Destino o coincidencia

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Lisa no supo a dónde se fue Rosé luego de eso.

Sólo sabía que no había aparecido en toda la noche, que volvió en la mañana, buscó las cosas de la universidad y se fue, ignorando sus súplicas para hablar.

Y fue cuando Lisa se rindió.

Se había dejado llevar demasiado por los instintos de su loba, y los instintos no funcionaban para las personas, y menos para alguien tan poco loba como Rosé.

Mandó a la mierda a su loba interior, quien quería que la rubia le diera atención, y también mandó a la mierda a Rosé.

Acomodó las sábanas sobre la cama al rededor de ella, dejando una para cubrirse hasta tapar su cabeza, para sentirse más protegida, y sólo se quedó allí abrazando la almohada.

—Wow, llegas temprano —dijo Shuhua al verla entrar al supermercado, no había terminado de subir la reja de la entrada y Rosé sólo había entrado agachándose, sin disminuir su paso apresurado.

Yeh frunció un poco el ceño al no escuchar respuesta por parte de Rosé.

—¿Te pasa algo? —preguntó, entrando a la sala de los empleados para ver a Rosé haciendo café en la cafetera con expresión seria pero con un dejo de enojo.

La chica de encogió de hombros, sin siquiera mirarla.

Shuhua notó las ojeras oscuras bajo sus ojos.

—Mira, no te he hecho nada para que estés enojada conmigo, así que te me calmas —el tono de Shuhua sonaba hartado, apenas había empezado el día y no estaba para soportar a una universitaria actuando como una niña ofendida.

—Justamente, Shuhua, no me has hecho nada —dijo, luego de unos segundos de mirarla con frialdad—. Y por eso no te importa cómo mierda esté, ya que no es tu culpa.

Shuhua se mordió el labio con fuerza, en un acto insignificante para calmar su enojo.

—Estás peor que una niña en su primer celo, Park —bufó, alzando una ceja—, tu puta madre...

Y salió del lugar, más enojada de lo que había entrado.

Rosé no dijo nada el resto de la mañana, haciendo su trabajo en silencio y con la misma expresión seria, casi molesta, que cargó toda la mañana.

Yeh no se molestó en hablarle, la muchacha
también estaba ofendida por la actitud de mierda de Rosé hacia ella, no le había hecho nada para ser tratada así.

Pasó su turno y Rosé dejó su delantal y tomó sus cosas, sin decir nada ni despedirse, caminó hasta la universidad a paso apresurado. Seguía molesta, por lo que llegó un poco más temprano a su destino.

Vio a la pelirosa bajar de una motocicleta, hablando por teléfono con una sonrisa, la que se borró rápidamente al ver la expresión seria con la que Park la miraba.

—¿Te pasa algo? —preguntó Miyeon, acercándose.

Fue cuando Rosé se dio cuenta que había detenido su paso al cruzar a la alfa.

Sin decir nada, continuó caminando.

Unos pasos apresurados la siguieron y la otra apareció a su lado.

—Tienes el mismo olor de ayer, un poco menos —comentó—, aunque un poco diferente...

"No tomó los supresores", pensó.

Rosé no respondió.

—¿Está todo bien?

La rubia la miró, sin cambiar su expresión.

—Aunque estuviera algo mal no tendría porqué contarte.

—La puta madre, Park —dijo la chica con un gruñido, aunque rápidamente se cubrió la boca con la mano ante semejantes palabrotas.

La expresión de Miyeon hizo que Rosé riera en silencio, fue cuando por primera vez pensó que Shuhua y Miyeon era amigas, amabas insultaban igual.

—Rosé... —esta vez, el tono de Miyeon era más suave, y ambas dejaron de caminar para mirarse—, tienes algo de olor a tristeza, pero se nota que no es tuyo, no tienes que darme detalles, pero... ¿Es esa omega?

Rosé pensó en si responder o no un momento, pero antes de hablar, la alfa se le adelantó.

—Escucha, debes cuidar de los omegas, ellos son más sensibles que otros, podrían enfermar y luego... Empeorar. Y se nota que no sabes tratar a una omega, pero si necesitas consejo siempre puedes contar conmigo.

Rosé asintió, con su orgullo un poco herido, por esas últimas palabras. ¿Quien era ella para decir que no sabía tratar a una omega?

—¿Es tu primera omega, Rosé?

Rosé recordó vagamente los ligues que había tenido tiempo atrás, cuando era una alfa hija de un hombre adinerado.

—Justamente, Miyeon —respondió, sin ninguna intención de ser formal—. No tengo que darte detalles.

Y se volteó para ir hacia la cafetería, a comer algo.

Escuchó el gruñido y los insultos de Miyeon.

Continuó de mal humor el resto del día, en un momento casi olvida el porqué estaba con esos humos y se molestó un poco más, pero luego volvió a recordar las palabras de Lisa la noche anterior.

¿Quién se creía esa omega para hablar de ese tema? ¿Quién era ella para decir cómo de sentía?

Había huido para alejarse de ese recuerdo, había empezado una nueva vida sin decir nada y le estaba llendo bastante bien, pero entonces había llegado esa cambiaformas para recordarle todo, con palabras bonitas como si eso suavizara las cosas.

Pero por más que estuviera enojada con Lisa, una parte de ella pedía tenerle piedad.

Una parte de ella se preocupaba por cómo estaría, y se enojaba consigo misma por haberla tratado así.

Y fue esa segunda parte de ella misma que buscó en la biblioteca, en la parte de libros de autoayuda, uno de los tantos libros que consideraba estúpidos de cómo cuidar a una omega.

Y se sentó a leer, ignorando la mirada curiosa que le dedicó Miyeon desde su escritorio.

