La primera noche

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En un mes cumplía diecisiete.

Llevaba contados los días y realmente estaba emocionada.

De niña solía tener un pensamiento recurrente, pero algo bizarro si se le permitía ser sincera, siempre creyó que su vida acabaría cuando dejara de tener dieciséis, no sabía porque, pero la verdad es que no le asustaba, simplemente era algo curioso, que ese tipo de teorías pasaran por su cabeza a tan temprana edad, puesto que no tenía deseos de morir pronto y támpoco razones para ello.

Vivía en una casa grande, su familia tenía recursos, era amada por la misma, tenía una amiga maravillosa llamada Irene y un novio...uno genial, guapo, atlético, un artista y atleta en pleno desarrollo. Lo mejor de todo es que era su mejor amigo también, no solo un desconocido que se cruzó por ahí.

Y hablando de él, Gabriel le haría una visita especial esa noche.

Sus padres se habían ido hace ya un rato, a una de sus citas mensuales, siempre que eso pasaba, no regresaban en toda la noche y ella y sus hermanos se quedaban juntos, tratando de mantenerse despiertos mientras veían películas de terror en la habitación de Samuel, claro que casi siempre era Helena quien terminaba durmiendose primero, pero al despertar siempre veía a los gemelos recostados a cada lado de ella, con la reparación calmada y las pijamas a juego puestas.
Aunque eso dejó de pasar cuando ella entró a la pubertad, en vez de despertarse en la cama de Sam, a la mañana siguiente se encontraba en su propia habitación.

Claro que...esa tradición fue olvidada con la partida de Samuel, en la actualidad, Lalo estaba demasiado cansado como para quedarse despierto toda la noche con ella y prefería no compartir su lecho, Helena lo entendía.

Pero le hubiera gustado pasar tiempo con él, especialmente en esas noches frías. Aunque quizás, esa madrugada, no tendría que tolerar la soledad de su gran habitación o lo heladas que se podían sentir las sábanas.
Puesto que Gabriel iría a verla...él también pasaba demasiadas noches demasiado solo en su casa, puesto que su madre había vuelto a salir con su novio, nadie se daría cuenta que el pequeño Gabriel no estaría en su habitación.

Mientras pensaba en ello, mantenía a Daemon en su regazo, el amimalito se veía cansado y buscaba un poco de mimos en su dueña, jugaron toda la tarde y a Helena se le había ocurrido un juego para pasar el rato juntos, no era muy ingenioso la verdad, se trataba únicamente de evitar los mordiscos de su mascota en la zona de los pies, mientras intentaba correr sin pisarlo por todo el gimnasio de su casa. Pero por lo menos logró quitarle toda la energía, al menos por ese día.
Se estaba preparando para dejarlo en su jaula, acomodaba una pequeña cobija que Brenda e Irene confeccionaron para el animalito, trataba de hacerla caber en la hamaca en donde su hurón dormía casi siempre, cuando Lalo interrumpió en la habitación.

La observó por un momento, ya tenía la pijama puesta y estaba descalzo, luego, le quito al hurón Daemon y se lo llevo entre sus brazos, pretendiendo escapar con él.

-¿A dónde lo llevas?-intento preguntar, sin embargo por la mirada cansada de Lalo, supo que no obtendría muchas respuestas.
-Hoy él se duerme conmigo, le gusta más que esa incomoda jaula-quizás tenía razón, estos últimos días a veces despertaba y no escuchaba el sonido característico de Daemon en el cuarto, encontraba la jaula vacía y abierta, cuando lo buscaba por la casa, se encontraba a Lalo recostado en su alcoba, con Daemon acomodado en su garganta, era una imágen algo extraña de ver, pero muy tierna.
Helena sospechaba que por fin la ausencia de Samuel comenzaba a afectarlo, puesto que desde la llegaba de ese misterioso mensaje, no habían sabido nada de él ni de su situación actual, ella temía que algo le hubiera sucedido dentro de la academia, pero a lo mejor...solo estaba exagerando las cosas.

A lo mejor...su hermano tuvo un lapsus de esperanza, como cuando una pareja acaba de terminar la relación, pero siguen esperando que el otro vuelva, la comparación era algo rara. Pero después de prácticamente vivir siempre pegado a "tu otra mitad", un ser completamente parecido a ti físicamente, con quien compartías un lazo especial que nadie más parecía entender, demasiado fuerte como para explicarlo con palabras, era de esperarse, que Lalo pensara continuamente en Samuel, extrañándolo y añorandolo.

Cuando finalmente estuvo sola preparó lo que iba a ponerse esa noche. Primero debía bañarse.

Escogió un conjunto bastante cómodo, un pantalón negro suelto pero ajustado en la cintura y una sudadera gris que le quedaba algo grande.

