Cuando Irene decide su pasión

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Algo que le gustaba a Irene de su grupo de amigas era lo versátiles que podían llegar a ser.

Y decía grupo, no dúo, porque oficialmente eran un grupo.

Ahora Brenda se sentaba con ellas a la hora del almuerzo aparentemente traída a la fuerza por la líder de aquel trío, pues la pobre chica acostumbraba quedarse en los sanitarios en todos los descansos, todos los días, sin dar una explicación aparente.
No era muy difícil averiguar porque y de hecho Irene no lo mencionó el primer día que Helena la trajo casi a rastras hasta ese pequeño oasis.

Su "pequeño pedazo de paraíso", como lo había denominado ella misma, pues estando ahí, se sentía a salvo. Los acosos sesaron por unos breves días, incluso semanas, Camila parecía ignorarla completamente, aunque Aby no, ocasionalmente le lanzaba pequeños trozos de basura cuando los docentes no les estaban prestando atención o soltaba comentarios al aire frente a todos para herirla y hacer reír al resto del grupo y aunque el pecho todavía le dolía al escuchar las risas, podía decir abiertamente, que estaba más tranquila que en su anterior escuela.
A pesar de los empujones "accidentales", de las malas bromas o acusasiones sin sentido.

Se sentía mejor que nunca.

Por primera vez tenía a un grupo con el cual juntarse, con quien compartir sus miedos y risas.

Eso pensaba mientras miraba a Brenda y a Helena juguetear entre ellas. Ambas estaban de buen humor hoy y se reían a carcajadas, burlándose del ex de Brenda, quien al parecer ya había pasado a la historia, después de casi seis largos meses de llantos y preguntas que solo servían para torturarla.
Ahora se encontraba bien, y estaba dispuesta a seguir con su vida.

A pesar de escuchar continuamente como Janet presumía a su nueva pareja frente a su cara, como mostraba en redes sociales lo lindo que podía a llegar a ser el ex de la pobre chica.
Pero eso ya no le importaba, ahora era solo ella e incluso la veía más feliz que antes.

Sin embargo, por cosas como esa, Irene pensaba que era mejor mantener su distancia respecto a las relaciones amorosas, jamás había tenido una y los chicos por los que se veía notablemente atraída se resumian a cantantes y actores que jamás llegaría a conocer, solo así estaba a salvo, de sufrir el mismo destino de su propia madre o de Brenda.
Aunque también existía una contraparte, algo que la hacía dudar respecto a esa postura suya, en la cual, en momentos de poca lucidez, se planteaba el darse una oportunidad con algún chico que llegara tarde o temprano a su vida.

La relación amorosa de Helena parecía solo ir en ascenso. A veces iba por ella y pasaban el receso juntos o se sentaba a hacerle compañía, dejándose poner flores en el cabello, salían a citas, pasaban tardes enteras juntos y realmente lucían enamorados. Sus ojos parecían brillar cada vez que se encontraban y sus cuerpos anhelaban el tacto del otro.
Ella también quería experimentar eso, no sentía envidia, pero si bastante curiosidad, aunque, ¿qué posibilidad tenía ella de llamar la atención de algún espécimen masculino?, lo acepto hace mucho tiempo y ya no dolía, sencillamente ella no era linda y los chicos que le gustaban tenían por regla general ser atractivos, quizás era un poco hipócrita de su parte, pedir un belleza sin ser ella misma algo semejante, pero es que ella no era como su amiga.
Miraba de reojo a Gabriel y a Helena, su amiga era una belleza, una muñequita andante, linda y elegante, mientras que Gabriel...

Bueno, prefería no dar su opinión, aunque ciertamente se veía mucho mejor que Adrián.
Sin embargo llegó a la misma conclusión de siempre, un círculo vicioso. Lo mejor era mantenerse sola y jamás arriesgarse a enamorarse, porque el amor te volvía vulnerable, era prácticamente darle armas a otro individuo para destruirte y confiar en que jamás lo haría, pero en la mayoría de los casos...si lo hacía, siempre lo hacía.

-Vendrán a mi fiesta de cumpleaños-dijo Helena, mientras escribía algo en una libreta, desde que prohibieron el uso de celulares en la escuela debido a..."su incidente", debieron encontrar otras maneras de entretenerse y una de ellas era jugar con cartas, hasta que los profesores las descubrieron y también lo prohibieron por "jugar juegos que incitaban a las apuestas", algo completamente ridículo, pues no estaban apostando nada y ahora se les hacía muy incoherente que se preocuparan más por ese tipo de cosas que por cuidar a sus alumnos del acoso escolar recurrente.

