Olor

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—¡No es justo, Hyunjin! Están buscando un alfa para Lalisa...

—¿Y qué piensas que van a estar buscando, estúpido? ¿Una tortuga para que se aparee?

—¡No Hyunjin! Pero me- ¡Auch!

—No me pegues, sabes que te la devolveré.

—¿Tengo que mandarlos a la mierda todos los días por esta puta máquina?

De nuevo, ambos chicos la miraron, Bang Chan con un poco de miedo y Hyunjin con fastidio, sin decir nada, se fueron, dejando que Rosé sacara su lata de refresco para ir hacia la biblioteca.

—Buenos días, Park —saludó la bibliotecaria.

Rosé se acercó al escritorio para ver el nombre en la placa por primera vez en todo lo que llevaba en esa universidad.

—Cho Miyeon —pronunció, más lento de normal, haciendo que la chica la mirara con el ceño algo fruncido.

—Roseanne Park —dijo, de la misma forma que la menor había hecho con su nombre.

—Un gusto —sonrió irónica, mientras extendía la mano hacia la bibliotecaria, pero la corrió rápidamente en cuanto ésta fue a tomarla.

Rió divertida, pero la alfa gruñó, acomodándose los anteojos con una expresión molesta en el rostro.

La rubia dio media vuelta para dirigirse hacia su sillón, dispuesta a dormir un poco, pero la voz de Miyeon la hizo frenar.

—Veo que estás de buen humor hoy, Rosé. ¿Ese olor que llevas tiene algo que ver?

Confundida, se giró para caminar de regreso hacia donde la chica estaba sentada.

—¿De qué olor hablas?

La pelirosa la miró como si estuviera bromeando, pero por la expresión en el rostro de la delta se dio cuenta que no era así.

—Hueles como a caramelo, es algo leve, pero puedo sentirlo igual, no sé. ¿Tuviste una noche interesante? —preguntó con una sonrisa.

Rosé no dijo nada por unos segundos, cayendo en cuenta que había dormido abrazando a Lisa y que el olor de la omega se había quedado consigo.

Pensó que quizás, si tuviera su olor propio, no se notaría tanto.

—Corrígeme si me equivoco —habló Miyeon al ver que la otra no iba a hablar—. ¿Una omega interesante en la noche?

La más alta comenzó a sentir el nerviosismo en su interior, y un calor la abrumó.

—¿Tengo razón? —preguntó otra vez, alzando una ceja, sonriendo de forma victoriosa.

Park reaccionó de golpe, encogiéndose de hombros.

—¿Y qué si fue así? —dijo, en todo defensivo, lo que hizo reír a la bibliotecaria—, tú tampoco hueles mucho como tú —se inclinó hacia ella de forma desafiante.

La alfa rió.

—Porque no es un secreto que tengo a mi omega, Park, en cambio... No me esperaba eso de ti.

—¿Eso?

—Una omega, o un omega, no lo sé —sonrió.

Rosé tomó un sorbo de refresco, su nerviosismo había pasado.

—Lo que haga durante la noche no te incumbe —su tono fue frío, sorprendiendo a la contraria—, a menos que quieras ser parte de ella —añadió, con una sonrisa y un guiño.

Miyeon gruñó como respuesta, pero Rosé sólo rió ante ese gesto.

Decidió salir de ese lugar, ya encontraría dónde dormir luego, la conversación con Miyeon la había hecho reaccionar.

Necesitaba comprarle supresores a Lisa, y perfumes, para ella o para la omega.

Sabía que los supresores disminuían el olor, aunque nunca los había usado y tampoco sabía qué tipo eran.

Si alguien llegaba a detectar el olor de Lisa y la encontraba, estaría en problemas y lo sabía.

Se suponía que la omega más deseada del momento estaba escondida en su departamento, pero ese aroma tan dulce se sentía demasiado.

Se fue temprano de la universidad para caminar unas cuadras de más hasta el supermercado donde trabajaba, no sabía nada de supresores, pero si los rumores eran ciertos, conocía a alguien a que sí.

