La primera salida

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Aquella mañana Irene se sentía un poco nerviosa.
Reviso una y otra vez en el espejo si el atuendo que llevaba puesto era lo suficientemente bonito pero sin dejar de lado la comodidad para pasarla bien con sus compañeras de la escuela, ya que, su hermana se encargo la noche anterior de recalcarle lo mucho que las chicas solían atacarse por la espalda cada vez que se diera la oportunidad, de criticar cada mínimo detalle y por un momento Irene estuvo a punto de enviarle un mensaje a Helena y pedirle disculpas por no asistir a la reunión, sin embargo, al ver como su amiga hablaba tan animadamente de ello junto con Camila y otra niña llamada Brenda, la cual tenía un semblante de tristeza perpetua, decidió que no podía declinar la invitación. Así que bastante emocionada, se arreglo lo mejor que pudo y junto con su madre salieron de la casa rumbo a la residencia de la familia Valencia, la cual no se encontraba tan lejos de su zona, aunque hubieran podido ir más rápido si tuvieran el auto (el señor de la casa tenía días sin aparecerse por su hogar y junto él, se llevó el único transporte de la casa), lo que los perjudicaba a todos lo quisieran o no.

Caminaron alrededor de unos quince minutos y para alguien como Irene o su madre que no estaban acostumbradas a hacer ejercicio regularmente más los que antes rayos del sol, para cuando se encontraron frente a la casa Valencia, ya ambas presentaban notables gotas de sudor recorriendoles la frente y un cansancio bastante notorio.
Tocaron a la puerta, queriendo no mostrarse asombradas por la imponente fachada de la casa, muy al estilo colonial de antaño, algo que era inevitable tomando en cuenta las dimensiones de la construcción.
Ese día era sábado, por lo que esperaba ser recibidas por la anfitriona, sin embargo quien les abrió no fue ella, si no, un hombre de gran estatura, hombros anchos y el rostro atractivo. La madre de Irene no dijo nada al verlo, fue el propio hombre quien habló, saludando a ambas cortésmente antes de invitarlas a entrar.

-Pasen con confianza, están en su casa, iré a avisarle a Helena que su amiguita llegó-primero entraron al recibidor y luego, una vez dejaron atrás el umbral del mismo, apreciaron mejor la construcción, ordenada, elegante y bastante amplia, con el piso revestido en mármol y las paredes blancas, al frente de ellas se extendía un gran salón adornado con varios sillones negros donde tomaron asiento mientras esperaban. Pronto apareció la madre de Helena, con su hija acompañándola. La chica salió disparada para abrazar a su amiga con emoción desbordante y llevársela directo a su habitación en la planta de arriba, subieron por las amplias escaleras hasta desaparecer por la planta alta. La madre de Irene pensaba irse en cuanto estuviera segura de que su hija de verdad fuera a ver a una amiga y no a algún muchachito, sin embargo la mujer le hizo una oferta que no pudo rechazar.

-Acabamos de hacer un poco limonada, ¿le gustaría quedarse un momento a probarla?-algo le decía que en realidad eso de "acabamos" era una forma de referirse a que tenía el dinero suficiente para pagar un cocinero o cocinera y evitarse ese tipo de labores, sin embargo con el calor que hacía afuera y la caminata qué tendría que enfrentar hasta su hogar, sola, pensó que no sería mala idea, aceptar la invitación antes de partir.

Al mismo tiempo, mientras las chicas buscaban la habitación de la anfitriona Irene no podía para de preguntarse la razón de tan repentina invitación. Se preguntaba su toda la familia Valencia era un especie de dulce con mucho dinero al parecer.
Juntas llegaron hasta la puerta de la habitación, pintada en rosa.

