Errores pasados

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Y ahí estaba otra vez, revisando mirando el perfil de aquella chica de ojos rasgados, de ojos brillantes y joviales, la chica de ojitos bonitos...

Aunque tuvo que ocultar el teléfono casi de inmediato al escuchar como un par de pasos lentos se acercaban hasta su habitación, pensó que se trataba de su madre y de inmediato agachó la cabeza, pretendiendo que hacía tarea, tomó un lápiz y lo mordió simulando encontrarse estresado por un problema matemático sin resolver, ocultó el teléfono debajo de su cuerpo, casi como un adolescente al que hubieran encontrado haciendo algo indebido o terriblemente vergonzoso. Sin embargo no fue su madre quien corrió la cortina que pretendía ser una puerta para entrar al cuarto, si no más bien su abuela, peinada con su larga trenza gris hasta la cintura, el mismo mandil desgastado que llevaba usando desde que él tenía memoria, los ojos cansados y las arrugas cada vez más presentes en aquel rostro que alguna vez fue jóven, como el suyo.

-¿Qué estabas haciendo niño?-preguntó, en un tono burlón. Era imposible que algo se le escapara a ella, lo conocía demasiado bien como para mentirle a la cara.
-Tarea-pero aún así, se esforzaba por hacerlo, esperando algún día, ganarle en su propio juego.
-Mirabas algo en tu teléfono, déjame ver a mi también-la anciana extendió su mano llena de cicatrices, Adrián levantó una ceja, buscando zafarse del interrogatorio que vendría después-Sé que lo ocultas, si no estaría aquí a la vista, pero no, lo escondiste y debe ser por algo-le regaló una sonrisa cómplice y Adrián se llevó la mano al pecho, o más bien, debajo, para extraer el teléfono, lo encendió y lo desbloqueó antes de dárselo a su abuela, quien ya se encontraba sentada el sobre la cama, mirando a su nieto con algo de diversión.

En la pantalla la imágen de aquella chica de ojos rasgados, relucía como el oro.

La mujer miro la fotografía un momento, en ella, se mostraba a Helena en su salón de clases, con el uniforme escolar puesto, recargaba su rostro en una de sus manos, sonreía mirando a la cámara, lucía inocente, bonita, casi como una princesa de cuento.

-¿Ella te gusta?-dijo, devolviéndole el teléfono a Adrián, el chico la miró antes de asentir con la cabeza.
-Intente hacerme creer que no, pero esa es la verdad, Helena me gusta mucho, abuela-ella le sonrió y acarició el rostro delgado de su nieto, algo de aquel chico, le recordaba a ella cuando tenía su edad.
-¿No es un poco jóven para ti?
-Este año cumple diecisiete-creía que no era algo para escandalizarse, después de todo, su propio abuelo le llevaba una diferencia de diez años a la mujer frente a él, se casaron cuando ella tendría quizás la edad que ahora tenía la chica de la foto-No pretendo hacer nada...no puedo, Helena tiene novio y...
-Tu mamá me dijo que ya tienes novia-lo interrumpió-¿Cuándo vas a presentarla a la familia?
-No quiero hacerlo-la mujer miro a su nieto y pareció entender la razón, no es que pudiera leer la mente, pero ya podía adivinar la razón de aquella desición, a veces Adrián se parecía tanto a su esposo...y eso le aterraba un poco-Mamá dice que es la mujer perfecta para mi pero...
-Tú quieres algo más.
-¿Esta mal, aspirar a algo mejor?
-No-la mujer negó con la cabeza antes de tomar la mano del muchacho y apretarla, en un gesto maternal-¿Pero que puedes ofrecerle a una muchachita como ella?-Adrián bajó la cabeza, en signo de quizás sentirse inferior, la mujer lo sabía de sobra, su propia hija se encargo de meter aquellas ideas en la cabeza del chico desde que era un niño, ella jamás se metió, pues su educación no era algo que le correspondiera, pero si ahora él tenía la suficiente confianza como para contarle y hablar abiertamente del tema, no pensaba simplemente darle alas a metas imposibles, tenía que aterrizar los pies en el suelo, pues, no quería que su descendencia, sufriera el mismo destino que ella, no quería que él tomara las mismas malas desiciones.

