La última conversación

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Tenía tachados los últimos días en su calendario, pues faltaba poco para el selectivo, sin embargo, ese año no se sentía especialmente nerviosa, más bien diría que estaba ansiosa porque el momento llegará y entre más pronto mucho mejor.
Tacho un día más en su calendario con pluma negra antes de acomodar meticulosamente los ramos de flores secas en su habitación, aún desprecian un olor agradable y no tenía el corazón para quitarlas.
Hizo un gestos similares a los que hace una niña pequeña cuando esta demasiado emocionada por algo, salto en su lugar y apretó las manos intentando contener un poco la emoción.

Quedaba menos de una semana para tal evento deportivo.
No podía creer que de verdad estuviera sucediendo, ese año todo se sentía distinto, estaba más feliz y ya casi no había pensando en Gabriel esos últimos días, desde lo de navidad y año nuevo, Adrián se había vuelto su nueva adoración y como no ceder ante él, si era el hombre más amable que conocía, el que más la amaba sin tener que compartir ningún lazo sanguíneo.
Él la adoraba, se lo demostraba todos los días con mensajes lindos, masajes después de entrenar, citas a lugares lindos cada fin de semana y su detalle favorito, cartas, muchas cartas con una peonia cada una, probablemente ahora mismo no tenía mucho para ofrecerle, él era consciente de ello, tal vez por eso no había querido llevarla hasta su apartamento, pero támpoco es que la escondiera, constantemente subía publicaciones a redes sociales de ambos, la etiquetaba en otras más y su foto de perfil de absolutamente todo, era una fotografía de ellos dos, la tenía como fondo de pantalla e incluso cargaba una pequeña fotografía que robo de la cartera de Lalo, donde se mostraba a Helena con quizás unos cuatro años de edad.

Aunque claro que todo eso era recíproco.

En pocos meses, Adrián había logrado hacerla sentir lo que Gabriel no pudo en tantos años.

Y no sabía si eso era bueno...o era malo.

Probablemente Gabriel ya lo habría notado, varias veces lo había visto observandola a la lejanía, pues las vacaciones de invierno terminaron y tuvieron que volver a la escuela.
La miraba como si estuviera completamente ido, absorto en un mundo que solo él parecía entender.

Pero siendo sinceros, la verdad es que una parte de ella se esforzaba por pretender que ya no le importaba en lo absoluto mientras que la otra parte disfrutaba verlo sufrir de esa forma, era como ena especie de venganza suya, el abrazar a Adrián, besarlo y miraralo con amor genuino, debía estar matando a Gabriel por dentro, aunque fuera muy bueno fingiendo, ella lo conocía de sobra. Y lamentablemente se sentía bien con ello.

Odiaba esa parte suya de alguna forma.

Pronto tuvo que bajar al comedor cargando su libreta de matemáticas, forrada en papel brillante amarillo, junto con su lapicera. Una vez en su ligar de trabajo, tomó asiento y comenzó a elaborar su tarea, aunque no tardó en darse cuenta que en realidad, no estaba entendiendo nada de lo que le pedían que hiciera los números, los signos, combinado con letras y fracciones parecían revolverse en una mezcla imposible de descifrar, pronto se encontró así misma con las manos en el cabello tratando de resolver los problemas que venían en su libreta. Aunque un suspiro de alivio se le escapó de los labios cuando el timbre de la casa sonó.

Corrió tan rápido como pudo y al abrir la puerta principal de la casa, se encontró con Adrián, cargando el casco de su motocicleta y con una chaqueta de cuero roja cubriendolo del frío que aún prevalecia en esos días de Enero, sonrió y se lanzó a sus brazos, completamente entregada a él, completamente enamorada y hechizada por absolutamente todo lo que era ese muchacho esbelto y de piel morena, su aroma, el calor de su piel y la sensación tan relajante que era tenerlo cerca, amaba todo, absolutamente todo de él.

Entraron a la casa y supo que era el momento para poner en marcha su plan.

-¿Estás lista para nuestra noche de películas, chaparrita?-ella asintió con la cabeza, antes de volver a abrazarlo y hundirme su rostro en su pecho, como lo haría una niña pequeña al sentirse avergonzada o tal vez demasiado emocionada-¿Qué pasa?-preguntó él, sonriéndo con ternura y acariciando el cabello negro que tenía frente a él.
-Mmm, es que me gusta cuando me dices así-Adrián no ignoraba la diferencia de edad que existía entre ambos y sabía de sobra las actitudes infantiles que eran propias de la edad de Helena, pero no le molestaban, para él, era tierno, y la amaba más por ello. Ya que varias veces la había visto hablar con sus amigas, con Irene especialmente y no se asemejaba nada a la niña inocente qué ahora mismo tenía en brazos, casi parecía que ella asumia un rol adulto frente a sus compinches, hablando y expresandose como lo haría una mujer mucho más grande.

Pero con él no.
Suponía que tal vez...se sentía lo suficientemente segura, como para bajar la guardia y convertirse en esa pequeña niña que solía esconderse detrás de sus hermanos cuando algo la asustaba, la misma niña que se ponía colorada al verlo de pie en el salón de la casa.

Eso lo hacía sentir como un verdadero hombre, como si en esa ocasión, de verdad quisiera hacerse cargo de todo por primera vez deseaba cuidar de alguien porque él así lo quería, no solo por una obligación implantada desde pequeño.

