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Seungmin había decidido que esa tarde pediría algo de comida porque su pereza no lo dejaba cocinar nada. Tenía un par de números agendados de restaurantes de la zona, el problema era que le entraba el pánico al momento de ordenar, tanto por celular como ir al restaurante en persona y hablar. Pero aquel día era tanta su hambre y la pereza que decidió que era momento de ordenar algo, ¿Qué podría salir mal? Solo era saludar, pedir y colgar, demasiado fácil.

Buscando entre sus contactos, apretó el contacto de uno de los restaurantes de los que tenía guardados y con un suspiro, observó el número mientras su dedo temblaba para  permitirse marcar.

—Vamos, Seungmin. Solo debes de pedir lo que quieras, no es tan difícil.—Se alentó a sí mismo, apretando el botón para llamar.

El timbre sonaba desde el otro lado de la línea, y sin creer que le contestaran al pensar que ya habían tardado, la repentina voz sonando por su celular le sorprendió.

—¡Hola! Estás hablando a Little Corea, ¿En qué te podemos ayudar?—La voz animada del otro lado de la línea le puso nervioso.

—Uh, hola... Quisiera pedir una porción de pollo picante y una porción de calamares fritos.—Pidió, sintiendo un leve titubeo en su voz.

—Claro, ¿Sería algo más?

—Es todo.—Contestó en seco, esperando poder colgar.

—Bien, ¿Sería para recoger o a domicilio?

—Domicilio.

—Perfecto, ¿Me podrías proporcionar tu dirección para la entrega?—Cuando Seungmin recitó su dirección, recibió un gesto afirmativo de la parte contraria.—De acuerdo, entonces estimo que tu orden saldría en unos veinte a treinta minutos, si tienes algún problema con la entrega puedes volver a marcar y nosotros lo resolveremos. ¡Muchas gracias por tu preferencia! Adiós, ten un buen día.

Seungmin no esperó dos veces antes de decir un simple "adiós" y colgó, sintiendo su pulso desbocado. Era una simple llamada, pero para él se había sentido una eternidad aunque en total hubieran sido solo 56 segundos. Frotándose el rostro con sus manos, se decidió por seguir mirando una serie mientras esperaba su comida, teniendo el dinero sobre la mesa de la pequeña sala.

A los treinta minutos de haber realizado la llamada, el timbre de su departamento sonó, haciendo que su pequeño perro pomeranio ladrara ante la persona que se encontraba molestando su hogar.

—Yah, minsoo.—Acarició el pelaje de su perro antes de levantarse, agarrando el dinero de paso y dirigiéndose hacía la puerta. Cuando la abrió, casi la cerró de golpe si no fuera porque sabía que sería maleducado y porque la comida fue tendida en su dirección.

—Buenas tardes, ¿Pollo y calamar frito?—El chico cuestionó con una sonrisa, con la bolsa tendida en su dirección.

Seungmin no esperó ver a un chico tan apuesto como repartidor, ¿Sería legal? Abrir la puerta y ser lo primero que veas mientras estás en terribles fachas debería de ser algo prohibido. Estaba en la comodidad de su casa, por lo que la holgada sudadera de color gris y los pantalones cortos a juego le hacían sentir ridículo en comparación a la apariencia del repartidor. Pero, vamos, el chico estaba vestido precisamente para estar repartiendo comida, tampoco era que se tratara de un traje elegante o sofisticado, solo que el chico hacía sentar bien aquellos jeans negros que se amoldaban a sus piernas y una camiseta de color blanca con un pequeño logo incrustado a la altura de su corazón, ¿Desde cuando alguien lucía bien con el uniforme del trabajo? Además de aquel cabello con apariencia casual a causa del casco de la moto, haciendo que cayeran mechones de color azabache desordenados sobre su rostro, dándole una apariencia más juvenil. 

Probablemente se quedó bastante rato mirándolo y sin pronuciar palabra porque el contrario balanceó la bolsa frente suyo y el gruñido de Yeontan lo sacaron de sus pensamientos.

—Claro.—Tendió el dinero en su dirección, agarrando la bolsa en el proceso.—Gracias.

Cerró la puerta sin esperar que el chico le dijera algo más, corriendo hacía la cocina con prisa por disipar la vergüenza que sentía calar en su rostro mientras su perro corría detrás tuyo olfateando la comida.

Mientras el chico miraba con cierta indignación a la puerta por ser cerrada en su rostro, pero se percató que la cantidad de dinero que había sido entregada era mayor de lo que correspondía, preguntándose si podía tomarlo como propina o debería de devolverle el cambio.

Cuestionándose su moral, soltó un suspiro antes de agacharse y pasar el dinero que le sobraba por la parte de abajo de la puerta, mirando una última vez antes de alejarse del lugar, aún con unos cuantos pedidos por entregar y sin poder perder el tiempo.

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