Cuando entró la ducha extrañamente no se sentía avergonzada, o con miles de preguntas sobre su físico, por alguna razón, esa noche se encontraba extrañamente cómoda consigo misma.
Regresó a la alcoba y comenzó a vestirse, deslizando la ropa por su cuerpo. Observó el reloj en su escritorio.

10:06pm

Aún faltaba un poco para que Gabriel arribará a su habitación, así que se tomó su tiempo en terminar de arreglarse, coloco un poco de perfume en zonas como el cuello, muñecas y pecho, después un poco de barniz morado adorno sus uñas recién recortadas, enchino sus pestañas con cuidado para no romperlas y un toque de color rosa en sus labios le dio el toque final a todo ese ritual.
Era algo que le gustaba de ella, no sabía como usar maquillaje, pero su rostro se prestaba a no tener que usarlo para verse linda, se preguntó si fue eso en primera estancia lo que llamó la atención de Gabriel...o algo más.

Tomó asiento en la cama, esperando.

Solo esperando y nada más.

No estaba nerviosa, claro que no, la clama reinaba en toda la casa. Casi como una regla que no debía romperse por nada del mundo.

Pasados unos minutos, alcanzó a escuchar golpeteos en las puertas de cristal que daban a su balcón, rápidamente caminó hasta ellas y las abrió de par en par para asomarse.

Ahí estaba él.
Comenzó a trepar el árbol, llevaba una mochila colgada al hombro y tenía puesta una sudadera azul marino con el gorro curbiendole la cabeza, si estaba pensando que de esa forma pasaría desapercibido, realmente había fallado, Helena sonrió, un ataque de risa comenzaba a nacer desde el fondo de su pecho 6 no pudo contenerlo lo suficientemente bien cuando Gabriel hubo llegado a su lado, aún con la capucha puesta.
Juntos entraron a la habitación, cerrando con seguro las puertas del balcón y corriendo las cortinas para que nadie pudiera verlos, también se apresuraron a cerrar la puerta principal, no quería que nada los interrumpiera, pues estarían en graves problemas.

-¿Qué llevas en la mochila?-No podía más con la curiosidad, así que decidió preguntar directamente.
-Mmm, bueno, no sé muy bien de estas cosas-se explicó mientras dejaba la mochila sobre la silla giratoria a lado del escritorio de su amada-Traje ropa extra, algo que podría gustarte y...'eso'-dijo, mirando fijamente a la chica mientras rebuscaba en la mochila, aquello que no se atrevía a mencionar en voz alta, pero Helena pareció comprender al instante, juzgar por el sonrojo que se presentó en sus mejillas, casi al instante.

Gabriel encendió unas velas, en el envase de las mismas, estaban impresas unas fotos de algunas frutas.

—Quiero que esto sea especial—le confesó antes de encenderlas—Traje algo para que comas después...aunque si quieres hacerlo ahora, no me molestaría, tenemos toda la noche—observó con curiosidad como también dejaba sobre la mesa, un recipiente con hotcakes adentro, además de una botella llena de leche para acompañarlos.
—¿Tú lenguaje del amor es darme comida?—le preguntó, riendo ante la idea, puesto que al tener una cita, le llevaba cosas que él mismo preparaba en su casa, ya podía adivinar el motivo, pero aún así, quería escucharlo de sus propios labios, para rectificar, solamente.
—No puedo parar de pensar...en lo que hacías antes, para verte más delgada—esta declaracion la tomó por sorpresa, puesto que esperaba algo completamente distinto, quizás qué estuviera preocupado por el próximo selectivo estatal, pues su categoría era la más ligera y aún así, ella se encontraba en el límite de peso, subir unos tres kilos no le haría mal, pero sacar "ese" tema en específico ahora...tocaba una fibra en ella que simplemente no deseaba recordar o revivir los recuerdos de hace algunos años atrás—No quiero volver a verte así.
—Pero, creo que como bien—Gabriel soltó un suspiro desalentador, casi deprimente, antes de alejarse del escritorio para caminar hasta ella, una vez quedaron frente a frente, tomó el pequeño rostro de Helena con una de sus manos y la acercó a él.
—Espero que sigas haciéndolo, me destrurias por completo, si vuelvo presenciar eso—la perspectiva de aquella frase la dejo congelada por unos breves instantes, sabía que le preocupaba a Gabriel, y ella a él, más que algo nuevo, se trataba de un sentimiento que siempre estuvo ahí, cada uno tenían cosas dentro de si bastante cuestionables por las cuales era justo preguntarse varias veces si lo que hacían estaba bien. Pero el escucharlo directamente de él, casi como una confesión, saber que él mismo no se encontraría bien, si algo llegara a sucederle a ella. Le trajo consigo un montón de sentimientos encontrados, de los cuales no supo muy bien como descifrar, más que un dolor punzante en el pecho al imaginar toda la situación si llegara a volverse una realidad.