Helena lo llevó hasta el comedor y le mostró su libreta de matemáticas, tenía varios ejercicios sin resolver y muchos manchones grises, él reconoció casi de inmediato, la frustración hecha papel y goma, pues él mismo se enfrentó a una imágen similar los primeros días en la universidad, días que ahora le resultaban lejanos y algo nostálgicos.
Esperaba que Helena le pidiera ayuda, pero eso no pasó, en cambio, su novia se acercó a él para comenzar a repartir besos por todo su rostro, partiendo desde el cuello hasta mordisquear el lóbulo de una de sus orejas para luego pasar a sus labios anchos y besarlos devotamente. Tuvo que tomar asiento en una de las sillas del comedor para dejarse envolver por las caricias peligrosas de aquella chiquilla.

Debía admitirlo, él se volvía un hombre débil y fácil de manipular cuando Helena tenía ese tipo de atenciones con él, era como verlo reducido a un niño de secundaria que experimenta el deseo carnal por primera vez.

-¿Puedes resolver estos ejercicios por mi?-susurró, cerca de su oído antes de morderle el cuello y pasar una de sus manos por el cabello detrás de su cabeza-Me parece muy atractivo verte resolviendo cosas así-de pronto le puso un lápiz entre los dedos-...me derrite-ella se alejó para luego recostar su cabeza en las piernas de Adrián, como un niño que espera quedarse dormido en las piernas de algún ser querido y él estuvo a punto de caer...pero no debía ser tan permisivo con ella, si se dejaba llevar otra vez, terminaría resolviendole las tareas todo el ciclo escolar y en definitiva no quería eso, no porque le molestara ayudarle pero simplemente, debía hacerle entender que tarde o temprano tendría que enfrentarse a retos mucho más intimidantes que simples ecuaciones matemáticas, así que algo adolorido por la idea de ya no recibir besos o caricias de ese tipo, dejo el lápiz sobre la mesa antes de hablar muy seriamente con la mujer que lo volvía loco.
-No voy a hacer tu tarea, amor, creo que si eres lo bastante grande como para hacerme este tipo de cosas, también eres lo suficientemente mayorcita para hacer tu tarea sola-Helena levantó la cabeza de su regazo y lo miró como solía hacerlo Daemon cuando él mismo en pocas ocasiones llegó a rechazar sus mordiscos como invitación a jugar, pero bien sabía que solo era una táctica más para manipularlo.
-P-pero eres mi novio-Adrián negó con la cabeza.
-Puedo explicarte, pero no pienses que voy a hacerlo por ti-la chica arrugó la frente en una expresión de molestia súbita antes de gruñir y tomar el lápiz entre sus dedos otra vez.
-Eres un completo ñoño, ¿lo sabías?-el muchacho comenzó a reír antes de rodearla con sus brazos para apoyarse sobre la mesa, para dar inicio a su explicación.
-Voy a enseñarte como hacerlo y cada vez que hagas una bien, te daré un beso, ¿de acuerdo?-Helena asintió, muy a su pesar y comenzó preguntándole que demonios debía hacer con la equis que tenía como incógnita principal.
-¿Y...vas a...?-quiso preguntar.
-No hasta que tengas dieciocho-puntualizó, siendo quizás, demasiado cortante.

La pregunta se refería más bien a si él volvería a tocarla como sucedió hace ya varios días atrás, sin embargo, desde ese momento Adrián había decidido que no volvería a pasar hasta que ella cumpliera por lo menos la mayoría de edad, y no es que no la deseara o algo similar, en realidad, quería hacer muchas, de verdad, muchas cosas con ella, sin embargo, su deseo no era correr antes que aprender a caminar y sospechaba que en realidad Helena tenía poca experiencia en cuanto al tema más allá de los besos o caricias lujuriosas. Quería que todo fuera especial y lento, quería hacer las cosas bien y no forzarla a hacer cosas que aún no le correspondían, tal vez sonara tonto tomando en cuenta todo lo sucedido con anterioridad, pero ahora que lo pensaba mejor, no quería ser manipulador o algo similar, solo por el hecho de ser más grande, ya le daba algo de poder sobre ella, y sinceramente no deseaba utilizarlo en lo absoluto.

Pronto Helena termino los ejercicios y obtuvo su recompensa.
Aunque fueron interrumpidos por Lalo, quien bajó corriendo.
Dispuesto a mantener a ambos bajo control en esa noche fría que ya comenzaba a hacerse presente.

También sugirió llevarse a Adrián a comparar las botanas mientras su hermanita terminaba de ordenar todo para su respectiva velada.

Él aún no le hablaba, pero comenzaba a sospechar que quizás estaba comenzando a asimilar que tendría que verle la cara varias veces durante los próximos años.

-¿No te ha molestado?-preguntó Adrián, mientras veía a su novia caminar por la sala donde verían las películas, envuelta en una pijama blanca, realmente esponjosa, tenía el cabello recogido en una coleta alta y usaba pantuflas peludas y afelpadas.

Era una noche de películas y una pijamada al mismo tiempo, hace rato que ya se había cambiado para ponerse más cómoda. Él por su parte, estaba usando un pans negro combinado con un suéter azul, no era realmente lo que usaría para dormir, pero entendía que no podía pasearse por la casa de sus suegros sin playera.

-No desde noviembre-respondió, antes de acomodare en los brazos de su novio, dispuesta a dar por finalizada la conversación y es que tal vez no debería seguir insistiendo con eso.

Gabriel debía estar enterrado bajo tierra, al menos para ellos dos.

Adrián simplemente se quedo callado, esperando que un poco de ese silencio, sirviera para amortiguar el ambiente tenso que se había formado entre ellos desde que preguntó por el difunto.