-Las chicas ya están adentro, estábamos esperándote-Helena abrió la puerta y dió le ofreció pasar primero a su invitada y efectivamente, ahí se encontraban Camila y Brenda, la primera sentada en la silla giratoria que acompañaba el escritorio del cuarto y la segunda, estaba acostada en la cama de dosel con cortinas blancas cayendo a los lados, a un lado de ella, reposaba un pequeño animalito que Irene solo tuvo la oportunidad de ver por Internet.

-¡Por fin!, ya era hora, nos la hemos pasado tomando té y comiendo tartaletas, y Brenda no ha dejado de moquear en todo este rato-la mencionada, se acurrucó más sobre la cama, queriendo protegerse de esa acusación tan directa. Además Irene no entendía que era lo que tanto le molestaba, tomar té y comer tartaletas no era algo que a Irene le molestara precisamente, en realidad le agradaba la simple idea.
-Ya, ya, últimamente has estado muy desesperada-comentó Helena en un tono algo raro, apretando la mandíbula y apenas dejando que las palabras salieran de sus labios-Bien, ¿qué quiere hacer primero?
-Podríamos ver Bridgerton-sugirió Irene, pues sabía que esa serie era del gusto tanto de Helena como de ella y al parecer de Brenda también, por la forma en la que se incorporó sobre la cama, sosteniendo al hurón entre ambas manos, su rostro antes triste, pareció iluminarse con un entusiasmo que no había visto jamás en ella.
-¿E-es dónde aparece el duque?-murmuró sorbiendose las lágrimas.
-Ajá, exactamente-contestó Irene y de pronto Brenda se puso de pie y se acomodó en el pequeño sofá frente a la cama para comenzar a mirar la serie.
-Has logrado levantarle el ánimo-susurró Helena antes de tomarla de la mano y llevarla hasta ese pequeño sofá para comenzar a mirar la televisión.

Los capítulos se pasaron rápido y con una felicidad que no sentía en mucho tiempo, a ratos, Brenda soltaba uno que otro suspiro antes de comenzar a llorar, especialmente cuando el duque del que tanto estaban prendadas las tres, (y puede decirse las tres porque Camila se la paso mirando su teléfono sin prestar atención a la historia) anunció frente a la reina de Inglaterra, las palabras más románticas y sinceras que ningún hombre sería capaz de pronunciar nunca, respecto al amor que sentía por su prometida. Para cuando llegaron al final de ese capítulo en particular, Brenda se había quedado dormida en el regazo de Helena, el hurón que antes la consolaba ahora se encontraba mordisqueado una rana de peluche.

-¿Por qué esta tan triste?-cuestionó Irene en un murmullo para no despertar a la chica.
-Rompió con su novio-Helena acariciaba el cabello de su amiga como quien acaricia a un pequeño gatito bebé, con delicadeza y amor.
-Oh, lo siento, no debí...
-La verdad es que, organicé esta reunión para tratar de levantarle el ánimo, pero desde que llegó solamente se ha dedicado a acariciar a mi mascota sin decir nada. Pero llegaste tú y...-apartó la mirada de la televisión para mirar a los redondos ojos de Irene-Con solo una sugerencia lograste más que yo en estas tres semanas-sonrió cerrando los ojos antes de devolver la atención a la pantalla-Gracias por eso.

De pronto a Irene le surgió una pregunta.

-¿Por qué los rompimientos son tan dolorosos?-realmente lo dijo sin pensar, ahora sonaba como una niña de cinco años preguntándole cosas a su madre o a una hermana mayor y por un momento se sintió avergonzada pero una respuesta la interrumpió antes de poder compadecerse así misma.
-La verdad es que no lo sé-por alguna extraña razón, ella suponía que ya habría pasado por muchos rompimientos y le daría una respuesta muy específica.
-¿Ustedes quieren casarse?-Brenda comenzaba a despertarse, pero pareció ceder ante el sueño nuevamente. Camila se quitó un audífono para escucharla mejor.
-Yo si quiero-expresó Helena con entusiasmo.
-Iugh-Camila hizo una mueca de asco y rodó los ojos con irritación-Tienen demasiadas esperanzas-aquel comentario las tomo por sorpresa y se les antojo algo agresivo pero intentaron ignorarlo.
-Yo no quiero-dijo Irene, recordando las peleas de sus padres-Todos los matrimonios que conozco siempre de la pasan peleando.

