La terrible verdad

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A veces la universidad le resultaba terriblemente monótona.
Pero debía admitir que quizás era lo mejor que podría haberle sucedido a un chico como él.

Adrián estaba terminando de recoger sus pertenecías cuando uno de sus compañeros se le acerco, se trataba de Aldo, uno de los chicos que gozaban de una buena posición económica según había escuchado, y no era para nada mentira, pues el mismo había visto como varias veces si compañero de clases había llegado manejando una enorme camioneta de color negro, con los vidrios polarizados y la música que él gustaba escuchar resonando de forma estruendosa en las bocinas de la camioneta, que se veía bastante nueva.

—Deberíamos tomarnos un descanso, ¿no?—le dijo mientras pasaba uno de sus musculosos brazos por los hombros de Adrián.
—Por supuesto, ¿tienen un plan para hoy?—como todos los viernes los estudiantes de mecatronica buscaban reunirse en algún bar cercano a la universidad y quizás después seguir la fiesta en algún otro lugar. Adrián había estado en algunas de esas reuniones y cabe decir que fue bastante divertido aunque casi no hubiera ninguna chica con ellos.
—Pensábamos ir al lugar de siempre, además Laura invitó a unas amigas—Laura era una de las pocas mujeres que aún se mantenía dentro de la carrera, muchas de ellas habían desertado en los primeros semestres pero ella no, además, representaba una ventaja especialmente para su grupo de amigos.

Ambos chicos salieron de la construcción bastante relajados, pues era Aldo quien casi siempre ponía el transporte en ese tipo de casos y nadie se iría hasta que el llegara al estacionamiento.
Aunque ese día Adrián agradeció que su madre le permitió llevarse su motocicleta, así no tendría que pedir que lo llevarán hasta su casa antes de las siete de la noche y arriesgarse a las burlas de los chicos, pues su madre era bastante estricta sobre sus horas de llegada cuando se trataba de asistir a ese tipo de reuniones.

Cuando llegaron al estacionamiento se encontraron con los demás, y Adrián pudo notar un grupo de rostros nuevos, unas tres chicas se encontraban riendo y pasándola bastante bien por lo que se podía ver.

No es que estuviera urgido de compañía femenina como muchos de sus amigos, pero quizás podría sacar algo bueno de todo esto.

Al acercarse noto que en realidad no eran muy lindas, aunque claro, el no podía ponerse exigente ya que el mismo no se consideraba atractivo, no iba a ser de esos patanes que pedían como novia una modelo pero ellos dejaban mucho que desear.
Solo una de las chicas llamó su atención, era bajita de estatura, con la piel algo bronceada, tenía el cabello largo, lacio hasta la cintura y lo mejor de todo, era de color negro.

Pero justo cuando ella lo había notado y le regalo una sonrisa coqueta otra mujer apareció de golpe enfrente de él.

—Hola, no pensé que nos fuéramos a encontrar aquí—la chica que ahora tenía en frente no se comparaba en nada con la belleza que estaba por sonreírle hace unos momentos, ya que ahora la peor pesadilla de sus años de adolescencia se encontraba hablándole.

Se trataba de su ex novia de, Alexa,  debía admitir que no era nada bonita.

Ni interna ni externamente.

—¿Adrián?—quizás escuchar su nombre en los labios de aquella mujer le causaba cierto grado de incomodidad desde hace unos años, debido a incidentes que le hubiera gustado enterrar muy en lo profundo de una tumba, una muy aislada de todos.
—¿Qué?—no pudo evitar que su voz sonara seca, y su respuesta más que cordial resultaba hasta grosera.
—No tienes que hablarme de esa manera—y si, tenía razón en cierta parte, así que muy a su pesar, tuvo que relajarse y tomar aire para tomar las cosas con calma.
—Disculpa, ¿qué me decías?—Alexa sonrió complacida con su respuesta y hasta se atrevió a estrechar uno de los brazos masculinos entre sus manos, acercándose de repente a él, como si fueran amigos, lo cual, claramente no era así.
—Estoy feliz de que nos encontremos de nuevo—por alguna razón su declaración sonaba algo falsa, era como si tratara de aferrarse a él debido a que lo conocía más que a los otros integrantes del grupo, Adrián podría comprenderlo pero hubiera preferido que la otra chica se abrazara de esa forma a su brazo, y no tener que soportar a Alexa.