-Amor-dijo
-Dime.
-¿Puedo preguntarte algo?
-Por supuesto chaparrita, ¿qué sucede?-Helena se separó un poco de él para encargarlo y Adrián diviso un poco de miedo en sus ojitos rasgados.
-En el caso hipotético de que nosotros ya estuviéramos...mmm,ya sabes, teniendo relaciones...
-¿Ajá?
-¿Te molestarías si yo no quisiera hacerlo alguna vez?-Adrián levantó una ceja, extrañado, pues la pregunta era algo...de hecho muy específica, como para tratarse de algo imaginario.
-No...¿Por qué me enojaría?-quiso averiguar más.
-Solo pregunto-se quedaron callados un par de minutos, solo con el sonido de la televisión encendida y la voz amortiguada de Lalo en la cocina, al otro lado del salón. Estaba a punto de hacer una pregunta de la cual tenía mucho miedo de recibir una respuesta.
-¿...Gabriel te obligó alguna vez?-notó como Helena se tenso al instante, por la forma muy sutil en la que apretó sus manos y sus hombros subieron un poco, supo que algo andaba mal.

No le molestaba el hecho de que ella ya hubiera tenido actividad sexual con alguien más, pero si le preocupaba su reacción. Eso solo demostraba que estaba en lo correcto desde hace mucho.

Gabriel era un bruto y un animal.

-N-no-usualmente ella hubiera reaccionado siendo mucho más expresiva-Bueno no lo sé-esto lo alarmo aún más.
-¿Cómo que no lo sabes?-se enderezo, alejando su espalda del respaldo del sillón para tomarla de los hombros-Helena, si él te lastimó...
-E-es que no llegó a más...solo se molesto conmigo, además creo que...
-¿Qué?
-A lo mejor fue mi culpa...-de pronto sus ojos se volvieron acuosos e intentó ocultar su rostro en el pecho masculino.
-Deja de decir tonterías, ¿cómo va a ser tu culpa?, no te entiendo-sabía que el tema que se estaba tocando ya era de por si grave, pero no sabía que hacer, solamente quería hacerla sentir segura, tranquila, aunque también tenía muchas ideas de lo que podría hacerle a Gabriel.
-Era una fantasía-su voz sonó ahogada debido a la posición en la que ahora se encontraban, pero él no se esforzó por quitarla de la comodidad de su sitio.

A pesar de que toda esa conversación lo estaba colocando en una posición difícil, no quería dejarla sola.
Tendría que comentarle a Lalo y a Samuel, a sus suegros, esto no podía quedarse así, pero al menos por ese momento, sabía que no podía irse, tenía que quedarse con ella, para calmarla...

_________________________

...

"...por favor deja de escribirme, te recuerdo que fue tu culpa que todo cambiara, no te bloqueé porque pensé que serías lo suficientemente maduro para afrontar las consecuencias de lo que hiciste Gabriel, así que déjame en paz"

"Puedes al menos darme una oportunidad?, dame unos meses para arreglar todo y te juro que va a ser distinto, por favor Helena, no quiero perderte así😟"

"Elegiste lo que querías Gabriel...y no era a mi, así que solo sigue con tu vida y déjame a mi seguir con la mía, ahora estoy con Adrián y no pretendo lastimarlo"

"Es por eso que ya no me quieres?, es porque estás con ese wey verdad?, ya se te olvido lo que le hizo a Alexa?, te va a hacer lo mismo a ti"

"Yo lo quiero a él Gabriel, tuviste tu oportunidad y preferiste a alguien más"

"Siempre fue así verdad?, yo solo soy el plato de segunda mesa, siempre, ¿y sabes qué?, solo eres una cualquiera que se acuesta con el que le hable bonito, eres un puta"

"...no tienes que hablarme así"

"No si puedo porque ya demostraste lo que eres, bien dicen que cuando la carne es barata tiene muchos atrás, ¿qué te parece si le cuento a tu noviecito todo lo que hacíamos estando a solas?, como te tomabas fotos para mi y como te me ofrecias, a ver si te sigue queriendo cuando vea que no vales nada y solo eres una zorrita más con cara bonita JAJA..."


Gabriel leyó las última conversación que tuvo con Helena, unos días después de que ella confirmara su relación con Adrián, apretó el teléfono entre sus dedos al deslizar la pantalla y encontrar el último mensaje que ella le envió, después de haberle dicho tantas cosas hirientes, la mujer a la que alguna vez amo, solo respondió:

"...solo espero que haberme dicho todas estas cosas y haberme destruido te haya ayudado un poquito a sanar del todo el daño que tienes Gabriel. No quiero volver a saber nada de ti"

Después de ese mensaje ella lo bloqueó.

Dejó que las lágrimas fluyeran libremente como un río, que iba desde sus ojos hasta caer en la pantalla del teléfono.

¿Por qué le había dicho todas esas cosas tan horribles?
Bien sabía que Helena no era esa clase de mujer, incluso en esos momentos no lo insulto, y aunque no entendía porque había respondido a sus súplicas constantes desde que regresaron del torneo de Veracruz, quizás solo logro hartarla pero al verla en la escuela al otro día, cuando le buscó la mirada, no se topo con alguna especie de mirada iracunda o llena de miedo, no, no era nada eso, más bien era decepción, era como si ya no lo reconociera. Helena no agachó la cabeza, simplemente miro a otra parte y se marchó caminando de la mano de Irene hasta al pequeño patiecito donde acostumbraban desayunar. La conocía bastante bien como para asegurar que ella no terminaba de olvidarlo todavía, Adrián se reducia a solo un intento por reemplazarlo, lo cual lo llenaba de rabia y celos.

No estaba preocupado por lo que Helena estuviera sintiendo, más bien estaba preocupado por lo que estaba sintiendo él respecto a dicha situación, pensó que el llamarla por todos esos insultos de alguna manera le ayudarían a sanar el dolor que estaba sintiendo. Pero no fue así.

Trago salí a y repaso su plan una vez más, observó las cosas cuidadosamente acomodadas en su escritorio.

La navaja que su padre le regaló en su cumpleaños, un lazo lo suficientemente resistente como para hacer nudos fuertes y una mochila medianamente espaciosa, tan grande como para almacenar a un perro pequeño ahí.