—Shuhua —esta se giró y miró confundida.

—¿Vienes por horas extras? —arrugó la nariz un poco—, ya se te fue el olor que tenías en la mañana, es una lastima, era muy rico.

Rosé frunció el ceño. ¿Shuhua también se había dado cuenta y no había dicho nada?

—¿También lo sentiste?

—Lo que hagas en la noche no me incumbe —habló con burla.

—Mierda. ¿Tan rápido cuentan los chismes?

—Te sorprenderías —río—, pero bien, Rosé, sé que no has venido para charlar conmigo. ¿Qué querías?

—Supresores —pidió de golpe.

Shuhua no dijo nada y sólo alzó una ceja.

—¿Para ti?

—Eso no te incumbe —replicó con una sonrisa, ganándose una mirada de odio de la omega.

—A ver, amiga —Shuhua ya sonaba molesta—, hay varios tipos de supresores, para omegas, para alfas y más o menos fuertes, también de distintas marcas, en cápsulas, líquidos, en polvo para comidas y todo lo que quieras.... Pero no hay supresores para betas.

Rosé se sintió confundida y algo estúpida, con un suspiro, se dijo a sí misma que tenía que contestarle bien a Shuhua.

—Es para una omega, para disminuir su olor.

Yeh no dijo nada por un momento.

—¿Tanta vergüenza te da llevar el olor de alguien?

—¿Puedes darme los supresores así puedo volver a mi dulce hogar?

Shuhua rodó los ojos, le hizo una seña para que la siguiera, llegando a la parte de farmacia del supermercado, vio un poco entre todas las cajas de supresores hasta dar con una, tomarla y extenderla hacia la de trenzas.

—Estas no son muy fuertes, pero son especiales para el olor. Casi todos son para el momento del celo, Rosé, no encontrás muchas para cubrir el olor.

Ella asintió.

—¿Y perfumes? —preguntó.

—¿Me viste cara de vendedora?

—¿No se supone que tu abuelito piensa que estás trabajando? Haz algo.

—Esto es autoservicio, Rosé.

—Pero yo no tengo ni puta idea de estas cosas.

—¡Ya sé que no sabes nada!

—¡Estás asustando a los clientes! —dijo, viendo como una mujer las miraba con los ojos muy abiertos.

—¡Siga caminando señora! —replicó Shuhua, dirigiéndose hacia la mujer, quien apuró su carrito para alejarse.

Rosé no pudo evitar reír un poco ante la actitud de mierda de la chica.

—Camina, Rosé —avanzaron hacia la parte de perfumería, Shuhua extendió los brazos ante toda la variedad de productos.

La alfa rubia se sorprendió un poco, nunca había prestado atención a toda la cantidad de perfumes que ella misma reponía.

Tenían perfumes de "marca", desde Polo hasta Nina Ricci, algunos de celebridades, y luego pasaban a otros artesanales con olores más naturales, como café, chocolate, algunas flores y frutas.

—¿Cuál es tu olor? —preguntó, mirando a Shuhua—. Tu olor propio.

La omega rubia se ruborizó un poco.

—Flores... y té —murmuró.

Rosé asintió.

—Y... ¿Cho Miyeon? —pronunció el nombre completo de la bibliotecaria, con algo de duda.

—Miyeonne huele a chocolate y café. Pero se le pegó bastante el olor a frutos rojos de su omega.

La más alta asintió ante esa información.

Tomó el frasco de perfume a café, pensando un poco en ese olor artificial que en su momento fue su olor propio.

—¿Terminaste las compras? —cuestionó Shuhua en tono exasperante.

Rosé asintió.

—Bien, te voy a cobrar el doble sólo por atenderte.

Al salir del supermercado para caminar las pocas cuadras que la separaban de su departamento, Rosé notó que aquellos carros negros de vidrios oscuros seguían andando por la calle.

Vio uno estacionado detrás de un auto de policía, su conductor hablaba, parado junto a la puerta abierta del coche con un oficial.