Ahora gustaban de jugar algo llamado "basta" o solo hacer un cuadrado y escribir alrededor de el cosas como cuantos hijos querían tener, en donde querían pasar su luna de miel, esas cosas. Irene no había participado en ese juego desde la secundaria, pero al parecer, a Helena y Brenda les parecía bastante gracioso.

-Y vas a hablar con tu cuñado-señaló Helena antes de seguir escribiendo en la libreta.
-¿Sam va a venir?-preguntó, con las pupilas dilatas y una sonrisa de oreja a oreja.
-No lo sé, supongo que si-Brenda la abrazó con fuerza y bastante emoción-Pero yo me refería a Lalo.
-Ay, pero si Lalo no me gusta.
-¡Son prácticamente iguales!-y después de eso comenzaron una discusión para averiguar cual de los gemelos era más atractivo, Irene no le encontraba sentido, había visto fotos de los chicos en los retratos familiares de la casa Valencia y estaba de acuerdo con su amiga, al ser gemelos idénticos, era difícil decidirse por uno en particular y no es que Irene se sintiera atraída por alguno, sencillamente porque básicamente era como tomar el rostro de Helena, hacer la mandíbula más cuadrada y agregar varios rizos frondosos.

La sola idea de eso le provocó cierta incomodidad.

-¿Qué regalo vas a llevar?, podríamos comprarlo juntas-sintió como el peso de Brenda se recargaba en uno de sus hombros, no estaba muy acostumbrada a las muestras de afecto. Pero últimamente era algo recurrente, asi que no es que le molestaran, solo no había recibido muchas de ellas a lo largo de su vida, que no fueran de su hermana o madre.
-Oh, no se molesten, no es necesario llevar regalo, solo quiero pasar el día con ustedes-alegó Helena con una sonrisa radiante en el rostro, sabía que todo lo que saliera de esa boca podía ser sincero, al menos con ellas.
-No digas nada, si es necesario, ya encontraremos algo que regalarte-apretujo más a Irene con uno de sus brazos, atrayendola hacía ella-Aunque yo sé de algo que podrías necesitar-añadió en un susurro con un tono algo...sugerente, Irene pareció captar a la primera, por la forma en la que levanto y bajo ambas cejas en señal de coquetería. El rojo inundó el rostro de Helena a gran velocidad e intento ocultarse tras su larga cabellera negra-Quizás a tu novio le guste más.
-¡Brenda!, no lo digas en la escuela-ambas de soltaron a reír, al parecer compartían un chiste demasiado íntimo cono para decírselo a ella, pero nuevamente la curiosidad le ganó.
-¿De qué me perdí?-el rostro de Helena seguía rojo y al parecer llamar la atención de Irene la hizo ponerse más nerviosa, se colocó una mano en el rostro y cerró los ojos con fuerza.
-Lo siento, no quiero que te sientas excluida, pero...no sé cómo abordar el tema, contigo.
-¿Por qué?-quiso saber, no estaba ofendida, pero temía parecerlo.
-Pues...
-Gabriel fue su primera vez-dijo Brenda, susurrandolo para que nadie pudiera escucharlo a excepción de ellas tres. Ella ya lo suponía, pero ante tal revelación no supo cómo reaccionar, así que solo atinó a levantar su dedo pulgar como queriendo decir: "bien por ti".

Se soltaron a reír e insistieron en conocer más acerca de lo acontecido, sin embargo Helena se rehusó a dar detalles del tema, aunque Brenda le señaló que probablemente Gabriel ya habría dado a conocer todo con su propio grupo de amigos, descubrieron que su amiga era en realidad un hueso duro de roer, no soltó nada, ni siquiera como se había sentido, prefirio guardar todo para si misma, ahora entendía todas las actitudes sospechosas de Gabriel.
Brenda le pidió a la futura cumpleañera que se pudiera de pie, para tomarle algunas medidas, de la pequeña mochila donde guardaba sus alimentos, sacó una cinta métrica, se preguntó desde cuando solía llevar esa cosa a todos lados.

