14: El espejo

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—¿Has hablado con Conrad?

—Sí, y no. He hablado con él, pero no de lo tuyo ¿Se puede saber dónde vamos? —preguntó Lilith cuando Kendall le indicó la salida que debían tomar.

—Pronto. ¿Por qué no se lo dijiste? Quiero recuperar a mi amigo.

—No hubo tiempo, teníamos otras cosas que aclarar primero.

—¿Hablasteis de tu padre? —Los ojos de Kendall se abrieron por la sorpresa.

—Sí. —Kendall no siguió insistiendo, Lilith hablaría cuando estuviese preparada.

El coche circulaba por carreteras cada vez más estrechas y rurales, lejos de las grandes vías que salían de la ciudad.

Kendall envió un mensaje antes de indicarle a Lilith que tomara la salida al siguiente pueblo que anunciaban los carteles. Esto no pasó desapercibido a Lilith.

—¿Vamos solas?

—No —Kendall puso una expresión que pretendía ser de culpabilidad —. John y yo íbamos a ir y pensamos que te gustaría.

—¿Y el otro?

—¿Quién? —Lilith apartó la vista de la carretera y la fijó en su amiga —Sasha está de viaje y está solito, así que le dijimos que viniera también.

—Y también se os ocurrió no decirme que venía.

—Es que entonces no habrías venido. Pero no la pagues con él, que Jack tampoco sabe que vienes.

Lilith sintió un ramalazo de algo parecido a la decepción, hasta ahora creía que los supuestos encuentros fortuitos que organizaba su amiga eran conocidos por Jack, no que lo llevaban engañado igual que a ella.

—No es un cachorro, se puede quedar solito en casa.

Kendall sacudió la cabeza.

—Gira allí —señaló el espacio de aparcamiento entre el coche de John y un Range Rover negro, en el que estaban apoyados los dos hombres.

John abrió la puerta del copiloto y ayudó a su novia a bajar, dándole la mano. Se fundieron en un profundo abrazo. Lilith los observó pensando que parecía mentira que vivieran juntos y se hubieran visto esa misma mañana. Si alguien los veía desde fuera, creería que llevaban sin verse semanas.

Lilith se apoyó en su propio coche, sin acercarse ni saludar a Jack. Aunque no evitó hacerle un repaso. Llevaba el pelo tapado por una gorra negra que ocultaba también sus ojos, ya que tenía la cabeza inclinada hacia abajo, mirando su móvil.

El sonido de la puerta de su coche cerrándose con violencia hizo que Lilith y Jack guiaran su mirada hacia el mismo punto. Una Kendall que rodeaba el vehículo con los abrigos de las chicas en la mano.

—Ken —dijo Lilith.

—No me he dado cuenta —se excusó Kendall. Siempre tenían el mismo problema con las puertas. Le tendió la prenda a su amiga.

Lilith se cerró el chaquetón y siguió a la pareja, que abrían la comitiva agarrados de la mano. Sentía la presencia silenciosa de Jack a su lado. Caminaban por pintorescas calles residenciales, parecían sacadas de un cuento, con su valla blanca y sus tejados inclinados. Y aun así, Lilith nunca cambiaría su apartamento en la ajetreada Manchester, por eso.

Desembocaron en una plaza repleta de gente, contrastaba con la tranquilidad anterior, era como si todo el pueblo estuviera reunido en ese lugar, alrededor de los puestos que se extendían más allá de la plaza.

Kendall soltó la mano de John y entrelazó su brazo con el de Lilith.

—Es una feria de antigüedades. Te va a encantar —dijo con ojos chispeantes.

Lilith le devolvió una amplia sonrisa. En algo tenía razón Conrad, era imposible que ella se enfadase durante mucho tiempo con Kendall, pero no era solo por sus sentimientos hacia ella, también era porque Kendall siempre pensaba en ella, siempre quería hacerla feliz y casi siempre sabía cómo hacerlo.

Jack se caló más la gorra al adentrarse entre la multitud. En el momento que John le dijo dónde iban no le pareció una buena idea, pero también sabía que la insistencia de su amigo en que los acompañara solo podía significar una cosa, y aunque el buen juicio le repetía que no era buena idea, las ganas de verla le podían. No había hablado con ella desde el día de su cumpleaños, y no estaba seguro si las cosas volverían a como eran antes o seguirían como quedaron ese día, en el que habían tenido una conversación agradable.

Lo supo cuando se bajó del coche, su cumpleaños solo había sido un espejismo, un oasis en el desierto. Lilith ni siquiera lo saludó. Había vuelto a la frialdad de antes. Y eso era bueno, tenía que serlo, si ella lo ignoraba él dejaría de desear besarla, tenía que serlo. Sin embargo, cada vez que una ráfaga de viento soplaba en su dirección, el jazmín que inundaba sus fosas nasales le provocaba una punzada en el estómago. No podía seguir así, lo sabía cada día de su vida, pero era incapaz de hacer nada al respecto. Era la mejor amiga de su mejor amiga, tendría que aprender a convivir con ella e ignorar el deseo.