Un alfa de al menos un metro ochenta algo delgado pero musculoso, unos anteojos oscuros descansaban en el cuello de la camisa, perfectamente blanca tras el saco perfectamente negro.

Intentó no mirarlo demasiado tiempo, no debía actuar sospechosa.

Dentro suyo algo le decía que aquellos hombres de trajes y autos oscuros estaban buscando a Lisa, y que se metería en problemas si llegaba a levantar sospechas.

Caminó dentro del edificio hacia su departamento intentando disimular la bolsa que cargaba tras el bolso de la universidad, se encontró con algunas personas que no le hablaron, al igual que todos los días.

Entró a su hogar, que estaba en silencio y en completa oscuridad, frunció un poco el ceño.

—¿Lalisa Manoban? —preguntó, algo bajo, avanzando hacia su cuarto.

Vio el bulto bajo las sábanas y se acercó en silencio.

—Niña, te tra- ¿Estás llorando?

Escuchó a la muchacha sorber su nariz mientras negaba con la cabeza.

La omega estaba cubierta por las sábanas hasta cubrir sus hombros, pero aún así temblaba.

—¿Tienes frío? —apoyó el dorso de su mano sobre la mejilla de Lisa, tal como hacía su madre con ella de pequeña, esta estaba húmeda.

La tailandesa estaba algo fría, pero nada muy alejado de lo normal, Rosé corrió su mano luego de unos segundos, pero una mano delgada escapó del abrigo de las sábanas para atraparla, y dejarla de regreso en su mejilla, acunándola.

Rosé fruncio el ceño. ¿Qué mierda le pasaba a esa chica?

—Rosé —escuchó su sutil voz, la nombrada se acercó un poco para darle a entender que la escuchaba—, ¿puedes meterte en la cama conmigo?

Park no contestó, en cambio un suspiro cansado salió de sus labios.

—Lalisa, escucha —el tono, más brusco del que quisiera, hizo que la omega de encongiera un poco más bajo las sábanas—, entiendo que como omega tengas tus necesidades, pero yo no soy quién para cumplirlas y tampoco soy la indicada. Hoy, varias personas se dieron cuenta que llevaba tu olor, y...

—¿No quieres contacto físico para que no huelas a omega?

—Exactamente.

Ninguna de las dos dijo nada por unos segundos, hasta que Lisa soltó su mano bruscamente y se sentó en la cama con el ceño fruncido y los brazos cruzados.

—No sé si te diste cuenta, Rosé, pero, ¿a qué huele todo el puto departamento?

La rubia frunció el ceño, olfateando un poco el ambiente.

—¿No lo notas?

La mayor negó.

—Todo el lugar huele a mí, no es necesario que me toques para te quede mi olor, porque todo este lugar apesta. ¿Sabes por qué es eso?

Rosé alzó una ceja.

Lisa suspiró de forma cansada.

—Mi celo está cerca —dijo, simplemente.

—¿Entonces...?

—¿Cómo que "Entonces"? —sonaba molesta.

—¿Qué? ¿Entonces qué, Lalisa? ¿Tu olor aumenta? ¿Estarás más sensible? ¿Tendrás cólicos o malestares por unos días y luego una necesidad frenética de tener sexo? ¿O eres de las que no tienen cólicos y sólo quieren fornicar? —habló en tono brusco, aunque no se dio cuenta hasta que vio el labio inferior de Lisa temblar.

—Eres una idiota —dijo la pelinegra, voltendose para cubrirse con las sábanas hasta la cabeza.

—Wow, qué noticia —usó su tono irónico, pero Lisa no respondió, sólo se mantuvo hecha un ovillo bajo las sábanas.

Rosé la miró por unos segundos, y luego comenzó a sentirse como una verdadera idiota.

Insultando en voz baja, se levantó de la cama, notando como Manoban se movía un poco al no sentirla cerca.

—Te traje unos supresores —le susurró, mientras comenzaba a quitarse la ropa para bañarse—, para tu olor.

Lisa no contestó.

Resignada, Rosé se metió al baño sólo en ropa interior, soltando un suspiro.

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