-Lo sabía...alguien como ella jamás miraría para abajo, le gustó, sé que le gustó pero jamás me tomaría enserio-Adrián estaba acostumbrado a los golpes, pero seguía sintiendo un poco extraño cuando las mujeres de su familia arremetían contra él a punta de manotazos y cachetadas, solo pudo cerrar los ojos cuando la mano de su abuela, se estrelló contra la suya, en un sonoro manotazo.
-¡No digas tonterías!, no me estoy explicando bien-carraspeo la garganta, por lo que Adrián supo, era momento de prestar atención-Tienes razón en algo, su familia es adinerada, la tuya no. Sabes que le gustas, por algo será, ¿no?, ella ve en ti algo que tú no. Imaginemos esto, supongamos que se vuelven pareja—pudo ver el brillo en los ojos del muchacho, algo que no había visto en mucho tiempo, menos en él—...supongamos que se casan, ¿dejarías que viviera aquí, contigo?
—Por su puesto, abuela—el muchacho infló el pecho del orgullo y una sonrisa triunfal se dibujo en su jóven rostro, la anciana sabía que quizás tenía demasiada expectativas en él, pero a lo mejor, su intuición le fallaba esta vez
—¡Ay eres un muchacho estúpido!—exclamó antes de golpearlo en los hombros con las palmas abiertas, Adrián intento cubirise de aquellos ataques tan suaves, pero simplemente no lo logró. Podría ser muy bueno en taekwondo, muy alto y hábil, pero con su abuela, siempre sería el mismo niño de seis años al que a veces recibía manotazos por agarrar cosas que no eran suyas, aunque suponía, ese tipo de educación debió aplicarla más con sus demás nietos, pues aún se metían a escondidas a su habitación para ocupar sus cosas—No cometas la misma idiotez que tu abuelo.
—¿Cómo?—la mujer suspiro y dejó de golpearlo, en su lugar apretó ambas manos arrugadas sobre su regazo, estaba punto de revelar algo que nadie en la familia conocía, solo su esposo, la historia de su matrimonio jamás había sido contada de verdad, así que, con la voz algo pesada, comenzó su relato.
—Tenía diecisiete cuando me casé con el inútil de tu abuelo—de pronto, los recuerdos llegaron a su mente, fugaces y repitiéndose una y otra vez, sin parar—Mi familia tenía varios negocios pequeños por aquel entonces, no éramos tan ricos como la familia de esa niña—alegó, refiriéndose a Helena—Pero vivíamos bien, mi papá mandó a construir una pequeña habitación en el jardín de la casa, ahora ya no recuerdo para que quería usarla, pero si recuerdo que fue gracias a eso, que conocí a tu abuelo; la primera vez que lo ví estaba todo lleno de mezcla de cemento y sus pantalones estaban rotos, pero supongo que cuando uno se enamora, ignora todo aquello que le parece desagradable a la vista—Adrián estaba comenzando a entender la historia, quizás ya entendía lo que su abuela quería decirle—Tanto fue mi amor por él que escapamos uno de esos días, nos fugamos y me llevó a vivir con el resto de su familia, la dinámica en esta casa no ha cambiado mucho, siempre ha sido así—dijo, mirado las paredes de la habitación y la ventana al lado de la cama de su nieto, se le notaba nostálgica—Y siempre será así...siendo una jovencita que jamás tuvo que trabajar tuve problemas para adaptarme a esta nueva vida, pase de tener cocinera a tener que hacerlo yo misma y no solo para tu abuelo, no no, debía cocinar para toda la familia, incluso cuando no teníamos dinero para comprar alimento...tu abuelo me sacó de la comodidad y ventajas de mi hogar, solo para traerme a una vida llena de carencias.
—Yo no sabía...
—No comparto esta historia con nadie, niño, pero ahora debo preguntarte algo—ella tomó el rostro de nieto entre ambas manos y se aseguro de que estuviera atento a lo que tenía para decirle—¿Piensas que es justo para ella, condenarla a una vida así?—el chico negó con la cabeza y la abuela siguió hablando—En una cosas donde todos la van a repudiar y envidiar solo por su origen, con una suegra que va a andar metiéndose siempre en su vida, porque discúlpame, pero conozco bien a tu madre y sé que jamás va a dejarla en paz, ¿de verdad piensas arrastrala contigo?—soltó el rostro de Adrián y se puso de pie, quizás ya habría dicho demasiado, más de lo que era prudente.
—Pero Alexa podría...
—Pero la cosa es que tu no quieres a Alexa, deberías verte en el espejo, se te iluminan los ojos cuando hablas de Helena.
—Ella tiene novio, abuela—repitió, aunque eso último sonó casi lastimero, por la forma en la que se encorvo más de lo que era normal en él, era fácil deducir que de verdad, le dolía un poco el pecho al pensar en ello.
—El primer amor nunca es para siempre, Adrián, solo debes esperar, pero si de verdad la quieres como dices, primero deberías esforzarte un poco más por salir de aquí...y terminar con la otra niña, solo vas a lastimarla—se dió la media vuelta y volvió a correr la cortina que simulaba ser una puerta, pensaba salir del cuarto, pero Adrián la detuvo con un último cuestionamiento.
—¿A qué te refieres con salir de aquí?—le preguntó, levantando una ceja, mientras esperaba una respuesta concreta.
—¿Crees que trabajando en la misma fábrica que tu mamá, vas a lograr tu independencia?—Adrián abrió un poco más los ojos, era como si acabarán de darle la clave de lo que él suponía era el éxito—Lamentablemente mi hija tiene ideas algo retorcidas, no debí dejar que tu bisabuela la cuidara tanto de pequeña—y sin decir nada más, finalmente salió de la habitación, dejando a su nieto con más preguntas que respuestas.