-Si la fiesta es el sábado tengo que ir a comprar la tela mañana mismo-murmuró Brenda mientras media la cadera de su amiga, para luego pasar a la cintura y así con partes específicas del cuerpo.
-Entonces, ¿eso haces ahora?-preguntó Irene, sintiendo algo de curiosidad por el nuevo hobbie de Brenda.
-En realidad, siempre me ha gustado la moda y hacer ropa, aunque no creo que se pueda vivir de esto, en México-aquello era verdad, todas las carreras relacionadas con el arte, eran tachadas como inservibles más adjetivos sin sentido.

Irene no pensaba que fuera realmente así, en realidad todo era un círculo vicioso y sin muchas salidas alternas, si el mundo fuera completamente lógico todo sería demasiado tedioso y las personas tarde o temprano terminarían vueltas locas, el ser humano por naturaleza necesitaba más a los sentimientos que el raciocinio mismo, o eso le gustaba pensar, ya que, si ella fuera un ser frivolo, guiado únicamente por la parte racional de su cerebro, jamás habría conocido a Helena o a Brenda, ya que al ser lastimada en años pasados por supuestas amistades, la opción más segura habría sido aislarse del mundo y concentrarse únicamente en lo importante para ella y sus padres en ese momento; las calificaciones y su desarrollo a académico. Pero no, gracias a dejarse guiar por el sentimentalismo, ahora tenía un par de buenas amigas, que la querían mucho solo por ser quien era y viceversa.

Le gustaba mucho la seguridad de Helena.
Y la empatía de Brenda.
Suponía que ella cumplía la función de mantener al grupo medianamente unido.

Le gustaba creer eso.

-Mi mamá suele decir que una mujer debe tener dos hobbies, uno que te deje dinero y otro que la relaje-dijo Helena, eso la dejó pensativa, quizás tenía razón, sin embargo, suponía que era verdad y viniendo de una mujer como la señora Elaine, era algo que debía tomarse enserio.
Aunque en el caso específico de su amiga, podría elegir cualquier carrera y le dejaría buenas ganancias, no debía preocuparse por su estabilidad económica futura, puesto que era heredera de algún tercio del negocio de sus padres, abuelos y bisabuelos, en su familia, cualquier persona apostaria por ella sin dudarlo, podría elegir ser una pintora en crecimiento las ofertas de trabajo le lloverían como una lluvia torrencial, con los cantactos de sus padres y el dinero, su futuro estaba casi asegurado, sin esforzarse mucho por ello. Llegados a este punto, podría llegar a sonar algo envidiosa o resentida, a lo mejor había un poco de verdad en eso, pero podría llegar a sentir un poco de admiración, puesto que a pesar de ser una niña burguesa en toda la extensión de la palabra, aún así se esforzaba por elevar más sus futuros estándares de vida.

-Leí en internet que en mercadotecnia puedes ganar muy bien-comentó Brenda, antes de darle una mordida a su sandwich relleno de lechuga y aguacate, ya había terminado de tomarle las medidas a la cumpleañera-A lo mejor, podría trabajar en mi marca de ropa y promocionarla-se llevó un dedo a la barbilla, como un sabio filósofo cuando analiza el mundo.
-Yo pienso aplicar para el conservatorio, si no funciona, tendré que estudiar negocios internacionales-esto último pareció salir de sus labios con algo de pesar, Helena recargo ambos codos sobre sus muslos, quizás se está imaginando que sería rechazada brutalmente de uno de sus más grandes sueños-Mmm, ¿Será buena idea estudiar ambas?

Por un momento Irene se sintió muy alejada de sus amigas, como si un puente tambaleante y muy viejo las separara de un extremo a otro en dos grandes riscos con una caída mortal. Ella ya tenía planes a futuro, parecían tan seguras de si y completamente comprometidas con sus propias metas, sin embargo ella...no estaba muy segura de lo que quería hacer con su vida al terminar la preparatoria, jamás llegó a plantearse ese escenario, en su mente, aún dominada por los miedos de la pubertad y adolescencia transitoria aún faltaba demasiado para preocuparse por esas cosas, para ella, esos eran problemas de "chicos grandes", pero, ante esta nueva perspectiva cargada de idealizaciones de una vida que aún no estaban viviendo, la idea de la universidad, los exámenes de admisión, la vida adulta, le pareció un tanto abrumadora y llena de caminos difíciles de predecir, no como en ese pequeño mundo que representaba el instituto Wilde.