Aunque él saber, que otra persona además su numerosa familia, alguien ajeno, quien no tenía porque amarla, gracias a la inexistencia de algún lazo sanguíneo entre ambos, le evocó una sensación cálida en el pecho.
Era algo demasiado difícil de explicar, con unas pocas palabras.

Bajó un poco la mirada, algo abrumada por lo que sucedía dentro de su persona y no se refería a los procesos biológicos que el cuerpo humano realizaba en sus entrañas para mamterla viva, más bien...se trataba de algo más profundo, probablemente, estaba hablando de su alma, cosa que pensó en algún momento, no tenía cavidad en el mundo real; pero ahora, con Gabriel frente a ella y esos seis meses de relación, se planteó la idea de que quizás, si existiera en su realidad y no solo en el mundo de fantasía de algunos libros.
El chico tomó su mentón y la obligó a mirarlo directamente a los ojos, ella notó de inmediato como sus dedos temblaban, la respiración ligeramente agitada y el deseo...que se proyectaba en aquellos ojos oscuros.
Le hubiera gustado decir que estaba asustada, que no quería continuar con lo que estaba a punto de acontecer, la habría gustado contar como le pidió a Gabriel que se fuera, porque aún no estaba lista.
Eso sería más propio de una señorita de buena familia, quizás, pero nada de eso paso, no lo hizo porque no quería hacerlo. Ella realmente, deseaba que sucediera, más si se trataba de él, pues, llevaban tanto tiempo conociéndose, tantos años juntos que este acto no representaba más que un cierre, quizás, lo único que les faltaba para anotar en esa interminable e imaginaria lista de cosas que hacían juntos.

Realmente, también lo deseaba.

Gabriel la beso y ella simplemente se dejó llevar.
Cuando las manos varoniles se colaron por debajo de su sudadera, para acariciar su cintura y espalda, supo que no había marcha atrás, pero no le importo mucho. No perdieron el tiempo y juntos caminaron hasta la cama, sin dejar de besarse. Helena se dejó caer en el colchón y Gabriel la siguió sin mucha interrupción, se colocó encima de ella, frotando su cuerpo con el de la chica que lo abrazaba por la nuca y le besaba las mejillas con devoción, él se tomó su tiempo en repartir besos por todo el rostro de Helena, el mismo que tantas veces se había imaginado en esa misma situación, sin embargo las ganas de descubrir más allá de lo permitido lo llevaron a besar con pasión el cuello delgado de la chica. Ella le acarició el cabello, invitándolo a no detenerse, entre pequeños mordiscos y chupetones que ambos esperaban, no dejara ningún tipo de marca, o habría problemas más tarde.
Gabriel se deslizó por el pecho de su amada, se apresuró a bajar la cremayera de la sudadera gris y rápidamente la quito por completo, solo para admirar, un pequeño sostén negro, muy ajustado que Helena tardó mucho en elegir entre su propia ropa, era lo más adecuado que tenía para la ocasión y por un momento creyó que no sería del agrado de Gabriel, al juzgar como se quedo pasmado un par de segundos, admirando la prenda, sin embargo, con ayuda de sus manos, también le arrancó esa última capa de ropa para dejar expuesta la parte superior de su cuerpo.
Su pecho era pequeño y no muy llamativo, así como se encontraba, acostada sobre la cama, sospecho se verían mucho menos atractivos para la vista de cualquier hombre, quiso cubrirse, casi por inercia y algo de vergüenza, pero Gabriel se lo impidió, acercándose a su cuerpo para tomar entre sus manos esos pequeños atributos y proceder a morderlos y besarlos con un hambre que Helena desconocía hasta ese momento en él. Suspiro y tuvo que taparse los labios en varias ocasiones, no quería hacer ruido, no quería despertar a su hermano y pasar por el bochorno de tener que darle explicaciones, pero sencillamente, todo eso era tan nuevo, tan placentero que no pudo reprimirse mucho.
En poco tiempo las prendas inferiores desaparecieron por completo y terminaron en el piso de la habitación, sintió inmediatamente el frío de la casa colarse por su piel completamente desnuda sin nada para cubrirla. Con algo de vergüenza por ser la única sin ropa, procedió a despojar a Gabriel de su camiseta azul marino, le acarició el pecho con ambas manos y las deslizó por los hombros anchos hasta terminar en su espalda, le beso el cuello, con ansias de saciar una extraña sed que la aquejaba siempre que posaba su mirada en la garganta del chico, ahora se sentía plena y tranquila, al poder finalmente cumplir una pequeña fantasía que tenía respecto a eso, quería besarlo y dejar alguna pequeña marca en él, como si estuviera gritándole al mundo que le pertenecía.
Y al parecer no era la única, pues tras un poco de dolor en el lado derecho de su pecho, descubrió una pequeña marca rojiza que comenzaba a tomar forma.