Se sentía confundido ahora mismo, pues su madre siempre le dijo que sus abuelos eran la principal razón por la cual no podían irse de esa casa, dejarlos a merced de sus tíos sería prácticamente setenciarlos a una vida aún más precaria, pensaba que su abuela sería la primera en detenerlo con lágrimas si él decidía marcharse para vivir por su cuenta, sin embargo...hablando de frente con ella y siendo completamente honestos.
Sabía que era no era así, ella prácticamente le dijo que debía marcharse de ahí.

Lo habían estado engañando toda su vida...
La cólera lo invadió, miró su libreta, llena de ejercicios que ahora era incapaz de comprender debido al enojo que lo cegaba casi por completo, sin embargo, de alguna manera, logró tranquilizarse, respiró hondo y reviso la hora en su teléfono.

2:15pm

Tomó la mochila que llevaba a todos lados y metió las cosas necesarias para marcharse a la primera clase de ese día, era un poco raro tener horarios salteados pero, eso lo ayudaba a dormir un poco más de lo habitual, así que se sentía más descansado que otros días.
Salió de la casa, tomó el autobús y finalmente llegó a la escuela.

Ese día tenía un exámen de cálculo, se repetía una y otra vez dentro de su cabeza los procedimientos necesarios para resolver el exámen, sin embargo se sorprendió cuando el profesor le pidió que saliera del aula, pues él no podría presentar el exámen por esa ocasión, claramente quiso saber la razón y se enteró que sus padres no habían pagado la cuota de la mensualidad en varios meses y por lo visto no pensaban hacerlo pronto.
Ya estaban en universidad, se supone que estaban preparándose para ser profesionistas, nadie se rió de él, pero si se le dificultó, soportar las miradas de sus compañeros clavadas en su espalda como puñales, lo estaban juzgando, probablemente sintiendo lástima por él.

Y de pronto volvió a tener seis años. Miraba a los demás niños jugando entre ellos con sus juguetes nuevos, plásticos de colores brillantes qué acabarían en la basura tarde o temprano, mientras él sostenía entre ambas manos un par de carritos viejos y desgastados, veía a los gemelos Valencia presumir sus vacaciones en Cancún en redes sociales, cuando él ni siquiera sabía como se veía una playa...

Era adultos...pero en ese momento se sentía algo humillado y despreciado.

