió de sus labios y al instante se arrepintió.
—¿Estás diciendo que mi mamá es tonta?—quiso responder que si.

No solo era tonta, era tremendamente estúpida, ¿cómo demonios se le ocurría qué la mejor forma de contactar nuevamente con su hijo era robando las llaves de su hogar?, ¿por qué darle a guardar algo tan preciado a alguien externo?, ¿por qué no hacerlo ella misma?, no se daba cuenta, él no quería verlo, desde el inicio pudo tratarse de un plan para atormentarlo de nuevo.

—No quise decir eso—mintió—¿No te das cuenta de qué te esta mintiendo?—Adrián apretó el volante, pero siguió conduciendo—¿Después de dos años te vuelve a buscar?, ¿y antes de eso envía a tu familia para que asalten tu departamento?, ¡e-eso es cruel y vil y no puedo creer que te tragues ese cuento!
—Es mi mamá...
—¿Y ya olvidaste lo que te dijo la última vez que se vieron?, que no merecías ser su hijo porque no estabas dispuesto a desperdiciar tu vida en su familia, Adrián, te culpo por lo de tu hermanito, intentó ahogarte, tus lesiones...—pareció quedarse sin aire por un momento—...prefirió, prefirió sacarte de la universidad para...
—¡Pero es mi mamá!—gritó y el auto se detuvo, de golpe, varios coches detrás de ellos silvaron ante la repentina interrupción en su andar.

Ambos se miraron por unos segundos, respirando agitadamente.
Si antes él le hubiera gritado se habría puesto a llorar, pero ya no más, ya no era una niña, así que tomo aire y no desvío la mirada. Adrián fue el primero en agachar la cabeza.

—Lo siento—dijo mucho más tranquilo—Perdón, amor...no era mi intención gritarte...—devolvió su atención al frente y continuaron con su marcha, antes de que él estacionara el auto cerca de un pequeño parque, donde la sombra de un gran árbol los cubría y creaba lindos efectos de luz debido a las frondosas ramas sobre ellos.
—¿No crees qué es por dinero?—preguntó finalmente, se había estado guardando ese cuestionamiento para su misma, le daba miedo hacerla, sin embargo, ya no podía quedarse callada.
—...tal vez—después de eso él no dijo nada.

Y al poco tiempo, Helena comenzó a notar que volvía a contar las pocas monedas que le quedaban dentro de los bolsillos de sus pantalones.
Justo como cuando eran más jóvenes, y ella sabía perfectamente porque.
Pronto las salidas a restaurantes, las escapadas ocasionales en su nueva motocicleta a pueblos cercanos fueron quedando en el olvido, como memorias de lo que alguna vez fue pero probablemente ya no volverían a pasar, las citas en lugares nuevos de la ciudad igualmente se fueron y Adrián ya no iba a visitarla después del trabajo, ni iba a recogerla a la universidad.

Nunca le molesto la carencia de dinero, a pesar de haber criada entre lujos, jamás le pidió a él objetos costosos, y aunque un poco incómoda, se ajustaba a ver películas en su propio hogar, envuelta en los largos y cálidos brazos del chico. Muchas veces lo escuchaba sollozar en silencio, y alcanzaba a divisar la mirada tristona en sus ojos oscuros cuando únicamente llegaba a verla con una rosa plástica, un pequeño chocolate o algo mucho más sencillo como una tarjeta hecha por él mismo. Uno de esos días pasados ella lo confronto, segura y decidida a sacarle la verdad tras esa actitud tan rara que tenía y parecía repeler la felicidad que se supone debería inundarlos en esos primeros meses de su relación.
Adrián se lamentaba por no poder ofrecerle más, no gozaba de dinero como sus hermanos que cargaban siempre consigo la tarjeta pagada por sus padres para invitar a salir a algunas chicas que despertaran en ellos algún interés.

Siempre que se ponía así, el corazón se le rompía en mil pedazos.

Después de eso, Helena llevaba anillos de plata en los dedos y pulseras de Pandora adornando sus muñecas.
No le molestaban los regalos, como a toda mujer, le encantaba la joyería y gustaba de presumirla en la universidad, con sus amigas y compañeras, siempre que Adrián le regalaba algo, lo usaba con orgullo en un día de clases y les anunciaba a todos que su novio era quien le obsequiaba tantas cosas hermosas. Por dos razones, para alejar a ciertos chicos que le coqueteaban constantemente y para hacerlo sentir más seguro a él, aunque eso sí, también llevaba consigo constantemente los anillos y collares que se le regalaron mucho antes de la llegada del dinero y la buena fortuna.

