Gabriel

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Aún estaba molesto con ella.

No le había hablado en la escuela y támpoco en el entrenamiento como era habitual en él.

Y ella ni siquiera lo notó.

Observó a la distancia mientras se ponía el equipo de protección como Helena charlaba animadamente con Adrián.

No se suponía que las cosas debían de ser así para este punto de su vida, pero no encontraba que podría hacer ante ello.

Para cuando llegó a casa, encontró la construcción nuevamente sola, ya que al llamar a su madre para avisarle sobre su regreso, solo recibió silencio. Había una pequeña nota en su cena de esa noche, que constaba de una porción de carne de res acompañada con pasta, sonrió ante la idea de comer algo preparado por su mamá en mucho tiempo, sin embargo la felicidad se escapó de sus facciones cuando recordó que tendría que hacerlo solo, no le gustaba la sensación pero era lo que tenía por el momento. En la nota se podía leer en caligrafía grande:

"Volveré tarde está noche, puedes comer todo lo que quieras, en la cocina hay más por si te quedas con hambre, no te desveles. Te quiero"

Tras dejar sus pertenencias en su habitación se dispuso a degustar sus alimentos, los cuales, eaxtrañamente aún se encontraba calientes, Gabriel sintió una pequeña astilla clavarse en su pecho, pero no hizo nada, únicamente se decidió ignorarlo y seguir como eos mientras encendía la televisión, los programas que podías encontrar ahí no eran precisamente sus favoritos pero por lo menos, cumplían la función de hacer qué se sintiera un poco menos solo durante la ausencia de su madre. Y de pronto se puso a pensar en la razón de esas escapadas nocturnas: su papá.

No podía decir que lo quería mucho, porque realmente nunca vivió con él como tal y las veces que llegó a quedarse en su casa no pasaban de un día o dos, aparentemente, su papá estaba demasiado ocupado con su esposa o trabajando; aún recordaba a aquella mujer, era delgada, bastante más joven que su padre y con el cabello rubio, corto hasta los hombros. Gabriel siempre pensó que era guapa, a diferencia de su propia madre que tendía a ser un poco más tosca de facciones y cuerpo. En realidad no tenía nada en contra de aquella mujer de la cual no recordaba su nombre, ea siempre fue amable con él...o quizás era porque se dedicaba a cumplir todas aquellas funciones que su papá no quería mientras se supone cuidaba de él. Sin embargo de unos añoa para acá, Gabriel dejo de visitarlos y ahora se enteraba que se divorciaron, sospechaba que quizás, ese matrimonio no funcionó debido al mismo error del primero, una infidelidad.

Suspiro lleno de pesar cuando notó qué ya no había más comida en el plato y aunque en realidad tenía hambre, debía cuidar su peso para el próximo selectivo estatal si deseaba de verdad entrar, trago saliva, aguantando el hambre y si recoger los platos sucios, subió por las escaleras de la casa, recorrió el largo y frío pasillo hasta su cuarto y entro, cerrando la puerta tras de si.

Claro que fue invitado a la boda pero aún no se decidia si quería ir, una parte de él repudiaba la idea y otra muy distinta simplemente le daba igual, se suponía que esa desición la tomaría con Helena, ya que si era obligado a ir, la arrastraría consigo hasta el evento alegando que los mejores amigos a veces debían hacer sacrificios por el bien común. Pero...ya no pudo preguntarle eso, ya que como siempre, Adrián parecía estar dos pasos más adelante de él.
Chasqueo la lengua un momento y en un arranque de enojo se quitó la sudadera de un tirón antes de estrellarla contra el suelo de la habitación, pronto, se le vino a la mente que se estaba comportando demasiado infantil y recogió la prenda con algo de pena a pesar de estar solo.

Toda esta situación de sus padres solo lo llevaba hasta Helena, ¿y por qué lo decía?, era fácil, la conocía desde el preescolar y en todo ese rato ella no se había hartado de él y viceversa, compartian un vínculo de aquellos muy raros que sólo poca gente tiene. Claro que cuando era un niño, su madre estaba más presente en su vida que ahora y recordaba con mucha nostalgia como a veces su amiga debía quedarse en su casa hasta que sus padres pudieran ir por ella y los gemelos que casi siempre tenían talleres extraescolares y no salían de la escuela hasta bien dadas las cuatro de la tarde. Eso los dejaba a ambos para hacerse compañía, su madre solía darles siempre milanesas y papás fritas para la comida acompañada de jugo de manzana, después se sentaban a jugar horas y horas con el la consola Wii que Gabriel gustaba de presumir en clase cada vez que podía, aunque a veces los llevara a pelearse por tonterías, ahora que lo pensaba, se divertían bastante.

En otras ocasiones era distinto, Gabriel tenía que quedarse en casa de Helena por un par de horas algunos días mientras su mamá trabajaba extra. La casa de los señores Valencia era bastante mucho más grande que la suya, incluso tenían una habitación entera para entrenar taekwondo, así que solían jugar ahí o en el patio para después quedarse dormidos en la afelpada alfombra de la sala principal, ese era su lugar favorito para tomar siestas.