Lo siguiente que hizo fue regresar a su hogar, sintiendo aún esas miradas juzgandolo, aún cuando ya no se encontraba en el salón y lo único que pudo hacer fue recostarse en su cama, él no era quien se hacía cargo de las finanzas en su hogar, esa era su madre y para su mala suerte no se encontraba en casa, no podía hacer nada hasta que ella llegara de su turno en la fábrica, no es que fuera a reclamarle, pero sencillamente necesitaba saber que había sucedido con ese dinero.
Quería arrancarse el cabello del enojo, bien sabía lo que significaba eso, si no se cubrieron los mensualidades en varios veces probablemente la próxima vez que intentara ingresar a la universidad no se lo permitirían, quizás le habían dado un poco de paciencia ya que la universidad tenía cierta política de tolerancia, pero sin ser capaz de presentar las evaluaciones, ¿cómo haría para mantener sus calificaciones?, ¿terminaría acaso ese año en la escuela?, estaba comenzando a desesperarse.

Recibió una llamada que le alegró un poco el día.

Finalmente, después de semanas y un par de billetes prestados por parte de Lalo, su motocicleta estaba lista y ya podía ir a recogerla.

—No es caridad...tómalo como un pago, porque vas a tener que ayudarme en ayudarme en todas mis maquetas después de esto.

Le había dicho Lalo cuando fue hasta su casa durante la noche a dejarle un fajo de billetes.

¿De donde sacaste esto?—quiso saber, pues no esperaba que sus padres le prestarán tal cantidad sin un buen motivo de por medio.
—Estaba ahorrando para comprarle un violín eléctrico a mi hermana, pero puede sobrevivir sin el, tú necesitas la moto, a fuerza—en ese momento pensó que tenía razón, y si la manera de saldar esa deuda era prácticamente hacer las maquetas de su amigo durante un tiempo, lo aceptaría, era más o menos como un contrato de trabajo y recordando las palabras del señor Valencia, supo que no era tan malo aceptar ayuda de vez en cuando.
Ese día tuvo que inventarle a su madre que Lalo había ido a devolverle una libreta, tuvo que esconder el dinero entre el forro de su sudadera...

Recogió su tan preciada motocicleta y el resto de la tarde se la paso paseandose en ella, tratando de encontrar las palabras correctas para hablar con su madre, ignoro todas las llamadas y mensajes de Alexa, en ese momento no quería saber nada ni de nadie. Solo pudo regresar a su hogar cuando dieron las diez en punto de la noche, sin embargo no pudo hablar con su madre, o con su padre, pues llegaron tan cansados que solo pudo darles las buenas noches antes de que le cerrarán la puerta de su habitación en la cara, esa noche se fue a dormir con el miedo latente de que no fueran a permitirle la entrada a la facultad al día siguiente.
El resto de las noches fueron iguales y siempre que intentaba tocar en tema era ignorado o sutilmente se cambiaba el tema.
El mido latente lo dominó por un mes más.
Una tarde, mientras se encontraba tomando clases, le pidieron que lo acompañaran a administración para que firmara su baja de la carrera. Intentó hablar con el rector para comentarle su situación, sabía que su familia no tenía dinero, pero quizás si le daban algún tipo de empleo dentro de la universidad, podría entrar nuevamente, solo que esta vez como becado, no le molestaba, haría lo que fuera por continuar estudiando por dos razones principales: una era que la universidad era para él un especie de desahogo, ahí nadie le molestaba, nadie le pedía que hiciera cosas que no le correspondían o solucionara problemas que no tenían nada que ver con él y la segunda es que al ser el primero de toda la familia en asistir a la universidad, señalaba que esa era la única herramienta que tenía para desprenderse del mundo en el que se veía atrapado desde niño.

Obtuvo su respuesta, podría entrar como becado, pero debía pagar su ingreso como si fuera nuevo en la escuela, lo cual, sumaba un total de diez mil pesos aproximadamente. Adrián sospecho que quizás se trataba de un truco, una jugada algo sucia, sin embargo, si quería seguir dentro de la escuela, debía soltar dinero. No podía pedirle prestado más a los Valencia, así que se lleno de valor el solo, repitiéndose una y otra vez que no estaba haciendo nada malo, solo estaba buscando la manera de arreglar las cosas, como lo haría un adulto.

Aquella tarde su madre se encontraba sentada en la sala, mirando una telenovela, cuando tuvo el valor suficiente para hablar.
Sabía que sus padres tenían un fondo para cualquier emergencia que tuviera que ver con la universidad, así que era hora de utilízarlo.