O a un hurón.

La idea al inicio le pareció alocada y bastante arriesgada, hasta estúpida, demasiado retorcida incluso para alguien como él, sin embargo, cada vez que los miraba pasar tomados de la mano, cada vez que la escuchaba a ella hablar con sus amigas de ÉL, o la observaba a la lejanía mientras le sonreía al teléfono antes de responder un mensaje, la sangre le hervia y lo volvía completamente loco. Su única forma de calmarse en todo ese tiempo había sido encerrarse en los baños de la escuela hasta que se le pasara el malestar, sin embargo eso últimamente ya no funcionaba, su mente lo traicionaba maquinando más y más cosas sobre el tema, azotandolo con preguntas que para él ya no tenían respuesta, incluso llegó a postear un par de publicaciones acerca de amor, esperaba que ella las viera y asimilara que estaba saliendo con alguien más, tal vez así, muerta de celos justo como se encontraba él en ese momento, correría a preguntarle, a reclamarle y entonces podrían reconciliarse.

Sin embargo eso no pasaba y no tenía alguna señal de que fuera a hacerlo.

Se estaba quedando sin opciones y ya no soportaba más la idea de que Helena pudiera continuar su vida como si nada...sin él.

Porque él se estaba ahogando en su soledad y nadie estaba ahí para salvarlo.
No le interesaba otra zorra que se le insinuara, aunque había mantenido relaciones sexuales con otras de sus compañeras, con varias de hecho, pues era hombre y la necesidad lo llamaba antes que a los sentimientos, pero realmente no se sentía satisfecho y no las quería a ellas.

Necesitaba estar con Helena.
Si o si.
Pero ella no iba a buscarlo, no le decía nada, no lo miraba, no subía indirectas a redes sociales.

Simplemente lo estaba ignorando.

Así que tomó la decisión de hacerla ver que el era mucho mejor y más hombre de lo que pudiera ser Adrián.

El plan era sencillo, iría hasta su casa, conocía bastante bien las salidas y las entradas y una de ellas era el balcón por el cual ya se había colado tantas veces en el pasado, lo abriría con ayuda de un par de trucos que se dedicó a aprender esas últimas semanas, solo usaría la navaja para asustarla un poco y obligarla a descender por las escaleras de la casa hasta dejar en silencio la residencia, la llevaría hasta su hogar en la oscuridad de la noche y una vez allí le dejaría muy en claras como quería que fueran las cosas a partir de ese momento.
Después la regresaría a su cama.

Nadie tenía que enterarse, si manejaba las cosas bien podría hacer como si nada hubiera pasado y todo volvería a ser como antes.

En caso de que no la encontrara en su cuarto, simplemente se robaría a su preciada mascota, lo cual seria mucho más fácil.
Sabía bien que Helena haría lo que fuera con tal de mantener a ese animalejo a salvo. Tal vez le hiciera una pequeña cortada en alguna de sus diminutas patas para mostrar que no estaba jugando.

Entonces emprendió el plan.

Salió de su hogar en mitad de la noche, su madre como ya era costumbre no estaba, lo que le daba total libertad de hacer lo que quisiera al menos hasta que dieran las cinco de la mañana. Camino por la calle con la navaja siendo apretada fuertemente por una de sus manos, escondida en el bolsillo de su pantalón y la mochila colgando de sus hombros.
Alcanzo a divisar la casa Valencia una vez estuvo dentro del fraccionamiento, esquivo a los guardias fácilmente, pues varias veces lo habían visto ir y venir de la residencia en compañía de Helena y otras tantas más solo para regresar un par de horas después, despeinado y con ropa distinta. Así que al verlo ahí, simplemente se hicieron de la vista gorda, dejándolo pasar.
Observó cuidadosamente la casa desde afuera, todas las luces estaban apagadas ya, a excepción de una habitación, donde aún por debajo de las cortinas blancas alcanzaba a percibirse una tenue luz que a veces subía de intensidad o bajaba, era la sala de televisión, probablemente Lalo estaba jugando con su consola o simplemente se había quedado dormido ahí mientras veía algo en la televisión. Aunque rápidamente esa teoría fue despechada al notar la motocicleta de Adrián estacionada en el patio frontal de la casa.

¿Estaría viendo películas con Helena?
¿O ambos estarían durmiendo en la habitación de la chica?

La presencia de él lo complicaba todo.
Ya que si se encontraba en el cuarto con su ex novia, el llevarse al huron o a ella se volvería imposible.
Si embargo, suponía que quien no se arriesgada jamás ganaba.
Se acercó hasta la construcción, para ser más específicos, a la ventana de la cual todavía salía un poco de luz.
Alcanzó a diferenciar la voz de Adrián y la de Lalo, al parecer discutían algo acerca de la película que estaban viendo, pero no escuchó la voz de Helena.

Bingo.

Tal vez ella ya estaba dormida, aunque eso sería algo raro considerando la presencia de su nuevo novio en la casa.

Se alejo lentamente y rodeo la casa hasta que se topo con el árbol que ya conocía bastante bien. Lo escaló sin mayor problema y llegó hasta el balcón, se apresuró a abrir las puertas del mismo pero se encontró con que algo mantenía unidas las puertas, se trataba de un listón. Metió la navaja entre el pequeño espacio que se creaba entre ambas puertas de madera y lo corto meticulosamente y sin hacer escándalo.
Ingreso a la habitación, encontrandola en penumbras. La cama todavía estaba tendida, algunos ramos ya secos se encontraban bien acomodados por distintas partes de la habitación, alcanzó a percibir un aroma dulzon, producto de las flores, así que no pudo evitar observar el cuarto, el cual, casi al instante le trajo muchos recuerdos y las lágrimas casi se le escapan.