Ante la idea de quedarse sin ningún tipo de plan para un futuro ya no tan lejano, se dió a la tarea de investigar. Después de hacer la tarea, tenía la tarde completamente libre, decidió ocupar esas horas y le dijo adiós a las tardes de lecturas infinitas sobre romances clichés que jamás sucedería para ella.
El romance y el éxito podía dejárselo a las chicas bonitas y llamativas como Helena, ella, debía solo conformarse con estudiar y prepararse para un mundo mucho más peligroso que la misma preparatoria. Sabía bien le gustaba bailar, le encantaba y era uno de sus pasatiempos favoritos, tras la..."huida" de Sara, tenía suficiente espacio como para practicar cada vez que quisiera, pues su padre se dio a la tarea de deshacerse de la cama de su hijo mayor, aparentemente no quería saber nada de dicha chica.

Sin embargo, las pocas veces que en el pasado o incluso en el presente le pidió a sus padres inscribirse a alguna academia de danza, siempre recibía burlas, respuestas cortantes o el típico: ¿y eso en que te va a ayudar?, del arte no se vive.

Anotó en su diario lo mucho que amaba bailar, pero quizás, ese era el hobbie que la ayudara a relajarse después de un largo día de trabajo, probó con varias cosas en medida de lo posible y con lo que tenía a su alcance, una herramienta poderosa llamada Internet.
Intento de todo, cursos gratuitos de matemáticas, cosas básicas de ingeniería y falló terriblemente, en definitiva las matemáticas aplicadas no eran lo suyo, continuo con contabilidad y aunque no era tan complicada como una ingeniera, si le aburrió bastante, lo mismo paso con un par de videos de la carrera de Derecho y Psicología, no era muy creativa ni buena dibujando, así que Mercadotecnia y Diseño gráfico támpoco eran una opción.
Un poco desesperada y llena de rabia por no ser buena en absolutamente nada, por primera vez, sedio a sus impulsos y lanzó una de sus almohadas por los aires. Aquel objeto fue a parar al viejo escritorio de su hermana y un montón de papeles, notas y libros salieron desperramados por el suelo, tuvo que retener un grito de frustración muy dentro de su propia garganta para no despertar a sus padres, pues el reloj marcaba a una en punto de la madrugada, ni siquiera se había dado cuenta en que momento pasó tanto tiempo, ni siquiera cuantos días habían transcurrido, lo único que sabia era que pasado mañana aconteceria la fiesta de su mejor amiga.
Abrumada y molesta, se inclino en el suelo para recoger el material tirado, mientras recogía las hojas, algo llamó su atención. Un título colorido, acompañado de dibujos sobre el cuerpo humano, con colores vivos y brillantina.

Su curiosidad había sido castigada en años pasados por su propia familia, calificandola de chismosa, indiscreta y un montón de sinónimos más, sin embargo, ahora mismo sentía que ese rasgo suyo podría ayudarla a descubrir, su verdadera pasión.
Se atrevió a abrir el libro que también había terminado en el suelo, era de tapa negra y la portada era adorada por varios dibujos representativos del corazón humano. El interior del libro la sorprendió, lleno de párrafos y palabras clave subrayados en colores vibrantes, juntos con anotaciones en manuscrita en ciertas secciones del libro, quizás fue lo bonito que se veía visualmente hablando, pero de alguna u otra forma, eso ayudo a que se interesara por el tema.
Se llevó algunas hojas sueltas y el libro hasta su cama, se recostó sobre su propio estómago y comenzó a hojear el libro, entreteniendose en los textos señalados con gran entusiasmo, reconoció la letra de su hermana mayor al instante, y de cierta forma, la sintió cerca en aquellas anotaciones tan alejadas de su línea temporal, esos materiales habían estado ahí desde que Sara se encontraba en su primer año de universidad, se empolvaban con el pasar de los días y ella ni siquiera notó que se encontraban ahí, hasta ese día.

Por un instante, pudo sentir como si su hermana estuviera hablándole y haciéndole compañía a través de esas hojas algo amarillentas y maltratadas.

Pronto descubrió que en realidad, no es que la biología o el área de la salud fuera especialmente difícil como mencionaba la mayoría de las personas, incluso empezó a hacer pequeños mapas conceptuales en una vieja libreta que tenía arrumbada entre un montón de materiales escolares viejos e igual de polvorientos.
Hacía bocetos calcados de la anatomía humana y disfrutaba mucho conocer el funcionamiento del cuerpo, también descubrió como es que las enfermedades afectaban a las personas, como podían ser curadas y un montón de cosas más. Pronto las clases de química la ya no le parecían tediosas y difíciles de comprender.