Siguieron a las chicas hasta un puesto en el que exponían figuras con formas de animales, horrorosas en opinión de Jack, que parecían gustar a Kendall.

—Mira, cariño, para el mueble de la entrada —Kendall levantó emocionada una figura en la que aparecía un oso marrón abrazando a otro más pequeño. La figura completa tenía el tamaño de su cabeza.

John miró a Jack con pánico, su amigo le dio una palmada en el hombro y reprimió una risa. John se iría de allí con esa cosa, sí o sí. Lilith a la espalda de Kendall no tuvo que esconderse para reírse, John se arrepentiría de haber ido con Kendall a un lugar como ese.

Pagaron los osos y otra escultura de unos peces, para el baño dijo Kendall, John consiguió que fuera para uno de los de invitados, que con suerte él no usaría nunca.

Lilith arrastró a su amiga a un puesto que exhibía joyas artesanales, por lo que se ganó un mudo agradecimiento de parte de John, ya que había conseguido esquivar un gran puesto de gnomos de jardín en el que Kendall habría querido comprar algo.

No consiguió retenerla mucho, antes de que Kendall encontrase otro puesto que llamó su atención.

Una chica que se encontraba esperando a otras junto a un stan cercano miró fijamente a Jack.

—Es Jack Grealish —dijo dándole unos golpes con el codo a su amiga.

—¿Dónde? —La otra chica miró en la dirección que su amiga señalaba.

—Ese de allí, el de la gorra negra, que está al lado de una pelirroja.

Jack en ese momento volvía a tener la cabeza baja, escondida bajo la gorra. Observando a Lilith mientras esta preguntaba el precio de un espejo de pie, forjado en hierro, que había hecho que sus ojos se iluminaran. De igual manera que la respuesta que recibió hizo que se apagaran. Sin embargo, seguía mirándolo con deseo y añoranza ahora.

—¿Segura? —preguntó su amiga —. Está de espaldas, no se ve nada.

—Estoy segura, antes se ha girado cuando sus amigos se han ido a otro puesto y lo he visto. Vamos a acercarnos.

Caminaron hacia el lugar donde se encontraba el futbolista, dando pequeños saltitos de emoción.

—¿Perdona? —la más atrevida de las dos tocó el hombro de Jack —¿Ves? Te dije que era él —dijo a su amiga cuando Jack volteó hacia ellas.

Lilith había dejado el espejo para presenciar la escena de Jack con sus fans. Frunció el ceño ante la sonrisa con la que aceptó hacerse una foto con esas chicas. No era la que hacía que sus piernas temblaba, pero aún así le pareció inapropiada, estaba segura de que no habría sido igual de simpático si los que lo abordaban fueran hombres.

—Chica, haznos la foto —la primera muchacha le tendió el móvil a Lilith.

—No —la sonrisa de Jack se borró de su cara —. Un selfie.

—Tranquilo, que nosotras no le vamos a decir a nadie que estabas aquí con una que no es tu novia —la muchacha le guiñó un ojo a Jack.

—Podéis decirle lo que queráis a quien queráis porque ella y yo no estamos haciendo nada malo. Lo que no podéis es molestarla ni exigirle que haga nada. Ahora si queréis nos hacemos la foto o no, que tengo prisa —dijo con voz tensa.

Las sonrientes chicas se tomaron un selfie junto a un serio Jack y se marcharon, lanzando miraditas a Jack y Lilith.

—Lo siento —dijo Jack, mientras seguía a Lilith que había echado a andar hacia otro puesto —. Primero los tabloides en Grecia y ahora esto.

Lilith no sabía qué pensar, las palabras de Jack derrochaban sinceridad. Y ella había podido notar la incomodidad del hombre cuando una de las chicas pasó su brazo por su cintura demasiado abajo. Quizá se había equivocado al pensar que su simpatía inicial fue porque eran mujeres. Además la había defendido, arriesgándose a protagonizar otro cotilleo sobre que engañaba a Sasha, cotilleo que ella debería escribir.

Pese a todo, le costaba creerlo. Confiar en su sinceridad.

—No ha sido tu culpa, ninguna de las dos veces —contestó con voz seca.

Se paró junto a un puesto que exponía artículos de todo tipo, lo había visto antes al pasar, y le pidió al vendedor unas gafas de sol con una montura marrón de diferentes tonos. Tras pagarlas se dirigió a una parte medio escondida, sabiendo que Jack la seguiría, llevaba haciéndolo desde que llegaron. Paró en seco cuando estaban resguardados de miradas indiscretas y le quitó la gorra y colocó las gafas sobre sus ojos. Antes de volver a poner la prenda en su cabeza, sin pensar en nada, Lilith, con el corazón latiendo desbocado, colocó un mechón de pelo que había caído hacia delante, acariciando a su paso la mejilla del hombre con el dorso de su mano. Por una vez no se apartó ante la sensación que le produjo el contacto, la disfrutó, dejó que ese estremecimiento se expandiera por su cuerpo. Después le puso la gorra de nuevo, sin mirarlo a los ojos.

