Descansa

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—¿Tu abuelita va a estar despierta a las cinco de la mañana? —preguntó Joy sin ganas, apoyando el trasero en el capó del auto, cruzándose de brazos, temblando un poco por el frío que atravesaba su abrigo.

Ambas hermanas estaban un poco impresionadas por la mansión de la familia de Lisa, aunque la chica no hizo nada más que poner una clave desde su celular que hizo abrir el portón, e ignoró el camino hacia la mansión para guiarlas hacia un montón de árboles en oscuridad, pasando por un espacio apenas suficiente para no dañar el auto, hasta encontrar su lugar deseado.

Con el auto estacionado a unos cuantos metros de la entrada a una modesta casa, con grandes y amplias ventanas pero que sólo dejaban ver unas cortinas bordadas.

—Sólo tengo que golpear fuerte —murmuró Lisa, comenzó a caminar hacia la puerta, seguida de Rosé.

La omega golpeó con sus nudillos la oscura madera.

Esperó unos momentos, alzó la mano para volver a golpear, pero la puerta se abrió, dejando ver a una mujer de cabello blanco, que aún se ajustaba una bata rosa, frunció el ceño hasta que su vista se enfocó en el rostro de la pelinegra.

Luego su rostro se iluminó, sonriendo ampliamente, sus ojos se escondieron detrás de sus arrugadas mejillas.

Rosé alzó las cejas, algo impresionada por ver la misma sonrisa de Lisa en la señora.

—¡Liz! —la señora abrió los brazos, recibiendo a su nieta con un abrazo.

Miró por sobre el hombro de la omega a Rosé, parada un metro más atrás, la chica le regaló una sonrisa, le pareció adorable cuando la abuela hizo una ligera "o" con los labios, como si la reconociera.

—¿Esa es tu alfa, Liz? —escuchó murmurar a la señora.

La rubia se ruborizó al ser llamada así, escuchó a Lisa reír.

La menor asintió, separándose del abrazo.

Esta vez, la abuela abrió sus brazos hacia ella, Rosé se acercó y la señora la abrazó con las mismas ganas que lo había hecho con su nieta.

Un poco sorprendida por la fuerza de los delgados y arrugados brazos de la señora, Rosé sintió el olor a miel y caramelo de la señora.

Con la edad, cuando los omegas perdían la capacidad de tener hijos, su olor solía casi desaparecer, en mayor o menor medida, dependía de cada persona.

Pero Rosé se sintió cómoda con el olor de la abuela, quizás porque se parecía bastante al de Lisa.

—Dejas a mi nietita y tendré preparada la escopeta con tu nombre en una bala —habló la abuela, con dulzura, haciendo que Rosé tragara duro.

Escuchó a Lisa reír, al cortar el abrazo vio a Joy también con una expresión divertida por las palabras de la señora.

Aún así, la abuela le dedicó una sonrisa dulce.

—No te asustes —dijo Lisa ahora a su lado—. Es un poco paranoica con los alfas —la chica suspiró un poco—. El abuelo la dejó por otra omega, no confía mucho en ellos desde entonces.

Rosé se encogió de hombros, no la culpaba, a pesar que se había sorprendida cuando había hablado.

La abuela ofreció un abrazo a Sooyoung cuando la vio y a pesar de negarse, la señora no le hizo caso. Luego las hizo entrar, encendiendo las luces de la sala y cocina, comenzando a ofrecer bebidas calientes y comida.

Sooyoung miró con una mueca todas la manualidades de la casa, desde mantas tejidas en los sillones, almohadones bordados, un estante repleto de diversos animales tallados en madera, y muchísimos retratos, de distintas épocas, con fotos en blanco y negro y en color.

El sillón de la casa era demasiado suave para su gusto e hizo una mueca al hundirse en este.

Rosé se sentó a su lado, sin darle importancia a todo lo del ambiente, mirando un momento como Lisa hablaba con su abuelita, mostrando la marca en su cuello, contando con una sonrisa lo que había pasado.

—Eh —Joy chasqueó sus dedos frente a su rostro, captando la atención de la rubia—. ¿Escuchaste lo que dije?

Ella negó.

—Nop.

Joy rodó los ojos.

—¿Por qué no me dijiste que tú tenías secuestrada a Manoban?

Rosé frunció el ceño, ofendida.

—Yo no tenía secuestrada a nadie. Ella podía irse cuando quisiera. Sólo la ayudé a esconderse.

—Dile eso a la policía —murmuró.

—¿Vas a avisarme con la policía? —Rosé comenzaba a enojarse.

—Sería lo correcto —se había puesto seria, y vio el ceño de su hermana fruncirse.

De repente soltó un carcajada, palmeó ligeramente el rostro de la chica, en una suave cachetada.

—Pero cuándo hice yo lo correcto —dijo con gracia.

—Idiota —murmuró, aunque terminó riendo un poco.