Sin quererlo aquella chica comenzó a tomar mucha más fuerza en su vida de la que debería, y es que además del taekwondo, el dibujo y ella, no existía algo más en lo que Gabriel pudiera pensar o desear en esta vida. Porque la quería a ella, no al dinero de sus padres o el de su abuelo, la quería por lo que demostraba ser todos los días.

Su enamoramiento comenzó bastante temprano, fue a los ocho cuando Gabriel comenzó a notarlo y aunque trato de ignorarlo, el sentimiento se hacía más fuerte cada vez que pasaba el tiempo, no le gustaba que lo tocará porque sus latidos eran tan fuertes que temía, fueran escuchados por todos. Pero por fortuna logró ocultarlo bien, pero no contaba con un problema, más biológico y amenazante: la pubertad.

A los doce se descubrió así mismo mirando a su amiga mientras ella llevaba a cabo algunos estiramientos y contemplo con bastante deleite la figura esbelta de Helena, sus piernas torneadas con muslos fuertes, la cintura pequeña y el tronco delgado, no pudo apartar la vista durante unos instantes hasta que un golpe en la cabeza lo despertó de aquel embrujo.
Se trataba de Adrián que para ese punto ya había alcanzado una estatura considerable y era tan delgado que parecía espagueti, pero por alguna razón, lo intimidaba.

—Deja de estar de mirón—le había dicho después de propinarle aquel sape, Lalo y Samuel aparecieron detrás de él con cara de querer devorarlo ahí mismo.

Era injusto que los grandes lo intimidaran así y sobre todo si eran tres, aunque no terminaba de entender que tenía que ver ahí Adrián, él solo era amigo de los gemelos, no el novio de Helena o algo así...aunque, quizás si quisiera serlo.

De pronto el miedo lo invadió.

Fue hasta hace pocos meses que comenzó a considerar la idea, ya que por alguna razón siempre creyó que él y Helena estarían juntos para siempre, solo los dos, contra el mundo, toda su vida, nunca considero que ella pudiera encontrar un novio que la apartara de él y las pocas veces que llego a tener pareja, su amiga siempre terminaba dejándolos porque según sus propias palabras: "demandaban demasiado tiempo, tiempo que ella no podía perder jugando a la casita feliz" y no tenía que ser precisamente otro hombre el quien se la quitara, podría ser una amiga, dejarían de frecuentarse y pronto ya no serían más amigos.

No podía permitir eso, sus padres estaban tan ausentes y apartados de él que pronto Helena se convirtió en la única persona en la que confiaba, la única persona que de verdad quería para siempre en su vida y no estaba dispuesto a perderla.

Tan solo de pensarlo, comenzaba a faltarle el aire y...si la imaginaba en los brazos de Adrián, el dolor en el pecho que llevaba arrastrando desde que leyó la nota de su madre se incrementaba sin control o compasión.

Movió la cabeza intentando no pensar más en ello y rápidamente encontró el arreglo a todos sus males, aunque fuera solo momentáneo. Su cuaderno de si ujo reposaba justo con o la había dejado aquella mañana, en su escritorio, al lado de un montón de lápices negros y grises. Rápidamente tomo asiento en su silla y se aferro fuertemente a uno de aquellos lápices, como si su vida o su estabilidad mental dependiera de aquellos trazos. Y sin detenerse a pensar mucho, garabateo y garabateo hasta que obtuvo algo que el calificó como: decente, al menos cumplía los estándares más simples para ser considerado un buen dibujo, aunque sabía que el arte en si no tenía "estándares fijos" el si tenía lo suyos y es que para poder mostrar uno de sus dibujos con orgullo debía cumplo tres factores: tener trazos prolijos y no alguna deformación, qué anatomicamente fuera posible y por último peeo no menos importante, debía si o si transmitir algún sentimiento de por medio y ahora mismo el lidiaba con muchas emociones encontradas dentro de sí mismo como para decidir que sentimiento debía plasmar en aquella página, pero cuando pudo ver a su creación cara a cara, encontró que en realidad el panorama era algo deprimente: se trataba de un niño, sentado al borde de un acantilado, no parecía existir señal alguna de esta acompañado, las olas golpeaban con fuerza las piedras del liga solo para después engullirlas con violencia, sin embargo el chico no observaba aquel espectáculo, si no más bien a algo...o a alguien mejor dicho.
Una figurilla femenina mucho más pequeña, sombreada con negro para dar la ilusión de que estaba brillando dentro de aquel paisaje desolador, le ofrecía una mano amiga con dulzura.
Pero había un detalle, la figura femenina se encontraba flotando a pocos metros del chico y del risco, si su personaje decidía tomar la mano de aquel ser, tenía dos opciones, caer al vacío y morir en el violento océano o, aferrarse a aquel mitológico ser para salvar su vida y quizás...ver algo más allá de la soledad.
Decidió dibujar una mano al chico, la cual trataba de alcanzar a la criatura, pero no llegando a tocarla. Unicamente quedaron plasmados así, anhelandose pero sin llegar a concretar nada.
De repente una idea le surgió y quiso contarle a Helena, ya que esa seria una maravillosa idea para alguna novela o un cómic.