Pero por suerte logró detenerlas a tiempo.

Casi por inercia buscó una foto muy familiar, debía encontrase en el tocador de Helena y efectivamente, aún estaba ahí, oculta tras uno de los ramos que adornaban el cuarto.
Lo hizo a un lado y tomo la fotografía entre ambas manos.
Lucía polvosa y descuidada, pero ahí estaba, como si ella no quisiera olvidarlo todavía.
En ese momento pensó en irse, la idea era muy arriesgada y cruel, si ella tenía ese recuerdo todavía, quería decir que aún esperaba por él, lo que le daba tiempo para cambiar, para mejorar, ser un buen hombre y tarde o temprano volver por ella. Esa imágen le pareció mucho mejor que lo que estaba a punto de hacer.

Se alejo del tocador, dispuesto a regresar a casa, sin embargo, la curiosidad pudo más y no pudo evitar mirar hacia la cama. En una de las mesitas de noche, reposaba otra fotografía.
Pero esa no estaba llena de polvo y visiblemente oculta para no ser vista.
En ella se mostraba a Adrián y a Helena, abrazados en la playa, le sonreían a la cámara y junto a dicha imágen, había una carta. Se acercó para abrir el sobre que la en volvía y se topó con la letra de Adrián.

"Eres mi reina, mi amor y la mujer de mi vida, te adoro más que nada en el mundo, mande a enmarcar este recuerdo porque quiero que siempre lo tengas presente, como el inicio de esta gran historia que apenas esta comenzando a escribirse, y para recordarte lo mucho que te amo y lo feliz que me haces. Gracias por llegar a mi vida y darme todo lo bonito que hay en el mundo, gracias por amarme y creer en mi cuando nadie más lo hacía. Gracias por ser mi novia...no te merezco, y no sé que hice para tenerte a mi lado, pero me siento muy afortunado por ello, así que dedicaré el resto de mis días, a hacerte feliz.

Te amo mucho mi vida hermosa ♥️"

Gabriel dejó caer ese trozo de papel al piso y miro a su alrededor.

En la cama se encontraba una sudadera que el ya reconocía muy bien, era de color negro con unas letras verdes decorando la parte del pecho. Observó los ramos que ella se negaba a tirar, no había rastro alguno de su pingüino, del que le regaló en su cumpleaños, pero en cambio si tenía las flores de listón que Adrián le obsequio. Abrió el cajón de esa mesita de noche y encontró un pequeño sobre, dentro de el había alrededor de dos mil pesos y en el sobre había una leyenda escrita qué citaba: "Ahorros de Adrián. No tocar"

¿Ella le estaba administrando el dinero?
Dejó el objeto en su lugar y se acercó nuevamente al tocador, allí reposaba un frasco de vidrio con varios billetes de cien pesos cada uno, al darle la vuelta y mirar lo que estaba escrito en la tapa del mismo, quiso soltarse a llorar ahí mismo: "Para nuestro viaje a Veracruz"

¿Llevaban tan poco tiempo juntos y ya estaba planeando irse de viaje SOLOS?

Entonces entendió que de cierta forma ese cuarto ya no le pertenecía más a él, si no fuera por la foto, nadie pensaría que alguna vez él estuvo en la vida de Helena.

Ya no era suya...
Ahora era de Adrián...

Casi parecían una pareja ya adulta, como si llevaran mucho tiempo juntos.

¿Y él?
¿Dónde estaba su espacio?

Miro en dirección a la jaula del hurón.

Hasta ese maldito animal parecía haber aceptado a ese imbécil, pues se encontraba dormitando con un mini suéter casi idéntico a la sudadera que se encontraba en la cama.

Los celos y la ira volvieron.

Se acercó hasta la jaula, dispuesto a llevarse y a desquitarse con el animal.

Cuando la puerta se abrió.

-¿Qué estás haciendo aquí, Gabriel?-el muchacho observó la mirada de su compañero, era igual a la de él cuando golpeó brutalmente a ese chico en la preparatoria, solo que ahora él era la presa y Adrián el depredador que estaba buscando matarlo con tan solo clavar sus ojos en él.
Y no podía juzgarlo a final de cuentas, la situación en sí era ya de por si muy rara.

Los ojos de Adrián lo examinaron con cautela, llevaba una mochila colgada en la espalda, y se encontraba a punto de abrir la jaula de Daemon. Viéndolo así, era obvio que cualquiera se asustaría.

-¿Qué tienes escondido en la bolsa del pantalón?-preguntó, Gabriel chasqueo la lengua y arrugó la frente en una expresión de enojo, con cautela, llevo su mano derecha a dicha bolsa y de ella, extrajo la navaja qué su padre la había obsequiado cuando cumplió los dieciséis, solía decirle que un hombre siempre debía tener una a la mano, por cualquier cosa, pero nunca específico la situación en la debía ser usada. Los ojos de Adrián, antes serenos, se abrieron más de lo habitual al igual que sus labios, ahora él estaba asustado, podía percibirlo en el temblor de sus manos, en como por un momento pensó en retroceder, creyó que tenía la batalla ganada, conociéndolo, así como era de cobarde, probablemente se echaría para atrás y le avisaría a Lalo, lo que le daría oportunidad a él para llevarse al hurón o terminar con Helena, lo que fuera primero, le daría tiempo, porque él era rápido, tenía mucha más fuerza que Lalo y Adrián, pelearía con ellos si era necesario y una vez abatidos en el suelo, podría concretar su plan. Tenía que hacerlo, si lograba llevarse al hurón, Helena aceptaría volver con él, para evitarle algún daño a su querida mascota, y si las cosas se ponían feas, un solo corte de la navaja y todo habría terminado, una vez fuera de este mundo, no tendría la oportunidad de cambiarlo por alguien más, sería suya para siempre.