Fue en ese momento en el que descubrió lo mucho que le gustaban aquellas materias que antes le parecían complicadas, simplemente no había tenido buenos maestros, pero se sentía aliviada por haber descubierto algo que de verdad le apasionara enserio y no a medias.
Pensó en ser enfermera, como Sara, pero realmente la idea de atender y cuidar a personas que no conocía no le atrajo para nada, con algo de temor e incertidumbre, se decidió.

Quería ser médico.

Ahora tenía ambos hobbies, uno que le dejara dinero y otro que la distrajera del estrés provocado por el primer hobbie.
Por primera vez en su vida, se sentía completamente segura de algo, y quizás eso le dió un poco de valor para contarle a sus padres, esperaba que se sintiera orgullosos de ella de alguna manera, sabía bien que las posibilidades eran bajas, pero tal vez...solo tal vez, en esta ocasión podrían dejar de lado a sus otros hijos para voltear en su dirección, en la de ella.
Cuando pronunció las primeras palabras de su discurso, su papá ni siquiera la miró, continuó mirando la televisión, desparramado en el sillón de la sala y su madre siguió cortando un par de vegetales antes de depositarlos en un recipiente azul.

Aún así ya se esperaba lo que saldría de aquellos labios sellados por la indeferencia, pero eso no quería decir que estuviera preparada para recibir esas palabras y mucho menos aceptarlas.

-¿Si sabes qué es una carrera muy difícil?, ¿no?-le cuestionó la mujer, arrugado el entrecejo al mismo tiempo que el filo de su cuchillo, caía sobre un rábano.
-Si lo sé, pero, creo que, soy buena en esto, de verdad...
-Leíste un librito por ahí y ya te crees experta-alegó su padre, sin despegar la mirada de la televisión-La vida no es así, Irene, vives en un mundo de castillos y princesas.
-Pero esto me gusta, enserio me llama la atención y creo que podría ser buena-su voz sonó casi suplicante llegado a ese punto, se acercó a su papá, intentando llamar la atención y le mostró sus apuntes, mapas conceptuales y dibujos, con un sonrisa en el rostro, como si quisiera decirle que no se trataba de un juego o deseos infantiles, pero el hombre se limitó a mirar con indiferencia aquellas hojas.
-Debes tomarte las cosas con calma, aún falta mucho para esa desición-le dijo sin mucha emoción, antes de ladear la cabeza para seguir mirando la televisión.
-Y es un trabajo muy desgastante, ¿vas a aguantar la presión?

No habían sido agresivos, pero de alguna manera, Irene no pudo evitar sentirse desplazada e ignorada.
Apretó los apuntes contra su pecho y sin decir nada más subió las escaleras.

¿Reaccionaron igual con Sara?

Eso no lo sabía y támpoco lo recordaba, por aquel entonces, ella era solo una niña concentrada en sus libros digitales y mundos de fantasía y donde todo era bello.
De camino a su habitación se topó a su hermano y un poco esperanzada intento acercarsele, a lo mejor el le daba un poco más de entusiasmo que el que acababa de recibir, sin embargo, el chico ni siquiera la miró, le dió un trago a la botella de plástico que llevaba en un de sus manos y se metió a su habitación sin decirle nada.

Y ella se quedó ahí, de pie, en mitad del pasillo.

Sola.

El sonido de la televisión en la sala de estar aún le llegaba a los oídos, y como su hermano se dejaba caer sobre su cama para dormir un rato en aquella tarde especialmente fría.

E Irene no tenía nada más que hacer.

Lo único que pudo hacer, era lo que mejor le salía desde hace años.
Se encerró en su propio cuarto e igualmente se dejó caer en la única cama de un cuarto que ahora le parecía demasiado grande para ella sola.
Cerró los ojos y espero que la oscuridad de la noche, la cual, ya no se encontraba tan lejana, la abrazara y la llevara al día siguiente, para no tener que pensar más.