—Ma, necesito tu ayuda—fue lo primero que salió de sus labios—En la uni me dijeron que la colegiatura no se ha saldado en mucho tiempo, me dieron de baja—la mujer lo miró y algo molesta finalmente le respondió.
—¿Y qué piensas hacer para resolverlo?—Adrián suspiró, esperaba que ella pudiera darle una respuesta, no solo le diera más incertidumbre.
—Hable con el rector, me dijo que puedo ingresar nuevamente como becado, debería trabajar todo el día en la universidad, pero se necesitan saldar las mensualidades anteriores y pagar la inscripción, otra vez.
—¿Y después?—no sabía, porque continuaba esperando algo concreto viniendo de ella.
—Mamá, necesito ocupar el dinero que tenías guardado, son como diez mil pesos de jalón, ¿si los tenemos?—la mujer apartó la mirada de su hijo y se recostó en el sillón, algo desgastado y viejo, lanzó un suspiro sonoro y algo lastimero, como si acabará de pedirle algo horrible y moralmente cuestionable, cruzó ambos brazos sobre su pecho, Adrián supo que algo muy malo le pasó a ese dinero—¿Verdad?—levantó una ceja y se inclinó más hacía el frente.
—Ay, Adrián—la mujer negó con la cabeza y sus ojos comenzaron a cristalizarse, como si estuviera a punto de llorar—Hijo es que...entiéndeme.
—¿Qué le pasó a ese dinero?—su madre no retuvo las lágrimas, después comenzó a acariciarse uno de sus brazos.
—Me siento muy mal...
—Por favor, ¿qué le hiciste a ese dinero?—estaba comenzando a desesperarse.
—Me esta empezado a doler mi brazo—apretó la zona supuestamente afectada mientras las lágrimas seguían corriendo por su rostro como un río sin control, Adrián tomo a su madre de los hombros y la acercó a él.
—Necesito saber—apretó la mandíbula, su voz sonaba entrecortada, pero no por tristeza o algo similar, esta molesto, porque ya suponía lo que sucedió con ese ahorro.
—Ay, hijo, es que pues...vinieron tus primos el otro día, sabes que tu primo Edrei acaba de tener a su bebé y pues necesitaban el dinero...no les puedo negar la ayuda, son mis sobrinos.
—Pero mis colegiaturas...—ahora entendía todo, prefirio brindarle ayuda a un par de buenos para nada como lo eran su primo y su supuesta mujer, ambos estaban en plena adolescencia y ya tenían un bebé, pero él era su hijo, y él si estaba haciendo algo con su vida, o al menos se esforzaba por ello, ¿por qué hacerle algo así?
—¡Tú eres muy egoísta, Adrián!, ¡No todo el tiempo puedes ser tú, la familia también necesita ayuda!—se levantó e intento escapar a la cocina, siempre hacía eso cuando no quería aceptar que estaba equivocada, en otra ocasión, él la habría dejado marchar, pero estaba demasiado colérico como para permitirle eso ahora, la interceptó justo antes de que saliera de la sala, se paro enfrente de ella y le exigió las respuestas que jamás tenía.
—¿¡Sabes lo qué hiciste!?, ¡me dejaste sin universidad!, ¡estás echando por la borda todo mi maldito esfuerzo!. No se han pagado las colegiaturas hace meses...por eso no querías hablar de eso conmigo, ¡tú sabías que iba a pasar!
—¡Ya Adrián, ya!, deja de ser tan egoísta, lo que a ti te falta es humildad, juntarte con esos niños ricos te ha hecho tanto daño a la cabeza—dijo, estirándose para picar con uno de sus dedos, la sien de su hijo, el toque agresivo le molesto, mucho, por alguna razón, así que utilizo su brazo para evitar que siguiera picoteandolo, como si se tratara de un animal muerto—¡Y ahora me levantas la mano!—grito, lo suficientemente fuerte para que todos en la casa escucharán—¡Me quieres golpear!—los gritos podrían haberse escuchado en toda la cuadra, el escándalo llamó la atención de su padre y tíos, quienes acudieron al llamado de auxilio.
Adrián no sabía que saber, nunca pensó encontrarse en una situación así, estaba molesto, shockeado y algo asustado—¡Tu hijo me quiere pegar, tu hijo me quiere pegar!—bramo, llamando a su esposo, quien, a pesar de no haberle puesto una mano encima a Adrián nunca, esta vez no dudo en hacerlo, puesto que no alcanzó a defenderse del puño cerrado de su padre sobre uno de sus ojos. Ni siquiera lo vio venir, y támpoco supo en que momento apareció en la habitación.