—A veces, usas escotes—le dijo, con la voz susurrante, que sonaba extrañamente varonil y ronca esa noche—Los demás chicos también te miran. Quiero que sepan, con quien estás ahora...—dicho esto se despojo de la ropa que aún lo mantenía semi vestido y tomó a la chica entre sus brazos, para colocarla justo enmedio del lecho donde se encontraban, estiró un poco el brazo para tomar su mochila tirada en el suelo, busco por unos segundos en su interior hasta que pareció encontrarlo, una cajita de preservativos.
Trato de colocarlo lo más rápido que sus dedos se lo permitieron y una vez estuvo listo, miro a los ojos de su compañera y amante, posicionó ambos antebrazos a un lado de la cabeza de la chica y pego su frente a la de ella. Helena pareció aceptarlo y le acarició la espalda con delicadeza, deslizando las yemas de su dedos por la piel tersa, casi como si estuviera recordando alguna pieza musical y la acuerdas de su violin fuera aquella superficie cálida.
—Tómame de la mano, ¿si?—el chico asintió y entrelazo su mano izquierda con la derecha de su novia, le regaló un último beso en los labios pero a diferencia de los anteriores, este no fue desesperado o hambriento, más bien...calmado y cariñoso, se tomó su tiempo para sentir cada centímetro de los labios de Helena, ella supuso qué intentaba tranquilizarla de alguna forma, aunque extrañamente no sentía miedo.

Brenda le contó que en su primera vez con quien ahora era su ex novio, estaba demasiado intranquila y temerosa, y el momento en el que...bueno, eso paso, le dolió más de lo esperado, sin embargo Brenda decidió no decir nada en su momento.

Por un momento pensó en decirle que se detuviera, no sentía miedo como tal pero si muchos nervios, aún así, el tacto frío de la mano de su novio contra la suya, le ayudo a procesar lo que estaba a punto de pasar.

Y lo sintió, un poco doloroso al inicio, una sensación cosquilleante que creció y le invadió todo el cuerpo, junto a miles de pequeños escalofríos que viajaban a gran velocidad por ella. Él se inclinó más hacia enfrente y por inercia apretó las piernas, como si su cuerpo le estuviera pidiendo de forma inconsciente que se detuviera, aunque realmente no quería eso. Era un poco doloroso, pero algo en esa sensación le gustaba...y esperaba por más.

Quizás si era algo masoquista después de todo.

—Me estás deteniendo con tus piernas—le susurro Gabriel, tenía la boca abierta y respiraba con dificultad, juzgar por la rojez en su rostro, Helena podía deducir que a menos él lo estaba disfrutando más—¿T-te estoy lastimando?—había estado mirando a un punto en específico del abdomen de Gabriel, completamente perdida en sus pensamientos y en el nuevo placer que recién comenzaba a descubrir.
—No...—respondió, apretando más la mano de su novio entre sus propios dedos—Solo me siento...extraña—de pronto lo miro a los ojos y él pareció desastibilizarse un poco ante esta reacción, intento echar el cuerpo para atrás, pero ella lo apretó por la cadera, con la ayuda de sus rodillas—Estoy bien—le sonrió antes de acariciarle el rostro—No quiero que te vayas—el chico pareció entender, se acercó a ella nuevamente y la distancia entre sus caderas disminuyó, ella soltó un suspiro de satisfacción y cerró los ojos.
—¿Qué sientes?
—Muchas cosas...pero me gustan, ¿Y tú?—Gabriel volvió a moverse, esta vez yendo un poco más profundo, evocando un poco más de dolor, pero de ese disfrutable, no era el mismo que se sentía cuando una aguja te perforaba la piel o un golpe te dejaba noqueado. Quizás se debía al contexto, pero le agradaba más de lo que llegó a imaginar.
—Siento...—la frase se corto a la mitad, cuando salió un poco de ella y volvió a entrar con suavidad—...como me...no sé pero, podría quedarme aquí, toda la noche.
—Podría dejar que te quedaras así—termino por confesar Helena, como completando la frase antes dicha, Gabriel sonrió, mostrándole los colmillos que ya eran característicos de él, para después comenzar a implementar un poco más de velocidad en sus movimientos, cada cierto tiempo se volvían más bruscos, pero no le molestaba, por ella estaba bien y podrían aumentar de intensidad.
De verdad que se esforzó por no emitir ningún tipo de sonido, pero simplemente no podía, parecía que su voz se había vuelto más aguda y aunque intentaba moderarla para no despertar al otro habitante de la casa, Gabriel tuvo que ponerle la mano en los labios en cierto punto, aunque bien sabía que no es que le molestara, al contrario.