—¿Quieres comer algo? —preguntó Lilith. Estaba traicionando todo en lo que creía, la estaba traicionando a ella. Esta vez no había excusas, ni alcohol al que culpar, y, sin embargo, por un día, por unas horas no quería estar enfadada, quería disfrutar del día, de estar en un sitio que le encantaba, aunque fuera con Jack.

—Deberíamos buscar a los otros —Jack no quería estar con ella a solas, bueno quería, pero sabía que no debía. No después de como se había sentido cuando lo había acariciado.

—Si no quieres una figura de perro en tu salón, yo no me acercaría a Kendall, pero allá tú, yo me voy a ir a comer.

Jack miró alternativamente a sus amigos, que charlaban en un puesto de figuras, y a Lilith, que lo esperaba con una sonrisa. Debatiéndose entre seguir una mala opción o la otra.

—Vamos —dijo a Lilith. La guerra entre lo que quería hacer y lo que debía hacer siempre la ganaba el deseo.

Se sentaron, a comer, en una mesa de plástico apartada. Lilith saboreaba su hamburguesa con queso cuando Jack cogió una de sus patatas y se la metió en la boca.

—Jack, ¿que parte de no toques mi comida no entiendes? —dijo fulminándolo con la mirada.

—Me apetecía una —Y ver su cara roja —. Tú puedes comer de mi ensalada. Pinchó lechuga y se la tendió a la chica que se apartó con asco.

—Si quisiera ensalada me habría pedido ensalada. Quiero mi hamburguesa con patatas, todas las patatas.

—Una patata. Si no me hubieras visto ni siquiera lo habrías notado.

—Pero te he visto. Ahora sé que me falta una y la voy a necesitar.

—Chicos, os tenemos una sorpresa —Kendall y John se sentaron frente a ellos.

La emoción de su amiga y la sonrisa burlona de John les hizo darse cuenta de que la sorpresa no les iba a gustar.

Kendall sacó de una bolsa dos figuras. Una era un gato pequeño, naranja y enfurruñado. La otra un gato marrón y regordete. Lilith y Jack miraron las figuras con espanto.

—Toma. Ya no me apetecen —Lilith empujó sus patatas a Jack.

—No, creo que voy a devolverte la que te he robado —susurró.

—¿Os gustan? Ha sido idea de John.

Las miradas de odio de sus amigos se centraron en John, cuya sonrisa se había hecho mucho más ancha.

—John, qué ideas tan brillantes tienes —dijo Lilith.

Jack agarró el gato naranja y le dio vueltas en sus manos. De verdad que parecía muy enfadado, nunca pensó que un gato de cerámica pudiera adoptar esa expresión.

—Ese es el tuyo —le dijo Kendall —. El marrón es para ti, Li.

—No tengo donde ponerlo, Ken.

—Sabía que dirías eso —Kendall dio una palmadita en la pierna de su novio —. Por eso te hemos comprado también una estantería para que lo puedas poner. Está en el coche de John.

—Que bien. Habéis pensado en todo —dijo Lilith con ironía. Había perdido para siempre la excusa que utilizaba contra las figuritas de Kendall.

Había heredado de Frank un gusto más que cuestionable por la decoración del hogar. Por suerte al menos Kendall se limitaba a las figuras y no a todos los muebles.

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Después de que el coche de las chicas desapareciese de su vista, Jack impidió que John se subiera a su propio vehículo.

—Ven, que quiero comprar algo antes de irnos.

Jack se dirigió acompañado de su amigo al puesto que abandonaron por la foto. Deseando que no fuera demasiado tarde. El vendedor estaba recogiendo, pero el espejo seguía allí. Pagó lo que el hombre pedía y lo cargaron hasta los coches.

—Lleváselo a Lilith cuando le llevéis la estantería —dijo Jack, cargando el espejo en el maletero del coche de su amigo.

—¿Por qué no se lo llevas tú?

—Prefiero no ir a su casa.

John asintió. Tras despedirse de su amigo. Ya en su coche escribió un mensaje.

John: Amor, creo que deberías dejar de hacer que pasen tiempo juntos. No está funcionando como crees.

Kendall: ¿Estás loco? Si se están llevando bien. Estaban de broma cuando llegamos y con lo de los gatos.

John: A Jack le gusta Lilith.

Kendall: ¿Te lo ha dicho?

John: No. Pero se nota.

Kendall: Tiene novia. Y Lilith nunca tendría una relación con él, no te preocupes.

John: Eso es lo que me preocupa. Sasha y él no han estado bien desde hace tiempo, no quiero que tire su relación por un lío de una noche.

Kendall: Lilith no le va a dar alas.Créemee es mi mejor amiga, nunca tendría nada con él, ni una noche. Nada.

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