El golpe seco lo descolocó un poco, pero no lo tiro, solo logro aventarlo hasta que su espalda choco contra una de las paredes detrás de él. Pero no lloró, en cambio, siguió hablando.

—¡ME QUITASTE LA ÚNICA ARMA QUE TENÍA PARA SALIR DE AQUÍ!—nunca había estado tan molesto, jamás se escucho gritar así mismo de esa manera, ni siquiera cuando tenía que pelear con otro chico en algún torneo—¡YO SOY TU HIJO!, ¿cómo pusiste preferirlos a ellos...?—estaba agitado, su pecho subía y bajaba a gran velocidad, aún apretaba su ojo lastimado con su mano izquierda, intentado aliviar un poco el dolor.
—Ya eres un adulto—dijo su padre, mientras abrazaba a su esposa, ella se refugiaba en su pecho, aparentemente asustada—Tienes veinte años, ya deberías mantenerte por si solo, mira a tus demás primos, ya están casados y tienen sus familias, ¿Y tú?—hizo lo mismo que su madre hace un momento, enterró uno de sus dedos en el pecho del chico, cubierto por su sudadera negra—Ya eres una carga para esta familia, deberías estar trabajando en lugar de reclamar por esto—y dicho esto último, el matrimonio salió del cuarto, dejándolo solo, con sus propios demonios.

Adrián observó a sus demás familiares, que se asomaban por la única ventana de la habitación, curiosos y aferrados a los barrotes de la ventana, casi como si acabaran de presenciar el ataque de una bestia salvaje en vez de....a él.

Su abuela también estaba ahí, no dijo nada, solo se dió la media vuelta y se fue.

Necesitaba calmarse, y conocía un único lugar donde tratarían de entenderlo.

La residencia Valencia.

Ya era algo repetitivo, pero si iba con Alexa no serviría de nada, quizás intentara distraerlo de alguna otra manera, pero para él, imaginarlos en esa situación, ya no le resultaba para nada atrayente.

Se dirigió a su cuarto y busco entre sus pertenecias las llaves de la motocicleta recién reparada, se sorprendió al no encontrarlas escondidas entre su ropa, de pronto, su madre apareció detrás de él.

—No pienses que vas a salir corriendo a llorarles a tus amiguitos esos—de verdad, en esos momentos, se sentía tan colérico que considero empujarla y pedirle a base de fuerza bruta que le devolviera sus cosas, esa moto era lo único que le pertenecía al cien por ciento, ya que en esa casa, con esa familia, ni siquiera él, era suyo por completo. Pero se detuvo, no lo hizo, quizás una parte de su ser aún era lo suficientemente racional—Si yo te vuelvo a ver cerca de esa familia, te quito todo el apoyo, voy a vender esa pinche moto y olvidate de la universidad el siguiente año, ¡entiende que tu no encajas ahí!—un golpe en la parte trasera de la cabeza lo hizo agacharse debido al dolor.

Escucho a su madre salir de la estancia, mientras jugaba con las llaves entre sus dedos.

Se estaba burlando de él.

Se sentó en la cama, mientras se jalaba el cabello de la desesperación.
Aunque se alegraba de aún tener su teléfono a la mano, se retiro a la parte más oscura de la habitación.
En una esquina, junto al mueble que usaba para guardar su ropa, el mismo que ahora ocupaba el lugar que años antes ocupó la cuna de su hermanito, se agachó, tratando de esconderse.
Busco con los dedos temblorosos a la única persona que podría ayudarlo, darle un consejo, lo que fuera, malo o bueno le daba igual.
Pero una parte de él, rezaba porque fuera un mal consejo, probablemente Lalo le habría dicho que no debía ir en contra de lo que decían sus padres.

Por eso necesitaba a alguien más fuerte, más rudo y malicioso que el mismo Lalo.

Finalmente encontró el contacto de Samuel.
Casi olvidado.