En algún momento notó como Gabriel posicionó una de sus manos en su cabeza, quizás para evitar que se golpeara con la cabecera de la cama, pero en ningún momento dejó de moverse, a veces más lento, a veces más rápido, ella solo pudo atinar a intentar seguir con el ritmo y aferrarse a la espalda de su novio, enterrando sus uñas en ella. Después de un rato, Gabriel soltó un pequeño gruñido, hasta ese momento solo emitía sonidos ahogados, a lo mejor por vergüenza o lo que fuera trataba de mantener sus labios cerrados, pero le gustaba pensar que esos pocos sonidos eran provocados gracias a ella.
Él ocultó su rostro entre el hombro y el cuello femenino, aspirando su aroma y besando su piel blanca con algo de salvajismo. El ritmo aumento al igual que el placer para ambos, escuchaba a Gabriel suspirar de forma pesada, como el aire escapaba de sus pulmones y volvía entrar.
Hasta que finalmente se detuvo, él se quedó quieto, respirando pesadamente, podía sentir como su pecho subía y bajaba chocando contra el suyo. Helena enterró sus dedos en la cabellera larga del chico, igual de agitada y con las piernas temblando, se sentía cansada y tranquila. Cuando Gabriel se recuperó, volvió a poner la cabeza en alto y le plantó un beso en los labios antes de salir de ella.

Sin decir nada, se colocó el pans que llevaba puesto hace unos momentos atrás, y salió de la habitación. Aunque no tardó mucho en regresar, volvió a quitarse la ropa y se recostó junto a ella, envolviedola en sus brazos antes de llenarle el rostro y el pecho de besos.

—¿A dónde fuiste?—quiso saber, acurrucadose en el cuerpo de Gabriel, estaba cálido y olía bien, se sentía segura con él.
—Al baño—respondió, pegando su nariz en la cabellera desordenada de Helena, permitiéndose sentirse pleno, con el olor a frambuesas que desprendía el solo cuerpo de su pareja—Tenía que revisar que todo estuviera bien...no queremos tener un bebé aún—apretó más el frágil cuerpo contra el suyo. Claro que consideraron el riesgo que conllevaba tener relaciones íntimas y realmente su mayor preocupación era tener un hijo siendo ellos todavía un par de niños jugando a ser adultos. Tenían que cuidar cada detalle si no querían una sorpresa—¿Cómo te sientes?—se alejo un poco para poder mirarla de frente—Yo estoy muy feliz.
—Me tiemblan las piernas—él se soltó a reír y volvió a abrazarla mientras frotaba su rostro en la mejilla femenina, como un gatito en busca de algo de afecto—...pero me gustaría hacerlo de nuevo.
—A mi también...—se quedaron un rato en silencio, con ella apoyando la cabeza en su pecho y él abrazándola y frotandole la espalda con cariño, mirando tan solo el techo, por ratos cerraban los ojos, intentando consiliar el sueño un poco, pues los párpados les pesaban, aún así, luchaban por no dormir completamente.
—¿Recuerdas cuando éramos niños?, jugábamos aquí—dijo, mirando la habitación entera, como si aún pudiera ver a la versión más pequeña de ambos, aún saltando y gritando por doquiera.
En compañía de otros infantes, ambos se comportaban ajenos a todo lo relacionado con el juego, no disfrutaban de corretear por el patio de la escuela acompañados de otros chiquillos. Sin embargo, cuando estaban juntos...se volvían todo lo opuesto, brincoteaban de un lado a otro hasta cansarse y caer rendidos. Quizás, se debía a que solo, se sentían cómodos en la compañía del otro, y así fue, durante mucho tiempo. Antes de la atracción, antes del deseo, ambos ya se querían, de una manera infantil y algo difícil de explicar, pero se amaban desde mucho antes de haberse dado cuenta...
—Siempre salíamos peleados—esto hizo reír a ambos, pues no era una mentira o un recuerdo modificado a conveniencia de ninguno de los dos. Siempre terminaban molestos por alguna cosa; por algún juguete o una mala racha en el videojuego que les gustaba, a veces las discusiones escalaban tanto que Gabriel la jalaba del cabello y Helena lo imitaba, se quedaban así un rato hasta que por fin decidían soltarse y aunque no se hablaban por un par de días, siempre uno de los dos se disculpaba a tiempo para evitar perder su amistad. Ahora, en esa misma habitación, ya sin juguetes y sin nada por lo que discutir de por medio, podían apreciar con claridad, lo que realmente significaban todos esos años juntos.