Uno de sus más grandes defectos era que no tenía la fortaleza suficiente para negarse a prácticamente cualquier cosa, desde compañía no deseada hasta comida que ya no podía digerir.

No podía rechazar nada por muy molesto que estuviera.

Todos subieron a la camioneta de Aldo, emocionados por todo el alcohol que estaban próximos a consumir, sin embrago Adrián había tenido que llevarse en su propia motocicleta a su ex, pues aparentemente se rehusaba a compartir transporte con cualquiera que no fuera él.

Al llegar al lugar donde empezarían con su tarde de juerga noto que Alexa no pensaba despegarsele, incluso se sentó junto a él.

—¿Te has dado cuenta que ya estás gordo?—dijo mientras tocaba sutilmente el abdomen de Adrián, sin embargo él no reaccionó como era de esperarse.
—Claro que lo he notado—intentó quitar la mano intrusa que lo tocaba, sin embargo su compañera se resistió con una determinación que él no conocía.
—Adrián tengo frío—y con esta frase se acercó aún más a él pretendiendo estrecharlo entre sus brazos, sin embargo el se deslizó por el sofá de piel sintética donde estaban sentados, apartándose rápidamente.
—Deberías pedirle a una de tus amigas que te preste un suéter—y dicho esto saco su teléfono celular para enviarle un mensaje a Aldo, pidiendo ayuda, para que lo apartará de esa loca, sin embargo supo que no iba a ver su señal de auxilio cuando notó que ya estaba muy cerca de la chica que anteriormente le había gustado a él.

Estaba solo.
Y perdido con esa...

Por un momento se resigno, sin embargo de nuevo, una mano intrusa le tocó el cabello y él siendo una de esas personas que no soportan el hecho de que alguien ajeno al peluquero los toque no puedo evitar estremecerse un poco ante el tacto de unas largas uñas.

—Perdón, es que...creo que te verías más guapo si te peinaras hacia atrás.

<<¿No entiendo para que te peinas si ni siquiera eres guapo... >>

Un recuerdo que creyo haber olvidado le llegó de pronto y un sabor amargo en la boca le produjo asco, como si acabará de tomar un jarabe para la tos en exceso amargo, miró a la chica que tenía a un lado, aún se encontraba acariciandole el cabello.

<<La verdad es que la ropa ajustada no te luce...>>

Quizás por reflejo tuvo que recordar que color de playera llevaba ese día, una en color negro, de manga corta y bastante pegada al cuerpo.
Otra frase como las que acababa de escuchar estaba por resonar en el interior de su mente cuando un muy oportuno mensaje le llegó a su teléfono celular, se trataba de Lalo, su mejor amigo.

"Ya salí de clases, quieres que nos veamos?"

Seguido de un sticker de una rana y un perro bailando.

Ni siquiera preguntó porque quería verlo, solo sabía que le urgía salir de ahí, así que sin decir mucho se levantó de la mesa y le comento a Aldo que debía irse, diciendo que su mamá ya lo estaba llamando para que volviera temprano.
Las burlas no se hicieron esperar, pero poco le importo, pues prefería mil veces estar con su mejor amigo tirados en el sofá jugando videojuegos a tener que soportar a esa el resto de la tarde y si decía que iba con Lalo, sentirían que los estaba despreciando.

Encendió la motocicleta y emprendió camino, alejandose de la primera mujer que se atrevió a herirle el orgullo como ninguna lo había hecho antes.

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Pasados unos cuantos minutos y calles llenas de autos, por fin llegó al encuentro con Lalo, claro que él tenía su propio carro así que juntos emprendieron camino, después de pasar a su propia casa y pedir permiso para ausentarse hasta la noche, su madre se mostró un poco diagustada al saber con quien iría a pasar el rato.