Su percepción del matrimonio era el reflejo de lo que veía a diario en casa, también la idea que tenía sobre formar una familia y no le gustaba lo que veía, cada quien por su lado con los dos pilares del hogar demasiado lastimados como para prestar atención a las necesidades emocionales de sus hijos, sin embargo, lo que si agradecía era tener un techo sobre su cabeza, comida y ciertos lujos que de vez en cuando podía permitirse, conocía casos de familias igualmente fracturadas pero sumidos en una situación económica no tan favorable, lo que provocaba que la situación se complicara más; no es que su familia fuera la peor del mundo, solo esperaba no tener que pasa por lo mismo si llegaba a contraer matrimonio con alguien.

Brenda se despertó, con los ojos húmedos y la respiración agitada, Helena tomó una de las escuálida manos de su compañera y la apretó, intentando calmarla, Irene la imitó, no conocía lo suficiente a Brenda, pero por como se veía, debía estarla pasando muy mal, así que lentamente y con algo de precaución colocó una mano en la espalda que se sentía débil y pequeña. La chica se incorporó y se limpió las lágrimas con ayuda de las manos.

-Perdón, ya no quiero llorar pero es que...
-No tienes que pedirnos perdón, si quieres llorar, solamente déjalo salir.-No entiendo porque le sufres tanto-Irene había pasado suficiente tiempo con sus amigas para saber que la que le gustaba elaborar comentarios jocosos en medio de momentos inoportunos era Camila, por esa ocasión no fue capaz de ocultar una mueca de desagradado en su rostro.
-Quizás lo entiendas cuando te pase a ti-Helena la enfrentó, enfocando los ojos rasgados en la chica de rizos, erala primera vez que la escuchaba hablar así, con la voz arisca, al parecer su paciencia estaba llegando a un límite muy peligroso. Se quedaron en silencio un momento-¿Y si salimos?, hay una plaza cerca de aquí, podríamos salir y mirar, quizás comprar algunas cosas-le impresionaba la facilidad qué tenía para que su voz sonara cantarina y dulce después de...bueno, ya saben.
-Me sentaría bien distraerme-expresó Brenda con una sonrisa débil en los labios.