________________________________

Ese día tocaba educación física, pero quizás, estaba aprendiendo a mentir demasiado bien.
Llegó hasta el profesor que impartia la materia y mientras se sujetaba el estómago con ambas manos y fingía debilidad para caminar debido al supuesto dolor, le pidió al profesor que por favor la dejara ausentarse por lo menos esa clase, ya que se sentía demasiado mal como para correr.
Claro que en primera instancia no le creyó, pero fingió dificultad para correr y de vez en cuando se agachaba un poco mientras apretaba la mandíbula, así que el docente terminó cediendo y consediendole el permiso, por lo que la envío directo a su salón en busca de otra actividad para hacer, pues no podía dejar que simplemente se quedara sin hacer nada mientras sus compañeros tomaban la clase. Así que sin pensarlo dos veces, llevó consigo el viejo libro de Sara y una libreta especial que ella misma había reciclado de un año anterior, junto con su lapicera claro.

Aún actuando enferma, se dejó caer en uno de los muebles de jardín que los alumnos usaban para desayunar todos los días, debía admitir que se habría sentido más cómoda de poder ir hasta "su pedacito de cielo", pero no podía hacerlo si quería mantener la farza. Así que con las manos algo temblorosas, abrió el libro y comenzó a subrayar datos importantes en el; de vez en cuanto escribía algo en su libreta, hasta que se hubo formado un resumen del tema a ver en esa ocasión, mientras escribía una pregunta algo bizarra de le vino a la mente.

¿Cuánto dolor podía tolerar una persona?, ¿se podía morir a causa de un dolor tan agobiante?

Tragó saliva y miro a Camila y a Aby, quienes corrían alrededor de la cancha de cemento, o fingían hacerlo de vez en cuando, para que el profesor no las regañara.
Luego pensó en su padre específicamente, en Dominik y en los chicos que la grabaron el día en todo explotó.

Quería lastimarlos...
Tanto o peor que lo que ella tuvo que experimentar.
Sabía bien que una persona no tardaría tanto en de sangrarse, pero eso dependía del peso de la persona y de la complexión en general. También debía saber donde cortar, las venas ubicadas en las muñecas, cuello y piernas eran fáciles de perforar y expulsaban más sangre a comparación de las otras.
Se pasó la lengua por los labios.

El veneno era otra opción pero de igual forma, dependía de la complexión de la víctima, en el caso de Camila y Aby supuso que los efectos serían más tardados, ambas eran pesadas como robles y fuertes de igual manera, demasiado toscas de cuerpo, con espaldas anchas, supuso que el que hicieran o no ejercicio también debía de afectar en algo al resultado.
Su padre en cambio, era robusto, no como un árbol, más bien como un panda, pesado pero sin mucha agilidad y bastante torpe.

Al igual que la propia Irene.

Dominik era pequeña, incluso más que su mejor amiga, pequeña y liviana como una pulga irritante.

¿Las fracturas de huesos también serían más o menos difíciles de ejecutar dependiendo del tipo de cuerpo?
Si les daba cloro a cada uno por separado en pequeñas cantidades para subir la dosis poco a poco, ¿se adaptarían todos por igual o algunos de ellos perecerían a los pocos días?

Sacudió la cabeza de un lado al otro.

Esos pensamientos eran demasiado oscuros, para ella.
Y además imposibles de realizar.

Se concentró en terminar el resumen de ese día y una vez estuvo hecho, lo leyó, como quien lee una novela de fantasía y se maravilla con la trama, eso mismo le sucedía a Irene últimamente, con los libros y libretas de su hermana mayor.

Ese di especialmente parecía demasiado sumida en sus propios asuntos y propio mundo lleno de arterias, venas y huesos que no notó como Helena se inclinaba sobre su hombro para mirar más de cerca, lo que parecía tenerla tan entretenida.
Así que su corazón pegó un brinco estrepitoso cuando Helen le preguntó en un susurro relajante, si por fin había encontrado el hobbie que le dejaría dinero.