El contexto era poco agradable de explicar, pero a pesar de la insistencia de su madre por alejarlo de los gemelos durante años, estaba orgulloso de decir que no lo había logrado.
Conoció a ambos chicos cuando eran tan solo unos niños, Adrián quería comenzar a entrenar taekwondo y así fue como llegó a su actual academia, ahí conoció a sus amigos, comenzaron poniéndose de acuerdo para jugar, siempre en casa de los gemelos y la primera vez que Adrián estuvo ahí se dió cuenta que era niños ricos, no se tenía que usar mucho el cerebro, solo con ver la mansión en la que vivían era suficiente. La construcción era grande e imponente, cada hermano tenía una habitación propia, vivían rodeados de juguetes y lujos, con personas que llevaban a cabo las tareas del hogar mientras su madre se paseaba en tacones respondiendo llamadas o resolviendo problemas de su empresa, esa vida era muy distinta a la que estaba acostumbrado.
Su madre siempre estaba trabajando y llegaba realmente cansada, había ocasiones en las que no la veía por una semana entera, al igual que a su padre. Sin embargo los padres de Lalo siempre tenían tiempo para estar con sus hijos y a pesar de verse cansados, siempre había energía para estar juntos.
Tenían a alguien para que limpiara la casa, cuidara los jardines y les hiciera de comer, realmente la residencia nunca estaba sola a excepción de los fines de semana, cuando los trabajadores descansaban.
Lalo y Samuel le contaban seguido que organizaban viajes a la playa cada tanto, lugares como Cancún siempre estaban en las stories de instagram de sus amigos, cuando Adrián ni siquiera conocía el mar y en realidad lo más lejos que había llegado a viajar era al pueblo natal de su abuelo y nada más.

Mientras los niños Valencia discutían sobre que actividad extracurricular querían llevar a cabo además de su deporte, a Adrián se le era negado lo mismo, sus padres siempre decían que no tenían dinero y debía acostumbrarse a ello hasta que fuera un adulto y pudiera mantenerse solo. Pronto comenzó a envidiar la vida de sus amigos y los comentarios de su madre no ayudaban, decía cosas como:

Esa gente es pura presunción, como tienen dinero.

O algo como:

Deberías dejar de juntarte con ellos, solo les gusta hacerte menos.

—Esos niños no me gustan para tus amigos, solo te están enseñando a malgastar el dinero. Deberían aprender a ahorrar.

Incluso:

Como nosotros somos pobres, no deberíamos estar con gente así, solamente nos van a humillar, siempre todos nos han hecho de menos porque no tenemos dinero.

Aunque claro que Lalo y Samuel jamás intentaron hacerlo sentir mal (como afirmaba su madre), de hecho no se mencionaba nada sobre la situación económica de Adrián, nunca era mencionado, ni siquiera de adolescentes, aunque claro, las diferencias siempre salían a relucir. Pero no era culpa suya en realidad.
A pesar de los disgustos de su madre, logró mantener una buena relación y su amistad había perdurado hasta ese momento, siempre cuidándose entre ellos y tratando de ofrecerse los mejores consejos que unos jóvenes en sus veinte pudieran dar.
Ya que tenían más en común de lo que muchos pensaba y eso mantenía tranquilo a Adrián, siempre serían amigos, podría contar con ellos y viceversa.

Además el convivir con ellos tanto tiempo le ayudó en algo, en aspirar a ser más de los que sus propios padres esperaban.
Desde que piso la universidad su madre en especial no paraba de mencionarle el hecho de que algún día debía regresar todo lo que habían hecho por él en agradecimiento. Incluso sus tías y tíos les gustaba hablar sobre la buena vida que se darían en cuanto Adrián se graduara como ingeniero.
Y lo peor de todo es que él pensaba que las cosas debían de ser así, después de todo era el único de toda su familia que había logrado llegar a la universidad y todos en la familia hicieron muchos esfuerzos para lograr pagar las colegiaturas y la inscripción a una universidad privada de prestigio. Debía de agradecerle con creces cuando se graduara y consiguiera un buen puesto en alguna empresa.

A final de cuentas, su destino era ser el patriarca de su familia, así como su madre era la matriarca ahora, algún día él tomaría ese lugar.