Presionó el símbolo del teléfono que decía "llamar" y se pegó el teléfono al oído—Por favor, por favor, responde—fue lo que pensó, cuando el teléfono dió tono.

Espero un par de minutos...llamó varias veces, hasta que finalmente, respondió.

—Ayudame, Sam—no espero un saludo cordial, ni mucho menos, solo quería, que alguien le dijera, que estaba bien, odiar a sus padres en ese momento, quería un poco de complacencia, un motivo más, para largarse de ahí.

Las palabras salieron de su boca, sin pensarlo mucho, en algún punto comenzó a temblar y el llanto se hizo presente, a veces tenía que taparse los labios para evitar que lo escucharán.
Fue en ese momento en el que soltó todo, como desde niño solían repetirle una y otra vez que él sería el pilar de esa familia, como lo programaron para hacerle creer que eso era lo que él quería, cuando no era así, como se sentía atrapado en ese mundo que él despreciaba desde que la familia Valencia apareció en su vida, lo mucho que detestaba no querer a Alexa de manera genuina y solo usarla como un distractor, pero terminó siendo más de lo mismo, bien sabía que él no era guapo, o muy inteligente, pero deseaba algo más, quería algo más y a pesar de buscar alternativas para mejorar, todo parecía estar mal enfrente de sus padres, el hecho de que ahora, lo hicieran sentir como si no valiera nada y levantarán falsos en su contra.

Samuel no dijo nada mientras el se libraba de todo ese peso extra y soltaba llantos ahogados de vez en cuando, o si se le trababa las voz al hablar. Samuel simplemente lo escucho y cuando finalmente se quedo un rato sin mencionar nada sobre en tema y la pelea anterior. Su amigo finalmente pudo articular un par de palabras.

—¿Qué quieres hacer ahora?—aquello sonaba raro, pues nunca nadie le había preguntado con tanta serenidad que era lo que él deseaba, siempre debía pensar en las personas que en un futuro dependería de él, como su madre, quien antes de salir de la preparatoria se la pasaba mencionando que en un futuro no tan lejano no podría caminar más debido a sus horas de trabajo en la fábrica y por ende, sería mejor que Adrián eligiera una buena carrera, alguna ingeniería, para tener el dinero suficiente para cuidar de ella.

¿Qué tal si él quería ser músico, escribir canciones...o tenía un talento oculto?, ¿realmente quería ir a la universidad?, ¿qué tal y si lo suyo era ser un atleta de alto rendimiento?.

Amaba taekwondo con toda su alma, se moría de ganas por ser campeón estatal y luego, si se esforzaba lo suficiente, volverse el mejor del mundo...pero claro...no podía ir a los entrenamientos extras porque debía jugar esos estúpidos partidos para "recordar a su hermanito fallecido". Adrián siempre quiso más, no se conformaba con solo demostrarle a un montón de viejos con sobrepeso y sueños frustrados que era un buen atleta en la cancha, porque ni si quiera necesitaba hacerlo, a leguas se veía. Tenía el cuerpo perfecto para ser un peleador excelente, pero jamás hubo apoyo de verdad, veía a sus amigos, ir con nutriólogos y médicos mes con mes, para recuperarse de sus lesiones y mejorar su rendimiento en las competencias, ¿y él?, debía conformarse con solo, "para lo que les alcanzaba". Ahora que lo analizaba, quizás no es que sus padres no tuvieran dinero, simplemente no querían gastarlo en él, preferían a los familiares que nunca eran amables con ellos, gastar en fiestas que ni siquiera disfrutaban, o en el alcohol que el abuelo les pedía comprar todos los fines de semana.

¿Y él?
¿Cuándo por fin sería él?

No estaba siendo egoísta en lo absoluto...solo quería que por primera vez, él fuera la primera elección.

Ni siquiera se conocía bien, no sabía que música le gustaba, solo imitaba lo que veía a su alrededor, lo que "era alcanzable, para su nivel" y su madre escogía para él, escuchaba canciones populares, de esas que sonaban en las redes sociales porque era lo que todo su entorno prefería, porque cuando decía que le gustaba escuchar a Helena mientras tocaba su violín, solo se reían de él y le reclamaban el querer imitar a unas personas que jamás lo aceptarían, ¿de verdad le gustaba escucharla o solo era una parte de él, queriendo encajar?