Sin embargo, Adrián no se echo para atrás, en lugar de eso comenzó a correr hacía él y por un momento Gabriel no supo que hacer.

-Eres un maldito enfermo-el chico quiso golpearlo, vio su puño pasar demasiado cerca, pero por fortuna reaccionó antes, lo esquivo y uso la navaja para intentar herirlo, aunque solo alcanzo a cortar la mejilla del chico, lo distrajo lo suficiente como para darle la oportunidad perfecta de propinarle un golpe a la mandíbula, Adrián se tambaleó por ello y Gabriel pudo correr de nuevo hasta el balcón, saltó desde el y alcanzó a sostenerse de las ramas del árbol junto a la casa.
Tenía maestría en ello, pues fueron varias las noches en las que se colo a la habitación de Helena de aquella forma. Descendió sin mucho problema, sin pensarlo comenzó a correr por la calle.
Adrián se aferro a los barrotes del balcón para luego desaparecer de nuevo en el interior de la casa, bajo por la escaleras casi en tres pasos largos, sacando provecho de sus piernas largas.

En el salón se encontraban Helena y Lalo, degustando de un tazón de palomitas recién hecho.

-¿A dónde vas?-le cuestionó su mejor amigo al notar la velocidad con la que buscaba las llaves de su motocicleta. No respondió, dar explicaciones le quitaría demasiado tiempo.
Ni si quiera se dió cuenta de que Helena se había acercado a él, intento tomarle las manos, lo conocía demasiado bien como para saber que la expresión en su rostro, como las manos le temblaban, la forma de moverse, TODO, solo podía ser resultado de una ira que no era capaz de controlar.
-Mi amor, ¿pasa algo...?-Adrian se giro bruscamente, la tomo de los hombros y la alejo de él, negando tener algún contacto con ella. Después corrió hasta la salida de la casa.
-¡No se te ocurra seguirme!-le grito, mientras salía de la residencia. No la miro de vuelta como lo habría hecho otras veces, no podía, pero si estaba dispuesto a apostar que Helena saltó en su lugar, asustada por la forma en la que le hablo, podía verla con los ojos llorosos y los labios apretados, luchando por no llorar.

Ya le pediría disculpas después.

Se monto en la motocicleta y la encendió, comenzando la marcha de un solo tirón.

Alcanzo a divisar la figura de Gabriel corriendo por la calle a medida que avanzaba, apretó la marcha de la moto, paso a un lado de él y logró cerrarle el paso, casi derrapó, pero no le importo, no le importaba nada, solo quería lastimarlo.

Gabriel cayó al suelo de la impresión, pero casi de inmediato se puso de pie torpemente y corrió hacía el otro lado. Adrián no tuvo tiempo ni siquiera de bajarse, nuevamente emprendió la marcha pero esta vez el chico fue más listo y se metió en el jardín de una de las casas, para luego esconderse en un pequeño pasillo que había entra ambas construcciones, era demasiado pequeño incluso para que su moto pasara. Y bajarse representaría más perdida de tiempo, calculo que aquel pasadizo debía temeinar una calla abajo, así que emprendió camino hasta la siguiente calle, esperando esta vez alcanzarlo.
Sin embargo, Gabriel tenía otra idea, si camino un rato por aquel pasadizo, pero al escuchar el motor de la motocicleta alejándose, supo que era momento de escaparse, regreso sobre sus pasos y continuó corriendo hasta la salida del fraccionamiento, estando siempre atento a cualquier ruido a su alrededor.
Finalmente salió de la zona residencial y llevado por la adrenalina, no se le ocurrió algo mejor que escapar hasta su casa, no estaba lejos, y si se apresuraba Adrián no podría entrar, no podría atravesar los candados o el zaguán de metal qué lo protegerían.

Él continuo buscando durante un rato, parecía que se lo hubiese tragado la tierra, pero no desistió, ¿a dónde correría un niño de su edad en una situación de peligro?, un lugar seguro, así que no tardó mucho en deducir en donde podría estarse escondiendo, de alguna forma había logrado escabullirse en el fraccionamiento, pero no lo haría afuera. Emprendió camino a máxima velocidad por la calle, esquivando la pluma que separaba la zona residencial del resto de la ciudad. Tomó rutas externas para que no pareciera que lo estaba siguiendo y miraba a todos los transeúntes, esperando encontrarlo en algún punto, demasiado confiado creyendo que ya lo había perdido.
Llegó hasta la casas aledañas a la de Gabriel y busco con la mirada a aquella sabandija, hasta que lo encontró de frente intentando abrir el zaguán, lo logro e intento entrar y digo querido lector, qué lo intento porque Adrián hizo a un lado su medio de transporte y lo sorprendió con un golpe en la nuca, logrando tirarlo el suelo, su cuerpo quedo parcialmente dentro, por lo que se arrastró hasta su hogar, lastimadose las uñas en el proceso.
Adrián lo siguió, no se molesto en cerrar la puerta.
Lo tomo del cabello y comenzó a asnetarle golpes en el rostro, hasta que una patada en el estómago logro hacer que cayera sobre su espalda, pero no se quejo, no le dolió.
Vio a Gabriel correr al interior de la casa, abrió la puerta sin esfuerzo y una vez adentro solo pudo recibir más y más golpes.

Odiaba que su madre saliera por las noches.