Lo amaba, de eso no cabía duda.

Pero no podía creer que fuera tan tonto como para creer que su madre, que si familia hubieran cambiado para bien. Para Helena, esa gente era solo buitres que se dedicaron a buscarlo porque seguramente se encontraban en algún tipo de aprieto económico 6 necesitaban de su ayuda, lo llamaban con palabras dulces y manipulaciones para hacerlo sentir culpable por esos dos años de ausencia, aunque si no mal recordaba, fue la propia madre de Adrián quien lo envió lejos de su hogar en primer lugar.

Con la escasez notable de fondos monetarios, el desgaste comenzó a manifestarse casi al mismo tiempo.

—Me pidieron que fuera padrino del hijo de mi primo—le comentó, con una sonrisa tristona en el rostro, al tiempo que le tomaba la mano antes de depositar un beso en sus nudillos, extrañamente cariñoso—¿Me quieres acompañar?—el primo de Adrián tenía su misma edad, pero ya estaba "juntado", con una muchachita de la misma colonia, decidieron vivir juntos porque la criatura ya venía en camino y no les quedó otra opción que vivir apretujados entre el resto de familiares que ya colma an la vecindad con sus propias familias.

Si lo acompañaba eso significaría tener que ver a su "desagradable suegra" y realmente no sabía si podría contener su propia lengua mientras la tuviera enfrente.
Aún así trago saliva y así mismo, el orgullo, asintió lentamente, con una sonrisa tan forzada que esperaba, él notara. Tal vez lo hizo, tal vez no, debido al estado constante de estrés y cansancio al que se le veía sometido últimamente, era difícil decir si se encontraba en sus cinco sentidos o no.

Cuando el día de la fiesta llegó, no terminaba de entender porque Adrián querría vincularse nuevamente con ese mundo del cual le había costado tanto salir.

Cerraron una de las calles frente a la vecindad y extendieron una carpa enorme de color blanco, había mucha gente en la fiesta, parientes de Adrián, quienes corrían a abrazarlo y a llenarle las mejillas de besos hipócritas en cuanto lo vieron llegar en su auto y vestido de traje, no iba a negar que en ella, esa forma de vestir le ocasionaba una reacción extraña, combinada con el deseo y el amor, él lo sabía y se encargo de vestirse completamente de negro, algo que le hechizaba por completo y no pudo más que aferrarse a su brazo y mantenerse a su lado todo el tiempo, muy enamorada pero disgustada por la forma en la que los niños de los invitados parecían querer subirse al auto del chico en cada momento, como los hombres lo miraban de arriba abajo y le susurraban al oído cosas que ella no alcanzaba a escuchar del todo, y como algunas mujeres se le acercaban para pedir que también apadrinara a sus hijos malcriados ya que "él Si tenía dinero", aunque en sus bocas, el nombre de su novio parecía ser casi sagrado ahora que gozaba de mejores cosas.
El momento más tenso fue al momento de conocer a la mujer a quien tendría que llamar suegra si es que la llama entre ellos dos no llegaba a sofocarse en algún punto de sus vidas.

La mujer se encontraba sentada en una silla de ruedas, usaba la misma blusa color coral que Helena recordaba desde la ocasión en la que los invitaron a una fiesta en su hogar, los mismos pantalones de mezclilla y los mismos tennis gastados.
Abrazo a su hijo como si de verdad estuviera arrepentida de haberle gritado cosas tan horribles y puede que lo estuviera.

Pero ella, no se tragaba ese cuento tan fácil.

Incluso la tía que arremetió en contra de su departamento se encontraba ahí y lo único que pudo decirle fueron un par de disculpas vacías y con falta de sentido común, entre risas, alegó que estaba tan desesperada por una supuesta deuda que debía pagar y al parecer, lo único que se le ocurrió fue saquear una propiedad que no era suya.
Se le revolvió el estómago cuando aquella mujer se giro hacía ella y le tocó el hombro, abriendo su gran boca para soltar alguna broma burda respecto a ese tema.

Helena apenas y sonrió, antes de alejarse un poco de aquella mano invasora, casi con asco.