—Me asustaste—le dijo, dado un pequeño brinco, presa de la sorpresa.
—Perdón, no era mi intención—ella estiró uno de sus brazos, para tomar la libreta entre sus dedos, dejando ver una manicura púrpura reciente con brillos plateados, después, comenzó a leer lo que ahí estaba escrito y sonrió, de forma casi maternal antes de devolverle su libreta a Irene—El cuerpo humano es un universo parte, ¿no?—Irene asintió y recibió de vuelta sus cosas.
—¿No se te hace raro que quiera ser médico?—le preguntó, expectante ante la respuesta, pues quizás, esperaba lo típico: es un carrera super complicada, necesitas tener vocación de verdad, no sabes lo que dices, no es par todos, no podrás hacerlo. El tipo de respuestas que le daría cualquier adulto de su entorno.
—No, yo creo que serás muy buena doctora, ya quiero verte vestida de blanco—un sonrojo involuntario apareció en las mejillas de la chica más alta, presa de los encantos de la adolescente frente a ella y de sus palabras tranquilizadoras, al menos alguien, si creía en ella.
—Todos dicen que es algo casi imposible...—argumentó, sin saber mucho a donde quería dirigir aquella conversación.
—No es una carrera para super dotados—Helena se recargo en el muro de ladrillo a un lado suyo mientras se acomodaba la mochila en sus hombros—Solo no es para todos, supongo—se quedaron en silencio un rato, cada quien pensando en sus propios asuntos, hasta que Irene preguntó algo que llevaba pensando desde hace rato y a pesar de lo indiscreto de la pregunta, de verdad quería resolver su duda.
—¿Cómo se siente?—Helena la miró de reojo, intentando descifrar que es lo que quería averiguar con esa pregunta.
—¿El qué?
—Estar enamorada—los ojos de su compañera reflejaron alivio al igual que su forma de suspirar, se encontraba un poco tensa.
—Pues...si es correspondido—comenzó, mirando el anillo que Gabriel le había entregado la noche del picnic—Es lindo tener a alguien que te escuche y te mime, alguien a quien a abrazar en sus momentos difíciles. Lo que más me gusta de estar con Gabriel, es que nos conocemos desde siempre, no tenemos secretos, conocemos lo bueno y lo malo del otro y aún así nos elegimos—en ningún momento dejo de mirar el anillo en su dedo, con una sonrisa boba en el rostro, sus ojos brillaban con ternura mientras hablaba e Irene, por un muy breve momento, sintió algo de envidia.

¿Sus padres habrían sido así en algún momento?

Pero recordó, como eran ahora y la envidia se fue evaporo. Realmente no deseaba que eso le sucediera a Helena, pero simplemente le temía a aquello.

—Eso suena realmente bello—puntualizó tomando la mano de Helena para mirar el anillo que brillaba, casi presuntuoso, casi como si fuera de verdad.
—Es mi anillo de promesa.
—¿Tan rápido te propuso matrimonio?—bromeó, esperando una respuesta sarcástica, sin embargo, eso no pasó, en su lugar, recibió una sonrisa cálida y las mejillas coloradas de su amiga.
—Me asuste un poco, pero no me molestaría, claro, dentro de muchos años—Irene soltó la mano de la chica y se alejó unos cuantos pasos.

Entendía perfectamente a Gabriel, era difícil no querer a Helena, de cualquier forma.
Era dulce, talentos, bonita, muy carismática por lo que llevaba observando desde el inicio de la relación, también muy leal, a pesar de que los chicos la miraban constantemente, su amiga simplemente parecía ignorarlos a todos, hacerlos a un lado y fingir que no notaba las miradas, porque para ella solo existía Gabriel y nadie más.

—¿Irene, tu quieres casarte?—un escalofrío le recorrió todo el cuerpo ante tal pregunta, miró a su amiga, consternada, más bien asustada, trago saliva y respondió.
—No creo en el matrimonio—el silencio reino durante los siguientes segundos, casi se sintió sepulcral—No quiero terminar igual que mis papás—murmuró mirando al piso.

Helena solo asintió y no dijo nada más.

Pues Lalo había llegado por ella.

Se despidieron e Irene observó como el vehículo de su amiga avanzaba poco a poco por la calle, llena de varios autos hasta que se perdió al fondo del bulevar.

Su madre no tardó en llegar por ella y se marcharon caminando en dirección contraria. Antes de entrar al fraccionamiento le hizo una pregunta a su madre, una cosa era que pensaran que ella era demasiado tonta como para estudiar una carrera así de complicada y otra era que de verdad no fueran a apoyarla, así que respiro profundo y con la voz temblorosa debido al miedo que evicaba aquella posible respuesta, finalmente se atrevió a preguntar.

—Mamá, ¿si no paso el exámen para una universidad pública, van a pagarme una privada?, lo hicieron con Iván—su madre no detuvo su andar, pero si la miró de reojo cuando menciono el nombre de su hijo mayor.
—Veremos, ni si quiera sabes si de verdad quieres estudiar eso—bueno, a menos no fue un no rotundo como esperaba.

Cuando entraron a la casa, Irene subió hasta su habitación y se dispuso a enviarle un mensaje a Sara, pidiéndole ayuda para conseguir más libros, aunque fuera digital.

Pues creía haber encontrado su pasión.

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