Solo los dos, contra el mundo entero, tomados de la mano, temerosos del futuro.
Aunque quizás, resultó bien para ambos.

El resto de la noche se la pasaron degustando de los hotcakes que Gabriel preparo con antelación, Helena debía admitir algo y es que, él no la dejaría morir de hambre al casarse, era bueno cocinando, muy autosuficiente y no era de extrañarse, pues prácticamente vivía solo desde que tenía catorce, en cambio Helena...era una princesita por completo, no era buena cocinando o limpiando, puesto que siempre había personal en la casa para ese tipo de tareas, se sentía tan inútil en algunas ocasiones, y eso la avergonzaba.
Aún así, él la quería.

No es que estuviera idealizadolo, bien sabía de sus problemas con el alcohol, lo mucho que tendía a autosabotearse diariamente, no tenía un cuerpo perfecto, era rellenito y a veces solía verse ojeroso por pasar las noches en vela jugando con su consola, también era desordenado. Aún así, ella también quería.
Sobre todo porque cuidaba de ella, le estaba dando de comer en la boca cuando, prácticamente, se sentía a reventar después de haber ingerido unos tres hotcakes y Gabriel insistía en obligarla a comer un par más, sentía que quería vomitar, no porque el sabor fuera malo, pero no estaba segura si su pequeño estómago fuera tolerar tanta comida de un solo golpe.
Pero él seguía insistiendo, diciendo una y otra vez que no podría permitir que la madre de sus futuros hijos se enfermase, o algo peor, terminara lesionada justo antes de una de las competencias más importantes del año, su oportunidad para avanzar hasta la fase nacional.

Eso le gustaba de él.

Cuidaba de ella.
Incluso en esas circunstancias.
Puesto que Brenda solía contarle todas las veces en las que tuvo que tomar pastillas anticonceptivas porque su ex se negaba rotundamente a usar un condón, supuestamente por su "alergia al látex", Helena creyó que obligarla a someter su cuerpo los efectos secundarios de un medicamento era algo medieval y bastante cruel.

Pero Gabriel ni si quiera le permitió reconsiderar la idea cuando estaban pensando como protegerse.
Sencillamente dijo que él, como hombre, debía asumir la responsabilidad y cuidar de ambos.

Supuso que quizás tenía razón.

Tras terminar con todos los hotcakes y ella con una posible indigestión, se acostaron un rato en la cama, sin ropa, pues seguía desperdigada por la cama e incluso en el suelo.
No sentían ningún tipo de vergüenza, se quitaron las sábanas de encima y se dedicaron a charlar sobre lo que acababa de ocurrir.
Él recargaba su espalda en la cabecera de la cama y Helena se encontraba boca abajo a un lado suyo, mientras se apoyaba en sus codos, sosteniéndose el rostro con ambas manos y sintiendo como la mano de Gabriel acariciaba la línea de su columna, a veces desviandose por otros caminos más abajo, pero realmente no le molestaba, lo disfrutaba, como un gatito disfrutaria los mimos de su humano. Ella le tocaba el rostro en suaves roces, a veces viajaban hasta su pecho desnudo y se quedaban ahí, sintiendo el golpeteo de su corazón.

—Debería irme—dijo finalmente, tratando de ponerse de pie, sin embargo, fue detenido por el mismo cuerpo de su novia, quien se coloco encima suyo apenas termino de decir aquella frase.
—Puedes quedarte a dormir, es demasiado tarde—explicó.

Realmente no quería que se fuera, no después de eso, necesitaba sentirlo cerca, quería tenerlo toda la noche para ella y no compartirlo con nadie. Quería escucharlo dormitar a su lado, abrazarlo cuando tuviera pesadillas (porque bien sabía que aún las tenía)

—Tus papás podrían...
—Quiero que te quedes conmigo...—él la miró por un rato, ella conocía de lleno esa mirada, sabía que no estaba esperando que ella le pidiera que se quedara a dormir, sabía bien lo arriesgado que podría ser, los problemas que enfrentarían a la mañana siguiente, sin embargo...
—Eso significa que tendré que despertarme muy temprano para irme.
—¿Te molesta?
—No—aclaró negando con la cabeza—Solo te estoy avisando, no quiero que pienses que te deje sola enmedio de la noche—Helena le sonrió y le plantó un pequeño beso en los labios, antes de recostarse sobre su pecho.

No lo había sentido antes, no del todo, pero realmente estaba cansada, mucho, los ojos se le cerraban y no encontraba forma de mantenerlos abiertos, podría haberse quedado dormida así como estaba, a Gabriel no le molestaría en lo más mínimo.
Ya se encontraba acomodándose cuando el chico la sacudió un poco, sintió su cuerpo tensarse al instante.