La mujer en la silla de ruedas la observaba comer mientras muy difícilmente buscaba tragar la comida en su plato, no es que no tuviera un buen sabor o algo así, pero simplemente no estaba cómoda en lo absoluto y agradeció estar usando un vestido largo para cubrir sus piernas, pues algunos hombres no dejaban de mirarla con insistencia, al igual que la madre del festejado, quien de vez en cuando la observaba con cierta molestia, tenía la boca torcida en un gesto de desagrado y Helena no podía entender porque, ella no estaba haciendo nada malo, ni siquiera había hablado para comentar nada, se limitó a permanecer junto a su novio, mientras lo miraba beber cerveza barata, aguantarse la amargura de su sabor pero reír genuinamente en compañía de su padre y más familia que Helena ni siquiera se molesto en recordar sus nombres o que lazo sanguíneo compartían con el hombre que la mantenía firmemente sujeta por la cintura. Como si no estuviera dispuesto a soltarla y al mismo tiempo, hacerle saber a todos que estaba con él.

—¿Sabes cocinar, Helena?—preguntó la mujer en uno de esos momentos en los que Adrián se distrajo mientras debatia con su padre de fútbol y más cosas que a ella no podrían interesarle menos.
—La verdad, no mucho—alegó, sin tomarle mucha importancia a ese comentario, Adrián giró la cabeza un poco para mirarla y le sonrió, tratando de tranquilizarla, tal vez.
—Mmm—la mujer gruño y torció los labios hacía abajo, en un gesto irritante—Yo podría enseñarte, porque se ve que tu mamá no sabe mucho de eso—le irritó aquella comparativa, y apretó el tenedor plástico en el interior de su puño, tratando de contener el enojo. Aún así, ella sonrió, asintió con la cabeza y musito un muy seguro:
—No creo que se necesario, pero gracias—entonces la mujer se inclinó un poco sobre la mesa, para tratar de llamar su atención, con su flequillo recto mal cortado y apenas un par de cabellos colgando en una coleta alta que lucía grasosa. Fue en ese entonces cuando no pudo contenerse—Mamá siempre tuvo quien cocinara por ella y tal vez yo no sepa mucho de ese arte, pero Adrián siempre me lleva a probar cosas nuevas—la madre del chico en cuestión parecía confundida.
—Es verdad, antes solíamos salir mucho a comer, es algo que nos gusta a los dos—Adrián acercó su frente a la de Helena, y ella no puedo evitar ruborizarse.
—Yo opino que no deberías gastar tanto en ella, hijo—ambos la miraron de vuelta, Adrián especialmente, parecía consternado—Soy tu madre y sé lo que te digo, a las mujeres ni todo el amor ni todo el dinero—el quiso hablar, pero fue interrumpido, por la voz de su novia.
—No creo que sea quien para opinar sobre las finanzas de su hijo—y de pronto todas la mesa se quedó en silencio, mirando directamente en dirección a ellos—Ya no es su niño, es un hombre, tiene veinticuatro años y ha logrado todo lo que ahora tiene, completamente solo—aparentemente nadie jamás tuvo el valor para responderle alguno de esos comentarios capsiosos, pudo descubrir una expresión llena de enojo en el rostro maltratado de esa mujer en silla de ruedas y por alguna razón, eso le llenó de satisfacción.
—Solo quieres a mi hijo porque ahora tiene dinero—escupió aquellas palabras con sorna, ni ella misma se creía esa mentira, la misma mentira que probablemente trataban de meterle en la cabeza a Adrián cada vez que iba a visitarlos, y por alguna razón, tal vez superstición, Helena comenzaba a creer que tarde o temprano, para Adrián, aquello podría volverse verdad.
—Lo he querido desde que era una niña, pero no espero que usted...—se detuvo por un momento y observó a la gente ahí reunida.

No.

Este no era su mundo, no podría quedarse ahí, ni por un momento más.

—...entienda que es quererlo. ¿O qué, ya cree que merece ser su hijo porque ahora ha logrado ser más de lo que usted misma imaginó?—y las miradas se intensificaron.

Enojo, era todo lo que podía sentir en esa vibra tan pesada.

Desvío la mirada hacía Adrián, quien la miraba completamente sorprendido.

—Sácame de aquí—le pidió, casi como un ruego y Adrián no dudo mucho, se puso de pie y la tomo de la mano, antes de comenzar a caminar en dirección a la puerta.

Nadie dijo nada.

Ni si quiera él.

Eso fue la primera noche.
Y la segunda después de ello.
Y la tercera, y muchas otras más...



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