Quizás si trabajan juntos, ella pronto se daría cuenta de sus sentimientos y quizás tuvieran el valor de hablar respecto a aquella situación que llevaban aplazando desde hace años atrás. Sin embargo, una llamada interceptó su plan antes de si quiera poder hacer algo por si mismo. Levantó el teléfono que llevaba a su lado todo el rato que estuvo dibujando y una sonrisa le iluminó el rostro al ver quién le llamaba.

Atendió, gustoso para recibir una merecida disculpa.

—¿Bueno?—canturreo, adjuntandose una especie de victoria que aún no le pertenecía.
—¿Por qué estás enojado conmigo?—Gabriel sonrió, así que si lo había notado.
—Me dejaste hablado solo—dijo, aunque en realidad no había sido así, pero tenía que hacerse un poco la víctima si quería conseguir algo más que una sosa disculpa.
—¿De qué estás hablando?, sabes bien que jamás lo haría—en verdad no lo recordaba o solo estaba jugando con fuego y ver quien de los dos podía aguantar más.
—Si lo hiciste, te conté lo de mi papá, esperaba que dijeras algo más, pero en lugar de eso vas y te pones a hablar con el imbécil de Adrián—realmente nunca usaba palabras mal sonantes a no ser que estuviera demasiado molesto, pero el hecho de que Helena quisiera ignorarlo por completo, por alguna razón le molestaba bastante.
—Oye no tienes porque decirle tan feo, él no te hizo nada y si, me puse a hablar con él porque tu te fuiste—y ahí estaba de nuevo, nadie podía tocar a ese chico porque aunque no fueran nada, Helena siempre saldría a defenderlo o a justificarlo de alguna manera.
—¿Por qué siempre tienes que estarlo defendiendo?—escucho un suspiro al otro lado de la línea.
—Eso no importa, lo que me interesa saber es la razón de que estés enojado conmigo, no me hablaste en todo el día, lo siento si no te consolé como querías, pero tú te levantaste y te fuiste.
—¿Por qué no fuiste a buscarme?—Helena no dijo nada, parecía casi un poco confundida por aquella pregunta y la conocía bastante bien como para saber que expresión estaría poniendo en ese momento.
—Estás actuando como un novio celoso Gabriel—aquella afirmación lo dejo frío por unos momentos, no quería darle a entender que sentía celos, claro que si los sentía pero no esperaba que se diera cuenta tan rápido.
—...no sabes lo ridícula que te vez—se lamento al instante de pronunciar aquellas palabras, pero ya era tarde para tratar de arreglarlo, pudo escuchar como Helena tartamudeaba por responder—¡Te necesitaba a ti!, pero en lugar de ir conmigo, con el chico que conoces desde hace once años siempre prefieres al imbécil con el que jamás vas a lograr nada. Siempre estás con Adrián esto, Adrián lo otro.
—Estás siendo muy cruel Gabriel y no voy a...
—¿Te duele porque sabes que es verdad?—a veces no quería decir palabras tan hirientes, no quería ser así, pero...Los pensamientos parecían salir en forma de vómito verbal, uno el cual no podía intentar detener siquiera—Tienes que aceptarlo, tiene veinte años, ¡veinte!, tú solo tienes dieciséis, ¿de verdad crees que va a verte como algo más que una niña?, tu bonita cara no puede hacer que él te quiera mágicamente y aunque lo hiciera, no sería sincero—para cuando termino de hablar por alguna razón se sintió más liviano, con menos dolor en el pecho, aunque bien sabía que su amiga de pondría como loca, le gritaría, le reclamaría absolutamente todas sus palabras solo para después colgar el teléfono, tardarían un par de días en reconciliarse pero por lo menos había logrado de la absurda idea de algún día ser correspondida. Sin embargo, cuando ella no le respondió nada, cuando la línea se quedo en silencio por un par de minutos prolongados, Gabriel supo, con terror, que el daño que le había causado, era más fuerte de lo que pensó—Helena...lo siento yo no quería...
—Perdón.
—¿Qué?—más que como reclamo, esperaba que hubiera sonado algo dudoso.
—Perdón, por dejarte solo, no era mi intención, la próxima vez que quieras hablar sobre eso te escucharé, únicamente llamé para eso...buenas noches Gabriel.
—Heli, ¡escúchame, por favor!
—¡Eres un idiota!—grito finalmente antes de colgar y que la casa nuevamente se quedara en silencio.

Gabriel se llevó ambas manos hasta el cabello y hubdio sus dedos en el, ¿qué había hecho?
¿Siempre tenía que ser así de cruel con ella?, sabía bien las razones por las cuales le irritaba tanto ver a esos dos intercatuar así fuera únicamente por un par de segundos, solo él conocía del peligro que corría su amiga si llegaba a involucrarse con él, estuvo escuchando muchos rumores sobre Adrián los últimos meses y aunque trato de ignorarlos no pudo, fue inútil.

¿Por qué ella no lo entendía?

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