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Para cuando la pareja despertó, era mediodía, y el olor a comida llegaba hasta la cama que compartían.

La abuela había cocinado suficiente para un ejército, aunque sólo serían tres los que deberían terminar toda la comida.

Sooyoung no llegó sino hasta que ya habían casi terminado el primer plato, cargando una bolsa de plástico, dio un suspiro cansado, dejando su abrigo sobre el sillón antes de acercarse a la mesa.

—¿Dónde estabas? —preguntó Rosé, cuando vio a la chica acercarse hacia la cocina-comedor, para ver las ollas de comida.

—Tu amiga me debía un celular —respondió, sonrió cuando la abuela le pasó un plato con generosa cantidad de arroz frito con kimchi.

Rosé rodó los ojos cuando entendió que su "amiga" era Jennie Kim.

—Pero me tardé más en buscar uno para ti —siguió Joy, comenzando a comer.

—¿Me compraste un celular?

La azabache asintió, saboreando la comida con gusto.

—Pero no se pueden tener los celulares en la mesa, come y después te lo muestro —sonrió con burla.

Rosé frunció el ceño.

—No me des órdenes, niña.

—No empiecen sus peleas de hermanas por los años que no se vieron ahora —interrumpió Lisa.

—Hazle caso a tu señora —dijo la más alta con una risita, ganándose una mirada fulminante por parte de Rosé y Lisa.

—La que come en silencio come dos veces —dijo la abuela, los demás entendieron la indirecta y se callaron, terminando su comida.

Se irían ese mismo día a la antigua ciudad de los Park, y por más que ofrecieron repetidas veces a la señora de ir con ellas, ella se negó.

Se despidió con el mismo cariño con que las había recibido, y agitó su mano en el aire hasta que el auto no pudo verse más entre los árboles.

Diferente a la noche anterior, la entrada al terreno de los Manoban estaba cubierta de reporteros, paparazzi y gente curiosa, obligando a Joy a bajar la velocidad para pasar entre esa gente aguantando las ganas de pisar el acelerador con cada golpe que recibían sus vidrios polarizados.

Con la pareja sentada en los asientos traseros, Lisa permaneció con una mueca molesta en el rostro, y Rosé sintió lo que casi parecía odio a la muchedumbre.

El viaje fue tan tranquilo que la pareja terminó durmiendose, con Lisa apoyando su cabeza sobre el hombro de Rosé, y esta acomodando la propia sobre la de su omega.

Sooyoung las miró con una sonrisa tierna todo el camino, y al llegar a su destino, no pudo evitar tomar una foto antes de despertarlas.

Al ver el auto frente a la casa, varias personas la reconocieron, aunque no todas sabían lo que significaba.

—Chaeng, ya estamos en casa —murmuró, moviendo su brazo hasta que la rubia, al mismo tiempo que Lisa.

Rosé miró por la ventana al exterior, una sonrisa cansada se plantó en sus labios, destrabando la puerta.

Escuchó aplausos, quiso reír y llorar al mismo tiempo.

Su padre se acercó a ella, con pasó apresurado, abrazándola con fuerza.

Rosé sintió el agradable y a la vez fuerte aroma a bosque y tabaco de su padre, apenas entendió las palabras bonitas que le dedicó.

El hombre tampoco podía hablar claramente, ahorrando sus lágrimas en sus ojos.

—¡Rosé!

La nombrada miró sobre el hombro de su padre, hacia la mujer que venía corriendo hacia donde estaba, su corazón se encogió un poco, viendo a quien recordaba con su pelo pulcramente peinado y completamente lacio, siempre vestida de forma elegante pero casual, ahora con el cabello más largo y de tono gris, despeinada y con lo que parecía un pijama.

Su madre había cambiado mucho en poco tiempo.

El hombre la soltó y ella corrió hacia la beta que le dio la vida, a pesar que sintió el olor a humo de cigarrillo antes de que su encontrarán en un emotivo abrazo.

Su madre la abrazaba con fuerza, preguntándo si era real, descargando mares de lágrimas.

Rosé notó las piernas de su madre temblar, al igual que todo su cuerpo, los sollozos de la mujer le partieron el alma, y fue cuando realmente comprendió las palabras de Sooyoung de hacía unos días, de si era mejor creerla muerta antes de ser una vergüenza.

—Es real, mamá —murmuró, con la voz rota de las lágrimas.

Escuchó la risa de la mujer, entre sollozos.

Su progenitora se separó un poco para llenar de besos su rostro, apretando sus mejillas un poco, haciéndola reír.

Rosé sintió un tirón en su remera, volteando para ver a Lisa, que se frotaba las lágrimas de sus ojos, con una leve sonrisa.

Rosé se sorprendió un poco, tomando su rostro y limpiando sus húmedas mejillas.

—Cachorra, ¿qué pasa?

Lisa rió un poco.

—Estoy llorando por tus emociones.

Rosé sonrió, rodeándola con un brazo, hizo un ademán hacia su madre.

—Hola, de nuevo —dijo la omega, e hizo una reverencia hacia la señora.

Dejando de lado cualquier formalismo, la mujer la abrazó, sin dejar de sonreír.

Sintió el aroma de su padre antes de que este colocara una mano sobre su hombro, invitándolas a entrar, donde más gente (desde empleados, hasta familiares, que habían esperado su llegada desde que Joy había llamado para decir que la había encontrado).

Tanto Rosé como Lisa se sintieron abrumadas ante tantas miradas, al punto en que la omega se había pegado a la rubia, sin soltar su brazo.

La gente tardó un momento en darse cuenta de la incomodidad de ambas, y una empleada las guió hasta el cuarto de Rosé, que estaba tal y como la había dejado años atrás, permitiéndoles un poco de paz.

Abrazadas sobre la cama, calmándose con el aroma de la otra, olvidando la mezcla de olores de tantas personas, ambas se sonrieron.

Rosé acarició el rostro de Lisa, dejando un tierno beso en su nariz.

—Gracias por hacer que vuelva —murmuró.

Lisa tardó un momento en entender.

De no ser por ella, Rosé no hubiera recuperado su loba, y seguiría con su vida de falsa beta, lejos de su hogar y su familia.

—Gracias por adoptar un perrito mugriento —rió, haciendo que la mayor lo haga también.

—Eres linda incluso como un pulgoso cachorro.

—¡No tengo pulgas! —se quejó, haciendo que su voz se volviera más aguda.

Rosé no pudo evitar reír, la abrazó más fuerte, al punto en que la omega soltó un quejido.

Las manos de la alfa fueron hacia el vientre de Lisa, sonriendo tiernamente.

Sus miradas se encontraron, llenándose mutuamente con cariño, Lisa sintió seguridad, y su corazón aleteó por la emoción de Rosé.

—Gracias por esto —murmuró, refiriéndose no sólo hacia el cachorro que la menor llevaba, sino también a su relación, y ese ambiente de cariño que ambas podían crear.

Lisa sonrió, y eliminó la distancia para besar a Rosé con lentitud, siendo correspondida al instante, en un lento y tierno baile de labios y lenguas.

No dijeron nada más, no lo sentía necesario, podían sentir la gratitud de la otra en sus pechos, y sólo continuaron abrazadas para dormir, en paz, con una sonrisa en los labios.

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