Ya no sabía nada...de él.

Se llamaba Adrián Hernández.
Medía uno ochenta de estatura.
Su color favorito era el negro y el dorado, (más si se asimilaba al oro de verdad)
Le gustaba practicar taekwondo.
No sabía si le gustaba su carrera.
O si de verdad le gustaba el fútbol.
Ahora que lo pensaba, la música que escuchaba en su teléfono no terminaba de agradarle, por eso se sentía raro con ella.
Su comida preferida era el arroz...o los filetes de salmón, quien sabe.
Y aspiraba a...¿a qué aspiraba?

¿Quién era realmente Adrián Hernández?

Una deformación, una creación algo extraña de su madre que no terminaba de ser perfecta para ella o para nadie en esa familia.

¿Entonces qué seguía...?

—No quiero estar aquí—dijo en voz baja, la luz del Sol comenzaba a ocultarse, acariciando con sus últimos rayos, su pecho, justo donde su padre lo había picado. ¿Cuánto tiempo había pasado?, ¿estaba hablando con Samuel, o solo era una alucinación suya?
—A lo mejor es hora de que te vayas yendo de ahí—Adrián asintió, limpiando los rastros de agua de sus ojos—Si decides quedarte...debes tener en cuenta que toda tu vida será así.
—Lo sé...pero si me voy, perderé el apoyo de mis papás—escuchó la risa jocosa al otro lado de la línea. Podría decir que Samuel sabía más de su vida de lo que Lalo tenía presente ahora mismo.
—¿Cuál apoyo, Adrián?—esto lo dejó callado por un par de segundos...tenía razón...nunca hubo apoyo como tal, solo, la ilusión de ello.
—Tienes razón...no hay ninguno—tras una despedida corta pensó en colgar, sin embargo, algo se le atravesó por la cabeza, lo que lo llenó de curiosidad, una especie de flash—¿Es cierto qué vas a venir a la ciudad?, ¿Por qué no le respondes los mensajes a Lalo?
—Espero estar ahí para el cumpleaños de mi hermanita—dijo—No le respondo, porque lo que hice estuvo mal y...creo que sería mejor no mantener ningún tipo de contacto con mi familia, prefiero mantenerme alejado, por ahora—Samuel era bueno mintiendo, pero, por como algunas sílabas parecían tambalear en el sonido evocado de sus labios, Adrián supo que estaba a punto de soltarse a llorar—Pero extraño mucho a Helena, ¿e-ella está bien, verdad?—justamente era algo, ella, era algo en lo que no quería pensar en ese momento, pero tenía que hablar ahora o nunca.
—Lo está, ya hasta tiene novio—comenzó a reír, buscado como olvidar, aunque fuera momentáneo, en lo precario de su situación.
—...es el imbécil de Gabriel, ¿verdad?
—Efectivamente—ambos chicos sonrieron, cada uno en su lado del teléfono, después de mantener una conversación tan caótica, era bueno, poder charlar normal, aunque fuera solo unos cuantos minutos.
—¿Sabes algo?, desde lo sucedido con Erika, vivo todo el tiempo aterrorizado, pensando en que alguien más podría hacerle lo mismo a mi hermana.
—Eres un cabron, ¿lo piensas ahora y no cuando lo hiciste?
—Sé que suena estúpido—dijo, carraspeando la garganta, al parecer, estaba manejando bastante bien el impulso de soltarse a llorar—Pero, si, por favor, no dejen que nadie le haga daño—añadió y Adrián entendió que hablaba en plural porque se refería a Lalo y a él.

Solo pudo prometerselo, como favor a quien en su momento fue su mejor amigo.
La despedida fue corta y no tan emotiva como él esperaba. Aunque se quedó un rato más ahí, tirado en el suelo, esperando quizás que alguien le ayudara a levantar su propio cuerpo.
Sin embargo, eso no iba a suceder, con el corazón lastimado, pero menos pesado qué hace unos momentos, se puso de pie y comenzó planificar las cosas.

Esa noche ya no tenía que dormir temprano para irse a la universidad, así que dedico toda la madrugada a planificar lo que sería su paso hacía la libertad.

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