Eres muy amarga

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Con ojos cansados, Rosé se estiró bajo el montón de sábanas sobre su cuerpo, se irguió un poco para sentarse, pero unos brazos la rodearon por el torso y la volvieron a acostar sobre la cama.

La rubia abrió los ojos de golpe y corrió los brazos de quién sea que fuese y se levantó de donde se encontraba.

Al principio se sintió confundida y se preguntó quién era esa omega con aroma tan dulce que se frotaba el sueño de los ojos con un mohín adorable.

Luego recordó lo que había pasado la noche anterior y se sintió abrumada.

—Yo... ¿No estaba durmiendo en el suelo? —preguntó, aunque fue más para sí misma.

Lisa se acomodó en la cama para sentarse con la espalda contra la pared, y le dedicó una pequeña sonrisa.

—En la madrugada no podía dormir, te pedí que vengas a la cama conmigo —dijo, y el rubor en sus mejillas hizo que el rostro de Rosé se sintiera caliente.

Sin decir nada, la mayor se frotó el rostro y salió del cuarto para ir a la cocina, para luego encender la luz antes de prepararse el desayuno.

No había terminado de hacer su café cuando Lisa la estaba mirando desde el umbral con ojos hambrientos.

Rosé, al verla, lo primero que pensó fue en mandarla a la mierda y que no le prepararía el desayuno, tenía suficiente conque la chica se quedara en su casa y tenga que usar su ropa.

Pero al abrir la boca, las palabras que surgieron fueron totalmente diferentes.

—¿Qué quieres comer?

Lisa intentó reprimir una sonrisa.

—¿Te molestaría que hiciera mi desayuno yo misma?

Rosé estuvo un poco sorprendida.

Tiempo atrás había estado en una relación con una omega, la cual era tan inútil y poco independiente, que la sacaba de quicio. Luego de eso creía que todos los omegas eran iguales, después de todo, su instinto era depender de un alfa.

—¿Podría? —la pregunta de Lisa hizo que reaccionara, moviendo la cabeza para despejarse.

—Sí, sí —dijo—. No rompas nada.

Minutos después, cuando Rosé ya tenía su café y un paquete con algunas galletas, se sentó en la mesa para disfrutar de su típico desayuno.

Vio a Lisa cocinar algo que superaba sus habilidades culinarias, pero notó que usaba huevos y algo de queso. A parte, calentó leche, rebuscó un poco en la alacena antes de preguntar:

—¿No tienes chocolatada?

Rosé rió un poco.

—Niña, gasto mi presupuesto en café, es lo único que me mantiene con vida. No gasto en chocolatada porque no me sirve.

Manoban la miró mirándola con una mueca.

—Creo que eres muy amarga, te hace falta chocolatada.

Rosé sólo rodó los ojos.

A los pocos minutos, Lisa había terminado de hacer su desayuno y se había acomodado en la mesa para comerlo, pero en cuanto se sentó, Rosé se levantó sin decir nada y volvió al cuarto.

La seriedad de la chica hizo que la pelinegra se preguntara si a la otra le molestaba su presencia allí.

Y entendía perfectamente que era sumamente irritante que una persona ajena se instalara en tu casa para usar todo lo que el propio dueño usa.

Recordó a su "nueva mamá" y lo idiota que había sido cuando apareció en su casa.

No quería hacer lo mismo que esa arpía, y no pudo evitar compararse con ella, cosa que la hizo sentirse mal.

Se había quedando pensando en eso mientras revolvía lo que había preparado con el tenedor, en ese momento, Park regresó del cuarto y se acercó a la mesa al notar el aura de la omega.

—¿Pasa algo?

Lisa alzó la vista, mirándola a los ojos sin expresión alguna.

—Perdón por venir aquí. Sé que es muy maleducado de mí parte y que estás en todo tu derecho a sacarme a patadas, pero eres muy amable y no lo has hecho todavía, gracias por eso.

Rosé frunció un poco el ceño, reconociendo que Lisa tenía razón, pero, simplemente, ella no podía hacerlo, no podía sólo echarla.

—Está bien, Lalisa. Escucha, iré al trabajo ahora, no volveré hasta la noche, luego de ir a la universidad, estarás sola. Hay una copia de la llave de la puerta en el segundo cajón de ahí —señaló a unos cajones bajo la mesada de la cocina—, por si necesitas salir. Hay comida de la mía por ahí también —tomó su bolso de la universidad.

—¿Cómo es 'la comida de la tuya'? —preguntó, confundida.

—De la instantánea —respondió la rubia, con una sonrisa ladina, lo que hizo sonreír a la otra.

Roseanne abrió la puerta, al salir, se despidió con la mano de la chica y luego giró la llave antes de caminar por el pasillo hasta el ascensor.

Trabaja seis horas todos los días en un supermercado a unas cuadras de su departamento, aunque su trabajo era reponer productos, terminaba limpiando los pisos, o ayudando a alguna persona mayor a cargar las compras hasta su coche.

Aunque en ese momento no había gente para ayudar, ni productos para reponer, ni más para limpiar, así que sólo se había había quedado sentada en un rincón del lugar cerca de las cajas registradoras con un libro que sólo leía para perder el tiempo, porque ni le estaba gustando.

De repente el libro desapareció de sus manos y alzó la vista con el ceño fruncido hacia la muchacha de piel limpia y cabello largo que la miraba con una sonrisa molesta.

—No te canses de trabajar, Park —dijo.

—Oh, nunca, señorita Yeh, no quiero que te arruines la manicura haciendo algo —sonrió con sorna.

La chica respondió con un 'Já' y le devolvió el libro, pero Rosé no continuó con su lectura, pelear a la nieta del dueño del supermercado era más entretenido.

La joven era una omega, aunque no lo parecía en ningún sentido, su actitud era diga de un alfa malhumorado todo el tiempo, su forma de ser casi siempre era detestable, y tenía más fuerza en un brazo que Rosé en todo su cuerpo.

La australiana sabía que usaba supresores y perfumes para tapar su olor, pero si no le hubieran dicho que en realidad era una omega, nunca lo hubiera sospechado.

—¿Haz hecho algo más interesante que pintarte las uñas de otro tono de violeta, Shuhua?

—¿Y tú? ¿Algo más a parte de dormir en la biblioteca y luego fingir poder leer al revés?

La contestación hizo que Roseanne frunciera el ceño, no pudo decir nada unos segundos por una leve vergüenza.

—¿Quién te lo dijo? —reclamó, de forma brusca y rápida, haciendo que Shuhua riera un poco.

—Miyeon —habló, de forma automática, pero por la expresión de Park se dio cuenta que no había sido clara—, la bibliotecaria de tu universidad, es mi amiga. Podría saber hasta cuántas horas duermes allí si le preguntara.

La más alta negó con un suspiro, pensando que ya no se podía confiar en nadie.

—Ya hablamos suficiente —dijo sin más, volviendo la vista al libro, lo que hizo a Shuhua reír.

Yeh Shuhua, a pesar de tener esa actitud, sabía cuando no tenía que molestar y tampoco era insistente, cosa que a Rosé le parecía más que perfecto.

Sólo se alejó de la rubia para recorrer el supermercado para asegurarse que todo estaba en orden, aunque siempre rebuscaba algo para gritarle a alguien.

En cuanto terminó su turno, la delta se dirigió a la sala privada del personal, para dejar el delantal con el logo del lugar y tomar su bolso de universidad. Sin decir nada, salió del supermercado para caminar treinta minutos hasta la universidad.

Notó que había autos oscuros manejando a baja velocidad por las calles, algo que la inquietó un poco pero no le dio mucha importancia.

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