Y lo aceptaba

—¿Te estás escuchando?—dijo Lalo, cuando él termino de hablar, antes de soltarse a reír, sin soltar un tarro lleno de cerveza.
—No es motivo para que te burles—Lalo se recompuso y carraspeo un poco la garganta antes de volver a hablar.
—Perdón, perdón, es que...o sea ¿vas a mantener a todos?—Adrián le comentó acerca de los planes que tenía al graduarse, como se convertiría en el patriarca y todo eso, en su cabeza sonaba coherente y hasta algo heroico, algo que solo un verdadero hombre haría, sin embargo, al parecer por primera vez en mucho tiempo, ambos tenían discrepancias respecto al tema.
—Mmm no tanto así, o sea pues tengo que ver por el bienestar de todos pero no como para mantenerlos—Lalo levanto una ceja y le dio un trago a su cerveza.
—No puedo creer que me estés diciendo esto, tu mamá prácticamente se la pasa arreglando la vida de todos en esa casa, de tus tíos, abuelos, primos...—comenzó a enumerar a todos los familiares que debían dinero a la madre de Adrián o a los que había ayudado a salir de algún problema, que era prácticamente casi todos los días, sabía que sonaba feo, pero literalmente era una obligación, después de todo, era el hijo mayor de la cabeza de la familia—Pensé que eras distinto, que querías salir de esa situación—con "esa situación", en realidad se refería por primera vez en mucho tiempo, a la pobreza en la que Adrián vivía desde siempre, pues de un tiempo para acá estaba harto de no poder darse lujos, de no conocer el océano, de no ver más allá de lo que ya tenía enfrente. Desde que cumplió los quince tenía ganas inmensas de volverse tan acaudalado como los Valencia o incluso más, pero también tenía la contraparte, sus obligaciones.
—Si él siguiera vivo tendría que pagarle la escuela—comentó, refiriéndose a su hermano fallecido—Pero ya no está, además...
—Sigues sintiéndote culpable por lo que paso—no sabía si aquello era una afirmación o una pregunta, pero Lalo lo conocía lo suficiente como para saber que lo de la culpabilidad era cien por ciento cierto—Oye...nunca he juzgado a tu familia, los respeto y todo pero...¿hacerte esto?, Helena tiene dos hermanos mayores y creeme que mis papás jamás me pedirían que pagaramos sus estudios.
—Eso es porque ustedes tienen dinero.
—...solo te diré que mis papás no se hicieron de lo que tienen, "viendo por el bienestar de todos"—no supo con exactitud que es lo que quería dar a entender con ese comentario, o quizás si, pero no quería aceptar que su familia estaba equivocada, que lo estaban encerrando en ese mundo para no dejarlo salir nunca, por beneficio propio. Trago saliva y decidió que era hora de cambiar el tema, a algo menos complicado de debatir.
—¿Y cómo esta Heli?—en realidad dijo lo primero que se le vino a la mente y ya era bastante raro que aquello fuera esa chica en particular, podría hablar de cualquier otro tema como fútbol, pero no, eligió a Helena como tema de conversación.

Estaba pisando terrenos peligrosos.

—Bien, pero por fin ha superado ese enamoramiento platónico por ti—esta vez Adrián levanto una ceja, ¿de la noche a la mañana?, si tan solo hace unos días se topo con ella y podía jurar que sus sentimientos seguían intactos—Gabriel intento besarla el otro día—estaba a punto de llevarse dar un trago a su cerveza antes de aquella declaración y tuvo que luchar por no escupir en la cara de Lalo.
—¿Enserio?, ¿contigo presente?—Lalo asintió.
—Tuvo el descaro—por alguna razón le ocasionaba intriga aquel tema. ¿Gabriel y Helena?, no se debía ser muy listo para saber que Gabriel se encontraba enamorado de su mejor amiga a un punto casi obsesivo, pero ¿ella?, al menos frente a él siempre trato con su respectiva distancia al chico, claro, porque estaba encaprichada con Adrián y penso que siempre sería así.

Una punzada extraña le invadió el pecho al imaginarlos a ambos abrazados, pero debería ser gracias a su orgullo herido.

Las mujeres con las que se involucró en la adolescencia no eran precisamente las mejores y támpoco es que él fuera un buen partido y de hecho jamás llegó a pensar que Helena sentiría algo más que cariño casi fraternal. No es que fuera guapo, y consideraba como único atractivo su altura, así que el tener a la "muñequita Valencia" (así era como la llamaba su madre) encaprichada por él le levantaba un poco el orgullo, después de todo ese tipo de chicas no eran fáciles de encontrar: bonita, de buena familia, un futuro brillante, culta, inteligente, heredera de tres negocios prósperos y una atleta casi completa.

O no era fáciles de encontrar en SU mundo y que se fijara en su persona le decía que quizás, algún día podría tener a alguien similar en su vida, no a ella claro. Era mucha mujer para alguien como él...

No podía ser ella...

Pero támpoco considero que Gabriel llegara a tener una oportunidad, no era guapo, estaba un poco pasado de peso, era un enano comparado con él y lo más importante, ninguno de los dos tenía dinero. Sin embargo...logró besarla...
La punzada se hizo más fuerte, ese era su orgullo y ego herido.

¿Verdad?

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