Pesaba más que Adrián, lo rebasa en fuerza, pero seguía siendo tan solo un adolescente de 16 años, en cambio, su adversario ya tenía los veintiún años cumplidos y según los rumores, sabía que Adrián tuvo que pelearse varias veces en la calle. Esa era la diferencia entre ambos, uno era un atleta de alto rendimiento, sabía como esquivar golpes, como regresarlos, conocía el reglamento de su deporte, como reaccionar dentro de las áreas de competencia. Pero Adrián, era solo un pobre muchacho que tuvo que aprender a defenderse por si solo, en las calles, sin árbitros para salvaguardar su seguridad ni equipo para proteger las extremidades de su cuerpo. Por eso era tan bueno en combate, para él, pelearse dentro de un torneo, era juego de niños.

No tenía nada...y aún así Helena lo eligió a él.

El muchacho más alto lo tomo de los hombros y lo estampó contra la mesa del comedor, el vidrio que la recubria se rompió por el impacto casi de manera instantánea.

-Eres un maldito loco, psicópata, ¡¿cómo te atreves a...?!-un codazo lo cegó de golpe y para cuando se dió cuenta, ya estaba sobre el piso de la casa, recibiendo los impactos-¡Sé lo que le hiciste!-le grito, lleno de cólera e ira, tratando de cubrirse el rostro con los brazos, en un descuido por aquella declaración logro abarcar el cuello de Gabriel con una sola mano y apretó, Gabriel intento liberarse, pero no pudo, se puso de pie, Adrián aún lo sostenía por la garganta, pensó en usar su navaja, y así lo hizo, intento enterrarla en el abdomen de Adrián, sin embargo este lo soltó antes de que pudiera hacer algo, empujandolo para que cayera nuevamente al piso y cuando lo logro, le aplastó la muñeca derecha con fuerza, Gabriel grito, soltó el arma y Adrián aprovechó para guardarla.

Una amenaza menos.

Luego lo pateó en el suelo, Gabriel solo pudo soportar el dolor, estaba demasiado mareado como para ponerse de pie.

-¿Qué buscabas?-dijo casi sin aliento-¿Querías matarla?, no dije nada sobre lo que paso antes, porque ella cree...de verdad cree que no hiciste nada malo, que sólo era una estúpida fantasía entre ambos, pero bien sabes...-su voz comenzó a escucharse ahogada, como cuando uno quiere reprimir el llanto, Gabriel tenía un ojo cerrado debido a la golpiza, pero entre la bruma de su propia visión, alcanzo a notar como las lágrimas lo traicionaban, jamás lo había visto llorar, y ahora era algo raro-...¿Sabes que quiero hacerte ahora mismo?, si por mi fuera de asesinaria yo...
-¿Crees que no sé lo que hiciste tú?-Adrián se detuvo, notablemente confundido por la pregunta.
-¿Que hice yo de que wey?
-Lo de Alexa, ¿vas a hacerle lo mismo verdad?-el muchacho más alto negó con la cabeza, al tiempo que reía de manera burlona.
-No soy un pendejo como tú-alegó entre dientes antes de tomar la navaja solo para arrojarla al patio de enfrente, no le gustaba que siguiera en la misma habitación que ellos dos...juntos. Luego se acercó a Gabriel e intento ponerlo de pie.

Tenía que llevarlo a la policía o a un loquero lo que fuera, si lo dejaba ahí sería un peligro latente para la seguridad tanto de Helena como para el mismo, sin embargo, Gabriel lo tomó por el cuello y logró derribarlo, esta vez posicionandose sobre él antes de golpearlo con frenesí. Intentó cubrirse el rostro, intentó zafarse, pero no pudo. Ese adolescente era demasiado pesado, demasiado fuerte.

Se lamentó por haberse deshecho de la navaja tan rápido.

Si embargo, alcanzó a presionar los ojos del chico con ambos pulgares. Gabriel retuvo un grito y tuvo la oportunidad perfecta para voltear la situación, se arrastró por el suelo, escabullendose antes de ponerse de pie y desviar un golpe que iba directo hacia él, al hacerlo, Gabriel termino pasando de largo hasta que se estrelló contra el suelo. Entonces fue cuando notó qué estaba demasiado descontrolado como para medir su propia fuerza, lo cual podría usarlo a su favor.
Gabriel se puso de pie otra vez, y corrió hacía él como un toro enojado, Adrián se quito justo antes de recibir otro impacto y su adversario fue a estrellarse contra los vidrios rotos, cortándose las manos en el proceso.

-Tantos años...le fallaste, la rechazaste, ¿¡Por qué me la quieres quitar ahora!?-vio su oportunidad y tomó un pedazo de cristal lo suficientemente afilado, no le importó que los bordes irregulares le sangraran las manos, de todas formas lo tomo y lo blandio en contra de Adrián, alcanzo a hacer un pequeño roce, así que comtinuo atacando-¡Se supone que era mía!, ¡yo era el mejor para ella, tu no tienes nada, solo era un pobre muerto de hambre que tuvo la suerte de llamar su atención!-Adrián retrocedió torpemente, esquivando el filo de su arma improvisado-Me pertenece a mi...

A veces llegaba a pensar que de verdad era de su propiedad, que le pertenecía casi por derecho, algo que él solo se había inventado.

Pensaba que tantos años sufriendo por no ser correspondido debían serle recompensados en algún momento. Hasta que de pronto dejó de ser solo un pensamiento recurrente y se volvió real. Había sido suya de todas las formas posibles, y ahora no era capaz de soltarla.

Adrián le tomó el brazo y lo torció hacía un lado antes de patearlo en el estómago. No lo había lastimado tanto, pero estaba demasiado cansado como para seguir peleando...
Se dejó caer el piso.

-Estás loco, ¿si no puedes vivir sin ella porque no mejor te matas y la dejas en paz?, mientras vivas jamás va a estar a salvo porque solamente estas obsesionado con ella-el chico más alto también estaba cansado, se le notaba en me respiración agitada y en sus manos temblorosas-...Pero yo la amo...