El libro resultaba un poco menos estúpido de lo que pensaba, y logró entretenerlo bastante rato, leyendo unas cuarenta páginas seguidas, sin percatarse de la bibliotecaria que se acercó a ella, sorprendida al ver que estaba leyendo en serio, y no dormía.

—Que estés leyendo ese libro me hace pensar que rechazaste mi ayuda olímpicamente —dijo, haciendo que los ojos de Rosé se separaran de las palabras para mirarla—. Ese es el típico libro que lees cuando hay un problema y no tienes amigos para conversarlo.

—Es exactamente por eso que lo estoy leyendo —respondió con una sonrisa amarga.

—Por favor, Park, somos amigas.

—¡¿Lo somos?! —dramatizó su sorpresa—. ¡Que cool! ¡Una amiga! ¿Cuándo hacemos una fiesta de pijamas, amigui?

Miyeon alzó una ceja.

—Está bien, Rosé, no somos amigas.

La neozelandesa sólo respondió con una sonrisa tosca.

—Pero mi oferta para serlos, y lo de que me cuentes lo de tu omega, siguen en pie.

Park la miró unos segundos, Miyeon sonrió un poco al ver que se lo estaba pensando.

—Es más fácil hablar con una persona que con un libro —admitió—. Pero sólo si prometes no decirle nada a Shuhua.

La pelirosa rió un poco, contenta por su logro, se sentó junto a la chica, esperando a que hable.

—¿Tú... Crees en los predestinados? —la pregunta sonó casi tímida.

—Hmm~ —Miyeon pensó la pregunta un momento—, no creo en el destino o cosas de esas, de que toda tu vida ya está escrita, pero creo que hay cosas que ocurren por alguna razón, y aunque no lo quieras... Van a suceder todas las casualidades necesarias para que ocurra.

Rosé asintió, le pareció una reflexión bonita.

—Mi omega... —dijo la menor, sin darse cuenta de la posesividad de sus palabras—, vive conmigo, y está todo el día en mi departamento, sólo estoy con ella en la mañana y en las noches.

La contraria adornó su rostro con una sonrisa cómplice, aunque no supo si la que estaba en el rostro de Rosé era una sonrisa consiente o no, así que decidió preguntar.

—¿Y te gusta?

El "No" automático se trabó a un "Sí", que no supo muy bien de dónde había salido.

O quizás sí, sintió a su loba inquieta en su interior, era la primera vez que la sentía sin estar con Lisa.

Por unos segundos Rosé no pudo decir nada, y el rubor subió a su rostro.

En realidad, nunca lo había pensado.

Nunca se puso a razonar si ella misma quería a Lisa, de esa forma tan especial, porque no tenía ninguna duda de que su loba amaba a la omega, y cada vez que estaba con ella, la calidez de su corazón lobuno llegaba un poco a su propio corazón.

—No lo sé —dijo, un poco más seria que antes—, nunca lo pensé.

—No tienes que pensar en los sentimientos, Rosé —dijo la chica—, ellos están incluso si no te das cuenta, lo único que tienes que pensar es en cómo traducirías esos sentimientos al exterior, si es que quieres a esta omega como una pareja, sea tu predestinada o no, o si no la quieres de esa manera.

La de ojos oscuros asintió, aunque se sintió un poco abrumada por esa charla de sentimientos.

—Y volviendo al tema... Pues, al parecer está muy sensible, y está triste, y llora, y me necesita todo el tiempo y-

—¿Tuvieron relaciones?

La pregunta descoloca a Rosé, dejó de hablar de golpe, y quizás sólo fue por escuchar tener relaciones con Lisa que su rostro se ruborizó.

Miyeon soltó una carcajada.

—No, no, no —se apuró a hablar—, no, nosotras sólo... Dormimos juntas.

Cho alzó una ceja, no se la creía.

—De verdad, sólo dormimos.

La otra suspiró, aún con una sonrisa.

—Iba a preguntarte si ya la habías marcado, pero... Recordé que eras una beta.

Las palabras la golpearon un poco en su orgullo, pero no dijo nada.

No era que por ser una beta no podías marcar a tu pareja, varios betas lo hacían, pero el lazo que creaban entre su pareja era tan débil que hacía poco y nada de diferencia, al punto en que la mordida pasaba a ser un adorno, que tampoco duraba mucho tiempo.

—Entonces... —siguió hablando—, sigo sin ver el problema con esa omega, se escucha como una omega bastante normal.

—Tú porque no tienes que soportar a una sensible que se pasea por tu hogar pidiendo que le des atención y mimos, y que a veces se le pasa la lengua diciendo estupideces y cosas molestas —dijo la más alta, de forma rápida, algo enojada.

—Pues... Sí he tenido que soportar esas cosas, Park —la chica sólo obtuvo una mirada pidiendo un poco más de detalles—, no debes exagerar esas cosas, Rosé, no te lo tomes enserio, además, apuesto lo que quieras a que esa omega te pidió perdón si dijo algo que te molestó.

Rosé no respondió, y por un momento se sintió de la misma forma de cuando su madre la castigaba.

—¿O me equivoco? —dijo, con una sonrisa.

—Si, lo hizo —murmuró.

—Y conociendo lo imbécil que eres, no aceptaste sus disculpas.

—Adivinaste. Para no ser mi amiga me conoces bastante bien.

—No necesito conocerte profundamente para darme cuenta que eres una orgullosa de mierda.

Rosé se quedó sin palabras.

—Y si quieres un consejo de enserio, y no perder el tiempo con un estúpido libro —la joven alfa tomó el libro—, ve con tu omega, no te vayas nunca de su lado, hazle caso, y no tengas miedo de pedirle perdón tú misma... Que siempre puede ser la mejor coincidencia de tu vida.

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