—No me molesta que duermas desnuda—alegó sonriendo coquetamente, antes de darle la vuelta e intercambiar los papeles, ahora el estaba encima mientras ocultaba su rostro en el cuello femenino, aspirando su aroma con lujuria.
—Pero deberíamos tener un poco de decoro—agrego ella, dejándose llevar nuevamente por el placer de sentir su cuello atacado por caricias llenas de deseo. Una mano varonil la tomo del mentón e hizo a un lado su rostro, permitiéndole a su novio, prácticamente devorar esa parte de su cuerpo.
—Si te quedas así voy a terminar haciéndolo mientras duermes—su voz  sonó ronca, algo demandante y la idea de aquella frase en sí, en lugar de asustarle, elevó la temperatura de su cuerpo, a una velocidad impresionante.
—No me molestaría...—le susurro al oído, antes de morder el lóbulo de su oreja.
—Deberías mantener las puertas abiertas, un día de estos podría cumplirlo—se alejo de ella para mirarla a los ojos y encontrar en ellos, un brillo que suponía, solo él conocía.

Era lujuria pura.

—Si tus papás te encuentran así en la mañana, van a pensar que abuse de su princesita—ella paso sus uñas medianamente largas por su espalda, enterrandolas en ese gran trozo de piel, notó como Gabriel retenía el aire por un momento, tratando de no hacer ruido, de resistirse un poco más al deseo creciente entre ambos.
—¿Y si quiero que lo hagas?—detuvo el paso de sus uñas de golpe, y su novio levanto una ceja, aún tenía los labios abiertos, una cosa era hablar de cosas como esas por mensaje y otra muy distinta era hablarlo de frente.

No estaba mal, solo era una fantasía recurrente y no pensó mucho al soltar ese comentario, pero por un instante el pánico la inundó, al ver la expresión de Gabriel, ¿Y si pensaba que estaba loca?
Trago saliva, pero no dijo nada, quizás era algo demasiado sadomasoquista.
De inmediato se puso roja y trato de ocultar el rostro entre ambas manos completamente abiertas.

—No quiero lastimarte...—después de un silencio incómodo, finalmente habló, pero no como normalmente lo hacía, no como le hablaba en la escuela, o en los entrenamientos, no, esta vez había sonado distinto, casi actuado—Helena lo que me estas pidiendo, es prácticamente...
—¡S-solo es una fantasía!, un tonto juego de rol—intento excusarse, aún tapándose el rostro con ambas manos, demasiado avergonzada como para mirarlo de nuevo a los ojos, incluso intento darse la vuelta, pero él se lo impidió, le tomo ambas muñecas y las apretó con fuerza sobre la superficie de la cama—No tienes que hacerlo si no quieres.
—...quizás ese es el problema...
—¿Cuál?
—Que si quiero...

Se quedaron inmoviles por un par de segundos, sin saber como proseguir ante tales declaraciones, hasta que finalmente Gabriel tomó las riendas y hablo.

—P-pero no hoy, es demasiado.
—Si, es demasiado.
—Es que si no lo hago yo...vas a ir a pedírselo a alguien más.
—No seas tonto, ¿A quién más podría...?
—Adrián...—eso la descolocó por completo, no habían hablado de él en meses, era como si se hubiera convertido en un fantasma del cual jamás se mencionara por temor a traerlo de vuelta, no entendía porque se esforzaba por mantenerlo presente, incluso ahora, incluso después de todo eso, ¿cómo era posible qué él continuará pensando en Adrian como una posible amenaza?, después de todo, él siempre le recalcó las pocas posibilidades que existían entre ambos, lo mal que se verían juntos, o porque ese muchacho no podría hacerla feliz, incluso lo ridícula qué la misma Helena llegaba a verse tratando de llamar su atención, ¿por qué ahora lo traía de vuelta?, ¿cuando ni siquiera ella quería pensar en él ya?
—Él no...yo no...—intento hablar, incluso reclamarle por desconfiar de ella, pero las palabras salían con dificultad de sus cuerdas bucales—¿De verdad desconfías tanto de mi?
—De ti no—aclaro en voz baja—Pero de él si, he visto como te mira, y no me gusta para nada—¿esos eran solo celos?, ¿o posesividad?

No lo sabía y no estaba segura de querer averiguarlo, pero lo que llamó más su atención fue el motivo de aquella reacción.
¿Adrián la veía?
Se dió una cachetada mental, no era posible que aún estando emparejada con Gabriel, siguiera emocionandose por lo que llegara a pensar el mejor amigo de su hermano sobre ella.
Eso era traición y lo sabía muy bien.