El lugar se quedo en silencio un momento, solo alcanzaba a escuchar el sonido del teclado en el teléfono de Adrián, lo escuchó hablar y pedirle ayuda a Lalo, quien alterado le pedía que saliera de ahí lo más rápido posible.

No supo si pretendían llamar a la policía...
Ya no le interesaba nada.

-Espero que cumplas lo que dices-tartamudeo Gabriel, con los labios sangrantes y uno de sus ojos cerrados debido al golpe, refiriéndose a lo que leyó en cierta carta-Ella te ama-le dijo, aún tirado en el suelo de la casa-Te eligió sobre mi... nunca le guste yo en realidad, siempre fuiste tú-Adrián le miro, aún acariciando sus nudillos, tratando de aliviar el dolor y quitar la sangre.
-No quieras hacerte la victima Gabriel-le sonrió, de forma sarcástica, antes de acostarse por completo.
-No quieras hacerte la víctima tú...siempre te amo a ti...y verdad espero que no le rompas el corazón, le gustas mucho lo menos que puedes hacer es no volver a fallarle, pues para él, haberla rechazado indirectamente y por tantos años, era como haberle fallado-Adrián trago saliva y se puso de pie, dispuesto a irse de la casa-No la mereces.
-¡Tú támpocol-grito, preso de la ira y el arrepentimiento.
-De verdad, cumple tu promesa. Es la última oportunidad que tendrás-el chico más grande suspiro y finalmente salió de la casa, dejando a Gabriel en su hogar, bastante golpeado, pero con un pensamiento dominando su mente.

Esa era la última oportunidad...

Aún tirado en el suelo, Gabriel quiso dar un golpe más, quería herirlo de alguna manera.

-¿Ella ya te dijo que...?-Adrián se detuvo en seco y lo miró por encima de su hombro, para interrumpirlo antes de que pudiera seguir hablando.
-Creo que lo que más te duele de todo no es eso-dijo con la voz bastante seria-Fuiste su primer amor-murmuró entre dientes-Pero yo voy a ser el amor de su vida...y dentro de unos años ni siquiera va a acordarse de que alguna vez exististe...De verdad espero que te mueras, para que la dejes ser feliz-finalmente salió de la casa.

Dejándolo solo y a la deriva con sus pensamientos.

_____________________________

No supo con exactitud cuantas horas pasaron.

Solo sabía que las palabras de Adrián se repetían en cada minuto que transcurria.

"...espero que te mueras, para que la dejes ser feliz"

En algún punto pensó que tenía razón.
Ya había llegado demasiado lejos.

Ya no podía controlarse así mismo.
Las fantasías serían más recurrentes y tarde o temprano iba a cumplirlas.

Ella ya no estaba segura con él ahí, viviendo.

No soportaba el hecho de ya no tenerla y al mismo tiempo verla disfrutando lo que debía ser suyo con otro hombre.
Tal vez Adrián tenía razón.

Él no la amaba. Solamente estaba obsesionado, a un punto que ya resultaba peligroso.

Se puso de pie y salió del lugar.
Támpoco supo cuanto tiempo pasó, o cuanto camino, lo siguiente que recordaba vividamente, era el frío y el sonido de los autos circulando justo detrás de él.

A gran velocidad.

Gabriel estaba colérico...con él mismo.

Gabriel estaba triste, por romper su pobre corazón él solo. Gabriel se sentía perdido y lo único que le otorgaba calma, podía encontrarlo en las luces fugaces de los autos que transitaban la autopista, en el sonido del viento y la sensación fría que le recorría el cuerpo; se aferró con fuerza al tubo de hierro frente a él, miró al frente, a la espesura del bosque combinada con la ciudad...y se pregunto, ¿qué se sentiría volar?, para tratar de sanarse así mismo.

Por primera vez tendría que hacerlo solo...

Paso una pierna por encima del tubo de metal, luego la otra y se aferro a la vida, que ahora dependía únicamente de la fuerza de sus manos. Miró al frente y soltó un suspiro, estaba cansado...mucho de hecho.

Dejó que el viento lo abrazara y lo cobijara bajo su manto. Pues sus manos ya no sostenían el frío tuvo de metal.
A medida que iba cayendo por el barranco, se preguntó si la caída dolería mucho, aunque en realidad no pudo averiguarlo. Pues todo se volvió negro, los sonidos dejaron de escucharse, al igual que las miles de preguntas en su cabeza.

Ya no se preguntaba si Helena lo extrañaría, si sus padres llorarían por él, o porque su mamá intentó darlo en adopción cuando era tan solo un niño, o porque su papá prefería mantenerlo lejos de su vida.

Ya no.

Fue solo hasta que su cuerpo choco contra las frías y duras piedras del suelo que entró en razón. Escuchó como sus huesos crujían y como la sangre se desparramaba por la tierra ya húmeda, pero no le dolió. Suspiro por última vez y las lágrimas le empaparon las mejillas, y la última imágen que tuvo, fue la de una diosa misericordiosa, que descendió desde el puente del cual había pendido su vida hasta hace unos breves instantes, aquella mujer tenía el cabello negro y lacio, recogido en un gran peinado que a su percepción, se asemejaba al de las grandes geishas de la antigüedad, de su cabello, colgaban varios adornos de oro que brillaban con una presencia casi divina, la mujer usaba un kimono azul, como el océano, hermoso y digno de una princesa.
Sintió alivio al verla ahí, sobre su cuerpo, lo miraba tiernamente mientras le acariciaba el cabello y el rostro manchado por la sangre, justo como la recordaba.

Ese sería su último pensamiento, su último recuerdo sobre ella, sobre Helena.
Ella le beso la frente y su aroma frutal lo lleno de tranquilidad.

Ya podía irse en paz.

Ahora solo el vacío era su compañero.

Pronto el mismo, se olvidó de su propia existencia...

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