Así que se pusieron manos a la obra, trataron de arreglarse con los pocos cosméticos que Helena tenía en el tocador, algo que Brenda disfrutó mucho fue ayudar a sus amigas a maquillarse, decidiendo el tipo de delineado que usarían, el color de los labios. Parecía divertida y por primera vez en ese mes que llevaba conociéndola, notó resplandor en sus ojillos caídos.
No tardaron mucho en salir de la enorme casa Valencia, fue el hermano mayor de Helena quien las llevó hasta la plaza en una camioneta roja de batea, él era bastante reservado.
Cuando arribaron al lugar fueron directito a la zona de comida, tenían antojo de algo similar a palomitas...o más bien cualquier cosa que les quitara el sabor dulzón de las tartaletas ingeridas hace apenas unos momentos, estaban deliciosas pero no todo podía ser dulce. Se dividieron en parejas y compartieron un tarro de palomitas por dupla, y finalmente comenzaron el recorrido, viendo vestidos que no podrían comprarse, aunque si pararon en una tiendita bastante curiosa, con artículos innecesarios, pero como eran lindos y con figuras de gatitos decidieron llevarse ni más ni menos que ventiladores pequeños con orejas de felino, libretas y lapiceros, luego se caminaron un rato hasta que Brenda insistió en entrar una tienda de mascotas donde se te permitía acariciar ciertos especímenes. Camila casi salió corriendo cuando les mostraron a una serpiente, aunque el amimalito prefirió pasar el tiempo con Brenda. Irene agradeció no tener que sostenerla ella, la sensación de tener un reptil moviéndose entre sus dedos le ocasionaba un sentimiento extraño. Aunque cuando retiraron al animal y les llevaron unas chinchillas Helena fue la primera en reclamarla, la mimo y la lleno de halagos aunque claramente no iba a obtener respuesta y la situación se repitió con un lorito que gustaba de repetir las quejas de Camila. Irene prefería los cachorros, lamentablemente no les dejaron acariciar alguno y aunque salió un poco decepcionada, debía de admitir que se estaba divirtiendo, entre anectodas vergonzosas de cuando las tres aún estaban en la secundaria y se vestían de forma vergonzosa para parecer "geniales" o cuando Brenda y Helena pensaron que sería buena idea llevar el mismo peinado entre ellas para parecer mucho más cercanas, algo que solo las llevo a constantes burlas.
Ahora que lo pensaba ella jamás pudo experimentar ese tipo de cosas, sus años escolares se basaron en sentarse al fondo del salón, viendo como las niñas más atractivas de la escuela se divertían y burlaban de otros, siendo molestada por cosas tan absurdas como su peso, el aspecto de su rostro, su cabello pajoso y en mal estado. A veces la ignoraban y ese era un buen día, pero casi siempre era la chica que se sentaba sola en receso sintiendo las miradas de lástima de los demás. Pero ahora pertenecía a un grupo, su grupo y eso la llenaba de paz. Y risas, aunque esto último era más provocado por ver como Camila se preparaba para golpear una pequeña pera para boxeo. Se les hizo divertido entrar a un pequeño arcade para jugar un poco, pero después de fracasar en un videojuego sobre zombies decidieron ir por algo más sencillo, aunque en el camino Camila notó aquel objeto, no perdió la oportunidad para retar a sus amigas.
Brenda lo intento y fallo terriblemente, roja de la vergüenza, optó por sentarse en un banca cercana al arcade, fue el turno de Irene e igualmente falló, ni siquiera asentó el golpe y sufrió el mismo destino que su antecesora, Camila se reía burlonamente antes de propinarle un buen golpe con el puño cerrado a la pera, un par de números en rojo aparecieron en la pantalla del juego y sonrió satisfecha al ver el resultado. Helena tomó su posición, respiro indo  y saco el aire antes de dar la vuelta por su espalda y asentarme una buena patada a la pera, un gancho perfecto en la propia percepción de Irene, el resultado fue por mucho, mejor que el de Camila.

—¡Oye!, eso es trampa, se supone que debes pegarle con el puño, ¡el puño!
—Solo use mis habilidades, no veo porque estaría mal—ambas eran atletas, así que quizás estuvieran intentando un poco más en aquel lugar. Brenda no pudo evitar reír y comentarle a Irene que aquello era como ver a dos chicos peleando por ver quien tenía más fuerza y no podía desmentir aquello, estaban divirtiéndose viéndolas pelear cuando  Camila decidió que intentaría patear la pera—Fuiste gimnasta antes, la flexibilidad no debe estar tan mal, solo tienes que...
—Por favor, te he visto muchas veces hacer esto, ¿qué tan difícil debe ser?—se quedaron un rato más, ahora era turno para burlarse de ella, pues de las tres veces que intento patear la pera solo una logró ser conectada y con un resultado bastante triste. No eran de hacer comentarios burlones, al menos no ella, pero Brenda si.
—Sigue acariciando esa cosa, quizás logres puntos de consolación—Irene la miro de reojo, se la estaba pasando bastante bien y la sombra de la tristeza ya no parecía pasar por sus ojos de cachorro.