Su saliva comenzó a tener un sabor ácido, que no podía ni quería soportar.

—A mi solo me interesa como me mires tú—aclaró y en un movimiento apresurado, un vil impulso, no supo si era para calmar el deseo que tenía por Gabriel, o para tratar de sacar a Adrián de su mente. Beso al chico encima de ella, con tanta hambre y desesperación que pareciera nunca haber tenido a un hombre frente a ella.
Y claro, él no pudo negarse, cayó en su juego a instante en el que sus labios se tocaron e intercambiaron saliva.

Aquella noche tuvieron relaciones unas tres veces más.

Y al final, terminaron agotados.

Abrazados uno al otro, sin limpiar el desastre en la cama, o a vestirse como tenían planeado para no ser descubiertos.

Esa noche Helena descubrió que realmente no es que hubiera superado por completo a Adrián.
Simplemente no lo amaba, pero continuaba gustando de él...¿verdad?, no podía amarlo.
Así que se esforzó por no pensarlo más, puesto que pensó, no era justo para Gabriel, ni para ella.
Sin embargo no pudo evitar sentirse culpable.

Esa noche, en silencio, envuelta en los brazos cálidos de Gabriel, de forma silenciosa, le pidió perdón por aún pensar en alguien más....

____________________

Cuando Helena despertó, Gabriel ya no estaba en la cama.
Al igual que el desastre de la noche anterior.
Su ropa estaba doblada y acomodada en sus cajones correspondientes y ella, tenía la misma sudadera que su novio usaba la noche anterior para cubrirle el cuerpo y tenía puesta la ropa interior.
Entre sueños sintió como las prendas eran deslizadas por ella, sin embargo, no se despertó después de aquello.

Fue su padre quien arribo a la habitación esa mañana y cuando la encontró aún cubierta con las sábanas y una prenda que evidentemente no era de ella, tuvo que preguntar de donde la había sacado. Helena se apresuró a contarle una historia inventada, una donde olvidó llevar su propia chamarra para protegerse del frío después de un arduo entrenamiento, así que su novio, muy galantemente le ofreció la suya si importarle que terminara resfriado. El hombre pareció creer aquella anécdota y tras darle un beso en la frente salió del cuarto sin preguntar nada más.
Helena se levantó de la cama y comenzó a buscar algún pantalón ajustado para bajar a desayunar con su familia, apenas había terminado de ponserselo, se miraba en el espejo, observando su figura y preguntándose si los rumores acerca de que las dimensiones del cuerpo podían cambiar un poco después de tener relaciones íntimas eran verdad.
Aunque claro, no es que fueran inmediatas.

De pronto el timbre sonó.
Bajó las escaleras corriendo, casi tropieza en el segundo escalón, sin embargo, logró agarrarse del barandal, aunque escucho las risas de su hermano mayor a sus espaldas, no le importaba en realidad, solo quería asegurarse de que Gabriel estaba cumpliendo su promesa.
La señora que los ayudaba con la limpieza de la casa abrió la puerta y ahí estaba él.
Con unas notables ojeras debajo de sus ojos.

Pero para ella, se veía igual de atractivo que la noche anterior.

—Ay por Dios niño, ¿qué no dormiste anoche?—dijo la madre de Helena en cuanto atravesó el umbral de la puerta.

Incluso en fin de semana, su madre se  levantaba temprano para trabajar en su propio estudio, aunque a veces se escapaba a la cocina para beber varias tazas de café junto con su esposo.

—No pude—alegó el muchacho mientras saludaba a la mujer con un beso en la mejilla, casi rutinario—Estaba muy emocionado por ver, a mi novia—su madre observó a su hija, ahí, al pie de las escaleras, despeinada y portando una sudadera notablemente mucho más grande que ella y luego miro al muchacho, ojeroso, despeinado y con un aspecto poco saludable, aún así le permitió pasar y abrazar a su hija, como un par de amantes trágicos que no se han visto en mucho tiempo.
—¿Tú mamá sabe qué estás aquí?—el chico asintió y le mostró un par de mensajes donde le avisaba a su progenitora, donde se encontraría el resto de la mañana—Parece que nacieron juntos, pegados todo el día, ¿no se cansan de verse todo el tiempo?—Helena sonrió y se refugió más en el pecho de su novio, dejando que él respondiera esa pregunta burlona.
—Señora, conozco a su hija desde el preescolar, después de todos estos años no espere librarse pronto de mi, no pienso soltarla tan fácilmente—la mujer comenzó a reír ante aquella amenaza de algún día, pertenecer al linaje Valencia.

Ese día, Helena fue la adolescente más feliz del mundo.

Junto a su futuro esposo.

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