—Podrías haberlo dicho, tú, idiota. Así me ahorraba todas las preocupaciones por tu estado y te llevaba directamente a lo de Jennie Kim con tu omega.

Rosé revolvió sus cabellos, nerviosa.

—Yo... no sabía cómo reaccionarías...

—Tampoco me lo dijiste para que lo averigües —objetó—. Yo iba a apoyarte.

—Creí que no me dejarías —respondió, bajo—. Dando ese discurso con Jennie Kim... pensé que la apoyarías a ella.

—Me vale verga Kim y toda excusa que quieras decir —Pugsley habló con brusquedad, escuchó un "Shhh" por parte de la abuela, por las malas palabras, se disculpó con una sonrisa—. Rosé, yo lo digo enserio, aún si tu vida no hubiera corrido peligro por estar lejos de Lisa; aún así, yo te habría apoyado. Eres mi hermana, y Kim es sólo en una boba que conocí la semana pasada.

Rosé sólo asintió, sonriendo un poco.

—En otras noticias, hablé con tu mamá —Sooyoung habló con suavidad, captando toda la atención de Rosé—. Está muy feliz, quiere verte, quiere que vuelvas. La llamaría ahora mismo, pero alguien lanzó mi celular por la ventana del auto.

La rubia frunció el ceño.

—No, no voy a decirte qué pasó —se le adelantó la azabache—. Pero Jennie me dijo que me compraría otro —se encogió de hombros—. En realidad, podría comprarlo yo misma, pe-ro... Bien, me fuí un poco de tema. Te decía. volveré a nuestra ciudad lo más pronto posible, y vendrás conmigo, no tienes opción —Rosé abrió la boca para hablar, pero Sooyoung la interrumpió—. Lisa vendrá también, no importa, pero debes volver a casa.

Rosé sólo asintió, bajando la vista. Lisa se acercó a ella con dos tazas humeantes de café para ambas, luego volvió a la cocina para buscar su propia taza, al regresar, se acurrucó junto a Rosé, quien pasó un brazo sobre sus hombros, haciendo que la omega se apoyara sobre su pecho, con una sonrisa y un cálido sentimiento en su pecho que ambas compartieron.

La abuela de Lisa volvió minutos después, con un plato repleto de galletas y su propia taza, calentando sus arrugadas manos.

La señora habló con las chicas todo lo que quedaba de noche, preguntando por ellas, sobre lo que hacían, y tanto la abuela como Sooyoung se sorprendieron al enterarse que Rosé estaba en el segundo año de la carrera de medicina.

La conversación pasó, de alguna forma, de ser amena a hablar del tema de la familia de Lisa, y que no estarían contentos con ellas.

—Bah —la abuela agitó su mano—. No debes dar espacio de porquerías familiares en el terreno del amor, Liz. Quienes tienen que enamorarse son ustedes dos solamente, ni sus padres, ni nadie más está incluido en su relación.

Lisa sonrió ante las palabras de su abuelita.

—Si lo que te preocupa es que te dejen de lado hasta en la parte económica, prepararé mi testamento para que tengas todos mis ahorros —añadió la mujer—. Es lo mejor que podría hacer con eso.

Lisa alzó las cejas.

—¿Qué? —preguntó la señora—. ¿Piensas en tu padre y tus hermanos? Todos han conseguido hacer su propia fortuna, niña. Temo que para nosotras, las omegas, se nos complica un poco más tener tantas ganacias como esos alfas... aunque tengo bastante para que vivas tranquila —la señora volvió a sonreír.

Lisa le agradeció, y al ver el cielo teñirse de rosa por el amanecer, bostezó.

—¿Quieres dormir? —preguntó Rosé, con lo que la menor asintió.

—Iremos a mi cuarto, Abu —anunció la pelinegra, dejó un beso en la mejilla de la anciana para luego tomar la mano de Rosé, guiándola hasta su habitación propia de aquella casa.

Su cuarto era pequeño, con apenas espacio para una cama, un mueble con algo de ropa y con cajones especiales con sus "cosas de omega".

Su cama era individual, y Rosé sonrió, recordando cómo solían dormir en su departamento.

Quitándose algo de ropa, Park quedando con la ropa interior y su polera, Lisa cambió su blusa por una remera más cómoda.

La omega le dio una mirada.

—No me iré —dijo, se sentó en la cama, palmeando detrás de sí, cerca de la pared.

Lisa sonrió, subiendo a la cama para colocarse del lado de la pared, Rosé se acomodó frente a ella.

La rubia alzó el rostro de su omega, dejando un cariñoso beso en sus labios, acariciando sus mejillas.

La miró con ternura, dejó un beso en la frente de Lisa, antes de acomodar su cabeza sobre la almohada.

—Descansa —le deseó la mayor.

Lisa sólo se acomodó un poco más en el pecho de Rosé, permitiendo que este hubiera su nariz en su suave cabello, antes de dormirse.

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