Estuvieron así un momento hasta que Camila vio otra maquina a la lejanía, una de esas que tenía un disco de plástico para golpear en una superficie plana con un par de agujeros para que el aire circulara por ellos. Irene había jugado antes, pero realmente no se acordaba del nombre. Brenda se levantó y la invito a un partido, a lo que Irene respondió con un amable "no gracias", así que Brenda se marchó junto con Camila para seguir jugando.
Helena se dejó caer de pronto a su lado, estaba sudando por todas las veces que pateo aquella pera de boxeo, pero aún así, el olor de su perfume no lograba disiparse en el aire, olía a frambuesa.

—Ella se siente mejor—Helena se recargo en el respaldo de la banca antes de responder.
—Espero que si, a nadie le gusta verla triste—se quedaron un momento en silencio, solamente observando el partido entre sus amigas antes de que Irene volviera a preguntar, una cosa que...llevaba pensando desde hace rato.
—¿Fue una infidelidad?—cuestionó.
—Salió con una de las chicas de mi salón...así que supongo que si.
—Entiendo—Irene tenía experiencia con ello, no de primera mano claramente, pero varias veces notó como su papá escondía el celular de repente, como llegaba tarde del trabajo, hasta que un día termino de confirmarlo. Sabía que su madre no era tonta, pero por alguna razón, no había querido separarse todavía.
—Janet es una zorra—soltó de repente, algo que escandalizó notablemente a Irene, miro a su amiga un tanto asustada, pues ella no era del tipo de chica que se expresaba así de otras niñas—Ella conocía al novio de Brenda, sabía lo mucho que Bren lo quería, ¿por qué hacer algo así?—Irene no tenía respuesta para ello, aunque solo se le ocurrió algo.
—También es culpa de él.
—Él es peor que Janet en definitiva—carraspeo un poco la garganta antes de continuar—Ambos son basura andante.
—¿Janet es más bonita?—ahora era Helena quien la miraba desconcertada, como si acabara de decir algo que no le correspondía. Es que no encontraba otra explicación, en su caso, no conocía a la amante de su padre, pero seguramente debería ser más atractiva y jóven que su mamá. Los hombres eran así al final de cuentas, veían algo físicamente más atractivo y correrían a buscarlo, o eso era lo que le habían enseñado los libros y los programas de televisión—Ya sabes...
—Ellos no engañan a alguien por el físico precisamente—comentó Helena con soltura, como si fuera una experta en el tema—Janet támpoco es linda, de hecho es bastante fea, pero se la puso más fácil a él—suspiro y se recargo sobre sus propios muslos, recargando sus codos en ellos y sosteniendose la cara con ambas manos—Támpoco creo que debamos juzgar el físico de Ja...

Irene entendía el punto, había sido cruel comparar el físico de ambas como si se tratara de una especie de competencia burda, ahora se sentía culpable, también por haber pensado en su madre de esa forma, nadie se merecía aquello y en realidad los hombres solo eran imbéciles, hasta los más adultos. Sin embargo, Helena de pronto dejo de hablar y dirigió su vista a otro punto del lugar, para ser más preciso, detrás de Irene; trató de descubrir que es lo que miraba su amiga con tanta insistencia y la razón de su mudez repentina. Y aunque no encontró nada interesante más que algunas parejas tomadas de la mano.

—¿Recuerdas a Adrián?—Irene levanto una ceja debido a aquella pregunta tan fuera del contexto del que se encontraban hablando hace unos segundos.
—Si, ¿pero que tiene que ver él?
—Que viene hacía acá—Irene miro por encima de su hombro y entonces lo vio.

Un chico alto, y esbelto, de piel morena y cabello negro. Iba vestido con pantalones de mezclilla y una playera blanca que se veía bastante ligera, alcanzó a notar un par de anillos plateados en sus largos dedos, miró un poco su celular antes de levantar la mano y saludar en dirección a ellas.

¿Ese era Adrián?
Por alguna razón Irene lo imaginaba por lo menos atractivo.

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